PORTEÑOS ARGENTOS

 

Jorge Vibes

PORTEÑOS ARGENTOS

Proyecto de mural de Enrique Jorge Morales “Vistas de San Telmo” (2018), acrílico sobre cartón. El mural se debía plasmar en el garaje de un edificio a estrenar en San Telmo, en la pared medianera y tendría 4 metros de alto por 16 de ancho.


 

 

Jorge Vibes nació en Buenos Aires en 1945. Es licenciado en Sociología, jubilado como Profesor Adjunto Regular en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Nacional de Estadística y Censos. Ha publicado individualmente o en colaboración libros y artículos de carácter académico en Argentina y en Canadá (en inglés y francés). Esta entrega continúa a su primera obra de ficción Unas obras inconclusas de acá, disponible en el blog “Narrativa no convencional Jorge Vibes”.


 

Agradecimientos

A mi compañera y esposa Nancy. Primera lectora y correctora de los originales. Fan entusiasta y crítica severa. Siempre dispuesta a disimular mis depresiones y festejar mis ciclos maníacos.

            A Enrique Morales, que generosamente me regaló la imagen de tapa, que corresponde a un proyecto de mural que, una vez concretado, cubrirá una pared con una superficie de 4 metros de alto por 12 metros de ancho.

A Natalia, pareja de Enrique, que compartió conmigo y mi esposa Nancy, largas veladas nocturnas en las que comentamos temas de arte, filosofía, historia y vivencias de cada uno. Como finalizaban al alba, convenimos en acortarlas para antes de la medianoche, porque las trasnochadas llevaban muchas horas de cicatrización al día siguiente. A veces nos pasamos algo para dar las últimas puntadas.

A mis maestros Juan Carlos Portantiero, Torcuato Di Tella (h), Néstor Lavergne (asesor del Ché cuando fue Ministro de Industrias) y Miguel Murmis (uno de los traductores de El Capital en la edición de S. XXI). Acompañé durante 30 años a TDT, como profesor adjunto de Sociología en el CBC de la UBA y llegué a respetarlo en lo académico y estimarlo en el plano afectivo.

A les homeless con quienes converso en las “Callecitas de Buenos Aires” y a los hombres y mujeres de a pie que entretengo en las colas del supermercado, los almacenes y kioscos, cuando espero pacientemente.

A los/las venezolanos/as que importuné en diversas colas, a los/las bolivianos/as que entrevisté mientras compraba verdura y frutas, a las putas[LB1]  que paré en la calle y a algunos amigos que ponderan lo que escribo.

Finalmente, al COVID-19, pues me da la excusa para cometer estos desvaríos.


 

PREFACIO

En realidad, el conjunto de relatos que aquí presento es una mezcla de proyectos inconclusos comenzados en 2013, 2015, 2017 y unos pocos que añadí ahora. Es decir que llevo tres años tecleando e imprimiendo hojas. Al comienzo redacté unos trienta que pensaba subir a mi blog bajo el título Anti-mamushka, que aludía a los políticos argentinos de entonces a través de la metáfora de las muñequitas rusas en las que se agrupan varias dentro de la mayor. Sostengo que los cuadros políticos hacen esa jugarreta: declaman cierto discurso, pero nadie sabe qué esconden detrás. Como se sabe, estos adornos rusos consisten en muñecas de distinto tamaño que contienen otras más pequeñas. Las más simples subsumen tres, pero en París tuve oportunidad de contemplar un juego de alrededor de ochocientas piezas. Las abuelas son (por lo general) viejas, tiernas, astutas y sabias; atributos femeninos por excelencia. Garantía de la supervivencia y reproducción de la especie humana. Como la política. El arte de la política participa —mal que les pese a los neoliberales de antigua y nueva estirpe— de esas características, sea ejercido por varones, mujeres o gays[LB2] . [LB3] El discurso político viene en capas como la cebolla y con formas iguales con decorados que pueden, incluso, ser distintos. Como las muñecas rusas citadas. Dice algo, pero detrás de ese algo hay otra cosa y detrás de esa última hay otra que puede diferir en significación y contenido. En política pasan cosas. ¡Si lo sabremos!


 

EL PUENTE DE LA MUJER (*)

El Puente de la Mujer comunica la avenida Huergo con el lujoso barrio de Puerto Madero (u$s 8.000 por m2) [LB4] en el Buenos Aires de las proximidades del Museo Fortabat. Se erige sobre el canal donde está la marina del Yacht Club de Buenos Aires. En su altura máxima debe tener nueve metros sobre el nivel del agua. Es blanco y curvado en elipse como las formas femeninas y seguramente participó como estructura testigo en muchas historias como la que relataré.

Nuestro amigo Enrique contó la anécdota en una de esas cenas que compartimos en nuestro departamento. Manjares cocinados por mi jermu, empanadas delivery, pizzas o fideos, todo sirve, es excusa. Por lo general opinamos por turno o al azar hasta la madrugada y en ese transcurso nosotros, él y su pareja (Natalia) repasamos plástica, literatura, cine, música y diabluras de juventud de cada uno. Yo repasé mi aventura con la linda de voz de pito; mi compañera, algo sobre su noviazgo adolescente con el flaco Spinetta y Natalia, sus escapadas al sótano del colegio con un vino tetrabrik para soportar el quinto año de secundaria. Mi "rubia Mireya" ("la blonda", según Natalia) lleva a cuestas 62 cumpleaños, yo estoy próximo a los 74, Enrique 49 y su amor 36. Un proxy de cuatro generaciones argentas con similitudes y diferencias. Parecidos: beberse la vida de un trago y bancarse la resaca. Disimilitudes: años encima, con sus ventajas y careceres. Solemos referirnos a ellos como "los ahijados". Promediando la velada, en una ronda sobre pasos pasados, Enrique sube al escenario por pedido de su mujer. Motivo: el Puente de la Mujer. Golpea el atril con la batuta y comienza el concierto de música de cámara. Se remonta a tiempos de su separación con la madre de su hijo (ahora, de 22 años). A medida que se interna en ese laberinto sus emociones cobran fuerza. Comienza pausado y casi en voz baja (como para sí) y, de a poco, se traslada al confesionario de los dueños de casa. La acción se desarrolla en el Baires de fines del siglo pasado. Estaba estrenando soledad y la otra le impedía ver al hijo. Sin laburo, se acurrucó en la casona antigua que oficiaba hasta entonces de estudio. Habitaciones diseñadas para la oligarquía argentina cuando poblaba San Telmo y Monserrat con sus multitudes de sirvientes. Techos vidriados para tener toda la luz natural posible. Se atrincheró en el salón principal. Horno en verano y heladera en invierno. Acompañado por toda su producción previa (dibujos, cuadros con o sin bastidor, proyectos de esculturas, materiales a medio gastar, etc.). Estaba tan depre que carecía hasta de radio. El único artefacto moderno en ese ambiente era la computadora. Por entonces curtía Facebook. De la cama a la mesa y de la mesa a la cama, con las imprescindibles visitas al almacén para munirse de provisiones. El chanchito con los ahorros adelgazaba día a día. En aquel momento recurría a la birra o los alcoholes destilados baratos, según cupiera. Casi sin darse cuenta, se llenó de amiga/os virtuales y pasaba sus vigilias chateando, porque la musa inspiración también lo había abandonado. Su ojo entrenado y selectivo se posó en la foto de perfil de una niña [LB5] de su edad. Por los datos, averiguó que era patinadora sobre hielo, que estaba también recién separada y tenía dos hijas. Ocho meses meta y meta chatear. Él presintiendo una nueva y naciente pasión. Ella, avanzando a marcha lenta con armamento de combate y mochila al lomo. Él, pensando que se estaba enamorando (virtualmente) cuando (como comprobó posteriormente), en realidad, estaba enamorado del amor por sensación de vacío coronario.

A medida que ascendía en el relato sus ojos adquirían ese brillo característico que otorgan la auto compasión y la ironía bien maceradas. Se posó en algunos detalles de los varios chats diarios. Cerca del medio año, ella apuró la marcha, él le hizo un pase de tauromaquia porque no se sentía en condiciones de salir al ruedo. La patinadora se deslizó por la pista suave y armoniosamente al compás de Strauss. Enrique se alimentaba de sueños. En el circulito de Facebook había una muñequita proporcionada y grácil que lo llamaba y él, aún sin resto suficiente para encarar el desafío. Transcurrían los tiempos y se iban conociendo virtualmente. Él recurría a su arte y ella a sus pesares. Espíritus afines prestos a fundirse en besos reales en cualquier momento. "¿Cuándo?". Cuando pinte. Yo te aviso. La danzarina realiza un nuevo yiro más cerrado y con piruetas más vistosas. Al parecer, la dama le daba al tinto. Tres veces se durmió con el dedo en el teclado y el chat finalizó con un "aaaaaaaaaaa o un oooooooooooooooo". A otra cosa mariposa. Al día siguiente todo bien y la película continúa. Por razones de síntesis, Enrique se exime de aburrir con detallismos que no agregan nada. La “dama de las camelias”, insistiendo en el cara a cara. Camelot contestando los golpes como puede. "Se mancó el caballo, el escudo está en arreglo, mi escudero es un boludo y no tengo un mango". Una promesa de pañuelo de seda para él en brazo derecho lo anima. La lucha interior del caballero consiste en plantearse la eterna pregunta "¿Hago de tripas corazón y la encaro o me borro y la pierdo para siempre?". Gana la soledad y acepta. Sabe que no está en las mejores condiciones para el lance. Que la montura está raída y la lanza empatillada con trapos. Pero saca corazón valiente y confirma la cita. Se abrió a una amiga que, con su mejor voluntad lo llevó a su casa, le lavó la camisa (no cesaba de salir roña), llamó a su novio para que le pasara la afeitadora eléctrica y le rasurara el mate. La Peluquería de Don Mateo. La maldita maquinita se trababa y dejaba manchones en la (semi) pelada. "¿Voy con un gorro?". "Má sí. Estoy jugado." No durmió en toda la noche. ¿Adrenalina por efecto del miedo? ¿Ansiedad por las horas restantes? Taquicardia y pastillas. Nada. Amaneció frente a una piltrafa en el espejo. "¡Por dió, dijo Gardel, que facha!" La hora señalada era a las ocho de la tardecita en el Puente de la Mujer. Justo en el medio. En el zenit de los enamorados que van al encuentro en cámara lenta.

A esta altura del relato, Enrique se incorporó de la silla y continuó con mímica. Los tres restantes nos cagábamos de risa. Yo casi me meo. Natalia, que conocía el hecho, carcajeaba como si fuera primera audición. El poseído siguió meta y ponga. Fusta bajo el brazo decidido a cruzar el disco.

A las siete y cuarto emprendió la marcha. Tenía que ir en subte. Estaba tan nervioso que se bajó antes y tuvo que caminar un montón. Llegó ocho y pico sin saber si prefería que se hubiera largado o lo estuviera esperando. La imagen de la diosa le machacaba cerebro y retina. Caminaba rápido con la solapa del saco levantada porque la brisa del río estaba fresca. Ascendió desde el Oeste, tarde como Patton en Berlín. Los soviéticos ya estaban enarbolando la bandera del Ejército Rojo en lo alto del Reichstag. "¡Enrique!". "¡Me esperó!". Ella estaba tan fascinada por la foto que figuraba en Facebook (de otra época más propicia) que había propuesto que se besaran al momento de juntarse para que pareciera que estaban en dupla hace rato. Ambos se olvidaron del asunto. Él la junó de arriba abajo. Ella hizo lo propio. Enrique no es precisamente un jugador de básquet (mide 1.70 m.), pero la bella no superaba 1.50 m. (con tacos). La decepción mutua se notó. Mucho. Ella no podía creer que lo que Enrique le contaba por chat era cierto. Él recordó las leyes de la perspectiva. "Es verdad que es un seco. Casi un homeless". "Es una enana. Proporcionada. Una muñequita para mesa de luz. Noches con los ratones al palo y encuentro esto". "Tengo que hacer un buen papel porque las chicas están mirando y se ríen". "¿Vamos a tomar un café?" "Yo no tengo una moneda y los bares acá son muy caros". En el Havanna (ella dispuesta a garpar) se sentaron de frente. Él trató de captarle la mano, ella la retiró presta. Tenía los ojos llenos de lágrimas. El galán preguntó: "¿Qué te pasó?" "Hoy es el aniversario de mi casamiento" contestó ella. "¿Justo elegís el día de tu ruptura para encontrarte conmigo?". Ella prefirió no responder, como pensando "mala mía".  Estuvieron como una hora intercambiando penas. Él en protector y ella en víctima de un error pasado. Vino el mozo y cancelaron la dolorosa. En la calle, como para estirar el adiós, ella propuso: "Caminemos. ¿Para dónde vas?". "Al subte". "Te acompaño". Caminaron hablando del clima y las constelaciones. En calma. Como los dos extraños que eran. Crónica de un final anunciado. En la puerta del subte se abrazaron. Como para pedirse perdón por el malentendido.

 

(*) Autorizado por el protagonista masculino del episodio.

FUENTES LITERARIAS

Suelo usar los libros como fuente para mis escritos. Se habrá comprobado respecto de León Felipe, Pablo Neruda, Antonio Machado, etc. Tengo la suerte de contar con ellos en mi biblioteca. Leo más de una novela a la vez. Una de las que consulto en el inodoro es Diario de un extranjero en París de Curzio Malaparte[1]. Lo conocí a través de Kaputt y siempre compro algo más (hoy por medio de Mercado Libre).

 

Me cuesta elegir qué incluir en este artículo. Finalmente, me decido y trascribo dos párrafos del Diario…:

 

“En general, los hombres mueren por sí mismos. Tengo cierta experiencia de cómo y porqué mueren los hombres. En el fondo de la muerte de un hombre en una revolución o una guerra hay siempre un pequeño ʽYoʼ, un pequeño miedo o una pequeña vanidad. No se muere más que por una fe propia y por la propia cruz. No se muere más que por uno mismo… El amor patrio, la fe revolucionaria, el altruismo, todo está bien, todo eso existe, aunque en menor medida. Pero existe también la disciplina, el código militar, el espíritu de emulación, el amor propio, la vanidad, el afán de gloria y el valor. El valor desempeña un gran papel en la muerte de un hombre que cree sacrificarse por los demás. El deseo de mostrase a los demás y a sí mismo que se tiene valor y al mismo tiempo el instinto ciego del valor, esa fuerza ciega, instintiva, irresistible, que nos empuja al frente, hacia la muerte, y que es el valor”.[LB6] 

Me permito ser iconoclasta y afirmar que esas palabras no pueden salir de otra boca que no sea de la de un heredero del Dante, Boccaccio y Petrarca. De un italiano valiente y orgulloso quien, en su juventud, adhirió primero al fascismo, fue confinado a una isla como preso político por cinco años, pues se atrevió a criticar a Mussolini, y que, luego de cumplir la condena, fue a Francia para juntarse con los antifascistas. Quien, además, cuando el gobierno del Duce entró en guerra, regresó a su país y, con el grado de Capitán del ejército italiano, trabajó como corresponsal de guerra en el frente oriental. Los dos párrafos citados nos muestran, además, a un consumado poeta que no teme a las reiteraciones cuando están al servicio del verso. Un hombre que conoció a toda la nobleza italiana y al Conde Ciano en la República de Saló. Así como al General Patton, jefe de la ocupación norteamericana en Italia. Que sobrevivió a la catástrofe y sus lacras, pero contó sus andanzas maravillosamente. A medida que lo leo, asisto a las reflexiones de un ser profundamente escéptico, y, por ello, dotado de un extraordinario humanismo. Un anarquista en el buen sentido de ese concepto.

He escrito, reiteradamente, que pienso que la humanidad está en guerra contra el COVID-19. En esta contienda se observan todas las típicas conductas bélicas. Cuando salgo de compras (limitadas a lo posible), descubro situaciones impensadas. El otro día iba fumando por Ayacucho con el barbijo en el cuello, y una señora de mi edad, con el tapabocas puesto, me dice: “Tiene que dejar el cigarrillo”.A lo que yo le contesto: “Mire, le agradezco, pero el sábado cumplo setenta y cinco y estoy amortizado”. “¿Setenta y cinco? Yo tengo setenta y ocho y me cuido”.

“Estoy persuadido”[2] de que la epidemia aporta varias delicatessen: nos da oportunidad, a los vivos, de ser protagonistas de un episodio nunca visto o vivido por los seres humanos; disciplina a los pueblos latinos; beneficia las economías emergentes (antes llamadas subdesarrolladas) y promueve la autenticidad y —a su socia inseparable— la sinceridad, en muchas gentes que previamente no las practicaban. Hechos que demuestran, palpablemente, que la naturaleza es sabia. “Morirán”, digo (y, no “moriré”) porque merezco que la Peste me posibilite continuar escribiendo sobre ella. Apelo a su vanidad.

Si bien, a contrapelo, refuerza notablemente nuestras obsesiones. En lo que respecta a mi hogar, yo, que siempre fui un obse, multiplico la atención a los detalles más insignificantes al punto que respeto todas las órdenes que recibo de mi esposa. La “Bruja”, que siempre fue una encantadora desbolada, se convirtió en una soberana y encantadora hincha-pelotas. El que escribe oscila entre zapatear en el trapo con lavandina que colocamos en la puerta del departamento, a salir sin barbijo a la calle. Hablo constantemente (nada nuevo) con cuanta persona tenga la mala suerte de compartir la fila conmigo en alguna farmacia o negocio de venta de alimentos. Mi adorable tormento, que AA.CC. [LB7] (antes del COVID-19) dormía lo justo, ahora no baja de las catorce horas. Yo, que salgo de una depresión de dos años, no alcanzo a apolillar cinco horas. Llevo mi libretita de apuntes a la mesita de luz, y cuando me asalta una idea, prendo el velador y la anoto para no tener que exigir a mi memoria al día siguiente.


 

HOMENAJE A CARLOS GARDEL, JULIO SOSA, ALBERTO CASTILLO, GOYENECHE Y ANÍBAL TROILO

 

Sin ánimo de ofender al lector —que puede no ser argentino—, aclaro que estos tangos han sido interpretados por los cantantes más famosos de nuestro país, por ejemplo: Patricia Sosa, Los Auténticos Decadentes, etc.

En realidad, todo el repertorio tanguero y milonguero rioplatense se corresponde perfectamente con tiempos de tragedia (personal y colectiva) como la que estamos transitando por este 2020[LB8] .

 

“Siga el corso”, Carlos Gardel

 

“Esa Colombina puso en sus ojeras
humo de la hoguera de su corazón,
aquella marquesa de la risa loca
se pintó la boca por besar a un clown.

Cruza del palco hasta el coche
serpentina nerviosa y fina
como un pintoresco broche sobre la noche de Carnaval
te quiero conocer, saber adónde vas.

Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"¿Quién soy?,¿adónde voy?", "Adiós... Adiós... Adiós...".
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán".

No finjas más la voz, abajo el antifaz
tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
descúbrete, por fin... Tu risa me hace mal
detrás de tus desvíos, todo el año es Carnaval.

Esa Colombina con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdí...
Y entre grito y risa, linda maragata
jura que la mata la pasión por mí.

Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
del dios Jocundo y le van prendiendo
al mundo sus cascabeles el Carnaval...

Esa Colombina puso en sus ojeras
humo de la hoguera de su corazón,
aquella marquesa de la risa loca
se pintó la boca por besar a un clown.

Cruza del palco hasta el coche
Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche sobre la noche de Carnaval
te quiero conocer, saber adónde vas.

Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"¿Quién soy?, ¿Adónde voy?", "Adiós... Adiós... Adiós...".
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán".

No finjas más la voz, abajo el antifaz
tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
descúbrete, por fin... Tu risa me hace mal
detrás de tus desvíos, eso es Carnaval.

Esa Colombina con sonora burla
truena la corneta de una pizpireta dama de organdí...
y entre grito y risa, linda maragata
jura que la mata la pasión por mí.

Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
Del dios Jocundo y le van prendiendo
Al mundo sus cascabeles el Carnaval...”.

 

“Siga el baile , Alberto Castillo (*)

 

“Siga el baile, siga el baile
de la tierra en que nací;
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.
Siga el baile, siga el baile
con ardiente frenesí;
un rumor de corazones
encendió el ritmo febril.

Ven a bailar,
te llevaré en las alas
de mi loca fantasía,
quiero olvidar
con besos nuestras penas,
torbellino de alegría.

Siga el baile, siga el baile
de la tierra en que nací;
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.

Siga el baile, siga el baile
con ardiente frenesí;
un rumor de corazones
encendió el ritmo febril.

Siga el baile, siga el baile
de la tierra en que nací;
la comparsa de los negros
al compás del tamboril.
Al compás del tamboril,
¡hopa, hopa!
Al compás del tamboril,
¡hopa, hopa!,
al compás del tamboril...”

(*) Letra de Francisco García Giménez y música de Anselmo Aieta. Estrenado en los bailes del Carnaval de 1926. Cantado por Alberto Castillo, con la orquesta de Aníbal Troilo.


 

 

MIGUEL

Miguel es un ex amigo de Joaco de épocas de Filo. En esa época, era lo que se suele llamar "hombre de ventas" dentro de la especialidad de la publicidad gráfica. Su título de sociólogo le permitió vivir una interesante experiencia formando cooperativas de productores para un programa del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de Paraná. Despedido luego de unos pocos años, a raíz de una reorganización ordenada por la Dictadura Asesina, volvió a sus orígenes. Había estado casado con una psicóloga y la duración del matrimonio coincidió, más o menos, con ese período litoraleño. Tiraba pa'lante con los ingresos que le generaban suplementos publicitarios "especiales" en algunos grandes matutinos (Clarín, El Cronista Comercial, etc.).

 

Sus ingresos como ejecutivo de ventas en publicidad gráfica le generaban buena plata. No tanta como para adquirir un techo propio, porque no quería meterse en créditos hipotecarios y carecía de ahorros para una compra de contado. Por lo tanto, alquilaba departamentos amplios y caros en Barrio Norte. Los montaba con artefactos sofisticados y a veces, innecesarios (por ejemplo, dos heladeras grandes para un hombre solo), lámparas de pie de gran diseño, cubertería importada, blanco de hilo o algodón, sillas y mesa de Cucina Bella, juego de comedor y cama de mueblerías del barrio. Curtía ropa de las mejores sastrerías y se paseaba por la calle Florida con aires de triunfador. Por las mañanas tomaba café en el Florida Garden y comentaba con colegas la marcha de los negocios en el rubro publicitario, las rotaciones de conocidos en empresas patrocinadoras y la eventual caída en desgracia de amigos hasta entonces en puestos de privilegio de su mundillo.

 

Hombre de ventas psicobolche[3]. Sociólogo, ex de una psicóloga y, a su vez, psicoanalizado. Menuda mistura. A los fines de conocerse mejor, transitó por diversos “analistas” de medio pelo. Como no mejoraba de la manera en que hubiera deseado, tomó el toro por las astas y se mandó con Raúl Sciarretta, reputado epistemólogo y psicoanalista de los ‘70. En los comienzos, entraba a casa del terapeuta en la esquina de Pueyrredón y Mansilla, y pagaba una buena suma por sesión (hora de minutos variables, que tanto podía ser de 20 como de 40). Cierta vez le comentó al psicoanalista que quería avanzar más rápido. Sciarreta le propuso recurrir a sesiones prolongadas.

 

Para Miguel, esas jornadas se realizaron los sábados y se extendían por seis horas reloj. Imagine el lector lo que resultaban en honorarios. Según la víctima de quien se habla, en algunas llevaba todas las fotos familiares que había podido reunir y hablaba en detalle sobre lo que le evocaba cada una y en otras experimentaba con ácido lisérgico. Se comenta que ese recurso fue abandonado por el terapeuta cuando un paciente, en plena sesión, se arrojó por la ventana a la calle en medio de un brote psicótico (aparentemente causado por el ácido) y murió.

 

Nuestro amigo se enteró mucho después de esa noticia porque la sangría provocada por el tratamiento con el epistemólogo-analista lo dejó financieramente exhausto y abandonó.

 

En lo tocante a su metier, las cosas no le iban mal y decidió expandirse. Alquiló una oficina espaciosa al borde de la City y, tomando prestada una idea de uno que no podía instrumentarla, se largó a imprimir una guía de información con números de fax para empresas. La entregaría con un disquete actualizable anualmente. Invirtió todos sus ahorros y algo más en imprimir ochocientos ejemplares. Los tuvo que apilar en la oficina porque, cuando los a iba sacar a la calle, el correo electrónico ya suplantaba exitosamente al fax.

 

Ese fracaso no lo amilanó. Pero tuvo que salir a buscar empleo en su especialidad de otrora. Entró en una productora de spots publicitarios y lo despidieron al cabo de un año. Con la editorial de Le Monde Diplomatique en Argentina, similar epílogo. Eran laburos muy bien pagados, pero él no duraba mucho tiempo en ellos. Cuando le llegó el turno en Le Monde, le dieron a elegir entre pagarle la indemnización correspondiente —luego de cumplir con los aportes patronales y del trabajador debidos— o abonarle en negro. La primera de las opciones no era tal porque lo blanquearían con mucho menos de lo que cobraba y tendría que ponerse al día con sus aportes. Le convenía elegir la segunda. Implicaba que no quedaría registro de su paso por la empresa, pero superaba en mucho lo que obtendría con el primer ofrecimiento. Esto tiene su importancia porque, al momento de tramitar la jubilación, todos esos salarios no figurarían en el cálculo.

 

Para esos días había muerto su madre. Finalizada la sucesión, él y su único hermano resultaron herederos. Vendieron el departamento de la vieja[4] y cada uno se juntó con un montoncito de dólares. El país estaba bajo la Ley de Convertibilidad (un peso-un dólar) y cualquier emprendimiento nuevo le hubiera resultado imposible. Con sesenta mil pesos-dólares (suma resultante de la mitad del departamento más la indemnización) no podía encarar nada. Lo pensó y decidió probar suerte en el extranjero. En Centroamérica los "billetes" valían. Hizo dos viajes exploratorios. Primero fue a Nicaragua y a Honduras a ofrecer su expertise a los diarios más importantes. Sin suerte, decidió cambiar de rubro. En todos lados brotaban como hongos locutorios de internet. Paseando por Bocas del Toro (Panamá) se le prendió la lamparita. Era un pueblo turístico famoso entre los surfers americanos. Él no sabía una pepa[5] de computadoras y menos que menos de inglés. Pero era argentino y le sobraban bolas[6]. En Bocas existía un sólo locutorio. El del tano propietario de casi todos los locales céntricos. No jode, el suyo se abriría en el puerto, a escasas quince cuadras. Como todo vendedor a comisión que se precie, calcula y computa las ganancias antes de concretar la venta. Pero lo importante es que la decisión estaba tomada.

 

Regresó a Buenos Aires y con el proyecto en mente le pidió en préstamo a Joaco lo que le pudiera facilitar. Cinco mil verdes. A su hermano, los veinte de la herencia, en sociedad. Volvió a Bocas y alquiló el local. Cualquier gil[7]comenzaría con tres o cuatro máquinas, pero Miguel —que no lo era— comenzó con diez y nueve. Agregó un barcito para los clientes. "Ahora, ¿quién me toca el culo?" se dijo. Terminó pagando los alquileres atrasados con las computadoras.

 

Otra vez sopa. "¿De qué me disfrazo?". Como había vivido solo la mayor parte de su vida, se daba maña en la cocina. Lamparita salvadora. Abre un restaurante de comida argentina en la montaña. En un lugar plagado de residencias de americanos (entre ellas una que oficiaba de asilo para perros). Miguel había regresado a Panamá con su fiel compañero, el perro Chucho. El can era muy perrero y al poco tiempo contaba con un harén. Resultado: en la posada rondaba una jauría de ladrantes de variada pinta y pelaje. El dueño de casa tomó una morochita[LB9]  como ayudante. La jovencita se peleó con él y denunció a las autoridades que los perros comían en los platos destinados a los clientes.

 

Partió hacia Panamá City. Compró un colectivo Chevrolet '54 acondicionado para vender comida rápida en la calle. Casa rodante, cama, cocina, baño y televisor. Se instaló frente al casino, se colgó de la luz de ese lugar de entretenimientos y abrió las puertas. Vendía panchos y cositas así. No le va mal. Parece que, por fin, iba a despegar. No ahorraba mucho y se le ocurrió abrir otra fuente de ingresos. Compraría unas treinta bicicletas para explotarlas en alquiler. Escribió un mail a Joaco para pedirle un préstamo adicional. Recibió por contestación un "Andá a cagar".

 

Algunos años después Miguel decidió jubilarse. Acudió a Joaco para que tramitara los papeles, pues otros amigos, a los que había entregado los antecedentes necesarios, no podían cumplir con el encargo. Joaco fue nombrado apoderado. Retiró los "pelpas" y buscó un gestor para que llevara adelante el proceso. Le recomendaron una gestora que llevaba sus casos al ANSES de Caseros. La gauchada implicaba que Joaco tenía que ir desde Buenos Aires a Caseros cada vez que se necesita su firma, tomarse el día en el trabajo, gastar combustible en su auto y comerse las amansadoras pertinentes. Finalmente, la jubileta sale. Con retroactivo al momento de iniciar el trámite. Cuando Joaco se presenta en sede bancaria con la gestora, cobra, le paga los honorarios y retira el monto que Miguel le debía por el préstamo porque así se lo había indicado el migrante. Todos los meses, Joaco cobraba la jubilación y se la mandaba a Panamá vía Western Union. De modo que tenía que pedir permiso para salir del ministerio para cobrar la jubilación. En horario de trabajo. Miguel retiraba su haber en forma de unos 200 verdes, que, en ese Panamá dolarizado, cubrían sus necesidades alimentarias.

 

Un día, Joaco recibe un mail de Miguel en que decía que algo que se había hecho mal en Argentina porque los amigos que habían prometido encargarse del trámite le estimaron mucho más porque él había ganado sueldos altos. Agregaba que cuando volviera a nuestro país lo iba a arreglar con la gestora. Ignoraba que para el cálculo se tomaban en cuenta sólo los últimos diez años y que el impacto de los anteriores era mínimo. Más tarde se enteró por medio de otra jubilada argentina en idéntica situación que todo estaba en regla y le insinuó una disculpa a Joaco, pero era tarde. El apoderado transfirió el poder a Banco Nación, entidad que se encarga de los giros desde entonces. Joaco se sintió traicionado y le cortó el rostro. Pero Juan, un amigo común, sigue en contacto con Miguel y lo mantiene al tanto de cómo le van las cosas al Hombre de Panamá.

