Jorge Vibes
PORTEÑOS ARGENTOS
Proyecto de mural
de Enrique Jorge Morales “Vistas de San Telmo” (2018), acrílico sobre cartón. El mural se debía plasmar en el garaje de un edificio a estrenar en San
Telmo, en la pared medianera y tendría 4 metros de alto por 16 de ancho.
Jorge Vibes nació en Buenos Aires en 1945. Es licenciado en
Sociología, jubilado como Profesor Adjunto Regular en el Ciclo Básico Común de
la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Nacional de Estadística y
Censos. Ha publicado individualmente o en colaboración libros y artículos de
carácter académico en Argentina y en Canadá (en inglés y francés). Esta entrega
continúa a su primera obra de ficción Unas obras inconclusas de acá,
disponible en el blog “Narrativa no convencional Jorge Vibes”.
Agradecimientos
A mi compañera y esposa Nancy. Primera lectora y correctora de los
originales. Fan entusiasta y crítica severa. Siempre dispuesta a disimular mis
depresiones y festejar mis ciclos maníacos.
A
Enrique Morales, que generosamente me regaló la imagen de tapa, que corresponde
a un proyecto de mural que, una vez concretado, cubrirá una pared con una
superficie de 4 metros de alto por 12 metros de ancho.
A Natalia, pareja de Enrique, que compartió conmigo y mi esposa Nancy,
largas veladas nocturnas en las que comentamos temas de arte, filosofía,
historia y vivencias de cada uno. Como finalizaban al alba, convenimos en
acortarlas para antes de la medianoche, porque las trasnochadas llevaban muchas
horas de cicatrización al día siguiente. A veces nos pasamos algo para dar las
últimas puntadas.
A mis maestros Juan Carlos Portantiero, Torcuato Di Tella (h), Néstor
Lavergne (asesor del Ché cuando fue Ministro de Industrias) y Miguel Murmis
(uno de los traductores de El Capital en la edición de S. XXI). Acompañé
durante 30 años a TDT, como profesor adjunto de Sociología en el CBC de la UBA
y llegué a respetarlo en lo académico y estimarlo en el plano afectivo.
A les homeless con quienes converso en las
“Callecitas de Buenos Aires” y a los hombres y mujeres de a pie que entretengo
en las colas del supermercado, los almacenes y kioscos, cuando espero
pacientemente.
A los/las venezolanos/as que importuné en diversas colas, a los/las
bolivianos/as que entrevisté mientras compraba verdura y frutas, a las putas[LB1] que paré en la calle y a algunos amigos que ponderan lo que escribo.
Finalmente, al COVID-19, pues me da la excusa para cometer estos
desvaríos.
PREFACIO
En realidad, el conjunto de relatos que aquí
presento es una mezcla de proyectos inconclusos comenzados en 2013, 2015, 2017
y unos pocos que añadí ahora. Es decir que llevo tres años tecleando e
imprimiendo hojas. Al comienzo redacté unos trienta que pensaba subir a mi blog
bajo el título Anti-mamushka, que aludía a los políticos argentinos de
entonces a través de la metáfora de las muñequitas rusas en las que se agrupan
varias dentro de la mayor. Sostengo que los cuadros políticos hacen esa
jugarreta: declaman cierto discurso, pero nadie sabe qué esconden detrás. Como se sabe, estos
adornos rusos consisten en muñecas de distinto tamaño que contienen otras más
pequeñas. Las más simples subsumen tres, pero en París tuve oportunidad de
contemplar un juego de alrededor de ochocientas piezas. Las abuelas son (por lo general) viejas,
tiernas, astutas y sabias; atributos femeninos por excelencia. Garantía de la
supervivencia y reproducción de la especie humana. Como la política. El arte de
la política participa —mal que les pese a los neoliberales de antigua y nueva
estirpe— de esas características, sea ejercido por varones, mujeres o gays[LB2] . [LB3] El discurso político
viene en capas como la cebolla y con formas iguales con decorados que pueden,
incluso, ser distintos. Como las muñecas rusas citadas. Dice algo, pero detrás
de ese algo hay otra cosa y detrás de esa última hay otra que puede diferir en
significación y contenido. En política pasan cosas. ¡Si lo sabremos!
EL PUENTE DE LA MUJER (*)
El Puente de la Mujer
comunica la avenida Huergo con el lujoso barrio de Puerto Madero (u$s 8.000
por m2) [LB4] en el Buenos Aires de las proximidades del Museo Fortabat. Se erige
sobre el canal donde está la marina del Yacht Club de Buenos Aires. En su
altura máxima debe tener nueve metros sobre el nivel del agua. Es blanco y
curvado en elipse como las formas femeninas y seguramente participó como
estructura testigo en muchas historias como la que relataré.
Nuestro amigo
Enrique contó la anécdota en una de esas cenas que compartimos en nuestro
departamento. Manjares cocinados por mi jermu, empanadas delivery,
pizzas o fideos, todo sirve, es excusa. Por lo general opinamos por turno o al
azar hasta la madrugada y en ese transcurso nosotros, él y su pareja (Natalia)
repasamos plástica, literatura, cine, música y diabluras de juventud de cada
uno. Yo repasé mi aventura con la linda de voz de pito; mi compañera, algo
sobre su noviazgo adolescente con el flaco Spinetta y Natalia, sus escapadas
al sótano del colegio con un vino tetrabrik para soportar el quinto año de
secundaria. Mi "rubia Mireya" ("la blonda", según
Natalia) lleva a cuestas 62 cumpleaños, yo estoy próximo a los 74, Enrique 49 y
su amor 36. Un proxy de cuatro generaciones argentas con similitudes y
diferencias. Parecidos: beberse la vida de un trago y bancarse la resaca. Disimilitudes:
años encima, con sus ventajas y careceres. Solemos referirnos a ellos como
"los ahijados". Promediando la velada, en una ronda sobre pasos
pasados, Enrique sube al escenario por pedido de su mujer. Motivo: el Puente de
la Mujer. Golpea el atril con la batuta y comienza el concierto de música de
cámara. Se remonta a tiempos de su separación con la madre de su hijo (ahora,
de 22 años). A medida que se interna en ese laberinto sus emociones cobran
fuerza. Comienza pausado y casi en voz baja (como para sí) y, de a poco, se
traslada al confesionario de los dueños de casa. La acción se desarrolla en el Baires
de fines del siglo pasado. Estaba estrenando soledad y la otra le impedía ver
al hijo. Sin laburo, se acurrucó en la casona antigua que oficiaba hasta
entonces de estudio. Habitaciones diseñadas para la oligarquía argentina cuando
poblaba San Telmo y Monserrat con sus multitudes de sirvientes. Techos
vidriados para tener toda la luz natural posible. Se atrincheró en el salón
principal. Horno en verano y heladera en invierno. Acompañado por toda su
producción previa (dibujos, cuadros con o sin bastidor, proyectos de
esculturas, materiales a medio gastar, etc.). Estaba tan depre que
carecía hasta de radio. El único artefacto moderno en ese ambiente era la
computadora. Por entonces curtía Facebook. De la cama a la mesa y de la
mesa a la cama, con las imprescindibles visitas al almacén para munirse de
provisiones. El chanchito con los ahorros adelgazaba día a día. En aquel
momento recurría a la birra o los alcoholes destilados baratos, según
cupiera. Casi sin darse cuenta, se llenó de amiga/os virtuales y pasaba sus
vigilias chateando, porque la musa inspiración también lo había abandonado. Su
ojo entrenado y selectivo se posó en la foto de perfil de una niña [LB5] de su edad. Por los datos, averiguó que era patinadora sobre hielo,
que estaba también recién separada y tenía dos hijas. Ocho meses meta y meta
chatear. Él presintiendo una nueva y naciente pasión. Ella, avanzando a marcha
lenta con armamento de combate y mochila al lomo. Él, pensando que se estaba
enamorando (virtualmente) cuando
(como comprobó posteriormente), en realidad, estaba enamorado del amor por
sensación de vacío coronario.
A medida que
ascendía en el relato sus ojos adquirían ese brillo característico que otorgan
la auto compasión y la ironía bien maceradas. Se posó en algunos detalles de
los varios chats diarios. Cerca del medio año, ella apuró la marcha, él le hizo
un pase de tauromaquia porque no se sentía en condiciones de salir al ruedo. La
patinadora se deslizó por la pista suave y armoniosamente al compás de Strauss.
Enrique se alimentaba de sueños. En el circulito de Facebook había una
muñequita proporcionada y grácil que lo llamaba y él, aún sin resto suficiente
para encarar el desafío. Transcurrían los tiempos y se iban conociendo virtualmente.
Él recurría a su arte y ella a sus pesares. Espíritus afines prestos a fundirse
en besos reales en cualquier momento. "¿Cuándo?". Cuando pinte. Yo te
aviso. La danzarina realiza un nuevo yiro más cerrado y con piruetas más
vistosas. Al parecer, la dama le daba al tinto. Tres veces se durmió con el
dedo en el teclado y el chat finalizó con un "aaaaaaaaaaa o un
oooooooooooooooo". A otra cosa mariposa. Al día siguiente todo bien y la
película continúa. Por razones de síntesis, Enrique se exime de aburrir con
detallismos que no agregan nada. La “dama de las camelias”, insistiendo en el
cara a cara. Camelot contestando los golpes como puede. "Se mancó el
caballo, el escudo está en arreglo, mi escudero es un boludo y no tengo un
mango". Una promesa de pañuelo de seda para él en brazo derecho lo anima.
La lucha interior del caballero consiste en plantearse la eterna pregunta
"¿Hago de tripas corazón y la encaro o me borro y la pierdo para
siempre?". Gana la soledad y acepta. Sabe que no está en las mejores
condiciones para el lance. Que la montura está raída y la lanza empatillada con
trapos. Pero saca corazón valiente y confirma la cita. Se abrió a una amiga
que, con su mejor voluntad lo llevó a su casa, le lavó la camisa (no cesaba de
salir roña), llamó a su novio para que le pasara la afeitadora eléctrica y le
rasurara el mate. La Peluquería de Don Mateo. La maldita maquinita se trababa y dejaba manchones en la
(semi) pelada. "¿Voy con un gorro?". "Má sí. Estoy
jugado." No durmió en toda la noche. ¿Adrenalina por efecto del miedo?
¿Ansiedad por las horas restantes? Taquicardia y pastillas. Nada. Amaneció
frente a una piltrafa en el espejo. "¡Por dió, dijo Gardel, que
facha!" La hora señalada era a las ocho de la tardecita en el Puente de la
Mujer. Justo en el medio. En el zenit de los enamorados que van al encuentro en
cámara lenta.
A esta altura del
relato, Enrique se incorporó de la silla y continuó con mímica. Los tres
restantes nos cagábamos de risa. Yo casi me meo. Natalia, que conocía el hecho,
carcajeaba como si fuera primera audición. El poseído siguió meta y ponga.
Fusta bajo el brazo decidido a cruzar el disco.
A las siete y
cuarto emprendió la marcha. Tenía que ir en subte. Estaba tan nervioso que se
bajó antes y tuvo que caminar un montón. Llegó ocho y pico sin saber si
prefería que se hubiera largado o lo estuviera esperando. La imagen de la diosa
le machacaba cerebro y retina. Caminaba rápido con la solapa del saco levantada
porque la brisa del río estaba fresca. Ascendió desde el Oeste, tarde como Patton
en Berlín. Los soviéticos ya estaban enarbolando la bandera del Ejército Rojo
en lo alto del Reichstag. "¡Enrique!".
"¡Me esperó!". Ella estaba tan fascinada por la foto que figuraba en Facebook
(de otra época más propicia) que había propuesto que se besaran al momento de
juntarse para que pareciera que estaban en dupla hace rato. Ambos se olvidaron
del asunto. Él la junó de arriba abajo. Ella hizo lo propio. Enrique no
es precisamente un jugador de básquet (mide 1.70 m.), pero la bella no superaba
1.50 m. (con tacos). La decepción mutua se notó. Mucho. Ella no podía creer que
lo que Enrique le contaba por chat era cierto. Él recordó las leyes de la
perspectiva. "Es verdad que es un seco. Casi un homeless".
"Es una enana. Proporcionada. Una muñequita para mesa de luz. Noches con
los ratones al palo y encuentro esto". "Tengo que hacer un buen papel
porque las chicas están mirando y se ríen". "¿Vamos a tomar un
café?" "Yo no tengo una moneda y los bares acá son muy caros".
En el Havanna (ella dispuesta a garpar) se sentaron de frente. Él trató
de captarle la mano, ella la retiró presta. Tenía los ojos llenos de lágrimas.
El galán preguntó: "¿Qué te pasó?" "Hoy es el aniversario de mi
casamiento" contestó ella. "¿Justo elegís el día de tu ruptura para
encontrarte conmigo?". Ella prefirió no responder, como pensando
"mala mía". Estuvieron como
una hora intercambiando penas. Él en protector y ella en víctima de un error
pasado. Vino el mozo y cancelaron la dolorosa. En la calle, como para estirar
el adiós, ella propuso: "Caminemos. ¿Para dónde vas?". "Al
subte". "Te acompaño". Caminaron hablando del clima y las
constelaciones. En calma. Como los dos extraños que eran. Crónica de un final
anunciado. En la puerta del subte se abrazaron. Como para pedirse perdón por el
malentendido.
(*) Autorizado por el protagonista masculino del episodio.
FUENTES LITERARIAS
Suelo usar
los libros como fuente para mis escritos. Se habrá comprobado respecto de León
Felipe, Pablo Neruda, Antonio Machado, etc. Tengo la suerte de contar con ellos
en mi biblioteca. Leo más de una novela a la vez. Una de las que consulto en el
inodoro es Diario de un extranjero en París de Curzio Malaparte[1]. Lo
conocí a través de Kaputt y siempre compro algo más (hoy por medio de
Mercado Libre).
Me cuesta
elegir qué incluir en este artículo. Finalmente, me decido y trascribo dos
párrafos del Diario…:
“En general, los hombres
mueren por sí mismos. Tengo cierta experiencia de cómo y porqué mueren los
hombres. En el fondo de la muerte de un hombre en una revolución o una guerra
hay siempre un pequeño ʽYoʼ, un pequeño miedo o una pequeña
vanidad. No se muere más que por una fe propia y por la propia cruz. No se
muere más que por uno mismo… El amor patrio, la fe revolucionaria, el
altruismo, todo está bien, todo eso existe, aunque en menor medida. Pero existe
también la disciplina, el código militar, el espíritu de emulación, el amor
propio, la vanidad, el afán de gloria y el valor. El valor desempeña un gran
papel en la muerte de un hombre que cree sacrificarse por los demás. El deseo
de mostrase a los demás y a sí mismo que se tiene valor y al mismo tiempo el
instinto ciego del valor, esa fuerza ciega, instintiva, irresistible, que nos
empuja al frente, hacia la muerte, y que es el valor”.[LB6]
Me permito ser iconoclasta
y afirmar que esas palabras no pueden salir de otra boca que no sea de la de un
heredero del Dante, Boccaccio y Petrarca. De un italiano valiente y orgulloso
quien, en su juventud, adhirió primero al fascismo, fue confinado a una isla
como preso político por cinco años, pues se atrevió a criticar a Mussolini, y
que, luego de cumplir la condena, fue a Francia para juntarse con los
antifascistas. Quien, además, cuando el gobierno del Duce entró en guerra,
regresó a su país y, con el grado de Capitán del ejército italiano, trabajó
como corresponsal de guerra en el frente oriental. Los dos párrafos citados nos
muestran, además, a un consumado poeta que no teme a las reiteraciones cuando
están al servicio del verso. Un hombre que conoció a toda la nobleza italiana y
al Conde Ciano en la República de Saló. Así como al General Patton, jefe de la
ocupación norteamericana en Italia. Que sobrevivió a la catástrofe y sus
lacras, pero contó sus andanzas maravillosamente. A medida que lo leo, asisto a
las reflexiones de un ser profundamente escéptico, y, por ello, dotado de un extraordinario
humanismo. Un anarquista en el buen sentido de ese concepto.
He escrito,
reiteradamente, que pienso que la humanidad está en guerra contra el COVID-19.
En esta contienda se observan todas las típicas conductas bélicas. Cuando salgo
de compras (limitadas a lo posible), descubro situaciones impensadas. El otro
día iba fumando por Ayacucho con el barbijo en el cuello, y una señora de mi
edad, con el tapabocas puesto, me dice: “Tiene que dejar el cigarrillo”.A lo
que yo le contesto: “Mire, le agradezco, pero el sábado cumplo setenta y cinco y
estoy amortizado”. “¿Setenta y cinco? Yo tengo setenta y ocho y me cuido”.
“Estoy persuadido”[2] de
que la epidemia aporta varias delicatessen: nos da oportunidad, a los
vivos, de ser protagonistas de un episodio nunca visto o vivido por los seres
humanos; disciplina a los pueblos latinos; beneficia las economías emergentes
(antes llamadas subdesarrolladas) y promueve la autenticidad y —a su socia
inseparable— la sinceridad, en muchas gentes que previamente no las
practicaban. Hechos que demuestran, palpablemente, que la naturaleza es sabia. “Morirán”,
digo (y, no “moriré”) porque merezco que la Peste me posibilite continuar
escribiendo sobre ella. Apelo a su vanidad.
Si bien, a contrapelo,
refuerza notablemente nuestras obsesiones. En lo que respecta a mi hogar, yo,
que siempre fui un obse, multiplico la atención a los detalles más
insignificantes al punto que respeto todas las órdenes que recibo de mi esposa.
La “Bruja”, que siempre fue una encantadora
desbolada, se convirtió en una soberana y encantadora hincha-pelotas. El que
escribe oscila entre zapatear en el trapo con lavandina que colocamos en la
puerta del departamento, a salir sin barbijo a la calle. Hablo constantemente
(nada nuevo) con cuanta persona tenga la mala suerte de compartir la fila
conmigo en alguna farmacia o negocio de venta de alimentos. Mi adorable tormento,
que AA.CC.
[LB7] (antes del COVID-19) dormía
lo justo, ahora no baja de las catorce horas. Yo, que salgo de una depresión de
dos años, no alcanzo a apolillar cinco horas. Llevo mi libretita de apuntes a
la mesita de luz, y cuando me asalta una idea, prendo el velador y la anoto
para no tener que exigir a mi memoria al día siguiente.
HOMENAJE A CARLOS GARDEL, JULIO SOSA, ALBERTO
CASTILLO, GOYENECHE Y ANÍBAL TROILO
Sin ánimo de
ofender al lector —que puede no ser argentino—, aclaro que estos tangos han
sido interpretados por los cantantes más famosos de nuestro país, por ejemplo:
Patricia Sosa, Los Auténticos Decadentes, etc.
En realidad, todo
el repertorio tanguero y milonguero rioplatense se corresponde perfectamente
con tiempos de tragedia (personal y colectiva) como la que estamos transitando por este 2020[LB8] .
“Siga el corso”, Carlos Gardel
“Esa Colombina puso en sus ojeras
humo de la hoguera de su corazón,
aquella marquesa de la risa loca
se pintó la boca por besar a un clown.
Cruza del palco hasta el coche
serpentina nerviosa y fina
como un pintoresco broche sobre la noche de Carnaval
te quiero conocer, saber adónde vas.
Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"¿Quién soy?,¿adónde voy?", "Adiós... Adiós... Adiós...".
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán".
No finjas más la voz, abajo el antifaz
tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
descúbrete, por fin... Tu risa me hace mal
detrás de tus desvíos, todo el año es Carnaval.
Esa Colombina con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdí...
Y entre grito y risa, linda maragata
jura que la mata la pasión por mí.
Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
del dios Jocundo y le van prendiendo
al mundo sus cascabeles el Carnaval...
Esa Colombina puso en sus ojeras
humo de la hoguera de su corazón,
aquella marquesa de la risa loca
se pintó la boca por besar a un clown.
Cruza del palco hasta el coche
Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche sobre la noche de Carnaval
te quiero conocer, saber adónde vas.
Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"¿Quién soy?, ¿Adónde voy?", "Adiós... Adiós... Adiós...".
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán".
No finjas más la voz, abajo el antifaz
tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
descúbrete, por fin... Tu risa me hace mal
detrás de tus desvíos, eso es Carnaval.
Esa Colombina con sonora burla
truena la corneta de una pizpireta dama de organdí...
y entre grito y risa, linda maragata
jura que la mata la pasión por mí.
Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
Del dios Jocundo y le van prendiendo
Al mundo sus cascabeles el Carnaval...”.
“Siga el baile , Alberto Castillo (*)
“Siga el baile, siga el baile
de la tierra en que nací;
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.
Siga el baile, siga el baile
con ardiente frenesí;
un rumor de corazones
encendió el ritmo febril.
Ven a bailar,
te llevaré en las alas
de mi loca fantasía,
quiero olvidar
con besos nuestras penas,
torbellino de alegría.
Siga el baile, siga el baile
de la tierra en que nací;
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.
Siga el baile, siga el baile
con ardiente frenesí;
un rumor de corazones
encendió el ritmo febril.
Siga
el baile, siga el baile
de la tierra en que nací;
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.
Al compás del tamboril,
¡hopa, hopa!
Al compás del tamboril,
¡hopa, hopa!,
al compás del tamboril...”
(*)
Letra de Francisco García Giménez y música de Anselmo Aieta.
Estrenado en los bailes del Carnaval de 1926. Cantado por Alberto
Castillo, con la orquesta de Aníbal Troilo.
MIGUEL
Miguel es un ex amigo de Joaco de épocas de Filo. En esa época, era lo
que se suele llamar "hombre de ventas" dentro de la especialidad de
la publicidad gráfica. Su título de sociólogo le permitió vivir una interesante
experiencia formando cooperativas de productores para un programa del INTA
(Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de Paraná. Despedido luego de
unos pocos años, a raíz de una reorganización ordenada por la Dictadura
Asesina, volvió a sus orígenes. Había estado casado con una psicóloga y la
duración del matrimonio coincidió, más o menos, con ese período litoraleño.
Tiraba pa'lante con los ingresos que le generaban suplementos publicitarios
"especiales" en algunos grandes matutinos (Clarín, El Cronista Comercial, etc.).
Sus ingresos como ejecutivo de ventas en publicidad gráfica le
generaban buena plata. No tanta como para adquirir un techo propio, porque no
quería meterse en créditos hipotecarios y carecía de ahorros para una compra de
contado. Por lo tanto, alquilaba departamentos amplios y caros en Barrio Norte.
Los montaba con artefactos sofisticados y a veces, innecesarios (por ejemplo,
dos heladeras grandes para un hombre solo), lámparas de pie de gran diseño,
cubertería importada, blanco de hilo o algodón, sillas y mesa de Cucina Bella, juego de comedor y cama de
mueblerías del barrio. Curtía ropa de las mejores sastrerías y se paseaba por
la calle Florida con aires de triunfador. Por las mañanas tomaba café en el
Florida Garden y comentaba con colegas la marcha de los negocios en el rubro
publicitario, las rotaciones de conocidos en empresas patrocinadoras y la
eventual caída en desgracia de amigos hasta entonces en puestos de privilegio
de su mundillo.
Hombre de ventas psicobolche[3].
Sociólogo, ex de una psicóloga y, a su vez, psicoanalizado. Menuda mistura.
A los fines de conocerse mejor, transitó por diversos “analistas” de medio
pelo. Como no mejoraba de la manera en que hubiera deseado, tomó el toro por
las astas y se mandó con Raúl Sciarretta, reputado epistemólogo y psicoanalista
de los ‘70. En los comienzos, entraba a casa del terapeuta en la esquina de
Pueyrredón y Mansilla, y pagaba una buena suma por sesión (hora de minutos
variables, que tanto podía ser de 20 como de 40). Cierta vez le comentó al
psicoanalista que quería avanzar más rápido. Sciarreta le propuso recurrir a
sesiones prolongadas.
Para Miguel, esas jornadas se realizaron los sábados y se extendían
por seis horas reloj. Imagine el lector lo que resultaban en honorarios. Según
la víctima de quien se habla, en algunas llevaba todas las fotos familiares que
había podido reunir y hablaba en detalle sobre lo que le evocaba cada una y en
otras experimentaba con ácido lisérgico. Se comenta que ese recurso fue abandonado
por el terapeuta cuando un paciente, en plena sesión, se arrojó por la ventana
a la calle en medio de un brote psicótico (aparentemente causado por el ácido)
y murió.
Nuestro amigo se enteró mucho después de esa noticia porque la sangría
provocada por el tratamiento con el epistemólogo-analista lo dejó
financieramente exhausto y abandonó.
En lo tocante a su metier, las cosas no le iban mal y decidió
expandirse. Alquiló una oficina espaciosa al borde de la City y, tomando
prestada una idea de uno que no podía instrumentarla, se largó a imprimir una
guía de información con números de fax para empresas. La entregaría con un
disquete actualizable anualmente. Invirtió todos sus ahorros y algo más en
imprimir ochocientos ejemplares. Los tuvo que apilar en la oficina porque,
cuando los a iba sacar a la calle, el correo electrónico ya suplantaba
exitosamente al fax.
Ese fracaso no lo amilanó. Pero tuvo que salir a buscar empleo en su
especialidad de otrora. Entró en una productora de spots publicitarios y
lo despidieron al cabo de un año. Con la editorial de Le Monde Diplomatique en Argentina, similar epílogo. Eran laburos
muy bien pagados, pero él no duraba mucho tiempo en ellos. Cuando le llegó el
turno en Le Monde, le dieron a elegir entre pagarle la indemnización
correspondiente —luego de cumplir con los aportes patronales y del trabajador
debidos— o abonarle en negro. La primera de las opciones no era tal porque lo
blanquearían con mucho menos de lo que cobraba y tendría que ponerse al día con
sus aportes. Le convenía elegir la segunda. Implicaba que no quedaría registro
de su paso por la empresa, pero superaba en mucho lo que obtendría con el
primer ofrecimiento. Esto tiene su importancia porque, al momento de tramitar
la jubilación, todos esos salarios no figurarían en el cálculo.
Para esos días había muerto su madre. Finalizada la sucesión, él y su
único hermano resultaron herederos. Vendieron el departamento de la vieja[4]
y cada uno se juntó con un montoncito de dólares. El país estaba bajo la Ley de
Convertibilidad (un peso-un dólar) y cualquier emprendimiento nuevo le hubiera
resultado imposible. Con sesenta mil pesos-dólares (suma resultante de la mitad
del departamento más la indemnización) no podía encarar nada. Lo pensó y
decidió probar suerte en el extranjero. En Centroamérica los
"billetes" valían. Hizo dos viajes exploratorios. Primero fue a
Nicaragua y a Honduras a ofrecer su expertise
a los diarios más importantes. Sin suerte, decidió cambiar de rubro. En
todos lados brotaban como hongos locutorios de internet. Paseando por Bocas del
Toro (Panamá) se le prendió la lamparita. Era un pueblo turístico famoso entre
los surfers americanos. Él no sabía una pepa[5]
de computadoras y menos que menos de inglés. Pero era argentino y le sobraban bolas[6].
En Bocas existía un sólo locutorio. El del tano propietario de casi todos los
locales céntricos. No jode, el suyo se abriría en el puerto, a escasas quince
cuadras. Como todo vendedor a comisión que se precie, calcula y computa las
ganancias antes de concretar la venta. Pero lo importante es que la decisión
estaba tomada.
Regresó a Buenos Aires y con el proyecto en mente le pidió en préstamo
a Joaco lo que le pudiera facilitar. Cinco mil verdes. A su hermano, los veinte
de la herencia, en sociedad. Volvió a Bocas y alquiló el local. Cualquier gil[7]comenzaría
con tres o cuatro máquinas, pero Miguel —que no lo era— comenzó con diez y
nueve. Agregó un barcito para los clientes. "Ahora, ¿quién me toca el
culo?" se dijo. Terminó pagando los alquileres atrasados con las
computadoras.
Otra vez sopa. "¿De qué me disfrazo?". Como había vivido
solo la mayor parte de su vida, se daba maña en la cocina. Lamparita salvadora.
Abre un restaurante de comida argentina en la montaña. En un lugar plagado de
residencias de americanos (entre ellas una que oficiaba de asilo para perros).
Miguel había regresado a Panamá con su fiel compañero, el perro Chucho. El can
era muy perrero y al poco tiempo contaba con un harén. Resultado: en la posada
rondaba una jauría de ladrantes de variada pinta y pelaje. El dueño de casa
tomó una morochita[LB9] como ayudante. La jovencita se peleó con él y denunció a las
autoridades que los perros comían en los platos destinados a los clientes.
Partió hacia Panamá City. Compró un colectivo Chevrolet '54
acondicionado para vender comida rápida en la calle. Casa rodante, cama,
cocina, baño y televisor. Se instaló frente al casino, se colgó de la luz de
ese lugar de entretenimientos y abrió las puertas. Vendía panchos y cositas
así. No le va mal. Parece que, por fin, iba a despegar. No ahorraba mucho y se
le ocurrió abrir otra fuente de ingresos. Compraría unas treinta bicicletas
para explotarlas en alquiler. Escribió un mail a Joaco para pedirle un préstamo
adicional. Recibió por contestación un "Andá a cagar".
Algunos años después Miguel decidió jubilarse. Acudió a Joaco para que
tramitara los papeles, pues otros amigos, a los que había entregado los
antecedentes necesarios, no podían cumplir con el encargo. Joaco fue nombrado
apoderado. Retiró los "pelpas" y buscó un gestor para que llevara
adelante el proceso. Le recomendaron una gestora que llevaba sus casos al ANSES
de Caseros. La gauchada implicaba que Joaco tenía que ir desde Buenos Aires a Caseros
cada vez que se necesita su firma, tomarse el día en el trabajo, gastar
combustible en su auto y comerse las amansadoras pertinentes. Finalmente, la
jubileta sale. Con retroactivo al momento de iniciar el trámite. Cuando Joaco
se presenta en sede bancaria con la gestora, cobra, le paga los honorarios y
retira el monto que Miguel le debía por el préstamo porque así se lo había
indicado el migrante. Todos los meses, Joaco cobraba la jubilación y se la
mandaba a Panamá vía Western Union. De modo que tenía que pedir permiso para
salir del ministerio para cobrar la jubilación. En horario de trabajo. Miguel
retiraba su haber en forma de unos 200 verdes, que, en ese Panamá dolarizado,
cubrían sus necesidades alimentarias.
Un día, Joaco recibe un mail de Miguel en que decía que algo que se
había hecho mal en Argentina porque los amigos que habían prometido encargarse
del trámite le estimaron mucho más porque él había ganado sueldos altos.
Agregaba que cuando volviera a nuestro país lo iba a arreglar con la gestora.
Ignoraba que para el cálculo se tomaban en cuenta sólo los últimos diez años y
que el impacto de los anteriores era mínimo. Más tarde se enteró por medio de
otra jubilada argentina en idéntica situación que todo estaba en regla y le
insinuó una disculpa a Joaco, pero era tarde. El apoderado transfirió el poder
a Banco Nación, entidad que se encarga de los giros desde entonces. Joaco se
sintió traicionado y le cortó el rostro. Pero Juan, un amigo común, sigue en
contacto con Miguel y lo mantiene al tanto de cómo le van las cosas al Hombre de Panamá.
A raíz de trámites variados (certificado de supervivencia, validación
para el permiso de residencia -iniciado como inversor ante el gobierno
panameño-, pérdida de documentos, etc.), Miguel iba asiduamente al consulado
argentino en Panamá City. Se había hecho amigo del Cónsul, que es buen tipo. Un
mes Miguel se olvidó del certificado de supervivencia y le suspendieron los
giros. Subsanado el involuntario olvido, tenía que arreglar la cagada en Buenos
Aires. Le pidió a Joaco que fuera a Banco Nación y siguiera el trámite. El ex
apoderado accedió porque supo, por el empleado bancario, que esas cosas tardan
meses en regularizarse. El Centroamérica, el cónsul le tiraba Miguel a unos
pesos del fondo que maneja para ayudar a compatriotas en apuros. Hasta que
volviera a cobrar.
Entre tanto, problemas con el permiso municipal (o denuncia del
Casino) lo obligaron a migrar. Paseando por ahí, al cruzar una esquina, un auto
atropelló a Chucho. La conductora se bajó y constató que al perro no le había
ocurrido nada grave. Pidió disculpas y lo convidó a tomar un café en su casa,
en la otra cuadra. Durante la conversación ella le dijo que vive con su madre
viuda. Miguel, al mirar por la ventana, descubrió un amplio terreno al fondo.
Hablaron de sus ocupaciones. Ella se las arreglaba con la pensión de su madre y
él le contó que era argentino y que cobraba una modesta jubilación de su país
que le permitía ir tirando y que era dueño de un colectivo acondicionado para
vender comida al aire libre. Le relató la historia del Casino. "Es una
lástima que se acabara porque casi todos los clientes eran jugadores que salían
tarde. Durante el día no se facturaba mucho, pero por la noche mejoraba. Ahora
no sé a qué lugar iré a parar." La señorita, culposa por lo del perro, le
dijo que tiene mucho lugar en la parte de atrás y que le podría facilitar
espacio para ubicar el rodado allí. Miguel le contestó "Agradecido, pero
sólo se lo voy a usar un tiempito. Hasta que encuentre un lugar definitivo."
Se instaló. Su relación con las anfitrionas era cordial. La vieja también era
muy amable y vuelta a vuelta lo invitaban a almorzar.
A Miguel se le venció el permiso de residencia y las autoridades lo
conminaron a regularizar su estatus de inversionista extranjero, para lo cual
tenía que demostrar cierta solvencia. Como no lo podía hacer, quedó en orsai.
Acudió a un abogado. El boga interpuso un amparo y le contó que así iba a poder
seguir al menos por un año. Y que después lo podía patear hasta que llegara a
la Corte Suprema panameña. Salvado el hombre. Por un tiempo.
Como a perro flaco no le faltan pulgas, Miguel perdió los documentos.
Como Joaco seguía chivo, cuando el autoexiliado le pidió que le mande el
original de la Libreta de Enrolamiento (que estaba con los papeles del trámite
jubilatorio) pasó el encargo a Juan, quien toma en sus manos el martirio de
bancar al desgraciado ex sociólogo. Como se dijo, ese tercer amigo transmite a
Joaco vida y milagros de Miguel: cada vez que cae en un pozo, el cónsul intenta
ayudarlo. Indocumentado, con riesgo cierto de ser llevado a la frontera
panameña y ser dejado allí como un perro, sin lugar donde vivir porque la vieja
falleció y la hija puso en venta la casa, no parece tener un futuro amigable.
El diplomático le ofreció repatriarlo como indigente. De aceptar, terminará
habitando una vivienda del PAMI. En esa situación se encuentra según las
últimas noticias.
Pero no. Hombre acostumbrado a sacar agua de las piedras, habló con
una prima escribana de Alta Gracia (Córdoba-Argentina) y le mandaron el dinero
para el pasaje. Al pasar por Buenos Aires para cambiar el domicilio de cobro de
su jubilación (de Panamá a Alta Gracia) cayó por casa de Joaco con un amigo
común. Como había dejado su poca ropa de Panamá, Joaco y el otro lo proveyeron
de cinturones, corbatas y hasta zapatos. Quedó muy agradecido y regresó a
Córdoba. Al mes, le descubrieron un tumor maligno en el cerebro. Lo internaron
y a la semana crepó.
VELORIO DE UN SUICIDA
Introducción
En la edición que tengo a la vista del Nuevo Manual de Urbanidad y
Buenas Costumbres, publicado en 1902, subtitulado "para uso de la juventud
de ambos sexos en la escuela y en el hogar", sub subtitulado "en el
cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben
observarse en las diversas situaciones de la vida; con un breve tratado sobre
los deberes morales", se lee, en la Sección Quinta -de los duelos,
entierros y honras fúnebres- lo siguiente:
"...V.- La puntual observancia de estas reglas ahorrará á las
personas que sufren la pérdida de un miembro querido, el tormento de ver en su
casa, en los momentos más terribles de su dolor, una reunión numerosa y llena
de indolencia que conversa, ríe y celebra los chistes de cada cual, y que ofrece
el chocante y horrible contraste de la alegría y los placeres de la mesa,
dentro de un recinto enlutado y tétrico, en medio de una familia llorosa y
desolada, y á veces aun al lado de un
cadáver!".
