PARTE III
De amoríos
(pensó, sintió, dijo o le dijeron)
“–Mire, Matilde –dijo–. Vamos a no andar con rodeos. Usted sabe que me gusta mucho.
–¿Qué es esto? ¿Una declaración? ¿Un armisticio?
–Usted siempre lo supo, desde el comienzo.
–Está bien, pero, ¿qué es lo que supe?
–Que está en condiciones de conseguirlo todo.
–Ah sí… ¿y quién es todo?¿Usted?
Él se encogió de hombros, movió los labios pero no dijo nada…”
(Almuerzo y dudas, Mario Benedetti, 1956)
“Me gustan las mujeres inteligentes y las que no lo son, las cariñosas y las aparentemente distantes, las rubias, las morochas y las pelirrojas, las de pelo largo y las de pelo corto, las altas, las medianas y las bajitas, las tetonas, las de busto correspondiente y las planchas, las sutiles y las directas, las melancólicas y las expresivas, las histéricas y las reposadas…siempre que sean lindas”. Obvio…
Había sido campeón del toco y me voy hasta que un buen día se casó. Al principio todo bien, bastantes años todo bien. Alrededor del octavo, se dio cuenta de que la mujer le metía los cuernos. Se separó sin quilombos. A veces se encontraban en Tribunales porque los dos eran bogas. “¿Por qué no tomamos un café?”. “Dale”. Terminaron encamados en el departamento de Él. Estaban cogiendo y se le cruzó, como un chispazo, la cagada que le había hecho Ella. Le dijo al oído “este sí que es un polvo envenenado”…
Reiteración. Despacito, más despacito…
Al flaco le decíamos “dedos” porque había tenido un accidente de chico y le faltaban dos. Brillante. Eso no impedía que tuviera gran éxito con las mujeres. Orador convincente, camelero y cálido, con la picardía que sólo otorga el barrio. Estaba deslumbrado por Ella, como todos, pero, como no tenía más remedio, la iba de amigo. En secreto soñaba con más, estaba enamorado. Contó que una noche estaban paseando por la Corrientes de los ´70 y Ella le tiró: “necesito una pija así” abriendo exageradamente las manos. Se sintió tan perturbado que no pudo recoger el guante. Haciéndose el boludo, cambió de tema…
Ella había juntado pesito por pesito para veranear en el mismo lugar. Por su amiga sabía exactamente la fecha en que él estaría por allí. Emocionada, se preparó para dar señales inequívocas en el río. Lo encontró. Él le dijo que como la noche anterior lo habían echado de la única Disco que existía en el lugar, se iba a Carlos Paz con un amigo…
“Entrecerrá los ojos y mirá los reflejos del sol en el río, parecen estrellas de oro”…
Le había picado boleto de buen tipo. Se encontraron por la avenida Santa Fe, una noche de verano tarde. Fueron a tomar un café. ¿De qué otra cosa se puede hablar que no sea de minas? El otro le contó que Ella “se había venido con los labios pintados de rojo intenso, tipo Pekín de Renault, es decir, a la moda. Y agregó “labios sensuales, como de Bobi, pero sin baba”…
Cuando salieron del telo le dijo “estoy feliz, ahora soy multiorgásmica”. La largó pero tardó años en olvidarla, a medias…
Andábamos a dedo por Brasil. En el Galeao, yo enganché un camión que iba directo a Bahía y llegué en dos días. Él cazaba dedos de 50 o 100 km. a lo máximo. Tardó como 10 días. En esa época todas las gomerías de la ruta tenían una puta para que atendiera a los clientes mientras esperaban. El camionero lo invitó. Estaba serruchando y la mina empezó a gritar. Pensó que la estaba cogiendo muy bien. Pero no. La tenía asida por los cabellos y la pobre se estaba golpeando en la cabecera de metal de la cama…
De lejos ya quitaba la respiración. Maquillada con precisión (producida no, porque la produjeron sus padres) avanzó hacia mí sonriendo…