 

A raíz de trámites variados (certificado de supervivencia, validación para el permiso de residencia -iniciado como inversor ante el gobierno panameño-, pérdida de documentos, etc.), Miguel iba asiduamente al consulado argentino en Panamá City. Se había hecho amigo del Cónsul, que es buen tipo. Un mes Miguel se olvidó del certificado de supervivencia y le suspendieron los giros. Subsanado el involuntario olvido, tenía que arreglar la cagada en Buenos Aires. Le pidió a Joaco que fuera a Banco Nación y siguiera el trámite. El ex apoderado accedió porque supo, por el empleado bancario, que esas cosas tardan meses en regularizarse. El Centroamérica, el cónsul le tiraba Miguel a unos pesos del fondo que maneja para ayudar a compatriotas en apuros. Hasta que volviera a cobrar.

 

Entre tanto, problemas con el permiso municipal (o denuncia del Casino) lo obligaron a migrar. Paseando por ahí, al cruzar una esquina, un auto atropelló a Chucho. La conductora se bajó y constató que al perro no le había ocurrido nada grave. Pidió disculpas y lo convidó a tomar un café en su casa, en la otra cuadra. Durante la conversación ella le dijo que vive con su madre viuda. Miguel, al mirar por la ventana, descubrió un amplio terreno al fondo. Hablaron de sus ocupaciones. Ella se las arreglaba con la pensión de su madre y él le contó que era argentino y que cobraba una modesta jubilación de su país que le permitía ir tirando y que era dueño de un colectivo acondicionado para vender comida al aire libre. Le relató la historia del Casino. "Es una lástima que se acabara porque casi todos los clientes eran jugadores que salían tarde. Durante el día no se facturaba mucho, pero por la noche mejoraba. Ahora no sé a qué lugar iré a parar." La señorita, culposa por lo del perro, le dijo que tiene mucho lugar en la parte de atrás y que le podría facilitar espacio para ubicar el rodado allí. Miguel le contestó "Agradecido, pero sólo se lo voy a usar un tiempito. Hasta que encuentre un lugar definitivo." Se instaló. Su relación con las anfitrionas era cordial. La vieja también era muy amable y vuelta a vuelta lo invitaban a almorzar.

 

A Miguel se le venció el permiso de residencia y las autoridades lo conminaron a regularizar su estatus de inversionista extranjero, para lo cual tenía que demostrar cierta solvencia. Como no lo podía hacer, quedó en orsai. Acudió a un abogado. El boga interpuso un amparo y le contó que así iba a poder seguir al menos por un año. Y que después lo podía patear hasta que llegara a la Corte Suprema panameña. Salvado el hombre. Por un tiempo.

 

Como a perro flaco no le faltan pulgas, Miguel perdió los documentos. Como Joaco seguía chivo, cuando el autoexiliado le pidió que le mande el original de la Libreta de Enrolamiento (que estaba con los papeles del trámite jubilatorio) pasó el encargo a Juan, quien toma en sus manos el martirio de bancar al desgraciado ex sociólogo. Como se dijo, ese tercer amigo transmite a Joaco vida y milagros de Miguel: cada vez que cae en un pozo, el cónsul intenta ayudarlo. Indocumentado, con riesgo cierto de ser llevado a la frontera panameña y ser dejado allí como un perro, sin lugar donde vivir porque la vieja falleció y la hija puso en venta la casa, no parece tener un futuro amigable. El diplomático le ofreció repatriarlo como indigente. De aceptar, terminará habitando una vivienda del PAMI. En esa situación se encuentra según las últimas noticias.

 

Pero no. Hombre acostumbrado a sacar agua de las piedras, habló con una prima escribana de Alta Gracia (Córdoba-Argentina) y le mandaron el dinero para el pasaje. Al pasar por Buenos Aires para cambiar el domicilio de cobro de su jubilación (de Panamá a Alta Gracia) cayó por casa de Joaco con un amigo común. Como había dejado su poca ropa de Panamá, Joaco y el otro lo proveyeron de cinturones, corbatas y hasta zapatos. Quedó muy agradecido y regresó a Córdoba. Al mes, le descubrieron un tumor maligno en el cerebro. Lo internaron y a la semana crepó.

 

 

 

 

 

 

VELORIO DE UN SUICIDA

Introducción

En la edición que tengo a la vista del Nuevo Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres, publicado en 1902, subtitulado "para uso de la juventud de ambos sexos en la escuela y en el hogar", sub subtitulado "en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones de la vida; con un breve tratado sobre los deberes morales", se lee, en la Sección Quinta -de los duelos, entierros y honras fúnebres- lo siguiente:

"...V.- La puntual observancia de estas reglas ahorrará á las personas que sufren la pérdida de un miembro querido, el tormento de ver en su casa, en los momentos más terribles de su dolor, una reunión numerosa y llena de indolencia que conversa, ríe y celebra los chistes de cada cual, y que ofrece el chocante y horrible contraste de la alegría y los placeres de la mesa, dentro de un recinto enlutado y tétrico, en medio de una familia llorosa y desolada, y á veces aun al  lado de un cadáver!".

Los hechos

Velatorio en Av. Córdoba al 5000. Primer piso compartido con otro finado. A esa hora de la noche están presentes (vivos) casi todos los vecinos del consorcio, el peón del taxi que acababa de licenciar el finado por haber tenido que vender el “tacho” y los amigos más cercanos (pocos). La madre (85) no pudo asistir por prescripción médica. Están Daniel, Horacio y Cristina, más David, el único amigo y ex camarada del PC que se animó a seguir dándole pelota cuando volvió al país. Escenografía parca: atriles negros de los que se usan como porta coronas pelados, porque ya casi no se estila mandar flores. Ambientes sin ventanas y paredes mustias. La madre, respetando el agnosticismo de Pedro, se negó a que colocaran crucifijos. Los asistentes se mueven despacio y conversan en voz baja. El ambiente está frío y piden que enciendan la estufa de la sala y traigan café. Daniel presenta a Cristina a David porque no se conocían personalmente. Los tres primeros se sientan en sillas ubicadas en una esquina, contra la pared. David está parado y se sostiene en su bastón.

Daniel dice "Recuerdo todos los suicidas que conocí, tocaron de cerca a amigos o velé por compromiso. Hugo y el pollo (como la llamaba él) se suicidaron juntos. Juan tocó mi portero eléctrico a altas horas de la noche. Bajé a abrirle. ‘¿Qué pasa?’ ‘Hugo se suicidó…con su mujer.” “Pasá.” “No puedo, estoy avisando a los gomías.” El suceso nos partió la cabeza a todos y anduvo rondando por allí durante mucho tiempo. Parece que Hugo, pese a estar enpastillado[1], vaciló a último momento. Ella le pegó el tiro de gracia y después se metió el bufoso[1] en la sien y disparó. Estaba Fulano, un conocido. Fulano espantado, Policía. Drama. Como tenían previsto viajar, sobre la mesa había 20.000 dólares. Nunca se supo quién se los había llevado. Repensando el hecho, lo que más me impresionaba por lo perverso era que hubiera estado Fulano de testigo. Pero me planteo la eventualidad de que Fulano hubiera pasado por casualidad de visita y hubiera quedado pegado. Desde luego que para quienes tienen decidido matarse el hecho de que haya alguien más presente carece totalmente de entidad”

“También rememoro a Rosemary, pelo negro, lacio y largo con ojazos del mismo color, a quien apodábamos en la adolescencia ‘la dama del perrito’ porque paseaba con su caniche de pedigree por todo Mina Clavero en los veranos, y llegó a los treinta tan consumida por la falopa que se alimentaba y alimentaba a su hijo exclusivamente con huevos duros, a raíz de lo cual pasó a ser conocida como ´huevo duro´; al Santa (santiagueño), campeón de bromas y chistes del mismo grupo, que se coheteó pisando los 40, probablemente porque ya no aguantaba la impotencia sexual provocada por el chupi y la certeza de que la cirrosis lo llevaría muy pronto a la Chacarita.”

Se detuvo porque había llegado el café y lo necesitaba. Horacio preguntó si tenían coñac. El empleado le contestó “Ya le traigo uno.”

Daniel prosiguió: “A Miguel, alguna vez ayudante de 1a. A mi cargo en el CBC de la UBA, que conocí Posadista (Partido de la 4ta. Internacional dirigido por el camarada Posadas) en “Filo”, después que cambió Sociología por el Seminario abandonado cuando estaba a punto de ordenarse cura y con quien llegamos a Profesores Regulares Adjuntos en el mismo concurso, que después hizo todo el periplo interno y al momento de la boleta ocupaba aún esa posición, que salió al patiecito trasero de su casa en el segundo cordón del conurbano, de mediodía, con su esposa e hijos todavía en la mesa, y se prendió fuego a lo bonzo; al gordo -se me escapa el nombre (promediando la treintena), Jefe de Trabajos Prácticos en la misma unidad académica, que vivía solo y fue descubierto cuando los vecinos de piso sintieron un mal olor tan intenso que llamaron al encargado y éste llamó a la policía, que tiró la puerta abajo y encontraron un cadáver en avanzado estado de descomposición pues llevaba muerto muchos días.”

El mozo trajo el coñac y preguntó “¿algo más?” y ante la respuesta negativa se retiró. Como suele pasar en todo velorio que se precie, comenzó la tanda de chistes, clásico recurso para cortar momentáneamente la angustia que provoca el confirmar que somos mortales, a la que se suma la certeza de que ya nunca tendrán contacto material con el ser querido.

Daniel abrió fuego: “Resulta que había un sociólogo que, como muchos universitarios que debían cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, pedía prórroga hasta recibirse. Cuando no tuvo otro remedio que alistarse, se presentó al cuartel que tenía asignado. Una vez en el patio estaba con todo el contingente en el patio y un sargento dijo ‘Levanten la mano todos los que vienen con prórroga’. Lo hicieron. Se dio destino, uno a uno, de acuerdo a su especialidad. Al sociólogo lo mandaron a reportarse con uno de los tenientes de la guarnición. Llegado a la oficina se presentó “permiso mi teniente T., me reporto por orden del sargento S. “Ah, vos sos el sociólogo.” “Sí.” “Bueno, mirá, te voy a dar una tarea simple pero delicada.” “A la orden, mi teniente.” “¿Viste ese campito que se encuentra pegado al norte del cuartel?”…”Me lo vas a tener que arar todito. Tenés una semana para completar el trabajo.” El sociólogo fue y, a los cinco días, se cuadró ante su teniente y le comunicó que había cumplimentado el encargo. “Muy bien felicitado 10. Lo terminaste antes de que venciera el plazo.” “Gracias.” “Ahora, vas y abonás lo arado dentro de un plazo de cinco días.” “A la orden, mi teniente.” A los tres días vuelve el colimba (corre-limpia-barre) presentar los resultados. “Fenómeno, no tengo palabras, sos un excelente soldado.”... “Ahora, debido a tu eficiencia, te voy a mandar a cumplir una tarea decisiva para la compañía.”... “Al sur, detrás de la caballeriza, hay una montaña de papas. Vas y me las seleccionás por tamaño. Grandes, medianas y chicas.” “Tenés una semanita para terminar.” Parte el conscripto en pos del objetivo señalado. Pasa la semana. Otra más. Y, transcurrida la mayor parte de la tercera. el teniente T. llama a su subordinado. “Pero ché. ¿Qué te pasa? Te mando a arar y a abonar el campito y lo cumplís antes de tiempo, pero te mando a seleccionar las papas por tamaño y todavía no terminaste.” ”Disculpe, mi teniente, pero resulta que los sociólogos somos especialistas en mover el piso y tirar mierda, pero cuando hay que tomar una decisión, estamos jodidos.” Todos rieron casi al unísono. Alguno en tono demasiado alto para la circunstancia.

David quiso incorporar el humor judío en el aparte del cuarteto: “Cuando se declaró la epidemia de SIDA, no se sabía muy bien de dónde venía, si era contagioso o no, y si lo era, cómo se propagaba. Una mañana, se encuentran Sarita y Raquel en la calle Pasteur. Se saludan y Sara pregunta “Raquelita, ¿es cierto que tu Samuelito tiene SIDA?” ”Es cierto.” “Y ustedes ¿cómo se las arreglan?” ”Mirá Sarita, el secreto está en tratarlo con amor, con mucho amor y matzele?”. ”¿Porqué matzele?” ”Es lo único que pasa por la rendija de la parte de abajo de la puerta.” “Muy bueno.” dijo Daniel. “Entonces te tiro otro: resulta que venían por un camino, en dirección opuesta, un catalán y un judío. Al cruzarse, descubren simultáneamente una moneda en el suelo. Se abalanzan y la toman. Ambos tiran con igual entusiasmo y fuerza.” ”¿Y quién ganó?” ”Ninguno, pero inventaron el alambre.” Cristina dijo: “Este es mejor que el anterior.”

Daniel disparó nuevamente “Un puto va de visita al departamento de un manflorón[1] amigo. Toca timbre. El dueño de casa abre la puerta ataviado con un quimono dorado y unos zapatos puntiagudos color piel. Intercambian besos en las mejillas y el recién llegado dice: ¡”Qué lindos zapatitos! ¿de qué son?” ”De cuero de pija.” ”¡ Ay, loca!, ¿no me das una patadita? Lisa apunta “Sos un homofóbico de aquellos. ¡Qué tremendo hijo de putas! (sabiendo que no era así y que su marido entraba en la provocación para llamar la atención nomás).

Cristina, como la inmensa mayoría de las mujeres, carece de memoria para los cuentos, recurrió a una anécdota. Recordó que dos años atrás, estaban en Madrid con Joaco, picando algo en el Museo del Jamón cercano a Plaza del Sol, ubicados en una mesa del entrepiso. Hicieron el pedido de lo que preferían comer y el susodicho preguntó a la camarera que cervezas tenían "Bueno, tenemos Heineken y de la otra" "¿Y qué diferencia hay?" "Hombre, la Heineken es Heineken y la otra es la otra ".

La esposa Daniel, inspirada por lo que acababa de contar, recurrió a otra anécdota que contaba un amigo. “Un primo mío, gallego migrado a estas tierras de adolescente, hizo fortuna y, ya casado, decidió visitar “sua terra galega” (su tierra gallega) con sus cinco hijos y su esposa. Era verano. Alquiló una van en Madrid y partió a las montañas de su provincia natal. Manejó por caminos de cornisa hasta el mediodía, momento en que sus descendientes clamaron de hambre. Estacionó su camioneta en una posada amable y se sentaron todos a la mesa bajo la sombra de un castaño centenario. El posadero acudió presto y preguntó qué apetecían los señores. “Por favor, traiga Ud. siete emparedados de jamón.” “¿Y para beber?” “Siete Coca Colas” “Mire Ud. señor, me parece que les conviene pedir, en lugar de siete Coca Colas chicas, dos de dos litros y medio.” “Perfecto, traiga entonces dos grandes.” “No tengo.”

Danny, después de aplaudir sin ruido la ocurrencia, retomó su relato: “A Rubén -alguna vez dueño de la principal casa de artículos regionales de Mina Clavero- quien, a los cincuenta, solísimo y arruinado por su adicción a la “rula”, eligió como punto de partida a un borde de la montaña cerca de Copina. Auto mirando al valle, una botella de whisky vacía, somníferos y pistola; al Conejo (49) -ex compañero de partidas de póker, pase inglés y "chuchos" al que dejé de frecuentar añares atrás pero tenía y tengo presente su risa de dientes grandes. Una vez me invitó al hipódromo de Palermo porque tenía una “fija”. Le contesté que andaba seco. No importa, mi padre me dio plata para mi cumpleaños y, en lugar de comprarme la Penguin y te pago lo que te debo del poker. Vamos a las carreras y el dato era bueno. Yo me compré el reloj Tissot caro. Terminó sus días abriendo el gas”.

Daniel señaló que en esos días se viralizó en las redes sociales un diálogo extremadamente gorila. “Voy a matar cinco mil kirchneristas y un perrito”. ”¿y por qué un perrito?”.

Cris había aceptado café y Daniel bebió un primer sorbo antes de continuar: “También recuerdo a Jorgito, compañero de 5to. del Nacional y dos años en la facultad de Derecho, que una vez recibido se estableció en Bariloche con su esposa (también boga), que, según su hermano, era proclive a avanzar machos en presencia de su marido –cosa que me consta personalmente- ejecutó su elección última sellando el dormitorio con el brasero encendido y terminó sus días acostado en la cama matrimonial con un frasco de somníferos en la mesa de luz; al compañero del Servicio Internacional de ENtel -edificio viejo-, que en su veintena, no hablaba con nadie, se fumaba 3 cigarrillos en cada 10 minutos de descanso, recorría en ida y vuelta el palier del ascensor a donde salíamos con paso vivo, y del cual supimos un lunes que se había tirado del balcón del décimo piso a la calle.”

“Otro caso terrible fue el del hijo del titular de Antropología, que, según supe por el propio padre, se ahorcó a los 20. Pese a que mi colega docente no alcanzaba a explicarse el porqué, yo, que conocía el paño, me aproximé a una hipótesis. El progenitor de marras era alcohólico perdido y andaba por el cuarto matrimonio. Brillante, ocurrente y divertido, pero como suele pasar, difícil. Al momento de este encuentro acababa de casarse de nuevo con la segunda y lo proclamaba a cuatro vientos. Criado en ese contexto, no es riesgoso pensar que el hijo padecía de una fuerte inestabilidad afectiva.”

“¿Pedimos otros cafés?””; “Para mí no.” “Paso.” “Bueno.”

Daniel continuó con el macabro recorrido: “A la madre de una de las mujeres de Santiago en su etapa ginebrina, que de repente entró a regalar cosas de su casa. Objetos de valor y sin él (el piano, joyas, pocillos para café y lápices). Uno de los hijos la fue a visitar y encontró el departamento prácticamente vacío. Llamó a sus hermanos y les contó. Pocos días después, la madre se despojó de lo último que le quedaba -la vida-, metiéndose en el lago Lemán después de recorrer el laberinto sin salida de su insania.”

Horacio dijo: va otra: “También lo que pasó Adriana, compañera socióloga en la Secretaría de Programación Económica del MECON, cuya madre, presa de una depresión de larga duración, se mandó de una por el pozo de aire del edificio." Hizo una pausa y continuó: “Comentando la actitud final de la madre, dije a Adriana y a nuestro jefe ‘yo, la única forma de muerte que respeto, es la muerte heroica’.”

David agregó: “Pedro era antisemita, como casi todos los estalinos. Yo, pese a mi ascendencia, me quedé en el Partido para dar la lucha interna. Dejé de lado lo que considero una contraposición secundaria y reconozco al PCA no pocos aportes: popularizó la literatura marxista en ediciones baratas; formó a buena parte de la intelectualidad de los ‘60 y ‘70 que, luego, por oposición, digamos edípica, hacia el Partido como padre opresor, generaron opciones abiertas de raíces marxistas.  Boris Spivacow, emblema de ese intelectual comprometido y pluralista, había sido expulsado de la Fede en 1966 y toda su carrera de editor estuvo signada por ese ideario izquierdista no dogmático. Junto a otros expulsados de la Fede o del Partido, erigieron las columnas de parte del edificio del pensamiento social argentino de izquierdas. La otra parte pertenece al PCA. En conjunto, esas tribus enfrentadas políticamente estuvieron detrás de la editorial Centro Editor de América Latina; de los Cines Lorraine, Cosmos 70 y Arte, salas que conectaron a los entonces veinteañeros con el cine italiano (desde el neorrealismo a la comedia dramática de los ‘70), la Nouvelle Vague[1], la cinematografía rusa y de los países satélites de la URSS; la New Wave inglesa y el cine crítico latinoamericano.”

Daniel dijo: “Reconozco que el PCA sostuvo a la Revolución Cubana y mantuvo relaciones subterráneas con la guerrilla no peronista (a la que criticaba en público, etc.). No obstante, metió la pata muchas veces. Como cuando trenzó con Viola considerando que, de esa manera, impedía que la dictadura pasase a degüello a miles de militantes comunistas. En fin, no todo es del color de que lo pintan.” “Cierto, pero todas las expresiones del arte contaban con células (en algunos casos frentes) del Partido.” Horacio se sintió obligado a terciar: “Recordar que el FATRAC, el frente de teatro del PRT-ERP contó en sus equipos a Norma Aleandro, Alfredo Alcón y otros varios.” “Sí, pero el Partido tenía al teatro IFT, templo del teatro independiente de esa época”. “Piensen que, para nosotros, el Partido era la vida. Familia, amigos, trabajo, militancia. Todo giraba en torno al Partido y el Partido era la Dirección.” ”Una especie de catolicismo mundial comunista bajo la bota de la URSS.” “En lo existencial eso se relativizaba. Uno se entregaba totalmente a su deber militante. La disciplina partidaria era todo y los díscolos se convertían en muertos, ni siquiera los saludábamos en la calle.” Cristina se indignó: “Ese enfoque de la militancia es una mierda.” “No tanto, siempre nos daban una justificación atendible.” Daniel dijo: “Bonita interpretación del centralismo democrático.”

David prosiguió: “Pedro y yo supimos tener un camarada -responsable de finanzas del PCA para una gran parte de la zona sur- que fue injustamente acusado de malversación y al regresar a su casa expulsado, cazó la 45 y se voló los sesos. Después se comprobó había sido una falsa denuncia efectuada por otro camarada, pero ya era tarde”. Emocionado por la evocación murmuró “No merecía terminar así.”

Daniel acotó: “Tu anécdota me recuerda a Milcíades Peña (padre), que se suicidó cuando solo tenía 33 años (en 1965). Entre los militantes del PRT La Verdad circulaba el dato de que lo hizo cuando no encontró salida a la contradicción que lo presionaba: su producción teórica y la guita que le estaba dando su floreciente empresa de investigación de mercado.” Prendió su último cigarrillo y continuó: "Cuando saltan estas cosas no puedo evitar poner en el tapete las muertes inesperadas que viví de cerca o me llegaron por personas conocidas. La de Laura, compañera de facultad y madre de gemelos, que terminó como los desgraciados muertos-vivos de los campos de concentración nazis devorada por un cáncer agudo de mama a los 42; el de Elinita, alguna vez noviecita de vacaciones, que pasó por el mismo incendio interior de células malignas cuando tenía esa edad.”

El relator de turno cambió de tema porque David se había retirado al baño. Al regresar “el ruso” volvió al anterior: “El de Mariana, de treinta y pico, para entonces pareja de un amigo que la doblaba en edad, que fue al médico para un chequeo de rutina y de allí, inmediatamente a internación porque le detectaron un cáncer extendido imposible de parar que la fulminó en una semana, y el de un tocayo mío, que, preso de una honda depresión originada en la estafa de un amigo-socio traicionero y que seguramente lo conduciría a la bancarrota, en vísperas de ir al juzgado en el que le fallarían sin dudas en contra, cayó seco en la cancha de tenis por efecto de un infarto masivo antes de cumplir 38.”

Daniel terminó su coñac y prosiguió: “A Alejandro, el subteniente de caballería veinteañero destinado en el regimiento de Chajarí (Entre Ríos), que cayó del caballo en un partido de pato y se quebró el cuello; al primo hermano de mi amigo Raúl, cadete del Colegio Militar que, en sus veinte exactos, estaba de guardia nocturna en un polvorín que estalló vaya a saber porqué y se lo llevó puesto; al batero de la banda de unos sobrinos que, sin llegar a los treinta, calculó mal la dosis; a los hermanos Daniel y César (44 y 38), los archimillonarios que exigieron a sus venas más de lo que podían dar y se fueron con pocos meses de diferencia."

Daniel había asociado con otras muertes inesperadas y retomó la palabra diciendo: "También el hermano de Nelson, que, volviendo tempranito de un asado que se prolongó hasta bien amanecido, salió despedido de la caja de la chata cuando el conductor se comió los taquitos del puente sumergible de Nono y terminó en el lecho del río con la cervical rota."

Cristina, seguramente por necesidad de sublimar la angustia, acotó: “Pálidas trágicas fueron las que presencié o me contaron algunos allegados. “Estando en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez a raíz del accidente del hijito de una amiga (nueve años) al que le pasó un colectivo por encima y afortunadamente fue salvado, pasó en una camilla rumbo al quirófano de cirugía cardiovascular, un niñito de no más de cinco que se comía con ojos ávidos el entorno girando su cabecita en todas las direcciones. Como si supiera que se estaba despidiendo del mundo; y la del adolescente de doce que vivía en la Villa 31 que, perseguido por la cana[1] en las vías del ferrocarril San Martín en virtud de un “achaco”, cayó abatido. Cuando fue velado, se disimuló el hecho diciendo que lo había pisado el tren.”

Horacio, tan movido como Lisa, dijo: “Me disparás otros dos, tuve un jefe que, estando de finde en el campo de un amigo, tuvo que sufrir la muerte de su hijita de seis años, que jugando a las escondidas se metió en un silo, hecho ignorado por el operario que descargó el grano y la tapó; el del hermano menor del “alemán” y unos gomas (todos en plena adolescencia), que estuvieron esperando en un boliche del bajo de Vicente López que pasasen los autos del Gran Premio de Turismo de Carretera y matizaron las horas chupando fiero. Finalizada la pasada bien tarde en la noche, se subieron al auto y el conductor, sintiéndose émulo de Juan Manuel Fangio, pisó el acelerador hasta que en la curva de Libertador que hay después del puente de la Lucila, en lugar de seguir por el trazado del pavimento, fue derechito a clavarse en un poste de alumbrado (por ese entonces de madera). Lo dejó colgando en el aire y acometió dos más. El tercero también se cortó de cuajo y terminó por convertir al auto en descapotable y a sus seis ocupantes en seres sin cabeza”.

Como para cortar la mala onda, Horacio cuenta que días atrás concurrió a la manifestación de "Ni una Menos" en Plaza Congreso. Había ido a buscar a una ex compañera a la que le tenía que pedir el celular de otra, abogada de profesión, a la que quería interesar para que tomara el caso de un trámite sucesorio de un conocido. “Me acerqué a María y le pregunté por Fulana. Me la señaló. Como siempre que me encuentro con María le tiro alguna pulla, le digo que tengo una hipótesis a la que titulo: Ley de la Compensación de la Naturaleza en relación a la cuestión de género.” “¿Y en qué consiste?” “Muy simple. He comprobado que, desde hace algunos años, las mujeres se presentan más apetitosas que tiempos atrás.” “¿Entonces?” “Entonces que es por obra de la sabia naturaleza. Porque como cada día hay más hombres ambiguos en sus respuestas a la seducción femenina, no tienen otro remedio que entretenerse entre ellas, o, en su defecto, tratar de atraer a los machos con propuestas más explícitas y llamativas. De acuerdo a mis deducciones, la naturaleza hace eso para asegurar la reproducción de la especie.” Una señora que estaba con María dijo: ¿No te parece algo provocador eso que decís?” Significando que ese comentario era impropio para un acto impulsado por mujeres que denunciaban al machismo. “Horacio es un provocador.” "Aclaro que con María nos cruzábamos esos metamensajes porque ambos sabíamos de las reiteradas maldades que me había hecho cuando compartíamos militancia y de las maldades con que yo solía responderle. Que, como hipócrita que es, disimulaba con su mejor cara de ‘Yo no fui, soy incapaz de proceder así’ o, sin más, haciéndose la boluda". Finalizó: "Satisfecho con mi reciente tocada de culo a María, fui en busca de Fulana y le pedí los datos que necesitaba".

Cristina se puso de lado de María y su amiga, no porque María le cayera bien, todo lo contrario, pero ante el relato, hizo causa común con las agraviadas que organizaban el acto. Daniel, en cambio, le hizo notar que Horacio es defensor de las mujeres pero que usa la ironía para practicar un humor negro sutil. David emitió juicio sobre el fondo y la forma. Para él, miembro de una minoría, era un humor negro poco feliz.

Cristina pregunta “¿Alguien tiene un pucho?” “No”. “Entonces bajo a comprar.” Deja la sala y los tres hombres siguen charlando de política. La muchacha regresa y se prende en la conversación. Agotados los comentarios sobre la situación nacional, pasan a hablar de música –se aproxima la visita de un famoso cantante lírico al Teatro Colón- y cine. Daniel y Cristina recomiendan alguna peli a los otros. Tratan de matar el tiempo.

Todos tenían ganas de irse porque habían llegado con el cajón y las horas hacían lo suyo, pero como en parte todavía no aceptaban lo sucedido y en parte no quedaba nadie, tuvieron que seguir en continuado hasta que terminó el entierro. Se les pasó el sueño porque, como es sabido, pasado un punto de inflexión, el noni[1] ya no se percibe. Sentían un cansancio físico y anímico enorme y cuando llegaron a sus casas durmieron veinte horas de un saque.

 

 

 

 

 


 

UNA NOCHE DE 2016

 

El 27 de noviembre de 2016 a la una de la madrugada, Luisa estaba durmiendo a pata ancha en el dormitorio matrimonial. Jorge estaba mirando Lila, Lila en el canal Europa- Europa para despejarse de las horas de escritura. La habitación de la pareja está situada al final de un pasillo que tiene, a sus lados, el baño principal y una segunda habitación que se usaba como escritorio-estudio de Luisa, y, al final un baño de visitas. Allí había una cama de una plaza en la que dormía el sociólogo cuando Mora se quedaba a dormir de chica, la PC de escritorio, algunas repisas y el placar. Joaco trabajaba en su Laptop o en su netbook en el comedor o en la biblioteca. La puerta que comunica el living-comedor con los baños y el dormitorio estaba cerrada para que el sonido de la tele no despertara a Luisa.

 

En lo mejor de la película, el timbre de la casa sonó largo y entrecortado durante muchos segundos. Jorge se preguntó quién podía joder a esas horas de la noche. Había escuchado ruidos en el palier, pero los había adjudicado a alguna fiesta de las que solían ofrecer sus vecinos de piso Santiago y María de las Mercedes. Levantó la mirilla y vio parte de la cara de su vecina, en la que destacaban los ojos saltones. La señora decía cosas que Jorge no entendía a causa de la tele. Como la puerta estaba cerrada con llave, dijo: ”Esperá que ya abro.”

 

Cuando lo hizo, MdM, presa de un ataque de nervios, le dijo: “Santiago está atrapado en el ascensor y yo no sé qué hacer.” ”Calmate, contame dónde está.” ”Acá, entre planta baja y primer piso. Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” Contestó el atrapado sin salida. “Pasa que sufre de claustrofobia y yo tengo miedo de que le pase algo.” La escena se completaba con la hija del matrimonio y una amiga que la había ido a visitar. El que hasta entonces miraba plácidamente una película le dijo: “Calmate, hay que mantener la calma. Santiago, ¿estás bien?” ”Sí, pero no sé qué hacer.” ”Bueno, mirá, en el costado superior derecho de la puerta del piso hay un aparatito que traba y destraba el coche. Abrí la puerta interior y tratá de empujar la traba para que se abra la puerta del piso.” ”No alcanzo porque estoy en una posición muy incómoda. Yo voy a romper la puerta.” La puerta se estremeció por el golpe. Pasaron unos minutos y el enjaulado se ponía cada vez más loco. Volvió a pegarle a la puerta con furia. Jorge pensó: “Este pelotudo va a destrozar la puerta y, como es un accidente, el arreglo lo va a tener que pagar el consorcio.”