Los hechos
Velatorio en Av. Córdoba al 5000. Primer piso compartido con otro
finado. A esa hora de la noche están presentes (vivos) casi todos los vecinos
del consorcio, el peón del taxi que acababa de licenciar el finado por haber
tenido que vender el “tacho” y los amigos más cercanos (pocos). La madre (85) no
pudo asistir por prescripción médica. Están Daniel, Horacio y Cristina, más
David, el único amigo y ex camarada del PC que se animó a seguir dándole pelota
cuando volvió al país. Escenografía parca: atriles negros de los que se usan
como porta coronas pelados, porque ya casi no se estila mandar flores.
Ambientes sin ventanas y paredes mustias. La madre, respetando el agnosticismo
de Pedro, se negó a que colocaran crucifijos. Los asistentes se mueven despacio
y conversan en voz baja. El ambiente está frío y piden que enciendan la estufa
de la sala y traigan café. Daniel presenta a Cristina a David porque no se
conocían personalmente. Los tres primeros se sientan en sillas ubicadas en una
esquina, contra la pared. David está parado y se sostiene en su bastón.
Daniel dice "Recuerdo todos los suicidas que conocí, tocaron de
cerca a amigos o velé por compromiso. Hugo y el pollo (como la llamaba él) se
suicidaron juntos. Juan tocó mi portero eléctrico a altas horas de la noche.
Bajé a abrirle. ‘¿Qué pasa?’ ‘Hugo se suicidó…con su mujer.” “Pasá.” “No puedo,
estoy avisando a los gomías.” El suceso nos partió la cabeza a todos y anduvo
rondando por allí durante mucho tiempo. Parece que Hugo, pese a estar
enpastillado[1],
vaciló a último momento. Ella le pegó el tiro de gracia y después se metió el
bufoso[1]
en la sien y disparó. Estaba Fulano, un conocido. Fulano espantado, Policía.
Drama. Como tenían previsto viajar, sobre la mesa había 20.000 dólares. Nunca
se supo quién se los había llevado. Repensando el hecho, lo que más me
impresionaba por lo perverso era que hubiera estado Fulano de testigo. Pero me
planteo la eventualidad de que Fulano hubiera pasado por casualidad de visita y
hubiera quedado pegado. Desde luego que para quienes tienen decidido matarse el
hecho de que haya alguien más presente carece totalmente de entidad”
“También rememoro a Rosemary, pelo negro, lacio y largo con ojazos del
mismo color, a quien apodábamos en la adolescencia ‘la dama del perrito’ porque
paseaba con su caniche de pedigree
por todo Mina Clavero en los veranos, y llegó a los treinta tan consumida por
la falopa que se alimentaba y alimentaba a su hijo exclusivamente con huevos
duros, a raíz de lo cual pasó a ser conocida como ´huevo duro´; al Santa
(santiagueño), campeón de bromas y chistes del mismo grupo, que se coheteó
pisando los 40, probablemente porque ya no aguantaba la impotencia sexual
provocada por el chupi y la certeza de que la cirrosis lo llevaría muy pronto a
la Chacarita.”
Se detuvo porque había llegado el café y lo necesitaba. Horacio
preguntó si tenían coñac. El empleado le contestó “Ya le traigo uno.”
Daniel prosiguió: “A Miguel, alguna vez ayudante de 1a. A mi cargo en
el CBC de la UBA, que conocí Posadista (Partido de la 4ta. Internacional
dirigido por el camarada Posadas) en “Filo”, después que cambió Sociología por
el Seminario abandonado cuando estaba a punto de ordenarse cura y con quien
llegamos a Profesores Regulares Adjuntos en el mismo concurso, que después hizo
todo el periplo interno y al momento de la boleta ocupaba aún esa posición, que
salió al patiecito trasero de su casa en el segundo cordón del conurbano, de
mediodía, con su esposa e hijos todavía en la mesa, y se prendió fuego a lo
bonzo; al gordo -se me escapa el nombre (promediando la treintena), Jefe de
Trabajos Prácticos en la misma unidad académica, que vivía solo y fue
descubierto cuando los vecinos de piso sintieron un mal olor tan intenso que
llamaron al encargado y éste llamó a la policía, que tiró la puerta abajo y
encontraron un cadáver en avanzado estado de descomposición pues llevaba muerto
muchos días.”
El mozo trajo el coñac y preguntó “¿algo más?” y ante la respuesta
negativa se retiró. Como suele pasar en todo velorio que se precie, comenzó la
tanda de chistes, clásico recurso para cortar momentáneamente la angustia que
provoca el confirmar que somos mortales, a la que se suma la certeza de que ya
nunca tendrán contacto material con el ser querido.
Daniel abrió fuego: “Resulta que había un sociólogo que, como muchos
universitarios que debían cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, pedía
prórroga hasta recibirse. Cuando no tuvo otro remedio que alistarse, se
presentó al cuartel que tenía asignado. Una vez en el patio estaba con todo el
contingente en el patio y un sargento dijo ‘Levanten la mano todos los que
vienen con prórroga’. Lo hicieron. Se dio destino, uno a uno, de acuerdo a su
especialidad. Al sociólogo lo mandaron a reportarse con uno de los tenientes de
la guarnición. Llegado a la oficina se presentó “permiso mi teniente T., me
reporto por orden del sargento S. “Ah, vos sos el sociólogo.” “Sí.” “Bueno,
mirá, te voy a dar una tarea simple pero delicada.” “A la orden, mi teniente.”
“¿Viste ese campito que se encuentra pegado al norte del cuartel?”…”Me lo vas a
tener que arar todito. Tenés una semana para completar el trabajo.” El
sociólogo fue y, a los cinco días, se cuadró ante su teniente y le comunicó que
había cumplimentado el encargo. “Muy bien felicitado 10. Lo terminaste antes de
que venciera el plazo.” “Gracias.” “Ahora, vas y abonás lo arado dentro de un
plazo de cinco días.” “A la orden, mi teniente.” A los tres días vuelve el
colimba (corre-limpia-barre) presentar los resultados. “Fenómeno, no tengo
palabras, sos un excelente soldado.”... “Ahora, debido a tu eficiencia, te voy
a mandar a cumplir una tarea decisiva para la compañía.”... “Al sur, detrás de
la caballeriza, hay una montaña de papas. Vas y me las seleccionás por tamaño.
Grandes, medianas y chicas.” “Tenés una semanita para terminar.” Parte el
conscripto en pos del objetivo señalado. Pasa la semana. Otra más. Y,
transcurrida la mayor parte de la tercera. el teniente T. llama a su
subordinado. “Pero ché. ¿Qué te pasa? Te mando a arar y a abonar el campito y
lo cumplís antes de tiempo, pero te mando a seleccionar las papas por tamaño y
todavía no terminaste.” ”Disculpe, mi teniente, pero resulta que los sociólogos
somos especialistas en mover el piso y tirar mierda, pero cuando hay que tomar
una decisión, estamos jodidos.” Todos rieron casi al unísono. Alguno en tono
demasiado alto para la circunstancia.
David quiso incorporar el humor judío en el aparte del cuarteto:
“Cuando se declaró la epidemia de SIDA, no se sabía muy bien de dónde venía, si
era contagioso o no, y si lo era, cómo se propagaba. Una mañana, se encuentran
Sarita y Raquel en la calle Pasteur. Se saludan y Sara pregunta “Raquelita, ¿es
cierto que tu Samuelito tiene SIDA?” ”Es cierto.” “Y ustedes ¿cómo se las
arreglan?” ”Mirá Sarita, el secreto está en tratarlo con amor, con mucho amor y
matzele?”. ”¿Porqué matzele?” ”Es lo único que pasa por la
rendija de la parte de abajo de la puerta.” “Muy bueno.” dijo Daniel. “Entonces
te tiro otro: resulta que venían por un camino, en dirección opuesta, un
catalán y un judío. Al cruzarse, descubren simultáneamente una moneda en el
suelo. Se abalanzan y la toman. Ambos tiran con igual entusiasmo y fuerza.” ”¿Y
quién ganó?” ”Ninguno, pero inventaron el alambre.” Cristina dijo: “Este es
mejor que el anterior.”
Daniel disparó nuevamente “Un puto va de visita al departamento de un manflorón[1]
amigo. Toca timbre. El dueño de casa abre la puerta ataviado con un quimono
dorado y unos zapatos puntiagudos color piel. Intercambian besos en las
mejillas y el recién llegado dice: ¡”Qué lindos zapatitos! ¿de qué son?” ”De
cuero de pija.” ”¡ Ay, loca!, ¿no me das una patadita? Lisa apunta “Sos un
homofóbico de aquellos. ¡Qué tremendo hijo de putas! (sabiendo que no era así y
que su marido entraba en la provocación para llamar la atención nomás).
Cristina, como la inmensa mayoría de las mujeres, carece de memoria
para los cuentos, recurrió a una anécdota. Recordó que dos años atrás, estaban
en Madrid con Joaco, picando algo en el Museo del Jamón cercano a Plaza del
Sol, ubicados en una mesa del entrepiso. Hicieron el pedido de lo que preferían
comer y el susodicho preguntó a la camarera que cervezas tenían "Bueno,
tenemos Heineken y de la otra" "¿Y qué diferencia hay?"
"Hombre, la Heineken es Heineken y la otra es la otra ".
La esposa Daniel, inspirada por lo que acababa de contar, recurrió a
otra anécdota que contaba un amigo. “Un primo mío, gallego migrado a estas
tierras de adolescente, hizo fortuna y, ya casado, decidió visitar “sua terra galega” (su tierra gallega)
con sus cinco hijos y su esposa. Era verano. Alquiló una van en Madrid y partió a las montañas de su provincia natal. Manejó
por caminos de cornisa hasta el mediodía, momento en que sus descendientes
clamaron de hambre. Estacionó su camioneta en una posada amable y se sentaron
todos a la mesa bajo la sombra de un castaño centenario. El posadero acudió
presto y preguntó qué apetecían los señores. “Por favor, traiga Ud. siete
emparedados de jamón.” “¿Y para beber?” “Siete Coca Colas” “Mire Ud. señor, me
parece que les conviene pedir, en lugar de siete Coca Colas chicas, dos de dos
litros y medio.” “Perfecto, traiga entonces dos grandes.” “No tengo.”
Danny, después de aplaudir sin ruido la ocurrencia, retomó su relato:
“A Rubén -alguna vez dueño de la principal casa de artículos regionales de Mina
Clavero- quien, a los cincuenta, solísimo y arruinado por su adicción a la
“rula”, eligió como punto de partida a un borde de la montaña cerca de Copina.
Auto mirando al valle, una botella de whisky vacía, somníferos y pistola; al
Conejo (49) -ex compañero de partidas de póker,
pase inglés y "chuchos" al que dejé de frecuentar añares atrás
pero tenía y tengo presente su risa de dientes grandes. Una vez me invitó al
hipódromo de Palermo porque tenía una “fija”. Le contesté que andaba seco. No
importa, mi padre me dio plata para mi cumpleaños y, en lugar de comprarme la Penguin y te pago lo que te debo del poker. Vamos a las carreras y el dato
era bueno. Yo me compré el reloj Tissot caro. Terminó sus días abriendo
el gas”.
Daniel señaló que en esos días se viralizó en las redes sociales un
diálogo extremadamente gorila. “Voy a matar cinco mil kirchneristas y un
perrito”. ”¿y por qué un perrito?”.
Cris había aceptado café y Daniel bebió un primer sorbo antes de
continuar: “También recuerdo a Jorgito, compañero de 5to. del Nacional y dos
años en la facultad de Derecho, que una vez recibido se estableció en Bariloche
con su esposa (también boga), que, según su hermano, era proclive a avanzar
machos en presencia de su marido –cosa que me consta personalmente- ejecutó su
elección última sellando el dormitorio con el brasero encendido y terminó sus
días acostado en la cama matrimonial con un frasco de somníferos en la mesa de
luz; al compañero del Servicio Internacional de ENtel -edificio viejo-, que en
su veintena, no hablaba con nadie, se fumaba 3 cigarrillos en cada 10 minutos
de descanso, recorría en ida y vuelta el palier del ascensor a donde salíamos
con paso vivo, y del cual supimos un lunes que se había tirado del balcón del
décimo piso a la calle.”
“Otro caso terrible fue el del hijo del titular de Antropología, que,
según supe por el propio padre, se ahorcó a los 20. Pese a que mi colega
docente no alcanzaba a explicarse el porqué, yo, que conocía el paño, me
aproximé a una hipótesis. El progenitor de marras era alcohólico perdido y
andaba por el cuarto matrimonio. Brillante, ocurrente y divertido, pero como
suele pasar, difícil. Al momento de este encuentro acababa de casarse de nuevo
con la segunda y lo proclamaba a cuatro vientos. Criado en ese contexto, no es
riesgoso pensar que el hijo padecía de una fuerte inestabilidad afectiva.”
“¿Pedimos otros cafés?””; “Para mí no.” “Paso.” “Bueno.”
Daniel continuó con el macabro recorrido: “A la madre de una de las
mujeres de Santiago en su etapa ginebrina, que de repente entró a regalar cosas
de su casa. Objetos de valor y sin él (el piano, joyas, pocillos para café y
lápices). Uno de los hijos la fue a visitar y encontró el departamento
prácticamente vacío. Llamó a sus hermanos y les contó. Pocos días después, la
madre se despojó de lo último que le quedaba -la vida-, metiéndose en el lago
Lemán después de recorrer el laberinto sin salida de su insania.”
Horacio dijo: va otra: “También lo que pasó Adriana, compañera
socióloga en la Secretaría de Programación Económica del MECON, cuya madre,
presa de una depresión de larga duración, se mandó de una por el pozo de aire
del edificio." Hizo una pausa y continuó: “Comentando la actitud final de
la madre, dije a Adriana y a nuestro jefe ‘yo, la única forma de muerte que
respeto, es la muerte heroica’.”
David agregó: “Pedro era antisemita, como casi todos los estalinos.
Yo, pese a mi ascendencia, me quedé en el Partido para dar la lucha interna.
Dejé de lado lo que considero una contraposición secundaria y reconozco al PCA
no pocos aportes: popularizó la literatura marxista en ediciones baratas; formó
a buena parte de la intelectualidad de los ‘60 y ‘70 que, luego, por oposición,
digamos edípica, hacia el Partido como padre opresor, generaron opciones
abiertas de raíces marxistas. Boris
Spivacow, emblema de ese intelectual comprometido y
pluralista, había sido expulsado de la Fede en 1966 y toda su carrera de editor
estuvo signada por ese ideario izquierdista no dogmático. Junto a otros
expulsados de la Fede o del Partido, erigieron las columnas de parte del
edificio del pensamiento social argentino de izquierdas. La otra parte
pertenece al PCA. En conjunto, esas tribus enfrentadas políticamente estuvieron
detrás de la editorial Centro Editor de América Latina; de los Cines Lorraine,
Cosmos 70 y Arte, salas que conectaron a los entonces veinteañeros con el cine
italiano (desde el neorrealismo a la comedia dramática de los ‘70), la Nouvelle Vague[1],
la cinematografía rusa y de los países satélites de la URSS; la New Wave inglesa y el cine crítico
latinoamericano.”
Daniel dijo: “Reconozco que el PCA sostuvo a la Revolución Cubana y
mantuvo relaciones subterráneas con la guerrilla no peronista (a la que
criticaba en público, etc.). No obstante, metió la pata muchas veces. Como
cuando trenzó con Viola considerando que, de esa manera, impedía que la
dictadura pasase a degüello a miles de militantes comunistas. En fin, no todo
es del color de que lo pintan.” “Cierto, pero todas las expresiones del arte
contaban con células (en algunos casos frentes) del Partido.” Horacio se sintió
obligado a terciar: “Recordar que el FATRAC, el frente de teatro del PRT-ERP
contó en sus equipos a Norma Aleandro, Alfredo Alcón y otros varios.” “Sí, pero
el Partido tenía al teatro IFT, templo del teatro independiente de esa época”.
“Piensen que, para nosotros, el Partido era la vida. Familia, amigos, trabajo,
militancia. Todo giraba en torno al Partido y el Partido era la Dirección.”
”Una especie de catolicismo mundial comunista bajo la bota de la URSS.” “En lo
existencial eso se relativizaba. Uno se entregaba totalmente a su deber
militante. La disciplina partidaria era todo y los díscolos se convertían en
muertos, ni siquiera los saludábamos en la calle.” Cristina se indignó: “Ese
enfoque de la militancia es una mierda.” “No tanto, siempre nos daban una
justificación atendible.” Daniel dijo: “Bonita interpretación del centralismo
democrático.”
David prosiguió: “Pedro y yo supimos tener un camarada -responsable de
finanzas del PCA para una gran parte de la zona sur- que fue injustamente
acusado de malversación y al regresar a su casa expulsado, cazó la 45 y se voló
los sesos. Después se comprobó había sido una falsa denuncia efectuada por otro
camarada, pero ya era tarde”. Emocionado por la evocación murmuró “No merecía
terminar así.”
Daniel acotó: “Tu anécdota me
recuerda a Milcíades Peña (padre), que se suicidó cuando solo tenía 33 años (en
1965). Entre los militantes del PRT La Verdad circulaba el dato de que lo hizo
cuando no encontró salida a la contradicción que lo presionaba: su producción
teórica y la guita que le estaba dando su floreciente empresa de investigación
de mercado.” Prendió su último cigarrillo y continuó:
"Cuando saltan estas cosas no puedo evitar poner en el tapete las muertes
inesperadas que viví de cerca o me llegaron por personas conocidas. La de
Laura, compañera de facultad y madre de gemelos, que terminó como los
desgraciados muertos-vivos de los campos de concentración nazis devorada por un
cáncer agudo de mama a los 42; el de Elinita, alguna vez noviecita de vacaciones,
que pasó por el mismo incendio interior de células malignas cuando tenía esa
edad.”
El relator de turno cambió de tema porque David se había retirado al
baño. Al regresar “el ruso” volvió al anterior: “El de Mariana, de treinta y
pico, para entonces pareja de un amigo que la doblaba en edad, que fue al
médico para un chequeo de rutina y de allí, inmediatamente a internación porque
le detectaron un cáncer extendido imposible de parar que la fulminó en una
semana, y el de un tocayo mío, que, preso de una honda depresión originada en
la estafa de un amigo-socio traicionero y que seguramente lo conduciría a la
bancarrota, en vísperas de ir al juzgado en el que le fallarían sin dudas en
contra, cayó seco en la cancha de tenis por efecto de un infarto masivo antes
de cumplir 38.”
Daniel terminó su coñac y prosiguió: “A Alejandro, el subteniente de
caballería veinteañero destinado en el regimiento de Chajarí (Entre Ríos), que
cayó del caballo en un partido de pato y se quebró el cuello; al primo hermano de
mi amigo Raúl, cadete del Colegio Militar que, en sus veinte exactos, estaba de
guardia nocturna en un polvorín que estalló vaya a saber porqué y se lo llevó
puesto; al batero de la banda de unos sobrinos que, sin llegar a los treinta,
calculó mal la dosis; a los hermanos Daniel y César (44 y 38), los
archimillonarios que exigieron a sus venas más de lo que podían dar y se fueron
con pocos meses de diferencia."
Daniel había asociado con otras muertes inesperadas y retomó la
palabra diciendo: "También el hermano de Nelson, que, volviendo tempranito
de un asado que se prolongó hasta bien amanecido, salió despedido de la caja de
la chata cuando el conductor se comió los taquitos del puente sumergible de
Nono y terminó en el lecho del río con la cervical rota."
Cristina, seguramente por necesidad de sublimar la angustia, acotó:
“Pálidas trágicas fueron las que presencié o me contaron algunos allegados.
“Estando en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez a raíz del accidente del
hijito de una amiga (nueve años) al que le pasó un colectivo por encima y
afortunadamente fue salvado, pasó en una camilla rumbo al quirófano de cirugía
cardiovascular, un niñito de no más de cinco que se comía con ojos ávidos el
entorno girando su cabecita en todas las direcciones. Como si supiera que se
estaba despidiendo del mundo; y la del adolescente de doce que vivía en la
Villa 31 que, perseguido por la cana[1]
en las vías del ferrocarril San Martín en virtud de un “achaco”, cayó abatido.
Cuando fue velado, se disimuló el hecho diciendo que lo había pisado el tren.”
Horacio, tan movido como Lisa, dijo: “Me disparás otros dos, tuve un
jefe que, estando de finde en el campo de un amigo, tuvo que sufrir la muerte
de su hijita de seis años, que jugando a las escondidas se metió en un silo,
hecho ignorado por el operario que descargó el grano y la tapó; el del hermano
menor del “alemán” y unos gomas (todos en plena adolescencia), que estuvieron
esperando en un boliche del bajo de Vicente López que pasasen los autos del
Gran Premio de Turismo de Carretera y matizaron las horas chupando fiero.
Finalizada la pasada bien tarde en la noche, se subieron al auto y el
conductor, sintiéndose émulo de Juan Manuel Fangio, pisó el acelerador hasta
que en la curva de Libertador que hay después del puente de la Lucila, en lugar
de seguir por el trazado del pavimento, fue derechito a clavarse en un poste de
alumbrado (por ese entonces de madera). Lo dejó colgando en el aire y acometió
dos más. El tercero también se cortó de cuajo y terminó por convertir al auto
en descapotable y a sus seis ocupantes en seres sin cabeza”.
Como para cortar la mala onda, Horacio cuenta que días atrás concurrió
a la manifestación de "Ni una Menos" en Plaza Congreso. Había ido a
buscar a una ex compañera a la que le tenía que pedir el celular de otra,
abogada de profesión, a la que quería interesar para que tomara el caso de un
trámite sucesorio de un conocido. “Me acerqué a María y le pregunté por Fulana.
Me la señaló. Como siempre que me encuentro con María le tiro alguna pulla, le
digo que tengo una hipótesis a la que titulo: Ley de la Compensación de la
Naturaleza en relación a la cuestión de género.” “¿Y en qué consiste?” “Muy
simple. He comprobado que, desde hace algunos años, las mujeres se presentan
más apetitosas que tiempos atrás.” “¿Entonces?” “Entonces que es por obra de la
sabia naturaleza. Porque como cada día hay más hombres ambiguos en sus
respuestas a la seducción femenina, no tienen otro remedio que entretenerse
entre ellas, o, en su defecto, tratar de atraer a los machos con propuestas más
explícitas y llamativas. De acuerdo a mis deducciones, la naturaleza hace eso
para asegurar la reproducción de la especie.” Una señora que estaba con María
dijo: ¿No te parece algo provocador eso que decís?” Significando que ese comentario
era impropio para un acto impulsado por mujeres que denunciaban al machismo.
“Horacio es un provocador.” "Aclaro que con María nos cruzábamos esos
metamensajes porque ambos sabíamos de las reiteradas maldades que me había
hecho cuando compartíamos militancia y de las maldades con que yo solía
responderle. Que, como hipócrita que es, disimulaba con su mejor cara de ‘Yo no
fui, soy incapaz de proceder así’ o, sin más, haciéndose la boluda".
Finalizó: "Satisfecho con mi reciente tocada de culo a María, fui en busca
de Fulana y le pedí los datos que necesitaba".
Cristina se puso de lado de María y su amiga, no porque María le
cayera bien, todo lo contrario, pero ante el relato, hizo causa común con las
agraviadas que organizaban el acto. Daniel, en cambio, le hizo notar que
Horacio es defensor de las mujeres pero que usa la ironía para practicar un
humor negro sutil. David emitió juicio sobre el fondo y la forma. Para él,
miembro de una minoría, era un humor negro poco feliz.
Cristina pregunta “¿Alguien tiene un pucho?” “No”. “Entonces bajo a
comprar.” Deja la sala y los tres hombres siguen charlando de política. La
muchacha regresa y se prende en la conversación. Agotados los comentarios sobre
la situación nacional, pasan a hablar de música –se aproxima la visita de un
famoso cantante lírico al Teatro Colón- y cine. Daniel y Cristina recomiendan
alguna peli a los otros. Tratan de matar el tiempo.
Todos tenían ganas de irse porque habían llegado con el cajón y las
horas hacían lo suyo, pero como en parte todavía no aceptaban lo sucedido y en
parte no quedaba nadie, tuvieron que seguir en continuado hasta que terminó el
entierro. Se les pasó el sueño porque, como es sabido, pasado un punto de
inflexión, el noni[1] ya no
se percibe. Sentían un cansancio físico y anímico enorme y cuando llegaron a
sus casas durmieron veinte horas de un saque.
UNA NOCHE
DE 2016
El 27 de
noviembre de 2016 a la una de la madrugada, Luisa estaba durmiendo a pata ancha
en el dormitorio matrimonial. Jorge estaba mirando Lila, Lila en el canal
Europa- Europa para despejarse de las horas de escritura. La habitación de la
pareja está situada al final de un pasillo que tiene, a sus lados, el baño
principal y una segunda habitación que se usaba como escritorio-estudio de
Luisa, y, al final un baño de visitas. Allí había una cama de una plaza en la
que dormía el sociólogo cuando Mora se quedaba a dormir de chica, la PC de
escritorio, algunas repisas y el placar. Joaco trabajaba en su Laptop o en su
netbook en el comedor o en la biblioteca. La puerta que comunica el
living-comedor con los baños y el dormitorio estaba cerrada para que el sonido
de la tele no despertara a Luisa.
En lo mejor de la
película, el timbre de la casa sonó largo y entrecortado durante muchos
segundos. Jorge se preguntó quién podía joder a esas horas de la noche. Había
escuchado ruidos en el palier, pero los había adjudicado a alguna fiesta de las
que solían ofrecer sus vecinos de piso Santiago y María de las Mercedes.
Levantó la mirilla y vio parte de la cara de su vecina, en la que destacaban
los ojos saltones. La señora decía cosas que Jorge no entendía a causa de la
tele. Como la puerta estaba cerrada con llave, dijo: ”Esperá que ya abro.”
Cuando lo hizo,
MdM, presa de un ataque de nervios, le dijo: “Santiago está atrapado en el
ascensor y yo no sé qué hacer.” ”Calmate, contame dónde está.” ”Acá, entre
planta baja y primer piso. Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” Contestó el atrapado
sin salida. “Pasa que sufre de claustrofobia y yo tengo miedo de que le pase
algo.” La escena se completaba con la hija del matrimonio y una amiga que la
había ido a visitar. El que hasta entonces miraba plácidamente una película le
dijo: “Calmate, hay que mantener la calma. Santiago, ¿estás bien?” ”Sí, pero no
sé qué hacer.” ”Bueno, mirá, en el costado superior derecho de la puerta del
piso hay un aparatito que traba y destraba el coche. Abrí la puerta interior y
tratá de empujar la traba para que se abra la puerta del piso.” ”No alcanzo
porque estoy en una posición muy incómoda. Yo voy a romper la puerta.” La
puerta se estremeció por el golpe. Pasaron unos minutos y el enjaulado se ponía
cada vez más loco. Volvió a pegarle a la puerta con furia. Jorge pensó: “Este
pelotudo va a destrozar la puerta y, como es un accidente, el arreglo lo va a
tener que pagar el consorcio.”
MdM se movía
nerviosa, tocaba su smartphone y preguntaba a su vecino:”¿A quién llamo? y a su
esposo: “Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” Y el claustrofóbico entró a patear la
puerta de madera. Sin éxito, porque es, como corresponde a un edificio de los
años ‘50, de una pulgada de grosor. Sin embargo, el entusiasmo de Santiago
logró hacer saltar al marco de bronce de la abertura. “Santiago, ¿estás bien?”
”Sí.” Volvió a preguntar a Joaco: “¿A quién llamo?” ”No sé, llamá a la policía
o a los bomberos.” La amiga de la hija dijo: “Llamá al 147.” La hija miraba
todo entre divertida y preocupada. A Joaco se le ocurrió ir a buscar una
linterna y algo para tratar de llegar a la traba por el agujero que quedó en la
puerta gracias al patadón de Santiago. Fue al escritorio y buscó la linterna
grande. De paso, sacó el metro de modista que Lisa tenía para medir bastidores
y costuras. Salió al palier y preguntó: ““Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” ”Voy a
tratar de llegar a la traba con una madera.” ”Dale.” Metió el metro por el
hueco pero no pudo hacer nada. No llega.” Mercedes dijo al solidario vecino:
“No contestan, llamá vos.” Él entró al departamento, tomó el teléfono fijo y
marcó. En el momento en que sonaba el 147 para Joaco, atendieron a la esposa
del damnificado en el suyo. “¿Policía? Es una emergencia. Mi marido quedó
encerrado en el ascensor.”...”Bartolomé Mitre tal, número tal. Los espero.”
Cuando llegó la
policía, uno de los agentes (cabo para más datos) subió por la escalera y pidió
la linterna a Jorge. Alumbró por el hueco, y sacó del cinturón una linternita
led, que metió por el espacio de recorrido del coche. Joaco se preguntó: “para
qué mierda me pidió mi linterna si tenía la suya... En fin.” El uniformado
informó: “No puedo hacer nada. Hay que llamar a Bomberos.” En eso, la puerta
del depto. de Joaco se cerró con las llaves dentro. Ante la eventualidad, tocó
timbre varias veces para que Lisa le abriera. Nada. Golpeó su puerta. Igual
resultado. Pidió a MdM que llamara a su teléfono fijo para despertar a su
mujer. “Salta el contestador automático.” ”Bueno, no importa. Ya sé qué hacer.
Pero tengo que apurarme porque estaba mirando una película que está muy buena.”
Bajaron todos al
hall de entrada. La hija, su amiga y Santiago -más calmo porque el socorro
estaba presente- se reían. Juan, el encargado, apareció preguntando qué pasaba.
Le contaron. Apretó con fuerza la puerta de planta baja del ascensor. Se
prendió la lucecita roja del indicador y el coche bajó a su nivel. Santiago
salió con los brazos en alto y todos aplaudieron.
Jorge le dijo a
MdM que le permitiera entrar a su casa para pasar a su departamento por el
balcón. Juan le propuso al escritor: “Si quiere, pongo una escalera en mi patio
y entro a su departamento por la ventana de la cocina.” ”Gracias, tengo una
solución más simple.” “Te vas a matar.” acotó la consorte del sobreviviente.
“No. Me mando desde tu balcón al mío, sin problemas.” ”No puedo, te vas a
matar.” ”Oficial, digalé que lo hago bajo mi responsabilidad y que usted es
testigo.” Jorge le dijo “Oficial” sabiendo que era cabo porque gustaba de hacer
bromas maliciosas para sí (supone que lo heredó de Juan Ramón, su padre, que en
su ambiente era muy popular por lo jocoso). El de negro miraba sin articular palabra.
Finalmente, la aliviada vecina accedió a permitir el ingreso de Jorge a su
morada. Una vez allí, el sociólogo trepó por sobre la pequeña mampara curva que
separaba los balcones, pasó al suyo y empujó la puerta. Dicha abertura estaba
levemente entornada para permitir la ventilación del humo de los cigarrillos
que fumaba cuando escribía o miraba televisión. Afuera sonaba la sirena de los
bomberos que acudían a sacar a Santiago de su aprieto. Una vez arribada la Task
Force (fuerza de ataque) MdM firmó las planillas de los dos equipos
(policía y bomberos) sin cargo.
Jorge fue al
dormitorio para despertar a Luisa y contarle la aventura. La llamó en voz baja
y ella se incorporó pronta en la cama. Él comenzó a contar el grotesco sainete.
“Yo estoy despierta. No escuché el timbre ni los golpes ni el teléfono porque
la tele estaba encendida y pensé que eran ruidos de la película.”
Afortunadamente, el film no había concluido y el cinéfilo pudo reconstruir la
trama de lo que no pudo ver por la desgracia sufrida por sus vecinos. La
peligrosa misión había concluido y las dos comedias terminaron en Happy End.
HOMENAJE AL ASCENSOR DE MI CASA
Acá en Buenos Aires lo llamamos ascensor. Lo
correcto sería llamarlo ascensordescensor porque se pasa la vida yendo de
planta baja al piso octavo y viceversa con paradas intermedias. Me conoce desde hace 37 años y siempre le
tuve cierta consideración no exenta de prurito porque evita que gastemos
energías, pero atenta (en cierta medida) con la tonicidad muscular. Si hablara,
me contaría de su aburrida existencia. Siempre igual. Miles y miles de vueltas
en línea recta. Aburrido. Salvo en minoritarias ocasiones que en algunos casos
sospecho rebeldías. Cuando está podrido se descompone. Se desarregla. Recuerdo
varias. Una puerta no trabó, la vecina la, el caniche ansioso por mear se
mandó...y el coche estaba en un piso de arriba. El animalito de dios se estampó
contra el subsuelo. Otra vez mi vecino quedó atrapado entre el primer piso y la
planta principal. Claustrofobia. Policía. Bomberos. Al infeliz le faltaba
llorar. ¡Hombre grande! Debió pensar que allí finalizaba su aventurera vida.
Abogado no de los brillantes. Abogaba en secreto por salvar el pellejo. Frente
al banquillo presidido por el ascensordescensor. Héroe de paja pura paja.
Formal y vano. Boga del común.
No todas son pálidas. Protagonista obligado de
noviazgos, esponsales (con o sin papeles), nacimientos, jardines de infantes,
primarias, secundarias e universidad de los hijos de los vecinos. Divorcios y piantes
masculinos y femeninos. Elecciones de género, etc. Nunca taxi. Putas y
proxenetas abstenerse.
El susodicho prodigio mecánico recorre su mortal
camino con espejo y todo donde las damas observan su estado de conservación.
Las jovencitas nunca conformes con su esplendor y las mayores calculando
kilogramos y pliegues de la piel. Los machos no le damos bola a los espejos.
Solamente al hacernos la barba y apretar algún granito. Las ninfas están más
pendientes por razones obvias: afeites, pelitos del bigote, resultado de las
cremas y largo del cabello. Supervivencia de la tintura y blancura de los
dientes. Para los machos es pérdida de tiempo. Navaja, buche y alguna que otra
duchita justificada por el calor.
Aparte del espejo, verde inglés en las paredes
con puerta interior tijera. El consorcio no aprobó cumplir con la normativa que
imponía plegadizas (mordida de algún intendente. Como los incineradores, las
compactadoras, etc.) con la excusa de la seguridad. Con los años, ese mandato
municipal prescribió. Creo que puede ser. En Baires (y Argentina) las
ordenanzas municipales cambian con las administraciones y los porteños sabemos
esperar. Y zafar. Lechuzas cascoteadas por bonos Empréstito Patriótico 9 de
Julio de don Álvaro Alsogaray, devaluaciones; quitas de ceros en el papel
moneda nacional; cuasi monedas; mega devaluaciones; convertibilidades; próceres
como en todas partes del mundo reemplazados por animalitos autóctonos en
mostración de progresismo ecológico Cambiemos. Macri lo hizo. Hizo y hace
tantas cagadas que no vale la pena gastar tinta.
Prefiero volver al ascensordescensor de marras.
Como habito en primer piso, no peno tanto como mis colegas de pisos superiores.
Altura directamente proporcional a sufrimiento. A propósito. En la cuestión de
los eventos extraordinarios, olvidé una. A cierta altura, vivía una viejecita
con su hija solterona y pía. En el otro derpa una sobrina. ¿A o B? No recuerdo.
La cuestión es que en el otro (B o A) la que se quedó para vestir santos
cuidaba a su señora madre puntillosamente. Pero pese al esmero, la vieja se
descompensaba vuelta a vuelta. Estaba pidiendo pista, decimos aquí. Se
descompensó otra vez. Lo que resultó finalmente su última parada antes de
partir. Detalles: llamado a emergencia; médico con ambulancia; el tordo
atrapado en el ascensordescensor en algún piso inferior. Timbre y meta timbre.
Nada. Los enfermeros ad hoc se negaron -justificadamente- a cargar a pulso
tantos escalones. Drama y discusión familiar. ¡Se fue como un pajarito!
El ascensordescensor diría "¿A mí porqué me
miran? Un fiambre más. Transporté tantos. Y bajaré muchos más (si la mecánica
lo permite)". Las puertas exteriores son de cedro de 1 pulgada. Casi todas
están pintadas al látex al tono con los palieres. La excepción está en el
segundo piso, donde llevaron la madera a aspecto orginal y quedan muy bien. Mi
vecina y amiga compró el inmueble así y le gustó. Unió los dos semipisos y
cuenta con casi 200 m2. El edificio se construyó hacia fines de la II Guerra
Mundial y está impecable. Pocos dueños que respiran en la nuca de los sucesivos
administradores (plaga urbana que debe ser controlada sin piedad). El
ascensordescensor está orgulloso. A diferencia de los encargados, está fijo y
no puede cotorrear con los de edificios linderos. Puede que lo lamente, puede
que no. Motor, tablero, botonera, también. Pero los años no vienen solos y, por
lo general se detiene a desnivel. Nada serio. Excepto cuando los vecinos
regresan del supermercado con el chango cargado y deben levantarlo a músculo
para que se deslice por las baldosas.