Los martes se juntaban todo el día en la sala de reuniones. La empresa encargaba un catering y la Plana Mayor salía a almorzar afuera. Ella era delgada, de estatura mediana, ojos color miel tirando a oscura, excelente porte y andar insinuante. Lindo pelo y mejor sonrisa. Busto justito, que sabía mover con gracia, lo mismo que el culo. MBA[1] reciente. Destacaba en suavidad y se notaba que no era tonta. Él era bastante mayor, pero tenía a su favor, según creía, las ventajas propias de una vida vivida. Ocurrente, zarpado, siempre dispuesto a reírse de sí mismo y hacer reír a los demás. Se lucía en el break. Le llegó el comentario de que a Ella le encantaba como contaba los chistes verdes. Lucecita. Poco a poco, gracias a señales cada vez más claras emitidas por Ella, se fue embalando. Esperó, para no hacer un papelón. Avanzaba cautelosamente con indirectas. Cuando pensó que la cosa estaba madura, le hizo un tiro derecho viejo, pero cuidando de preservarse. Ella le dijo que sí, pero que tal día. Cuando llegó tal día y Él le preguntó si se veían, Ella contestó que se había olvidado y que estaría ocupada. El concluyó que su disfrute profundo radicaba en sentirse deseada, para después rechazar…
“Bueno, ahora, volver a casa, al hombrecito”, dijo…
La gordita apareció por nuestra carpa en la playa Casino de Viña del Mar. Enseguida congeniamos. Me preguntaba si me había venido el gusto. No había razón alguna para celarla, y, cuando el pibe, veraneante argentino, que circunstancialmente se había arrimado, salió con una sonrisa de la carpa, comprendí que había debutado…
Era tan, pero tan boluda…que lo calentaba[2]…
Estaba esperando a su esposa en una parada de colectivo en Tribunales. Apareció una mina terrible. La pispeó de reojo y le hizo un comentario banal. Ella le respondió al hilo. Después de un rato de amena conversación, Ella le propuso ir a tomar un café. Él le contestó que en ese momento no podía, pero que le pasara el teléfono. “La puta que te parió, me hiciste perder el tiempo”, le gritó Ella…
Nos habíamos conocido azarosamente y nunca la volví a ver. Al despedirse con un beso en la mejilla, me dijo “gracias” por lo bajo…
“Siempre todo puede ser peor”. Pese a su juventud, Ella hacía observaciones propias de una mujer mayor. Sin duda lo había comprendido hacía tiempo. No pregunté nada, por respeto…
Durante la primera época –época de inversión, como decía Enrique– salían a bailar con frecuencia. Estaban en Cocodrilo y Ella le comentó que su ex estaba bailando ahí. Las mesas estaban pegadas. Ellos en la butaca contra la pared y el ex, sentado en una silla de espaldas, conversando con su amiga. Estaban tan cerca que pudo, pasando el brazo sobre el cuello de Ella, tocarlo. Ni se mosqueó…
Tenía 15 años, vivía en un primer piso al que se accedía por una escalera externa. Hacían una fiesta. Bajaba a buscar algo y en el medio se cruzó con la hermana menor de su noviecita. Ella aprovechó la noche para besarlo…
Éramos jóvenes. Yo era un poco más ingenuo que mi amigo. Él, que me llevaba dos años, decía “si uno se pone nervioso, las minas se ponen el doble de nerviosas”…
Estaba almorzando solo en el comedor del Ministerio, esperando que se completara la mesa. Una de las mozas, bonitiña, y a la que a veces halagaba, se acercó. Regresaba de pasar unos días en Córdoba y estaba muy tostado. Ella le preguntó “¿cuándo te tomás las vacaciones?”. Golpeándose la cara contestó “vengo de ellas pero en Febrero salgo nuevamente”. “¿Me llevás?”. No tuvo más remedio que correrla por izquierda. “Mirá, le pido permiso a mi esposa, y si acepta, nos divertimos los tres”. Al otro día Ella se acercó, lo besó y le dijo “buen provecho, mi amor…
Uno le preguntó al otro “¿no te parece que fulano es gay?”. “No sé, yo sólo me lo cogí una vez”. “Comprendo, no sabés si le gustó o no”…