 

MdM se movía nerviosa, tocaba su smartphone y preguntaba a su vecino:”¿A quién llamo? y a su esposo: “Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” Y el claustrofóbico entró a patear la puerta de madera. Sin éxito, porque es, como corresponde a un edificio de los años ‘50, de una pulgada de grosor. Sin embargo, el entusiasmo de Santiago logró hacer saltar al marco de bronce de la abertura. “Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” Volvió a preguntar a Joaco: “¿A quién llamo?” ”No sé, llamá a la policía o a los bomberos.” La amiga de la hija dijo: “Llamá al 147.” La hija miraba todo entre divertida y preocupada. A Joaco se le ocurrió ir a buscar una linterna y algo para tratar de llegar a la traba por el agujero que quedó en la puerta gracias al patadón de Santiago. Fue al escritorio y buscó la linterna grande. De paso, sacó el metro de modista que Lisa tenía para medir bastidores y costuras. Salió al palier y preguntó: ““Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” ”Voy a tratar de llegar a la traba con una madera.” ”Dale.” Metió el metro por el hueco pero no pudo hacer nada. No llega.” Mercedes dijo al solidario vecino: “No contestan, llamá vos.” Él entró al departamento, tomó el teléfono fijo y marcó. En el momento en que sonaba el 147 para Joaco, atendieron a la esposa del damnificado en el suyo. “¿Policía? Es una emergencia. Mi marido quedó encerrado en el ascensor.”...”Bartolomé Mitre tal, número tal. Los espero.”

 

Cuando llegó la policía, uno de los agentes (cabo para más datos) subió por la escalera y pidió la linterna a Jorge. Alumbró por el hueco, y sacó del cinturón una linternita led, que metió por el espacio de recorrido del coche. Joaco se preguntó: “para qué mierda me pidió mi linterna si tenía la suya... En fin.” El uniformado informó: “No puedo hacer nada. Hay que llamar a Bomberos.” En eso, la puerta del depto. de Joaco se cerró con las llaves dentro. Ante la eventualidad, tocó timbre varias veces para que Lisa le abriera. Nada. Golpeó su puerta. Igual resultado. Pidió a MdM que llamara a su teléfono fijo para despertar a su mujer. “Salta el contestador automático.” ”Bueno, no importa. Ya sé qué hacer. Pero tengo que apurarme porque estaba mirando una película que está muy buena.”

 

Bajaron todos al hall de entrada. La hija, su amiga y Santiago -más calmo porque el socorro estaba presente- se reían. Juan, el encargado, apareció preguntando qué pasaba. Le contaron. Apretó con fuerza la puerta de planta baja del ascensor. Se prendió la lucecita roja del indicador y el coche bajó a su nivel. Santiago salió con los brazos en alto y todos aplaudieron.

 

Jorge le dijo a MdM que le permitiera entrar a su casa para pasar a su departamento por el balcón. Juan le propuso al escritor: “Si quiere, pongo una escalera en mi patio y entro a su departamento por la ventana de la cocina.” ”Gracias, tengo una solución más simple.” “Te vas a matar.” acotó la consorte del sobreviviente. “No. Me mando desde tu balcón al mío, sin problemas.” ”No puedo, te vas a matar.” ”Oficial, digalé que lo hago bajo mi responsabilidad y que usted es testigo.” Jorge le dijo “Oficial” sabiendo que era cabo porque gustaba de hacer bromas maliciosas para sí (supone que lo heredó de Juan Ramón, su padre, que en su ambiente era muy popular por lo jocoso). El de negro miraba sin articular palabra. Finalmente, la aliviada vecina accedió a permitir el ingreso de Jorge a su morada. Una vez allí, el sociólogo trepó por sobre la pequeña mampara curva que separaba los balcones, pasó al suyo y empujó la puerta. Dicha abertura estaba levemente entornada para permitir la ventilación del humo de los cigarrillos que fumaba cuando escribía o miraba televisión. Afuera sonaba la sirena de los bomberos que acudían a sacar a Santiago de su aprieto. Una vez arribada la Task Force (fuerza de ataque) MdM firmó las planillas de los dos equipos (policía y bomberos) sin cargo.

 

Jorge fue al dormitorio para despertar a Luisa y contarle la aventura. La llamó en voz baja y ella se incorporó pronta en la cama. Él comenzó a contar el grotesco sainete. “Yo estoy despierta. No escuché el timbre ni los golpes ni el teléfono porque la tele estaba encendida y pensé que eran ruidos de la película.” Afortunadamente, el film no había concluido y el cinéfilo pudo reconstruir la trama de lo que no pudo ver por la desgracia sufrida por sus vecinos. La peligrosa misión había concluido y las dos comedias terminaron en Happy End.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HOMENAJE AL ASCENSOR DE MI CASA

Acá en Buenos Aires lo llamamos ascensor. Lo correcto sería llamarlo ascensordescensor porque se pasa la vida yendo de planta baja al piso octavo y viceversa con paradas intermedias.  Me conoce desde hace 37 años y siempre le tuve cierta consideración no exenta de prurito porque evita que gastemos energías, pero atenta (en cierta medida) con la tonicidad muscular. Si hablara, me contaría de su aburrida existencia. Siempre igual. Miles y miles de vueltas en línea recta. Aburrido. Salvo en minoritarias ocasiones que en algunos casos sospecho rebeldías. Cuando está podrido se descompone. Se desarregla. Recuerdo varias. Una puerta no trabó, la vecina la, el caniche ansioso por mear se mandó...y el coche estaba en un piso de arriba. El animalito de dios se estampó contra el subsuelo. Otra vez mi vecino quedó atrapado entre el primer piso y la planta principal. Claustrofobia. Policía. Bomberos. Al infeliz le faltaba llorar. ¡Hombre grande! Debió pensar que allí finalizaba su aventurera vida. Abogado no de los brillantes. Abogaba en secreto por salvar el pellejo. Frente al banquillo presidido por el ascensordescensor. Héroe de paja pura paja. Formal y vano. Boga del común.

No todas son pálidas. Protagonista obligado de noviazgos, esponsales (con o sin papeles), nacimientos, jardines de infantes, primarias, secundarias e universidad de los hijos de los vecinos. Divorcios y piantes masculinos y femeninos. Elecciones de género, etc. Nunca taxi. Putas y proxenetas abstenerse.

El susodicho prodigio mecánico recorre su mortal camino con espejo y todo donde las damas observan su estado de conservación. Las jovencitas nunca conformes con su esplendor y las mayores calculando kilogramos y pliegues de la piel. Los machos no le damos bola a los espejos. Solamente al hacernos la barba y apretar algún granito. Las ninfas están más pendientes por razones obvias: afeites, pelitos del bigote, resultado de las cremas y largo del cabello. Supervivencia de la tintura y blancura de los dientes. Para los machos es pérdida de tiempo. Navaja, buche y alguna que otra duchita justificada por el calor.

Aparte del espejo, verde inglés en las paredes con puerta interior tijera. El consorcio no aprobó cumplir con la normativa que imponía plegadizas (mordida de algún intendente. Como los incineradores, las compactadoras, etc.) con la excusa de la seguridad. Con los años, ese mandato municipal prescribió. Creo que puede ser. En Baires (y Argentina) las ordenanzas municipales cambian con las administraciones y los porteños sabemos esperar. Y zafar. Lechuzas cascoteadas por bonos Empréstito Patriótico 9 de Julio de don Álvaro Alsogaray, devaluaciones; quitas de ceros en el papel moneda nacional; cuasi monedas; mega devaluaciones; convertibilidades; próceres como en todas partes del mundo reemplazados por animalitos autóctonos en mostración de progresismo ecológico Cambiemos. Macri lo hizo. Hizo y hace tantas cagadas que no vale la pena gastar tinta.

Prefiero volver al ascensordescensor de marras. Como habito en primer piso, no peno tanto como mis colegas de pisos superiores. Altura directamente proporcional a sufrimiento. A propósito. En la cuestión de los eventos extraordinarios, olvidé una. A cierta altura, vivía una viejecita con su hija solterona y pía. En el otro derpa una sobrina. ¿A o B? No recuerdo. La cuestión es que en el otro (B o A) la que se quedó para vestir santos cuidaba a su señora madre puntillosamente. Pero pese al esmero, la vieja se descompensaba vuelta a vuelta. Estaba pidiendo pista, decimos aquí. Se descompensó otra vez. Lo que resultó finalmente su última parada antes de partir. Detalles: llamado a emergencia; médico con ambulancia; el tordo atrapado en el ascensordescensor en algún piso inferior. Timbre y meta timbre. Nada. Los enfermeros ad hoc se negaron -justificadamente- a cargar a pulso tantos escalones. Drama y discusión familiar. ¡Se fue como un pajarito!

El ascensordescensor diría "¿A mí porqué me miran? Un fiambre más. Transporté tantos. Y bajaré muchos más (si la mecánica lo permite)". Las puertas exteriores son de cedro de 1 pulgada. Casi todas están pintadas al látex al tono con los palieres. La excepción está en el segundo piso, donde llevaron la madera a aspecto orginal y quedan muy bien. Mi vecina y amiga compró el inmueble así y le gustó. Unió los dos semipisos y cuenta con casi 200 m2. El edificio se construyó hacia fines de la II Guerra Mundial y está impecable. Pocos dueños que respiran en la nuca de los sucesivos administradores (plaga urbana que debe ser controlada sin piedad). El ascensordescensor está orgulloso. A diferencia de los encargados, está fijo y no puede cotorrear con los de edificios linderos. Puede que lo lamente, puede que no. Motor, tablero, botonera, también. Pero los años no vienen solos y, por lo general se detiene a desnivel. Nada serio. Excepto cuando los vecinos regresan del supermercado con el chango cargado y deben levantarlo a músculo para que se deslice por las baldosas.

Pienso que lo hace adrede porque mis vecinos de piso cierran la puerta de un golpazo y el pobre se las factura. Nosotros la ligamos sin comerla ni beberla. Qué le vamos a hacer. Paciencia y sepamos disimular el estado nervioso de mis compañeros de piso. Si hay algo que debe agradecer mi ascensor-descensor a las costumbres argentinas es que desde hace años es políticamente incorrecto fumar en el coche de transportar consorcistas y visitantes. Los fumadores debemos esperar a salir a la calle para despuntar el vicio. Es cierto que estas máquinas no tienen afecciones respiratorias, pero la vecina del cuarto cuenta con una hermosa autoinmune y se encarga de censurar a los adictos a la nicotina cual canario en las profundidades de las minas en los comienzos de la primera Revolución Industrial. El ascensor-descensor es imparcial. Cuando escucha altercados (entre propietarios, administradores y encargados, gente de gremios de mantenimiento y/o dueños y administradores, ni mu. No me atrevo a decir que somos íntimos, pero con los años llegué a apreciarlo mucho más que a ciertos consorcistas. Grieta. Finalmente, hace lo que puede teniendo en cuenta que es usado por seres humanos.

 

 

 

 

ROMANCE DEL MARIO Y LA PETI

Peti y Mario se conocían desde siempre. De cuando ella trabajaba como mucama en el Hotel X, donde llegó a jubilarse como gobernanta y él atendía el kiosco de diarios de la vereda que heredó del padre. La venerable anciana nació y fue criada en Berabevú (Santa Fe) y Mario era porteño de ley.

Ella tiene 80 añitos y él 70. Viuda de un ex Policía Federal (agente raso), implante de hombro derecho, caderas podridas y con parches de morfina prescriptos por un médico   especializado en el tratamiento del dolor de la Obra Social de Gastronómicos. Vive sola en un departamentito propio de dos ambientes en Villa Crespo. A él, por su parte, le falta el “comedor” de abajo completo y nunca se lo quiso reparar. Adicionalmente, habita una casa confortable con una hermana –soltera también- y pese a estar enamorado de Peti por décadas, no se plantea formalizar la relación ante Registro Civil. Noviazgo con cama afuera. Tudo bem (todo bien). El muchacho tiene sus manías. Por ejemplo, no usa teléfono –o no se lo dio a su novia- porque dice que está cansado de que se lo roben.

Ella sigue siendo una mujer ocurrente y zarpada pese a sus oxidados huesos. Además de una mejor amiga nonagenaria, se reúne con chicas de entre 40 y 50, probablemente por lo divertidas que son las historias de sexo que relata y también porque les puede dar consejos en ese terreno. Mario es un pertinaz lector de todo tipo de materiales escritos, cinéfilo y mujeriego hasta donde su hermana autoriza. Los tórtolos van al cine una vez a la semana y no se pierden ningún estreno tipo Woody Allen entre los importados y “La Mary” (a instancias de ella) o “El ciudadano Ilustre” entre los nacionales. También pelis de acción, de esas en las que la maltrecha sale de la sala sin haber entendido una goma.

Se reencontraron después que ella enviudó por segunda vez y en la primera salida, él le confesó que siempre le había tenido ganas. Ella no acusó recibo. Por pudor. Pero no todas son flores en la viña del señor. El amorío tiene altos y bajos porque él es muy celoso y vuelta a vuelta le hace quilombo. Estamos hablando de, al menos dos años de arrumacos. Peti es entusiasta de San Expedito y no se pierde ocasión de hacerle una visita. Brille el sol, llueva o truene, firme cada mes y en el encuentro anual de los fieles seguidores. Mario la colma de regalos (reloj, anillos, carteras) y, de vez en cuando, unos pesitos semiocultos bajo el teléfono. Pero los períodos de romance se vienen acortando y los de alejamiento se alargan perceptiblemente. 

La más perjudicada por el idilio es la hija de la anciana, que cuando intenta usarla de paño de lágrimas (intimidades incluidas) desde el otro lado del teléfono o le pide permiso para reconciliarse con su Romeo, debe recordarle que es su hija y no su madre. La vieja tiene, para atender sus innumerables dolencias, una farmacia en el ropero. Desde sicotrópicos grosos a Aspirina Prevent, pasando por Trapax para dormir, óvulos y vitamina C con arándanos para el prolapso, pastillas para la presión y el colesterol, Sifrol para el síndrome de pierna inquieta y Omeprasol 40 como protector gástrico para poder ingerir el resto.

Ergo, no es arbitrario que tomemos partido por la hija, porque Peti se torna muy densa. Aparte de acompañarla al Sanatorio Güemes cada vez que es necesario, debe escuchar sus quejidos varias veces por día, llamarla para que recuerde de tomar las medicinas, colocarle los parches y ayudarla para que llegue a fin de mes.

Cuando le practicaron el reemplazo de hombro, tuvo que pasar unos días en casa de la hija. El marido, hasta entonces en buenas migas con la suegra, estaba militando e iba a su lugar de revista muchos días por semana. De regreso, contaba a su esposa lo acontecido. Hete aquí que nombraba asiduamente a María, la responsable del grupo. La anciana le dijo a su nena, poniendo su mejor cara de ingenua “Ojo con tu marido que habla siempre de María y se cambia mucho de camisa. Así empezó tu padre antes de que nos abandonara”. Con estas referencias a mano, comprenderemos por qué la hija le pregunta permanentemente al “dorima”[1]: ¿Ché, y si la denunciamos por narco? Total, tiene el departamento lleno de mandanga”.

En la última separeta[1], parece que la adulta de la cuarta edad preguntó por qué. Él le contestó que porque no tenía tiempo. Tenía mucho trabajo en el kiosco, estaba arreglando la casa y no podía perder horas boludeando. Según Peti, la hermana no lo dejaba. Cuando la hija le contó eso al marido, éste le respondió con un seco “la habrá cambiado por una más vieja pero menos rota”.

Resulta que, a raíz del desencuentro (al parecer definitivo), Peti comenzó a explorar otros territorios. Enterada por medio de unas primas del pueblo que su primer festejante había preguntado por ella (quizá simplemente para saber si estaba viva), decidió aprovechar esa oportunidad convencida de que la pregunta tenía connotaciones románticas. El interesado vive en Chañar Ladeado, localidad próxima a Berabevú. La madre-hija comentó a la hija-madre que hacía mucho tiempo que no visitaba a sus queridas primas y que estaba pensando hacerlo. La víctima de los abusos sospechó que había gato encerrado. Cuando la vieja le contó que su amor primero está preguntando por ella, confirmó sus peores intuiciones. Su marido, al ser impuesto del hecho dijo "Mejor que viaje, por ahí se nos queda seca en el bondi".

El día de la madre se festejó en casa de la hija. Durante el almuerzo, el yerno preguntó a Peti: "¿ese muchacho de Chañar es el que te robó el tesorito?" "Nada que ver, piquitos y pasear tomados de la mano en la vuelta del perro". El matrimonio pensó al unísono "¡qué hipócrita!". Cambiaron de tema.

Hete aquí que el lunes siguiente Peti cuenta a su heredera que Mario la había llamado para felicitarla en su día. Conclusión: final abierto.

 

 

 

 

CERRO SANTA LUCÍA

 

Ubicado en el centro de Santiago de Chile, es un paseo obligado. Fui a pasear para que lo conociera mi mujer en las fiestas de fin de año 2018 y nos quedamos hasta el 2 de enero del año siguiente. Se ingresa por el Barrio Bella Vista, lugar de la noche santiaguina, que cuenta con restaurantes exquisitos como “El mesón nerudiano” (conozco a Lucho, su dueño, que me fue presentado por Juan Pablo Gálvez -ahijado de Pablo Neruda- hace varias décadas), la casa capitalina donde vivía el poeta; “Como agua para el chocolate” boliche mexicano al que me referiré más extensamente en el cuento “Jenny de Santiago”. Varias cuadras donde se baila, se ven shows en vivo y se beben Pisco, cerveza, tragos y vino. Alquilé un Volkswagen económico que me entregaron en el aeropuerto y entramos con mi esposa. Subimos hasta donde se estaciona y seguimos a gamba hacia el funicular que conduce a la cumbre. Pagamos los tickets y subimos a un coche. Un empleado cortés me tomó la cabeza (como hace la policía) y lo corregí para que me inclinara más para que entren los cuernos. Al bajar nos sentamos en un café al aire libre para tomar café y prendimos nuestros cigarrillos. Pedí un cenicero a la camarera, que me dijo que no se podía fumar en ninguna parte.

Desde ese lugar se aprecian, al pie, una pileta de natación enorme llena de gente, el movimiento de los autos hasta el estacionamiento y todo Santiago con las Cordillera de los Andes de fondo. En verano cambian los vientos y el panorama es grandioso, pues en invierno el smog tapa todo y dificulta la observación. Contentos, regresamos al estacionamiento. Como en todo Chile, sobra personal (los salarios son miserables y se complementan con las propinas) en muchos comederos desde siempre. En esta playa no es la excepción. Hay un hombre que te indica desde lejos dónde dejar el auto y otro que abre las puertas. Al partir di propina al abridor, que me saludó con un “Gracias mi rey” y el colocador de vehículos se acercó presto. En este caso, bajé mi ventanilla y pedí a mi acompañante que me diera las monedas que había a mano. Las coloqué en mi palma y le comenté que no sabía si era suficiente porque éramos recién llegados. “Claro, pero es suficiente con que me mires con tus ojitos celestes”. “¡Chuta, que cagá!” Como dicen los chilotes, “acá son todos putos”. Reímos a carcajadas y nos fuimos a casa. Cuando se lo contamos a Jenny, dijo que el que me trató de rey debía ser peruano y no necesariamente marica.   

 

PABLO, EL ESTALINO PERTINAZ

 

En su época (1976) fue expulsado del P.C.A., donde era responsable del frente militar nacional por respetar la disciplina. Cuando los genocidas dieron el golpe de Estado, el Comité Central firmó un pacto con Viola. Pablo reportaba al Secretario General que dependía del Polit bureau. Un buen día, a poco del alzamiento, su jefe lo llamó. Le comentó que entre camaradas muy antiguos e influyentes había bronca por el pacto y que habían decidido redactar una carta dirigida al CC. Para imponerlo de su descontento. El mandamás justificó la acción diciendo que de ese modo se evitarían miles de muertos de simpatizantes y camaradas, y que no era necesario aumentar la lista. Le dijo que él no podía firmar el petitorio por su rango y que debía firmarlo él. Aceptó el encargo a regañadientes y lo elevó. La madre era la tesorera general del Partido y al no convenía joder. Así que lo expulsaron de una. Regresó a su casa, un departamento cercano a Plaza Miserere y esperó. Días más tarde tocaron el timbre y un mensajero le preguntó si era Pablo y le entregó un sobre cerrado. Al abrirlo leyó que lo citaban a consulta psiquiátrica en una Clínica del P.C.A. en Capital Federal. Sabía, por sus responsabilidades, que allí tenían internados (exactamente como el PCUS y que te tenía que concurrir. En la fecha y horario indicado. Llegó el día y lo atendió una reflexóloga muy amable que empleó la primera sesión en la confirmación de su historia personal. Repitió las visitas durante un año, siempre con resultados insatisfactorios para la facultativa que quería encontrar el modo de internarlo para su recuperación. Finalmente lo dio de alta. Cansado del manoseo, se peleó con la vieja y partió al exilio. Volvió a su Buenos Aires querido cuando la transición a la democracia. Como contaba con unos pesos, se compró un taxi, luego dos y llegó a ser dueño de tres. Como no tenía registro de conductor ni sabía conducir, dependía de peones que le alquilaban las máquinas para explotarlos por día. Un verdadero infierno porque lo pasaban y, por ende debía reemplazarlos constantemente. Sin embargo, recibía una no despreciable suma. Como no se hablaba con la madre, almorzaba en El Centenario, comedero que debía su nombre al centenario de nacimiento (o muerte) de Lenin. Dado que una botella de tres cuartos de vino banco no saciaba su sed, pedía otra de tres octavos. Dejaba a las camareras jugosas propinas. De cuando en cuando se juntaba allí con Jorge, un compañero diez años mayor marxista no PC al que confiaba sus numerosas cuitas. Un mediodía contóle que una de las mozas, que era lesbiana, le pidió matrimonio para tener un hijo suyo. Oferta que rechazó gentilmente. Con Jorge solía almorzar en el Cervantes II de Perón al 1800. Pablo no probaba bocado. A lo sumo picoteaba del plato del amigo. Pablo pedía un tubo de blanco y Jorge un cuarto de tinto de la casa. Conseguir que el borracho ingiriera algo era un pequeño triunfo. Con el pasar de los meses, El patrimonio taxístico del estalino se fue achicando por efecto de los taxis en que viajaba, las propinas, y, seguramente, la mandanga.

 

El hecho es que pasó a contar con un solo taxi, reventado por el mal uso. Pidió a alguien que llevara el auto a un taller de chapa y pintura que tenía un uruguayo PC. Con Jorge fueron varias veces a retirarlo sin fortuna. Recordemos que Pablo no manejaba. El auto tenía un convertidor nafta/gas y ninguno de los dos sabía cómo pasar de un combustible a otro. A poco de salir del taller se detuvo por falta de nafta y tuvieron que empujarlo hasta una estación de servicio cercana para que le echaran gas. Llegaron al barrio de Once y guardaron al taxi en un garaje. Pablo, además de alcohólico, gozaba de EPOC y andaba meta que meta con un inhalador de bolsillo. Una noche, de madrugada, se estaban despidiendo. Pablo peló una sevillana automática y Jorge le gritó: “¡Estás loco!, si pasa la cana nos portan. ”.El patrimonio de Pablo y su salud disminuían en paralelo. Una noche pidió a su amigo que lo llevara al María Ferrer, hospital público especialidades respiratorias. Tal como esperaban, a las dos de la madrugada se comieron una amansadora padre. Pablo le dijo que era una suerte que lo acompañara porque estaba bien vestido. Cuando pasaron el médico lo metió con oxígeno por un rato y pidió a Jorge que se retirara. El improvisado chofer se mandó al Renault 19 modelo 1994 a escuchar música.

 

A cada rato espiaba la entrada del nosocomio para ver si habían liberado al amigo. La espera fue larga y penosa. Los familiares de algún fallecido empezaban a los gritos y no cesaban de llegar ambulancias con enfermos. Salió el epócsico y le dijo “A una farmacia de turno” pues debía retirar una caja de Trapax grande porque si no se mandaba unas cuantas pastas no conciliaba el sueño. Jorge lo dejó en la puerta de su domicilio y le aconsejó que, en lo sucesivo fuera al Hospital Ramos Mejía, que quedaba a pocas cuadras de su casa. Posteriormente la sugerencia fue agradecida porque también allí había especialistas en pulmones. Como no es sencillo encontrar tipos interesantes, y Pablo lo era, se juntaban a menudo. Jorge era marxista no PC y Pablo una Enciclopedia Británica de los PC´s, porque había sido formado en la Universidad Patrck Lummba de Moscú, exclusiva para estudiantes extranjeros. Jorge también contaba con un pasado militante setentista. Caído el Socialismo Realmente Existente, carecía de sentido discutir las diferencias. Salvo respecto de los trotskistas argentinos, que están siempre al servicio de las derechas, el resto del campo Nacional y Popular debe tolerar a los que tienen diferencias y marchar juntos.        

 

Jorge se desayunó, por boca de Pablo, que, el Mossad recluta a los mejores promedios egresados (varones y mujeres) de las Escuelas ORT. La mayoría acepta para tener su actividad normal y un ingreso extra -que depende de la profesión que ejerzan y la importancia de la información que brindan. Asimismo, se enteró que muchos de las mejores mentes (argentas y latinoamericanas) habían pasado por El Partido. Aquí el asesor ecuatoriano de Mauricio Macri Durán Barba, el exdiputado Fernando Iglesias por el ARI de Lilita Carrió y el fallecido conductor de “A dos voces”, el periodista Van Der Kooy, el periodista Daniel Muchnik[1] y tantos otros. En Perú, Montesinos, cerebro en la maldad de Fujimori y no me extrañaría que el traidor Lenin Moreno haya abrevado en esas fuentes.

 

Jorge sabía de muchos actores y artistas de todas las ramas del arte, así como de intelectuales y banqueros ex camaradas, pero se enteró de muchos más.

 

Se mencionó más arriba que Pablo y su madre se odiaban mutuamente. La viuda no salía de su cuarto (al menos cuando el hijo estaba bajo su mismo techo) siempre acompañada por su gordo y espantoso gato. Pablo se limitaba a comprarle los víveres y pasarle la jubilación, que era abultada porque se había retirado en el poder judicial. Una tarde, el díscolo escuchó tanto silencio que golpeó en la puerta de la habitación materna. Insistió varias veces y nada. No veía a su madre desde que le entregó la jubilación a principios del mes. La encontró muerta en la cama, con su fiel minino acurrucado al pie de la manta. El felino había adelgazado tanto que no lo reconoció. Dedujo que la harpía le impuso el mandato de acompañarla al más allá. Por la pérdida de peso del animal, la muerte se había producido, al menos, una semana antes. Como estaba borracho y cansado se fue a dormir la mona. Total, la difunta no se iba a escapar. Cuando despertó fue a la comisaría y anunció lo sucedido. Vino el forense para comprobar que no la había asesinado y le preguntó qué haría con el cadáver. “No sé. Tenía seguro de sepelio. Supongo que llamaré a la funeraria y ellos se encargarán de todo.” Comentó los hechos en el comedero como si estuviera contando una película. 

 

Jorge se fue de viaje a España con su mujer. Estando allí, recibió un mensaje por Whatsapp en el que Enrique le decía “Tengo que darte una mala noticia: murió Pablo. En El Centenario. Se descompensó, lo llevaron al Ramos Mejía y partió. El “lo siento mucho” de Enrique era capcioso. Jorge le había prestado, al estalino, mil dólares antes del viaje y el turro le indicaba que los diera por perdidos. Cuando Jorge se lo contó a Alicia, una psicóloga amiga, ella le explicó que murió porque ahora carecía del objeto Odiado y que con la muerte de su madre su vida ya no tenía sentido.

 

 

Música en vivo en “Palenque”

En diciembre de 2016, Jorge Vibes se enteró, alrededor de las 19 hs., por un pizarrón colocado en la puerta de “Palenque”, de que a la noche se presentaría en ese ilustre lugar de la noche minaclaverense, la banda Rock & Pop Mystique, gloria de la música nostálgica del valle de Traslasierra y alrededores, provincia de Córdoba. Había arribado a Mina acompañado por Horacio Zabala, renombrado artista de las artes visuales y paraban en casa de Alberto Barrett, ex cuñado de Jorge y padre de los músicos de Asspera Píter y Julián.

Cayó la tarde, que había resultado calurosa, y dio oportunidad a que Jorge y Horacio nadaran un rato largo en el Nido de Águilas. Una vez colmado el apetito nocturno, Horacio, que estaba cansado, condujo a Jorge a las inmediaciones de “Palenque” y lo dejó solari. Al docente de Sociología no le importó porque veranea en Mina desde los 6 años y conoce hasta las piedras de los ríos Mina Clavero y Panaholma. Asimismo, es conocido y reconocido por muchos propios (locales) y extraños (turistas) que frecuentan ese maravilloso remanso de las Altas Sierras de la provincia mediterránea. Fue así que, en el puente sumergible del centro, se cruzó con Luis Figueroa, dueño del restaurante bistró Sagadi de la banda sur, a quien comentó que iba a presenciar el “chou[1]” mencionado. “¡Qué casualidad, voy encontrarme con mi hija Sara y me voy a quedar a ver qué onda.” Dijo Luis. “Entonces, allí nos vemos”, contestó Jorge, luego de mostrarle su remera de las ovejitas.

Pese a que el espectáculo estaba anunciado a las doce, comenzó pasadas la dos. Jorge hizo tiempo en la barra. Reservó su asiento y observó el ambiente. A su lado estaba el “Tero”, viejo conocido del narrador de historias risueñas (y no tanto) y solicitado odontólogo del pueblo. Sin que el sacamuelas lo advirtiera, el sociólogo se pegó a su lado y dijo a Agostina, una de las meseras de la barra: “Señorita, me duele un diente y ando buscando un buen dentista, ¿conoce alguno que me pueda recomendar?”. Al oír esto, el “Tero” pegó el grito: “Flaco, ¿otra vez por acá?” ”Sí”.”Bueno, primero tenés que sacar el bono para el derecho de consulta.” Siguieron bromeando, el obturacaries partió a pispear el antro y su interlocutor pasó a combinar con Tamara el tema de la ubicación. Aparte del personal citado, respondían a las exigencias de los asistentes, “Clark Kent”, en el servicio de mesa y Martín en la cocina. En la primera mesa entrando a la izquierda, Miriam, ex de Luis, madre de Sara y actual socia del bistró, esperaba el sarao con tres amigas.