Pienso que lo hace adrede porque mis vecinos de
piso cierran la puerta de un golpazo y el pobre se las factura. Nosotros la
ligamos sin comerla ni beberla. Qué le vamos a hacer. Paciencia y sepamos disimular
el estado nervioso de mis compañeros de piso. Si hay algo que debe agradecer mi
ascensor-descensor a las costumbres argentinas es que desde hace años es
políticamente incorrecto fumar en el coche de transportar consorcistas y
visitantes. Los fumadores debemos esperar a salir a la calle para despuntar el
vicio. Es cierto que estas máquinas no tienen afecciones respiratorias, pero la
vecina del cuarto cuenta con una hermosa autoinmune y se encarga de censurar a
los adictos a la nicotina cual canario en las profundidades de las minas en los
comienzos de la primera Revolución Industrial. El ascensor-descensor es
imparcial. Cuando escucha altercados (entre propietarios, administradores y
encargados, gente de gremios de mantenimiento y/o dueños y administradores, ni
mu. No me atrevo a decir que somos íntimos, pero con los años llegué a
apreciarlo mucho más que a ciertos consorcistas. Grieta. Finalmente, hace lo
que puede teniendo en cuenta que es usado por seres humanos.
ROMANCE DEL MARIO Y LA PETI
Peti y Mario se conocían desde
siempre. De cuando ella trabajaba como mucama en el Hotel X, donde llegó a
jubilarse como gobernanta y él atendía el kiosco de diarios de la vereda que
heredó del padre. La venerable anciana nació y fue criada en Berabevú (Santa Fe)
y Mario era porteño de ley.
Ella tiene 80 añitos y él 70. Viuda
de un ex Policía Federal (agente raso), implante de hombro derecho, caderas
podridas y con parches de morfina prescriptos por un médico especializado en el tratamiento del dolor de
la Obra Social de Gastronómicos. Vive sola en un departamentito propio de dos
ambientes en Villa Crespo. A él, por su parte, le falta el “comedor” de abajo
completo y nunca se lo quiso reparar. Adicionalmente, habita una casa
confortable con una hermana –soltera también- y pese a estar enamorado de Peti
por décadas, no se plantea formalizar la relación ante Registro Civil. Noviazgo
con cama afuera. Tudo bem (todo
bien). El muchacho tiene sus manías. Por ejemplo, no usa teléfono –o no se lo
dio a su novia- porque dice que está cansado de que se lo roben.
Ella sigue siendo una mujer ocurrente
y zarpada pese a sus oxidados huesos. Además de una mejor amiga nonagenaria, se
reúne con chicas de entre 40 y 50, probablemente por lo divertidas que son las
historias de sexo que relata y también porque les puede dar consejos en ese
terreno. Mario es un pertinaz lector de todo tipo de materiales escritos,
cinéfilo y mujeriego hasta donde su hermana autoriza. Los tórtolos van al cine
una vez a la semana y no se pierden ningún estreno tipo Woody Allen entre los
importados y “La Mary” (a instancias de ella) o “El ciudadano Ilustre” entre
los nacionales. También pelis de acción, de esas en las que la maltrecha sale
de la sala sin haber entendido una goma.
Se reencontraron después que ella
enviudó por segunda vez y en la primera salida, él le confesó que siempre le
había tenido ganas. Ella no acusó recibo. Por pudor. Pero no todas son flores
en la viña del señor. El amorío tiene altos y bajos porque él es muy celoso y
vuelta a vuelta le hace quilombo. Estamos hablando de, al menos dos años de
arrumacos. Peti es entusiasta de San Expedito y no se pierde ocasión de hacerle
una visita. Brille el sol, llueva o truene, firme cada mes y en el encuentro
anual de los fieles seguidores. Mario la colma de regalos (reloj, anillos,
carteras) y, de vez en cuando, unos pesitos semiocultos bajo el teléfono. Pero
los períodos de romance se vienen acortando y los de alejamiento se alargan
perceptiblemente.
La más perjudicada por el idilio es
la hija de la anciana, que cuando intenta usarla de paño de lágrimas
(intimidades incluidas) desde el otro lado del teléfono o le pide permiso para
reconciliarse con su Romeo, debe recordarle que es su hija y no su madre. La
vieja tiene, para atender sus innumerables dolencias, una farmacia en el
ropero. Desde sicotrópicos grosos a Aspirina Prevent, pasando por Trapax para
dormir, óvulos y vitamina C con arándanos para el prolapso, pastillas para la
presión y el colesterol, Sifrol para el síndrome de pierna inquieta y Omeprasol
40 como protector gástrico para poder ingerir el resto.
Ergo, no es arbitrario que tomemos
partido por la hija, porque Peti se torna muy densa. Aparte de acompañarla al
Sanatorio Güemes cada vez que es necesario, debe escuchar sus quejidos varias
veces por día, llamarla para que recuerde de tomar las medicinas, colocarle los
parches y ayudarla para que llegue a fin de mes.
Cuando le practicaron el reemplazo de
hombro, tuvo que pasar unos días en casa de la hija. El marido, hasta entonces
en buenas migas con la suegra, estaba militando e iba a su lugar de revista
muchos días por semana. De regreso, contaba a su esposa lo acontecido. Hete
aquí que nombraba asiduamente a María, la responsable del grupo. La anciana le
dijo a su nena, poniendo su mejor cara de ingenua “Ojo con tu marido que habla
siempre de María y se cambia mucho de camisa. Así empezó tu padre antes de que
nos abandonara”. Con estas referencias a mano, comprenderemos por qué la hija
le pregunta permanentemente al “dorima”[1]:
¿Ché, y si la denunciamos por narco? Total, tiene el departamento lleno de
mandanga”.
En la última separeta[1],
parece que la adulta de la cuarta edad preguntó por qué. Él le contestó que
porque no tenía tiempo. Tenía mucho trabajo en el kiosco, estaba arreglando la
casa y no podía perder horas boludeando. Según Peti, la hermana no lo dejaba.
Cuando la hija le contó eso al marido, éste le respondió con un seco “la habrá
cambiado por una más vieja pero menos rota”.
Resulta que, a raíz del desencuentro
(al parecer definitivo), Peti comenzó a explorar otros territorios. Enterada
por medio de unas primas del pueblo que su primer festejante había preguntado
por ella (quizá simplemente para saber si estaba viva), decidió aprovechar esa
oportunidad convencida de que la pregunta tenía connotaciones románticas. El
interesado vive en Chañar Ladeado, localidad próxima a Berabevú. La madre-hija
comentó a la hija-madre que hacía mucho tiempo que no visitaba a sus queridas
primas y que estaba pensando hacerlo. La víctima de los abusos sospechó que
había gato encerrado. Cuando la vieja le contó que su amor primero está
preguntando por ella, confirmó sus peores intuiciones. Su marido, al ser
impuesto del hecho dijo "Mejor que viaje, por ahí se nos queda seca en el
bondi".
El día de la madre se festejó en casa
de la hija. Durante el almuerzo, el yerno preguntó a Peti: "¿ese muchacho
de Chañar es el que te robó el tesorito?" "Nada que ver, piquitos y
pasear tomados de la mano en la vuelta del perro". El matrimonio pensó al
unísono "¡qué hipócrita!". Cambiaron de tema.
Hete aquí que el lunes siguiente Peti
cuenta a su heredera que Mario la había llamado para felicitarla en su día.
Conclusión: final abierto.
CERRO SANTA LUCÍA
Ubicado en el centro de
Santiago de Chile, es un paseo obligado. Fui a pasear para que lo conociera mi
mujer en las fiestas de fin de año 2018 y nos quedamos hasta el 2 de enero del
año siguiente. Se ingresa por el Barrio Bella Vista, lugar de la noche
santiaguina, que cuenta con restaurantes exquisitos como “El mesón nerudiano”
(conozco a Lucho, su dueño, que me fue presentado por Juan Pablo Gálvez
-ahijado de Pablo Neruda- hace varias décadas), la casa capitalina donde vivía
el poeta; “Como agua para el chocolate” boliche mexicano al que me referiré más
extensamente en el cuento “Jenny de Santiago”. Varias cuadras donde se baila,
se ven shows en vivo y se beben Pisco, cerveza, tragos y vino. Alquilé un
Volkswagen económico que me entregaron en el aeropuerto y entramos con mi
esposa. Subimos hasta donde se estaciona y seguimos a gamba hacia el funicular
que conduce a la cumbre. Pagamos los tickets y subimos a un coche. Un empleado
cortés me tomó la cabeza (como hace la policía) y lo corregí para que me
inclinara más para que entren los cuernos. Al bajar nos sentamos en un café al
aire libre para tomar café y prendimos nuestros cigarrillos. Pedí un cenicero a
la camarera, que me dijo que no se podía fumar en ninguna parte.
Desde ese lugar se
aprecian, al pie, una pileta de natación enorme llena de gente, el movimiento
de los autos hasta el estacionamiento y todo Santiago con las Cordillera de los
Andes de fondo. En verano cambian los vientos y el panorama es grandioso, pues
en invierno el smog tapa todo y dificulta la observación. Contentos, regresamos
al estacionamiento. Como en todo Chile, sobra personal (los salarios son
miserables y se complementan con las propinas) en muchos comederos desde
siempre. En esta playa no es la excepción. Hay un hombre que te indica desde
lejos dónde dejar el auto y otro que abre las puertas. Al partir di propina al
abridor, que me saludó con un “Gracias mi rey” y el colocador de vehículos se
acercó presto. En este caso, bajé mi ventanilla y pedí a mi acompañante que me
diera las monedas que había a mano. Las coloqué en mi palma y le comenté que no
sabía si era suficiente porque éramos recién llegados. “Claro, pero es
suficiente con que me mires con tus ojitos celestes”. “¡Chuta, que cagá!” Como
dicen los chilotes, “acá son todos putos”. Reímos a carcajadas y nos fuimos a
casa. Cuando se lo contamos a Jenny, dijo que el que me trató de rey debía ser
peruano y no necesariamente marica.
PABLO, EL ESTALINO PERTINAZ
En su época (1976) fue expulsado del P.C.A.,
donde era responsable del frente militar nacional por respetar la disciplina.
Cuando los genocidas dieron el golpe de Estado, el Comité Central firmó un
pacto con Viola. Pablo reportaba al Secretario General que dependía del
Polit bureau. Un buen día, a poco del alzamiento, su jefe lo llamó. Le comentó
que entre camaradas muy antiguos e influyentes había bronca por el pacto y que
habían decidido redactar una carta dirigida al CC. Para imponerlo de su
descontento. El mandamás justificó la acción diciendo que de ese modo se
evitarían miles de muertos de simpatizantes y camaradas, y que no era necesario
aumentar la lista. Le dijo que él no podía firmar el petitorio por su rango y
que debía firmarlo él. Aceptó el encargo a regañadientes y lo elevó. La madre
era la tesorera general del Partido y al no convenía joder. Así que lo
expulsaron de una. Regresó a su casa, un departamento cercano a Plaza Miserere
y esperó. Días más tarde tocaron el timbre y un mensajero le preguntó si era
Pablo y le entregó un sobre cerrado. Al abrirlo leyó que lo citaban a consulta
psiquiátrica en una Clínica del P.C.A. en Capital Federal. Sabía, por sus
responsabilidades, que allí tenían internados (exactamente como el PCUS y que
te tenía que concurrir. En la fecha y horario indicado. Llegó el día y lo
atendió una reflexóloga muy amable que empleó la primera sesión en la
confirmación de su historia personal. Repitió las visitas durante un año,
siempre con resultados insatisfactorios para la facultativa que quería
encontrar el modo de internarlo para su recuperación. Finalmente lo dio de
alta. Cansado del manoseo, se peleó con la vieja y partió al exilio. Volvió a
su Buenos Aires querido cuando la transición a la democracia. Como contaba con
unos pesos, se compró un taxi, luego dos y llegó a ser dueño de tres. Como no
tenía registro de conductor ni sabía conducir, dependía de peones que le
alquilaban las máquinas para explotarlos por día. Un verdadero infierno porque
lo pasaban y, por ende debía reemplazarlos constantemente. Sin embargo, recibía
una no despreciable suma. Como no se hablaba con la madre, almorzaba en El
Centenario, comedero que debía su nombre al centenario de nacimiento (o
muerte) de Lenin. Dado que una botella de tres cuartos de vino banco no saciaba
su sed, pedía otra de tres octavos. Dejaba a las camareras jugosas propinas. De
cuando en cuando se juntaba allí con Jorge, un compañero diez años mayor
marxista no PC al que confiaba sus numerosas cuitas. Un mediodía contóle que
una de las mozas, que era lesbiana, le pidió matrimonio para tener un hijo suyo.
Oferta que rechazó gentilmente. Con Jorge solía almorzar en el Cervantes II de
Perón al 1800. Pablo no probaba bocado. A lo sumo picoteaba del plato del
amigo. Pablo pedía un tubo de blanco y Jorge un cuarto de tinto de la casa.
Conseguir que el borracho ingiriera algo era un pequeño triunfo. Con el pasar
de los meses, El patrimonio taxístico del estalino se fue achicando por efecto
de los taxis en que viajaba, las propinas, y, seguramente, la mandanga.
El hecho es que pasó a
contar con un solo taxi, reventado por el mal uso. Pidió a alguien que llevara
el auto a un taller de chapa y pintura que tenía un uruguayo PC. Con Jorge
fueron varias veces a retirarlo sin fortuna. Recordemos que Pablo no manejaba.
El auto tenía un convertidor nafta/gas y ninguno de los dos sabía cómo pasar de
un combustible a otro. A poco de salir del taller se detuvo por falta de nafta
y tuvieron que empujarlo hasta una estación de servicio cercana para que le
echaran gas. Llegaron al barrio de Once y guardaron al taxi en un garaje.
Pablo, además de alcohólico, gozaba de EPOC y andaba meta que meta con un
inhalador de bolsillo. Una noche, de madrugada, se estaban despidiendo. Pablo
peló una sevillana automática y Jorge le gritó: “¡Estás loco!, si pasa la cana
nos portan. ”.El patrimonio de Pablo y su salud disminuían en paralelo. Una
noche pidió a su amigo que lo llevara al María Ferrer, hospital público
especialidades respiratorias. Tal como esperaban, a las dos de la madrugada se
comieron una amansadora padre. Pablo le dijo que era una suerte que lo
acompañara porque estaba bien vestido. Cuando pasaron el médico lo metió con
oxígeno por un rato y pidió a Jorge que se retirara. El improvisado chofer se
mandó al Renault 19 modelo 1994 a escuchar música.
A cada rato espiaba la
entrada del nosocomio para ver si habían liberado al amigo. La espera fue larga
y penosa. Los familiares de algún fallecido empezaban a los gritos y no cesaban
de llegar ambulancias con enfermos. Salió el epócsico y le dijo “A una farmacia
de turno” pues debía retirar una caja de Trapax grande porque si no se mandaba
unas cuantas pastas no conciliaba el sueño. Jorge lo dejó en la puerta de su
domicilio y le aconsejó que, en lo sucesivo fuera al Hospital Ramos Mejía, que
quedaba a pocas cuadras de su casa. Posteriormente la sugerencia fue agradecida
porque también allí había especialistas en pulmones. Como no es sencillo
encontrar tipos interesantes, y Pablo lo era, se juntaban a menudo. Jorge era
marxista no PC y Pablo una Enciclopedia Británica de los PC´s,
porque había sido formado en la Universidad Patrck Lummba de Moscú, exclusiva para
estudiantes extranjeros. Jorge también contaba con un pasado militante
setentista. Caído el Socialismo Realmente Existente, carecía de sentido
discutir las diferencias. Salvo respecto de los trotskistas argentinos, que
están siempre al servicio de las derechas, el resto del campo Nacional y
Popular debe tolerar a los que tienen diferencias y marchar juntos.
Jorge se desayunó, por boca
de Pablo, que, el Mossad recluta a los mejores promedios egresados (varones y
mujeres) de las Escuelas ORT. La mayoría acepta para tener su actividad normal
y un ingreso extra -que depende de la profesión que ejerzan y la importancia de
la información que brindan. Asimismo, se enteró que muchos de las mejores
mentes (argentas y latinoamericanas) habían pasado por El Partido. Aquí el
asesor ecuatoriano de Mauricio Macri Durán Barba, el exdiputado Fernando
Iglesias por el ARI de Lilita Carrió y el fallecido conductor de “A dos voces”, el
periodista Van Der Kooy, el periodista Daniel Muchnik[1] y tantos otros. En Perú,
Montesinos, cerebro en la maldad de Fujimori y no me extrañaría que el traidor
Lenin Moreno haya abrevado en esas fuentes.
Jorge sabía de muchos
actores y artistas de todas las ramas del arte, así como de intelectuales y
banqueros ex camaradas, pero se enteró de muchos más.
Se mencionó más arriba que
Pablo y su madre se odiaban mutuamente. La viuda no salía de su cuarto (al
menos cuando el hijo estaba bajo su mismo techo) siempre acompañada por su
gordo y espantoso gato. Pablo se limitaba a comprarle los víveres y pasarle la
jubilación, que era abultada porque se había retirado en el poder judicial. Una
tarde, el díscolo escuchó tanto silencio que golpeó en la puerta de la
habitación materna. Insistió varias veces y nada. No veía a su madre desde que
le entregó la jubilación a principios del mes. La encontró muerta en la cama,
con su fiel minino acurrucado al pie de la manta. El felino había adelgazado
tanto que no lo reconoció. Dedujo que la harpía le impuso el mandato de
acompañarla al más allá. Por la pérdida de peso del animal, la muerte se había
producido, al menos, una semana antes. Como estaba borracho y cansado se fue a
dormir la mona. Total, la difunta no se iba a escapar. Cuando despertó fue a la
comisaría y anunció lo sucedido. Vino el forense para comprobar que no la había
asesinado y le preguntó qué haría con el cadáver. “No sé. Tenía seguro de
sepelio. Supongo que llamaré a la funeraria y ellos se encargarán de todo.”
Comentó los hechos en el comedero como si estuviera contando una
película.
Jorge se fue de viaje a
España con su mujer. Estando allí, recibió un mensaje por Whatsapp en el
que Enrique le decía “Tengo que darte una mala noticia: murió Pablo. En El
Centenario. Se descompensó, lo llevaron al Ramos Mejía y partió. El “lo siento
mucho” de Enrique era capcioso. Jorge le había prestado, al estalino, mil
dólares antes del viaje y el turro le indicaba que los diera por perdidos.
Cuando Jorge se lo contó a Alicia, una psicóloga amiga, ella le explicó que
murió porque ahora carecía del objeto Odiado y que con la muerte de su madre su
vida ya no tenía sentido.
Música en vivo en “Palenque”
En
diciembre de 2016, Jorge Vibes se enteró, alrededor de las 19 hs., por un
pizarrón colocado en la puerta de “Palenque”, de que a la noche se presentaría
en ese ilustre lugar de la noche minaclaverense, la banda Rock & Pop Mystique, gloria de la música nostálgica
del valle de Traslasierra y alrededores, provincia de Córdoba. Había arribado a
Mina acompañado por Horacio Zabala, renombrado artista de las artes visuales y
paraban en casa de Alberto Barrett, ex cuñado de Jorge y padre de los músicos
de Asspera Píter y Julián.
Cayó
la tarde, que había resultado calurosa, y dio oportunidad a que Jorge y Horacio
nadaran un rato largo en el Nido de Águilas. Una vez colmado el apetito
nocturno, Horacio, que estaba cansado, condujo a Jorge a las inmediaciones de
“Palenque” y lo dejó solari. Al docente de Sociología no le importó porque
veranea en Mina desde los 6 años y conoce hasta las piedras de los ríos Mina
Clavero y Panaholma. Asimismo, es conocido y reconocido por muchos propios
(locales) y extraños (turistas) que frecuentan ese maravilloso remanso de las
Altas Sierras de la provincia mediterránea. Fue así que, en el puente
sumergible del centro, se cruzó con Luis Figueroa, dueño del restaurante bistró
Sagadi de la banda sur, a quien comentó que iba a presenciar el “chou[1]” mencionado. “¡Qué casualidad,
voy encontrarme con mi hija Sara y me voy a quedar a ver qué onda.” Dijo Luis.
“Entonces, allí nos vemos”, contestó Jorge, luego de mostrarle su remera de las
ovejitas.
Pese
a que el espectáculo estaba anunciado a las doce, comenzó pasadas la dos. Jorge
hizo tiempo en la barra. Reservó su asiento y observó el ambiente. A su lado
estaba el “Tero”, viejo conocido del narrador de historias risueñas (y no
tanto) y solicitado odontólogo del pueblo. Sin que el sacamuelas lo advirtiera,
el sociólogo se pegó a su lado y dijo a Agostina, una de las meseras de la
barra: “Señorita, me duele un diente y ando buscando un buen dentista, ¿conoce
alguno que me pueda recomendar?”. Al oír esto, el “Tero” pegó el grito: “Flaco,
¿otra vez por acá?” ”Sí”.”Bueno, primero tenés que sacar el bono para el
derecho de consulta.” Siguieron bromeando, el obturacaries partió a pispear el
antro y su interlocutor pasó a combinar con Tamara el tema de la ubicación.
Aparte del personal citado, respondían a las exigencias de los asistentes,
“Clark Kent”, en el servicio de mesa y Martín en la cocina. En la primera mesa
entrando a la izquierda, Miriam, ex de Luis, madre de Sara y actual socia del
bistró, esperaba el sarao con tres amigas.
Jorge
salió y prendió un cigarrillo. El “Tero” se le acercó y lo mangó en tabaco. A
esa altura de la soirée, el personaje
local ya se había acomodado, junto a un amigo, en una tabla maderil de cuatro
patas que contenía, además, a dos rosarinas veinteañeras. Jorge buscaba un
lugar donde tirar sus huesos hasta que los artistas se lanzaran al ruedo. Todas
las mesas de la vereda estaban ocupadas. Lo llamó un joven y le preguntó si
quería compartir la suya, que era para cuatro personas y estaba solo con su
pareja. Jorge aceptó y trabaron conocimiento. El mozo preguntó: “¿Usted conoce
Mina Clavero?” ”Más o menos, hace 65 años que vengo y mi madre veraneaba aquí
de soltera.” ”Nosotros estaremos 5 o 6 días y nos gustaría aprovechar el tiempo
lo mejor posible.” ”¡Ha dado usted con la persona indicá! Primero: Nido de
Águilas; segundo, murallón del dique La Viña de noche, previa consulta en la
dirección de turismo para saber si está iluminado a esas horas; tercero, la
‘Toma’ de Aguas Sanitarias, bien arriba en el río Mina Clavero; cuarto, Mono,
San Javier y Yacanto.” La reina consorte dijo: ”Nos hablaron de un lugar…el
toro…sentado.” ”Toro muerto, no vale la pena, el Nido lo tira a la mierda.”
Pasaron a calcular las distancias, así como los pro y contra de cada lugar, con
descripciones abundantes a cargo del guía amateur.
Cuando
“Pilla”, la camarera, inquirió a Jorge qué le gustaría pedir, el cliente
contestó: “Café con leche y tres medialunas (eran las once y media de la
noche)”. La educada empleada respondió: “A esta hora está cerrada la
cafetería.” ”Entonces, traeme un agua sin gas.” La niña se retiró y el GPS
humano preguntó (adrede) a la pareja: “¿Están en luna de miel?” Ante la
turbación de los tórtolos, el invitado corrigió rumbo, agregó: “Digamos que así
es.”, y cambió de tema. La charla se prolongó por espacio de una hora. Cuando
los anfitriones terminaron las pizzetas y Jorge iba por la mitad de su
agua mineral, el hasta entonces abstemio les preguntó si pensaban quedarse para
ver el “chou”[1].
Le respondieron que no, alegando en su defensa que estaban agotados y pensaban
levantarse temprano. Pagaron y se retiraron.
El
que conocía Mina Clavero desde hacía seis décadas y media se acercó a una
mesera que anotaba en un papel depositado en una banqueta los nombres de pila
de quienes habían oblado la correspondiente entrada y le preguntó si eran
muchos los que habían caído en la trampa. Ella contestó: “Tantos como siempre
que toca Mystique.”
Cerca
de la una y media, Jorge preguntó a “Pilla” a qué hora estimaba que se largaría
la carrera. Ella dijo que los músicos estaban algo retrasados pero que en unos
minutos comenzaría. Jorge entró y se sentó en el sitio que le habían reservado,
sito al fondo a la derecha del salón. En el extremo opuesto de la barra estaba
el dueño de Sagadi. Jorge se cambió de lugar para mirar el espectáculo junto a
su amigo. El sociólogo-novelista lucía una
remera Kukuxumusu con el
siguiente motivo:
Instrucciones
para leer la imagen: Leer
de derecha a izquierda: 1)la ovejita del frente conduce; 2) la ovejita del
medio mira hacia atrás y 3) la ovejita de atrás saluda gozosa con el asiento en
la mano.
La
prenda causaba sensación. Sara, Agostina, Tamara, y quien quisiera escuchar las
explicaciones del “pendeviejo” dueño de la prenda de cubrir el torso, se
cagaban de risa. A las dos y monedas entraron al proscenio los integrantes de Mystique (www.facebook.com/Mystique). Probaron instrumentos y sonido. Mostraron sus disfraces
a la audiencia y atacaron. De acuerdo a la presentación de Daniel Collazo
"el indio", bajo y producción general. Hombre grande de panza
pronunciada, cabellos entrecanos que le acarician los hombros, borcegos[1], manopla profusamente vestida
por tachas plateadas, camisa blanca e instrumento en mano, inició la velada
contando que: la banda estaba nutrida por “valores” varios porteños afincados
en Las Calles (República de Nono) desde tiempos inmemoriales, un oriundo de
Nono (República de Córdoba) y dos del conurbano bonaerense (Monte Grande y
Lanús). Fernando Santabaya,voz, tiene unas crenchas negras largas, prolijamente
planchadas, que llegan hasta su cintura, pesa algo más que Mike Jagger, vestía
camisa negra con tornasoles en mostacilla del mismo color, pantalón bombilla de
cuero y gesticulaba como el Rolling Stone que remeda.
Melany
Janice (hija del "indio") en voz y coros. Cara redonda simpática,
ojos negros delineados en ese tono, boca de labios generosos pintada rojo
sangre, pelo con franjas violeta, tatoos[1]
en extremidades superiores e inferiores, piercing
en labio inferior y algún que otro kilito de más, deleitó a los espectadores en
alguna canción como solista. El resto oficiaba de coro según el caso. Tanto
ella como Fernando tuvieron a su cargo algunos temas como solistas, saliendo
ampliamente airosos de tales trances. Puesta en escena, coreografía, temas
elegidos, parte actoral, luces y sonido (hábilmente manejado por alguien),
fueron del agrado de todos los presentes. Pablo Daniel López (arreglos)
manoseaba la guitarra y Tito Puerto (también en los arreglos) aporreó la
batería.
Para
Jorge, se trató de un espectáculo de histrionismo con ejecuciones musicales
brillantes, emparentado con lo que hace Asspera
(ver el cuento en este mismo
número) pero con mayor despliegue de lo teatral y voces notables. Luis
opinó diferente. El progenitor de Sara recibió la pizzeta ordenada. El escritor
lo ayudó ingiriendo un cuarto de la misma porque ya había cenado. Luis había
solicitado una lata de medio litro de cerveza y la consumió con Jorge, quien,
advirtiendo que se necesitaba más, pidió una segunda. El gastronómico de la
banda sur se retiró una vez finalizada la primera parte.
Jorge
salió varias veces a la vereda a fumar. En tres ocasiones, el “Tero” le mangueó
otros tantos pitillos. Hecho que benefició al dador, porque disminuyó la
nicotina que consumiría esa jornada. El blanqueador de dentaduras originales y
postizas volvió a su mesa. El fumador que compraba cigarrillos se aproximó a la
misma. Mostró su remera, el “Tero” explicó el significado de esa indumentaria
deportiva para seres de la noche y todos la ponderaron. El dentista comentó que
Jorge, aunque porteño, no era excesivamente boludo. El agredido en broma
aclaró: “Sucede que hace 65 años que vengo acá de veranero, yo debuté aquí”. El
“Tero” acotó: “¿Eso fue en la época de los comechingones?” ”Efectivamente,
nunca olvidaré a ese comechingón.” Todos rieron. La víctima continuó: “Mi madre
venía de soltera, y mis nietos conocen este idílico paraje serrano.” ”Entonces
tu madre conoció a doña Anastasia de Merlo, fundadora del pueblo.” ”Cierto,
eran muy amigas y tomaban el té todas las tardes a las cinco en punto.” La
conversación permaneció dentro de los carriles trazados. Jorge dijo. “Yo, al
principio era un boludo como todos los porteños, pero de tanto veranear acá, me
convertí en cordobés por adopción.” Las rosarinas acompañantes del “Tero”
intuyeron que la iban a pasar bien.
En
el entreacto, el sociólogo conversó, alternativamente con Sara, Agostina (que
lo miraba con cara de pocos amigos, probable y justificadamente por la rara
mixtura de remera y años cumplidos), el bajista, el segunda guitarra, el
cantor y otros/as transeúntes del boliche. En una de ellas, pasaron, rumbo al
entrepiso, tres muchachos y tres chicas que rondarían los veintitantos. Una de
ellas era llamativamente elegante. Preciosa: piel muy blanca, buena figura y andar
entre cansino y sensual. Estaba vestida con vestido negro con cuatro tiritas
negras delgadas en la espalda descubierta.
Una
vez en solitario y comenzada la segunda y última entrada, Jorge, como la
mayoría de los asistentes, batió palmas, aplaudió, coreó y siguió el ritmo con
el cuerpo. Administró sabiamente lo que le quedaba de birra, no por seco, sino
por precavido. Sara conversó largamente con una hermosa rubia de frasco de ojos
rasgados. Tamara, “Pilla” y “Clark Kent” iban y venían por el salón cumpliendo
con los pedidos de comestibles y bebibles efectuados por sedientos y
hambrientos sentados en las mesas de planta baja y gallinero. Agostina y Sara
preparaban los tragos y Martín se esmeraba en la elaboración de los platos.
Por
casualidad, el primera voz cumplía años. Trajeron la torta y sopló una
velita, que en realidad era una de esas antorchas que expelen chispas. Se besó
con su novia en público. Retomaron la marcha y la escasa multitud presente los
alentó cariñosamente. A las cuatro terminó la función y el director de la banda
ignoró los pedidos de bises. Jorge estaba en su banqueta, al fondo a la
izquierda del salón cuando la bella de negro descubierta en la vereda, una
amiga y dos recios acompañantes, se pusieron a charlar delante de una heladera
de bebidas ubicada (si se mira desde la puerta de ingreso) a derecha de escena.
Para el sociólogo, mejor lugar imposible, pues se deleitaría mirando a la
encantadora dama de negro vestido.
El
escritor-sociólogo pensó y actuó. Cruzó por delante de la barra -vacía en las
postrimerías de la noche- y se dirigió decidido al encuentro del joven que
segundos antes hablaba con el objeto de sus deseos estéticos. Le dijo: “Decile
a tu amiga de vestido negro que es la más linda de este lugar.” ”Dígaselo
usted, pero en inglés”, le respondió secamente el veinteañero. Jorge,
habilitado por el galán, se aproximó a la susodicha y le espetó: “You are the
beautifull girl of the nigth. You are the finest one. (Eres la muchacha linda de la noche. La más
fina)”, en perfecto idioma shakespeariano. Ella respondió “Graacias”(en
perfecto castellano). Jorge volvió a su lugar de asiento. A los pocos minutos,
los tres jóvenes y las tres niñas del entrepiso aludidos se retiraron. Cuando
la hermosura pasó frente al viejo piropeador, le agradeció, con una sonrisa, la
rosa roja verbal que le había regalado.
El
sociólogo pagó lo consumido y, en la vereda, encontró al “Tero”, que regresaba
con la frente marchita. “¿Y, pa, qué pasó con las rosaragasinas?” “Se fueron.
Veinticinco añitos. Yo tengo sesenta y tres. No me conviene.” Le pechó otro
cigarrillo. Fumaron chismoseando sobre conocidos del pueblo y después, cada uno
su ruta.
Como
cada vez que Jorge bajaba al centro (solo, acompañado por su esposa Nancy, o
algún amigo), se fue a dormir con la sensación de que había ganado la noche.
Tenía razón.
ANA
Ana era amiga de Lucía
desde la secundaria. Se graduó en 1975 imbuida de la formación con que todos
los psicólogos tenían en Filo en esa época, basada exclusivamente en Freud. A
poco de andar, consiguió trabajo en su profesión. Una ex camarada la metió en
una Obra Social. No ganaba mucho, pero, al ser madre primeriza, este laburo le
venía bien. A medida que Morita, su hija, aumentaba en edad, las exigencias
aminoraron y permitieron a la profesional de salud mental tomar cursos para
ahondar en el psicoanálisis freudiano. Algunos años más tarde, en 1978, estaba
en condiciones de abrir su propio consultorio. Al principio alquilaba su
consulta por horas en un lugar armado para analistas. Los pacientes eran en su
gran mayoría afiliados de la clientela de la Obra Social que habían agotado el
cupo de la cobertura -siempre limitado- y continuaban el tratamiento en forma
particular. La composición de sus pacientes fue cambiando lentamente. La proporción
en el total de los que abonaban tarifas modestas se redujo. Llegó un momento en
que los particulares puros superaron a los otros y aumentaron de los ingresos
de la psicóloga.
Carlos y Ana se conocieron
en “Boliche”, un bar-confitería que estaba a pasos de la puerta de la Facultad
de Filosofía y Letras (Av. Independencia al 3100) en 1973. Él había quedado en
encontrarse allí con Joaco, que saldría de cursar de 19 a 21. Estaba con Ana,
que estudiaba Psicología en la misma casa de estudios, y Lucía, novia de Joaco
e íntima amiga de ella. Se quedaron hablando luego de que Joaco y Lisa se
marcharon. Intercambiaron teléfonos y empezaron a salir. Carlos estaba próximo
a recibirse de Licenciado en Economía en la UBA.
Ana, por esos años, estaba
en el PCR y compartía, antes de meterse con Carlos, con Joaco y muchos
compañeros universitarios, la vida de entonces: cursadas, asambleas y
manifestaciones contra las dictaduras. Rompió con los ex FEDE, pero siguió
participando como tantos otros no encuadrados hasta que con el retorno a la
democracia llegó simpatizar con el alfonsinismo, para terminar en tiempos
presentes como progresista anti K. En el curso de esos años se recibió y empezó
a ejercer su profesión, primero en una obra social sindical y más tarde en consultorio
propio.
Aparte de ser muy bonita,
tenía ovarios, que le dicen. En cierta ocasión se había disuelto con gases una
manifestación y los “cordina”[1]
estaban buscando gente para subir a los tristemente célebres Falcon verdes.
Estaba tan indignada que se acercó a uno y comenzó a patearlo. Zafó de pedo.
Con semejante carácter cautivó enseguida a Carlos. Ella se sintió atraída, al
principio, por la pinta de Carlos. Y cuando comprobó que participaba en
acciones menores de propaganda (pintadas, volanteadas a puerta de fábrica,
distribución de prensa partidaria) y un poco más riesgosas (piedras y molotov
de contraataque a Guardia de Infantería, sustos a rompehuelgas, etc.)
profundizó sus sentimientos hacia él. Tal para cual. Empezaron a salir y
conformaron una pareja. Sus primeros encuentros íntimos se dieron en un
departamento de una tía de Carlos que, a raíz de una fractura jodida de cadera,
debió mudarse a casa de su hermana (madre del implicado). Durante algunos años
disfrutaron de ese depto. como si fuera propio. La tía regresó. Y, a raíz de su
sabiduría de vieja, sumado el hecho de que Carlos era su sobrino preferido y lo
veía seriamente enamorado, le regaló el adelanto para un departamento de dos
ambientes en Caballito. Cuando Ana quedó embarazada de Mora, la pareja se casó
y se hizo cargo de pagar las cuotas del préstamo hipotecario del Banco de
Galicia. A los pocos años, con ahorros y una ayuda de los padres, pasaron a
tres ambientes de 100 m2.