La descubrí desde lejos. Estaba sentada en un banco mirando al Lago Grande. Aproveché a un vendedor ambulante y le compré dos Gatorade. Ya sobre ella, le comenté “qué maravilla las nutrias, con que gracia nadan cerca de la isla”. “No había reparado en ellas”. Le ofrecí una de las gaseosas. “Gracias, mi amigo está corriendo y quedaría mal”. Pasó uno al trote y nos miró…
Entró al baile popular en Los Hornillos (Valle de Traslasierra). Estaba tan en pedo que no podía articular palabra. Por eso la cabeceó. En la segunda pieza cayó en la cuenta de que algo debía decir. Le pidió “el marrón”. El “andá a la puta que te parió” se escuchó en toda la pista”…
Ella vivía en el segundo piso de un lujoso edificio de la Avenida Quintana y estaba en cuarto año del Nacional Buenos Aires. Él, dos pisos más arriba y cursaba segundo año de Medicina. Cuando coincidían en el ascensor, al principio se sonreían, más tarde cruzaron algunas palabras y finalmente salieron a tomar algo. Besos van besos vienen en el auto de Él, mano en una tetita, palo brutal. Ella estaba decidida y Él también. Ese día Ella estaba sola en el departamento porque los padres habían viajado. No estaba apasionadamente enamorada pero serviría. Lo llamó. Bajó enseguida y se tiraron en uno de los sofás grandes del living. Cortinas cerradas. Media luz desde el pulmón de manzana. Él empezó a sacarle la ropa y a sacarse la ropa. Ella estaba nerviosa pero entregada. Él le preguntó “¿sos virgen? “Sí”. “Entonces esperá”. Sacó un anestésico de uso local de la mochila y se lo aplicó en las partes. Nadie nace Pink Floyd…
Cuando reía la cara se le llenaba de juguetes. Se entreveró con un tipo casado y se cagó la vida…
Estaba solo en la playa de Reñaca fuera de temporada. Se acercó a la única persona que compartía arena con él. Era española, probablemente madrileña. Linda como para aliviar, algo melanca, como invitando. Encima, ese modo de hablar que lo cautiva. Hablaron como dos horas. Como estaba cayendo el sol, le propuso ir a tomar algo. “Lo siento, pero espero a mi novio, que asiste a una Convención”…
¡Pasé una vergüenza…!
Cuento como me lo contaron. Habían roto tiempo atrás pero de vez en cuando a Él le venía una pulsión sobre Ella. Tomó el teléfono y discó. Era tarde. Ella contestó “ahora no puedo, llamame mañana”. Recordó cuando también había sonado el tubo y Ella contestó lo mismo. Había sido su ex, pero entonces Él y Ella estaban en la cama fumándose el pucho de después…
Menudo. Rubiecito. Entre tímido y pícaro. Su pareja era morocho, flaquito también y de sonrisa perversa. Debían tener una relación free and friendly porque el rucio[3] le tiraba onda a mi amigo. Nos invitó a almorzar a su casa. La familia lo sabía y lo tomaba con naturalidad. Después de comer pasamos a un jardín de invierno los cuatro. Mientras fumaba, nos comentó que le gustaban mucho los argentinos. Que tenía un matrimonio argentino amigo con los que había hecho “cositas”. A la hora de despedirnos, se apareció levemente maquillado con un toque de rubor suave en las mejillas. Era, se diría, un verdadero putito…
Periódicamente concurro al dentista para que me haga una limpieza de dientes. La odontóloga de la Obra Social que me tocó ya me había atendido en otra oportunidad. Es eficiente y como “próxima a la veteranía” no está mal. Comenzó su tarea y me dijo que el estado de la dentadura era calamitoso. A medida que transcurría el torno, manaba mayor cantidad de sangre y aparecían los primeros dolores. Cuando se hizo insoportable, no tuve otra alternativa que emitir ayes indicativos. Mientras escarbaba, decía “seguí así, gordito… así, gordito, así, así”…
La flaca vestía siempre de negro. Bajita y linda de cara. Le había contado, cuando tomaban un café y le pareció descubrir un destello en sus ojos, que ya iba por los tres maridos. Por un instante estuvo tentado a arrimar pero lo descartó. Tiempo después, cuando las movilizaciones del 2001, se la encontró por la Avenida de Mayo, precisamente en la esquina donde habían asesinado a un joven. Ella le presentó a una pendeja a la que miraba arrobada…