Jorge salió y prendió un cigarrillo. El “Tero” se le acercó y lo mangó en tabaco. A esa altura de la soirée, el personaje local ya se había acomodado, junto a un amigo, en una tabla maderil de cuatro patas que contenía, además, a dos rosarinas veinteañeras. Jorge buscaba un lugar donde tirar sus huesos hasta que los artistas se lanzaran al ruedo. Todas las mesas de la vereda estaban ocupadas. Lo llamó un joven y le preguntó si quería compartir la suya, que era para cuatro personas y estaba solo con su pareja. Jorge aceptó y trabaron conocimiento. El mozo preguntó: “¿Usted conoce Mina Clavero?” ”Más o menos, hace 65 años que vengo y mi madre veraneaba aquí de soltera.” ”Nosotros estaremos 5 o 6 días y nos gustaría aprovechar el tiempo lo mejor posible.” ”¡Ha dado usted con la persona indicá! Primero: Nido de Águilas; segundo, murallón del dique La Viña de noche, previa consulta en la dirección de turismo para saber si está iluminado a esas horas; tercero, la ‘Toma’ de Aguas Sanitarias, bien arriba en el río Mina Clavero; cuarto, Mono, San Javier y Yacanto.” La reina consorte dijo: ”Nos hablaron de un lugar…el toro…sentado.” ”Toro muerto, no vale la pena, el Nido lo tira a la mierda.” Pasaron a calcular las distancias, así como los pro y contra de cada lugar, con descripciones abundantes a cargo del guía amateur.

Cuando “Pilla”, la camarera, inquirió a Jorge qué le gustaría pedir, el cliente contestó: “Café con leche y tres medialunas (eran las once y media de la noche)”. La educada empleada respondió: “A esta hora está cerrada la cafetería.” ”Entonces, traeme un agua sin gas.” La niña se retiró y el GPS humano preguntó (adrede) a la pareja: “¿Están en luna de miel?” Ante la turbación de los tórtolos, el invitado corrigió rumbo, agregó: “Digamos que así es.”, y cambió de tema. La charla se prolongó por espacio de una hora. Cuando los anfitriones terminaron las pizzetas y Jorge iba por la mitad de su agua mineral, el hasta entonces abstemio les preguntó si pensaban quedarse para ver el “chou”[1]. Le respondieron que no, alegando en su defensa que estaban agotados y pensaban levantarse temprano. Pagaron y se retiraron.

El que conocía Mina Clavero desde hacía seis décadas y media se acercó a una mesera que anotaba en un papel depositado en una banqueta los nombres de pila de quienes habían oblado la correspondiente entrada y le preguntó si eran muchos los que habían caído en la trampa. Ella contestó: “Tantos como siempre que toca Mystique.”

Cerca de la una y media, Jorge preguntó a “Pilla” a qué hora estimaba que se largaría la carrera. Ella dijo que los músicos estaban algo retrasados pero que en unos minutos comenzaría. Jorge entró y se sentó en el sitio que le habían reservado, sito al fondo a la derecha del salón. En el extremo opuesto de la barra estaba el dueño de Sagadi. Jorge se cambió de lugar para mirar el espectáculo junto a su amigo. El sociólogo-novelista lucía una  remera Kukuxumusu con el siguiente motivo:

Instrucciones para leer la imagen: Leer de derecha a izquierda: 1)la ovejita del frente conduce; 2) la ovejita del medio mira hacia atrás y 3) la ovejita de atrás saluda gozosa con el asiento en la mano.

 

 

La prenda causaba sensación. Sara, Agostina, Tamara, y quien quisiera escuchar las explicaciones del “pendeviejo” dueño de la prenda de cubrir el torso, se cagaban de risa. A las dos y monedas entraron al proscenio los integrantes de Mystique (www.facebook.com/Mystique). Probaron instrumentos y sonido. Mostraron sus disfraces a la audiencia y atacaron. De acuerdo a la presentación de Daniel Collazo "el indio", bajo y producción general. Hombre grande de panza pronunciada, cabellos entrecanos que le acarician los hombros, borcegos[1], manopla profusamente vestida por tachas plateadas, camisa blanca e instrumento en mano, inició la velada contando que: la banda estaba nutrida por “valores” varios porteños afincados en Las Calles (República de Nono) desde tiempos inmemoriales, un oriundo de Nono (República de Córdoba) y dos del conurbano bonaerense (Monte Grande y Lanús). Fernando Santabaya,voz, tiene unas crenchas negras largas, prolijamente planchadas, que llegan hasta su cintura, pesa algo más que Mike Jagger, vestía camisa negra con tornasoles en mostacilla del mismo color, pantalón bombilla de cuero y gesticulaba como el Rolling Stone que remeda.

Melany Janice (hija del "indio") en voz y coros. Cara redonda simpática, ojos negros delineados en ese tono, boca de labios generosos pintada rojo sangre, pelo con franjas violeta, tatoos[1] en extremidades superiores e inferiores, piercing en labio inferior y algún que otro kilito de más, deleitó a los espectadores en alguna canción como solista. El resto oficiaba de coro según el caso. Tanto ella como Fernando tuvieron a su cargo algunos temas como solistas, saliendo ampliamente airosos de tales trances. Puesta en escena, coreografía, temas elegidos, parte actoral, luces y sonido (hábilmente manejado por alguien), fueron del agrado de todos los presentes. Pablo Daniel López (arreglos) manoseaba la guitarra y Tito Puerto (también en los arreglos) aporreó la batería.

Para Jorge, se trató de un espectáculo de histrionismo con ejecuciones musicales brillantes, emparentado con lo que hace Asspera (ver el cuento en este mismo número) pero con mayor despliegue de lo teatral y voces notables. Luis opinó diferente. El progenitor de Sara recibió la pizzeta ordenada. El escritor lo ayudó ingiriendo un cuarto de la misma porque ya había cenado. Luis había solicitado una lata de medio litro de cerveza y la consumió con Jorge, quien, advirtiendo que se necesitaba más, pidió una segunda. El gastronómico de la banda sur se retiró una vez finalizada la primera parte.

Jorge salió varias veces a la vereda a fumar. En tres ocasiones, el “Tero” le mangueó otros tantos pitillos. Hecho que benefició al dador, porque disminuyó la nicotina que consumiría esa jornada. El blanqueador de dentaduras originales y postizas volvió a su mesa. El fumador que compraba cigarrillos se aproximó a la misma. Mostró su remera, el “Tero” explicó el significado de esa indumentaria deportiva para seres de la noche y todos la ponderaron. El dentista comentó que Jorge, aunque porteño, no era excesivamente boludo. El agredido en broma aclaró: “Sucede que hace 65 años que vengo acá de veranero, yo debuté aquí”. El “Tero” acotó: “¿Eso fue en la época de los comechingones?” ”Efectivamente, nunca olvidaré a ese comechingón.” Todos rieron. La víctima continuó: “Mi madre venía de soltera, y mis nietos conocen este idílico paraje serrano.” ”Entonces tu madre conoció a doña Anastasia de Merlo, fundadora del pueblo.” ”Cierto, eran muy amigas y tomaban el té todas las tardes a las cinco en punto.” La conversación permaneció dentro de los carriles trazados. Jorge dijo. “Yo, al principio era un boludo como todos los porteños, pero de tanto veranear acá, me convertí en cordobés por adopción.” Las rosarinas acompañantes del “Tero” intuyeron que la iban a pasar bien. 

En el entreacto, el sociólogo conversó, alternativamente con Sara, Agostina (que lo miraba con cara de pocos amigos, probable y justificadamente por la rara mixtura de remera y años cumplidos), el bajista, el segunda guitarra, el cantor y otros/as transeúntes del boliche. En una de ellas, pasaron, rumbo al entrepiso, tres muchachos y tres chicas que rondarían los veintitantos. Una de ellas era llamativamente elegante. Preciosa: piel muy blanca, buena figura y andar entre cansino y sensual. Estaba vestida con vestido negro con cuatro tiritas negras delgadas en la espalda descubierta.

Una vez en solitario y comenzada la segunda y última entrada, Jorge, como la mayoría de los asistentes, batió palmas, aplaudió, coreó y siguió el ritmo con el cuerpo. Administró sabiamente lo que le quedaba de birra, no por seco, sino por precavido. Sara conversó largamente con una hermosa rubia de frasco de ojos rasgados. Tamara, “Pilla” y “Clark Kent” iban y venían por el salón cumpliendo con los pedidos de comestibles y bebibles efectuados por sedientos y hambrientos sentados en las mesas de planta baja y gallinero. Agostina y Sara preparaban los tragos y Martín se esmeraba en la elaboración de los platos.

Por casualidad, el primera voz cumplía años. Trajeron la torta y sopló una velita, que en realidad era una de esas antorchas que expelen chispas. Se besó con su novia en público. Retomaron la marcha y la escasa multitud presente los alentó cariñosamente. A las cuatro terminó la función y el director de la banda ignoró los pedidos de bises. Jorge estaba en su banqueta, al fondo a la izquierda del salón cuando la bella de negro descubierta en la vereda, una amiga y dos recios acompañantes, se pusieron a charlar delante de una heladera de bebidas ubicada (si se mira desde la puerta de ingreso) a derecha de escena. Para el sociólogo, mejor lugar imposible, pues se deleitaría mirando a la encantadora dama de negro vestido.

El escritor-sociólogo pensó y actuó. Cruzó por delante de la barra -vacía en las postrimerías de la noche- y se dirigió decidido al encuentro del joven que segundos antes hablaba con el objeto de sus deseos estéticos. Le dijo: “Decile a tu amiga de vestido negro que es la más linda de este lugar.” ”Dígaselo usted, pero en inglés”, le respondió secamente el veinteañero. Jorge, habilitado por el galán, se aproximó a la susodicha y le espetó: “You are the beautifull girl of the nigth. You are the finest one. (Eres la muchacha linda de la noche. La más fina)”, en perfecto idioma shakespeariano. Ella respondió “Graacias”(en perfecto castellano). Jorge volvió a su lugar de asiento. A los pocos minutos, los tres jóvenes y las tres niñas del entrepiso aludidos se retiraron. Cuando la hermosura pasó frente al viejo piropeador, le agradeció, con una sonrisa, la rosa roja verbal que le había regalado.

El sociólogo pagó lo consumido y, en la vereda, encontró al “Tero”, que regresaba con la frente marchita. “¿Y, pa, qué pasó con las rosaragasinas?” “Se fueron. Veinticinco añitos. Yo tengo sesenta y tres. No me conviene.” Le pechó otro cigarrillo. Fumaron chismoseando sobre conocidos del pueblo y después, cada uno su ruta.

Como cada vez que Jorge bajaba al centro (solo, acompañado por su esposa Nancy, o algún amigo), se fue a dormir con la sensación de que había ganado la noche. Tenía razón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ANA

Ana era amiga de Lucía desde la secundaria. Se graduó en 1975 imbuida de la formación con que todos los psicólogos tenían en Filo en esa época, basada exclusivamente en Freud. A poco de andar, consiguió trabajo en su profesión. Una ex camarada la metió en una Obra Social. No ganaba mucho, pero, al ser madre primeriza, este laburo le venía bien. A medida que Morita, su hija, aumentaba en edad, las exigencias aminoraron y permitieron a la profesional de salud mental tomar cursos para ahondar en el psicoanálisis freudiano. Algunos años más tarde, en 1978, estaba en condiciones de abrir su propio consultorio. Al principio alquilaba su consulta por horas en un lugar armado para analistas. Los pacientes eran en su gran mayoría afiliados de la clientela de la Obra Social que habían agotado el cupo de la cobertura -siempre limitado- y continuaban el tratamiento en forma particular. La composición de sus pacientes fue cambiando lentamente. La proporción en el total de los que abonaban tarifas modestas se redujo. Llegó un momento en que los particulares puros superaron a los otros y aumentaron de los ingresos de la psicóloga.

 

Carlos y Ana se conocieron en “Boliche”, un bar-confitería que estaba a pasos de la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras (Av. Independencia al 3100) en 1973. Él había quedado en encontrarse allí con Joaco, que saldría de cursar de 19 a 21. Estaba con Ana, que estudiaba Psicología en la misma casa de estudios, y Lucía, novia de Joaco e íntima amiga de ella. Se quedaron hablando luego de que Joaco y Lisa se marcharon. Intercambiaron teléfonos y empezaron a salir. Carlos estaba próximo a recibirse de Licenciado en Economía en la UBA.

 

Ana, por esos años, estaba en el PCR y compartía, antes de meterse con Carlos, con Joaco y muchos compañeros universitarios, la vida de entonces: cursadas, asambleas y manifestaciones contra las dictaduras. Rompió con los ex FEDE, pero siguió participando como tantos otros no encuadrados hasta que con el retorno a la democracia llegó simpatizar con el alfonsinismo, para terminar en tiempos presentes como progresista anti K. En el curso de esos años se recibió y empezó a ejercer su profesión, primero en una obra social sindical y más tarde en consultorio propio.

 

Aparte de ser muy bonita, tenía ovarios, que le dicen. En cierta ocasión se había disuelto con gases una manifestación y los “cordina”[1] estaban buscando gente para subir a los tristemente célebres Falcon verdes. Estaba tan indignada que se acercó a uno y comenzó a patearlo. Zafó de pedo. Con semejante carácter cautivó enseguida a Carlos. Ella se sintió atraída, al principio, por la pinta de Carlos. Y cuando comprobó que participaba en acciones menores de propaganda (pintadas, volanteadas a puerta de fábrica, distribución de prensa partidaria) y un poco más riesgosas (piedras y molotov de contraataque a Guardia de Infantería, sustos a rompehuelgas, etc.) profundizó sus sentimientos hacia él. Tal para cual. Empezaron a salir y conformaron una pareja. Sus primeros encuentros íntimos se dieron en un departamento de una tía de Carlos que, a raíz de una fractura jodida de cadera, debió mudarse a casa de su hermana (madre del implicado). Durante algunos años disfrutaron de ese depto. como si fuera propio. La tía regresó. Y, a raíz de su sabiduría de vieja, sumado el hecho de que Carlos era su sobrino preferido y lo veía seriamente enamorado, le regaló el adelanto para un departamento de dos ambientes en Caballito. Cuando Ana quedó embarazada de Mora, la pareja se casó y se hizo cargo de pagar las cuotas del préstamo hipotecario del Banco de Galicia. A los pocos años, con ahorros y una ayuda de los padres, pasaron a tres ambientes de 100 m2.

 

La separeta de Ana y Carlos

 

Corría 1975 y Ana se abrió de la militancia. Carlos se dijo que pensaba hacer otro tanto porque ya no creía en la línea del Partido. Lo llevó a cabo y durante los primeros años de vida de la hija, se vieron absorbidos casi enteramente por la materno-paternidad. Con el transcurso del tiempo, la pasión inicial que los unía fue trocando en rutina de piel, camaradería y una especie de amor pero los sentimientos mutuos eran distintos. Cuando lo admitieron ya era tarde. Ana tomaba cada vez más cursos de especialización y Carlos se reunía con amigos y amigas en el bar La Paz varios días por semana. Crónica de un fracaso anunciado. La discordia se completó con la aparición de terceros.

 

Se movían en un Ami 8, autito que junto al Citroen 3 CV y el Fiat 600, eran de uso común entre los jóvenes de clase media de lo ‘70. Poco a poco y sin que ninguno lo advirtiera, aumentaron sus respectivas independencias. No habían caído en la indiferencia, pero en esa generación ya se insinuaba la epidemia de matrimonios de corta duración que se masificaría en las siguientes. Una noche, cuando habían dejado a Mora con los abuelos para ir al cine, Carlos enfiló para costanera sur, estacionó, prendió un cigarrillo y dijo “Tenemos que hablar." “¿Te parece?" “Sí, no podemos seguir haciéndonos los boludos."

 

Ana percibió que la cosa era seria y le fue preciso poner el pecho a las balas. “Como quieras." “¿Salís con alguien? “No, y vos?” “Bueno, algo me pasa pero seguro que no es grave." “Entonces te digo que conmigo pasa lo mismo." “Lo sabía." “Y entonces porqué no saltaste antes." “Qué se yo… ¿qué importancia tiene?." “¿Quién es, la conozco...me conoce?." “Te pregunto lo mismo, pero no espero respuesta, ni la doy." “Tenés razón, no se trata de ellos sino de nosotros." Ana estaba lagrimeando y Carlos no podía respirar. Ella estuvo a punto de decir “Cortemos el tema por hoy, pensemos...y mañana, más en frío, seguimos la conversación para encontrar una solución que no sea la ruptura definitiva, por Mora, ¿sabés?" Él casi dice “Por mi parte, estoy dispuesto a comenzar de nuevo." Pero los dos se callaron. Ana porque sabía que, de llegar a un eventual acuerdo, ambos entrarían en la Cofradía del Santo Reproche. Podía asegurarlo porque su consultorio estaba plagado de socios/as de ese club.

 

Carlos porque no estaba seguro de que fuera verdad. Puso en marcha el auto y fueron al hogar que pronto se convertiría en ex-hogar para ambos. Viajaron en silencio, masticando y regurgitando pensamientos diferentes con una misma raíz.

 

Al día siguiente, de vuelta de los trabajos y una vez que la nena estaba dormida, se sentaron a la mesa presas de una infinita tristeza. Cafés de por medio, comenzaron tratando las cuestiones operativas. Mora se quedaba en el departamento y él con el auto, porque no sabía cuán lejos le tocaría alquilar. “¿cuándo y cómo le contamos a Morita?” dijo Ana: “Mañana, con la verdad." “Sí, claro." Carlos le anunció que dormiría en el sillón del living y se fueron a la cama. Es un decir. Ninguno pegó un ojo en toda la noche porque sabían que, a partir de ese momento, los esperaba una sensación de desmoronamiento inicial y una hija para toda la vida.

 

Cuando Mora volvió del colegio a almorzar se extrañó de ver a su papá en casa. Se comportaron con la normalidad ficticia que les salió y después de comer le contaron a la nena (de diez años para esos días) que papá se iría a vivir a otra casa. “¿Porqué?"  Ana contestó “Porque decidimos separarnos." “¿Porqué?." Carlos respondió “Porque hemos dejado de querernos." Como es de esperar, la nena no comprendía muy bien lo que le contaban y, a partir de ese momento, se mantuvo en silencio. El clima se espesaba y Carlos anunció que tenía que regresar al trabajo. Ana se quedó intentando jugar a algo con su hija. Ninguna de las dos pudo concentrarse en el entretenimiento y Morita le preguntó a la madre si volvería a ver al padre. Ana intentó tranquilizarla diciendo “Las dos lo vamos a ver. A vos te va a venir a buscar y para mí siempre será un amigo."

 

La trayectoria profesional de Ana

 

Ana empezó como freudiana y se transformó en Lacaniana con el tiempo. En el desarrollo de sus estudios de graduada descubrió que los freudianos no desestiman a Jacques Lacan, que tanto éste como sus seguidores critican algunas cosas de Freud pero lo aceptan en lo esencial y que, según algunos grupos, eso redunda en aportes significativos. Lacan es mucho más complejo que Freud. Hay textos incomprensibles de Lacan, que hasta para los más formados en psiquiatría y psicología intentan descifrar.

 

Ana llegó a un estadío en que tuvo de definir su orientación futura y optó por Lacan. Pasó años estudiando e investigando su legado. Finalizó un postgrado y tiene que preparar la Tesis Doctoral. La obra más difundida de Lacan está comprendida en Los Seminarios. Inicialmente seleccionó cuatro (el N°5 “la formación del inconsciente”; el 10 “la angustia” y el 16 y 17, los dos más relacionados con Marx. Como ideológicamente conservaba cierta impronta marxista, Ana eligió un tema emparentado con el pensamiento del gran filósofo revolucionario (o revolucionario filósofo, según se prefiera). Lacan no era marxista pero concebía al Síntoma como algo muy semejante al plusvalor según Marx. Lo novedoso de Lacan, que no está en Freud, es el Objeto a, que presenta dos acepciones: la causa del deseo y el objeto de goce (que está más allá del principio de placer).

 

En sus notas preparatorias de la tesis, Ana escribe: “si como un paquete mediano de papas fritas Bum, luego otro, y a continuación uno más llego a un punto de saturación que me conduce, de continuar comiendo fritas, al vómito. Durante la ingesta del primero satisfago la causa del deseo que estaba presente en mí. El objeto de goce comienza cuando mastico papas del primer paquete. Si permanezco en la misma actitud (gula para la doctrina católica) arribaré inevitablemente a un estado perverso (más allá del principio de placer). En una acotación al margen, señalada con un asterisco consigna una pregunta ¿no es parecido a lo que sucede con la Ley del Rendimiento Marginal Decreciente enunciada por la Economía Clásica?” No en vano estuvo casada diez años con Carlos, que era economista y daba clases de El Capital. Abre dos asteriscos y formula un nuevo interrogante: “¿Tiene que ver con la ley del Salto de Cantidad a Calidad del Materialismo Histórico?” Tanto el análisis de Lacan aquí mencionado por Ana como los ejemplos en los terrenos de la filosofía y la economía citados se ciñen escrupulosamente a la lógica dialéctica.

 

Luego de la retirada de los militares argentinos del aparato del Estado, Ana fue una entre los muchos intelectuales que se entusiasmó con Alfonsín, se enfureció por Menem y creyó ver una salida en el FREPASO. Salió a las calles cuando el progresismo lo hizo. Con Duhalde se replegó hacia su profesión. Hacía rato que había aceptado la democracia representativa como mal menor. Conservó sus simpatías alfonsinistas y no le causaron gracia los sucesivos fracasos electorales del radicalismo. Como la inmensa mayoría de los que ejercen profesiones liberales, fue anti kirchnerista. De progre lavada evolucionó a progre gorila y votó por “El cambio” en 2015.

 

En el plano sentimental. Ana curte parejas esporádicas de no más de unos meses. Colegas de profesión y fe lacaniana, puntos presentados por amigas, uno que conoció en un viaje cuando compartieron asiento en el avión, etc. Sale con ellos mientras dura el encanto de la seducción primera. Cuando la llama se atenúa, les dice “No va más.”

 

Frecuenta teatros y cines. Está actualizada con los films de autor europeos y lee literatura tipo Sandor Marai y Almudena Grandes. No mucha, porque sus investigaciones sobre Lacan le insumen muchas horas. Además, trabaja en el consultorio todas las tardes de lunes a viernes.

 

Aunque a Ana le falta trabajar mucho para terminar la tesis, confía que lo hará en un futuro no lejano. Llama a su amiga y colega Nora para arreglar una salida y ésta le cuenta que publicaron un artículo en el que la señalaban como discípula de Sciarreta y transcribían la carta que redactó en su homenaje. Había salido en el suplemento de Psicología de Página 12 del 23 de setiembre. Ana le dijo que iba a comprar el periódico. Fue al kiosco y pidió al diariero que se lo consiguiera. Al día siguiente pasó a buscarlo. Lo abrió y leyó:

 

DISCÍPULOS DEL FILÓSOFO DAN TESTIMONIO DE SU ENSEÑANZA

 

¿Por qué no te comprás una casa?”

 

“¿Por qué no te comprás una casa?, le aconsejábamos nosotros, los de este mundo.” “Lo recuerdo, menudo como era, sentado en su viejo sillón, ante su biblioteca que ocupaba varias paredes.” “Sus creencias lo llevaron a la cárcel a principios de los 60.” “Me transmitió la pasión por el síntoma; es que los neuróticos somos poco tolerantes con nuestros síntomas.” Así, varios discípulos de Raúl Sciarretta van armando el mosaico siempre provisorio, pero ya definitivo, de la vida de un hombre. Nora A. Merlín (psicoanalista) “Querido Raúl: En los años setenta te conocí, en tu casa de Pueyrredón y Mansilla. Te vi como un señor bajito, de andar despacio y voz suave, que me recibió y apenas me saludó. Pero ni bien sacaste y abriste el Seminario XI, de Lacan, escrito en francés porque aún no había traducción castellana, empecé a conocer tu inteligencia, tu pasión ante los textos. Yo no entendía muy bien todo lo que decías, pero me fui internando en un mundo fantástico, del que nunca retorné. Después vinieron Hegel, Heidegger, Aristóteles, Kant, y, junto con ellos, la historia, la política, el arte y la infinidad de temas que nos convocaban. Apasionado y comprometido, sensible por los amigos y por lo social, nosotros, los de “este mundo”, te aconsejábamos: “¿Por qué no tratás de tener un título? ¿Por qué no te comprás una casa? ¿Por qué no publicás tus clases?." Después comenzaron a llamarte de Madrid, de Barcelona, de San Pablo, y te dispusiste a viajar, con tus sesenta largos años de aquí para allá, por tu ligero equipaje, transmitiendo el psicoanálisis. Defendiste la posibilidad de pensar sin ataduras hasta las últimas consecuencias, oponiéndote a cualquier tipo de censura. Te interesaba debatir ideas, no los enfrentamientos por espacios de poder. Por todo esto fuiste nuestro maestro, por todo esto te queremos, por todo esto nos parece necesario que no te mueras.”

 

Ana se alegró por su compañera de estudios del curso sobre el Seminario XI de Lacan dictado por Sciarreta. A lo largo de las discusiones se fueron haciendo amigas y le sirve de control. En paralelo, recurre a ella para avanzar con la tesis.

 

Como en todo psicoanalista y psicoanalizado, en Ana está presente el miedo a la locura. En parte por su historia afectiva (25%), en parte por su fracaso con Carlos (25%) y en mucho (50% restante) por la carga que le transmiten algunos de sus pacientes durante el proceso de transferencia terapéutica. Al estar bien formada, cuenta con recursos para neutralizar los efectos de la mitad citada. Deja pasar unos diez minutos entre paciente y paciente. Aspira y espira antes de saludar al entrante y con una idea vaga (pues siempre hay sorpresas) acerca de lo que escuchará y interpretará, invita a recostarse en el diván al perturbado/a. En relación al primer cuarto, espera que la vida misma se encargue de aportar maduración. Sobre lo de su ex, sabe que cuando se metió un clavo torcido, se lo saca y reemplaza con otro derecho. En eso está.

 

A medida que adquiere más experiencia en la profesión, sus capacidades para conocer a las personas se han agudizado. Como no puede prescribir psicotrópicos, deriva los casos en que la medicación se torna imprescindible, a un psiquiatra de su confianza. Por lo general, el o la afectada mejoraba con la combinación de pastillas y palabras. A veces le sale el tiro por la culata. Tuvo un paciente, docente él, que presentaba síntomas de angustia y ansiedad mezclados con episodios esporádicos de pánico. Si bien esas fobias no impedían que el neurótico desarrollara una vida normal, Ana lo mandó al psiquiatra. El facultativo lo medicó con Lamocas, una droga estabilizadora que, según el tordo, evitaba que alternara picos de euforia y depresión. Para que vencer el preocupado ser venciera su resistencia a los químicos, le dijo que, por experiencia (era dueño de una clínica para adictos) sabía que en los períodos de alza todo bien, pero que en los del pozo, algunos optaban por el suicidio. Semejante revelación bastó para el sufriente, que comenzó a ingerir la píldora del equilibrio.

 

Todo inicio de tratamiento con psicofármacos provoca algún trastorno en el mate o sistema nervioso del iniciado. El paciente de Ana comentó en sesión que tenía temblores en las manos. Ella le recomendó que llamara al psiquiatra y preguntara acerca de si debía suspender la pastilla o seguir con ella. El interrogado contestó que no debía preocuparse. Que si fuera un violinista al que los temblores impiden ejecutar el instrumento, le diría que suspendiera, pero, que en él, que usaba las manos únicamente para la computadora, un leve sacudimiento involuntario carecía de importancia.

 

Los temblores persistían y se acentuaban. Cuando el inquieto cuasi “colifa”[1] se lo comunicó a Ana, ella dijo que llamaría al psiquiatra para alertarlo desde su lugar de confidente paga. En la siguiente sesión Ana contó al divanizado que había tomado cartas en el asunto y que, con toda probabilidad, el segundo protector de la mente y el espíritu del afectado profesor le cambiaría la medicación. El tembloroso acudió una vez más a la consulta del psiquiatra y, “de frente march”, le pidió que le aclarara el diagnóstico. El semi Dios de los dudantes le dijo que padecía del grado más leve de bipolaridad, y que, en su opinión, debía continuar con la medicación prescripta en una dosis menor.

 

A esta altura de partido, el docente pensó que necesitaba de una segunda opinión. Preguntó, y un arquitecto amigo le recomendó a una psiquiatra que alquilaba un consultorio a su esposa psicóloga. Luego de las primeras entrevistas de tanteo, la terapeuta le dijo que él no tenía bipolaridad, porque los que padecen tal trastorno se encuentran impedidos de llevar una vida normal. Que por lo que le había contado de sus realizaciones personales y de trabajo, descartando directamente el diagnóstico. “Últimamente está de moda diagnosticar bipolaridad cuando no se logra entender el caso cabalmente. Me parece que es una irresponsabilidad.”

 

El anonadado neurótico fue al consultorio de Ana y le dijo que era la última sesión a la que asistía. Ana, sorprendida, preguntó el porqué. El liberado le dijo que ella lo había derivado al psiquiatra y era tan responsable como él por el errado diagnóstico. Ana le dijo que eso no era así, porque los temas de medicación no eran de su incumbencia y por lo tanto no compartía responsabilidad alguna.

 

El paciente desapareció de la vida de Ana y ella sigue convencida de que la acusación era injusta. Ése episodio constituye una rara excepción en el derrotero profesional de la analista. Generalmente se desvinculan satisfechos. Unos pocos porque fueron dados de alta, algunos porque no podían cubrir sus honorarios y los derivó a otros colegas de menor costo y otros que abandonaron sin dar explicaciones pero que antes recomendaron a conocidos. Es decir que no tiene que rasgarse las vestiduras cuando hace el balance de su desempeño profesional.

 

 

 

 

MIGUEL

Miguel es un ex amigo de José María de épocas de Filo. En esa época, era lo que se suele llamar "hombre de ventas" dentro de la especialidad de la publicidad gráfica. Su título de sociólogo le permitió vivir una interesante experiencia formando cooperativas de productores para un programa del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de Paraná. Despedido luego de unos pocos años, a raíz de una reorganización ordenada por la Dictadura Asesina, volvió a sus orígenes. Había estado casado con una psicóloga y la duración del matrimonio coincidió, más o menos, con ese período litoraleño. Tiraba pa'lante con los ingresos que le generaban suplementos publicitarios "especiales" en algunos grandes matutinos (Clarín, El Cronista Comercial, etc.).

 

Sus ingresos como ejecutivo de ventas en publicidad gráfica le generaban buena plata. No tanta como para adquirir un techo propio, porque no quería meterse en créditos hipotecarios y carecía de ahorros para una compra de contado. Por lo tanto, alquilaba departamentos amplios y caros en barrio norte. Los montaba con artefactos sofisticados y a veces, innecesarios (por ejemplo, dos heladeras grandes para un hombre solo), lámparas de pie de gran diseño, cubertería importada, blanco de hilo o algodón, sillas y mesa de Cucina Bella, juego de comedor y cama de mueblerías del barrio. Curtía ropa de las mejores sastrerías y se paseaba por la calle Florida con aires de triunfador. Por las mañanas tomaba café en Florida Garden y comentaba con colegas la marcha de los negocios en el rubro publicitario, las rotaciones de conocidos en empresas patrocinadoras y la eventual caída en desgracia de amigos hasta entonces en puestos de privilegio de su mundillo.