La separeta de Ana y
Carlos
Corría 1975 y Ana se abrió
de la militancia. Carlos se dijo que pensaba hacer otro tanto porque ya no
creía en la línea del Partido. Lo llevó a cabo y durante los primeros años de
vida de la hija, se vieron absorbidos casi enteramente por la
materno-paternidad. Con el transcurso del tiempo, la pasión inicial que los
unía fue trocando en rutina de piel, camaradería y una especie de amor pero los
sentimientos mutuos eran distintos. Cuando lo admitieron ya era tarde. Ana
tomaba cada vez más cursos de especialización y Carlos se reunía con amigos y
amigas en el bar La Paz varios días por semana. Crónica de un fracaso
anunciado. La discordia se completó con la aparición de terceros.
Se movían en un Ami 8,
autito que junto al Citroen 3 CV y el Fiat 600, eran de uso común entre los
jóvenes de clase media de lo ‘70. Poco a poco y sin que ninguno lo advirtiera,
aumentaron sus respectivas independencias. No habían caído en la indiferencia,
pero en esa generación ya se insinuaba la epidemia de matrimonios de corta
duración que se masificaría en las siguientes. Una noche, cuando habían dejado
a Mora con los abuelos para ir al cine, Carlos enfiló para costanera sur,
estacionó, prendió un cigarrillo y dijo “Tenemos que hablar." “¿Te
parece?" “Sí, no podemos seguir haciéndonos los boludos."
Ana percibió que la cosa
era seria y le fue preciso poner el pecho a las balas. “Como quieras."
“¿Salís con alguien? “No, y vos?” “Bueno, algo me pasa pero seguro que no es
grave." “Entonces te digo que conmigo pasa lo mismo." “Lo
sabía." “Y entonces porqué no saltaste antes." “Qué se yo… ¿qué
importancia tiene?." “¿Quién es, la conozco...me conoce?." “Te
pregunto lo mismo, pero no espero respuesta, ni la doy." “Tenés razón, no
se trata de ellos sino de nosotros." Ana estaba lagrimeando y Carlos no
podía respirar. Ella estuvo a punto de decir “Cortemos el tema por hoy,
pensemos...y mañana, más en frío, seguimos la conversación para encontrar una
solución que no sea la ruptura definitiva, por Mora, ¿sabés?" Él casi dice
“Por mi parte, estoy dispuesto a comenzar de nuevo." Pero los dos se
callaron. Ana porque sabía que, de llegar a un eventual acuerdo, ambos
entrarían en la Cofradía del Santo Reproche. Podía asegurarlo porque su
consultorio estaba plagado de socios/as de ese club.
Carlos porque no estaba
seguro de que fuera verdad. Puso en marcha el auto y fueron al hogar que pronto
se convertiría en ex-hogar para ambos. Viajaron en silencio, masticando y
regurgitando pensamientos diferentes con una misma raíz.
Al día siguiente, de
vuelta de los trabajos y una vez que la nena estaba dormida, se sentaron a la
mesa presas de una infinita tristeza. Cafés de por medio, comenzaron tratando
las cuestiones operativas. Mora se quedaba en el departamento y él con el auto,
porque no sabía cuán lejos le tocaría alquilar. “¿cuándo y cómo le contamos a
Morita?” dijo Ana: “Mañana, con la verdad." “Sí, claro." Carlos le
anunció que dormiría en el sillón del living y se fueron a la cama. Es un
decir. Ninguno pegó un ojo en toda la noche porque sabían que, a partir de ese
momento, los esperaba una sensación de desmoronamiento inicial y una hija para
toda la vida.
Cuando Mora volvió del
colegio a almorzar se extrañó de ver a su papá en casa. Se comportaron con la
normalidad ficticia que les salió y después de comer le contaron a la nena (de
diez años para esos días) que papá se iría a vivir a otra casa.
“¿Porqué?" Ana contestó “Porque
decidimos separarnos." “¿Porqué?." Carlos respondió “Porque hemos
dejado de querernos." Como es de esperar, la nena no comprendía muy bien
lo que le contaban y, a partir de ese momento, se mantuvo en silencio. El clima
se espesaba y Carlos anunció que tenía que regresar al trabajo. Ana se quedó
intentando jugar a algo con su hija. Ninguna de las dos pudo concentrarse
en el entretenimiento y Morita le preguntó a la madre si volvería a ver al
padre. Ana intentó tranquilizarla diciendo “Las dos lo vamos a ver. A vos te va
a venir a buscar y para mí siempre será un amigo."
La trayectoria profesional
de Ana
Ana empezó como freudiana
y se transformó en Lacaniana con el tiempo. En el desarrollo de sus estudios de
graduada descubrió que los freudianos no desestiman a Jacques Lacan, que tanto
éste como sus seguidores critican algunas cosas de Freud pero lo aceptan en lo
esencial y que, según algunos grupos, eso redunda en aportes significativos.
Lacan es mucho más complejo que Freud. Hay textos incomprensibles de Lacan, que
hasta para los más formados en psiquiatría y psicología intentan descifrar.
Ana llegó a un estadío en
que tuvo de definir su orientación futura y optó por Lacan. Pasó años
estudiando e investigando su legado. Finalizó un postgrado y tiene que preparar
la Tesis Doctoral. La obra más difundida de Lacan está comprendida en Los
Seminarios. Inicialmente seleccionó cuatro (el N°5 “la formación del inconsciente”;
el 10 “la angustia” y el 16 y 17, los dos más relacionados con Marx. Como
ideológicamente conservaba cierta impronta marxista, Ana eligió un tema
emparentado con el pensamiento del gran filósofo revolucionario (o
revolucionario filósofo, según se prefiera). Lacan no era marxista pero
concebía al Síntoma como algo muy semejante al plusvalor según
Marx. Lo novedoso de Lacan, que no está en Freud, es el Objeto a, que
presenta dos acepciones: la causa del deseo y el objeto de goce (que está más
allá del principio de placer).
En sus notas preparatorias
de la tesis, Ana escribe: “si como un paquete mediano de papas fritas Bum,
luego otro, y a continuación uno más llego a un punto de saturación que me
conduce, de continuar comiendo fritas, al vómito. Durante la ingesta del
primero satisfago la causa del deseo que estaba presente en mí. El objeto de
goce comienza cuando mastico papas del primer paquete. Si permanezco en la
misma actitud (gula para la doctrina católica) arribaré inevitablemente a un
estado perverso (más allá del principio de placer). En una acotación al margen,
señalada con un asterisco consigna una pregunta ¿no es parecido a lo que sucede
con la Ley del Rendimiento Marginal Decreciente enunciada por la Economía
Clásica?” No en vano estuvo casada diez años con Carlos, que era economista y
daba clases de El Capital. Abre dos asteriscos y formula un nuevo interrogante:
“¿Tiene que ver con la ley del Salto de Cantidad a Calidad del Materialismo
Histórico?” Tanto el análisis de Lacan aquí mencionado por Ana como los
ejemplos en los terrenos de la filosofía y la economía citados se ciñen
escrupulosamente a la lógica dialéctica.
Luego de la retirada de
los militares argentinos del aparato del Estado, Ana fue una entre los muchos
intelectuales que se entusiasmó con Alfonsín, se enfureció por Menem y creyó
ver una salida en el FREPASO. Salió a las calles cuando el progresismo lo hizo.
Con Duhalde se replegó hacia su profesión. Hacía rato que había aceptado la
democracia representativa como mal menor. Conservó sus simpatías alfonsinistas
y no le causaron gracia los sucesivos fracasos electorales del radicalismo.
Como la inmensa mayoría de los que ejercen profesiones liberales, fue anti
kirchnerista. De progre lavada evolucionó a progre gorila y votó por “El
cambio” en 2015.
En el plano sentimental.
Ana curte parejas esporádicas de no más de unos meses. Colegas de profesión y
fe lacaniana, puntos presentados por amigas, uno que conoció en un viaje cuando
compartieron asiento en el avión, etc. Sale con ellos mientras dura el encanto
de la seducción primera. Cuando la llama se atenúa, les dice “No va más.”
Frecuenta teatros y cines.
Está actualizada con los films de autor europeos y lee literatura tipo Sandor
Marai y Almudena Grandes. No mucha, porque sus investigaciones sobre Lacan le
insumen muchas horas. Además, trabaja en el consultorio todas las tardes de
lunes a viernes.
Aunque a Ana le falta
trabajar mucho para terminar la tesis, confía que lo hará en un futuro no
lejano. Llama a su amiga y colega Nora para arreglar una salida y ésta le
cuenta que publicaron un artículo en el que la señalaban como discípula de
Sciarreta y transcribían la carta que redactó en su homenaje. Había salido en
el suplemento de Psicología de Página 12 del 23 de setiembre.
Ana le dijo que iba a comprar el periódico. Fue al kiosco y pidió al diariero
que se lo consiguiera. Al día siguiente pasó a buscarlo. Lo abrió y leyó:
DISCÍPULOS DEL
FILÓSOFO DAN TESTIMONIO DE SU ENSEÑANZA
¿Por qué no te
comprás una casa?”
“¿Por qué no te comprás
una casa?, le aconsejábamos nosotros, los de este mundo.” “Lo recuerdo, menudo
como era, sentado en su viejo sillón, ante su biblioteca que ocupaba varias
paredes.” “Sus creencias lo llevaron a la cárcel a principios de los 60.” “Me
transmitió la pasión por el síntoma; es que los neuróticos somos poco
tolerantes con nuestros síntomas.” Así, varios discípulos de Raúl Sciarretta
van armando el mosaico siempre provisorio, pero ya definitivo, de la vida de un
hombre. Nora A. Merlín (psicoanalista) “Querido Raúl: En los
años setenta te conocí, en tu casa de Pueyrredón y Mansilla. Te vi como un
señor bajito, de andar despacio y voz suave, que me recibió y apenas me saludó.
Pero ni bien sacaste y abriste el Seminario XI, de Lacan, escrito en francés
porque aún no había traducción castellana, empecé a conocer tu inteligencia, tu
pasión ante los textos. Yo no entendía muy bien todo lo que decías, pero me fui
internando en un mundo fantástico, del que nunca retorné. Después vinieron
Hegel, Heidegger, Aristóteles, Kant, y, junto con ellos, la historia, la
política, el arte y la infinidad de temas que nos convocaban. Apasionado y
comprometido, sensible por los amigos y por lo social, nosotros, los de “este
mundo”, te aconsejábamos: “¿Por qué no tratás de tener un título? ¿Por qué no
te comprás una casa? ¿Por qué no publicás tus clases?." Después comenzaron
a llamarte de Madrid, de Barcelona, de San Pablo, y te dispusiste a viajar, con
tus sesenta largos años de aquí para allá, por tu ligero equipaje, transmitiendo
el psicoanálisis. Defendiste la posibilidad de pensar sin ataduras hasta las
últimas consecuencias, oponiéndote a cualquier tipo de censura. Te interesaba
debatir ideas, no los enfrentamientos por espacios de poder. Por todo esto
fuiste nuestro maestro, por todo esto te queremos, por todo esto nos parece
necesario que no te mueras.”
Ana se
alegró por su compañera de estudios del curso sobre el Seminario XI de Lacan
dictado por Sciarreta. A lo largo de las discusiones se fueron haciendo amigas
y le sirve de control. En paralelo, recurre a ella para avanzar con la tesis.
Como en
todo psicoanalista y psicoanalizado, en Ana está presente el miedo a la locura.
En parte por su historia afectiva (25%), en parte por su fracaso con Carlos
(25%) y en mucho (50% restante) por la carga que le transmiten algunos de sus
pacientes durante el proceso de transferencia terapéutica. Al estar bien
formada, cuenta con recursos para neutralizar los efectos de la mitad citada.
Deja pasar unos diez minutos entre paciente y paciente. Aspira y espira antes
de saludar al entrante y con una idea vaga (pues siempre hay sorpresas) acerca
de lo que escuchará y interpretará, invita a recostarse en el diván al
perturbado/a. En relación al primer cuarto, espera que la vida misma se encargue
de aportar maduración. Sobre lo de su ex, sabe que cuando se metió un clavo
torcido, se lo saca y reemplaza con otro derecho. En eso está.
A medida
que adquiere más experiencia en la profesión, sus capacidades para conocer a
las personas se han agudizado. Como no puede prescribir psicotrópicos, deriva
los casos en que la medicación se torna imprescindible, a un psiquiatra de su
confianza. Por lo general, el o la afectada mejoraba con la combinación de
pastillas y palabras. A veces le sale el tiro por la culata. Tuvo un paciente,
docente él, que presentaba síntomas de angustia y ansiedad mezclados con
episodios esporádicos de pánico. Si bien esas fobias no impedían que el
neurótico desarrollara una vida normal, Ana lo mandó al psiquiatra. El
facultativo lo medicó con Lamocas, una droga estabilizadora que, según el
tordo, evitaba que alternara picos de euforia y depresión. Para que vencer el
preocupado ser venciera su resistencia a los químicos, le dijo que, por
experiencia (era dueño de una clínica para adictos) sabía que en los períodos
de alza todo bien, pero que en los del pozo, algunos optaban por el suicidio.
Semejante revelación bastó para el sufriente, que comenzó a ingerir la píldora
del equilibrio.
Todo
inicio de tratamiento con psicofármacos provoca algún trastorno en el mate o
sistema nervioso del iniciado. El paciente de Ana comentó en sesión que tenía
temblores en las manos. Ella le recomendó que llamara al psiquiatra y
preguntara acerca de si debía suspender la pastilla o seguir con ella. El interrogado
contestó que no debía preocuparse. Que si fuera un violinista al que los
temblores impiden ejecutar el instrumento, le diría que suspendiera, pero, que
en él, que usaba las manos únicamente para la computadora, un leve sacudimiento
involuntario carecía de importancia.
Los
temblores persistían y se acentuaban. Cuando el inquieto cuasi “colifa”[1]
se lo comunicó a Ana, ella dijo que llamaría al psiquiatra para alertarlo desde
su lugar de confidente paga. En la siguiente sesión Ana contó al divanizado que
había tomado cartas en el asunto y que, con toda probabilidad, el segundo
protector de la mente y el espíritu del afectado profesor le cambiaría la
medicación. El tembloroso acudió una vez más a la consulta del psiquiatra y,
“de frente march”, le pidió que le aclarara el diagnóstico. El semi Dios de los
dudantes le dijo que padecía del grado más leve de bipolaridad, y que, en su
opinión, debía continuar con la medicación prescripta en una dosis menor.
A esta
altura de partido, el docente pensó que necesitaba de una segunda opinión.
Preguntó, y un arquitecto amigo le recomendó a una psiquiatra que alquilaba un
consultorio a su esposa psicóloga. Luego de las primeras entrevistas de tanteo,
la terapeuta le dijo que él no tenía bipolaridad, porque los que padecen tal
trastorno se encuentran impedidos de llevar una vida normal. Que por lo que le
había contado de sus realizaciones personales y de trabajo, descartando
directamente el diagnóstico. “Últimamente está de moda diagnosticar bipolaridad
cuando no se logra entender el caso cabalmente. Me parece que es una
irresponsabilidad.”
El
anonadado neurótico fue al consultorio de Ana y le dijo que era la última
sesión a la que asistía. Ana, sorprendida, preguntó el porqué. El liberado le
dijo que ella lo había derivado al psiquiatra y era tan responsable como él por
el errado diagnóstico. Ana le dijo que eso no era así, porque los temas de
medicación no eran de su incumbencia y por lo tanto no compartía
responsabilidad alguna.
El
paciente desapareció de la vida de Ana y ella sigue convencida de que la
acusación era injusta. Ése episodio constituye una rara excepción en el
derrotero profesional de la analista. Generalmente se desvinculan satisfechos.
Unos pocos porque fueron dados de alta, algunos porque no podían cubrir sus
honorarios y los derivó a otros colegas de menor costo y otros que abandonaron
sin dar explicaciones pero que antes recomendaron a conocidos. Es decir que no
tiene que rasgarse las vestiduras cuando hace el balance de su desempeño
profesional.
MIGUEL
Miguel es un ex amigo de José María de épocas de
Filo. En esa época, era lo que se suele llamar "hombre de ventas"
dentro de la especialidad de la publicidad gráfica. Su título de sociólogo le
permitió vivir una interesante experiencia formando cooperativas de productores
para un programa del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de
Paraná. Despedido luego de unos pocos años, a raíz de una reorganización
ordenada por la Dictadura Asesina, volvió a sus orígenes. Había estado casado con
una psicóloga y la duración del matrimonio coincidió, más o menos, con ese
período litoraleño. Tiraba pa'lante con los ingresos que le generaban
suplementos publicitarios "especiales" en algunos grandes matutinos (Clarín, El Cronista Comercial, etc.).
Sus ingresos como ejecutivo de ventas en
publicidad gráfica le generaban buena plata. No tanta como para adquirir un
techo propio, porque no quería meterse en créditos hipotecarios y carecía de
ahorros para una compra de contado. Por lo tanto, alquilaba departamentos
amplios y caros en barrio norte. Los montaba con artefactos sofisticados y a
veces, innecesarios (por ejemplo, dos heladeras grandes para un hombre solo),
lámparas de pie de gran diseño, cubertería importada, blanco de hilo o algodón,
sillas y mesa de Cucina Bella, juego
de comedor y cama de mueblerías del barrio. Curtía ropa de las mejores
sastrerías y se paseaba por la calle Florida con aires de triunfador. Por las
mañanas tomaba café en Florida Garden y comentaba con colegas la marcha de los negocios
en el rubro publicitario, las rotaciones de conocidos en empresas
patrocinadoras y la eventual caída en desgracia de amigos hasta entonces en
puestos de privilegio de su mundillo.
Hombre de ventas psicobolche. Sociólogo, ex de
una psicóloga y, a su vez psicoanalizado. Menuda mistura. A los fines de
conocerse mejor, transitó por diversos “analistas” de medio pelo. Como no
mejoraba como hubiera deseado, tomó el toro por las astas y se mandó con Raúl
Sciarretta, reputado epistemólogo y psicoanalista de los ‘70. En los
comienzos, entraba a casa del terapeuta en la esquina de Pueyrredón con
Mansilla y pagaba una buena suma por sesión (hora de minutos variables, que
tanto podía ser de 20 como de 40). Cierta vez le comentó al psicoanalista que
quería avanzar más rápido. Sciarreta le propuso recurrir a sesiones
prolongadas.
Para Miguel, esas jornadas se realizaron los
sábados y se extendían por seis horas reloj. Imagine el lector lo que
resultaban en honorarios. Según la víctima de quien se habla, en algunas
llevaba todas las fotos familiares que había podido reunir y hablaba en detalle
sobre lo que le evocaba cada una y en otras experimentaba con ácido lisérgico.
Se comenta que ese recurso fue abandonado por el terapeuta cuando un paciente,
en plena sesión, se arrojó por la ventana a la calle en medio de un brote
psicótico (aparentemente causado por el ácido) y murió.
Nuestro amigo se enteró mucho después de esa
noticia porque la sangría provocada por el tratamiento con el
epistemólogo-analista lo dejó financieramente exhausto y abandonó.
En lo tocante a su metier, las cosas no le iban
mal y decidió expandirse. Alquiló una oficina espaciosa al borde de la City y,
tomando prestada una idea de uno que no podía instrumentarla, se largó a
imprimir una guía de información con números de fax para empresas. La
entregaría con un disquete actualizable anualmente. Invirtió todos sus ahorros
y algo más en imprimir 800 ejemplares. Los tuvo que apilar en la oficina
porque, cuando los a iba sacar a la calle, el correo electrónico ya suplantaba
exitosamente al fax.
Ese fracaso no lo amilanó. Pero tuvo que salir a
buscar empleo en su especialidad de otrora. Entró en una productora de spots
publicitarios y lo despidieron al cabo de un año. Con la editorial de Le Monde Diplomatique en Argentina,
similar epílogo. Eran laburos muy bien pagos, pero él no duraba mucho tiempo en
ellos. Cuando le llegó el turno en Le Monde, le dieron a elegir entre
pagarle la indemnización correspondiente -luego de cumplir con los aportes
patronales y del trabajador debidos- o abonarle en negro. La primera de las
opciones no era tal porque lo blanquearían con mucho menos de lo que cobraba y
tendría que ponerse al día con sus aportes. Le convenía elegir la segunda.
Implicaba que no quedaría registro de su paso por la empresa, pero superaba en
mucho lo que obtendría con el primer ofrecimiento. Esto tiene su importancia
porque, al momento de tramitar la jubilación todos esos salarios no figurarían
en el cálculo.
Para esos días había muerto su madre. Finalizada
la sucesión, él y su único hermano resultaron herederos. Vendieron el
departamento de la vieja y cada uno se juntó con un montoncito de dólares. El
país estaba bajo la Ley de Convertibilidad (un peso un dólar) y cualquier
emprendimiento nuevo le resultaba imposible. Con sesenta mil pesos-dólares
(suma resultante de la mitad del departamento más la indemnización) no podía
encarar nada. Lo pensó y decidió probar suerte en el extranjero. En
Centroamérica los "billetes" valían. Hizo dos viajes exploratorios.
Primero fue a Nicaragua y a Honduras a ofrecer su expertice a los diarios más importantes. Sin suerte, decidió
cambiar de rubro. En todos lados brotaban como hongos locutorios de internet.
Paseando por Bocas del Toro (Panamá) se le prendió la lamparita. Era un pueblo
turístico famoso entre los surfers americanos. Él no sabía una pepa de
computadoras e inglés menos que menos. Pero era argentino y le sobraban bolas.
En Bocas existía un sólo locutorio. El del tano propietario de casi todos los
locales céntricos. No jode, el suyo se abriría en el puerto, a escasas quince
cuadras. Como todo vendedor a comisión que se precie, calcula y computa las
ganancias antes de concretar la venta. Pero lo importante es que la decisión
estaba tomada.
Regresó a Buenos Aires y con el proyecto en
mente, le pidió en préstamo a José María lo que le pudiera facilitar. Cinco mil
verdes. A su hermano, los veinte de la herencia, en sociedad. Volvió a Bocas y
alquiló el local. Cualquier gil comenzaría con tres o cuatro máquinas, pero
Miguel, que no lo era, comenzó con diez y nueve. Agregó un barcito para los
clientes. "Ahora, ¿quién me toca el culo?" se dijo. Terminó pagando
los alquileres atrasados con las computadoras.
Otra vez sopa. "¿De qué me disfrazo?".
Como había vivido solo la mayor parte de su vida, se daba maña en la cocina.
Lamparita salvadora. Abre un restaurante de comida argentina en la montaña. En
un lugar plagado de residencias de americanos (entre ellas una que oficiaba de
asilo para perros). Miguel había regresado a Panamá con su fiel compañero, el
perro Chucho. El can era muy perrero y al poco tiempo contaba con un harén.
Resultado: en la posada rondaba una jauría de ladrantes de variada pinta y
pelaje. El dueño de casa tomó una morochita como ayudante. La jovencita se
peleó con él y denunció a las autoridades que los perros comían en los platos
destinados a los clientes.
Partió hacia Panamá City. Compró un colectivo
Chevrolet '54 acondicionado para vender comida rápida en la calle. Casa
rodante, cama, cocina, baño y televisor. Se instaló frente al Casino, se colgó
de la luz de ese lugar de entretenimientos y abrió las puertas. Vendía panchos
y cositas así. No le va mal. Parece que, por fin, iba a despegar. No ahorraba
mucho y se le ocurrió abrir otra fuente de ingresos. Compraría unas treinta
bicicletas para explotarlas en alquiler.
Escribió un mail a Joaco para pedirle un préstamo adicional. Recibió por
contestación un "Andá a cagar".
Algunos años después Miguel decidió jubilarse.
Acudió a José María para que tramitara los papeles, pues otros amigos, a los
que había entregado los antecedentes necesarios, no podían cumplir con el
encargo. Joaco fue nombrado apoderado. Retiró los "pelpas" y buscó un
gestor para que llevara adelante el proceso. Le recomendaron una gestora que
llevaba sus casos al ANSES de Caseros. La gauchada implicaba que Joaco tenía
que ir desde Buenos Aires a Caseros cada vez que se necesita su firma, tomarse
el día en el trabajo, gastar combustible en su auto y comerse las amansadoras
pertinentes. Finalmente, la jubileta sale. Con retroactivo al momento de
iniciar el trámite. Cuando Joaco se presenta en sede bancaria con la gestora,
cobra, le paga los honorarios y retira el monto que Miguel le debía por el
préstamo porque así se lo había indicado el migrante. Todos los meses, Joaco
cobraba la jubilación y se la mandaba a Panamá vía Western Union. De modo que
tenía que pedir permiso para salir del ministerio para cobrar la jubilación. En
horario de trabajo. Miguel retiraba su haber en forma de unos 200 verdes, que,
en ese Panamá dolarizado, cubrían sus necesidades alimentarias.
Un día, José María recibe un mail de Miguel en
que decía que algo que se había hecho mal en Argentina porque los amigos que
habían prometido encargarse del trámite le estimaron mucho más porque él había
ganado sueldos altos. Agregaba que cuando volviera a nuestro país lo iba a
arreglar con la gestora. Ignoraba que para el cálculo se tomaban en cuenta sólo
los últimos diez años y que el impacto de los anteriores era mínimo. Más tarde
se enteró por medio de otra jubilada argentina en idéntica situación que todo
estaba en regla y le insinuó una disculpa a José María, pero era tarde. El
apoderado transfirió el poder a Banco Nación, entidad que se encarga de los
giros desde entonces. José María se sintió traicionado y le cortó el rostro.
Pero Juan, un amigo común, sigue en contacto con Miguel y lo mantiene al tanto
de cómo le van las cosas al Hombre de
Panamá.
A raíz de trámites variados (certificado de
supervivencia, validación para el permiso de residencia -iniciado como inversor
ante el gobierno panameño-, pérdida de documentos, etc.), Miguel iba
asiduamente al consulado argentino en Panamá City. Se había hecho amigo del
Cónsul, que es buen tipo. Un mes el jubilado de marras se olvidó del
certificado de supervivencia y le suspendieron los giros. Subsanado el
involuntario olvido, tenía que arreglar la cagada en Buenos Aires. Le pidió a
Joaco que fuera a Banco Nación y siguiera el trámite. El ex apoderado accedió
porque supo, por el empleado bancario, que esas cosas tardan meses en regularizarse.
El Centroamérica, el cónsul le tiraba Miguel a unos pesos del fondo que maneja
para ayudar a compatriotas en apuros. Hasta que volviera a cobrar.
Entre tanto, problemas con el permiso municipal
(o denuncia del Casino) lo obligaron a migrar. Paseando por ahí, al cruzar una
esquina, un auto atropelló a Chucho. La conductora se bajó y constató que al
perro no le había ocurrido nada grave. Pidió disculpas y lo convidó a tomar un
café en su casa, en la otra cuadra. Durante la conversación ella le dijo que
vive con su madre viuda. Miguel, al mirar por la ventana, descubrió un amplio
terreno al fondo. Hablaron de sus ocupaciones. Ella se las arreglaba con la
pensión de su madre y él le contó que era argentino y que cobraba una modesta
jubilación de su país que le permitía ir tirando y que era dueño de un
colectivo acondicionado para vender comida al aire libre. Le relató la historia
del Casino. "Es una lástima que se acabara porque casi todos los clientes
eran jugadores que salían tarde. Durante el día no se facturaba mucho, pero por
la noche mejoraba. Ahora no sé a qué lugar iré a parar." La señorita,
culposa por lo del perro, le dijo que tiene mucho lugar en la parte de atrás y
que le podría facilitar espacio para ubicar el rodado allí. Miguel le contestó
"Agradecido, pero sólo se lo voy a usar un tiempito. Hasta que encuentre
un lugar definitivo." Se instaló. Su relación con las anfitrionas era
cordial. La vieja también era muy amable y vuelta a vuelta lo invitaban a
almorzar.
A Miguel se le venció el permiso de residencia y
las autoridades lo conminaron a regularizar su estatus de inversionista
extranjero, para lo cual tenía que demostrar cierta solvencia. Como no lo podía
hacer, quedó en “orsai”. Acudió a un abogado. El boga interpuso un amparo y le
contó que así iba a poder seguir al menos por un año. Y que después lo podía
patear hasta que llegara a la Corte Suprema panameña. Salvado el hombre. Por un
tiempo.
Como a perro flaco no le faltan pulgas, Miguel
perdió los documentos. Como Joaco seguía chivo, cuando el autoexiliado le pidió
que le mande el original de la Libreta de Enrolamiento (que estaba con los
papeles del trámite jubilatorio) pasó el encargo a Juan, quien toma en sus
manos el martirio de bancar al desgraciado ex sociólogo. Como se dijo, ese
tercer amigo transmite a Joaco vida y milagros de Miguel: cada vez que cae en
un pozo, el cónsul intenta ayudarlo. Indocumentado, con riesgo cierto de ser
llevado a la frontera panameña y ser dejado allí como un perro, sin lugar donde
vivir porque la vieja falleció y la hija puso en venta la casa, no parece tener
un futuro amigable. El diplomático le ofreció repatriarlo como indigente. De
aceptar, terminará habitando una vivienda del PAMI. En esa situación se
encuentra según las últimas noticias.
Pero no. Hombre acostumbrado a sacar agua de las
piedras, habló con una prima escribana de Alta Gracia (Córdoba-Argentina) y le
mandaron el dinero para el pasaje. Al pasar por Buenos Aires para cambiar el
domicilio de cobro de su jubilación (de Panamá a Alta Gracia) cayó por casa de
José María con un amigo común. Como había dejado su poca ropa de Panamá, los
amigos que le quedaban en Buenos Aires, lo proveyeron de cinturones, corbatas y
hasta zapatos. Quedó muy agradecido y regresó a Córdoba. Al mes, le descubrieron
un tumor maligno en el cerebro. Lo internaron y a la semana crepó.
MANÍAS
Allá por 2018, se me dió
por sacarme selfies con personas parecidas a famosos de
Argentina. Mi Obra Social es DOSUBA (Dirección de Obra Social de la Universidad
de Buenos Aires). Como tengo problemas con el comedor, pedí turno para un
sacamuelas. Llegado el día, fuí al segundo piso y presenté mi carnet de
afiliado a una señorita muy parecida a Catherine Deneuve. Junto a mí estaba un
joven. Le digo a la secretaria: "¿Sabés que sos igualita a Catherine
Deneuve.?". "¿Y esa quién es?" "Es la más dulce, enigmática
y bonita actriz que dió el cine francés". El muchacho que estaba a mi lado
del otro lado del mostrador comentó: "¡Qué maestro!" La bonita me
contestó: "Bueno, yo no la conozco". "¿Te animás a sacarte una
selfie conmigo? Salimos a la sala de espera y pedí a una fémina que aguantaba
que la llamaran que tomara la foto, diciendo: "Con los famosos no es
cuernos." La veterana que aún podría recibir su merecido contestó:
"Eso de los cuernos, no existe." Anotándose, en mi lista por las
dudas. Esquivé el lance. Disparó dos veces mi celular y me las mostró.
Aprobado. En la siguiente visita, me recibió con cara de culo. Dijo, muy fina: "Por
culpa suya me cagaron a pedos"."Sorry." Parece que la vieron por
el circuito cerrado. Cuando se lo conté a mi dentista me tranquilizó: "No
pasa nada". Otra secretaria de planta baja me dijo que la símil era amante
de un dentista.
Otro día del mismo año, entro a un kiosco/librería de la calle Suipacha y me
atiende el dueño. Me sorprendió su parecido con el actor Fernán Mirás. Le pido
que se saque una selfie conmigo y aceptó encantado. Fernán Mirás fue el
protagonista de "Tango feroz" en el papel de "Tanguito",
que perteneció a una tribu que tocaba en "La cueva" de Avenida
Pueyrredón casi Las Heras. Una vez inmortalizados juntos, seguimos conversando.
Le pregunté si conocía de la existencia de un boliche famoso en los '70 llamado
y situado en Tucumán 676. Allí tocaba Astor Piazzola con su trío, acompañado
por Jorge López Ruiz; el Mono Villegas, Susana Rinaldi, el bandoneonista
Rodolfo Medero y Miguel Saravia, según las noches. "Me hiciste
lagrimear, mi padre era íntimo amigo del Mono." "El mono tenía una
forma especial para tocar el piano, colocaba la punta de los dedos
y acariciaba las blancas y negras como mimándolas". "Sí, mi
padre tocaba con las manos en la forma clásica". Acoté: "Yo soy
profesor de Piano, Teoría y Solfeo. Largué el piano cuando comprendí que tenía
un toscano en cada oreja. Volví a ejecutar una pieza cuando supe que el “Cool
Jazz”[1] se
basaba en Bach. Abrí el taburete de las partituras del piano que había en casa
de mis padres y me largué con "El Clave bien Templado". Mis dedos
estaban agarrotados por falta de practicar escalas." El Fernán Mirás
trucho comentó: "Yo toco piano, bandoneón, guitarra y violín."
"Cuando se es virtuoso con un instrumento, se tocan sin problemas muchos
otros" "El lenguaje musical me es totalmente ajeno. Me parece mágico.
Envidio a los que tocan de oído. Yo, sin partitura no puedo tocar ni el
"arroz con leche". Pese a ser profe tampoco puedo componer, ya que
carezco de nociones de armonía."
Cuando presentó Imanol Arias su gran "La vida en palos" (flamenco)
fuimos con Nancy, mi esposa, en la penúltima representación. En el hall del
Teatro, esperaban muchos famosos: Ana María Piccio, Julieta Ortega y muchos
más. Localidades agotadas y sala llena. Me acerco a la Piccio y le pregunto si
puedo sacarme una selfie con ella. Afirmativo. Me ubico a su lado y le
susurro: "¿Puedo pasarte el brazo?" "Lerdo, como todos los
hombres." Entramos a la sala y disfrutamos de la función. Tenía pensado
pedir a Imanol que me firmara el programa, pero llovía a cántaros y preferimos
irnos a casa.
Tengo archivadas muchas más selfies: con el sosías de Nicanor González
del Solar (Puma en la selección nacional), Tony, un cantautor que se gana el
pan por los boliches de San Telmo y parque Lezama y el artista plástico Horacio
Zabala, entre otros.
BORGES
El
título no alude a nuestro eximio escritor y poeta, ni al personaje que
interpretaba Alberto Olmedo (Borges) junto a Javier Portales (Alvárez) en “No
toca botón”, famoso programa de TV que se emitió entre 1982 y 1987. El sketch
se llamaba, precisamente, Borges y Álvarez, y consistía en mostrar las
tribulaciones de un actor y un guionista que esperaban que la secretaria
(Silvia Pérez) los dejara hablar con el director de programación. Uno de los
puntos culminantes era el que Borges le decía a la secretaria “Hay efectivo”
metiéndose la mano en el bolsillo y recibiendo por respuesta un “Usted siempre
es el mismo grosero. Alude a un Jorge Luis Borges mexicano que encontré en la
confitería London City de Buenos Aires en 2018.
Yo
estaba sentado en una mesa junto a mis amigos Hemingway joven (talentoso
pintor, fotógrafo y borracho que labura en el Museo de la Historieta de
Costanera Sur) y El realizador (dotado fotógrafo que trabaja en el Museo
Sívori). Veníamos de caminarnos todo el trayecto entre la Costanera y Avenida
de Mayo y Perú y, cansados, recalamos en el London City. Hacia el fondo se
levantó de una mesa un hombre de mi edad (72) muy parecido a un ex compañero
mío de la Secretaría de Planificación de Presidencia de la Nación. Me acerqué y
le pregunté: “¿Vos sos Pedro Liachovitski?” “No, soy Jorge Luis Borges” y me
recitó completo un poema del marido de María Kodama:
“En Pehuajó
me lo dieron
unas
manos generosas
más
vale que no presagie
que
vuelve el tiempo de Rosas.
La
empuñadura sin cruz
Es
de madera y de cuero
Abajo
sueña su oscuro sueño
El
tigre de acero.
Soñará
con una mano
Que
lo salve del olvido;
Después
vendrá lo que el hombre
De
esa mano ha decidido.