“¿No te parece que debe parecerse al donante?”…
Me convocó tácitamente al ajedrez de la seducción primera. Sea. Estuve tres días dialogando imaginariamente con Ella. Creí que me la había ganado, pero cuando quise ir a los bifes, fue para atrás…
Comenzó comentando que, después de reponerse a medias de una experiencia fuerte, decidió frecuentar los bailes de “solos y solas”. En uno de ellos, para su sorpresa, se encontró con dos compañeras de cátedra. Pasó la mayor parte de la noche con una de ellas y quedaron en llamarse. En un primer encuentro acordaron encontrarse en un bar de la Recoba de Belgrano. Cuando la vio, algo le hizo ruido. Menuda, proporcionada y bastante bonita, se apareció dentro de un traje de gamuza canela. Con flecos. Cow girl tipo conejitas de Play Boy de Apocalipsis Now. Por figura, daba, pero le faltaba el sombrero. Salieron alguna vez más y llegó el momento del ¿a tu casa o a la mía? A la de ella. Ambos provenían de las Ciencias Sociales y compartían un sin número de códigos. La relación, me dijo, le resultó amable hasta que Ella le dijo “creo que estoy enamorándome”. La citó en un lugar neutral porque se sentía en la obligación de ir de frente. Percibió que no se lo esperaba. Pero se la bancó bien y Él quedó en paz con su conciencia. Dejó el café en la mesa y agregó que el recuerdo más nítido que le quedó era que le gustaba que le hiciera el orto y que le chupara la pija con forro puesto…
Era médico, joven y muy buen mozo. Manejaba uno de los primeros Renault Fuego que aparecieron. Era invierno y curtía “breto” de pelo de camello. Se le acercó una mina que estaba más buena que comer con la mano y le pidió fuego. Ligero, le preguntó a donde iba y se ofreció a alcanzarla. Al llegar a destino empezaron a besarse, en plena mañana. Se dieron los teléfonos. Antes de bajar, Ella le dijo “déjame que te toque un poquito”. Arrancó, caliente como una pipa. Al rato, cuando buscó la billetera, no la tenía…
Estaban almorzando en Lola. Las dos estaban para chuparlas despacito. Una le dijo a Otra, que ordenaba platos muy sofisticados y champagne “mirá que no tengo un peso”. Otra contestó “no pasa nada, nos van a pagar”. Una usaba minifalda cortita, buenísimas tetas y look provocativo, pero en el fondo, nada. La otra, pollera tableada y blusa con botones hasta el cuello. Le preguntó a Una donde vivía esa amiga suya. “Acá a la vuelta, en Quintana tal, en el piso cual. Se fue al baño y al pasar marcó a dos tipos en una mesa cercana. Por la tonada, sacó que eran de tierra adentro, con mosca. Les sonrió, recatada (tradicional ardid gatuno). Cuando volvió del baño traía toda la blusa desabrochada y mostraba casi hasta los pezones. Se sentó y repitió la sonrisa, esta vez más insinuante. Los puntos les mandaron un champagne y el más osado se acercó. Al ratito estaban charlando amigablemente los cuatro. Les contaron que vivían ahí nomás, les dieron la dirección y comentaron que conocían un boliche donde la podían pasar bárbaro. Ellos quedaron en pasarlas a buscar a la una. Otra dijo “bueno, llamá al mozo y pedí la cuenta”. “De ninguna manera”, dijo uno de los puntos. Otra se despidió del suyo con un pico. A la una tocaron el portero eléctrico. Contestó la dueña,”la puta que te parió, aquí no vive nadie con ese nombre”. Al día siguiente, antes de entrar a la cancha de tenis, la dueña le contó a Una que la noche anterior unos pesados se habían prendido al timbre preguntando por una fulana y que el marido casi baja a cagarlos a piñas…