 

Hombre de ventas psicobolche. Sociólogo, ex de una psicóloga y, a su vez psicoanalizado. Menuda mistura. A los fines de conocerse mejor, transitó por diversos “analistas” de medio pelo. Como no mejoraba como hubiera deseado, tomó el toro por las astas y se mandó con Raúl Sciarretta, reputado epistemólogo y psicoanalista de los ‘70. En los comienzos, entraba a casa del terapeuta en la esquina de Pueyrredón con Mansilla y pagaba una buena suma por sesión (hora de minutos variables, que tanto podía ser de 20 como de 40). Cierta vez le comentó al psicoanalista que quería avanzar más rápido. Sciarreta le propuso recurrir a sesiones prolongadas.

 

Para Miguel, esas jornadas se realizaron los sábados y se extendían por seis horas reloj. Imagine el lector lo que resultaban en honorarios. Según la víctima de quien se habla, en algunas llevaba todas las fotos familiares que había podido reunir y hablaba en detalle sobre lo que le evocaba cada una y en otras experimentaba con ácido lisérgico. Se comenta que ese recurso fue abandonado por el terapeuta cuando un paciente, en plena sesión, se arrojó por la ventana a la calle en medio de un brote psicótico (aparentemente causado por el ácido) y murió.

 

Nuestro amigo se enteró mucho después de esa noticia porque la sangría provocada por el tratamiento con el epistemólogo-analista lo dejó financieramente exhausto y abandonó.

 

En lo tocante a su metier, las cosas no le iban mal y decidió expandirse. Alquiló una oficina espaciosa al borde de la City y, tomando prestada una idea de uno que no podía instrumentarla, se largó a imprimir una guía de información con números de fax para empresas. La entregaría con un disquete actualizable anualmente. Invirtió todos sus ahorros y algo más en imprimir 800 ejemplares. Los tuvo que apilar en la oficina porque, cuando los a iba sacar a la calle, el correo electrónico ya suplantaba exitosamente al fax.

 

Ese fracaso no lo amilanó. Pero tuvo que salir a buscar empleo en su especialidad de otrora. Entró en una productora de spots publicitarios y lo despidieron al cabo de un año. Con la editorial de Le Monde Diplomatique en Argentina, similar epílogo. Eran laburos muy bien pagos, pero él no duraba mucho tiempo en ellos. Cuando le llegó el turno en Le Monde, le dieron a elegir entre pagarle la indemnización correspondiente -luego de cumplir con los aportes patronales y del trabajador debidos- o abonarle en negro. La primera de las opciones no era tal porque lo blanquearían con mucho menos de lo que cobraba y tendría que ponerse al día con sus aportes. Le convenía elegir la segunda. Implicaba que no quedaría registro de su paso por la empresa, pero superaba en mucho lo que obtendría con el primer ofrecimiento. Esto tiene su importancia porque, al momento de tramitar la jubilación todos esos salarios no figurarían en el cálculo.

 

Para esos días había muerto su madre. Finalizada la sucesión, él y su único hermano resultaron herederos. Vendieron el departamento de la vieja y cada uno se juntó con un montoncito de dólares. El país estaba bajo la Ley de Convertibilidad (un peso un dólar) y cualquier emprendimiento nuevo le resultaba imposible. Con sesenta mil pesos-dólares (suma resultante de la mitad del departamento más la indemnización) no podía encarar nada. Lo pensó y decidió probar suerte en el extranjero. En Centroamérica los "billetes" valían. Hizo dos viajes exploratorios. Primero fue a Nicaragua y a Honduras a ofrecer su expertice a los diarios más importantes. Sin suerte, decidió cambiar de rubro. En todos lados brotaban como hongos locutorios de internet. Paseando por Bocas del Toro (Panamá) se le prendió la lamparita. Era un pueblo turístico famoso entre los surfers americanos. Él no sabía una pepa de computadoras e inglés menos que menos. Pero era argentino y le sobraban bolas. En Bocas existía un sólo locutorio. El del tano propietario de casi todos los locales céntricos. No jode, el suyo se abriría en el puerto, a escasas quince cuadras. Como todo vendedor a comisión que se precie, calcula y computa las ganancias antes de concretar la venta. Pero lo importante es que la decisión estaba tomada.

 

Regresó a Buenos Aires y con el proyecto en mente, le pidió en préstamo a José María lo que le pudiera facilitar. Cinco mil verdes. A su hermano, los veinte de la herencia, en sociedad. Volvió a Bocas y alquiló el local. Cualquier gil comenzaría con tres o cuatro máquinas, pero Miguel, que no lo era, comenzó con diez y nueve. Agregó un barcito para los clientes. "Ahora, ¿quién me toca el culo?" se dijo. Terminó pagando los alquileres atrasados con las computadoras.

 

Otra vez sopa. "¿De qué me disfrazo?". Como había vivido solo la mayor parte de su vida, se daba maña en la cocina. Lamparita salvadora. Abre un restaurante de comida argentina en la montaña. En un lugar plagado de residencias de americanos (entre ellas una que oficiaba de asilo para perros). Miguel había regresado a Panamá con su fiel compañero, el perro Chucho. El can era muy perrero y al poco tiempo contaba con un harén. Resultado: en la posada rondaba una jauría de ladrantes de variada pinta y pelaje. El dueño de casa tomó una morochita como ayudante. La jovencita se peleó con él y denunció a las autoridades que los perros comían en los platos destinados a los clientes.

 

Partió hacia Panamá City. Compró un colectivo Chevrolet '54 acondicionado para vender comida rápida en la calle. Casa rodante, cama, cocina, baño y televisor. Se instaló frente al Casino, se colgó de la luz de ese lugar de entretenimientos y abrió las puertas. Vendía panchos y cositas así. No le va mal. Parece que, por fin, iba a despegar. No ahorraba mucho y se le ocurrió abrir otra fuente de ingresos. Compraría unas treinta bicicletas para explotarlas en alquiler.  Escribió un mail a Joaco para pedirle un préstamo adicional. Recibió por contestación un "Andá a cagar".

 

Algunos años después Miguel decidió jubilarse. Acudió a José María para que tramitara los papeles, pues otros amigos, a los que había entregado los antecedentes necesarios, no podían cumplir con el encargo. Joaco fue nombrado apoderado. Retiró los "pelpas" y buscó un gestor para que llevara adelante el proceso. Le recomendaron una gestora que llevaba sus casos al ANSES de Caseros. La gauchada implicaba que Joaco tenía que ir desde Buenos Aires a Caseros cada vez que se necesita su firma, tomarse el día en el trabajo, gastar combustible en su auto y comerse las amansadoras pertinentes. Finalmente, la jubileta sale. Con retroactivo al momento de iniciar el trámite. Cuando Joaco se presenta en sede bancaria con la gestora, cobra, le paga los honorarios y retira el monto que Miguel le debía por el préstamo porque así se lo había indicado el migrante. Todos los meses, Joaco cobraba la jubilación y se la mandaba a Panamá vía Western Union. De modo que tenía que pedir permiso para salir del ministerio para cobrar la jubilación. En horario de trabajo. Miguel retiraba su haber en forma de unos 200 verdes, que, en ese Panamá dolarizado, cubrían sus necesidades alimentarias.

 

Un día, José María recibe un mail de Miguel en que decía que algo que se había hecho mal en Argentina porque los amigos que habían prometido encargarse del trámite le estimaron mucho más porque él había ganado sueldos altos. Agregaba que cuando volviera a nuestro país lo iba a arreglar con la gestora. Ignoraba que para el cálculo se tomaban en cuenta sólo los últimos diez años y que el impacto de los anteriores era mínimo. Más tarde se enteró por medio de otra jubilada argentina en idéntica situación que todo estaba en regla y le insinuó una disculpa a José María, pero era tarde. El apoderado transfirió el poder a Banco Nación, entidad que se encarga de los giros desde entonces. José María se sintió traicionado y le cortó el rostro. Pero Juan, un amigo común, sigue en contacto con Miguel y lo mantiene al tanto de cómo le van las cosas al Hombre de Panamá.

 

A raíz de trámites variados (certificado de supervivencia, validación para el permiso de residencia -iniciado como inversor ante el gobierno panameño-, pérdida de documentos, etc.), Miguel iba asiduamente al consulado argentino en Panamá City. Se había hecho amigo del Cónsul, que es buen tipo. Un mes el jubilado de marras se olvidó del certificado de supervivencia y le suspendieron los giros. Subsanado el involuntario olvido, tenía que arreglar la cagada en Buenos Aires. Le pidió a Joaco que fuera a Banco Nación y siguiera el trámite. El ex apoderado accedió porque supo, por el empleado bancario, que esas cosas tardan meses en regularizarse. El Centroamérica, el cónsul le tiraba Miguel a unos pesos del fondo que maneja para ayudar a compatriotas en apuros. Hasta que volviera a cobrar.

 

Entre tanto, problemas con el permiso municipal (o denuncia del Casino) lo obligaron a migrar. Paseando por ahí, al cruzar una esquina, un auto atropelló a Chucho. La conductora se bajó y constató que al perro no le había ocurrido nada grave. Pidió disculpas y lo convidó a tomar un café en su casa, en la otra cuadra. Durante la conversación ella le dijo que vive con su madre viuda. Miguel, al mirar por la ventana, descubrió un amplio terreno al fondo. Hablaron de sus ocupaciones. Ella se las arreglaba con la pensión de su madre y él le contó que era argentino y que cobraba una modesta jubilación de su país que le permitía ir tirando y que era dueño de un colectivo acondicionado para vender comida al aire libre. Le relató la historia del Casino. "Es una lástima que se acabara porque casi todos los clientes eran jugadores que salían tarde. Durante el día no se facturaba mucho, pero por la noche mejoraba. Ahora no sé a qué lugar iré a parar." La señorita, culposa por lo del perro, le dijo que tiene mucho lugar en la parte de atrás y que le podría facilitar espacio para ubicar el rodado allí. Miguel le contestó "Agradecido, pero sólo se lo voy a usar un tiempito. Hasta que encuentre un lugar definitivo." Se instaló. Su relación con las anfitrionas era cordial. La vieja también era muy amable y vuelta a vuelta lo invitaban a almorzar.

 

A Miguel se le venció el permiso de residencia y las autoridades lo conminaron a regularizar su estatus de inversionista extranjero, para lo cual tenía que demostrar cierta solvencia. Como no lo podía hacer, quedó en “orsai”. Acudió a un abogado. El boga interpuso un amparo y le contó que así iba a poder seguir al menos por un año. Y que después lo podía patear hasta que llegara a la Corte Suprema panameña. Salvado el hombre. Por un tiempo.

 

Como a perro flaco no le faltan pulgas, Miguel perdió los documentos. Como Joaco seguía chivo, cuando el autoexiliado le pidió que le mande el original de la Libreta de Enrolamiento (que estaba con los papeles del trámite jubilatorio) pasó el encargo a Juan, quien toma en sus manos el martirio de bancar al desgraciado ex sociólogo. Como se dijo, ese tercer amigo transmite a Joaco vida y milagros de Miguel: cada vez que cae en un pozo, el cónsul intenta ayudarlo. Indocumentado, con riesgo cierto de ser llevado a la frontera panameña y ser dejado allí como un perro, sin lugar donde vivir porque la vieja falleció y la hija puso en venta la casa, no parece tener un futuro amigable. El diplomático le ofreció repatriarlo como indigente. De aceptar, terminará habitando una vivienda del PAMI. En esa situación se encuentra según las últimas noticias.

 

Pero no. Hombre acostumbrado a sacar agua de las piedras, habló con una prima escribana de Alta Gracia (Córdoba-Argentina) y le mandaron el dinero para el pasaje. Al pasar por Buenos Aires para cambiar el domicilio de cobro de su jubilación (de Panamá a Alta Gracia) cayó por casa de José María con un amigo común. Como había dejado su poca ropa de Panamá, los amigos que le quedaban en Buenos Aires, lo proveyeron de cinturones, corbatas y hasta zapatos. Quedó muy agradecido y regresó a Córdoba. Al mes, le descubrieron un tumor maligno en el cerebro. Lo internaron y a la semana crepó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MANÍAS

 

Allá por 2018, se me dió por sacarme selfies con personas parecidas a famosos de Argentina. Mi Obra Social es DOSUBA (Dirección de Obra Social de la Universidad de Buenos Aires). Como tengo problemas con el comedor, pedí turno para un sacamuelas. Llegado el día, fuí al segundo piso y presenté mi carnet de afiliado a una señorita muy parecida a Catherine Deneuve. Junto a mí estaba un joven. Le digo a la secretaria: "¿Sabés que sos igualita a Catherine Deneuve.?". "¿Y esa quién es?" "Es la más dulce, enigmática y bonita actriz que dió el cine francés". El muchacho que estaba a mi lado del otro lado del mostrador comentó: "¡Qué maestro!" La bonita me contestó: "Bueno, yo no la conozco". "¿Te animás a sacarte una selfie conmigo? Salimos a la sala de espera y pedí a una fémina que aguantaba que la llamaran que tomara la foto, diciendo: "Con los famosos no es cuernos." La veterana que aún podría recibir su merecido contestó: "Eso de los cuernos, no existe." Anotándose, en mi lista por las dudas. Esquivé el lance. Disparó dos veces mi celular y me las mostró. Aprobado. En la siguiente visita, me recibió con cara de culo. Dijo, muy fina: "Por culpa suya me cagaron a pedos"."Sorry." Parece que la vieron por el circuito cerrado. Cuando se lo conté a mi dentista me tranquilizó: "No pasa nada". Otra secretaria de planta baja me dijo que la símil era amante de un dentista.


Otro día del mismo año, entro a un kiosco/librería de la calle Suipacha y me atiende el dueño. Me sorprendió su parecido con el actor Fernán Mirás. Le pido que se saque una selfie conmigo y aceptó encantado. Fernán Mirás fue el protagonista de "Tango feroz" en el papel de "Tanguito", que perteneció a una tribu que tocaba en "La cueva" de Avenida Pueyrredón casi Las Heras. Una vez inmortalizados juntos, seguimos conversando. Le pregunté si conocía de la existencia de un boliche famoso en los '70 llamado y situado en Tucumán 676. Allí tocaba Astor Piazzola con su trío, acompañado por Jorge López Ruiz; el Mono Villegas, Susana Rinaldi, el bandoneonista Rodolfo Medero y Miguel Saravia, según las noches. "Me hiciste lagrimear, mi padre era íntimo amigo del Mono." "El mono tenía una forma especial para tocar el piano, colocaba la punta de los dedos y acariciaba las blancas y negras como mimándolas". "Sí, mi padre tocaba con las manos en la forma clásica". Acoté: "Yo soy profesor de Piano, Teoría y Solfeo. Largué el piano cuando comprendí que tenía un toscano en cada oreja. Volví a ejecutar una pieza cuando supe que el “Cool Jazz”
[1] se basaba en Bach. Abrí el taburete de las partituras del piano que había en casa de mis padres y me largué con "El Clave bien Templado". Mis dedos estaban agarrotados por falta de practicar escalas." El Fernán Mirás trucho comentó: "Yo toco piano, bandoneón, guitarra y violín." "Cuando se es virtuoso con un instrumento, se tocan sin problemas muchos otros" "El lenguaje musical me es totalmente ajeno. Me parece mágico. Envidio a los que tocan de oído. Yo, sin partitura no puedo tocar ni el "arroz con leche". Pese a ser profe tampoco puedo componer, ya que carezco de nociones de armonía."


Cuando presentó Imanol Arias su gran "La vida en palos" (flamenco) fuimos con Nancy, mi esposa, en la penúltima representación. En el hall del Teatro, esperaban muchos famosos: Ana María Piccio, Julieta Ortega y muchos más. Localidades agotadas y sala llena. Me acerco a la Piccio y le pregunto si puedo sacarme una selfie con ella. Afirmativo. Me ubico a su lado y le susurro: "¿Puedo pasarte el brazo?" "Lerdo, como todos los hombres." Entramos a la sala y disfrutamos de la función. Tenía pensado pedir a Imanol que me firmara el programa, pero llovía a cántaros y preferimos irnos a casa.
Tengo archivadas muchas más selfies: con el sosías de Nicanor González del Solar (Puma en la selección nacional), Tony, un cantautor que se gana el pan por los boliches de San Telmo y parque Lezama y el artista plástico Horacio Zabala, entre otros.

 

 


 

BORGES

El título no alude a nuestro eximio escritor y poeta, ni al personaje que interpretaba Alberto Olmedo (Borges) junto a Javier Portales (Alvárez) en “No toca botón”, famoso programa de TV que se emitió entre 1982 y 1987. El sketch se llamaba, precisamente, Borges y Álvarez, y consistía en mostrar las tribulaciones de un actor y un guionista que esperaban que la secretaria (Silvia Pérez) los dejara hablar con el director de programación. Uno de los puntos culminantes era el que Borges le decía a la secretaria “Hay efectivo” metiéndose la mano en el bolsillo y recibiendo por respuesta un “Usted siempre es el mismo grosero. Alude a un Jorge Luis Borges mexicano que encontré en la confitería London City de Buenos Aires en 2018.

 Yo estaba sentado en una mesa junto a mis amigos Hemingway joven (talentoso pintor, fotógrafo y borracho que labura en el Museo de la Historieta de Costanera Sur) y El realizador (dotado fotógrafo que trabaja en el Museo Sívori). Veníamos de caminarnos todo el trayecto entre la Costanera y Avenida de Mayo y Perú y, cansados, recalamos en el London City. Hacia el fondo se levantó de una mesa un hombre de mi edad (72) muy parecido a un ex compañero mío de la Secretaría de Planificación de Presidencia de la Nación. Me acerqué y le pregunté: “¿Vos sos Pedro Liachovitski?” “No, soy Jorge Luis Borges” y me recitó completo un poema del marido de María Kodama:

En Pehuajó me lo dieron

unas manos generosas

más vale que no presagie

que vuelve el tiempo de Rosas.

 

La empuñadura sin cruz

Es de madera y de cuero

Abajo sueña su oscuro sueño

El tigre de acero.

 

Soñará con una mano

Que lo salve del olvido;

Después vendrá lo que el hombre

De esa mano ha decidido.

El puñal de Pehuajó

No debe una sola muerte;         

El forjador lo forjó

Para una tremenda suerte.

 

Lo estoy mirando, preveo

Un porvenir de puñales

o de espadas (da lo mismo)

y de otras formas fatales.

 

Son tantas que el mundo entero

Está a punto de morir.

Son tantas que ya la muerte

No sabe dónde elegir.

 

Duerme tu sueño tranquilo

Entre las tranquilas cosas,

No te impacientes, puñal.

Ya vuele el tiempo de Rosas.

 

Me las sé todas. Soy mexicano de Monterrey y fanático de mi tocayo. Mi esposa también. Te la presento.” Les dije: En una librería de Las Heras, casi Pueyrredón venden unos CD (libros sonoros) muy interesantes:  Leopoldo Marechal por él mismo; Raúl González Tuñón por él mismo y Jorge Luis Borges por él mismo. No es lejos y les aconsejo que los compren”. La mexicana de dijo: “El de Borges lo tenemos en disco de pasta y a los otros no los conozco”. Seguimos conversando de Monterrey –según el azteca la ciudad más hermosa del mundo, seguida por Buenos Aires”. “No tuve el gusto de visitarla. Me limité a Aguas Calientes –donde fui al INEGI becado por mi gobierno a un curso sobre pobreza- , San Luis Potosí, Nueva León, Guanajuato, Distrito Federal, Cuernavaca y Taxco. Para el D.F., un amigo que estuvo exiliado cuando la dictadura genocida, me trazó un recorrido para recorrer los lugares imperdibles: el Zócalo, el Sanborn de los azulejos, el museo nacional de antropología, la Universidad Autónoma de México, la librería Gandhi y la Plaza Garibaldi. Dejé mi equipaje grande el aeropuerto y marché a la ciudad con mi filmadora. Al llegar compré en la calle unas zapatillas cómodas y guardé mis zapatos en el bolso. Como mi avión partía para Argentina el lunes de madrugada, al llegar de Taxco me mandé a la Zona Rosa. En un pub disfruté de música y baile de los jóvenes desde la barra.”

 El Borges extranjero me pidió disculpas porque tenían que retirarse. Pagó su cuenta y se marcharon. En esa confitería hay una mesa con una escultura de Julio Cortázar escribiendo “Los Premios”. Sentado, con un café y un cenicero con un pucho encendido como supo corresponderle. Yo retorné a mi mesa, compré una taza de café con leche con el logotipo de la casa y seguí conversando con mis amigos sobre Buenos Aires y su frondoso arte.

 


 

Hace ya tiempo de padezco (como dijo J.L. Borges, el autor de La Milonga de las dos hermanas) la humillación de la vejez. Hace ya tiempo que tuve un cáncer de piel en la mejilla izquierda –que por suerte no desata metástasis- que fue quemado con criocirugía y me obliga a usar protector +50, sombrero y caminar por la sombra. Una vez curado, recuperé mis artrosis: bilateral de rodillas, con preferencia por vértebras cervicales y lumbares. Porto prótesis (parcial) de dentadura superior que hace que deba buscar posiciones incómodas en la cama. Suelo tener pesadillas ligth (antiguas novias, mi fallecida esposa, mi actual mujer, mis hijos en edades varias, mis nietos) y en todas soy el héroe de la película. Tengo la virtud de que me despierto a mear en la noche y retomo, continuado, el sueño interrumpido.  Cuando me asalta la depresión, duermo 12 horas más siesta, pero en la fase maníaca que la sucede, me reconvierto en un Speedy González. Ordeno biblioteca, videoteca y arreglo las cosas de la casa que esperaron pacientemente la resurrección.  En pocos días comenzaré mis tres cuartos de siglo. Llevo a mi mujer presente 12 años, pero ella está algo depre por cosas que pensábamos serían de otro modo: nietos en el extranjero, hijos con sus padres en Madrid y otras yerbas que mejor no cuento. Nos apoyamos mutuamente y pasamos la cuarentena por el coronavirus19 sin pelearnos.

Camino más lento y, poco a poco, me resigno a las malarias y sigo. Hasta diría que les he tomado afecto. Se me volaron las chapas (pelos), uso anteojos con corrección para leer, escribir y unos Cartier de cristales ahumados con marco de oro. Como me quemaron con criocirugía un carcinoma (que no hace metástasis) en la mejilla izquierda, tengo que andar con sombrero y protector solar. De casi nada me arrepiento de mi vida pasada. Como dicen los mexicanos “mejor pedir perdón que permiso”. Trato de seguir escribiendo mis ácidos y cómicos relatos (no dicho por mí sino por amigos). Mi actual esposa tiene la columna jodida y debe tomar unas gotas de opiáceos. Entre ambos gastamos una fortuna en remedios. A lo que se suma que también solventamos los de mi suegra actual (83). Porque aún vive, alimentada por sonda gástrica, mi suegra primera (94). Lo bueno de mi fase maníaca es que me devuelve el humor y hablo constantemente. Frases graciosas que hacen sonreír a mis circunstanciales socios de cola o en la mismísima calle: el otro día salí a comprar comida y un joven treintañero con barbijo se largó con el semáforo en rojo pues estaba abusando de su celular. Le grito el alto, retrocede y le digo: “Si seguís así no te va a matar el coronavirus sino un auto”. “Gracias, el celular me tiene loco”.

Como soy casi analfabeto digital, aunque trabajé muchos años en computadoras con dos dedos en casa y en el ministerio (soy sociólogo) usando Word y Excel, tecleo lento y seguro en mi mini laptop. Me enojo con ella cuando no puedo subir una imagen. Tengo además una laptop que uso con mouse y la mini con teclado táctil. En ambas tengo archivos distintos y paso de una a otra para asegurarme de no perder nada. Me trabuco y olvido en cuál de ellas están guardados. Sigo luchando a brazo partido. Uno de mis sobrinos me pasó un tutorial pero no consigo abrirlo. No importa. Se me ocurren nuevos cuentos o refloto algunos que tengo guardados de proyectos anteriores. 

Entre ordenar mi taller, mirar los noticieros, escribir, dormir las 8 horas, ver películas en Netflix o flow, organizar las antigüedades que colecciono y hacer las compras, se me pasa el día volando. Calculo que para cuando pase el aislamiento forzoso después de Semana Santa  (si todo sale como las autoridades esperan) habré finalizado 4 libros más para subir a otros tantos blogs. En “Narrativa no convencional Jorge Vibes” se podrán consultar. “Unas obras inconclusas de acá”, ya publicado, tiene más de 4.000 entradas desde muchos países. Espero que los próximos tengan un éxito similar.

El dolor de espaldas y rodillas lo ataco con una bicicleta fija, ejercicios y el ir y venir por el departamento (100 m2.). La depresión superada me significó la pérdida de unos 10 kg., que trato de recuperar comiendo bien. Sumé chocolate en barra a mi dieta y meriendo chocolatada. Como cuando era niño. Desayuno copos de maíz con leche porque descubrí que la miel pura me afecta los dientes. Me despierto y preparo la primera ingesta. Como cada cuatro horas. Por los medicamentos. 50 gotas de un preparado que me acercó una amiga, medio comprimido de un antidepresivo, el inhibidor de colesterol y una Aspirineta (otro regreso a la infancia). Mis comidas fuertes consisten en pastas, omelettes , atún con fideos, milanesas de pollo fritas en aceite de oliva, paté con champignones, morrón rojo, tartas de jamón y queso o verdura, purés de papa y batata y lomo picado en procesadora.

Sostengo que el covid19 cambió las relaciones de poder en Argentina y el mundo. En los hogares biparentales o multi parentales, el que antes tenía el poder (hombre o mujer) dominaba al que estaba sometido por su dependencia. Ahora, de ser el caso, los roles se invierten. De los infantes, ni hablar. El/la que detenta el mando los tiene carpiendo. Cuando el hogar es de una sola persona, no cambia nada porque no se puede. Deben recurrir a la masturbación (con o sin pornografía escrita o filmada). Las mascotas sufren a su manera la cuarentena. Si los sacan a pasear, su libertad callejera dura lo que un suspiro. Deben hacer sus necesidades en la puerta de casa y conformarse con ello.

 


 

LA PLACITA DE SAN ISIDRO        

Una tarde, cuando Luis tenía 67, llevó a Felipe, para entonces de siete años, a la plaza. De hecho, fue el nieto el que llevó al abuelo, pues ya le había advertido que él conocía el camino. Normalmente, Felipe llamaba la atención con sus salidas hilarantes. Ese día, sin embargo, estaba bastante parco. Casi no pronunció palabra en todo el trayecto.

La plaza distaba dos cuadras de la casa, cubría una arbolada manzana del barrio del hipódromo de San Isidro. Estaba bien diseñada y mejor equipada. Como salpicados, un conjunto variado de elementos de disfrute: tres tipos de hamacas (uno para adultos), en areneros, igual número de aparatos de fitness, dos toboganes (uno común y otro de tubo), mesas sobre el césped en las que las madres y parientes ordenaban bebidas y comestibles para el picnic o la merienda, mecedora de resorte y cómodos bancos de madera dispuestos en los cuadrados que rodean a los juegos o solitarios aquí y allá.

Al llegar, Felipe se adelantó al pique, probó dos tipos de hamacas empezando por las de adultos.  Al mecerse, miraba a Luis para asegurarse que lo tenía de público. Se bajó caminó unos pasos y regresó para encaramarse en uno de los caños que sostienen en forma sesgada la estructura. Alzó las manos hasta donde le permitía su estatura, tomó con ellas el caño y completó la maniobra con las piernas en la parte inferior. Miró a Luis, quien le dijo “Muy bien, ahora hace fuerza con las manos y seguí para arriba." A pocos metros, en el tobogán de tubos, había una parva de gurises[15] que no superaban los ocho. Algunos en la plataforma de despegue, alguna en la escalera, y el resto a ras de tierra.

El más pequeño estaba gritando a pulmón batiente (como sólo lo hacen los menores de cuatro). No paraba. Luis se acercó, les preguntó si eran todos hermanitos y le contestaron a coro que no, hermanos y primos. Serio y en alta voz atacó con un “¿Quién está gritando?" Miró fijo a cada uno comenzando por los de la plataforma. “Yo no”, fueron contestando por turno (incluido el culpable). El presunto adulto mayor prosiguió “¿Fuiste vos?, con la técnica ya mencionada. Misma respuesta de los primeros interrogados, pero a partir del cuarto empezaron a desmoronarse. “Fue Papicho." El aludido tuvo que confesar. “Bueno, no me interesa la razón, pero es muy molesto." Todos se habían quedado en silencio. Luis, sonriente, les lanzó un “Tranquis, es una broma." Los peques se distendieron y regresaron a sus juegos de empujones y gritos. Papicho se le acercó con un sorbete en la manito y le dijo “Velita” para plantarla a renglón seguido en la arena. “Ah, ¿estás de cumpleaños y tus hermanitos y primos te van a cantar el cumpleaños feliz?" “Sí." “Te felicito."

El abuelo se fue a sentar en el banco más cercano. A todo esto, Felipe, que no le perdía pisada porque había competencia a la vista, lo llamó desde lo alto del caño. “Muy bien, ahora bajá con cuidado." Obedeciendo ciegamente, el nieto llegó a la mitad del recorrido y se tiró a la arena. Después lo miró desafiante. Luis no entró en la provocación. Una morochita preciosa de unos cinco años, próxima al camino donde estaba el abu, pero en la arena, luchando entusiasmada a pala y rastrillo. De cuando en cuando tosía levemente. Advertida de que la observaban, saludó con la manito. Luis respondió el saludo. “Me parece que no te conviene tirar la arena hacia arriba porque flota un polvillo que es que te puede dar tos." “Yo estoy enferma, pero del estómago." ”¿Te duele la pancita?." “Y el estómago porque comí un picadillo vencido que había estado mucho tiempo en la heladera. Yo me llamo Martina ¿y vos?" “Luis pero me dicen Lucho y por segundo nombre Jorge." Se habían acercado otras tres nenas (6-7-8 años aproximadamente).

La más pizpireta le pregunta “¿vos sos Jorge el curioso? “No, pero soy bastante curioso…y preferiría que esto quede entre vos y yo, como secreto." “Seguro Felipe no perdía detalle de la situación y seguía hamacándose. Las tres nenas volvieron a la zona del tobogán. Felipe dejó la hamaca y se acercó a ellas. Un nene lo invitó soplar las imaginarias velitas y se prendió en el festejo. Una vez finalizado éste se fueron todos a una de las calesitas de empujar donde derrocharon energía y risas un tiempito. En la otra punta de la plaza, Martina y Luis siguen conversando. “¿Oíste ese ruido?" “No." “Me parece que fue una bomba o…un globo que se reventó." A lo lejos se escuchan estruendos apagados de fuegos artificiales. “Ahora sí, son fuegos artificiales. Seguro que vienen de la plaza de la catedral." “A mí me dan miedo." “Pero por qué. No hacen daño y son lindos. Como los de Navidad y Año Nuevo." Igual me dan miedo, los cuetes me dan miedo." “Pero porqué, si no hacen nada." “Igual, me dan miedo porque soy chiquita." Cuando el abuelo consideró que Felipe había gastado suficientes calorías le preguntó si quería ir. “Bueno." Caminaron hacia la casa hablando de temas diversos y al llegar a la esquina de la misma, Luis preguntó ¿Falta mucho?" El nieto ni lo mira y dice “Ya llegamos."