El
puñal de Pehuajó
No
debe una sola muerte;
El
forjador lo forjó
Para
una tremenda suerte.
Lo
estoy mirando, preveo
Un
porvenir de puñales
o
de espadas (da lo mismo)
y
de otras formas fatales.
Son
tantas que el mundo entero
Está
a punto de morir.
Son
tantas que ya la muerte
No
sabe dónde elegir.
Duerme
tu sueño tranquilo
Entre
las tranquilas cosas,
No
te impacientes, puñal.
Ya
vuele el tiempo de Rosas.
Me
las sé todas. Soy mexicano de Monterrey y fanático de mi tocayo. Mi esposa
también. Te la presento.” Les dije: En una librería de Las Heras,
casi Pueyrredón venden unos CD (libros sonoros) muy interesantes: Leopoldo
Marechal por él mismo; Raúl González Tuñón por él mismo y Jorge Luis Borges por
él mismo. No es lejos y les aconsejo que los compren”. La mexicana de dijo: “El
de Borges lo tenemos en disco de pasta y a los otros no los conozco”. Seguimos
conversando de Monterrey –según el azteca la ciudad más hermosa del mundo,
seguida por Buenos Aires”. “No tuve el gusto de visitarla. Me limité a Aguas
Calientes –donde fui al INEGI becado por mi gobierno a un curso sobre pobreza-
, San Luis Potosí, Nueva León, Guanajuato, Distrito Federal, Cuernavaca y
Taxco. Para el D.F., un amigo que estuvo exiliado cuando la dictadura genocida,
me trazó un recorrido para recorrer los lugares imperdibles: el Zócalo, el Sanborn
de los azulejos, el museo nacional de antropología, la Universidad Autónoma de
México, la librería Gandhi y la Plaza Garibaldi. Dejé mi equipaje grande el
aeropuerto y marché a la ciudad con mi filmadora. Al llegar compré en la calle
unas zapatillas cómodas y guardé mis zapatos en el bolso. Como mi avión partía
para Argentina el lunes de madrugada, al llegar de Taxco me mandé a la Zona
Rosa. En un pub disfruté de música y baile de los jóvenes desde la barra.”
El
Borges extranjero me pidió disculpas porque tenían que retirarse. Pagó su
cuenta y se marcharon. En esa confitería hay una mesa con una escultura de
Julio Cortázar escribiendo “Los Premios”. Sentado, con un café y un cenicero
con un pucho encendido como supo corresponderle. Yo retorné a mi mesa, compré
una taza de café con leche con el logotipo de la casa y seguí conversando con
mis amigos sobre Buenos Aires y su frondoso arte.
Hace
ya tiempo de padezco (como dijo J.L. Borges, el autor de La Milonga de
las dos hermanas) la humillación de la vejez. Hace ya tiempo que tuve
un cáncer de piel en la mejilla izquierda –que por suerte no desata metástasis-
que fue quemado con criocirugía y me obliga a usar protector +50, sombrero y
caminar por la sombra. Una vez curado, recuperé mis artrosis: bilateral de
rodillas, con preferencia por vértebras cervicales y lumbares. Porto prótesis
(parcial) de dentadura superior que hace que deba buscar posiciones incómodas
en la cama. Suelo tener pesadillas ligth (antiguas novias, mi
fallecida esposa, mi actual mujer, mis hijos en edades varias, mis nietos) y en
todas soy el héroe de la película. Tengo la virtud de que me despierto a mear
en la noche y retomo, continuado, el sueño interrumpido. Cuando me
asalta la depresión, duermo 12 horas más siesta, pero en la fase maníaca que la
sucede, me reconvierto en un Speedy González. Ordeno biblioteca,
videoteca y arreglo las cosas de la casa que esperaron pacientemente la
resurrección. En pocos días comenzaré mis tres cuartos de siglo.
Llevo a mi mujer presente 12 años, pero ella está algo depre por cosas que
pensábamos serían de otro modo: nietos en el extranjero, hijos con sus padres
en Madrid y otras yerbas que mejor no cuento. Nos apoyamos mutuamente y pasamos
la cuarentena por el coronavirus19 sin pelearnos.
Camino
más lento y, poco a poco, me resigno a las malarias y sigo. Hasta diría que les
he tomado afecto. Se me volaron las chapas (pelos), uso anteojos con corrección
para leer, escribir y unos Cartier de cristales ahumados con marco de oro. Como
me quemaron con criocirugía un carcinoma (que no hace metástasis) en la mejilla
izquierda, tengo que andar con sombrero y protector solar. De casi nada me
arrepiento de mi vida pasada. Como dicen los mexicanos “mejor pedir perdón que
permiso”. Trato de seguir escribiendo mis ácidos y cómicos relatos (no dicho
por mí sino por amigos). Mi actual esposa tiene la columna jodida y debe tomar
unas gotas de opiáceos. Entre ambos gastamos una fortuna en remedios. A lo que
se suma que también solventamos los de mi suegra actual (83). Porque aún vive,
alimentada por sonda gástrica, mi suegra primera (94). Lo bueno de mi fase
maníaca es que me devuelve el humor y hablo constantemente. Frases graciosas
que hacen sonreír a mis circunstanciales socios de cola o en la mismísima
calle: el otro día salí a comprar comida y un joven treintañero con barbijo se
largó con el semáforo en rojo pues estaba abusando de su celular. Le grito el
alto, retrocede y le digo: “Si seguís así no te va a matar el coronavirus
sino un auto”. “Gracias, el celular me tiene loco”.
Como
soy casi analfabeto digital, aunque trabajé muchos años en computadoras con dos
dedos en casa y en el ministerio (soy sociólogo) usando Word y Excel, tecleo
lento y seguro en mi mini laptop. Me enojo con ella cuando no puedo subir una
imagen. Tengo además una laptop que uso con mouse y la mini con teclado táctil.
En ambas tengo archivos distintos y paso de una a otra para asegurarme de no
perder nada. Me trabuco y olvido en cuál de ellas están guardados. Sigo
luchando a brazo partido. Uno de mis sobrinos me pasó un tutorial pero no
consigo abrirlo. No importa. Se me ocurren nuevos cuentos o refloto algunos que
tengo guardados de proyectos anteriores.
Entre
ordenar mi taller, mirar los noticieros, escribir, dormir las 8 horas, ver
películas en Netflix o flow, organizar las antigüedades que colecciono y hacer
las compras, se me pasa el día volando. Calculo que para cuando pase el
aislamiento forzoso después de Semana Santa (si todo sale como las
autoridades esperan) habré finalizado 4 libros más para subir a otros tantos
blogs. En “Narrativa no convencional Jorge Vibes” se podrán
consultar. “Unas obras inconclusas de acá”, ya publicado, tiene más de 4.000
entradas desde muchos países. Espero que los próximos tengan un éxito similar.
El
dolor de espaldas y rodillas lo ataco con una bicicleta fija, ejercicios y el
ir y venir por el departamento (100 m2.). La depresión superada me significó la
pérdida de unos 10 kg., que trato de recuperar comiendo bien. Sumé chocolate en
barra a mi dieta y meriendo chocolatada. Como cuando era niño. Desayuno copos
de maíz con leche porque descubrí que la miel pura me afecta los dientes. Me
despierto y preparo la primera ingesta. Como cada cuatro horas. Por los
medicamentos. 50 gotas de un preparado que me acercó una amiga, medio
comprimido de un antidepresivo, el inhibidor de colesterol y una Aspirineta
(otro regreso a la infancia). Mis comidas fuertes consisten en pastas, omelettes ,
atún con fideos, milanesas de pollo fritas en aceite de oliva, paté con champignones, morrón
rojo, tartas de jamón y queso o verdura, purés de papa y batata y lomo picado
en procesadora.
Sostengo
que el covid19 cambió las relaciones de poder en Argentina y el mundo. En los
hogares biparentales o multi parentales, el que antes tenía el poder (hombre o
mujer) dominaba al que estaba sometido por su dependencia. Ahora, de ser el
caso, los roles se invierten. De los infantes, ni hablar. El/la que detenta el
mando los tiene carpiendo. Cuando el hogar es de una sola persona, no cambia nada
porque no se puede. Deben recurrir a la masturbación (con o sin pornografía
escrita o filmada). Las mascotas sufren a su manera la cuarentena. Si los sacan
a pasear, su libertad callejera dura lo que un suspiro. Deben hacer sus
necesidades en la puerta de casa y conformarse con ello.
LA PLACITA DE SAN ISIDRO
Una
tarde, cuando Luis tenía 67,
llevó a Felipe, para entonces de siete años, a la plaza. De hecho, fue el nieto
el que llevó al abuelo, pues ya le había advertido que él conocía el camino.
Normalmente, Felipe llamaba la atención con sus salidas hilarantes. Ese día,
sin embargo, estaba bastante parco. Casi no pronunció palabra en todo el
trayecto.
La
plaza distaba dos cuadras de la casa, cubría una arbolada manzana del barrio
del hipódromo de San Isidro. Estaba bien diseñada y mejor equipada. Como
salpicados, un conjunto variado de elementos de disfrute: tres tipos de hamacas
(uno para adultos), en areneros, igual número de aparatos de fitness, dos
toboganes (uno común y otro de tubo), mesas sobre el césped en las que las
madres y parientes ordenaban bebidas y comestibles para el picnic o la
merienda, mecedora de resorte y cómodos bancos de madera dispuestos en los
cuadrados que rodean a los juegos o solitarios aquí y allá.
Al
llegar, Felipe se adelantó al pique, probó dos tipos de hamacas empezando por
las de adultos. Al mecerse, miraba a Luis para asegurarse que lo tenía de
público. Se bajó caminó unos pasos y regresó para encaramarse en uno de los
caños que sostienen en forma sesgada la estructura. Alzó las manos hasta donde
le permitía su estatura, tomó con ellas el caño y completó la maniobra con las
piernas en la parte inferior. Miró a Luis, quien le dijo “Muy bien, ahora
hace fuerza con las manos y seguí para arriba." A pocos metros, en el
tobogán de tubos, había una parva de gurises[15] que no superaban los
ocho. Algunos en la plataforma de despegue, alguna en la escalera, y el resto a
ras de tierra.
El
más pequeño estaba gritando a pulmón batiente (como sólo lo hacen los menores
de cuatro). No paraba. Luis se acercó, les preguntó si eran todos hermanitos y
le contestaron a coro que no, hermanos y primos. Serio y en alta voz atacó con
un “¿Quién está gritando?" Miró fijo a cada uno comenzando por los de la
plataforma. “Yo no”, fueron contestando por turno (incluido el culpable). El
presunto adulto mayor prosiguió “¿Fuiste vos?, con la técnica ya mencionada.
Misma respuesta de los primeros interrogados, pero a partir del cuarto
empezaron a desmoronarse. “Fue Papicho." El aludido tuvo que
confesar. “Bueno, no me interesa la razón, pero es muy molesto." Todos se
habían quedado en silencio. Luis, sonriente, les lanzó un “Tranquis, es una
broma." Los peques se distendieron y regresaron a sus juegos de empujones
y gritos. Papicho se le acercó con un sorbete en la manito y
le dijo “Velita” para plantarla a renglón seguido en la arena. “Ah, ¿estás de
cumpleaños y tus hermanitos y primos te van a cantar el cumpleaños feliz?"
“Sí." “Te felicito."
El
abuelo se fue a sentar en el banco más cercano. A todo esto, Felipe, que no le
perdía pisada porque había competencia a la vista, lo llamó desde lo alto del
caño. “Muy bien, ahora bajá con cuidado." Obedeciendo ciegamente, el nieto
llegó a la mitad del recorrido y se tiró a la arena. Después lo miró
desafiante. Luis no entró en la provocación. Una morochita preciosa de unos
cinco años, próxima al camino donde estaba el abu, pero en la arena, luchando
entusiasmada a pala y rastrillo. De cuando en cuando tosía levemente. Advertida
de que la observaban, saludó con la manito. Luis respondió el saludo. “Me
parece que no te conviene tirar la arena hacia arriba porque flota un polvillo
que es que te puede dar tos." “Yo estoy enferma, pero del estómago."
”¿Te duele la pancita?." “Y el estómago porque comí un picadillo vencido
que había estado mucho tiempo en la heladera. Yo me llamo Martina ¿y vos?"
“Luis pero me dicen Lucho y por segundo nombre Jorge." Se habían acercado
otras tres nenas (6-7-8 años aproximadamente).
La
más pizpireta le pregunta “¿vos sos Jorge el curioso? “No, pero soy bastante
curioso…y preferiría que esto quede entre vos y yo, como secreto." “Seguro
Felipe no perdía detalle de la situación y seguía hamacándose. Las tres nenas
volvieron a la zona del tobogán. Felipe dejó la hamaca y se acercó a ellas. Un
nene lo invitó soplar las imaginarias velitas y se prendió en el festejo. Una
vez finalizado éste se fueron todos a una de las calesitas de empujar donde
derrocharon energía y risas un tiempito. En la otra punta de la plaza, Martina
y Luis siguen conversando. “¿Oíste ese ruido?" “No." “Me parece que
fue una bomba o…un globo que se reventó." A lo lejos se escuchan
estruendos apagados de fuegos artificiales. “Ahora sí, son fuegos artificiales.
Seguro que vienen de la plaza de la catedral." “A mí me dan miedo."
“Pero por qué. No hacen daño y son lindos. Como los de Navidad y Año
Nuevo." Igual me dan miedo, los cuetes me dan miedo." “Pero porqué,
si no hacen nada." “Igual, me dan miedo porque soy chiquita." Cuando
el abuelo consideró que Felipe había gastado suficientes calorías le preguntó
si quería ir. “Bueno." Caminaron hacia la casa hablando de temas diversos
y al llegar a la esquina de la misma, Luis preguntó ¿Falta mucho?" El
nieto ni lo mira y dice “Ya llegamos."
PEDRO, EL ÚLTIMO DE LOS
ESTALINISTAS
Es
unos años menor que Julio y se afilió a la Fede
(Federación Juvenil Comunista) cuando tenía 12. Eso era anti estatutario pues
se entraba a los 14, pero lo ayudaron circunstancias fortuitas. Un pariente
cercano facilitó 2 departamentos para que el Partido los usara. En la clandestinidad,
esas cosas tienen su importancia. Aguantó firme la fracción de la Fede
encabezada por Otto Vargas, que arrastró la casi totalidad de los jóvenes del PCA
al CNRR Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria-, posteriormente PCR
(Partido Comunista Revolucionario). Mérito merituado. Hizo carrera interna,
llegando a desempeñar cargos importantes. Lo apartaron por causa de una
diferencia ideológica mal manejada. Pese a esos avatares, se conserva como un
estalinista puro. Formado en torno a las Obras Escogidas de Marx y Engels, las
de Lenin, el Manual de Marxismo-Leninismo de Otto Kuusinen y
lecturas de Stalin.
Se
ofende cuando Julio le dice que es hombre del “aparachiski”[16] y retruca que esa
palabra es una invención de la CIA. Joaco lo provoca acusándolo de pensar la
realidad argentina desde la Inquisición (Socialismo Realmente Existente en la
URSS). Se putean amablemente pues más allá de profundas diferencias
ideológicas, son dos viejos que pueden entenderse simplemente con
la primera palabra de una frase. Hace rato que descubren en las conversaciones
menciones a cosas y personas que conocieron y que ahora están en los libros.
Regresó
a Argentina luego del exilio voluntario que abarcó casi toda la década de los
80. Su formación le permite reconstruirla en la cabeza, siempre desde la
impronta ideológica citada. A Joaco le recuerda otros casos parecidos que
conoce en planos aparentemente inconexos: algunos exiliados políticos,
seminaristas y curas casados. Salvando las enormes distancias, recordemos
que Alfonsín y De la Rúa fueron liceístas. Lo que une a todos los nombrados es
que no pueden desprenderse de su sello profundo.
En
contacto con compatriotas y otros latinoamericanos arrojados al exilio, conoció
cosas que se saben fuera del propio país y a destiempo. Esto último también se
cumple en Julio, que tuvo una fotografía más completa de lo que sucedió en
Argentina en los ‘70 a través de militantes que regresaron con la democracia.
Admira
la experiencia del PCCH, que desde el marxismo-leninismo-estalinismo-maoísmo
llegó al capitalismo de Estado.
Como
Julio, no sirve a personas sino a causas.
Pedro
conoció a Julio en un local de Nuevo Encuentro durante 2014. Como eran
aproximadamente de la misma generación, pegaron onda inmediatamente. Por
intermedio de Julio, llegó a hacerse amigo de Lisa y Carlos. A diferencia de
los más jóvenes, los dos viejos tenían una posición económica consolidada.
Hecho que los convertía en líberos para los dirigentes de la unidad barrial. Es
decir, que no sujetos a la disciplina vía ubicarlos en organismos oficiales.
Pedro tenía una PYME (tres taxis) y Julio una muy buena jubilación. Con el
tiempo, ambos fueron apartados del Partido de distinto modo. A pedro lo
trasladaron a Logística con la excusa de que era pendenciero y borracho. A
Julio, que gozaba de cierto prestigio entre los militantes de mediana edad y
los jóvenes, le sugirieron de mil maneras que sobraba (censuraron un curso de
Comunicación Política por escrito que se había ofrecido a dar, lo marginaron
del proyecto de radio comunitaria, le impidieron pasar una película que había
realizado filmando unos de los discursos de Cristina en Casa Rosada, etc.).
Pero el profesor no se dio por enterado.
Pedro
y Julio llegaron a Nuevo Encuentro porque querían ser parte activa en algún área
del Proyecto Nacional y Popular en curso y ese partido pasaba por ser el lugar
indicado para ellos. Para Pedro porque Sabbatella, el factótum, venía del PC y
había sido su subordinado cuando camaradas; Para Julio, porque era lo mejor de
lo peor (tenía muy mal juicio de los partidos de la democracia, los
caracterizaba de militancia “light”). En su opinión (gestada desde fuera), los
herederos de la tradición centroizquierdista del PCA, el Partido Intransigente
y el Frente Grande, debían mantener los vicios de sus organizaciones madre.
Luego lo confirmó por completo.
Ambos
se juntaban a almorzar una vez por semana en el Cervantes II de Perón al 1800.
Se bajaban un troli de blanco y, como Pedro seguía con sed, pedía un ⅜
adicional. Hablaban del local y Julio, que había aterrizado más
recientemente, se enteraba de la cocina. Así logró tener la película más clara
y las chanchadas que los capos y sus incondicionales armaban en su honor no le
afectaban tanto como los instigadores pretendían.
La
amistad se fue consolidando a medida que los almuerzos se repetían. Pedro, que
no se había desprendido de sus manías de hombre del aparato de inteligencia del
PC, solía pedir aclaraciones no pertinentes (como si se tratara de un camarada
sometido a juicio interno) y Julio las contestaba con toda
sinceridad, porque entre bomberos no cabe pisarse la manguera. Poco a poco,
cada uno fue conociendo el pasado militante y no militante del otro.
Pedro
contribuía generosamente para que el minúsculo local estuviera presentable. A
sus costas, fue dotado de una kitchenette y pintado a nuevo por dentro y fuera.
Algunos jóvenes se aprovechaban de la buena disposición del viejo, aceptando
las frecuentes invitaciones de éste para comer y chupar gratarola. El aporte de
Julio era igualmente importante: llevaba un
proyector y una pantalla grande para que se pasara cine infantil. Otro grupito
(más sano) de jóvenes tenía a su cargo los viernes de cine. En su gran mayoría,
los espectadores eran niños de casas tomadas de la vecindad. Esa misma
clientela acudía a Apoyo Escolar. En resumidas cuentas, el accionar de los
militantes giraba en torno al realizar para los menos favorecidos del barrio
cosas que soñaban ver plasmadas en la sociedad que aspiraban a construir.
Pedro
fue inducido a borrarse. Es decir que le arrebataron el contacto con los
vividores que le hacían compañía. Se fue a militar a otro espacio. Joaco, que
se apartó por otros motivos, sufrió también un impacto parecido, pero como
tenía una excelente pareja, pudo soportarlo casi sin consecuencias.
En
su nuevo lugar de asiento, Pedro aspiraba a lograr un puesto en un hipotético
ministerio luego de que el kirchnerismo revalidara credenciales con el
candidato de Cristina para el 2015. Como eso no se produjo, se quedó en banda.
Paralelamente, los tachos no producían el dinero pretendido. Según Pedro porque
no se podía tener empleados en blanco, pagar todos los impuestos y cargas, etc.
Es posible que fuera por una mala administración. La cosa es que se inició el
“cuesta abajo en la rodada”. Tuvo que vender dos de los taxis. Se quedó con el
más choto, y como no sabía conducir, no lo podía trabajar personalmente.
Además
de ser alcohólico, Pedro padecía de insuficiencia respiratoria grave (adquirida
gracias a tres atados de cigarrillos diarios). Durante 2014 estuvo internado un
mes en un establecimiento público y casi no la cuenta. Recuperado, dejó el faso
y el chupi por un breve tiempo. Cuando Julio lo llamó para contarle que
había salido del sarcófago (depre) se encontraron nuevamente. Se juntaron a
almorzar en un comedero próximo a casa de Pedro porque camina él con dificultad
a causa del EPOC.
Frente
a una carne asada con papas y un tinto, Julio le refirió cómo había caído
y a partir de qué reservas había salido. Pedro prestó atención y le contestó
que su caso era distinto “Yo estoy sólo.” “¿Tu madre falleció?” ”No, pero tiene
cáncer en una pierna.” ”Bueno, a su edad avanza muy lentamente.” ”Claro, y yo
tengo que convertirme en su enfermero hasta que se muera.”
Se
sirvieron vino y Pedro continuó: “Estoy quebrado, enfermo y con una depre
galopante. No puedo conciliar el sueño si no me mando un Trapax de 2,5 mg. La
vigilia permanente es un tormento tan eficaz que lo llaman Tortura Blanca. Es
la que emplean los marines en Guantánamo. No dejan dormir al interrogado un
segundo durante muchos días. Le sientan próximo a un guardia que lo abofetea
cuando comienza a cabecear. Los torturadores se turnan de modo que la víctima
esté siempre acompañada.” El amigo dijo: “Te entiendo, a mí me pasó lo
contrario, no quería salir de la cama porque no tenía nada que hacer en el día.
La macana es que después de dormir tantas horas se te va el sueño. Entonces me
levantaba, porque si seguía en la catrera, me castigaba con el que no tengo
proyecto ni ganas de tenerlo. Ir al banco a pagar las tarjetas de crédito o
cobrar la jubileta era misión imposible. Lo lograba, pero me daba cuenta de lo
mal que estaba.” “Ya te dije, soy insomne.” Julio pensó, sin decirlo “éste
está carburando en hacerse boleta.” Y no le erraba. “Estoy considerando
seriamente el suicidio.” “En ese caso, te seré sincero. Yo lo voy a sentir,
pero nada más.” ”Claro, te entiendo. Venimos de la nada y hacia ella vamos.
Pasé por la vida como tantos. ¿sabés que en Bélgica acaban de despenalizar al
que ayuda a morir a alguien que no tiene razones clínicas para ello?” “No, pero
en Londres había un Club del Suicida que te daba las formas más seguras y menos
dolorosas. Una pareja de amigos se asoció y mucho antes de efectuarlo lo
contaban a quien quisiera oírlos. Por supuesto que no lo tomábamos en serio
(por el refrán que reza “el que lo anuncia no lo hace”), que simplemente era un
recurso de snobs.” “Sí, pero hay otro: “el que avisa no traiciona.”
”Bueno, cuando lo llevaron a cabo, comprobamos que era de verdad.” “¿Sabés que
la mayoría de los suicidios se dan por la mañana y en día Domingo?” ”No, ¿de
dónde sacaste eso?” ”Investigación estadística.”
Julio salió a la vereda para fumarse un
cigarrillo. Mientras faseaba, pensó en cómo podría ayudar al amigo. Al sentarse
a la mesa le preguntó: “¿Te gusta leer?” ”Depende de qué, si es buena
literatura sí.” “Bueno, no lejos de aquí está la biblioteca del Congreso. Tiene
de todo. Porque por ley las editoriales nacionales deben mandarle un ejemplar
de lo que publican. Literatura, poesía, historia. Si tenés dificultades para
concentrarte, te sugiero sacar cuentos. Empezás y terminás uno o más en una
sola visita.” El suicida en potencia atendía en silencio. “¿Te tienta hacer
teatro?” ”Nunca lo intenté.” “Hay montones de lugares para probar. Gratis o
pagando poco como en el Centro Cultural Ricardo Rojas.” “Bien.” “Si te copa el
cine, te vas al Gaumont[1]
donde la entrada cuesta monedas o al Centro Cultural del Congreso de la Nación,
Alsina casi Entre ríos, donde proyectan películas buenas con entrada
libre.”
Pedro
volvió a llenar las copas. “Si te inclinás por la construcción literaria, hay
talleres sin costo en Aluvión Ciudadano de Corrientes y Río Bamba o el Centro
Cultural del Congreso.” “No creo, porque nunca se me ocurrió escribir.” ”Como
ves, salidas hay. A condición de que el proyecto te entusiasme, te saque algo
de adentro.” ”Ese es el problema, nada me copa. Es más, ni siquiera pretendo
que me conmueva, me conformo con que me ayude a ocupar las horas. Aunque sea un
laburo por poca plata.” ”¿Y si retomás los títeres?” ”No, eso fue laburo para
morfar en Europa.” “¿Minas?” ”Tampoco,
me abrí de la inglesa porque quería un hijo y de otra en Argentina porque
quería casorio. Cobra una buena jubilación y tiene departamento, pero estoy
seguro de que no tiene un buen recuerdo.” ”¿No podés vender el departamento.”
”Está a mi nombre con usufructo de por vida en favor de mi vieja.” A esta
altura de la journée[17], a Julio se le agotaban
los argumentos pero recurrió a uno más. “Mirá, en la otra cuadra me junto con
unos vagos y nos cagamos de risa ¿porqué no te das una vueltita?” “No te
prometo nada.”
Al
día siguiente (que no era lunes) se enteraron de que Pedro tapó el escape del
“tacho”, desconectó el catalizador, puso en marcha al motor y esperó en el
interior a que el monóxido de carbono cumpliera con su función.
RUMBO A AMERICAN EXPRESS
Cierta
mañana del 2019, Gustavo se despertó, desayunó y fue a tomar el colectivo 150 a
la parada de Callao y Perón. Debía resolver un malentendido que surgió en el
resumen de su tarjeta de crédito. La central de esa empresa está frente a Plaza
San Martín y el viaje le tomaría (dependiendo del tránsito) entre 20 minutos y
media hora. La cuestión del tráfico de los automotores se complicaba casi
diariamente por causa de las manifestaciones que se celebraban en la Plaza del
Congreso por motivos varios (despidos, bajos salarios, reclamos por el aborto
seguro y gratuito, etc.)
Cuatro
cuadras después, subió una dama de cierta edad, muy maquillada y con ropas que
demostraban su clase media-media. El bus estaba casi vacío y Gustavo estaba
sentado en el asiento doble delantero. La recién llegada se ubicó a su lado.
Apenas posó el culo en el asiento comenzó a protestar, en términos prolijos
pero que denotaban irritación: “Con estos parásitos de planeros[21], no se sabe
cuánto va a durar el viaje. Por suerte ya atravesamos la peor parte.” Gustavo
no pudo contenerse y dijo: “Señora, esas personas no tienen otra manera de
hacerse escuchar. Si están desocupados o con salarios de miseria, están en todo
su derecho.” “Señorita.” “Bueno, señorita.” “Lo que pasa es que son vagos y
drogadictos que están acostumbrados a vivir de nuestros impuestos.” “Mire, yo
soy jubilado con un haber suficiente, pero la mayoría cobra la jubilación
mínima.” “Yo también estoy jubilada, y con la mínima. ¿Qué hago?”, vendo
bijouta[22] en oficinas públicas. Me gano unos pesitos y me divierto.” “A usted, ¿le gusta trabajar?”.” “Claro.” “Qué raro, es la primera vez que
escucho a alguien decir que le gusta trabajar?”. El chofer escuchaba todo y
Gustavo acudió a su parecer: “A usted, ¿le gusta trabajar?” “No tengo más
remedio.” Gustavo se dirigió a su compañera de asiento: “Yo lamento que algunos
de los manifestantes recurran a las drogas, pero tengo en cuenta que es la
única forma que tienen de evadir su realidad.”
Cuando el colectivo llegó a Plaza San Martín,
Gustavo descendió y la señorita siguió viaje, seguramente hacia los Tribunales
de Comodoro Py o las cabeceras de los ferrocarriles de Retiro.
POBRES
Los pobres coleccionan
problemas. Yoli, la señora que nos limpia el departamento los martes, vive en
Merlo (tercer cordón de la provincia de Buenos Aires -culo del mundo si los
hay-. Sobrevive a un cáncer gracias a nuestra amiga Alicia, cuyo derpa[1]
limpia no sé cuántas veces por semana. Junto a otros cumpas, le transferimos lo
que le corresponde escrupulosamente. Tiene una nieta internada en "Casa
Cuna" (hospital pediátrico de Barracas). Yoli se comporta como lo qué es.
Guarda las cosas donde quiere y tenemos que reordenarlas cuando se retira. No
hay forma de hacerle entender que la escalerita que hay en nuestro dormitorio
no debe quedar sobre la caja del aire acondicionado del balcón. Carga con una
culada de nietos de diversas edades. Uno de ellos no come dulce si no es de
marca. Nancy le guarda los frascos vacíos de mermelada para que los llene de
mermelada casera. Para colmo, al esposo lo echaron de la empresa donde
trabajaba y se quedó sin CBU. Afortunadamente, Yoli es jubilada y tiene el suyo
Otro caso citable es el de Mirtha (con hache). Alquila dos ambientes en Flores,
es evangelista, macrista y madre soltera de Rocío, quien, para no quebrar la
tradición familiar, la munió con 5 nietos también sin papeles. Los
gurises son de distintos padres. Los dos primeros fueron incubados con un
compañero de secundario (también drogadicto perdido), otro con otro homeless,
que la embarazó y se tomó el buque, el cuarto con su primera pareja porque se
habían reconciliado y el más pequeño, que Rocío se reserva para sí porque con
un bebé en brazos factura más.
Un día, Rocío denunció a su padrastro por violación reiterada. El padre de
alguno de sus hijos, que tenía prohibición de acercamiento, no la respetó,
subió al departamento y le quebró varios huesos. Adentro mi alma por asalto y
violencia agravada. Lo metieron en cana y se comió unas semanitas a
la sombra. Salió por una recomendación que hizo un guardaespaldas de
Macri.
Como si esto fuera poco, era verdad que violó a Rocío, pero el desgraciado, en
un vómito de sinceridad, adujo ante Mirtha, que, desde hacía mucho tiempo,
desde que Rocío era menor de edad, le pagaba unos pesitos y eso no constituía
violación.
La santa nona se resigna pensando que "Dios sabe lo que hace" o
"Dios proveerá" (como los judíos ortodoxos, que se niegan a cualquier
tipo de prevención para el Coronavirus19). Renunció al trabajo en nuestra casa
porque somos kirchneristas.
EJERCICIO PARA MEJORAR LA CONCENTRACIÓN
Villa Crespo es un barrio de Buenos Aires con
historia. En Avenida Corrientes y Canning asesinaron a Silvio Frondizi y a su
yerno. Los ametralló un grupo de Tareas de la Triple A.
Una familia de villacrespenses que conozco,
compuesta por los hermanos sobrevivientes de una cohorte numerosa del campo de
Santa Fe consta de: Y (83); Y2 (85); X (76) e Y3
(90). Y4 (92) espichó hace poco. Los susodichos viven a escasa media
cuadra entre ellos en Villa Crespo. Y (83), es la menor y posee un
departamento chico en esa importante avenida y los otros (Y2 y X),
en una calle que corta esa arteria principal. Y vive sola y se arregla
como puede con ayuda de su hija, su yerno y un vecino de piso, quien, por ser
joven, debe cargar con la cruz de su geronte vecina. X e Y2 son
hermanos de Y, y habitan el mismo edificio, en distintos pisos. Para más
datos, Y2 es viuda de X2, que la mira vaya a saber desde dónde. Y2
es demente senil y casi no puede caminar.
Este conjunto de sufrientes vive intensamente
la anomalía del Amor/Odio. Se pelean y amigan permanentemente. Hasta hace dos
años, Y2, Y e Y4 veraneaban en una casita que tenían Y2 y X2 en
Las Toninas, pero Y2, en un rapto de ira, echó a su hermana Y.
Desde entonces, la desalojada se ofendió y juró no pisar ese balneario
nunca más. Estuvo mucho tiempo sin ver a Y2 hasta que se reconciliaron
(provisoriamente porque el sainete sigue su curso). X está ciego, Y maneja,
admirablemente, una enciclopedia de patologías y una farmacia en la casa. Es
abusadora serial y jode a quien puede. Y2 clama a los gritos para que X2
venga a buscarla y X, ante la inutilidad del llamado, le dice: “En vez
de esperar a que él venga deberías ir a buscarlo vos. Tenés que tirarte por el
pozo de aire y luz.”
Están todos pidiendo pista para acompañar a
los que los precedieron. Y provocó, hace algunos años, crisis de nervios
a su hija y su yerno porque ya no podían soportar las molestias que causaba.
Buscaron una Residencia de Ancianos cercana, pero no les dio el cuero.
Afortunadamente, la Obra Social de Y cuenta con un especialista en
tratamientos de dolor, quien resolvió los males de la vieja con parches de
opiáceos que no entran en lista de los medicamentos con descuento.
Y3 murió de cáncer y Alzheimer. En sus últimos
tiempos, no reconocía al dinero, perdía o se olvidaba los ingresos de su
jubilación y las rentas de unos departamentos y la sobrina, que vive
relativamente lejos, se tuvo que hacer cargo de todo. De modo que podríamos
decir que se fue sin darse cuenta.
X es un pájaro de aquellos. Cuando cumplió 70,
lo festejó presentando a su familia un hijo bastardo que resultó macanudo y
agradecido con ese padre que no le dio pelota por 38 años.
Y3, bonita de joven, pasó toda su vida como
amante del dueño del hotel donde trabajaba, que no sólo le montó garzonier
(piso de soltera), sino que puso a su nombre algunos locales y viviendas.
La demencia senil de Y2 la lleva a caer
en cuentos del tío, deprimirse a niveles de internación y pelease, cuando tiene
con quien, cada vez más a menudo.
X suele ser amable con su hermana de la otra
cuadra que, en ocasión del asunto de la búsqueda de geriátrico, le aconsejaba
que saliera muchas veces al balcón. Recordemos que Ernesto Sábato, en su
“Informe sobre ciegos”[1], describe en detalle cómo la pérdida de
visión pervierte a quienes la padecen.
Rescatando
nuevamente una de mis notas en Facebook, el 24/6/18 publiqué el
siguiente artículo:
NOCIONES DE DEMOGRAFÍA SOCIAL BÁSICA
El territorio bajo soberanía argentina comprende unos 3.700.000 km²
(tierras continentales y la parte nacional de la Isla del Fuego). Más la franja
oceánica propia de 200 millas náuticas a partir de las costas correspondientes
al Mar Argentino, las aguas del Río de la Plata y todo lo nuestro del
continente antártico y las Islas del Atlántico Sur. Proxi 6 millones de km².
Con cerca de 44 millones de habitantes. Promedio 0,14 km. por barba. Con todos
los climas, razas, religiones, etc. Y una abrumadora mayoría de argentos. Las
personas se agrupan en un 80% en áreas urbanas y 6 de cada 10 en grandes
ciudades. "¡Eso nos enseñan en primaria!, ¡No me jodas!" Lo que no
explican en ninguno de los ciclos escolares (salvo algunas carreras
universitarias) es el porqué y el cómo de esta deformación de nuestra formación
material como nación.