Se cruzaron en un pasillo. Ella era morocha, esbelta y elegante. Rasgos finos, que en conjunto, resultaban interesantes. Piernas como dibujadas. Como pasaba siempre frente a su box, sabía que tenía un hijo pequeño, que aparecía en el fondo de pantalla de su computadora. Ella le sonrió suavemente, y Él le dijo “hola”. Cada uno siguió su camino. Lo más probable es que sólo se hubieran reconocido como lindos…
Me dijo “no te preocupes, si no te gusta vivir solo, a la larga o a la corta vas a vivir acompañado”. Y se iba con una pila de películas porno a la casa…
Al salir del telo en Palermo Ella le dijo “el mejor afrodisíaco es el amor… y que no había parado de acabar…
Cuando la piba acusó diez ex, él pensó “lleva la cuenta ¡que pelotuda!”. Después se avivó que el boludo era él, porque seguro que era mentira…
Estábamos en segundo año del secundario. La “división”, como se decía entonces, era muy numerosa. Formábamos un grupo mixto siempre con ganas de joder. El blanco fue el Flaco. Como su apodo indicaba, era flaco, muy, alto, muy, pelo ensortijado, grasiento. Desprolijo y con más granos en la cara que la Junta Nacional. No sólo era el más feo sino que era el más desagradable. También había una chiquilina linda como la primera paja. En realidad no estaba en nuestro grupo, pero nuestras amigas tenían buen trato con ella. Sin que ella supiera, convencimos al flaco que la hermosura gustaba de él. Además era boludo, y entró como un corcel. Durante la clase le hacía señas cada vez más explícitas, y nosotros no podíamos contener la risa…
Era una señora madura, apenitas pasadita, con buenos tantos en su haber. A veces, parada desde allí, intentaba. No se dio cuenta de que el pendejo sintió vergüenza ajena…
Una pareja amiga almorzaba en un restaurante de Mar del Plata. Cerca del Casino. Se estaba efectuando el Festival de Cine y era posible encontrar personajes famosos del mundillo de esa rama del arte en muchos lugares, siempre que no coincidiera con el horario de las exhibiciones o algunos de los eventos paralelos. En la mesa de al lado también comía una pareja. Estaba muy próxima porque el dueño de casa aprovechaba el espacio todo lo que podía. Al parecer, por su conversación, eran del palo. Él era bastante mayor que Ella, que sin ser espectacular estaba de defenderse para arriba. Casi sin querer, escucharon que Él le decía “vos no tenés que preocuparte, sos linda, joven y tenés una concha gorda”. No hizo falta que agregara que se refería a la textura interna…
Entré al boliche. La mina que recibía las entradas me dijo “qué fuerte estás”, le contesté “no te pongas ansiosa”, me respondió “soy ansiosa”. Seguí de largo…
Vivían en un departamento de un piso alto al contrafrente. La ventana del dormitorio daba a un solar en el que estaban construyendo, de modo que el amplio espacio permitía ver hasta el edificio que se levantaba cruzando la calle de atrás. La esposa de su amigo tenía un lomo espectacular. Contó que en un balcón del edificio, a unos ochenta metros, descubrió, un día, de que se estaba cambiando, a un viejo espiando con prismáticos. Desde ese día se divertía paseándose en tetas por el cuarto. Pese a la distancia, una mañana advirtió que una vieja lo obligó a meterse dentro de la vivienda. Supuso que sería la esposa…
Caminaba por los bosques de Palermo. Venía de Jumbo con la compra de la semana, guardada en el baúl del auto. La vio, estaba buena así, sentada en el césped leyendo un libro. Se acercó y le preguntó con naturalidad que leía. El autor daba para suponer cierta sensibilidad. Al rato estaban charlando apaciblemente. Él le dijo que la hubiera invitado a tomar algo pero que tenía la compra en el auto. Cambiaron tarjetas y quedaron en salir. El lunes la llamó para combinar. Sus trabajos estaban cerca, ambos alrededor de Plaza de Mayo. Ella le dio un día y una hora y Él acordó. Llegado el momento, como era después del laburo fue por el auto. El tránsito estaba complicado y pasó por el lugar diez minutos después. Varias vueltas y no estaba. Como en la tarjeta constaba la dirección de la empresa donde trabajaba, fue hasta allí y le preguntó al portero. “No, la señora se fue hace rato. No queda nadie en esas oficinas”. Llamó a su casa y nadie contestó. Al día siguiente la llamó al trabajo. Ella atendió. “Pero ¿vos estuviste donde habíamos quedado?”. “Sí, sólo me retrasé unos minutos”. “Estoy podrida de que no den bola a lo que digo”, y colgó. No valía la pena llamarla de nuevo…