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

PEDRO, EL ÚLTIMO DE LOS ESTALINISTAS

 

Es unos años menor que Julio y se afilió a la Fede (Federación Juvenil Comunista) cuando tenía 12. Eso era anti estatutario pues se entraba a los 14, pero lo ayudaron circunstancias fortuitas. Un pariente cercano facilitó 2 departamentos para que el Partido los usara. En la clandestinidad, esas cosas tienen su importancia. Aguantó firme la fracción de la Fede encabezada por Otto Vargas, que arrastró la casi totalidad de los jóvenes del PCA al CNRR Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria-, posteriormente PCR (Partido Comunista Revolucionario). Mérito merituado. Hizo carrera interna, llegando a desempeñar cargos importantes. Lo apartaron por causa de una diferencia ideológica mal manejada. Pese a esos avatares, se conserva como un estalinista puro. Formado en torno a las Obras Escogidas de Marx y Engels, las de Lenin, el Manual de Marxismo-Leninismo de Otto Kuusinen y lecturas de Stalin.

Se ofende cuando Julio le dice que es hombre del “aparachiski[16] y retruca que esa palabra es una invención de la CIA. Joaco lo provoca acusándolo de pensar la realidad argentina desde la Inquisición (Socialismo Realmente Existente en la URSS). Se putean amablemente pues más allá de profundas diferencias ideológicas, son dos viejos que pueden entenderse simplemente con la primera palabra de una frase. Hace rato que descubren en las conversaciones menciones a cosas y personas que conocieron y que ahora están en los libros.

Regresó a Argentina luego del exilio voluntario que abarcó casi toda la década de los 80. Su formación le permite reconstruirla en la cabeza, siempre desde la impronta ideológica citada. A Joaco le recuerda otros casos parecidos que conoce en planos aparentemente inconexos: algunos exiliados políticos, seminaristas y curas casados.  Salvando las enormes distancias, recordemos que Alfonsín y De la Rúa fueron liceístas. Lo que une a todos los nombrados es que no pueden desprenderse de su sello profundo.

En contacto con compatriotas y otros latinoamericanos arrojados al exilio, conoció cosas que se saben fuera del propio país y a destiempo. Esto último también se cumple en Julio, que tuvo una fotografía más completa de lo que sucedió en Argentina en los ‘70 a través de militantes que regresaron con la democracia.

Admira la experiencia del PCCH, que desde el marxismo-leninismo-estalinismo-maoísmo llegó al capitalismo de Estado.

Como Julio, no sirve a personas sino a causas.

Pedro conoció a Julio en un local de Nuevo Encuentro durante 2014. Como eran aproximadamente de la misma generación, pegaron onda inmediatamente. Por intermedio de Julio, llegó a hacerse amigo de Lisa y Carlos. A diferencia de los más jóvenes, los dos viejos tenían una posición económica consolidada. Hecho que los convertía en líberos para los dirigentes de la unidad barrial. Es decir, que no sujetos a la disciplina vía ubicarlos en organismos oficiales. Pedro tenía una PYME (tres taxis) y Julio una muy buena jubilación. Con el tiempo, ambos fueron apartados del Partido de distinto modo. A pedro lo trasladaron a Logística con la excusa de que era pendenciero y borracho. A Julio, que gozaba de cierto prestigio entre los militantes de mediana edad y los jóvenes, le sugirieron de mil maneras que sobraba (censuraron un curso de Comunicación Política por escrito que se había ofrecido a dar, lo marginaron del proyecto de radio comunitaria, le impidieron pasar una película que había realizado filmando unos de los discursos de Cristina en Casa Rosada, etc.). Pero el profesor no se dio por enterado.

Pedro y Julio llegaron a Nuevo Encuentro porque querían ser parte activa en algún área del Proyecto Nacional y Popular en curso y ese partido pasaba por ser el lugar indicado para ellos. Para Pedro porque Sabbatella, el factótum, venía del PC y había sido su subordinado cuando camaradas; Para Julio, porque era lo mejor de lo peor (tenía muy mal juicio de los partidos de la democracia, los caracterizaba de militancia “light”). En su opinión (gestada desde fuera), los herederos de la tradición centroizquierdista del PCA, el Partido Intransigente y el Frente Grande, debían mantener los vicios de sus organizaciones madre. Luego lo confirmó por completo.

Ambos se juntaban a almorzar una vez por semana en el Cervantes II de Perón al 1800. Se bajaban un troli de blanco y, como Pedro seguía con sed, pedía un ⅜ adicional. Hablaban del local y Julio, que había aterrizado más recientemente, se enteraba de la cocina. Así logró tener la película más clara y las chanchadas que los capos y sus incondicionales armaban en su honor no le afectaban tanto como los instigadores pretendían.

La amistad se fue consolidando a medida que los almuerzos se repetían. Pedro, que no se había desprendido de sus manías de hombre del aparato de inteligencia del PC, solía pedir aclaraciones no pertinentes (como si se tratara de un camarada sometido a juicio interno) y Julio las contestaba con toda sinceridad, porque entre bomberos no cabe pisarse la manguera. Poco a poco, cada uno fue conociendo el pasado militante y no militante del otro. 

Pedro contribuía generosamente para que el minúsculo local estuviera presentable. A sus costas, fue dotado de una kitchenette y pintado a nuevo por dentro y fuera. Algunos jóvenes se aprovechaban de la buena disposición del viejo, aceptando las frecuentes invitaciones de éste para comer y chupar gratarola. El aporte de Julio era igualmente importante: llevaba un proyector y una pantalla grande para que se pasara cine infantil. Otro grupito (más sano) de jóvenes tenía a su cargo los viernes de cine. En su gran mayoría, los espectadores eran niños de casas tomadas de la vecindad. Esa misma clientela acudía a Apoyo Escolar. En resumidas cuentas, el accionar de los militantes giraba en torno al realizar para los menos favorecidos del barrio cosas que soñaban ver plasmadas en la sociedad que aspiraban a construir.

Pedro fue inducido a borrarse. Es decir que le arrebataron el contacto con los vividores que le hacían compañía. Se fue a militar a otro espacio. Joaco, que se apartó por otros motivos, sufrió también un impacto parecido, pero como tenía una excelente pareja, pudo soportarlo casi sin consecuencias.

En su nuevo lugar de asiento, Pedro aspiraba a lograr un puesto en un hipotético ministerio luego de que el kirchnerismo revalidara credenciales con el candidato de Cristina para el 2015. Como eso no se produjo, se quedó en banda. Paralelamente, los tachos no producían el dinero pretendido. Según Pedro porque no se podía tener empleados en blanco, pagar todos los impuestos y cargas, etc. Es posible que fuera por una mala administración. La cosa es que se inició el “cuesta abajo en la rodada”. Tuvo que vender dos de los taxis. Se quedó con el más choto, y como no sabía conducir, no lo podía trabajar personalmente.

Además de ser alcohólico, Pedro padecía de insuficiencia respiratoria grave (adquirida gracias a tres atados de cigarrillos diarios). Durante 2014 estuvo internado un mes en un establecimiento público y casi no la cuenta. Recuperado, dejó el faso y el chupi por un breve tiempo. Cuando Julio lo llamó para contarle que había salido del sarcófago (depre) se encontraron nuevamente. Se juntaron a almorzar en un comedero próximo a casa de Pedro porque camina él con dificultad a causa del EPOC. 

Frente a una carne asada con papas y un tinto, Julio le refirió cómo había caído y a partir de qué reservas había salido. Pedro prestó atención y le contestó que su caso era distinto “Yo estoy sólo.” “¿Tu madre falleció?” ”No, pero tiene cáncer en una pierna.” ”Bueno, a su edad avanza muy lentamente.” ”Claro, y yo tengo que convertirme en su enfermero hasta que se muera.” 

Se sirvieron vino y Pedro continuó: “Estoy quebrado, enfermo y con una depre galopante. No puedo conciliar el sueño si no me mando un Trapax de 2,5 mg. La vigilia permanente es un tormento tan eficaz que lo llaman Tortura Blanca. Es la que emplean los marines en Guantánamo. No dejan dormir al interrogado un segundo durante muchos días. Le sientan próximo a un guardia que lo abofetea cuando comienza a cabecear. Los torturadores se turnan de modo que la víctima esté siempre acompañada.” El amigo dijo: “Te entiendo, a mí me pasó lo contrario, no quería salir de la cama porque no tenía nada que hacer en el día. La macana es que después de dormir tantas horas se te va el sueño. Entonces me levantaba, porque si seguía en la catrera, me castigaba con el que no tengo proyecto ni ganas de tenerlo. Ir al banco a pagar las tarjetas de crédito o cobrar la jubileta era misión imposible. Lo lograba, pero me daba cuenta de lo mal que estaba.” “Ya te dije, soy insomne.” Julio pensó, sin decirlo “éste está carburando en hacerse boleta.” Y no le erraba. “Estoy considerando seriamente el suicidio.” “En ese caso, te seré sincero. Yo lo voy a sentir, pero nada más.” ”Claro, te entiendo. Venimos de la nada y hacia ella vamos. Pasé por la vida como tantos. ¿sabés que en Bélgica acaban de despenalizar al que ayuda a morir a alguien que no tiene razones clínicas para ello?” “No, pero en Londres había un Club del Suicida que te daba las formas más seguras y menos dolorosas. Una pareja de amigos se asoció y mucho antes de efectuarlo lo contaban a quien quisiera oírlos. Por supuesto que no lo tomábamos en serio (por el refrán que reza “el que lo anuncia no lo hace”), que simplemente era un recurso de snobs.” “Sí, pero hay otro: “el que avisa no traiciona.” ”Bueno, cuando lo llevaron a cabo, comprobamos que era de verdad.” “¿Sabés que la mayoría de los suicidios se dan por la mañana y en día Domingo?” ”No, ¿de dónde sacaste eso?”  ”Investigación estadística.”

Julio salió a la vereda para fumarse un cigarrillo. Mientras faseaba, pensó en cómo podría ayudar al amigo. Al sentarse a la mesa le preguntó: “¿Te gusta leer?” ”Depende de qué, si es buena literatura sí.” “Bueno, no lejos de aquí está la biblioteca del Congreso. Tiene de todo. Porque por ley las editoriales nacionales deben mandarle un ejemplar de lo que publican. Literatura, poesía, historia. Si tenés dificultades para concentrarte, te sugiero sacar cuentos. Empezás y terminás uno o más en una sola visita.” El suicida en potencia atendía en silencio. “¿Te tienta hacer teatro?” ”Nunca lo intenté.” “Hay montones de lugares para probar. Gratis o pagando poco como en el Centro Cultural Ricardo Rojas.” “Bien.” “Si te copa el cine, te vas al Gaumont[1] donde la entrada cuesta monedas o al Centro Cultural del Congreso de la Nación, Alsina casi Entre ríos, donde proyectan películas buenas con entrada libre.” 

Pedro volvió a llenar las copas. “Si te inclinás por la construcción literaria, hay talleres sin costo en Aluvión Ciudadano de Corrientes y Río Bamba o el Centro Cultural del Congreso.” “No creo, porque nunca se me ocurrió escribir.” ”Como ves, salidas hay. A condición de que el proyecto te entusiasme, te saque algo de adentro.” ”Ese es el problema, nada me copa. Es más, ni siquiera pretendo que me conmueva, me conformo con que me ayude a ocupar las horas. Aunque sea un laburo por poca plata.” ”¿Y si retomás los títeres?” ”No, eso fue laburo para morfar en Europa.” “¿Minas?”  ”Tampoco, me abrí de la inglesa porque quería un hijo y de otra en Argentina porque quería casorio. Cobra una buena jubilación y tiene departamento, pero estoy seguro de que no tiene un buen recuerdo.” ”¿No podés vender el departamento.” ”Está a mi nombre con usufructo de por vida en favor de mi vieja.” A esta altura de la journée[17], a Julio se le agotaban los argumentos pero recurrió a uno más. “Mirá, en la otra cuadra me junto con unos vagos y nos cagamos de risa ¿porqué no te das una vueltita?” “No te prometo nada.”

Al día siguiente (que no era lunes) se enteraron de que Pedro tapó el escape del “tacho”, desconectó el catalizador, puso en marcha al motor y esperó en el interior a que el monóxido de carbono cumpliera con su función.

 

 

 

 

 

 


 

RUMBO A AMERICAN EXPRESS

Cierta mañana del 2019, Gustavo se despertó, desayunó y fue a tomar el colectivo 150 a la parada de Callao y Perón. Debía resolver un malentendido que surgió en el resumen de su tarjeta de crédito. La central de esa empresa está frente a Plaza San Martín y el viaje le tomaría (dependiendo del tránsito) entre 20 minutos y media hora. La cuestión del tráfico de los automotores se complicaba casi diariamente por causa de las manifestaciones que se celebraban en la Plaza del Congreso por motivos varios (despidos, bajos salarios, reclamos por el aborto seguro y gratuito, etc.)

Cuatro cuadras después, subió una dama de cierta edad, muy maquillada y con ropas que demostraban su clase media-media. El bus estaba casi vacío y Gustavo estaba sentado en el asiento doble delantero. La recién llegada se ubicó a su lado. Apenas posó el culo en el asiento comenzó a protestar, en términos prolijos pero que denotaban irritación: “Con estos parásitos de planeros[21], no se sabe cuánto va a durar el viaje. Por suerte ya atravesamos la peor parte.” Gustavo no pudo contenerse y dijo: “Señora, esas personas no tienen otra manera de hacerse escuchar. Si están desocupados o con salarios de miseria, están en todo su derecho.” “Señorita.” “Bueno, señorita.” “Lo que pasa es que son vagos y drogadictos que están acostumbrados a vivir de nuestros impuestos.” “Mire, yo soy jubilado con un haber suficiente, pero la mayoría cobra la jubilación mínima.” “Yo también estoy jubilada, y con la mínima. ¿Qué hago?”, vendo bijouta[22] en oficinas públicas. Me gano unos pesitos y me divierto.” “A usted, ¿le gusta trabajar?”.” “Claro.” “Qué raro, es la primera vez que escucho a alguien decir que le gusta trabajar?”. El chofer escuchaba todo y Gustavo acudió a su parecer: “A usted, ¿le gusta trabajar?” “No tengo más remedio.” Gustavo se dirigió a su compañera de asiento: “Yo lamento que algunos de los manifestantes recurran a las drogas, pero tengo en cuenta que es la única forma que tienen de evadir su realidad.”

            Cuando el colectivo llegó a Plaza San Martín, Gustavo descendió y la señorita siguió viaje, seguramente hacia los Tribunales de Comodoro Py o las cabeceras de los ferrocarriles de Retiro.

 

 

 


 

POBRES

 

Los pobres coleccionan problemas. Yoli, la señora que nos limpia el departamento los martes, vive en Merlo (tercer cordón de la provincia de Buenos Aires -culo del mundo si los hay-. Sobrevive a un cáncer gracias a nuestra amiga Alicia, cuyo derpa[1] limpia no sé cuántas veces por semana. Junto a otros cumpas, le transferimos lo que le corresponde escrupulosamente. Tiene una nieta internada en "Casa Cuna" (hospital pediátrico de Barracas). Yoli se comporta como lo qué es. Guarda las cosas donde quiere y tenemos que reordenarlas cuando se retira. No hay forma de hacerle entender que la escalerita que hay en nuestro dormitorio no debe quedar sobre la caja del aire acondicionado del balcón. Carga con una culada de nietos de diversas edades. Uno de ellos no come dulce si no es de marca. Nancy le guarda los frascos vacíos de mermelada para que los llene de mermelada casera. Para colmo, al esposo lo echaron de la empresa donde trabajaba y se quedó sin CBU. Afortunadamente, Yoli es jubilada y tiene el suyo


Otro caso citable es el de Mirtha (con hache). Alquila dos ambientes en Flores, es evangelista, macrista y madre soltera de Rocío, quien, para no quebrar la tradición familiar, la munió con 5 nietos también sin papeles. Los gurises son de distintos padres. Los dos primeros fueron incubados con un compañero de secundario (también drogadicto perdido), otro con otro homeless, que la embarazó y se tomó el buque, el cuarto con su primera pareja porque se habían reconciliado y el más pequeño, que Rocío se reserva para sí porque con un bebé en brazos factura más.


Un día, Rocío denunció a su padrastro por violación reiterada. El padre de alguno de sus hijos, que tenía prohibición de acercamiento, no la respetó, subió al departamento y le quebró varios huesos. Adentro mi alma por asalto y violencia agravada. Lo metieron en cana y se comió unas semanitas a la sombra. Salió por una recomendación que hizo un guardaespaldas de Macri. 


Como si esto fuera poco, era verdad que violó a Rocío, pero el desgraciado, en un vómito de sinceridad, adujo ante Mirtha, que, desde hacía mucho tiempo, desde que Rocío era menor de edad, le pagaba unos pesitos y eso no constituía violación.


La santa nona se resigna pensando que "Dios sabe lo que hace" o "Dios proveerá" (como los judíos ortodoxos, que se niegan a cualquier tipo de prevención para el Coronavirus19). Renunció al trabajo en nuestra casa porque somos kirchneristas.

 

 

 

 

 

 

 

 

EJERCICIO PARA MEJORAR LA CONCENTRACIÓN

Villa Crespo es un barrio de Buenos Aires con historia. En Avenida Corrientes y Canning asesinaron a Silvio Frondizi y a su yerno. Los ametralló un grupo de Tareas de la Triple A.

Una familia de villacrespenses que conozco, compuesta por los hermanos sobrevivientes de una cohorte numerosa del campo de Santa Fe consta de: Y (83); Y2 (85); X (76) e Y3 (90). Y4 (92) espichó hace poco. Los susodichos viven a escasa media cuadra entre ellos en Villa Crespo. Y (83), es la menor y posee un departamento chico en esa importante avenida y los otros (Y2 y X), en una calle que corta esa arteria principal. Y vive sola y se arregla como puede con ayuda de su hija, su yerno y un vecino de piso, quien, por ser joven, debe cargar con la cruz de su geronte vecina. X e Y2 son hermanos de Y, y habitan el mismo edificio, en distintos pisos. Para más datos, Y2 es viuda de X2, que la mira vaya a saber desde dónde. Y2 es demente senil y casi no puede caminar.

Este conjunto de sufrientes vive intensamente la anomalía del Amor/Odio. Se pelean y amigan permanentemente. Hasta hace dos años, Y2, Y e Y4 veraneaban en una casita que tenían Y2 y X2 en Las Toninas, pero Y2, en un rapto de ira, echó a su hermana Y. Desde entonces, la desalojada se ofendió y juró no pisar ese balneario nunca más. Estuvo mucho tiempo sin ver a Y2 hasta que se reconciliaron (provisoriamente porque el sainete sigue su curso). X está ciego, Y maneja, admirablemente, una enciclopedia de patologías y una farmacia en la casa. Es abusadora serial y jode a quien puede. Y2 clama a los gritos para que X2 venga a buscarla y X, ante la inutilidad del llamado, le dice: “En vez de esperar a que él venga deberías ir a buscarlo vos. Tenés que tirarte por el pozo de aire y luz.”

Están todos pidiendo pista para acompañar a los que los precedieron. Y provocó, hace algunos años, crisis de nervios a su hija y su yerno porque ya no podían soportar las molestias que causaba. Buscaron una Residencia de Ancianos cercana, pero no les dio el cuero. Afortunadamente, la Obra Social de Y cuenta con un especialista en tratamientos de dolor, quien resolvió los males de la vieja con parches de opiáceos que no entran en lista de los medicamentos con descuento.

Y3 murió de cáncer y Alzheimer. En sus últimos tiempos, no reconocía al dinero, perdía o se olvidaba los ingresos de su jubilación y las rentas de unos departamentos y la sobrina, que vive relativamente lejos, se tuvo que hacer cargo de todo. De modo que podríamos decir que se fue sin darse cuenta.

X es un pájaro de aquellos. Cuando cumplió 70, lo festejó presentando a su familia un hijo bastardo que resultó macanudo y agradecido con ese padre que no le dio pelota por 38 años.

Y3, bonita de joven, pasó toda su vida como amante del dueño del hotel donde trabajaba, que no sólo le montó garzonier (piso de soltera), sino que puso a su nombre algunos locales y viviendas.

La demencia senil de Y2 la lleva a caer en cuentos del tío, deprimirse a niveles de internación y pelease, cuando tiene con quien, cada vez más a menudo.

X suele ser amable con su hermana de la otra cuadra que, en ocasión del asunto de la búsqueda de geriátrico, le aconsejaba que saliera muchas veces al balcón. Recordemos que Ernesto Sábato, en su “Informe sobre ciegos”[1], describe en detalle cómo la pérdida de visión pervierte a quienes la padecen.

 

Rescatando nuevamente una de mis notas en Facebook, el 24/6/18 publiqué el siguiente artículo:

NOCIONES DE DEMOGRAFÍA SOCIAL BÁSICA

El territorio bajo soberanía argentina comprende unos 3.700.000 km² (tierras continentales y la parte nacional de la Isla del Fuego). Más la franja oceánica propia de 200 millas náuticas a partir de las costas correspondientes al Mar Argentino, las aguas del Río de la Plata y todo lo nuestro del continente antártico y las Islas del Atlántico Sur. Proxi 6 millones de km². Con cerca de 44 millones de habitantes. Promedio 0,14 km. por barba. Con todos los climas, razas, religiones, etc. Y una abrumadora mayoría de argentos. Las personas se agrupan en un 80% en áreas urbanas y 6 de cada 10 en grandes ciudades. "¡Eso nos enseñan en primaria!, ¡No me jodas!" Lo que no explican en ninguno de los ciclos escolares (salvo algunas carreras universitarias) es el porqué y el cómo de esta deformación de nuestra formación material como nación.

Es conocido que fuimos el granero del mundo durante la etapa inicial de nuestra modernidad merced a la generación del '80. Elite conservadora que elucubró un brillante porvenir (para ellos) asentado en el genocidio de los pueblos primitivos, la importación de europeos (campesinos del sur español, italiano, perseguidos judíos y unos menos armenios y árabes). Violando las promesas prometidas (¡cuando no!) sobre darles tierra barata, los neo patricios lograron que nuestros abuelos terminaran en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza como obreros de la construcción o del comercio urbano en conventillos de propiedad de la Iglesia Católica. Los menos (gauchos judíos) compraron tierras fiscales gracias al Barón Hirsch y levantaron colonias o se radicaron en el barrio de Once a ejercer comercio honesto. Otra fracción arrendó fértiles extensiones en la Pampa Húmeda y una tercera se ganó el pan como vendedores ambulantes en la misma zona. Los menos agraciados terminaron como peones rurales en la Patagonia. Bajo prohibición de instalar a sus familias. Parias mal paridos por gracia de Dios y la santa oligarquía.

En consecuencia, el granero del mundo (ovejas y vacunos sumados luego) se erigió en un monumental monumento al latifundio (mucha tierra en pocas manos). La racionalidad oculta en esta especulación demográfica brillante se basa en la seguridad de que sin población la probabilidad de disturbios disminuye. (No people less trouble)[1], "Poca gente, menos lío".  ¿Me explico? Sueño feudal, semi feudal o subdesarrollado en las discusiones sesentistas de intelectuales zurdos y panacea de todos los reaccionarios del mundo y sus alrededores en todas las épocas. Nada nuevo bajo el sol. El sueño Cambiador que asola o asuela esta patria vuelve a sus genes. Mismos apellidos mezclados con mafias afincadas no en el Campo (reservorio intocable de nuestra oligarquía clásica) sino en la Gran Industria, las Finanzas y los Servicios. Ecosistema viejo con pelos teñidos y ojos azules. De lame ortos ingleses a chupa penes yanquis. Sin escalas. Desayuno incluido. Re primarización de la economía y espacio vital para 10 millones con el resto a la intemperie bajo la tormenta. Porque somos un país pobre en el culo del mundo y la mosca no da para más. Apenas para los más capaces y emprendedores. Los K pensamos lo contrario. Somos un país rico con la biyuya[1] mal repartida.

¿Exagero? No creo. En laboratorio, una geografía tan extensa con 10 millones de prosumidores es ideal. Del S.XIX al S.XXI. Las mismas letras romanas en distinto lugar con una moral idéntica. El modelo de desarrollo es el mismo. Pero en la realidad dura pasaron cosas. ¡Hayque! Hay que aplastar a los obreros, reprimir a los desocupados, multiplicar los homeless y reducir la relación activo/pasivo en la seguridad social apurando la muerte natural de los viejos que cobran la mínima. CFK en cana. De Vido y Milagro ya están. Tenemos arrepentidos. Los bolsos de López y el "Se robaron todo". Tenemos equipo. Tenemos (por ahora) al FMI. A Uber y Flybondi. Energía eólica y Vaca Muerta. Y litio “como pácer dulce”[1]. Con una decena la pasamos bomba. "No sir (no señor)". La cosa no es así. Para bailar el tango hacen falta dos. "Las minas. Siempre las minas. Son quilomberas de alma. Ma qué aborto ni aborto, que revienten por putas". Con la PPP (proyecto público privado) y los empréstitos la rompemos. Reelección asegurada para Mauri. La inflación se resuelve en un tris.

Mienten como mintieron nuestros oligarcas a los europeos muertos de hambre para hacer una nación de un desierto. Apenas Mendoza y el Alto Valle del Río Negro. Hay que distraerlos con sanata de tecnología de ultimísima generación y cantos de sirena New Age. Y 10 millones de hombres de buena voluntad. ¡Qué grande Mauricio! ¡Que revolucionario!”…

 

 

 

El 24/6/18 publiqué, en Facebook, el siguiente artículo:

“GUERRAS DE 4TA. GENERACIÓN - AMÉRICA LATINA HOY

En algún escrito de este mes nombré "las guerras de 4ta. generación". Hasta ese día yo mismo no sabía que existiera esa conceptualización. Me enteré mirando TeleSur (el canal internacional preferido de CFK). La cosa viene así: hubo una I Guerra Mundial y una II. Hasta aquí todo bien. Luego vinieron las de 3ra. generación (Primera guerra de Irak, de Los Balcanes, etc.). En la I guerra de Irak, vimos en las pantallas fuegos artificiales porque los EE.UU. habían aprendido, en la Guerra convencional de Vietnam, que no se debían exhibir muertos -propios y ajenos- al público porque afectaban la imagen de las administraciones asesinas. Entonces, los think tank[1] estadounidenses crean las guerras de 4ta. generación.

En el programa citado (buscar el 18/6/18) se produce un intercambio entre intelectuales latinoamericanos y europeos acerca de los alcances de estas nuevas formas de enfrentamientos bélicos.

Los llamaré a y b. Los a) los ven revolucionarios y los b) contra revolucionarios. Los primeros piensan que en el seno de la globalización del S.XXI las revoluciones clásicas se fueron para no volver. Que lo nuevo son ejemplos revolucionarios fundamentalistas (Al Qaeda, ISIS, etc. o narcos globalizados) con novedosas tácticas y estrategias -11S/2001, 11M/2004, lobos solitarios, etc.-. Los fundamentalistas más importantes son internacionalistas, imperialismos de corte medieval que emplean fanáticos decididos a inmolarse a partir de la creencia en el edén mahometano, que promete una corte de vírgenes para esos héroes; b) los que los ven como contra revolucionarios sostienen. como ejemplos, a las guarimbas en Venezuela, cómo se ubican las iglesias protestantes hegemónicas en la región (Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú. Detrás de los triunfos en elecciones de Macri, Piñera, Kuczynski en Perú y Duque en Colombia y Temer en Brasil con el golpe parlamentario a Dilma), están los partidos políticos reaccionarios, los medios masivos de comunicación de la derecha y las ONG's financiadas por USA y el narco. Citan a Nicaragua ejemplo: proveen de 30 millones de dólares a lo que llaman Defensa Civil contra Ortega.

Los b) agregan que "las guerras de 4ta. generación" exceden al Estado Nación. La derecha aprovecha la debilidad del Estado Nación. Esto es claro en el caso de Colombia, donde el uribista Duque adelantó que romperá los acuerdos de paz con las FARC, que, junto a otras fuerzas progresistas sacaron el 41% contra el 54% de Duque y el resto de votos en blanco o nulos. Final cantado: las FARC regresarán al monte y se reiniciará la guerra que Santos y el colectivo de comandantes de las FARC trataron de resolver. Pero la cosa no termina allí: la comunidad LGTB se manifiesta preocupada por el resultado electoral y, como frutilla del postre, hay que saber que Nicaragua construye con China un canal interoceánico que competirá con el canal de Panamá. Las "guerras de 4ta. generación" son alentadas por la Nueva Derecha continental: Trump, Macri, Temer, Piñera, Kuczynski y Duque (habrá que ver lo que pasa en México).

En nuestro país cuadra lo expresado como anillo al dedo. Las compras de armamento a Israel y la presencia de tropas yankis e israelíes nos están alertando” ...

La vigencia de esos párrafos, de nueve meses atrás, es impresionante, especialmente, respecto de los tiempos en que el Covid19 no había atacado aún.

 

MARTÍN

Martín es sociólogo. Encuestador cuando estudiante de la carrera. Luego operador bilingüe en ENtel[1]. Cesante por huelguista en 1971. Reincorporado. Segundo raje en el ’74 por activista zurdo. Reincorporado en marzo del ’76 pocos días antes del golpe de Estado. Tres meses después renunció porque estaba “marcado”. Gracias a un pariente encontró trabajo en Laboratorios Oftalmológicos Argentinos. Lo echaron hacia fines del ‘83, junto a todo el plantel de visitadores cuando lo eligieron delegado. Con la transición a la democracia ingresó a la Secretaría de Vivienda y Ordenamiento Ambiental en el puesto de una amiga socióloga con categoría 16 (la más baja para profesionales universitarios) que pasó al Ministerio de Economía de la Nación (MECON), como secretaria privada de Bernardo Grinspum. A los dos años, esa misma amiga le consigue el pase a la Secretaría de Planificación de Presidencia de la Nación (SPPN). Grinspun había sido reemplazado por Juan Vital Sourrouille en la cartera económica y Bernardo se refugió en Planificación[1]. Revista en ese organismo con categoría 21 y 22 (sobre 24) durante las gestiones de Grinspum, Moisés Ikonicoff y Vittorio Orsi (primera presidencia de Menem) hasta que Cavallo disuelve la SPPN (´Secretaría de Planificación de Presidencia de la Nación) y la transforma en Secretaría de Programación Económica dependiente del MECON (Ministerio de Economía). Todo el personal pasa al nuevo organismo. Juan Llach asume como secretario y viceministro de Economía.