Es conocido que fuimos el granero del mundo durante la etapa inicial
de nuestra modernidad merced a la generación del '80. Elite conservadora que
elucubró un brillante porvenir (para ellos) asentado en el genocidio de los
pueblos primitivos, la importación de europeos (campesinos del sur español,
italiano, perseguidos judíos y unos menos armenios y árabes). Violando las
promesas prometidas (¡cuando no!) sobre darles tierra barata, los neo patricios
lograron que nuestros abuelos terminaran en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y
Mendoza como obreros de la construcción o del comercio urbano en conventillos
de propiedad de la Iglesia Católica. Los menos (gauchos judíos) compraron
tierras fiscales gracias al Barón Hirsch y levantaron colonias o se radicaron
en el barrio de Once a ejercer comercio honesto. Otra fracción arrendó fértiles
extensiones en la Pampa Húmeda y una tercera se ganó el pan como vendedores
ambulantes en la misma zona. Los menos agraciados terminaron como peones
rurales en la Patagonia. Bajo prohibición de instalar a sus familias. Parias
mal paridos por gracia de Dios y la santa oligarquía.
En consecuencia, el granero del mundo (ovejas y vacunos sumados luego)
se erigió en un monumental monumento al latifundio (mucha tierra en pocas
manos). La racionalidad oculta en esta especulación demográfica brillante se
basa en la seguridad de que sin población la probabilidad de disturbios
disminuye. (No people less trouble)[1], "Poca
gente, menos lío". ¿Me explico? Sueño feudal, semi feudal o
subdesarrollado en las discusiones sesentistas de intelectuales zurdos y
panacea de todos los reaccionarios del mundo y sus alrededores en todas las
épocas. Nada nuevo bajo el sol. El sueño Cambiador que asola o asuela esta
patria vuelve a sus genes. Mismos apellidos mezclados con mafias afincadas no
en el Campo (reservorio intocable de nuestra oligarquía clásica) sino en la
Gran Industria, las Finanzas y los Servicios. Ecosistema viejo con pelos teñidos
y ojos azules. De lame ortos ingleses a chupa penes yanquis. Sin escalas.
Desayuno incluido. Re primarización de la economía y espacio vital para 10
millones con el resto a la intemperie bajo la tormenta. Porque somos un país
pobre en el culo del mundo y la mosca no da para más. Apenas para los más
capaces y emprendedores. Los K pensamos lo contrario. Somos un país rico con la
biyuya[1] mal repartida.
¿Exagero? No creo. En laboratorio, una geografía tan extensa con 10
millones de prosumidores es ideal. Del S.XIX al S.XXI. Las mismas letras
romanas en distinto lugar con una moral idéntica. El modelo de desarrollo es el
mismo. Pero en la realidad dura pasaron cosas. ¡Hayque! Hay que aplastar a los
obreros, reprimir a los desocupados, multiplicar los homeless y reducir la relación activo/pasivo en la seguridad social
apurando la muerte natural de los viejos que cobran la mínima. CFK en cana. De
Vido y Milagro ya están. Tenemos arrepentidos. Los bolsos de López y el
"Se robaron todo". Tenemos equipo. Tenemos (por ahora) al FMI. A Uber
y Flybondi. Energía eólica y Vaca Muerta. Y litio “como pácer dulce”[1]. Con una decena la pasamos bomba. "No sir (no señor)". La cosa
no es así. Para bailar el tango hacen falta dos. "Las minas. Siempre las
minas. Son quilomberas de alma. Ma qué aborto ni aborto, que revienten por
putas". Con la PPP (proyecto público privado) y los empréstitos la
rompemos. Reelección asegurada para Mauri. La inflación se resuelve en un tris.
Mienten como mintieron nuestros oligarcas a los europeos muertos de
hambre para hacer una nación de un desierto. Apenas Mendoza y el Alto Valle del
Río Negro. Hay que distraerlos con sanata de tecnología de ultimísima
generación y cantos de sirena New Age.
Y 10 millones de hombres de buena voluntad. ¡Qué grande Mauricio! ¡Que
revolucionario!”…
El 24/6/18 publiqué, en Facebook, el siguiente artículo:
“GUERRAS DE 4TA.
GENERACIÓN - AMÉRICA LATINA HOY
En algún escrito de este mes nombré
"las guerras de 4ta. generación". Hasta ese día yo mismo no sabía que
existiera esa conceptualización. Me enteré mirando TeleSur (el canal
internacional preferido de CFK). La cosa viene así: hubo una I Guerra Mundial y
una II. Hasta aquí todo bien. Luego vinieron las de 3ra. generación (Primera
guerra de Irak, de Los Balcanes, etc.). En la I guerra de Irak, vimos en las
pantallas fuegos artificiales porque los EE.UU. habían aprendido, en la Guerra
convencional de Vietnam, que no se debían exhibir muertos -propios y ajenos- al
público porque afectaban la imagen de las administraciones asesinas. Entonces,
los think tank[1]
estadounidenses crean las guerras de 4ta. generación.
En el programa citado (buscar el 18/6/18)
se produce un intercambio entre intelectuales latinoamericanos y europeos
acerca de los alcances de estas nuevas formas de enfrentamientos bélicos.
Los llamaré a y b. Los a) los ven
revolucionarios y los b) contra revolucionarios. Los primeros piensan que en el
seno de la globalización del S.XXI las revoluciones clásicas se fueron para no
volver. Que lo nuevo son ejemplos revolucionarios fundamentalistas (Al Qaeda,
ISIS, etc. o narcos globalizados) con novedosas tácticas y estrategias
-11S/2001, 11M/2004, lobos solitarios, etc.-. Los fundamentalistas más
importantes son internacionalistas, imperialismos de corte medieval que emplean
fanáticos decididos a inmolarse a partir de la creencia en el edén mahometano,
que promete una corte de vírgenes para esos héroes; b) los que los ven como
contra revolucionarios sostienen. como ejemplos, a las guarimbas en Venezuela,
cómo se ubican las iglesias protestantes hegemónicas en la región (Brasil,
Argentina, Chile, Colombia, Perú. Detrás de los triunfos en elecciones de
Macri, Piñera, Kuczynski en Perú y Duque en Colombia y Temer en Brasil con el
golpe parlamentario a Dilma), están los partidos políticos reaccionarios, los
medios masivos de comunicación de la derecha y las ONG's financiadas por USA y
el narco. Citan a Nicaragua ejemplo: proveen de 30 millones de dólares a lo que
llaman Defensa Civil contra Ortega.
Los b) agregan que "las guerras de
4ta. generación" exceden al Estado Nación. La derecha aprovecha la
debilidad del Estado Nación. Esto es claro en el caso de Colombia, donde el
uribista Duque adelantó que romperá los acuerdos de paz con las FARC, que,
junto a otras fuerzas progresistas sacaron el 41% contra el 54% de Duque y el
resto de votos en blanco o nulos. Final cantado: las FARC regresarán al monte y
se reiniciará la guerra que Santos y el colectivo de comandantes de las FARC
trataron de resolver. Pero la cosa no termina allí: la comunidad LGTB se
manifiesta preocupada por el resultado electoral y, como frutilla del postre,
hay que saber que Nicaragua construye con China un canal interoceánico que
competirá con el canal de Panamá. Las "guerras de 4ta. generación" son
alentadas por la Nueva Derecha continental: Trump, Macri, Temer, Piñera,
Kuczynski y Duque (habrá que ver lo que pasa en México).
En nuestro país cuadra lo expresado como
anillo al dedo. Las compras de armamento a Israel y la presencia de tropas yankis
e israelíes nos están alertando” ...
La vigencia de esos párrafos, de nueve meses
atrás, es impresionante, especialmente, respecto de los tiempos en que el
Covid19 no había atacado aún.
MARTÍN
Martín es sociólogo. Encuestador cuando estudiante de la carrera. Luego operador
bilingüe en ENtel[1]. Cesante
por huelguista en 1971. Reincorporado. Segundo raje en el ’74 por activista
zurdo. Reincorporado en marzo del ’76 pocos días antes del golpe de Estado.
Tres meses después renunció porque estaba “marcado”. Gracias a un pariente
encontró trabajo en Laboratorios Oftalmológicos Argentinos. Lo echaron hacia
fines del ‘83, junto a todo el plantel de visitadores cuando lo eligieron
delegado. Con la transición a la democracia ingresó a la Secretaría de Vivienda
y Ordenamiento Ambiental en el puesto de una amiga socióloga con categoría 16
(la más baja para profesionales universitarios) que pasó al Ministerio de
Economía de la Nación (MECON), como secretaria privada de Bernardo Grinspum.
A los dos años, esa misma amiga le consigue el pase a la Secretaría de Planificación
de Presidencia de la Nación (SPPN). Grinspun había sido reemplazado por Juan
Vital Sourrouille en la cartera económica y Bernardo se refugió en
Planificación[1]. Revista
en ese organismo con categoría 21 y 22 (sobre 24) durante las gestiones de Grinspum,
Moisés Ikonicoff y Vittorio Orsi (primera presidencia de Menem)
hasta que Cavallo disuelve la SPPN (´Secretaría de Planificación de Presidencia
de la Nación) y la transforma en Secretaría de Programación Económica
dependiente del MECON (Ministerio de Economía). Todo el personal pasa al nuevo
organismo. Juan Llach asume como
secretario y viceministro de Economía.
El sindicato A.A.P.M. (Asociación Agentes de Propaganda
Médica-Filial Capital Federal) fue el primer gremio en normalizarse en esa
jurisdicción antes de que los militares asesinos dejaran el poder. La digna
profesión de valijero, por entonces y antes, estaba poblada por hijos y
parientes de médicos (de hecho, siempre en estrecha relación con las compañías
de la industria farmacéutica en razón de su juramento hipocrático) que solían
ser, o bien profesionales con títulos que debían ocultarse bajo dictaduras
-como sociólogo- o bien estudiantes avanzados de medicina, odontología, y
egresados de, por ejemplo, Ciencias Físicas, Exactas y Naturales que no
alcanzaban a cubrir sus necesidades económicas con sus salarios docentes.
En los ‘70, en Capital Federal y el Gran Buenos Aires, esa
selecta fauna de hombres y mujeres (pocas) con saberes especializados útiles
comercialmente para los productores de fármacos, estaba a disposición por
ciertas sumas de dinero, insignificantes para la segunda industria en magnitud
de utilidades después de la armamentística. No obstante, los emolumentos
percibidos por los “ valijas” fueron siempre muy jugosos en comparación con el
salario medio de los vendedores de plaza. Se los entrenaba en ventas y métodos
de persuasión específicos para la venta de pastillas, jarabes y otros líquidos
terapéuticos (colirios, pomadas, etc.). Por su formación, esas personas
adquirían prontamente las habilidades requeridas para su tarea: convencer al
intermediario (galeno) para que prescriba lo que el paciente (cliente) comprará
más tarde al minorista (farmacéutico). Posteriormente se profesionalizó ese
trabajo y ya no basta con entrar recomendado, sino que es necesario realizar un
curso de tres años dictado por la asociación gremial.
En los ‘70, a esa configuración de la cadena de valor
curativa, se agregaba una característica novedosa. Los veinteañeros
universitarios de entonces estaban altamente politizados. Para largarlo de una,
había montones de zurdos (peronistas y no peronistas) que militaban o habían
participado en organizaciones fierreras como Montoneros y ERP, o fierreras en
concepción estratégica como Vanguardia Comunista (Maoísta y decidida a llevar a
cabo la Guerra Popular Prolongada). Desde luego que su compromiso con las armas
en apoyar en actividades de superficie, es decir en ámbitos cotidianos legales.
Una especie de conexión intermedia entre los combatientes y los periodistas
orgánicos (diarios Noticias, y El Descamisado, etc. en el caso de los montos, diario El Mundo en los ligados al partido de
Santucho) que, al estar mucho más expuestos, cayeron abatidos por la represión
(Paco Urondo, Rodolfo Walsh, en el peronismo revolucionario, Rafael
“Cacho” Perrotta, entre los vinculados a Estrella Roja[1] y Emilio
Jáuregui, articulista de El Mundo
y miembro de la dirección de Vanguardia Comunista[1]). Esta enumeración es meramente
ilustrativa de la relación intelectuales-revolución propia para una porción de
la generación del ‘70.
Martín comenzó a reconocer pares en las charlas de los
halls de hospitales o sanatorios en los que los “valijas” trabajan por
la mañana. Poco a poco fue reconocido (y aceptado) por visitadores
radicalizados que se congregaban en una agrupación clandestina que combatía a
la dictadura en ese ámbito de trabajadores de cuello blanco. La filial Capital
del gremio que hoy se denomina AAPMRA estaba entonces gestionada (como todas)
por un interventor de los uniformados. Pero, si bien se imponía a los
sindicatos un mandamás milico, (acompañado por uno o más de su fuerza y de
grado congruente con la importancia de la organización de marras, el resto del
personal (convenientemente depurado) estaba compuesto por los civiles que
trabajaban desde antes en la entidad porque es imposible manejar estructuras de
cierta complejidad sin empleados que conozcan las rutinas (abogados,
contadores, encargados de la obra social, etc.). Entre esos civiles había
pro-milicos y anti milicos, qué a su vez, conocían las trayectorias políticas
del resto.
Cuando, en las postrimerías del fracasado plan militar que
buscó perpetuar a las fuerzas armadas en el poder y se derrumbó con la derrota
en la Guerra de Malvinas, los genocidas asignados al frente sindical en
Capital, comenzaron la retirada con pruebas piloto en gremios de todo tipo. En
Capital Federal optaron por normalizar uno de clase media, AAPM[1]. En
teoría moderado. Desde luego que los militares sabían que algunos de los
visitadores estaban o habían estado en contacto con la subversión, pero
contaban a su favor con muchos otros afiliados que militaban en el radicalismo
o el peronismo no guerrillero.
Martín fue elegido delegado de laboratorio y, en
consecuencia, adquirió credenciales para integrar una lista en un lugar
secundario de una lista porque tenía antigüedad limitada en la valija. Sin
ocultar su ideología ante sus compañeros, fue a formar parte de la opción
zurda. En la misma, había además de independientes marxistas y socialistas, ex
militantes y/o simpatizantes de las FAL y de otras formaciones menores como el MR-Che (Movimiento Revolucionario Che
Guevara), etc. que, en su momento, se encuadraron, como todas las
agrupaciones de base izquierdistas de los ‘70, en la CGT de los Argentinos que dirigió Raimundo Ongaro. Durante la campaña electoral se realizaron
asambleas en los hospitales en las que las que hablaron los candidatos de las
dos listas enfrentadas. Una vez reunidos los visitadores en algún lugar
apartado del público hablaban los candidatos de las dos ofertas: la
“extremista” y la compuesta por la alianza moderada.
El candidato a Secretario General de la Lista en la que
iba Martín como vocal era Juan Manuel Mandeville, sociólogo recibido en la
Universidad del Salvador, para esos años, fortaleza de los grupos cristianos de
izquierda (algunos ligados a Bergoglio, quien actualmente es Papa Francisco).
Durante la campaña, Martín y otros compañeros salía a hacer pintadas en las
paredes próximas a los hospitales llamando a votar a la lista. Se reunían en la
oficina de Avenida Corrientes de un ex visitador que ejercía como abogado y
que, sintiéndose aún militante revolucionario, se sumaba a la agrupación de los
visitadores. Para las pintadas viajaban
en los autos de alguno de ellos y para imprimir los panfletos hacían una
vaquita con aportes de los candidatos y simpatizantes que estaban en la
periferia de la lista. Los fondos requeridos no eran demasiado significativos y
todos ganaban bien.
La campaña se desarrolló en unos dos meses escasos.
Celebraron reuniones internas de la dirección político-gremial de la lista y
ampliadas a simpatizantes delegados de laboratorios y nosocomios y se
cumplieron todas las tareas inherentes a una contienda sindical: muchas
habladas en pequeños grupos en los hospitales, charlas individuales en las
“zonas”[1], reparto
de volantes y pintadas. A la hora de la verdad, es decir cuando había que
inscribir la lista ante la Junta electoral para que ésta la registrara en el Ministerio de Trabajo, Juan Manuel los
reunió y les informó que debían hacer un esfuerzo económico adicional porque,
para que el funcionario encargado de aprobar el acto eleccionario en el
Ministerio, que era un “compañero”, le había comunicado que, si deseaban que se
pasara administrativamente la postulación de la lista tenían que pagar un
“peaje” Todos putearon lindo. Pero pusieron su parte en efectivo porque no
había forma de sortear el obstáculo. Juntaron la plata y se pasó a discutir
temas importantes. Los luchadores antidictatoriales sabían que las reglas del
juego sindical argentino estaban contaminadas por la corrupción y la
burocracia, pero optaban por resistir a los milicos en el terreno legal,
tratando de dirigir un sindicato combativo. También sabían que durante mucho
tiempo tendrían que conformarse con ser una minoría en el escenario laboral y
que pasarían años antes de que se consolidaran corrientes gremiales
democráticas.
De este episodio, Martín sacó en limpio: a) un nuevo raje
laboral, porque cuando perdieron las elecciones, los dueños del laboratorio
echaron a todo el equipo de visitadores del área metropolitana y, b) pasó a
engrosar la lista negra de la industria farmacéutica argentina, lo que
significaba que jamás lo tomarían, ni a él ni a sus compañeros, en ningún
laboratorio.
Martín en el funcionariado de la
Administración Central y la academia
Martín como tantos funcionarios
técnicos (es decir, no políticos nombrados por la administración de turno)
sabía en detalle lo que pasaba en la SSPM por radio pasillo. Conoce el episodio
del robo del maletín a Llach en ocasión de que, por viaje de Cavallo al
exterior, quedó como titular de la cartera. Resulta que había salido a almorzar
y, cuando regresó, faltaba el attaché con papeles reservados que tenía en su
despacho. La suspicacia del personal adjudicó el hecho a los servicios de
inteligencia. Eran tiempos de mesas de dinero en el MECON y de “externalidades”[1].
En docencia escribió materiales de
texto para la Cátedra Di Tella del CBC donde era profesor adjunto
contratado. A partir de 1991 presidió, primero, el Centro de Estudios Canadienses instalado en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA, y posteriormente fundó la Asociación
Argentina de Estudios Canadienses (ASAEC). Su simpatía con Canadá se
originó en el hecho de que (como confirmará más tarde) en ese Dominio de la
Corona Británica, la mayor parte de los académicos eran de izquierdas. Trabó
conocimiento, y luego amistad, con Danny Drache, por entonces influyente
dirigente del New Democratic Party[1], que
enseñaba en la Universidad de York. El Partido de la Nueva Democracia
representaba al moderno socialismo de Canadá. En su primera beca de intercambio
contactó también a Liisa North, sueca nacionalizada canadiense, maoísta y
directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de York University y posteriormente amiga
en las visitas que Martín realizó a ese país en calidad de autoridad máxima de
ASAEC o becario del Programa de Iniciación del International Council for Canadian Studies (ICCS) (Consejo Internacional para los Estudios
Canadienses).
Martín jamás hubiera trabajado en
intercambio académico con universidades yanquis, pero simpatizó de inmediato
con los profesores zurdos de la casa de estudios superiores de la ciudad de
York, por entonces uno de los principales centros académicos del ideario
izquierdista del Dominio. Luego, por intermedio de ellos, se vinculó con otros
del este, centro y oeste de ese país.
Visitó esa nación bilingüe como
becario en cinco oportunidades. Dos como becario y, otras tres, por tareas
institucionales. Publicó artículos y capítulos de libros sobre Canadá y
Argentina en castellano, inglés y francés. En este último caso, patrocinado por
Jacques Zylberberg, catedrático amigo de la Universidad Laval de
Quebec, que militaba en el Liberal
Party (Partido Liberal) que tradujo una nota relativa a la inmigración, la
integración y la participación política en Argentina al idioma galo.
Durante su dilatada carrera docente
continuó publicando apuntes de cátedra (el último en coautoría con Alberto
Fernández, que fue director del CBC durante 18 años y falleció al frente de
su cátedra). Conduce un Renault 19 modelo ’94, que mantiene intacto, pues lo
usará hasta que se agote.
Martín fue, entre 1985 y 2011, año en que lo jubilaron, Profesor
Adjunto de una de las cátedras de Sociología del CBC de la UBA. De los 26 años
que pasó dictando clases en el CBC, unos 20, los cumplió como Profesor Adjunto
de Introducción a la sociología. Entre las responsabilidades de su cargo estaba
la de abrir los cursos. Juntaba los estudiantes de cada turno
(mañana-tarde-noche) y les aclaraba los criterios de la cátedra. Le parecía que
ese introito era muy importante para los recién llegados a la UBA,
(especialmente para aquellos que cursan su primer cuatrimestre).
En esa primera clase, comenzaba diciendo: “Ustedes, que
por lo general ingresan a la universidad luego de aprobar un secundario
deficiente, deben comprender que tal carencia, no atribuible a los estudiantes
sino al sistema de segunda enseñanza vigente, no puede ni debe superarse merced
a un bajo nivel de la calidad pedagógica de la universidad. Con esto quiero
decir que la responsabilidad de salvar la brecha entre un secundario paupérrimo
y deficitario, no recae en nosotros, los educadores, sino en Uds., los
educandos. Me animo a afirmar que la mayor parte deberán realizar esfuerzos
extra para alcanzar la nivelación que necesitan”.
El profesor Martín proseguía la
arenga así: “La vuestra es una generación más habituada a la receptar
información que a procesar conocimiento. No es lo mismo estar informado que
conocer. Para este segundo estado es menester contar con un espíritu crítico.
Todos nos movemos, inicialmente, en el terreno del conocimiento ingenuo. Es
decir que tomamos por cierto lo que se nos informa. Saben que los estímulos
provenientes de los medios de información masivos, distan a menudo de
intenciones prístinas. No les interesa la verdad pues responden a intereses
creados. Para superar esa naturalidad creada artificialmente por los Mass media, se debe tamizar y
reflexionar, interrogar a la información para arribar a conclusiones propias.
Eso es pensamiento crítico. Nuestra cátedra milita en el pensamiento crítico.”
El adjunto continuaba: “Considero que
no estamos aquí para regalar nota. Si hiciéramos eso en este primer ciclo de la
universidad, estaríamos cometiendo una estafa. Aprobarían la materia sin haber
alcanzado los objetivos que definimos nosotros. El diploma que corona la
carrera que cada uno haya emprendido no es un mero papel decorado. De nada les
servirá si no confirma un determinado aprendizaje. Eso es lo que podrán
esgrimir en su vida laboral futura. Lo que saben, los habilita. No deben
preocuparse por el tiempo que les lleve recibirse. En especial los que trabajan
y estudian, si el término normal de la carrera es de 5 años y la cursada les
toma 6 o 7, no es grave. Lo serio sería que no sacaran provecho. Mi madre, una
gallega con primaria incompleta, me decía: ‘hijo, nadie te va a preguntar
cuánto te llevó completar la carrera ni con qué nota promedio te recibiste”.
Normalmente, ese discurso inicial
tomaba hora, hora y media de la atención de los estudiantes. Martín tenía más
cosas que decir. “Constatamos que llegan a la universidad con una escasa
capacidad para el pensamiento abstracto, para la generalización. Hay un
pensamiento concreto: Juan, Carla, hacen tal cosa. Son seres humanos tomados
como individuos. Martín camina, Nora saluda. Si decimos la pareja conformada
por José y María entramos en un segundo grado de generalización (abstracción).
Si decimos ‘Sociedad’ generalizamos en un nivel más alto, y si nos referimos a
‘La humanidad’ estaremos en un estadio de abstracción mayor”. El profe decía: ”Los
profesores comprobamos, además que, en términos medios, casi no tienen hábito
de lectura. Siempre hay alguno/a que, cuando yo o los auxiliares señalamos un
material de estudio, pregunta cuántas páginas tiene. O se quejan reservadamente
de la complejidad de un escrito. Yo los tranquilizo con esta frase: ‘Los
materiales están escritos en castellano y ustedes saben leer y escribir. En la
bibliografía encontrarán sólo capítulos o fragmentos originales porque
consideramos que los comentarios o interpretaciones de lo que escribieron otros
no son adecuados para una buena formación. Si no entienden el capítulo en el
primer abordaje, lo leen una segunda vez y verán que ya comprenden algo más.
Si, con esa nueva lectura les quedan dudas, lo repasan una tercera, y verán que
ya lo dominan.”
Finalmente, el profesor Martín
aclaraba cuestiones operativas: nota para aprobar, exámenes, etc. y daba por
terminada la reunión.
En una segunda faceta de su actividad
como sociólogo, Martín se desempeñó como funcionario técnico (no político) en
varias dependencias de la Administración Central.
Durante la presidencia de Menem
se armaron las Mesas de la Concertación. Martín fue comisionado a la del Cuero
Vacuno. Una tarde estaban esperando, él, como representante del Estado, Alberto
Grimoldi, en carácter de presidente de la Cámara de Empresarios del
Calzado y Agustín Amicone, Secretario General de UTICRA (Unión de
Trabajadores del Calzado de la República Argentina) que llegaran otros
integrantes de la mesa y departían amigablemente. La charla transcurría
distendida y el sindicalista estaremos en un estadio de abstracción mayor”
dijo: “Mire, don Grimoldi, usted, después de una vida de sacrificios,
llegó a tener su fábrica. Yo, después de mucha lucha, llegué a tener mi
sindicato.” Amicone sigue al frente de UTICRA hasta hoy (rubrica las
paritarias desde 1989 hasta 2015), lo que demuestra que tenía razón.
Cuando Carlos Menem
(CM) nombra a Domingo Cavallo ministro de Economía se disuelve la SPPN y
todo el personal pasa a la Secretaría de Programación Económica (Juan Llach).
Con los nuevos vientos, el equipo de sociólogos de la dirección donde Martín se
desempeñaba. Martín queda a la espera de
nuevas tareas. Se arma una unidad para el estudio de la pobreza, inicialmente
comandada por Enrique Amadasi (sociólogo UCA amigo de Llach). En 1992,
Martín es enviado a un curso de
especialización a ILPES-CEPAL-ICI[1] en
Santiago de Chile “Formulación y evaluación de políticas y proyectos sociales”,
que cuesta al erario unos 10.000 Dólares (Convertibilidad mediante). Esa
experiencia le resultó doblemente beneficiosa tanto en el plano profesional
como en lo personal. De regreso al MECON, se encuentra con una reestructuración
en marcha. La totalidad de los sociólogos de marras (algunos de ellos en
comisión en la Cámara de Diputados u otras dependencias) son pasados a
disponibilidad[1]. Por una
jugada casual y afortunada para los involucrados, la lista de disponibles cae
en una oficina equivocada. Un empleado de la misma saca fotocopias y las hace
circular. La filtración provoca un escándalo interno. Ana Rita, una compañera
de Martín casada con un periodista
del diario Clarín y al día siguiente
el matutino publicó un pequeño suelto en el que se leía: “El viceministro Llach
liquida el equipo de estudios de la pobreza de su secretaría”, explicando en
muy pocas líneas a que se dedicaba Martín entre esos profesionales. Llach llama
a Ana Rita a su despacho y le pregunta: ”Ana Rita, ¿qué me hacés?” Ana le
contesta que lo que aparece en el suelto es absolutamente cierto. “Bueno, no es
tan así, lo vamos a revisar.” En consecuencia, Martín, Ana Rita y
Horacio González, un economista de otra dirección, son retirados de la lista.
El principal argumento atendido por las autoridades fue que los tres habían
sido becados en años anteriores para realizar el curso en ILPES-CEPAL-ICI[1].
Safusqui (zafaron). El resto fue pasado a degüello.
El riesgo de quedar sin laburo
prendió las alarmas en el sociólogo, que comenzó a explorar
nuevas alternativas. Estaba en la Dirección Nacional de Programación del Gasto
Social con un cargo concursado, pero no estaba contento. Se dedicó a estudiar
los concursos internos que aparecían. Seleccionó uno en la Secretaría de
Provincias del Ministerio del Interior porque su currículum vitae
calzaba al pelo con lo que solicitaban. Habló con su subsecretario (a la sazón
casado con una amiga de Lisa) y le comunicó su intención. El “Subse” le dijo
que vería qué se podía hacer. Martín presentó los papeles y una tarde lo
citaron para una entrevista. Lo esperaban dos señores muy amables que le
pidieron que explicara los motivos por los cuales se había postulado. Les dijo
que pensaba que en ese lugar tendría más oportunidades de desarrollo. Uno
preguntó: “¿Ud. cree que se encuentra en condiciones de desempeñar un cargo que
implica un alto grado de confidencialidad?” ”Bueno, creo que hasta hoy demostré
en el MECON mis capacidades técnicas” ”Muy bien, le avisaremos”, dijo el otro.
La entrevista fue corta pero suficiente como para que Juaco comprendiera que
sus interlocutores eran agentes de los Servicios de Inteligencia del Estado
(SIDE)[1].
El día de la oposición por escrito,
se presentó confiado. Les formularon unas pocas preguntas para desarrollar
brevemente. Él respondió a todas salvo una que sólo podía contestar la persona
que ocupaba el cargo en ese momento. Resultó ser una jovencita que no podía
tener la experiencia que como sociólogo tenía en políticas sociales, punto
fuerte de las capacidades demandadas. Martín salió segundo en el orden de
mérito porque no había respondido la pregunta pensada “a medida”. Resulta que
en todos los concursos públicos (internos o abiertos) se selecciona una terna
(1°,2° y 3°) y el director solicitante tiene la prerrogativa de indicar al
ganador del concurso. Por las dudas, antes de que se publicara el resultado,
fue a ver nuevamente a Subse para contarle cómo le había ido en el examen. “No
te hagas ilusiones, lo consulté y el puesto es para la persona que lo desempeña
actualmente.”
Martín pasó sus últimos años de
trabajador en actividad repartido entre el cargo público de categoría B9 (en
una escala que llega como máximo a A10) y la docencia universitaria, donde tuvo
a su cargo, como profesor regular adjunto (concursado) de Sociología (UBA),
muchos auxiliares jóvenes (desde estudiantes avanzados hasta egresados con
cierta antigüedad).
Siempre había pensado que una de las
salidas que tenía ante sí era la literatura, porque tenía pluma suelta a causa
de su práctica como sociólogo en el ministerio y la docencia. A los 71, cuando
le señalan que lleva el cierre de la bragueta bajo, deja la tarjeta de débito
en el cajero automático o concurre al médico un día antes de lo
correspondiente, se dice a sí mismo, y a su esposa, “viejo pelotuuudo”.
Casi toda su vida había militado en
organizaciones estudiantiles o sindicales que operaban en la superficie por
cuenta de partidos revolucionarios clandestinos en las dictaduras y de cara al
sol en la democracia. Las primeras pintadas que realizó decían “Laica sí. Otra
no”, contrapuestas a la V con la cruz (idéntica a la que llevaban los Gloster
Meteor que mataron con bombas a centenares de argentinos en la Plaza de
Mayo en 1955) y que significaba “Viva Cristo Rey” o bien “Cristo vence”
-consigna que identificaba a los antiperonistas de la misa en la catedral que
precedió a la quema de las iglesias en los alrededores de ese templo-. Con
escasos 13 años, armaba con sus amigos tizones rellenando cartuchos de papel
higiénico con negro de humo en polvo mezclado con sebo de velas de alumbrar. El
artefacto resultaba un crayon enorme que se iba cortando a medida que se
gastaba. Más por alarde que por otra cosa, llevaban cachiporras o manoplas en
sus portafolios de colegio.
Cursaba el primer año del secundario
en el San Isidro Labrador con condiscípulos Beccar Varela, Lanusse, Villalonga furlong,
Estrada, Obarrio, etc. en su totalidad partidarios de la enseñanza “libre”. Es
decir, confesional. Como se advertirá sin esfuerzo, estaba en la primaria
(también en el San Isidro Labrador) cuando derrocaron a Perón y volvió a su
casa –en el Boulogne obrero- a pie con Pietro Golfari, un compañero de aula,
porque les dieron asueto y no circulaban colectivos. Resto del secundario en
colegios públicos. Pésima conducta. Jugó al rugby en la 4ta. del Hindú Country
Club (más por figuración social que por vocación deportiva), cuando ese equipo
pertenecía a segunda división. Ingresó a la Facultad de Derecho estatal
pensando que adquiriría una sólida cultura general, y al comprobar que no era
ese el camino, se mudó a Sociología, para entonces en Filosofía y Letras de la
UBA. Recorrió, en el orden que se expone, las ideas del existencialismo
sartriano, el trotskismo, el maoísmo y el guevarismo. Exponente estudiantil
ordinario de la generación del ‘70. La de los presos, las violadas, los
torturados, los caídos en combate y los desaparecidos. La que vivió, además, en
la temprana juventud, el casi enfrentamiento armado con Chile y la guerra de
Malvinas.
En los veinte años que median entre
la Revolución cubana y el Cordobazo era un admirador más de la gesta castrista
y se conmovía con las películas Morir en
Madrid; La batalla de Argelia; Queimada; Estado de Sitio y tantas otras en
los cines Lorraine, Arte y Loira de la calle Corrientes. Lector temprano de
literatura clásica, cinéfilo pertinaz (al punto de ver en el mismo día tres
películas en continuado en el Lorraine), frecuentaba en los primeros años de
facultad la noche culta de Buenos Aires con algunos pesos en el bolsillo. Vivió
con intensidad la Corrientes psicobolche. Filo fue entre fines los ‘60 y
mediados de los ‘70 el centro político del movimiento estudiantil de Buenos
Aires. Allí nacieron las primeras guerrillas, las Cátedras Nacionales (en
paralelo con Córdoba) y la primera versión de Carta Abierta; repercutieron
cismas importantes (PCA/PCR; PRT-ERP/PRT La Verdad) y creció el
maoísmo. También surgió el Frente de Liberación Homosexual de Argentina[1]. Martín recuerda
a Néstor Perlongher repartiendo volantes del FLH en el hall de Filo en
soledad. Si mal no recuerda, Perlongher había militado en la TERS[1].
La lucha contra la “dictablanda” de Onganía
lo derivó a una breve pasada por el “PRT La Verdad”, donde militaba su amigo
Juan Ramón, pero cuando (al mes) comprobó que el Morenismo[1] era tan
tibio que caía en el colaboracionismo, pasó a Vanguardia Comunista (representante
oficial de los pro-chinos de Argentina). Casualmente, su ruptura con La Verdad
coincidió con la de Juan Carlos Dante Gullo, compañero de Martín en
Filo. “El Canca”[1] también
se fue al mes, ingresó a Carta Abierta (frente estudiantil de FAR, FAL y
otras orgas[1] no
peronistas). Poco antes del golpe de la dictadura genocida, cuando el
enfrentamiento armado se había generalizado y la lucha armada estaba en su zenit
Martín ingresó al PRT-ERP. Luego se apartó de esa corriente porque la veía
fuera de la realidad. Permaneció en contacto periférico y solidario con
sus ex compañeros de esa fuerza fierrera. De modo que ya de estudiante de
sociología había dejado casi completamente atrás sus aristas gorilas.[1]
En 1969 tomaron Filo. Eso condujo a
que Martín y otros 150 terminaran en la cárcel de Devoto. Allí los
juntaron con estudiantes de diversas facultades, procedentes de acciones de
repudio a la visita de Nelson Rockefeller. Los tenían en pabellones de
contraventores, porque, como había dicho el alcaide al recibirlos, ellos no
eran criminales sino caballeros. Eran más de 60 por pabellón. Mataban las horas
discutiendo de política, leyendo, jugando a las cartas, a las damas y al
ajedrez. Uno de los primeros días de la semana era “día de cine”. Trajeron un
proyector de 16mm., una pantalla y a operadores del penal. La película era una
documental…sobre las elecciones primarias en los Estados Unidos. En cuanto
empezó, todos se pusieron de espaldas a las imágenes. En el lugar había
militantes y docentes de todo pelaje, muchos PCR, peronistas de las Cátedras
Nacionales[1] y algún
que otro independiente que cayó en la volteada por error. Los reunía la lucha
contra la dictadura.
Martín no era peronista, pero en Filo mantenía relaciones cordiales con
la militancia del FEN[1] y del
CENAP[1] y otras
variantes menores del peronismo universitario. Siguió así hasta la actualidad.
En los militantes marxistas no fierreros (PC y trotskismos) de esos tiempos no
ocurría lo mismo. Por distintas razones. Los unos porque aún defendían el papel
de los representantes de la URSS en Argentina en la Unión Democrática del ’46 y
los segundos por la caracterización del peronismo como bonapartismo. Juan Ramón
dejó de ser antiperonista en el kirchnerismo.