Era chico y Ella era excepcionalmente bonita. La invitó a salir, en riguroso bondi. En cierto momento, el colectivo frenó bruscamente. La sujetó por atrás. Ella dijo ¿qué me clavaste en la espalda?…
Fiesta de 15. Un grupo adolescente conversando. Una de las niñas, repentinamente, se paró en puntas de pié y le dio un beso en la boca…
Recorrían la adolescencia tardía. Él llamó a una amiga para salir el sábado porque no tenía programa. Ella le propuso que trajera un amigo para una amiga. Fueron a “Chez Tatabe”, lugar apropiado para impresionar a pares femeninos. La amiga de la amiga era un despelote. Desde el vamos se dijo qué bueno sería sacarle el teléfono. El amigo estaba tan impactado que, en lugar de emplear la seducción, empezó a hacer cagadas. Por ejemplo: la pendeja era santiagueña y él le dijo “a mí, por lo general, no me gustan los provincianos, pero los santiagueños menos, los veo esmirriados”. Desde luego que no tuvo la menor chance de pedirle el teléfono…
Era puta y menor de edad. Menuda, cálida y tersa. La enganchó en el Parque Rodó de Montevideo, fueron al telo y después Él le preguntó a donde podían ir con su amigo que esperaba afuera. Ella los llevó a escuchar candombe a Negro Cam. Estaba lleno de bacanes y bacanas muy hermosas. Ella las señalaba y decía “a esa la conozco, también hace la calle, y esa, y esa”…
Nunca cogió tan bien como cuando estaban bajo fuego…
“Mirá hermano. Cuando te saludan quebrando la muñeca con la palma hacia afuera a la altura de las costillas, están con vos. Como cuando decís algo y se sonrojan, y cuando pasan moviendo acompasadamente las tetas por causa de pasitos cortos fríamente calculados, y cuando se inclinan frente a ti con cualquier excusa y te muestran un poco más las tetas, y cuando, haciéndose las tontas, menean el culito al alejarse, y cuando te miran fijo a los ojos por unos momentos…
Ella le pidió que fuera por amor, porque una desilusión la arrastraría de nuevo a la homosexualidad. Él arrugó. No por eso, sino porque nunca había estado con una mujer…
Estaba cenando en un bodegón de Belgrano con un amigo. Una mina, que estaba bastante buena y sola en una mesa cercana, no dejaba de mirarlo. Le dijo a su amigo que se las tomaba con Ella. Se acercó, y, al cabo de unos minutos, salieron juntos. Caminaron. Él la invitó a un hotel. Ella contestó que esperaran a que pasaran las doce, porque así, la tarifa permitía pasar la noche. En determinado momento, Ella se le puso encima. Y le cortó el prepucio. Manaba sangre a borbotones. Llamaron al conserje. Les trajo un vaso con un líquido transparente. Él la puso dentro y pegó un alarido. Como no había agua oxigenada, el boludo le había traído alcohol rebajado en agua. La mina se puso a soplar y muy pronto se produjo un hermoso edema…
“¿No te aburrís de coger siempre con la misma persona?”. “Al contrario, cuanto más tiempo pasa mejor cogemos”. Es verdad. Pero en él, en esa oportunidad, era mentira…
Tenía una belleza difusa como un atardecer rosado en el horizonte en las Sierras Chicas. Carita de virgen. Él estaba inicialmente enamorado. Se la llevó a su departamento a media tarde, en primavera. Cuando empezaron, Ella le confió que tenía novio, amante y que su mejor polvo fue con el marido de una prima, durante una reunión familiar en Chile. Se le bajó el pito…