El sindicato A.A.P.M. (Asociación Agentes de Propaganda Médica-Filial Capital Federal) fue el primer gremio en normalizarse en esa jurisdicción antes de que los militares asesinos dejaran el poder. La digna profesión de valijero, por entonces y antes, estaba poblada por hijos y parientes de médicos (de hecho, siempre en estrecha relación con las compañías de la industria farmacéutica en razón de su juramento hipocrático) que solían ser, o bien profesionales con títulos que debían ocultarse bajo dictaduras -como sociólogo- o bien estudiantes avanzados de medicina, odontología, y egresados de, por ejemplo, Ciencias Físicas, Exactas y Naturales que no alcanzaban a cubrir sus necesidades económicas con sus salarios docentes.

 

En los ‘70, en Capital Federal y el Gran Buenos Aires, esa selecta fauna de hombres y mujeres (pocas) con saberes especializados útiles comercialmente para los productores de fármacos, estaba a disposición por ciertas sumas de dinero, insignificantes para la segunda industria en magnitud de utilidades después de la armamentística. No obstante, los emolumentos percibidos por los “ valijas” fueron siempre muy jugosos en comparación con el salario medio de los vendedores de plaza. Se los entrenaba en ventas y métodos de persuasión específicos para la venta de pastillas, jarabes y otros líquidos terapéuticos (colirios, pomadas, etc.). Por su formación, esas personas adquirían prontamente las habilidades requeridas para su tarea: convencer al intermediario (galeno) para que prescriba lo que el paciente (cliente) comprará más tarde al minorista (farmacéutico). Posteriormente se profesionalizó ese trabajo y ya no basta con entrar recomendado, sino que es necesario realizar un curso de tres años dictado por la asociación gremial.

 

En los ‘70, a esa configuración de la cadena de valor curativa, se agregaba una característica novedosa. Los veinteañeros universitarios de entonces estaban altamente politizados. Para largarlo de una, había montones de zurdos (peronistas y no peronistas) que militaban o habían participado en organizaciones fierreras como Montoneros y ERP, o fierreras en concepción estratégica como Vanguardia Comunista (Maoísta y decidida a llevar a cabo la Guerra Popular Prolongada). Desde luego que su compromiso con las armas en apoyar en actividades de superficie, es decir en ámbitos cotidianos legales. Una especie de conexión intermedia entre los combatientes y los periodistas orgánicos (diarios Noticias, y El Descamisado, etc.  en el caso de los montos, diario El Mundo en los ligados al partido de Santucho) que, al estar mucho más expuestos, cayeron abatidos por la represión (Paco Urondo, Rodolfo Walsh, en el peronismo revolucionario, Rafael “Cacho” Perrotta, entre los vinculados a Estrella Roja[1] y Emilio Jáuregui, articulista de El Mundo y miembro de la dirección de Vanguardia Comunista[1]). Esta enumeración es meramente ilustrativa de la relación intelectuales-revolución propia para una porción de la generación del ‘70.

 

Martín comenzó a reconocer pares en las charlas de los halls de hospitales o sanatorios en los que los “valijas” trabajan por la mañana. Poco a poco fue reconocido (y aceptado) por visitadores radicalizados que se congregaban en una agrupación clandestina que combatía a la dictadura en ese ámbito de trabajadores de cuello blanco. La filial Capital del gremio que hoy se denomina AAPMRA estaba entonces gestionada (como todas) por un interventor de los uniformados. Pero, si bien se imponía a los sindicatos un mandamás milico, (acompañado por uno o más de su fuerza y de grado congruente con la importancia de la organización de marras, el resto del personal (convenientemente depurado) estaba compuesto por los civiles que trabajaban desde antes en la entidad porque es imposible manejar estructuras de cierta complejidad sin empleados que conozcan las rutinas (abogados, contadores, encargados de la obra social, etc.). Entre esos civiles había pro-milicos y anti milicos, qué a su vez, conocían las trayectorias políticas del resto.

Cuando, en las postrimerías del fracasado plan militar que buscó perpetuar a las fuerzas armadas en el poder y se derrumbó con la derrota en la Guerra de Malvinas, los genocidas asignados al frente sindical en Capital, comenzaron la retirada con pruebas piloto en gremios de todo tipo. En Capital Federal optaron por normalizar uno de clase media, AAPM[1]. En teoría moderado. Desde luego que los militares sabían que algunos de los visitadores estaban o habían estado en contacto con la subversión, pero contaban a su favor con muchos otros afiliados que militaban en el radicalismo o el peronismo no guerrillero.

 

Martín fue elegido delegado de laboratorio y, en consecuencia, adquirió credenciales para integrar una lista en un lugar secundario de una lista porque tenía antigüedad limitada en la valija. Sin ocultar su ideología ante sus compañeros, fue a formar parte de la opción zurda. En la misma, había además de independientes marxistas y socialistas, ex militantes y/o simpatizantes de las FAL y de otras formaciones menores como el MR-Che (Movimiento Revolucionario Che Guevara), etc. que, en su momento, se encuadraron, como todas las agrupaciones de base izquierdistas de los ‘70, en la CGT de los Argentinos que dirigió Raimundo Ongaro. Durante la campaña electoral se realizaron asambleas en los hospitales en las que las que hablaron los candidatos de las dos listas enfrentadas. Una vez reunidos los visitadores en algún lugar apartado del público hablaban los candidatos de las dos ofertas: la “extremista” y la compuesta por la alianza moderada.

 

El candidato a Secretario General de la Lista en la que iba Martín como vocal era Juan Manuel Mandeville, sociólogo recibido en la Universidad del Salvador, para esos años, fortaleza de los grupos cristianos de izquierda (algunos ligados a Bergoglio, quien actualmente es Papa Francisco). Durante la campaña, Martín y otros compañeros salía a hacer pintadas en las paredes próximas a los hospitales llamando a votar a la lista. Se reunían en la oficina de Avenida Corrientes de un ex visitador que ejercía como abogado y que, sintiéndose aún militante revolucionario, se sumaba a la agrupación de los visitadores.  Para las pintadas viajaban en los autos de alguno de ellos y para imprimir los panfletos hacían una vaquita con aportes de los candidatos y simpatizantes que estaban en la periferia de la lista. Los fondos requeridos no eran demasiado significativos y todos ganaban bien.

 

La campaña se desarrolló en unos dos meses escasos. Celebraron reuniones internas de la dirección político-gremial de la lista y ampliadas a simpatizantes delegados de laboratorios y nosocomios y se cumplieron todas las tareas inherentes a una contienda sindical: muchas habladas en pequeños grupos en los hospitales, charlas individuales en las “zonas”[1], reparto de volantes y pintadas. A la hora de la verdad, es decir cuando había que inscribir la lista ante la Junta electoral para que ésta la registrara  en el Ministerio de Trabajo, Juan Manuel los reunió y les informó que debían hacer un esfuerzo económico adicional porque, para que el funcionario encargado de aprobar el acto eleccionario en el Ministerio, que era un “compañero”, le había comunicado que, si deseaban que se pasara administrativamente la postulación de la lista tenían que pagar un “peaje” Todos putearon lindo. Pero pusieron su parte en efectivo porque no había forma de sortear el obstáculo. Juntaron la plata y se pasó a discutir temas importantes. Los luchadores antidictatoriales sabían que las reglas del juego sindical argentino estaban contaminadas por la corrupción y la burocracia, pero optaban por resistir a los milicos en el terreno legal, tratando de dirigir un sindicato combativo. También sabían que durante mucho tiempo tendrían que conformarse con ser una minoría en el escenario laboral y que pasarían años antes de que se consolidaran corrientes gremiales democráticas.

 

De este episodio, Martín sacó en limpio: a) un nuevo raje laboral, porque cuando perdieron las elecciones, los dueños del laboratorio echaron a todo el equipo de visitadores del área metropolitana y, b) pasó a engrosar la lista negra de la industria farmacéutica argentina, lo que significaba que jamás lo tomarían, ni a él ni a sus compañeros, en ningún laboratorio.

 

Martín en el funcionariado de la Administración Central y la academia

 

Martín como tantos funcionarios técnicos (es decir, no políticos nombrados por la administración de turno) sabía en detalle lo que pasaba en la SSPM por radio pasillo. Conoce el episodio del robo del maletín a Llach en ocasión de que, por viaje de Cavallo al exterior, quedó como titular de la cartera. Resulta que había salido a almorzar y, cuando regresó, faltaba el attaché con papeles reservados que tenía en su despacho. La suspicacia del personal adjudicó el hecho a los servicios de inteligencia. Eran tiempos de mesas de dinero en el MECON y de “externalidades”[1].

 

En docencia escribió materiales de texto para la Cátedra Di Tella del CBC donde era profesor adjunto contratado. A partir de 1991 presidió, primero, el Centro de Estudios Canadienses instalado en el Centro de Estudios Avanzados de la UBA, y posteriormente fundó la Asociación Argentina de Estudios Canadienses (ASAEC). Su simpatía con Canadá se originó en el hecho de que (como confirmará más tarde) en ese Dominio de la Corona Británica, la mayor parte de los académicos eran de izquierdas. Trabó conocimiento, y luego amistad, con Danny Drache, por entonces influyente dirigente del New Democratic Party[1], que enseñaba en la Universidad de York. El Partido de la Nueva Democracia representaba al moderno socialismo de Canadá. En su primera beca de intercambio contactó también a Liisa North, sueca nacionalizada canadiense, maoísta y directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de York University y posteriormente amiga en las visitas que Martín realizó a ese país en calidad de autoridad máxima de ASAEC o becario del Programa de Iniciación del International Council for Canadian Studies (ICCS) (Consejo Internacional para los Estudios Canadienses).

Martín jamás hubiera trabajado en intercambio académico con universidades yanquis, pero simpatizó de inmediato con los profesores zurdos de la casa de estudios superiores de la ciudad de York, por entonces uno de los principales centros académicos del ideario izquierdista del Dominio. Luego, por intermedio de ellos, se vinculó con otros del este, centro y oeste de ese país.

Visitó esa nación bilingüe como becario en cinco oportunidades. Dos como becario y, otras tres, por tareas institucionales. Publicó artículos y capítulos de libros sobre Canadá y Argentina en castellano, inglés y francés. En este último caso, patrocinado por Jacques Zylberberg, catedrático amigo de la Universidad Laval de Quebec, que militaba en el Liberal Party (Partido Liberal) que tradujo una nota relativa a la inmigración, la integración y la participación política en Argentina al idioma galo.

Durante su dilatada carrera docente continuó publicando apuntes de cátedra (el último en coautoría con Alberto Fernández, que fue director del CBC durante 18 años y falleció al frente de su cátedra). Conduce un Renault 19 modelo ’94, que mantiene intacto, pues lo usará hasta que se agote.

Martín fue, entre 1985 y 2011, año en que lo jubilaron, Profesor Adjunto de una de las cátedras de Sociología del CBC de la UBA. De los 26 años que pasó dictando clases en el CBC, unos 20, los cumplió como Profesor Adjunto de Introducción a la sociología. Entre las responsabilidades de su cargo estaba la de abrir los cursos. Juntaba los estudiantes de cada turno (mañana-tarde-noche) y les aclaraba los criterios de la cátedra. Le parecía que ese introito era muy importante para los recién llegados a la UBA, (especialmente para aquellos que cursan su primer cuatrimestre).

 

En esa primera clase, comenzaba diciendo: “Ustedes, que por lo general ingresan a la universidad luego de aprobar un secundario deficiente, deben comprender que tal carencia, no atribuible a los estudiantes sino al sistema de segunda enseñanza vigente, no puede ni debe superarse merced a un bajo nivel de la calidad pedagógica de la universidad. Con esto quiero decir que la responsabilidad de salvar la brecha entre un secundario paupérrimo y deficitario, no recae en nosotros, los educadores, sino en Uds., los educandos. Me animo a afirmar que la mayor parte deberán realizar esfuerzos extra para alcanzar la nivelación que necesitan”.

 

El profesor Martín proseguía la arenga así: “La vuestra es una generación más habituada a la receptar información que a procesar conocimiento. No es lo mismo estar informado que conocer. Para este segundo estado es menester contar con un espíritu crítico. Todos nos movemos, inicialmente, en el terreno del conocimiento ingenuo. Es decir que tomamos por cierto lo que se nos informa. Saben que los estímulos provenientes de los medios de información masivos, distan a menudo de intenciones prístinas. No les interesa la verdad pues responden a intereses creados. Para superar esa naturalidad creada artificialmente por los Mass media, se debe tamizar y reflexionar, interrogar a la información para arribar a conclusiones propias. Eso es pensamiento crítico. Nuestra cátedra milita en el pensamiento crítico.”

El adjunto continuaba: “Considero que no estamos aquí para regalar nota. Si hiciéramos eso en este primer ciclo de la universidad, estaríamos cometiendo una estafa. Aprobarían la materia sin haber alcanzado los objetivos que definimos nosotros. El diploma que corona la carrera que cada uno haya emprendido no es un mero papel decorado. De nada les servirá si no confirma un determinado aprendizaje. Eso es lo que podrán esgrimir en su vida laboral futura. Lo que saben, los habilita. No deben preocuparse por el tiempo que les lleve recibirse. En especial los que trabajan y estudian, si el término normal de la carrera es de 5 años y la cursada les toma 6 o 7, no es grave. Lo serio sería que no sacaran provecho. Mi madre, una gallega con primaria incompleta, me decía: ‘hijo, nadie te va a preguntar cuánto te llevó completar la carrera ni con qué nota promedio te recibiste”.

Normalmente, ese discurso inicial tomaba hora, hora y media de la atención de los estudiantes. Martín tenía más cosas que decir. “Constatamos que llegan a la universidad con una escasa capacidad para el pensamiento abstracto, para la generalización. Hay un pensamiento concreto: Juan, Carla, hacen tal cosa. Son seres humanos tomados como individuos. Martín camina, Nora saluda. Si decimos la pareja conformada por José y María entramos en un segundo grado de generalización (abstracción). Si decimos ‘Sociedad’ generalizamos en un nivel más alto, y si nos referimos a ‘La humanidad’ estaremos en un estadio de abstracción mayor”. El profe decía: ”Los profesores comprobamos, además que, en términos medios, casi no tienen hábito de lectura. Siempre hay alguno/a que, cuando yo o los auxiliares señalamos un material de estudio, pregunta cuántas páginas tiene. O se quejan reservadamente de la complejidad de un escrito. Yo los tranquilizo con esta frase: ‘Los materiales están escritos en castellano y ustedes saben leer y escribir. En la bibliografía encontrarán sólo capítulos o fragmentos originales porque consideramos que los comentarios o interpretaciones de lo que escribieron otros no son adecuados para una buena formación. Si no entienden el capítulo en el primer abordaje, lo leen una segunda vez y verán que ya comprenden algo más. Si, con esa nueva lectura les quedan dudas, lo repasan una tercera, y verán que ya lo dominan.”

Finalmente, el profesor Martín aclaraba cuestiones operativas: nota para aprobar, exámenes, etc. y daba por terminada la reunión.

En una segunda faceta de su actividad como sociólogo, Martín se desempeñó como funcionario técnico (no político) en varias dependencias de la Administración Central.

Durante la presidencia de Menem se armaron las Mesas de la Concertación. Martín fue comisionado a la del Cuero Vacuno. Una tarde estaban esperando, él, como representante del Estado, Alberto Grimoldi, en carácter de presidente de la Cámara de Empresarios del Calzado y Agustín Amicone, Secretario General de UTICRA (Unión de Trabajadores del Calzado de la República Argentina) que llegaran otros integrantes de la mesa y departían amigablemente. La charla transcurría distendida y el sindicalista estaremos en un estadio de abstracción mayor” dijo: “Mire, don Grimoldi, usted, después de una vida de sacrificios, llegó a tener su fábrica. Yo, después de mucha lucha, llegué a tener mi sindicato.” Amicone sigue al frente de UTICRA hasta hoy (rubrica las paritarias desde 1989 hasta 2015), lo que demuestra que tenía razón.

Cuando Carlos Menem (CM) nombra a Domingo Cavallo ministro de Economía se disuelve la SPPN y todo el personal pasa a la Secretaría de Programación Económica (Juan Llach). Con los nuevos vientos, el equipo de sociólogos de la dirección donde Martín se desempeñaba.  Martín queda a la espera de nuevas tareas. Se arma una unidad para el estudio de la pobreza, inicialmente comandada por Enrique Amadasi (sociólogo UCA amigo de Llach). En 1992,

 Martín es enviado a un curso de especialización a ILPES-CEPAL-ICI[1] en Santiago de Chile “Formulación y evaluación de políticas y proyectos sociales”, que cuesta al erario unos 10.000 Dólares (Convertibilidad mediante). Esa experiencia le resultó doblemente beneficiosa tanto en el plano profesional como en lo personal. De regreso al MECON, se encuentra con una reestructuración en marcha. La totalidad de los sociólogos de marras (algunos de ellos en comisión en la Cámara de Diputados u otras dependencias) son pasados a disponibilidad[1]. Por una jugada casual y afortunada para los involucrados, la lista de disponibles cae en una oficina equivocada. Un empleado de la misma saca fotocopias y las hace circular. La filtración provoca un escándalo interno. Ana Rita, una compañera de Martín casada con un periodista del diario Clarín y al día siguiente el matutino publicó un pequeño suelto en el que se leía: “El viceministro Llach liquida el equipo de estudios de la pobreza de su secretaría”, explicando en muy pocas líneas a que se dedicaba Martín entre esos profesionales. Llach llama a Ana Rita a su despacho y le pregunta: ”Ana Rita, ¿qué me hacés?” Ana le contesta que lo que aparece en el suelto es absolutamente cierto. “Bueno, no es tan así, lo vamos a revisar.” En consecuencia, Martín, Ana Rita y Horacio González, un economista de otra dirección, son retirados de la lista. El principal argumento atendido por las autoridades fue que los tres habían sido becados en años anteriores para realizar el curso en ILPES-CEPAL-ICI[1]. Safusqui (zafaron). El resto fue pasado a degüello.

El riesgo de quedar sin laburo prendió las alarmas en el sociólogo, que comenzó a explorar nuevas alternativas. Estaba en la Dirección Nacional de Programación del Gasto Social con un cargo concursado, pero no estaba contento. Se dedicó a estudiar los concursos internos que aparecían. Seleccionó uno en la Secretaría de Provincias del Ministerio del Interior porque su currículum vitae calzaba al pelo con lo que solicitaban. Habló con su subsecretario (a la sazón casado con una amiga de Lisa) y le comunicó su intención. El “Subse” le dijo que vería qué se podía hacer. Martín presentó los papeles y una tarde lo citaron para una entrevista. Lo esperaban dos señores muy amables que le pidieron que explicara los motivos por los cuales se había postulado. Les dijo que pensaba que en ese lugar tendría más oportunidades de desarrollo. Uno preguntó: “¿Ud. cree que se encuentra en condiciones de desempeñar un cargo que implica un alto grado de confidencialidad?” ”Bueno, creo que hasta hoy demostré en el MECON mis capacidades técnicas” ”Muy bien, le avisaremos”, dijo el otro. La entrevista fue corta pero suficiente como para que Juaco comprendiera que sus interlocutores eran agentes de los Servicios de Inteligencia del Estado (SIDE)[1].

El día de la oposición por escrito, se presentó confiado. Les formularon unas pocas preguntas para desarrollar brevemente. Él respondió a todas salvo una que sólo podía contestar la persona que ocupaba el cargo en ese momento. Resultó ser una jovencita que no podía tener la experiencia que como sociólogo tenía en políticas sociales, punto fuerte de las capacidades demandadas. Martín salió segundo en el orden de mérito porque no había respondido la pregunta pensada “a medida”. Resulta que en todos los concursos públicos (internos o abiertos) se selecciona una terna (1°,2° y 3°) y el director solicitante tiene la prerrogativa de indicar al ganador del concurso. Por las dudas, antes de que se publicara el resultado, fue a ver nuevamente a Subse para contarle cómo le había ido en el examen. “No te hagas ilusiones, lo consulté y el puesto es para la persona que lo desempeña actualmente.”

Martín pasó sus últimos años de trabajador en actividad repartido entre el cargo público de categoría B9 (en una escala que llega como máximo a A10) y la docencia universitaria, donde tuvo a su cargo, como profesor regular adjunto (concursado) de Sociología (UBA), muchos auxiliares jóvenes (desde estudiantes avanzados hasta egresados con cierta antigüedad).

Siempre había pensado que una de las salidas que tenía ante sí era la literatura, porque tenía pluma suelta a causa de su práctica como sociólogo en el ministerio y la docencia. A los 71, cuando le señalan que lleva el cierre de la bragueta bajo, deja la tarjeta de débito en el cajero automático o concurre al médico un día antes de lo correspondiente, se dice a sí mismo, y a su esposa, “viejo pelotuuudo”.

 

Casi toda su vida había militado en organizaciones estudiantiles o sindicales que operaban en la superficie por cuenta de partidos revolucionarios clandestinos en las dictaduras y de cara al sol en la democracia. Las primeras pintadas que realizó decían “Laica sí. Otra no”, contrapuestas a la V con la cruz (idéntica a la que llevaban los Gloster Meteor que mataron con bombas a centenares de argentinos en la Plaza de Mayo en 1955) y que significaba “Viva Cristo Rey” o bien “Cristo vence” -consigna que identificaba a los antiperonistas de la misa en la catedral que precedió a la quema de las iglesias en los alrededores de ese templo-. Con escasos 13 años, armaba con sus amigos tizones rellenando cartuchos de papel higiénico con negro de humo en polvo mezclado con sebo de velas de alumbrar. El artefacto resultaba un crayon enorme que se iba cortando a medida que se gastaba. Más por alarde que por otra cosa, llevaban cachiporras o manoplas en sus portafolios de colegio.

Cursaba el primer año del secundario en el San Isidro Labrador con condiscípulos Beccar Varela, Lanusse, Villalonga furlong, Estrada, Obarrio, etc. en su totalidad partidarios de la enseñanza “libre”. Es decir, confesional. Como se advertirá sin esfuerzo, estaba en la primaria (también en el San Isidro Labrador) cuando derrocaron a Perón y volvió a su casa –en el Boulogne obrero- a pie con Pietro Golfari, un compañero de aula, porque les dieron asueto y no circulaban colectivos. Resto del secundario en colegios públicos. Pésima conducta. Jugó al rugby en la 4ta. del Hindú Country Club (más por figuración social que por vocación deportiva), cuando ese equipo pertenecía a segunda división. Ingresó a la Facultad de Derecho estatal pensando que adquiriría una sólida cultura general, y al comprobar que no era ese el camino, se mudó a Sociología, para entonces en Filosofía y Letras de la UBA. Recorrió, en el orden que se expone, las ideas del existencialismo sartriano, el trotskismo, el maoísmo y el guevarismo. Exponente estudiantil ordinario de la generación del ‘70. La de los presos, las violadas, los torturados, los caídos en combate y los desaparecidos. La que vivió, además, en la temprana juventud, el casi enfrentamiento armado con Chile y la guerra de Malvinas.

En los veinte años que median entre la Revolución cubana y el Cordobazo era un admirador más de la gesta castrista y se conmovía con las películas Morir en Madrid; La batalla de Argelia; Queimada; Estado de Sitio y tantas otras en los cines Lorraine, Arte y Loira de la calle Corrientes. Lector temprano de literatura clásica, cinéfilo pertinaz (al punto de ver en el mismo día tres películas en continuado en el Lorraine), frecuentaba en los primeros años de facultad la noche culta de Buenos Aires con algunos pesos en el bolsillo. Vivió con intensidad la Corrientes psicobolche. Filo fue entre fines los ‘60 y mediados de los ‘70 el centro político del movimiento estudiantil de Buenos Aires. Allí nacieron las primeras guerrillas, las Cátedras Nacionales (en paralelo con Córdoba) y la primera versión de Carta Abierta; repercutieron cismas importantes (PCA/PCR; PRT-ERP/PRT La Verdad) y creció el maoísmo. También surgió el Frente de Liberación Homosexual de Argentina[1]. Martín recuerda a Néstor Perlongher repartiendo volantes del FLH en el hall de Filo en soledad. Si mal no recuerda, Perlongher había militado en la TERS[1].

La lucha contra la “dictablanda” de Onganía lo derivó a una breve pasada por el “PRT La Verdad”, donde militaba su amigo Juan Ramón, pero cuando (al mes) comprobó que el Morenismo[1] era tan tibio que caía en el colaboracionismo, pasó a Vanguardia Comunista (representante oficial de los pro-chinos de Argentina). Casualmente, su ruptura con La Verdad coincidió con la de Juan Carlos Dante Gullo, compañero de Martín en Filo. “El Canca[1] también se fue al mes, ingresó a Carta Abierta (frente estudiantil de FAR, FAL y otras orgas[1] no peronistas). Poco antes del golpe de la dictadura genocida, cuando el enfrentamiento armado se había generalizado y la lucha armada estaba en su zenit Martín ingresó al PRT-ERP. Luego se apartó de esa corriente porque la veía fuera de la realidad. Permaneció en contacto periférico y solidario con sus ex compañeros de esa fuerza fierrera. De modo que ya de estudiante de sociología había dejado casi completamente atrás sus aristas gorilas.[1]

En 1969 tomaron Filo. Eso condujo a que Martín y otros 150 terminaran en la cárcel de Devoto. Allí los juntaron con estudiantes de diversas facultades, procedentes de acciones de repudio a la visita de Nelson Rockefeller. Los tenían en pabellones de contraventores, porque, como había dicho el alcaide al recibirlos, ellos no eran criminales sino caballeros. Eran más de 60 por pabellón. Mataban las horas discutiendo de política, leyendo, jugando a las cartas, a las damas y al ajedrez. Uno de los primeros días de la semana era “día de cine”. Trajeron un proyector de 16mm., una pantalla y a operadores del penal. La película era una documental…sobre las elecciones primarias en los Estados Unidos. En cuanto empezó, todos se pusieron de espaldas a las imágenes. En el lugar había militantes y docentes de todo pelaje, muchos PCR, peronistas de las Cátedras Nacionales[1] y algún que otro independiente que cayó en la volteada por error. Los reunía la lucha contra la dictadura.

Martín no era peronista, pero en Filo mantenía relaciones cordiales con la militancia del FEN[1] y del CENAP[1] y otras variantes menores del peronismo universitario. Siguió así hasta la actualidad. En los militantes marxistas no fierreros (PC y trotskismos) de esos tiempos no ocurría lo mismo. Por distintas razones. Los unos porque aún defendían el papel de los representantes de la URSS en Argentina en la Unión Democrática del ’46 y los segundos por la caracterización del peronismo como bonapartismo. Juan Ramón dejó de ser antiperonista en el kirchnerismo.

Martín era hijo de una gallega pretenciosa y lúcida que, gracias a las rentas de unos alquileres y la ayuda de su hermana Carmen decidió anotar a sus hijos en el San Isidro Labrador (para que se codeara con los retoños de las familias ricas de la zona norte. Lo obligó a estudiar piano con una profesora de barrio porque las familias pudientes de su Galicia natal así lo hacían. Pese a que el infante amagó con abandonar esa formación, llegó a obtener su diploma de profesor superior de piano, solfeo y teoría emitido por el Conservatorio Weber de Capital Federal. Durante una de sus experiencias psicoanalíticas, el terapeuta le hizo notar que, aunque él tuviera un toscano en la oreja, la educación musical contribuía a formar la sensibilidad y a estimular ciertas zonas del cerebro. Ahí se dio cuenta de que esa era una deuda más con su madre.

De modo que, decidió anotar a sus hijos en su contacto con la cultura elitista argentina no provenía de cuna, sino que le venía por adscripción. Tan era así, que, cuando en la adolescencia o la adultez se cruzaba por casualidad con algún Díaz Arana u Obarrio, se dirigían a él presuponiendo que compartían ideología. Martín no les aclaraba nada porque la conversación era circunstancial y no tenía sentido ahondar. De haberlo hecho, el ex compañero ocasionalmente encontrado habría pensado que era un desclasado. Cuando, al politizarse, en realidad, se había acercado más a sus orígenes de clase. Clase media, pero de la no alejada del mundo obrero. Ingresar a Filosofía y Letras en esos tiempos, como se dijo, entrar al mundo de la utopía. De hecho, en ese entonces no se hablaba de utopía sino de Revolución. La referencia a lo utópico se incorpora posteriormente, cuando la caída del Muro de Berlín y el fracaso del Socialismo Realmente Existente.

Hacia 2011, Martín y Juan Ramón habían formado un grupo de discusión y producción teórico-política. Se estaba formando la "Gran Makro", una asociación de economistas jóvenes que más tarde tuvo gran repercusión. Uno de sus impulsores era Amado Boudou, antes de ser ministro de Economía y vicepresidente de Cristina. También participaba, entre otros, Axel Kicillof. El grupo de apoyo tenía por propósito contribuir a la Gran Makro desde su experiencia senior en política y teoría. De las reuniones semanales salieron unos cuantos artículos.  A esa altura se habían sumado a las discusiones Fernando S. Basso, politólogo de la Secretaría de Comercio que trabajaba para Guillermo Moreno y un compañero de La Cámpora. Decididos a difundir su pensamiento, buscaron la forma de hacerlo, pero todos eran semianalfabetos informáticos. Finalmente lograron crear un blog y colgaron sus notas mensuales. El equipo se disolvió después de que Roberto Feletti (que estaba en contacto con el grupo) partiera hacia la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados.

Al momento de comenzar con su opera seconda[1], había superado un estado lamentable: la depre. Originada básicamente en cuestiones familiares a las que se sumó el triunfo electoral de Macri en 2015. No era la primera pues otra ya lo había aquejado antes. Las elaboró favorablemente. La última durante el transcurso de 2016.

Quedó tan shockeado por la derrota que cesó de ver programas políticos, leer Página 12 on line y aún de conversar de la realidad nacional con amigos politizados o excompañeros de militancia. Les aclaraba que no estaría en condiciones de emitir juicio alguno hasta que no comprendiera a cabalidad el porqué del voto popular esquivo al kirchnerismo. Si ciudadanos/as que hacían largas colas en Plaza Once para regresar a sus casas del culo del mundo contestaban "estoy con El Cambio" cuando les ofrecía un panfleto, algo andaba mal. Y no lo entendía. Si los sectores más beneficiados por las políticas sociales por el Proyecto de Néstor y Cristina no acusaban recibo, alguna explicación debía haber. Pero no la captaba.