Martín era hijo de una
gallega pretenciosa y lúcida que, gracias a las rentas de unos alquileres y la
ayuda de su hermana Carmen decidió anotar a sus hijos en el San Isidro
Labrador (para que se codeara con los retoños de las familias ricas de la
zona norte. Lo obligó a estudiar piano con una profesora de barrio porque las
familias pudientes de su Galicia natal así lo hacían. Pese a que el infante
amagó con abandonar esa formación, llegó a obtener su diploma de profesor
superior de piano, solfeo y teoría emitido por el Conservatorio Weber de
Capital Federal. Durante una de sus experiencias psicoanalíticas, el terapeuta
le hizo notar que, aunque él tuviera un toscano en la oreja, la educación
musical contribuía a formar la sensibilidad y a estimular ciertas zonas del
cerebro. Ahí se dio cuenta de que esa era una deuda más con su madre.
De modo que, decidió anotar a
sus hijos en su contacto con la cultura elitista argentina no provenía de cuna,
sino que le venía por adscripción. Tan era así, que, cuando en la adolescencia
o la adultez se cruzaba por casualidad con algún Díaz Arana u Obarrio,
se dirigían a él presuponiendo que compartían ideología. Martín no les aclaraba
nada porque la conversación era circunstancial y no tenía sentido ahondar. De
haberlo hecho, el ex compañero ocasionalmente encontrado habría pensado que era
un desclasado. Cuando, al politizarse, en realidad, se había acercado más a sus
orígenes de clase. Clase media, pero de la no alejada del mundo obrero.
Ingresar a Filosofía y Letras en esos tiempos, como se dijo, entrar al mundo de
la utopía. De hecho, en ese entonces no se hablaba de utopía sino de
Revolución. La referencia a lo utópico se incorpora posteriormente, cuando la
caída del Muro de Berlín y el fracaso del Socialismo Realmente Existente.
Hacia 2011, Martín y Juan
Ramón habían formado un grupo de discusión y producción teórico-política. Se
estaba formando la "Gran Makro", una asociación de economistas
jóvenes que más tarde tuvo gran repercusión. Uno de sus impulsores era Amado
Boudou, antes de ser ministro de Economía y vicepresidente de Cristina. También
participaba, entre otros, Axel Kicillof. El grupo de apoyo tenía por propósito
contribuir a la Gran Makro desde su experiencia senior en política y teoría. De
las reuniones semanales salieron unos cuantos artículos. A esa altura se habían sumado a las
discusiones Fernando S. Basso, politólogo de la Secretaría de Comercio que
trabajaba para Guillermo Moreno y un compañero de La Cámpora. Decididos a
difundir su pensamiento, buscaron la forma de hacerlo, pero todos eran
semianalfabetos informáticos. Finalmente lograron crear un blog y colgaron sus
notas mensuales. El equipo se disolvió después de que Roberto Feletti (que
estaba en contacto con el grupo) partiera hacia la Comisión de Presupuesto de
la Cámara de Diputados.
Al momento de comenzar con su
opera seconda[1], había
superado un estado lamentable: la depre. Originada básicamente en cuestiones
familiares a las que se sumó el triunfo electoral de Macri en 2015. No era la
primera pues otra ya lo había aquejado antes. Las elaboró favorablemente. La
última durante el transcurso de 2016.
Quedó tan shockeado por la
derrota que cesó de ver programas políticos, leer Página 12 on line y aún
de conversar de la realidad nacional con amigos politizados o excompañeros de
militancia. Les aclaraba que no estaría en condiciones de emitir juicio alguno
hasta que no comprendiera a cabalidad el porqué del voto popular esquivo al
kirchnerismo. Si ciudadanos/as que hacían largas colas en Plaza Once para
regresar a sus casas del culo del mundo contestaban "estoy con El
Cambio" cuando les ofrecía un panfleto, algo andaba mal. Y no lo entendía.
Si los sectores más beneficiados por las políticas sociales por el Proyecto de
Néstor y Cristina no acusaban recibo, alguna explicación debía haber. Pero no
la captaba.
Martín estaba
profesionalmente entrenado para proyectar y operar en el plano de las políticas
públicas (bienestaristas o antiestatales). Gran parte de su carrera ministerial
consistió en planificar, investigar la pobreza, armar congresos internacionales
sobre esa temática y discutir Planes de Desarrollo en diferentes
administraciones de signos ideológicos antagónicos. Había cultivado una expertisse
muy útil para análisis macro y microeconómicos, diagnósticos de la realidad
social y las posibles alternativas que se abren para cada propuesta ideológica
(neoliberal o populista). Esto fue cincelando en él una sensibilidad signada
por el compromiso militante en el campo popular (había sido sindicalista
durante las gestiones menemista y kirchnerista), con independencia del
desempeño profesional en la función pública. Como en el caso de cualquier otro
trabajador, debía ceñirse a lo que sus superiores mandaban.
Aturdido como turco en la
neblina, decidió o, más bien, fue empujado a un estado de hibernación que duró
muchos meses. No andaba pidiendo pista, pero a veces sentía como que en
cualquier momento tendría ante sus ojos la entrada del sendero que lleva al
cementerio de los elefantes. Hasta que un día se subió a la moto nuevamente y
le comentó a Lisa, su mujer "Estoy gratamente sorprendido porque estoy
pudiendo convertir malas experiencias en insumos para estar bien. Aunque el
costo haya sido esta (¿fuerte?) depresión, desde el “aquí y ahora” la ve como
esa espesa nube que impide ver el rumbo del vuelo pero que finalmente se disipa
gracias al propio movimiento vital." Lisa: "De eso se trata la
vida". Su compañera había estado al pie del cañón y le decía constantemente
"ya va a pasar". Ambos sabían que era así por experiencia propia.
Su esposa le dijo, más de una
vez que mezclaba todo con todo y él lo tomó como un halago. Llevado a lo que
escribe, es decir, en otro contexto, piensa que efectivamente en la realidad
todo está mezclado con todo. Que quizá deba ordenarlo y expresarlo mejor. Lo
que no quita que debe tener presente que el esfuerzo mayor corresponde al
lector.
Desde la adolescencia gustaba
de jugar con las palabras. Ganó el primer premio en categoría poesía en el
concurso literario organizado por el Colegio Nacional de Vicente López con el
siguiente poema:
Lamento
A oscuras te pienso
Y a oscuras te siento
Y súbito frío
Recorre mi cuerpo
Te nombro
Cerrando mi boca
A gritos te llamo
No sé si me oyes
Lo mismo te llamo
Pero si me oyes
No pienses en mí
Te lo ruego
Recuerda la arena
El sol, sus anhelos
No pienses en mí
Te lo ruego.
Tenía 17 años (había repetido un año) y presentó varias
poesías. Una de las mejores es la consignada arriba.
Una vez egresado del secundario, Martín ingresó a la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. No por vocación por la ley,
sino porque pensaba, como muchos en esa época, que la carrera de abogado
garantizaba una formación humanística que armonizaba con sus deseos de
dedicarse al periodismo y esa carrera se cursaba en La plata, lo que
significaba viajar a la ciudad de los tilos diariamente u optar por otro rumbo.
Doble error que descubrió después. Los abogados, como los médicos, creen que
pueden opinar de filosofía, historia, y toda actividad que atañe a ser humano,
pero comparados con los saberes de los licenciados en Filosofía, Sociología, y
aún historia, no pasan de ser meros diletantes presuntuosos con, en el mejor de
los casos, buena prensa. Esto último cuadra en particular en los periodistas,
que, por espíritu corporativo, se venden como pensadores y, lamentablemente,
crean Opinión Pública.
Como Martín era cinéfilo y se sentía inclinado
naturalmente hacia la realización cinematográfica, que contaba, en ese entonces
con una excelente escuela de cine en la ciudad de Santa Fe dirigida por el gran
documentalista Fernando Birri. De modo que las dos primeras opciones
significaban para el inquieto joven, ir a vivir fuera de la Capital de la
Cultura de Latinoamérica, cosa a la que no estaba dispuesto y, fundamentalmente
porque la madre no podía mantener esa ocurrencia de su preferido. Ella lo
pensaba abogado, para que defendiera las medianas posesiones materiales de la
familia. Desechadas las dos primeras opciones, se decidió por the third best
(la tercera mejor): Sociología, que se cursaba en la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA.
Ingresar a Filo en esos tiempos, como se dijo, era entrar
al mundo de la utopía. De hecho, en ese entonces no se hablaba de Utopía sino
de Revolución. La referencia a lo utópico se incorpora posteriormente, cuando
la caída del Muro de Berlín y el fracaso del Socialismo Realmente Existente.
EL
MAGO UCRANIANO (RUCUCU)
Rubén (75)
está en la cola de un almacén ecológica montada por una cooperativa de
productores de la provincia de Buenos Aires. Necesita comprar leche. Espera que
la dueña pronuncie el “Adelante” y le comenta al que lo sigue en la fila: “¿Te
acordás del Mago Ucraniano?” “Cómo no me voy a acordar, si miraba el programa
todas las semanas.” Si el lector es atento, recordará que en el cuento “Borges”
recordé a Alberto Olmedo cuando decía Adianchi (adelante) a
Adriana Brodsky en “El Manosanta está cargado.”[28]. En un sketch entra en
escena con frac y con galera. La escena tenía al actor y su
personaje principal, a cuatro testigos compungidos y a miles de televidentes
del otro lado de la pantalla. Luis Brandoni y Juan Carlos Altavista (de
"civil", sin Minguito) mirando con gesto contrariado. Susana Traverso
en pleno llanto sobre el hombro de Enrique Pinti. Y en el medio, Alberto
Olmedo en slip, tirando al fuego, una a una, las prendas que tanta satisfacción
le habían dado. Hace hoy 30 años, el capocómico mataba en la televisión a
su personaje estrella.
Fue en el primer programa de la
temporada 1985 de No toca botón, donde Olmedo brillaba en su mejor
momento. En ese primer envío, Olmedo se deshizo de Rucucu, el que entonces era
su personaje más popular. (diario Clarín. 16/07/2015). Los sketchs más recordados de No toca Botón son: Rucucu, El
manosanta, Borges y Álvarez, Rogelio Roldán, José
Refrán, y Lucy y El Psicoanalista.
La espera era
corta pero alcanzó para que Rubén preguntara
a su ocasional contertulio: “Entonces, ¿debés recordar al Yeneral González, el
dictador de Costa Pobre?, donde estaba vestido como militar con uniforme
ridículo cargado de medallas truchas y con una banda presidencial. El personaje
era un típico dictador de una república bananera. Ese sketch fue censurado por
la dictadura genocida, pero volvió a emitirse en 1985.
Cuando Rubén
entra al local, lo saludan efusivamente las dos socias, en parte porque es
cliente y en parte porque les regaló unos libros que ya no le interesaban. Les
compra siempre leche descremada, que es excelente. También hay otro muchacho,
igualmente simpático, que cuando llevó los libros dijo: “Yo me quedo con
Sandokán en la India.” Son todos peronistas. Rubén es marxista/kirchnerista y,
por supuesto, eso acentúa el vínculo.
[1] Marido.
[2] Separación.
[3] Tomado
barbitúricos.
[4] Revólver.
[5] Maricón.
[6] Nueva
ola francesa en cine.
[7] Policía.
[8] Sueño.
[9] Especialización.
[10] En el
fútbol: cuando algún atacante está atrás del último defensor.
[11] En
Chile le dicen Chow al Show.
[12] Borceguíes.
[13] Tatuajes.
[14] Psiquiatra o psicoanalista.
[15] Niños.
[16] Aparato.
[17] Jornada.
[18] Comunes.
[19] A los
hombres y mujeres del campo de Chile les dice guasos
[20] Profesor de literatura inglesa, crítica literaria y teoría de
la comunicación, McLuhan es reconocido como uno de los fundadores de los
estudios sobre los medios, y ha pasado a la posteridad como uno de los grandes visionarios de la
presente y futura sociedad
de la información. Hacia finales
de la década de 1960 y principios de los años 1970, McLuhan acuñó el
término «aldea global» para describir la interconexión humana a escala global
generada por los medios electrónicos de comunicación.
[21] Los que
cobran algún plan social del gobierno.
[22] Bijouteríe.
[23] Maduro.
[24] Hablador/charlatán.
[25] Pueblo
bajo.
[26] Vocablo
generado por los movimientos feministas. Al menos en Argentina, esta palabra
incluye a todas las variantes de la elección de género.
[27] En la
China de Mao, como los médicos eran insuficientes, se crearon los Médicos de
pies descalzos, que eran legos entrenados en primeros auxilios (fiebre, dolor
de garganta, etc.) y cubrían las afecciones menores y liberaban a los médicos
verdaderos de esas tareas.
[28] Sostengo que es
una sátira dirigida a los terraceros psico, sanadores y toda esa cría que se
llenan de plata y nunca curan a nadie.
Estoy fiaca
y recurro otra vez a mis notas en Facebook, el 24/6/18 publiqué lo que sigue:
“GENTE COMO UNO
Puerto Madero torre no Nisman. Piso alto. Pileta,
yacuzzi. Ascensor. Subsuelo. Minicooper blanco pureza. Embrague. Primera
despacito. Pienso: En esta Ciudad de Santa María de los Buenos Aires, a los 4
días de agosto de 2018, "¡Que lo parió Mendieta!". Negro Fontanarrosa
(anticuado, cripto para millenians. Que lo googleen). Mientras tomaba
Nespresso de pique miro TN y no me asombro porque los K se robaron todo. Los
conozco a todos. A ver. Por la "companía" de Pá y la quinta de tío.
Comían y comen a menudo allí. Son los mismos dueños del poder que chorean hoy.
Los mismos apellidos, los mismos negocios, el mismo olor a Hugo Boss, Antonio
Banderas, los mismos garzos y collares. Los mismos gatos (con o sin papeles).
Alicia M. de Justo rumbo al norte.
Paso a segunda. Pienso: "¡Qué país
interesante!, Mauricio Macri es el pájaro Uy-uy-uy! ¡Trata de volar pero le pesan los
huevos!". Sigo pensando: "Soy un genio. Me avivo de todo. Como decía
abu "Creeme que es la pura" Mi querida abuela que en paz descansa en
el mausoleo familiar en Recoleta. Mirá Man, resulta que Mauri se supera día a
día. Logra cosas que nadie logró en la Historia Patria. Ej.: la penúltima
(seguro que está ahorita armando una que aún no se ha hecho pública). LLevó la
grieta a la Gran burguesía nativa con el asunto de las coimas K. Bueno, ya se
sabe que entre bueyes no hay cornada. Basta con mandar al sacrificio a algunos
CEO's y bastantes gerentitos. Que para eso cobran buena plata y bonus. Discuten
entre ellos y llegan a acuerdos. Justicia mediante. Como dice Lilita:
"¡Tranquilos, con el dólar no pasa nada!" Genios Mauricio y Marquitos
y re-genio Durán Barba. La prensa nostra no se cansa de aclarar que el gobierno
está decidido a llevar el tema hasta sus últimas consecuencias. ¡Pity! (lástima)
que llegan hasta Calcaterra pero ¡No more![1].
SOCMA vendió a tiempo (ficticio) las acciones y, a lo sumo, queda pegado el
"primo mimoso". Genios todos y genio yo, que les pertenezco. Algún
Benito Roggio va a caer en la volteada. Techint salpicada. Pero estos tipos son
de amianto. Por algo llegaron donde llegaron. Acelero y rebajo para entrar a
tercera. Leve ruidito qué me importa. Ya estoy a 60 km/hora. ¡Qué máquina
tengo! Los K se robaron todo.
Paso a cuarta a los 100. Eso me acelera la cuca.
Nuestro presidente bate todos los records. Grandes burgueses contra
Grandes burgueses y unas pocas fichas a pérdida. Milicos contra milicos contra
Pato Bullrich; Movimiento Obrero Organizado contra 62 Organizaciones de pie
junto a Perón (Q.E.P.D 1974) "contra" Jorgito Triaca. Grandes
terratenientes y Grandes exportadores (SRA), contra el Jefe de Estado, pájaro
uy-uy-uy[1] que
recula. Francisco contra el fascismo pro aborto. Francisco es Bergoglio. Como
en la fábula del alacrán. Veinte siglos de historia. Cismas incontables.
Tienen cintura. Si los vientos soplan de proa,
arriar ban...deras y acomodarse. Papa de izquierdas. Populista. Es lo que
corresponde. Sotana (s) y cintura. El 8/8, veremos. Octubre del '19, veremos
dijo Lemos. Muy complejo, mu complicado. Meto cuarta cortita y quinta a
150. Llego a la fábrica. Voy a mi despacho y llamo a mi secretaria. A veces me
dicen que soy aburrido.
Entreacto
¿Y por casa, cómo andamos? El quía se toma unos
mates en los suburbios de Baires, y sube al fitito (Fiat 600) usadísimo, pero
al pelo. Soy un "emprendedor" (busca en mi estrato social) y parto a
ganarme los fideos. No soy perdedor porque soy Nac & Pop y kirchnerista. En
elecciones me acerco a la Unidad Básica y me pongo a disposición del referente.
Recuerdo que en el 2015 la cosa iba de juntar firmas para exigir la renuncia de
Mauricio Macri Jefe de Gobierno de CABA. Pusimos una mesa el Corrientes al 4000
y pico. Con mi pareja y dos compañeras parábamos a los transeúntes y les
mangábamos el gancho. Claro que las cumpas tenían sus gustos. Las calentaban
los uniformes...y piropeaban a los tiras[1]. "¡Papito,¡ qué bien llevás el
uniforme!". "¿A qué hora dejás la guardia que te parto en dos? De
repente, la más fiera decía que tenía que ir al baño a la estación de servicio
cercana. Tardaba un toco. Cuando retornaba, acomodándose la chabomba
(bombacha), sonreía. Casualmente, pocos minutos más tarde, salían del ñoba
(baño) de caballeros dos obreros de la construcción. Al pasar por la mesa la
saludaban efusivamente. Éramos tan pobres. ¡Al cuerpito hasta que dé la nafta!
¡Qué te pasha Clarín que estás nervioso![1].
No las juzgués como si fueran egresadas del Colegio Mallinckrodt[1]
porque cayeron en la escuela pública y abandonaron con secundario incompleto.
Sharuto[1].
Piratas del asfalto. De caño con sus machos. Y si toca perder, se pierde. La
clase obrera va al paraíso. Gran film. En tiempos en que la clase obrera era El
Sujeto Histórico, los intelectuales zurdos idealizábamos al laburante fabril.
En el 2018 con la desocupación, el trabajo en negro y la falta de changas
pensar al sujeto histórico en esos términos es, no sólo erróneo sino estúpido.
Miseria material, miseria moral, decía "Carlitos". Pensarlo desde la
cama caliente y el puchero asegurado, las vacaciones anuales o más, es de imbéciles.
El barro es el barro. No por las razones que alega Machirulo[1]
(me llevó un motochorro). Es sobrevivir. Cuando hay laburo, laburando, cuando
no hay, ollas populares y si no alcanza, con el fierro en la mano o la pollera
sin bombacha. Paco va y paco viene. Soldadito del narco. Carne de cañón o
víctima del gatillo fácil. Dealer después. Galera cuando pinte. Los que cortan
la torta. Arriba. Casa Rosada, Provincia de Bs. As., gobernaciones o
intendencias.
Para el el boliche a mandarse un feca (café) con
leche y medias. Un cumpa y van llegando otros. Intercambian info. Parten en pos
de sus objetivos: fila de los pocos lugares que piden brazos o alguna transa
temporaria. ¿Si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está? Mañana temprano los
espera el micro para ir a la manifestación. Por Santiago Maldonado, el aumento
de las tarifas, las paritarias o cualquiera de las muchas que presenta el
calendario esa semana.”...
Sigo con mi Copy and Paste de mi Facebook del
3/7/18:
“PASARON
COSAS[1]
“Uff.
No sé por dónde empezar. En estos días pasaron tantas cosas que me cuesta
decidir. En el plano internacional latinoamericano ganó AMLO en México y entre
los presidentes que lo felicitaron estuvieron…Trump y el traidor Lenin Moreno.
En Ciudad de México asumirá, por primera vez en la historia, Claudia Sheinbaum,
como alcaldesa. Una mujer que se presentó por Morena, el partido de Andrés
Manuel López Obrador.
Localmente,
hay tanta información que es probable que omita algo. Lo tiro cómo me viene.
Suele acusarse, injustamente, al gobierno de Cambiemos, de no tener un plan
(como antes acusaban a Cristina). Puntualizo que siempre existe un plan
integral en todo gobierno. Más consistente o más improvisado, pero plan al fin.
Es lo que vulgarmente se conoce como Modelo. Será uno que responde a una lógica
interna clara o, como el de Mauricio Macri, un Patchwork , (remiendo
pero siempre hay un conjunto de medidas que favorecen o perjudican a alguien.
El
núcleo del pensamiento liberal de economía de mercado se basa en la libre
competencia (Adam Smith, David Ricardo). El de los asesores cultivados de
Machirulo lo aplica a rajatabla, pero, con problemas porque “pasan cosas”. La
libre flotación de la moneda; la apertura total de la economía; la reducción
del déficit fiscal y otros condicionamientos del FMI; el aterrizaje de las Low
Cost y Uber; la política energética; el posicionamiento en política
exterior y la política social en salud, seguridad social, vivienda, etc., son
casilleros de un tablero de ajedrez donde las blancas (nosotros los K) y las
negras (los buitres, MM, su mesa chica y todos los que pueden prenderse) juegan
el futuro de Argentina.
1)
Internaron a Durán Barba y le
practicaron una cirugía cardiovascular; 2) Cavallo pide la dolarización como si
fuera un Nobel de Economía y el gobierno se la piensa; 3) Vuelve el populismo
de Cambiemos: se estudia ampliar el Ahora 12 y Ahora 18 para los viajes al
exterior; 4) Entre los cambios que supongo se vienen está el lanzamiento de
Amalia Granata como candidata por el oficialismo[1]
En lugar del cómico Del Sel (perdidoso en esa provincia) irá la ultra defensora
de la postura antiaborto; 6) La ex Silo Gabriela Michetti sorprendió a propios
y ajenos con las declaraciones sobre la ley del aborto; 7) la remarcación
regresa al ritmo que tuvo en 2001; 8) Felipe Solá emite un video que se
viralizará sobre los procesados del gobierno anterior y los de la actual
administración. Dato político fuerte porque yo estoy oliendo que está por
mudarse al kirchnerismo; 9) Así como la Asociación Civil Usina de Justicia es
el alfil en el saber filosófico-político (Diana Cohen Agrest, etc.), la Fundación
Pensar es el caballo en lo político Ambas tienen su lugar en las batallas
de 4ta. Generación que se libran en nuestro país; 10) arden las internas dentro
del PRO: Marcos Peña y MM versus los radicales del gobernador de Mendoza. Los
primeros definieron el ajuste y los segundos son partidarios del gradualismo
del gradualismo…;11) Se van muriéndolas Damas de Beneficencia del S.XX de
Argentina. En estos días murió Daisy Krieger Vasena de Chopitea (94). Como
todas las fundadoras de COAS…fundada gracias a Alicia Raquel Hartridge de
Videla, esposa del genocida, en 1976…; 12) “Siamo fuori del mundiale”[1];
13) se confirmó que sigue el tarifazo en energía y Caputo discute con las
petroleras. El cambio se acelera. Iguacel (relacionado con Marco Lavagna) y
Dante Sica (vinculado a Aníbal Fernández) dirigen ministerios del gobierno;
14)…se reunió la mesa chica del gobierno y decidió (como en 2015 y 2017), el
consejo de Durán Barba: cortarse solos forreando a la UCR… De guerra de
posiciones se pasa a la preparación de la batalla final[1].
Si el PRO pierde, desparece. Basta, me tupí (como dicen los chilenos).”
Liliana y Javier
Cuando Liliana y
Javier se conocieron en 1972, se engancharon de inmediato. Fueron presentados
por Juan Ramón, antiguo camarada de Joaquín en el PRT. Al marcharse de
“Boliche”, en lugar de irse por separado, agarraron Independencia hacia abajo y
charlaron hasta que él, cerca de una hora después, propuso que fueran a tomar
algo. Como él, ella, también quería continuar y aceptó. A esa altura, cada uno
sabía mucho de lo que hay que saber sobre el otro para continuar viéndose. La
militancia setentista, prefería no curtir “discos”. En lugar de ello, la
pasaban mejor yendo a cines de la calle Corrientes, comiendo una pizza, tomando
algo en los bares La Paz o Suárez y más tarde, según pintara.
Liliana nunca se
encamaba en la primera salida. Le parecía un proceder de mina fácil. Si la
pierna la entusiasmaba, aguantaba, a lo sumo, hasta la tercera. De todos modos,
Joaco no la hubiera apurado porque le interesaba. No lo hizo. Prefería que la
cosa progresara con naturalidad. Ella era rápida en el buen sentido de la
palabra y él buen mozo (tercero en el ranking de Filo, según la gorda Leti),
seductor, mordaz y estudioso. En ese entonces la militancia requería de apego
al saber, especialmente a los de izquierda no peronista y, entre éstos, los
troskos eran los que llevaban la formación filósofico/política a sus
posibilidades extremas. De modo que, a ojos de una niña bonita -y Liliana vaya
si lo era- aparecía como serio, casi “bragueta”. Para ella, que estudiaba en la
Prilidiano Pueyrredón y estaba habituada a tratar con personajes más
desbolados, constituía una agradable novedad. Aunque no militaba, se decía
simpatizante PC.
Javier alquilaba un
altillo en una vieja casa de la Av. Santa Fe y Liliana vivía con sus padres.
Cuando maduraron las uvas, la invitó a su bulo. Una vez allí, puso en el equipo
de música un casete de León Felipe, que le gustaba mucho. En parte lo hizo para
impresionarla. Liliana observó su nutrida biblioteca (comprar todos los libros
deseados no era imposible para quienes contaban con un ingreso no muy alto. A
tal punto que con un laburo de medio tiempo se podía ir tirando sin lujos y
comprar todos los que se quisiera).
Liliana tenía flor
de tetas. Las amigas la cargaban y ella, que en la pubertad vivía esto como
defecto, hacía rato que había descubierto que no lo era, en especial para los
hombres. Se vistió y maquilló para la ocasión. Tanto era así que Javier no pudo
impedir que le saliera un “¡Qué rica estás!” Fue entonces cuando ella confirmó
su belleza en los ojos de él. Era noche temprana y Javier cerró las ventanas,
puso un lento en el aparato, sirvió los whiskies, la acercó y se besaron. Cama.
Más de un polvo ambos. En cierto momento de la sinfonía de los cuerpos, él,
inspirado por el buen tema que sonaba, le preguntó al oído: “¿Baila?"
”¡No, entra justito!" Descansaron un rato y después, de madrugada, la
llevó a su casa en taxi.
Se veían tupido y
más o menos al año decidieron alquilar algo Javier ganaba bien en el ministerio
y la pendeja tomó alumnos de dibujo. Con eso podrían arreglarse aceptablemente.
Compraron una cama de dos plazas y él comprobó que un amigo canchero tenía
razón, cuando decía que los dos períodos más difíciles de la vida eran los
primeros días en los que se compartía cama y el primer año del primer hijo.
Liliana se largó a cocinar platos sencillos. Bifes con huevos y papas fritas,
fideos, polenta, arroz y hasta pollo a la sal. Él empezó a realizar pequeños
arreglos en el hogar (cambiar el cuerito de alguna canilla, componer la cortina
de enrollar caída, etc.). Se cagaban de risa todo el tiempo. Truco. Retruco.
Quiero vale cuatro. Salían mucho con Juan Ramón y Ana. Los invitaban a cenar en
el departamento y la visita era igualmente retribuida. En los cumpleaños el
cuarteto devenía grupo (nunca más de unas quince personas debido al espacio
disponible en las dos viviendas). Liliana, de vacaciones con sus padres en
Pinamar, pasó a compartirlas con Javier en Mina Clavero, donde estaba la casa
de sus progenitores. Llegaban después de unas quince horas de Citroën 3CV
turnándose en el volante. Al arribar, si éstos no los esperaban porque habían
elegido otro lugar para el verano, ponían a punto la vivienda y partían al río.
Habiendo deseado
hijos, no vinieron. Se hicieron todos los análisis, pero “al final chorizo” (la
causa nunca quedó clara). Con el tiempo se resignaron. “Adoptaron” a Mora -hija
de Juan Ramón y Ana-, que pasó a ser sobrina y, en tanto tal, los llamaba tíos.
De ese modo disfrutaron de cerca la hermosa evolución de la niñez ajena. Para
la fiesta de 15 de la otrora nena, seguían tan bien como al principio. Entre
los conocidos, era la única pareja que había sorteado los avatares de los ‘70 y
´80 sin desplumarse. Respecto de la primera decena citada, parece ser que el
peligro y la proximidad de la muerte incentivan los apetitos del cuore.
Esas intensidades conducen a fuertes uniones que, casi siempre, cesan cuando
cambia el contexto. La mayoría, tanto entre los que partieron al exilio como
entre los que pudieron evitarlo, se constituyó en la década mencionada en
primer término y se derrumbó en la siguiente.
Si en algo coincidían profundamente era en el no competir. Ambos
festejaban desde adentro los pequeños o grandes logros del otro. Javier, por
ejemplo, acompañó la carrera artística de su mujer, alentándola en cada una de
sus etapas ascendentes. La apoyó en el proyecto de montar un taller junto a
unas amigas, así como en el de presentar obra en un Salón de Otoño de la
Municipalidad de Vicente López en el que se la aceptaron. Festejó con ella y su
grupo cuando recibió la tercera mención en ese concurso y el segundo premio en
uno del municipio de Tigre y, cuando puede, la acompaña a inauguraciones.
Javier
según Liliana: de pendeviejo a viejo loco.
Si Liliana no tiene un humor tan mordaz como Joaco, poco
le falta. Ambos aprovechan las pequeñas debilidades del otro para gastarse y
mearse de risa cuando pueden. Si Liliana
se pierde por las pilchas finas, Joaco colecciona remeras estampadas. Tiene una
buena cantidad. Cosa que no puede asombrar, porque él también tiene una buena
cantidad de pirulos. Cuando le tiran que posee demasiada ropa contesta: ”Hacé
un cálculo. Cuantas más pilchas tenés, menos veces usas a cada una. Si
adquirís, por ejemplo, una remera por año, al cabo de veinte, tenés en el cajón
igual número de remeras. Lo mismo pasa con los lompas[1], samicas[1] y
camperas.”
Cuando Javier marcha a “la oficina” (boliche) a encontrarse
con los amigos, Lisa le dice cariñosamente: “¡No te da vergüenza, de “pendeviejo”
a anciano desquiciado de un solo saque!” Los gomías, por su parte, al verlo
llegar con esas ridiculeces puestas, lo saludan con un “Viejo loco y peludo”. A
Javier no le hacen mella las pullas, logra lo que
pretende lograr: llamar la atención.
Liliana, como todos los
animales vivos, tiene una madre. Madre a la que quiere a su pesar. Porque la
señora es un poco especial y tiene unas amigas que la empardan. Todas menos
una, la Norma, que la aventaja por varios cuerpos. Las andanzas de la “madre
hay una sola” de Liliana inspiró a Javier
para más de un cuento breve.
El sociólogo se
emociona al pensar que, cuando roza los labios de Liliana en los muchos besos
que se brindan diariamente a toda hora, éstos se le ofrecen laxos. También
cuando la ve levantarse por la mañana con los ojitos cerrados y poco dispuesta
a conversar. Por un rato, simplemente hasta que se despabila por completo. Y a
ella le brillan los faroles cuando él le cuenta de un logro personal alcanzado.
Del mismo modo se enternece cuando recuerda el manotear de ella en la cama para
saber –dormida- que está a su lado. Pero admite que a él le pasa algo parecido
cuando la escucha roncar, porque eso lo tranquiliza. A partir del fallecimiento
de los padres de Liliana, se mudaron al departamento que ocupan hoy en Ayacucho
casi Sarmiento. Ella heredó, además, dos locales, un PH y un departamentito que
mantiene alquilados.
Los sueños de
Liliana no son en blanco y negro. Son a color y en clave de comedia hilarante.
Javier le contó durante un desayuno que, por la noche, despertó por las carcajadas que pegaba. Pensó que estaba
despierta y la miró. Pero dormía plácidamente. Liliana recordó un sueño
interesante y lo compartió, medialunas mediante, con su compañero. “Me levanté
a hacer pis durante la noche, volví a la cama, me acosté y procuré retomar lo
que estaba soñando porque era muy agradable.”
Liliana sueña en
secuencia cinematográfica con progresión dramática. Normalmente sin final, pues
no lo puede recordar. La aventura onírica de esa noche, como casi siempre, era
romántica, de alto contenido erótico y con miras a terminar bien. ”No pude, aunque intenté recuperar en el
sentir para volcarlo posteriormente en alguna obra porque me sirve para los
colores.” ”Qué suerte que tenés, yo rara vez recuerdo lo soñado, pese a que mis
pesadillas son siempre lights y
seguramente originadas por las ganas de orinar." La pintora añadió: “Este
sueño ya me inspira una gama cromática determinada. Ahora iré a preparar las
mezclas acrílicas, de modo que se acerquen al estado de ánimo que quiero
expresar. No iré al bastidor hasta no estar segura de haberlo conseguido".
Entonces, como Javier sabe, atacará al lienzo con furia y amor.
El sociólogo es
testigo de que encaró el Naïf desde esa actitud espiritual y de que, del
mismo modo, traspuso sucesivos cambios de estilo hasta arribar al Arte
Conceptual. A Liliana no le importa si la interpretación del espectador
coincide con su vivencia conceptiva. Es más, sabe que no es así y eso la
alegra. Sostiene como principio que existe una indudable incompletud en el acto
creativo (en especial si se trata de pintura no figurativa). Piensa sus
instalaciones como microcuentos llevados a la representación plástica. Algo
que, como en aquellos microcuentos del libro de Javier, termina en puntos suspensivos
que llena el lector.
La ubicación del
nuevo domicilio les agrada. Están cerca de todo y bien comunicados, vía subte o
colectivo, con todos los lugares adonde deseen llegar. Eso sí, resulta un poco
problemática porque hay varios sanatorios próximos y las ambulancias rompen las
pelotas a toda hora. También porque, cuando cortan Callao por manifestación,
todos los bondis hacia el norte pasan por el frente del edificio.
Javier, cuando
llegaba el tiempo lindo, iba caminando al o regresaba del ministerio
recorriendo la Avenida de Mayo. Desde que lo jubilaron, ocasionalmente salen a
caminatas vespertinas que toman por allí, pero, dado que es una ruta archi
recorrida por él en su vida de trabajador en actividad, es más usual que tomen
Callao al norte. Para la vuelta, nunca falta un cafecito en el Martínez de esa
avenida al ciento y pico porque a Liliana le encanta ese brebaje. Él pide agua
sin gas, se fuman un par de cigarrillos y a casita. Nunca se metieron los
cuernos. No porque no hubieran tenido oportunidades, simplemente no lo
necesitaban. A él especialmente, las minas se le pagan como isoca a parrilla de
chata.
Otro goce
disfrutado en común es Mora, a quien tenían muchos findes y alguna quincena de
verano a disposición. Los lazos afectivos que, en trio, supieron conseguir, son
un tesoro que venció a la muerte. Mora era tan cariñosa, perceptiva y sensible
que contribuyó a aminorar la pena que causa la ausencia de hijos propios no
concebidos.
Cuando Juan Ramón y
Ana se divorciaron, Mora encontró su refugio en el hogar de sus “tíos” y se lo
decía con frecuencia. No es que Ana fuera madre defectuosa o Juan Ramón padre
ausente. Cada uno daba lo mejor de sí por la hija. Pero enfrentaban los
problemas naturales de los que, habiendo sido felices en una pareja frustrada,
tardan o no llegan a armar una nueva. Volcados a su costado profesional,
otorgaban a Morita una atención no exenta de cierta distancia. La niña,
adolescente luego, entabló una relación con Lisa que se aproximaba mucho al
compinchismo. La “tía” se convirtió en confidente (a pesar de los esfuerzos
psicologistas de Ana), y Javier en el tío siempre bien dispuesto a consentir.
De modo que pudieron disfrutar paso a paso de la infancia, pubertad y
maternidad de Morita en toda su plenitud.