Estaba parado cerca del escritorio, le mostró la ilustración de un libro. Ella se acercó por el costado y le pegó una teta al cuerpo…
Recuerdo con simpatía que en la revista Rico Tipo aparecía siempre un anuncio que promovía un artículo maravilloso: el “Fluido Magnético”. Según sus creadores garantizaba el éxito con las mujeres. El dibujo presentaba una botellita (presumo que algo pequeña para las ilusiones del potencial cliente) con una atractiva etiqueta. Los pedidos debían dirigirse a una Casilla de Correo. Por la persistencia del aviso, debería venderse bien. Parece que los inventores del mágico elixir eran presos del penal de Villa Devoto…
En otra propaganda aparecida en el medio gráfico arriba mencionado[4], y que paga una editorial a la que hoy no deberíamos dudar en señalar como precursora de la literatura de autoayuda, y por qué no, creadora de un método capaz de competir con el psicoanálisis hay un anuncio en el se lee: Ganará Mucho… si aprende a conducirse en todas partes. Y ello lo logrará (dibujo de pareja próxima a besarse)…Adquiriendo el más lujoso, valioso y completo libro social… “El arte de enamorar”. Para el hombre y la mujer, que presenta el Prof. Gaeta, con las enseñanzas y consejos para actuar en Sociedad y, entre otras muchas cosas: Piropos y declaraciones amorosas, en la calle, bailes, cines, fiestas, etc. Cómo hablar, caminar, comer y ser el más sobresaliente en todas partes. Instrucciones para que triunfen los tímidos e inseguros, el pedido de mano, noviazgo, despedidas de soltero y soltera, con discursos en serio y en broma, versos y prosas inéditos. Entrega de anillos, casamiento, entrada y salida de la iglesia, regalos, etc… Y al solo precio de novecientos cincuenta pesos el ejemplar. Pídalo hoy mismo remitiendo un giro postal y a vuelta de correo, y por certificado, recibirá, secretamente, este valiosísimo libro, útil y necesario para que nadie pueda igualarlo en sus conquistas por su incomparable y culta distinción…Callao 660 – Buenos Aires… Al hacerlo mencione esta revista…
Consideraba que era bueno para ayudar a resolver edipos…
Montevideo fue, desde que la prostitución oficial se prohibió en Buenos Aires, escapada obligada de putañeros paganini de poca monta y jóvenes prestos a iniciarse. Él, que pertenecía a la segunda especie, estaba en un hotel de Parque Rodó con una dulce putita. Ella le ponderó las espaldas anchas y el culo bien formado. Después del polvo le vinieron ganas de fumar. Ella tampoco tenía fuego, pero le dijo “no te preocupes, le pido a las tortilleras de la pieza de enfrente”. Cuando volvió con los fósforos, a Él se le habían encendido los ratones al mango y le preguntó si las podía traer. “No vale la pena, te van a cobrar, si querés, mañana llamo a una clienta que tengo y que está loca por mí y lo hacemos gratis”. Así quedaron. Al mediodía pasó a buscarla por la pensión. Preguntó por ella. Otra puta le pidió que esperara. Volvió y le dijo que la botija no lo iba poder atender, porque estaba bañada en llanto. El policía que la explotaba la cagó a palos cuando le contó que se iba a Buenos Aires con Él. Primera audición. En realidad le había propuesto mandarse y trabajar para Él, pero Él no le dio importancia…
El buen jugador de truco no necesita hacer señas…
Estaban tomando helados alrededor de la mesa. Eran varios. Ella estaba sensualmente recostada y se frotaba suavemente la panza. Él, que estaba a su lado, acercó su boca al oído de Ella. Le susurró “no te toques más que me caliento”. Ella dijo “¡qué animal!”, volcó súbitamente su sedoso pelo negro hacia delante y lanzó una carcajada…