ESPÍAS
La siaies (CIA); el efbiei
(FBI); el americanserviceofinteligence (ASI); la cagebé (KGB), dirigida por
Boris Yeltsin antes de que presidiera la Confederación de Repúblicas Rusas; el
Instituto de Inteligencia Operaciones Especiales” de Israel (Mossad); el Military
Inteligence inglés (MI6), al que perteneció Ian Flemming, luego perpetuado en
el personaje James Bond (MI6); el Guojia Anquan Bu (Guanbu) de China Popular;
la Direction générale de la Securité exterieure (DGSE); el Servicio Federal de
inteligencia alemán (Bundesnachrichtendienst o BND; el Centro de Inteligencia
de las Fuerzas Armadas de España (CIFAS); la Agencia Brasileira de Inteligencia
(ABIN); la Dirección de Inteligencia, DI, o G2 de Cuba; el Servicio Bolivariano
de Inteligencia de Venezuela (SEBIN); la Agencia Nacional de Inteligencia de
Chile (ANI); el Sistema Nacional de Inteligencia de Paraguay (SINAI), la
Dirección Nacional de Inteligencia peruana (SIN), y tantos otros, pues cada
Estado Nacional tiene el suyo.
El back Stage de esas
mafias no nos importan tanto como el de nuestro querido suelo. No cometo
ninguna infidencia ni invento nada, al recordar lo que sucedió pocos años atrás
con nuestra SIDE.
La identidad de Jaime Stiuso fue revelada públicamente cuando su
nombre y fotografía fueron difundidos en 2008. En diciembre de 2014, fue
despedido de la Secretaría de Inteligencia del Estado, luego de que la
presidenta CFK decidiera descabezar el organismo. “Yo fui víctima de un grupo
de tareas cuando me pegaron seis tiros. Nosotros fuimos los primeros que
escrachamos a la SIDE y los denunciamos.”
Nació en 1947 en Buenos Aires. Se retiró de la Armada Argentina a los
27 años cuando era teniente de corbeta para incorporarse a los servicios de
inteligencia. Ingresó a la
SIDE en 1974 vía secuaces de López Rega y pasó de “ordenanza de la oficina” a
director general de Operaciones, tercero en orden de importancia detrás del
jefe y del subjefe. Cuarenta y tres años de servicios a la patria y a sus
apetitos. En todo ese tiempo aprendió a pinchar teléfonos, intervenir
computadoras y a no dejar escapar negocio sucio que se le presentara.
Siguió en carrera sin prisa y sin pausa durante la dictadura de
Lanusse, la primavera de Cámpora, el tercer gobierno de Perón, la fugaz
administración de María Estela Martínez de Perón, la dictadura genocida y los
gobiernos democráticos subsiguientes. Tiene una vida familiar normal como todo
funcionario público especializado. Desde luego, nadie conoce (salvo su esposa)
su verdadera actividad. Según pasan los años, pasa sus vacaciones con esposa e
hijos en Uruguay, Brasil y Estados Unidos.
El “Gran Topo” fue encargado, en 1977, cuando lo mandaron a cubrir sus
espaldas ante el rumor de una supuesta amenaza de Montoneros que decía que lo
habían condenado a la pena capital para vengar a los Graiver y a los que
murieron o desaparecieron durante el polémico traspaso de acciones de Papel
Prensa a Clarín, La Nación y La Razón.
Posee una ideología fascista pragmática. Le van bien todos los
gobiernos y credos (hasta el esoterismo del “Brujo”[1]).
Permaneció en flotación sucia durante las citadas dictaduras y los gobiernos
democráticos posteriores. Hasta que le llegó la hora.
Al hacerse cargo del gobierno, Raúl Alfonsín desconfió de los
servicios de inteligencia del Estado e intentó crear una SIDE paralela. El
intento le costó la cabeza a su íntimo amigo y correligionario Germán López.
Stiuso siguió a flote sin conflictos graves durante el menemismo, el gobierno
de De la Rúa y la gestión provisional de Duhalde. Fue ratificado por Néstor,
pero más tarde se enfrentó con Cristina.
Apenas asumido Alfonsín, la SIDE
fue llamada para limpiar los despachos de presidencia y los ministerios. El de bernardo
Grinspun fue desmantelado por completo. Jaime, que había cursado la carrera de
ingeniería electrónica en la UBA mientras trabajaba en el edificio de Balcarce
y Rivadavia, supervisó personalmente la tarea. Los agentes arrancaron la
boiserie y quitaron los micrófonos ocultos debajo de la madera. El flamante
ministro de Economía quedó conforme y envió un memo de congratulación sobre
Stiuso a los dueños del espionaje argentino.
A mediados de los ‘80 circulaban
versiones señalando que, al menos medio centenar de militantes de la Junta
Coordinadora Nacional -todos profesionales universitarios recién recibidos—
estaban a punto de terminar en Francia un curso para espías en dependencias de
los servicios de inteligencia galos. Una vez recibidos, volverían al país para
incorporarse a la SIDE. Ese organismo había dado de baja a casi un centenar de
militares que no les merecían confianza. "El Gran topo" esquivó esa
purga y hasta ascendió informalmente porque se convirtió en enlace de su
departamento con Enrique “Coti” Nosiglia.
A principios de 1986, Germán López, ingeniero químico que trabajó la
mayor parte de su vida en Colgate-Palmolive, ex secretario general de
Presidencia y ministro de Defensa de Alfonsín, debía presentarse ante el
Congreso a raíz de una interpelación relacionada con el “caso Sivak” (poderoso
industrial secuestrado 9 meses antes que apareció muerto en un tren con un
disparo en la sien y en el que estuvieron, al parecer, implicados los servicios
de inteligencia). López, al igual que su compañero de Interior, Antonio
Tróccoli, habrían encargado a un tenebroso “grupo de tareas” del Ministerio de
Defensa, las gestiones para liberar al secuestrado. Varios miembros de ese
grupo resultaron ser los autores del secuestro y Germán López tenía que aclarar
el hecho en el Congreso. Se dice que Alfonsín le pidió la renuncia a la cartera
de Defensa y el químico se había sentido traicionado por la falta de apoyo
presidencial.
El primer secuestro de Osvaldo Sivak fue cometido por un “grupo de
tareas” compuesto mayoritariamente por policías federales al servicio del
Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Algunos de ellos habían integrado la
Triple A. Hacia 1977 el sector mayoritario del ejército que respondía a su
comandante en jefe Roberto Viola quería sacar a
la calle un diario para respaldar las pretensiones de éste de reemplazar
al dictador Videla. Contaban con las expropiadas instalaciones de La Opinión de Jacobo Timerman pero
necesitaban capital, y habían encargado al Batallón 601 el secuestro de Osvaldo
Sivak. Jaime Stiuso los conoció a todos.
La gavilla que se hizo famosa como “la banda de los comisarios” se
dedicó a los secuestros. Entre otros, el de Roberto Apstein, empresario joyero
(en 1979). Liberado. El del hotelero Julio Ducdoc (en 1980) Desaparecido. El
del industrial textil Sergio Meller (en 1984). Liberado. Y el del banquero
Rodolfo Clutterbuck (en 1988). Asesinado. Ese grupo criminal secuestró al ex
presidente Mauricio Macri en 1991. El hijo de Franco Macri fue liberado por el
comisario Jorge “Fino” Palacios. Años después, Mauricio, desde la jefatura de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, nombró a Fino Palacios jefe de la
Policía Metropolitana.
En los años de plomo y acero, las bandas ligadas a la Triple A y los
servicios de inteligencia efectuaron numerosos secuestros extorsivos y
asesinatos. Otro tanto se cumplió a veces con militantes revolucionarios que
luego trocaron a jefes de seguridad de magnates que otrora fueran chupados[1] por
ellos. Rodolfo “Galimba” Galimberti, ex montonero, al regresar a Argentina en 1984, se relacionó comercialmente con el
multimillonario Jorge
Born, a
quien años antes había secuestrado. Born fue un invitado especial a la lujosa
boda de Galimba con Dolores Leal Lobo, perteneciente a una adinerada familia
argentina, celebrada en Punta
del Este. A
dicho festejo fueron invitados, además, el ex oficial de la ESMA Jorge
Radice y
el ex fiscal Juan Martín Romero Victorica, quien había investigado el
destino del dinero pagado por el secuestro de los hermanos Born. Stiuso brindó,
en esa ocasión, con los novios.
El poder de Jaime Stiuso se
acrecentó durante las presidencias de Carlos
Menem y
fue nombrado director de Contrainteligencia en el transcurso de la gestión de Fernando de la Rúa. Durante su extensa carrera
espió, se obsesionó con el atentado a la AMIA, sobrevivió a mil internas, se
hizo de aliados y enemigos en el Poder Judicial y en las policías de todo el
país. Fue enlace de la Secretaría con los servicios secretos del mundo,
especialmente con la CIA y el Mossad, sus protectores. La sinuosa carrera de
Stiuso, que ascendió a director de Operaciones durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y nunca se investigó su papel
durante la dictadura.
En 2013 la Cooperativa La Alameda presentó una denuncia judicial
acompañada de un video que probaría la participación de Stiuso en negocios de
prostitución y trata de personas en vinculación con Raúl Martins, otro exagente
de la SIDE que se encuentra aún prófugo.
El patrimonio del Gran Topo ha
aumentado conforme pasan los años. En sociedad con otros espías y ex espías,
integra el directorio de varias empresas privadas de seguridad que atienden
temas variados: desde custodias en edificios como el de Azucena Villaflor al
500 en las torres Le Parc[1]
(Puerto Madero) a hackeos de servers de Sociedades Anónimas de la City, pasando
por la instalación de sistemas de resguardo de secretos informáticos en
capitales de provincias importantes y finalizando en escuchas ilegales
encargadas por políticos o mafiosos.
CONDUCTORES/AS Y PERIODISTAS
La crisis pandémica obliga
a, los espectadores de Tv, juzgar las cualidades retóricas, estéticas y de la
ropa que visten en canje de los anunciadores. En casa la discusión abarca a
Luciana Rubinska, Irina Hauser, Daniela Ballester, María Belén Aramburu (C5N).
Por otra parte: Agustina Casanova[1], Violeta
Gorodischer[1],
Elisabetta Piqué[1],
Esmeralda Mitre[1], María
Freytes[1], Laura
Di marco[1], Carola
Gil[1], Eva De
Dominici[1],
Eleonora Cole[1], María
O´Domell[1] (Canal
La Nación +).
Nancy dice que la Rubinska
es pura patas y torso cortito; que Irina Hauser es un bagayo; que Daniela
Ballester más o menos; María Belén Aramburu[1] está
llena de botox; la Gorodischer, un bagarto; María Freytes, una charleta; Laura
Di Marco, desastre; Carola Gil, una gordita alcohólica que se cree mil; Eva de
Dominici, anoréxica; Eleonora Cole, ibidem. y María O’Donnell, una radical anti
K.
En lo que a mí respecta,
todas están buenas, o al menos pasables para un domingo de madrugada encurdado.
No discuto a mi jermu, pero la Rubinska está re buena. Tiene patas largas y
torso proporcionado (me consta por las fotos). Irina Hauser entra en la
categoría del domingo de madrugada. A Daniela Ballester le doy con un caño y a
María Belén Aramburu la reservo para un pete. A Agustina Casanova y a la
Gorodischer, las engancho para un trío. A María Freytes la parto como a un
queso. A Laura Di Marco y a Carola Gil las uso para masturbarme mientras hacer
la tortilla. A Eleonora Cole me la llevo a cenar y dopo a la catrera. Con María
O’Donnell discuto sobre la historia política argentina, la mamo y me la curto.
En cuanto a los
conductores, Robertito Funes Ugarte nos agrada a ambos, Nan opina que Santiago
Cafiero (Jefe de Gabinete de Alberto Fernández) está bueno. Consiento. Carlos
Pagni y Alconada Mon[1],
Francisco Olivera y Nicolás Dujovne[1], son
todos servicios de inteligencia emparentados delictivamente con Jaime Stiuso.
Coincidimos. Al Gato Silvestre no le perdonamos el pecado original de haber
estado con Julio Blank en el programa “A dos voces durante años”; yo adoro a
Víctor Hugo Morales y a Armando Maradona, ella no se banca al mejor jugador de
fútbol de la historia y Víctor Hugo la pone mal por su columna en C5N. Acepto
la discordancia. Nos ponen del tomate Maximiliano Montenegro, Ernesto
Tenembaum, Jorge Lanata, Marcelo Zlotogwiazda (R.I.P.: Requiem In Pace), morto
en 2019, Daniel Scioli, todos los Macri, Marcelo Wiñaski y su padre (Ex ERP en
el Cordobazo), elhíper tatuado Alejandro Fantino y toda su banda de “Telefe”,
la rata inmunda de Eduardo Feinmann, sus colegas Luis Majul, Baby Etchecopar,
Antonio Laje y Nelson Castro.
Podría seguir enumerando
amores y odios de ésta, mi pareja, pero estoy cansado de tipear. Añado que no
es el único tema en que discordamos. Nos salva el humor. Ella cumplió 63 y yo
cumplo el 25 de abril 75. Dice que la deben premiar por cuidar a un adulto
mayor.
Por otra parte, destaco
que cada vez hay más “pasáme la polvera” en la tele. Entre ellos contamos con
“El negro oro”, jugadores de fóbal y algunos amigos míos “coquetos”, que
prefiero no nombrar por pudor (ajeno).
DANIEL
EL TRAVIESO
Mi vecino Daniel es un personaje de
aquellos y ya hablé de él en “Catarsis por el coronavirus”, de modo que remito
a ese relato. Vive solo y ya le regalé un libro de teatro de Jean Paul Sartre.
Sigo organizando la biblioteca y aparto, para él, dos libros: Las elecciones internas
en los partidos norteamericanos y uno que se usa en la carrera de Antropología
de la U.B.A. que se centra en la historia de los indios ranqueles. Toco timbre
y me observa por la mirilla. “Ah, sos vos. Pasá.” Paso. Le entrego los libros y
me pregunta ¿Porqué estás sin barbijo? Los libros, que te agradezco, ¿no
tendrán el bichito?”. Lo miro medio en serio y medio en broma. Me caga a pedos
“tenés que cuidarte, somos personas de los grupos de riesgo”…“Yo agradezco tu
amabilidad, pero me hice un barbijo casero”. Me lo muestra. “Vos perdóname pero
a vos te atiendo porque somos vecinos, pero ahora tengo que desinfectar a los
libros, la mesa, el picaporte de la puerta, la botonera del ascensor y estoy
aterrado, estoy cagado en las patas.”…”Ya empecé a leer ese libro que me
trajiste que ¿Cómo se llama?”…”Ah, ahora me acuerdo, es de Sartre”…”Estoy tan
abombado que se me olvidan las cosas.” Le dije que yo no estoy preocupado y que
ya vivimos lo suficiente y valió la pena. “Cumplo tres cuartos de siglo el
próximo 25 y me arrepiento de muy pocas cosas. Afortunadamente salté de la
depresión a la euforia y me lo tomo con soda.” “Yo estoy histérico, realmente
histérico. Nunca me pasó.”…”Te pido mil disculpas porque sé que sos una buena
persona, pero no puedo controlarme.” “No te aflijas, ya me voy”. “Repito que
quiero que me disculpas, porque lo tengo derecho a maltratarte, pero estoy
histérico” Nos dimos los codos (la forma correcta de saludar) y bajé a mi
departamento a buscar las bolsas para comprar comida. Fui al súper mercado y
regresé con lo que necesitamos. Me meto en la computadora y escribo cuentos. A
la media hora suena el teléfono y es Daniel. “Disculpame pero estoy muy
preocupado por la forma en que te traté hace un rato cuando me trajiste los
libros, no te o merecés. Tengo culpa por que me comporté como un maleducado y
nunca fui ni maleducado ni mal aprendido.” “Bueno, yo no me ofendí y te
comprendo.” “Pero yo quedé muy abatido y tenía que llamarte.” “Ya te dije que
no tenés que preocuparte porque considero que no me ofendiste.” “¿Seguro que no
lo tomaste a mal?” “Seguro, no tenés que disculparte más, quédate tranquilo”
“Me sacas un peso de encima, gracias.” Colgué y seguí escribiendo.
JOSÉ
EL ESCULTOR (*)
José
Lallana es hijo de Coco, un amigo de Jorge Vibes que murió cortando el pasto de
la casa que tienen en Mina Clavero, justo frente al balneario municipal. El
occiso regenteaba, junto a su hermano Tata, una de las casas de antigüedades
más importantes de “Córdoba la docta”, o, si se prefiere, Córdoba la heroica”[1], o,
por último, la “Córdoba del Cordonazo”(1969), liderado por Agustín Tosco (PCR
entonces y fallecido de cáncer militando en la clandestinidad para el ERP),
Hipólito Atilio López (Peronismo combativo), Elpidio Torres (peronismo
revolucionario) y René Salamanca (PCR en el SMATA[1],
fundador de los gremios de SITRAC-SITRAM[1]).
Coco
pertenecía a una familia de muy buena posición, y, como suele suceder con
algunos de esa capa, fue acompañado por la suerte. Cierto día, pasaban por la
“Quema”[1]. Desde el auto, Coco observó que algo brillaba
en la montaña de desperdicios. Bajaron, llamaron a un chango de los que viven
de recuperar metales en ese lugar, y le pidieron que trajera eso que brillaba
allí cerca entre la basura. El pibe les trajo una moneda de oro. “¿Habrá más?”
“Un montón, entre los ladrillos.” ”Si nos las traes, te ganás unos pesos.” Al
parecer la fortuna estuvo oculta dentro de una pared de una casona colonial que
fue a demolición. Con el producido de
ese hallazgo compraron una playa de estacionamiento en el centro de la ciudad.
La
playa fue heredada por José, quien la alquila por cuenta de sí y su tío. Por lo
cual, el petit heredero, habita el fondo de la casa familiar y alquila a
una heladería la parte del frente. Con esos ingresos solventa la marihuana y
cocaína que consume. Cosecha tomates Cherry y los vende a los restaurantes de
la segunda ciudad turística de la provincia. Jorge tiene una muy buena relación
con el vástago de Coco. A punto tal, que le regaló, la última vez que visitó el
lugar, un bloque de piedra sapo para que lo esculpiera. Días atrás, José envió
a Jorge fotos (2) en las que se observan los avances de la obra.
El
porteño lo visitó varias veces con el propósito de comprarle alguna antigüedad
de su agrado, pues había destinado 400 dólares para ello. José precisaba esa
plata para saldar una deuda con la Cooperativa Aguas de Mina Clavero, pues, de
no cubrirla, le embargarían un departamento. Jorge le dio los verdes y el
anfitrión puso sobre la mesa tantas antigüedades que Jorge se vio obligado a
rechazar las de mayor tamaño.
En
el curso de esas visitas, José contó a su amigo que, siendo estudiante de
arquitectura en la Universidad de Córdoba, se encontró, durante una clase,
dibujando un boceto para esculpir. El resultado de esa idea fue una pequeña
casita tallada en piedra dura, obra que regaló al visitante en esa ocasión.
José abandonó arquitectura y se dedicó a esculpir. Como se constata por lo
escrito, el muchacho cuenta con un patrimonio considerable, y, si fuera más
precavido, podría vivir sin problemas. Viajó a Barcelona a vivir con su
hermana. Paraba la olla con dibujos y esculturas realizadas ad hoc. Recorrió
toda España.
Uno
de los hijos de Jorge (los dos son viejos amigos de José) está afincado en
Madrid. Es CEO de una empresa internacional de Mass Media para el
territorio español. José pidió a Jorge el teléfono de su hijo para verlo en
Madrid. Pensaba viajar en una moto (1000 de cilindrada) que le prestaban, tomar
un café con su amigo y regresar a Barza en el mismo día. Locura que finalmente
no se concretó, según el hijo “español” confesó a su padre argentino.
Volviendo
a la hermana cordobesa de José, diremos que emparda a Coco, Tata y José juntos.
La señorita fue de turista a Colombia, se enamoró de un aborigen, se casó con él
y fueron a vivir al medio de la selva. El padre del novio les regaló un chalet,
construido junto a otros varones de la tribu en el mato. Puso únicamente una
condición: que la novia le regalara un tractor y una topadora. La parte
femenina de la nueva familia las compró. José fue de visita a la cabaña de los
recién casados. Para llegar, navegó río arriba como hace uno de los
protagonistas de “Apocalipsis Now”. Cuenta que, a las márgenes del río, pudo
ver cocinas de cocaína a cada rato. Aconseja a Jorge que entre en un negocio de
esos. “Comprás el kilo a mil dólares y te lo entregan en aguas internacionales.
Lo llevás a Europa y sacás diez mil.” “Gracias, me gusta, pero me privo.”.
Durante
una visita previa, el huérfano había confesado al citadino que no había tenido
suerte con las mujeres. Aclaro que es un bello ejemplar de macho humano. Rubio,
alto, delgado y con una sonrisa angelical. Confieso que nunca la probé ni la
probaré. Durante una noche de copas y música, el cordobés dijo al amigo de su
padre (yo): “Volví con antiguas novias locales y no locales. Fracasé. Tengo
pensado viajar a Filipinas para comprar una virgen adolescente al padre de
familia. Corrijo, dos, una para mí y otra para vender a algún amigo.” Ronda por
finales de los cuarenta (como mis hijos mellizos), y da todo lo sentimental por
perdido. Compró unas hectáreas arriba de Las calles, en plena montaña, para
armar un jardín botánico. En eso andaba, pre Covid19. Aprovecha la cuarentena
para esculpir la piedra sapo en el block que recibió de regalo. Jorge, vuelto a
Buenos Aires, le envió, por Chevallier, un libro titulado “British
Trees”, ilustrado con magníficas láminas en blanco y negro de todas las
especies existentes en esas Islas.
Jorge,
impedido de viajar por causa de la Pandemia, ignora cuándo finalizará la
operación de venta de su chalet, realizada hace mucho tiempo y pendiente aún de
ser escriturada.
(*)
Autorizada por José Lallana.
TROPIEZOS
DE LA MENTE
Es un
concepto recientemente inventado por este servidor público. Se le ocurrió
cuando, bajo la lluvia, buscó desesperado, el paquete de cigarrillos en sus
bolsillos. Lo encontró. Buscó su encendedor. Al intentar prender fuego al
pitillo, descubrió que tenía uno en la boca.
Gracias a la
Maldita Pandemia, funcionamos como dínamos de bicicleta. Pedaleamos y
pedaleamos para que la luz no se apague. Como un cucciolo de bicicleta que
requiere de combustible para marchar, pues de no hacerlo, tendremos que usar
las patas.
Las
consecuencias psíquicas y morales de la Amenaza Letal son, para todas las
edades, de efectos desconocidos hasta la fecha. Los niños que comienzan a
dominar (dificultosamente) el habla, dicen Colonaviru, poco después que papá y
mamá, o, como hacían mis mellizos, pa-má o ma-pá. Los/as púberes se apuran como
nunca para entrar en la edad del adolecer.
Los jóvenes,
por razones energéticas, físicas y existenciales, le dan al dínamo con más
fuerza y velocidad. Los de mediana edad se preguntan si no les tacará en suerte
pasar al hotel de los occisos sin comerla ni beberla. Otros dedican su tiempo a
atorarse con películas que jamás habrían visto en condiciones normales. O, los
que se encierran en un mutismo digno de monjas/es de clausura. También están
quienes rejuvenecer por efecto de la adrenalina que fluye incesantemente por
nuestro sistema nervioso. Esta última opción es la que practico. El sábado
cumplí 75. Mi mujer dice que soy un pendeviejo.
La cuca es
el órgano más sufriente en este combate. Escribo esto y me olvido de las
palabras que tengo que emplear. Las recupero de mi disco rígido y las tipeo.
Para acelerar, voy de la laptop al celular. Gugleo nombres, apellidos y
situaciones que salía tocar en mis clases teóricas. Todo rápido, rapidísimo
como si quemara en la mente, los dedos y las patas. Pero, si algo me sobra, es
tiempo. Duermo poco con las ideas que plasmaré en los panfletos al día siguiente. Gasto miles de dólares en pinturas originales (Alonso, Müller,
Castagnino, etc.). Mi esposa me acusa de loco, pero se la banca porque me ama y
no nos falta plata.
Qué opinar
sobre los famosos adultos mayores y mega mayores, que hacían todo manualmente y
ahora deben recurrir a la informática emblematizada por los cajeros automáticos
de los Bancos. Mi suegra actual llama a su hija varias veces por día, atormentada
porque entendió algo mal en la tele.
Tiene la
Enciclopedia Británica -capítulo de las enfermedades graves- en el cuerpito y
una farmacia bien surtida en su departamento. Cumplió 83 y hasta hace dos años,
tenía por novio a un gerontofílico de 73. Por suerte se pelearon. Por suerte
para ambos. No alcanzamos a imaginar las piruetas a que recurrían en sus juegos
amorosos. Tenemos, ambos dos, que cuidarla como si fuera de porcelana. Pero es
un paragolpes de fierro. Un puente de acero y aluminio de última generación.
Hace años que está pidiendo pista, pero, seguro que nos va a mandar a Chacarita
a nosotros.
¿Y, por casa
cómo andamos? Andamos andando. Con un adulto mayor demente e insano y una mayor
de sesenta. Mi amorcito se queja de todo todo el día y el que escribe se caga
de risa de todo todo el día. Así andamos andando.
La cajerita
de Coto, en el día de hoy, comprendió en cuca propia y apelando a su
experimentación, lo que acabo de descubrir. Hasta el “seguridad”, que monta
guardia para que no me zarpe, asiente. La niña (20-22) limpia obsesivamente la
mesa en que se depositan las compras después de la partida de cada cliente, se
le caen cosas, tipea el ticket de la compra, frunce el ceño, recuerda a su
novio. Todo a la vez con prisa y sin pausa.
Corro de la
mesa a la cocina, de la cocina al baño, de éste a uno de los sillones del
living, miro tele, regreso a ala compu encendida sin sonido, enciendo un
cigarrillo, aprieto el Go en el pasa CD; hablo por whatsapp con algún
amigo, llama mi hijo por el teléfono inalámbrico, corto el whatsapp y me
preparo o mando a preparar un sándwich, solicito que sea con vino. Escribo
hasta las 4 de la mañana con fondo de canciones de la Guerra civil española,
Sabina, Queen, Beatles, etc.
¡Meu
deus!, ¡My godness!, ¡Jesús Cristo!, ¡Jehová! ¡Dioses hindúes encabezados por
Siddhartha Gautama (dito Buda)! ¡Los Wandijna!, ¡Los Orishas afroamericanos de
Cuba y Brasil! ¡Quetzalcoatl!¡Mahotanos sunnitas y chiitas! ¡Tetragrámaton o
Elohim! ¡Tupá¡ ¡Ateos y agnósticos del mundo, uníos! ¡Etc., etc., etc.!
¡Mi dios!
(en portugués), ¡Mis diosas! (Muy usado por lesbianas inglesas), ¡Jesús Cristo!
(común a los católicos de Occidente)! ¡Jehobá (común entre los protestantes),!
¡Wandijna (dioses de los aborígenes australianos)! ¡Quetzalcoatl de los
aztecas!, ¡Mahometanos divididos en sunnitas y chiitas! Tetragrámaton o Elohim
de los judíos! ¡Tupá de los pueblos guaraníes! ¡Ateos y agnósticos del mundo,
uníos (famoso comienzo del Manifiesto Comunista de Marx y Engels!
¡Etc.,etc.etc.!
SIN FILTRO
Comencé a fumar a los 14
años. Saratoga rubios, sin filtro. En los sesenta no había cigarrillos con
filtro en nuestro país. El primero que fumé me produjo asco y mareo, más tenía
que probar (y probarme) lo macho que era. De allí pasé a los negros: Galois y
Gitanes (fuertes como sabaco de negro), volvía a los rubios con una marca
egipcia, que traía boquilla como la de los rusos. Desde entonces, probé todas
las marcas, hasta cigarros cubanos. Ignorando que no debía tragar el humo,
degusté uno durante una rata al Tomás Guido de San martín. Me agarré un pedo de
aquellos. Cuando viajamos con mi padecer con gusto a Europa, llevamos cartones
de Marlboro y Pall Mall suaves, pues en el viejo continente cuestan entre 5 y 7
euros, según el territorio de que se trate.
Voy a referirme a otra
acepción del “sin filtro”, la que alude a un estado de la conciencia que sale
por la lengua. Propia de los cocainómanos, la que genera un acelere que
desemboca en raptos de sinceridad involuntaria. No es mi caso. Jamás recurrí a
otra aventura química fuera del néctar de Baco. Leo y escribo. De la lectura,
recibo enseñanzas constantemente, y, además de provocarme placer, me sirven
para escribir. Escupo lo que siento en el papel o mis blogs. La mayoría de las
respuestas son afirmativas, pues comprenden mi autenticidad. Abordar lo
literario como autor, en cualquiera de sus géneros, debe respetar, ante todo,
un solo principio: No temer a exponerse más allá de lo necesario. Pienso que el
ocultar, más allá de lo necesario o posible (nadie se conoce tanto como para no
errar) es nocivo.
Por el Covid19, estoy
sometido a estados mentales y físicos, en los que no me reconozco. Para
sublimar esa adrenalina, camino y digo, a muchos de los que cruzo: ¡“Ave,
Caesar, morituri te salutant”! (¡Ave César, los que van a morir te saludan!
La mayoría lo acepta como la ironía que es, pero no faltan los que me mandan,
educadamente, a la puta que me parió. Un joven, que entra dentro de la primera
categoría, me retrucó con una salida inteligente: “No es necesario porque todos
los días nos estamos suicidando.”
Con la más sana intención,
corto una pelea de pareja. Les pregunto si hubieran pensado alguna vez que
vivirían estos momentos. Me responden que no. “Entonces, den gracias a la vida
por estar vivos y poder contar a sus nietos que sobrevolaron al cataclismo.”
Sonríen, me dan la razón, y siguen peleando. Compruebo que el tener razón es
condición necesaria pero no suficiente. Es muy difícil que otro cambie nuestras
convicciones. Tal cambio se produce por imperio de las circunstancias.
Me recuerdo a mí mismo
que, aparte de mostrar erudición cosmopolita al lector, debo obediencia a mis
antepasados diaguitas. El maledetto Coronavirus viene a ser un malón de los
Indios Ranqueles, donde cada uno de nosotros es La cautiva.
Pasamos de la hiperkinesia
a la depresión varias veces al día. Es comprensible y justificable. Incorporar
a nuestros hábitos disfraces de buzo no es fácil. Siempre se puede estar peor.
Una violada dixit. Los canales progresistas nos alarman tanto como los que
están en manos del Poder Real. El colectivo de Mujeres actrices se expidió en
contra de la liberación de violadores de las cárceles y exigió la renuncia de
Alejandro Vanoli, ex director de ANSES por una supuesta morosidad del organismo
en los tiempos que corren. Propios y ajenos dicen que se trata de diferencias
entre Abertistas y Cristinistas. El ex ministro de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, Eugenio Zaffaroni, se cruza con el ex secretario de seguridad por
la misma cuestión. Y la “oposición constructiva” de Macri, pato Bullrich y la
banda de Alí Babá aprovecha para secretar veneno.
Si este circo no es para
ver gratis y celebrar, las películas Metrópolis y Brasil dejan de ser clásicos.
Todo conocimiento surge del caos primitivo. Después, acomodamos lentamente los
patitos y vemos cada vez más claro. Mientras tipeo estas líneas sufro por no
estar al tanto de cómo va la secuencia Vanoli. Por suerte cuento con Flow y
puedo verlo más tarde en programa ya emitido. El Planetavirus es bienvenido.
Mis planteos se confirman. A usanza de los mejores locutores, tildo la idea en
mi libreta y continúo morfando almendras con un “Fernando” a cuestas.
Casi diría que me estoy
recostando mansamente en la Pandemia.
HOMENAJE A CARLOS GARDEL, JULIO SOSA, ALBERTO
CASTILLO, GOYENECHE Y ANÍBAL TROILO
Mi “duele, pero me gusta”
procede como antiguo colimba (corre, limpia y barre) to constantemente
pilchas, mantelería y ropa interior. Nótese que dije su pues no considero que
sea una máquina que deba ser usada por los hombres. Plancha. Tiene una montaña
de cosas para planchar, pero posterga ese laburo diciendo que lo deja para días
más frescos. En realidad, lo tira pa´lante[8], por fiaca nomás. No le disgusta esa tarea. Tampoco le [LB10] molesta cocinarme (me, porque sostiene que está a régimen), y
lo hace muy bien.
[1] Curzio Malaparte (1898-1957) fue un famoso escritor italiano, en
cuyas obras narra sus experiencias de Pre-guerra y II Guerra Mundial.
[2] Sonsonete preferido del ex presidente Raúl Alfonsín.
[3] Término que surge en la década del setenta, con el que
se alude a individuos que profesan una ideología política de izquierda y que,
además, defienden las teorías del psicoanálisis.
[4] Término popular con
que cariñosamente se refiere a la propia madre.
[5] Expresión lunfarda para expresar la falta de conocimiento sobre un
tema.
[6] En lunfardo, “tener coraje”.
[7] Apelativo para
calificar a un sujeto de escasa inteligencia.
[8] Contracción popular de la expresión “Para adelante”.
HOMENAJE A CARLOS GARDEL, JULIO SOSA, ALBERTO
CASTILLO, GOYENECHE Y ANÍBAL TROILO
Sin ánimo de
ofender al lector -que puede no ser argentino-, aclaro que estos tangos han
sido interpretados por los cantantes más famosos de nuestro país: Patricia
Sosa, Los Auténticos Decadentes, etc.
En realidad, todo
el repertorio tanguero y milonguero rioplatense se corresponde perfectamente
con tiempos de tragedia (personal y colectiva) como la que estamos transitando.
Siga El Corso
“Esa Colombina puso en sus ojeras
Humo de la hoguera de su corazón,
Aquella marquesa de la risa loca
Se pinto la boca por besar a un clown.
Cruza del palco hasta el coche
Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche sobre la noche de carnaval
Te quiero conocer saber adonde vas.
Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"Quien soy?, Adonde voy?", "Adios... Adios... Adios..."
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afan".
No finjas ms la voz, abajo el antifaz
Tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
Descubrete, por fin... Tu risa me hace mal
Detras de tus desvios, todo el año es Carnaval.
Esa Colombina con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdi...
Y entre grito y risa, linda maragata
Jura que la mata la pasión por mí.
Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
Del dios Jocundo y le van prendiendo
Al mundo sus cascabeles el carnaval...
Esa Colombina puso en sus ojeras
Humo de la hoguera de su corazón,
Aquella marquesa de la risa loca
Se pinto la boca por besar a un clown.
Cruza del palco hasta el coche
Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche sobre la noche de carnaval
Te quiero conocer saber adonde vas.
Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"Quién soy?, Adonde voy?", "Adios... Adios... Adios..."
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán".
No finjas ms la voz, abajo el antifaz
Tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
Descúbrete, por fin... Tu risa me hace mal
Detrás de tus desvíos, eso es Carnaval.
Esa Colombina con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdí...
Y entre grito y risa, linda maragata
Jura que la mata la pasión por mí.
Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
Del dios Jocundo y le van prendiendo
Al mundo sus cascabeles el carnaval...”
Siga El Baile (*)
“Siga el baile, siga el baile
De la tierra en que nací;
La comparsa de los negros
Al compás del tamboril.
Siga el baile, siga el baile
Con ardiente frenesí;
Un rumor de corazones
Encendió el ritmo febril.
Ven a bailar,
Te llevaré en las alas
De mi loca fantasía,
Quiero olvidar
Con besos nuestras penas,
Torbellino de alegría.
Siga el baile, siga el baile
De la tierra en que nací;
La comparsa de los negros
Al compás del tamboril.
Siga el baile, siga el baile
Con ardiente frenesí;
Un rumor de corazones
Encendió el ritmo febril.
Siga
el baile, siga el baile
De la tierra en que nací;
La comparsa de los negros
Al compás del tamboril.
Al compás del tamboril,
¡Hopa, hopa!
Al compás del tamboril,
¡Hopa, hopa!,
Al compás del tamboril...”
(*) Letra de Francisco García Giménez y música de
Anselmo Aieta. Estrenado en los bailes del Carnaval de 1926. Cantado por
Alberto Castillo, con la orquesta de Aníbal Troilo.
Mucha lectura interesante...saludos cordiales Vecino
ResponderEliminargerardotagtachian@gmail.com
Hola! Soy Lucila (la chica del banco) acá leyendo mientras tomo un cafecito. Tiene instagram? Pues me parece interesante que circulen sus escritos por allí también. Saludos!
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