Era jovencito pero muy lindo. Se levantó, en la calle, como se hacía entonces, a una famosa modelo de televisión, búlgara o húngara, creo. Se ofreció para llevarla en taxi. Cuando llegaron frente al edificio donde vivía, Ella lo invitó a subir, aclarándole que también estaba su amiga. Se cagó todo y siguió en el taxi…
Su novio estudiaba medicina. Realmente los estudios lo apasionaban. Mientras se la clavaba, le describía todo el proceso fisiológico que se estaba cumpliendo en ese momento en ellos…
Se tendieron a orillas del río. La noche estaba medianamente calurosa. Él desplegó su campera en la arena. Ambos eran muy cachorros y desbordaban energía. La luna fue cambiando de lugar entre las piedras. La brisa agitaba suavemente las ramas del sauce llorón. Al final, Ella dijo “soy una puta”. Él se sintió muy bien porque era la primera mujer. La acompañó al hotel, se metieron subrepticiamente en la pieza, y se echaron otros…
En la noche, caminaba solo. Estaba en una disco ubicada detrás de la embajada americana. Mientras daba un yiro alrededor de la pista, le llamó la atención una morocha muy bonita, que se movía sensualmente y bailaba sola. Se acercó a Ella bailando y le preguntó si podía acompañarla. Casualmente, en la mesa de Ella estaba sentado un conocido, hijo de un importantísimo empresario, con su “gato” acurrucada. Antes de irse pagó la consumición de todos. La llevó a su casa y quedaron en salir. Fueron a cenar a un restaurante que estaba pegado a “El Cielo”, en una escollera que entraba como dos cuadras en el río. Él le contó de su reciente separación y Ella le habló de sus ex maridos, especialmente del último, el padre de su hijita menor. Parece que el tipo se dedicaba a comprar empresas, desguazarlas, y vender las partes. Cagado en guita pero ganado definitivamente por la “blanca”. En una salida posterior, cuando hubiera podido ir a los papeles, Él le dijo amigablemente que no lograba olvidar. Ella lo tomó mal. Probablemente el hijo del empresario, pata, le mintió acerca de la real fortuna que tenía…
Se sentía muy seguro de sí mismo. O lo aparentaba muy bien. Decía por ejemplo “en esta reflexión, después de Dios, yo” o que si la agarraba la hacía levitar…
“Mmmm… está bueno que seas cabezona”…
Entró a su casa y escuchó ruido en la pieza. Con sigilo, espió, y vio que su mejor amigo se estaba clavando a su mujer (como a las chapas, para que no se vuelen). Tiró algo para que se avivaran. El amigo del alma se metió debajo de la cama. Entró. Se tiró en la matrimonial y se puso a charlar a su mujer. Estuvo tres horas hablando sin cesar…
Estacionamos y fuimos a comer una pizza en Santa Fe y Ayacucho. Era invierno. De pronto se abrió la puerta de la esquina. Una joven con un embarazo muy avanzado, muy bonita gritó “¡Culoroto!”. Pensé, por la sonoridad de su voz y la claridad de la modulación, que era un sketch de teatro en la calle. “¡Culoroto!”, llevo a tu hijo en las entrañas y te vas con ese puto de mierda, culoroto”, gritaba, totalmente sacada. Se acercó un mozo y, tomándola suavemente del brazo, le pidió que se retirara. No fueron más que unos escasos minutos. Quedamos todos electrizados. Nosotros continuamos con la pizza. Al rato, los dos hombres se pararon, y uno de ellos, casi en la salida, se dio vuelta y pidió disculpas…
Se estaba abrochando a una vecina casada. En el pueblo había un solo rengo, de esos que tienen una pata más corta y andan engañando baldosas. Cayó el marido y escasamente pudo saltar por la ventana, abierta porque hacía un calor de esos. Era de noche y, en la oscuridad, se apuró, rengueando como el desdichado. El gorreado se lo contó a un policía amigo y el verdadero fue en cana…
Sacó a bailar a la morocha. En el medio de la pieza, lenta para peor, se rajó un pedo húmedo de esos para escafandra. Para disimular, le dijo “qué aroma, señorita”. Ella contestó “de su culo, caballero”…
No hay comentarios:
Publicar un comentario