Martín estaba profesionalmente entrenado para proyectar y operar en el plano de las políticas públicas (bienestaristas o antiestatales). Gran parte de su carrera ministerial consistió en planificar, investigar la pobreza, armar congresos internacionales sobre esa temática y discutir Planes de Desarrollo en diferentes administraciones de signos ideológicos antagónicos. Había cultivado una expertisse muy útil para análisis macro y microeconómicos, diagnósticos de la realidad social y las posibles alternativas que se abren para cada propuesta ideológica (neoliberal o populista). Esto fue cincelando en él una sensibilidad signada por el compromiso militante en el campo popular (había sido sindicalista durante las gestiones menemista y kirchnerista), con independencia del desempeño profesional en la función pública. Como en el caso de cualquier otro trabajador, debía ceñirse a lo que sus superiores mandaban.

Aturdido como turco en la neblina, decidió o, más bien, fue empujado a un estado de hibernación que duró muchos meses. No andaba pidiendo pista, pero a veces sentía como que en cualquier momento tendría ante sus ojos la entrada del sendero que lleva al cementerio de los elefantes. Hasta que un día se subió a la moto nuevamente y le comentó a Lisa, su mujer "Estoy gratamente sorprendido porque estoy pudiendo convertir malas experiencias en insumos para estar bien. Aunque el costo haya sido esta (¿fuerte?) depresión, desde el “aquí y ahora” la ve como esa espesa nube que impide ver el rumbo del vuelo pero que finalmente se disipa gracias al propio movimiento vital." Lisa: "De eso se trata la vida". Su compañera había estado al pie del cañón y le decía constantemente "ya va a pasar". Ambos sabían que era así por experiencia propia.

Su esposa le dijo, más de una vez que mezclaba todo con todo y él lo tomó como un halago. Llevado a lo que escribe, es decir, en otro contexto, piensa que efectivamente en la realidad todo está mezclado con todo. Que quizá deba ordenarlo y expresarlo mejor. Lo que no quita que debe tener presente que el esfuerzo mayor corresponde al lector.

Desde la adolescencia gustaba de jugar con las palabras. Ganó el primer premio en categoría poesía en el concurso literario organizado por el Colegio Nacional de Vicente López con el siguiente poema:

Lamento

A oscuras te pienso

Y a oscuras te siento

Y súbito frío

Recorre mi cuerpo

Te nombro

Cerrando mi boca

A gritos te llamo

No sé si me oyes

Lo mismo te llamo

Pero si me oyes

No pienses en mí

Te lo ruego

Recuerda la arena

El sol, sus anhelos

No pienses en mí

Te lo ruego.

 

Tenía 17 años (había repetido un año) y presentó varias poesías. Una de las mejores es la consignada arriba.

 

Una vez egresado del secundario, Martín ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. No por vocación por la ley, sino porque pensaba, como muchos en esa época, que la carrera de abogado garantizaba una formación humanística que armonizaba con sus deseos de dedicarse al periodismo y esa carrera se cursaba en La plata, lo que significaba viajar a la ciudad de los tilos diariamente u optar por otro rumbo. Doble error que descubrió después. Los abogados, como los médicos, creen que pueden opinar de filosofía, historia, y toda actividad que atañe a ser humano, pero comparados con los saberes de los licenciados en Filosofía, Sociología, y aún historia, no pasan de ser meros diletantes presuntuosos con, en el mejor de los casos, buena prensa. Esto último cuadra en particular en los periodistas, que, por espíritu corporativo, se venden como pensadores y, lamentablemente, crean Opinión Pública.

 

Como Martín era cinéfilo y se sentía inclinado naturalmente hacia la realización cinematográfica, que contaba, en ese entonces con una excelente escuela de cine en la ciudad de Santa Fe dirigida por el gran documentalista Fernando Birri. De modo que las dos primeras opciones significaban para el inquieto joven, ir a vivir fuera de la Capital de la Cultura de Latinoamérica, cosa a la que no estaba dispuesto y, fundamentalmente porque la madre no podía mantener esa ocurrencia de su preferido. Ella lo pensaba abogado, para que defendiera las medianas posesiones materiales de la familia. Desechadas las dos primeras opciones, se decidió por the third best (la tercera mejor): Sociología, que se cursaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

 

Ingresar a Filo en esos tiempos, como se dijo, era entrar al mundo de la utopía. De hecho, en ese entonces no se hablaba de Utopía sino de Revolución. La referencia a lo utópico se incorpora posteriormente, cuando la caída del Muro de Berlín y el fracaso del Socialismo Realmente Existente.

 

EL MAGO UCRANIANO (RUCUCU)

 

Rubén (75) está en la cola de un almacén ecológica montada por una cooperativa de productores de la provincia de Buenos Aires. Necesita comprar leche. Espera que la dueña pronuncie el “Adelante” y le comenta al que lo sigue en la fila: “¿Te acordás del Mago Ucraniano?” “Cómo no me voy a acordar, si miraba el programa todas las semanas.” Si el lector es atento, recordará que en el cuento “Borges” recordé a Alberto Olmedo cuando decía Adianchi (adelante) a Adriana Brodsky en “El Manosanta está cargado.”[28]. En un sketch entra en escena con frac y con galera. La escena tenía al actor y su personaje principal, a cuatro testigos compungidos y a miles de televidentes del otro lado de la pantalla. Luis Brandoni y Juan Carlos Altavista (de "civil", sin Minguito) mirando con gesto contrariado. Susana Traverso en pleno llanto sobre el hombro de Enrique Pinti. Y en el medio, Alberto Olmedo en slip, tirando al fuego, una a una, las prendas que tanta satisfacción le habían dado. Hace hoy 30 años, el capocómico mataba en la televisión a su personaje estrella.

Fue en el primer programa de la temporada 1985 de No toca botón, donde Olmedo brillaba en su mejor momento. En ese primer envío, Olmedo se deshizo de Rucucu, el que entonces era su personaje más popular. (diario Clarín. 16/07/2015). Los sketchs más recordados de No toca Botón son: RucucuEl manosantaBorges y ÁlvarezRogelio RoldánJosé Refrán, y Lucy y El Psicoanalista.

La espera era corta pero alcanzó para que Rubén preguntara a su ocasional contertulio: “Entonces, ¿debés recordar al Yeneral González, el dictador de Costa Pobre?, donde estaba vestido como militar con uniforme ridículo cargado de medallas truchas y con una banda presidencial. El personaje era un típico dictador de una república bananera. Ese sketch fue censurado por la dictadura genocida, pero volvió a emitirse en 1985.

Cuando Rubén entra al local, lo saludan efusivamente las dos socias, en parte porque es cliente y en parte porque les regaló unos libros que ya no le interesaban. Les compra siempre leche descremada, que es excelente. También hay otro muchacho, igualmente simpático, que cuando llevó los libros dijo: “Yo me quedo con Sandokán en la India.” Son todos peronistas. Rubén es marxista/kirchnerista y, por supuesto, eso acentúa el vínculo.

 

 

[1] Marido.

[2] Separación.

[3] Tomado barbitúricos.

[4] Revólver.

[5] Maricón.

[6] Nueva ola francesa en cine.

[7] Policía.

[8] Sueño.

[9] Especialización.

[10] En el fútbol: cuando algún atacante está atrás del último defensor.

[11] En Chile le dicen Chow al Show.

[12] Borceguíes.

[13] Tatuajes.

[14] Psiquiatra o psicoanalista.

[15] Niños.

[16] Aparato.

[17] Jornada.

[18] Comunes.

[19] A los hombres y mujeres del campo de Chile les dice guasos

[20] Profesor de literatura inglesa, crítica literaria y teoría de la comunicación, McLuhan es reconocido como uno de los fundadores de los estudios sobre los medios, y ha pasado a la posteridad como uno de los grandes visionarios de la presente y futura sociedad de la información. Hacia finales de la década de 1960 y principios de los años 1970, McLuhan acuñó el término «aldea global» para describir la interconexión humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación.

[21] Los que cobran algún plan social del gobierno.

[22] Bijouteríe.

[23] Maduro.

[24] Hablador/charlatán.

[25] Pueblo bajo.

[26] Vocablo generado por los movimientos feministas. Al menos en Argentina, esta palabra incluye a todas las variantes de la elección de género.

[27] En la China de Mao, como los médicos eran insuficientes, se crearon los Médicos de pies descalzos, que eran legos entrenados en primeros auxilios (fiebre, dolor de garganta, etc.) y cubrían las afecciones menores y liberaban a los médicos verdaderos de esas tareas.

[28] Sostengo que es una sátira dirigida a los terraceros psico, sanadores y toda esa cría que se llenan de plata y nunca curan a nadie.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Estoy fiaca y recurro otra vez a mis notas en Facebook, el 24/6/18 publiqué lo que sigue:

“GENTE COMO UNO

Puerto Madero torre no Nisman. Piso alto. Pileta, yacuzzi. Ascensor. Subsuelo. Minicooper blanco pureza. Embrague. Primera despacito. Pienso: En esta Ciudad de Santa María de los Buenos Aires, a los 4 días de agosto de 2018, "¡Que lo parió Mendieta!". Negro Fontanarrosa (anticuado, cripto para millenians. Que lo googleen). Mientras tomaba Nespresso de pique miro TN y no me asombro porque los K se robaron todo. Los conozco a todos. A ver. Por la "companía" de Pá y la quinta de tío. Comían y comen a menudo allí. Son los mismos dueños del poder que chorean hoy. Los mismos apellidos, los mismos negocios, el mismo olor a Hugo Boss, Antonio Banderas, los mismos garzos y collares. Los mismos gatos (con o sin papeles). Alicia M. de Justo rumbo al norte.

Paso a segunda. Pienso: "¡Qué país interesante!, Mauricio Macri es el pájaro Uy-uy-uy!  ¡Trata de volar pero le pesan los huevos!". Sigo pensando: "Soy un genio. Me avivo de todo. Como decía abu "Creeme que es la pura" Mi querida abuela que en paz descansa en el mausoleo familiar en Recoleta. Mirá Man, resulta que Mauri se supera día a día. Logra cosas que nadie logró en la Historia Patria. Ej.: la penúltima (seguro que está ahorita armando una que aún no se ha hecho pública). LLevó la grieta a la Gran burguesía nativa con el asunto de las coimas K. Bueno, ya se sabe que entre bueyes no hay cornada. Basta con mandar al sacrificio a algunos CEO's y bastantes gerentitos. Que para eso cobran buena plata y bonus. Discuten entre ellos y llegan a acuerdos. Justicia mediante. Como dice Lilita: "¡Tranquilos, con el dólar no pasa nada!" Genios Mauricio y Marquitos y re-genio Durán Barba. La prensa nostra no se cansa de aclarar que el gobierno está decidido a llevar el tema hasta sus últimas consecuencias. ¡Pity! (lástima) que llegan hasta Calcaterra pero ¡No more![1]. SOCMA vendió a tiempo (ficticio) las acciones y, a lo sumo, queda pegado el "primo mimoso". Genios todos y genio yo, que les pertenezco. Algún Benito Roggio va a caer en la volteada. Techint salpicada. Pero estos tipos son de amianto. Por algo llegaron donde llegaron. Acelero y rebajo para entrar a tercera. Leve ruidito qué me importa. Ya estoy a 60 km/hora. ¡Qué máquina tengo! Los K se robaron todo.

Paso a cuarta a los 100. Eso me acelera la cuca. Nuestro presidente bate todos los records. Grandes burgueses contra Grandes burgueses y unas pocas fichas a pérdida. Milicos contra milicos contra Pato Bullrich; Movimiento Obrero Organizado contra 62 Organizaciones de pie junto a Perón (Q.E.P.D 1974) "contra" Jorgito Triaca. Grandes terratenientes y Grandes exportadores (SRA), contra el Jefe de Estado, pájaro uy-uy-uy[1] que recula. Francisco contra el fascismo pro aborto. Francisco es Bergoglio. Como en la fábula del alacrán. Veinte siglos de historia. Cismas incontables.

Tienen cintura. Si los vientos soplan de proa, arriar ban...deras y acomodarse. Papa de izquierdas. Populista. Es lo que corresponde. Sotana (s) y cintura. El 8/8, veremos. Octubre del '19, veremos dijo Lemos. Muy complejo, mu complicado. Meto cuarta cortita y quinta a 150. Llego a la fábrica. Voy a mi despacho y llamo a mi secretaria. A veces me dicen que soy aburrido.

Entreacto

¿Y por casa, cómo andamos? El quía se toma unos mates en los suburbios de Baires, y sube al fitito (Fiat 600) usadísimo, pero al pelo. Soy un "emprendedor" (busca en mi estrato social) y parto a ganarme los fideos. No soy perdedor porque soy Nac & Pop y kirchnerista. En elecciones me acerco a la Unidad Básica y me pongo a disposición del referente. Recuerdo que en el 2015 la cosa iba de juntar firmas para exigir la renuncia de Mauricio Macri Jefe de Gobierno de CABA. Pusimos una mesa el Corrientes al 4000 y pico. Con mi pareja y dos compañeras parábamos a los transeúntes y les mangábamos el gancho. Claro que las cumpas tenían sus gustos. Las calentaban los uniformes...y piropeaban a los tiras[1].  "¡Papito,¡ qué bien llevás el uniforme!". "¿A qué hora dejás la guardia que te parto en dos? De repente, la más fiera decía que tenía que ir al baño a la estación de servicio cercana. Tardaba un toco. Cuando retornaba, acomodándose la chabomba (bombacha), sonreía. Casualmente, pocos minutos más tarde, salían del ñoba (baño) de caballeros dos obreros de la construcción. Al pasar por la mesa la saludaban efusivamente. Éramos tan pobres. ¡Al cuerpito hasta que dé la nafta! ¡Qué te pasha Clarín que estás nervioso![1]. No las juzgués como si fueran egresadas del Colegio Mallinckrodt[1] porque cayeron en la escuela pública y abandonaron con secundario incompleto. Sharuto[1]. Piratas del asfalto. De caño con sus machos. Y si toca perder, se pierde. La clase obrera va al paraíso. Gran film. En tiempos en que la clase obrera era El Sujeto Histórico, los intelectuales zurdos idealizábamos al laburante fabril. En el 2018 con la desocupación, el trabajo en negro y la falta de changas pensar al sujeto histórico en esos términos es, no sólo erróneo sino estúpido. Miseria material, miseria moral, decía "Carlitos". Pensarlo desde la cama caliente y el puchero asegurado, las vacaciones anuales o más, es de imbéciles. El barro es el barro. No por las razones que alega Machirulo[1] (me llevó un motochorro). Es sobrevivir. Cuando hay laburo, laburando, cuando no hay, ollas populares y si no alcanza, con el fierro en la mano o la pollera sin bombacha. Paco va y paco viene. Soldadito del narco. Carne de cañón o víctima del gatillo fácil. Dealer después. Galera cuando pinte. Los que cortan la torta. Arriba. Casa Rosada, Provincia de Bs. As., gobernaciones o intendencias.

Para el el boliche a mandarse un feca (café) con leche y medias. Un cumpa y van llegando otros. Intercambian info. Parten en pos de sus objetivos: fila de los pocos lugares que piden brazos o alguna transa temporaria. ¿Si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está? Mañana temprano los espera el micro para ir a la manifestación. Por Santiago Maldonado, el aumento de las tarifas, las paritarias o cualquiera de las muchas que presenta el calendario esa semana.”...

 

Sigo con mi Copy and Paste de mi Facebook del 3/7/18:

“PASARON COSAS[1]

“Uff. No sé por dónde empezar. En estos días pasaron tantas cosas que me cuesta decidir. En el plano internacional latinoamericano ganó AMLO en México y entre los presidentes que lo felicitaron estuvieron…Trump y el traidor Lenin Moreno. En Ciudad de México asumirá, por primera vez en la historia, Claudia Sheinbaum, como alcaldesa. Una mujer que se presentó por Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador.

Localmente, hay tanta información que es probable que omita algo. Lo tiro cómo me viene. Suele acusarse, injustamente, al gobierno de Cambiemos, de no tener un plan (como antes acusaban a Cristina). Puntualizo que siempre existe un plan integral en todo gobierno. Más consistente o más improvisado, pero plan al fin. Es lo que vulgarmente se conoce como Modelo. Será uno que responde a una lógica interna clara o, como el de Mauricio Macri, un Patchwork , (remiendo pero siempre hay un conjunto de medidas que favorecen o perjudican a alguien.

El núcleo del pensamiento liberal de economía de mercado se basa en la libre competencia (Adam Smith, David Ricardo). El de los asesores cultivados de Machirulo lo aplica a rajatabla, pero, con problemas porque “pasan cosas”. La libre flotación de la moneda; la apertura total de la economía; la reducción del déficit fiscal y otros condicionamientos del FMI; el aterrizaje de las Low Cost y Uber; la política energética; el posicionamiento en política exterior y la política social en salud, seguridad social, vivienda, etc., son casilleros de un tablero de ajedrez donde las blancas (nosotros los K) y las negras (los buitres, MM, su mesa chica y todos los que pueden prenderse) juegan el futuro de Argentina.

1)      Internaron a Durán Barba y le practicaron una cirugía cardiovascular; 2) Cavallo pide la dolarización como si fuera un Nobel de Economía y el gobierno se la piensa; 3) Vuelve el populismo de Cambiemos: se estudia ampliar el Ahora 12 y Ahora 18 para los viajes al exterior; 4) Entre los cambios que supongo se vienen está el lanzamiento de Amalia Granata como candidata por el oficialismo[1] En lugar del cómico Del Sel (perdidoso en esa provincia) irá la ultra defensora de la postura antiaborto; 6) La ex Silo Gabriela Michetti sorprendió a propios y ajenos con las declaraciones sobre la ley del aborto; 7) la remarcación regresa al ritmo que tuvo en 2001; 8) Felipe Solá emite un video que se viralizará sobre los procesados del gobierno anterior y los de la actual administración. Dato político fuerte porque yo estoy oliendo que está por mudarse al kirchnerismo; 9) Así como la Asociación Civil Usina de Justicia es el alfil en el saber filosófico-político (Diana Cohen Agrest, etc.), la Fundación Pensar es el caballo en lo político Ambas tienen su lugar en las batallas de 4ta. Generación que se libran en nuestro país; 10) arden las internas dentro del PRO: Marcos Peña y MM versus los radicales del gobernador de Mendoza. Los primeros definieron el ajuste y los segundos son partidarios del gradualismo del gradualismo…;11) Se van muriéndolas Damas de Beneficencia del S.XX de Argentina. En estos días murió Daisy Krieger Vasena de Chopitea (94). Como todas las fundadoras de COAS…fundada gracias a Alicia Raquel Hartridge de Videla, esposa del genocida, en 1976…; 12) “Siamo fuori del mundiale”[1]; 13) se confirmó que sigue el tarifazo en energía y Caputo discute con las petroleras. El cambio se acelera. Iguacel (relacionado con Marco Lavagna) y Dante Sica (vinculado a Aníbal Fernández) dirigen ministerios del gobierno; 14)…se reunió la mesa chica del gobierno y decidió (como en 2015 y 2017), el consejo de Durán Barba: cortarse solos forreando a la UCR… De guerra de posiciones se pasa a la preparación de la batalla final[1]. Si el PRO pierde, desparece. Basta, me tupí (como dicen los chilenos).”


 

Liliana y Javier

 

Cuando Liliana y Javier se conocieron en 1972, se engancharon de inmediato. Fueron presentados por Juan Ramón, antiguo camarada de Joaquín en el PRT. Al marcharse de “Boliche”, en lugar de irse por separado, agarraron Independencia hacia abajo y charlaron hasta que él, cerca de una hora después, propuso que fueran a tomar algo. Como él, ella, también quería continuar y aceptó. A esa altura, cada uno sabía mucho de lo que hay que saber sobre el otro para continuar viéndose. La militancia setentista, prefería no curtir “discos”. En lugar de ello, la pasaban mejor yendo a cines de la calle Corrientes, comiendo una pizza, tomando algo en los bares La Paz o Suárez y más tarde, según pintara.

Liliana nunca se encamaba en la primera salida. Le parecía un proceder de mina fácil. Si la pierna la entusiasmaba, aguantaba, a lo sumo, hasta la tercera. De todos modos, Joaco no la hubiera apurado porque le interesaba. No lo hizo. Prefería que la cosa progresara con naturalidad. Ella era rápida en el buen sentido de la palabra y él buen mozo (tercero en el ranking de Filo, según la gorda Leti), seductor, mordaz y estudioso. En ese entonces la militancia requería de apego al saber, especialmente a los de izquierda no peronista y, entre éstos, los troskos eran los que llevaban la formación filósofico/política a sus posibilidades extremas. De modo que, a ojos de una niña bonita -y Liliana vaya si lo era- aparecía como serio, casi “bragueta”. Para ella, que estudiaba en la Prilidiano Pueyrredón y estaba habituada a tratar con personajes más desbolados, constituía una agradable novedad. Aunque no militaba, se decía simpatizante PC.

Javier alquilaba un altillo en una vieja casa de la Av. Santa Fe y Liliana vivía con sus padres. Cuando maduraron las uvas, la invitó a su bulo. Una vez allí, puso en el equipo de música un casete de León Felipe, que le gustaba mucho. En parte lo hizo para impresionarla. Liliana observó su nutrida biblioteca (comprar todos los libros deseados no era imposible para quienes contaban con un ingreso no muy alto. A tal punto que con un laburo de medio tiempo se podía ir tirando sin lujos y comprar todos los que se quisiera).

Liliana tenía flor de tetas. Las amigas la cargaban y ella, que en la pubertad vivía esto como defecto, hacía rato que había descubierto que no lo era, en especial para los hombres. Se vistió y maquilló para la ocasión. Tanto era así que Javier no pudo impedir que le saliera un “¡Qué rica estás!” Fue entonces cuando ella confirmó su belleza en los ojos de él. Era noche temprana y Javier cerró las ventanas, puso un lento en el aparato, sirvió los whiskies, la acercó y se besaron. Cama. Más de un polvo ambos. En cierto momento de la sinfonía de los cuerpos, él, inspirado por el buen tema que sonaba, le preguntó al oído: “¿Baila?" ”¡No, entra justito!" Descansaron un rato y después, de madrugada, la llevó a su casa en taxi.

Se veían tupido y más o menos al año decidieron alquilar algo Javier ganaba bien en el ministerio y la pendeja tomó alumnos de dibujo. Con eso podrían arreglarse aceptablemente. Compraron una cama de dos plazas y él comprobó que un amigo canchero tenía razón, cuando decía que los dos períodos más difíciles de la vida eran los primeros días en los que se compartía cama y el primer año del primer hijo. Liliana se largó a cocinar platos sencillos. Bifes con huevos y papas fritas, fideos, polenta, arroz y hasta pollo a la sal. Él empezó a realizar pequeños arreglos en el hogar (cambiar el cuerito de alguna canilla, componer la cortina de enrollar caída, etc.). Se cagaban de risa todo el tiempo. Truco. Retruco. Quiero vale cuatro. Salían mucho con Juan Ramón y Ana. Los invitaban a cenar en el departamento y la visita era igualmente retribuida. En los cumpleaños el cuarteto devenía grupo (nunca más de unas quince personas debido al espacio disponible en las dos viviendas). Liliana, de vacaciones con sus padres en Pinamar, pasó a compartirlas con Javier en Mina Clavero, donde estaba la casa de sus progenitores. Llegaban después de unas quince horas de Citroën 3CV turnándose en el volante. Al arribar, si éstos no los esperaban porque habían elegido otro lugar para el verano, ponían a punto la vivienda y partían al río.

Habiendo deseado hijos, no vinieron. Se hicieron todos los análisis, pero “al final chorizo” (la causa nunca quedó clara). Con el tiempo se resignaron. “Adoptaron” a Mora -hija de Juan Ramón y Ana-, que pasó a ser sobrina y, en tanto tal, los llamaba tíos. De ese modo disfrutaron de cerca la hermosa evolución de la niñez ajena. Para la fiesta de 15 de la otrora nena, seguían tan bien como al principio. Entre los conocidos, era la única pareja que había sorteado los avatares de los ‘70 y ´80 sin desplumarse. Respecto de la primera decena citada, parece ser que el peligro y la proximidad de la muerte incentivan los apetitos del cuore. Esas intensidades conducen a fuertes uniones que, casi siempre, cesan cuando cambia el contexto. La mayoría, tanto entre los que partieron al exilio como entre los que pudieron evitarlo, se constituyó en la década mencionada en primer término y se derrumbó en la siguiente.

 

Si en algo coincidían profundamente era en el no competir. Ambos festejaban desde adentro los pequeños o grandes logros del otro. Javier, por ejemplo, acompañó la carrera artística de su mujer, alentándola en cada una de sus etapas ascendentes. La apoyó en el proyecto de montar un taller junto a unas amigas, así como en el de presentar obra en un Salón de Otoño de la Municipalidad de Vicente López en el que se la aceptaron. Festejó con ella y su grupo cuando recibió la tercera mención en ese concurso y el segundo premio en uno del municipio de Tigre y, cuando puede, la acompaña a inauguraciones.

 

Javier según Liliana: de pendeviejo a viejo loco.

Si Liliana no tiene un humor tan mordaz como Joaco, poco le falta. Ambos aprovechan las pequeñas debilidades del otro para gastarse y mearse de risa cuando pueden. Si Liliana se pierde por las pilchas finas, Joaco colecciona remeras estampadas. Tiene una buena cantidad. Cosa que no puede asombrar, porque él también tiene una buena cantidad de pirulos. Cuando le tiran que posee demasiada ropa contesta: ”Hacé un cálculo. Cuantas más pilchas tenés, menos veces usas a cada una. Si adquirís, por ejemplo, una remera por año, al cabo de veinte, tenés en el cajón igual número de remeras. Lo mismo pasa con los lompas[1], samicas[1] y camperas.”

Cuando Javier marcha a “la oficina” (boliche) a encontrarse con los amigos, Lisa le dice cariñosamente: “¡No te da vergüenza, de “pendeviejo” a anciano desquiciado de un solo saque!” Los gomías, por su parte, al verlo llegar con esas ridiculeces puestas, lo saludan con un “Viejo loco y peludo”. A Javier no le hacen mella las pullas, logra lo que pretende lograr: llamar la atención.

Liliana, como todos los animales vivos, tiene una madre. Madre a la que quiere a su pesar. Porque la señora es un poco especial y tiene unas amigas que la empardan. Todas menos una, la Norma, que la aventaja por varios cuerpos. Las andanzas de la “madre hay una sola” de Liliana inspiró a Javier para más de un cuento breve.

El sociólogo se emociona al pensar que, cuando roza los labios de Liliana en los muchos besos que se brindan diariamente a toda hora, éstos se le ofrecen laxos. También cuando la ve levantarse por la mañana con los ojitos cerrados y poco dispuesta a conversar. Por un rato, simplemente hasta que se despabila por completo. Y a ella le brillan los faroles cuando él le cuenta de un logro personal alcanzado. Del mismo modo se enternece cuando recuerda el manotear de ella en la cama para saber –dormida- que está a su lado. Pero admite que a él le pasa algo parecido cuando la escucha roncar, porque eso lo tranquiliza. A partir del fallecimiento de los padres de Liliana, se mudaron al departamento que ocupan hoy en Ayacucho casi Sarmiento. Ella heredó, además, dos locales, un PH y un departamentito que mantiene alquilados.

Los sueños de Liliana no son en blanco y negro. Son a color y en clave de comedia hilarante. Javier le contó durante un desayuno que, por la noche, despertó por  las carcajadas que pegaba. Pensó que estaba despierta y la miró. Pero dormía plácidamente. Liliana recordó un sueño interesante y lo compartió, medialunas mediante, con su compañero. “Me levanté a hacer pis durante la noche, volví a la cama, me acosté y procuré retomar lo que estaba soñando porque era muy agradable.”

Liliana sueña en secuencia cinematográfica con progresión dramática. Normalmente sin final, pues no lo puede recordar. La aventura onírica de esa noche, como casi siempre, era romántica, de alto contenido erótico y con miras a terminar bien.  ”No pude, aunque intenté recuperar en el sentir para volcarlo posteriormente en alguna obra porque me sirve para los colores.” ”Qué suerte que tenés, yo rara vez recuerdo lo soñado, pese a que mis pesadillas son siempre lights y seguramente originadas por las ganas de orinar." La pintora añadió: “Este sueño ya me inspira una gama cromática determinada. Ahora iré a preparar las mezclas acrílicas, de modo que se acerquen al estado de ánimo que quiero expresar. No iré al bastidor hasta no estar segura de haberlo conseguido". Entonces, como Javier sabe, atacará al lienzo con furia y amor.

El sociólogo es testigo de que encaró el Naïf desde esa actitud espiritual y de que, del mismo modo, traspuso sucesivos cambios de estilo hasta arribar al Arte Conceptual. A Liliana no le importa si la interpretación del espectador coincide con su vivencia conceptiva. Es más, sabe que no es así y eso la alegra. Sostiene como principio que existe una indudable incompletud en el acto creativo (en especial si se trata de pintura no figurativa). Piensa sus instalaciones como microcuentos llevados a la representación plástica. Algo que, como en aquellos microcuentos del libro de Javier, termina en puntos suspensivos que llena el lector.

La ubicación del nuevo domicilio les agrada. Están cerca de todo y bien comunicados, vía subte o colectivo, con todos los lugares adonde deseen llegar. Eso sí, resulta un poco problemática porque hay varios sanatorios próximos y las ambulancias rompen las pelotas a toda hora. También porque, cuando cortan Callao por manifestación, todos los bondis hacia el norte pasan por el frente del edificio.

Javier, cuando llegaba el tiempo lindo, iba caminando al o regresaba del ministerio recorriendo la Avenida de Mayo. Desde que lo jubilaron, ocasionalmente salen a caminatas vespertinas que toman por allí, pero, dado que es una ruta archi recorrida por él en su vida de trabajador en actividad, es más usual que tomen Callao al norte. Para la vuelta, nunca falta un cafecito en el Martínez de esa avenida al ciento y pico porque a Liliana le encanta ese brebaje. Él pide agua sin gas, se fuman un par de cigarrillos y a casita. Nunca se metieron los cuernos. No porque no hubieran tenido oportunidades, simplemente no lo necesitaban. A él especialmente, las minas se le pagan como isoca a parrilla de chata.

Otro goce disfrutado en común es Mora, a quien tenían muchos findes y alguna quincena de verano a disposición. Los lazos afectivos que, en trio, supieron conseguir, son un tesoro que venció a la muerte. Mora era tan cariñosa, perceptiva y sensible que contribuyó a aminorar la pena que causa la ausencia de hijos propios no concebidos.

Cuando Juan Ramón y Ana se divorciaron, Mora encontró su refugio en el hogar de sus “tíos” y se lo decía con frecuencia. No es que Ana fuera madre defectuosa o Juan Ramón padre ausente. Cada uno daba lo mejor de sí por la hija. Pero enfrentaban los problemas naturales de los que, habiendo sido felices en una pareja frustrada, tardan o no llegan a armar una nueva. Volcados a su costado profesional, otorgaban a Morita una atención no exenta de cierta distancia. La niña, adolescente luego, entabló una relación con Lisa que se aproximaba mucho al compinchismo. La “tía” se convirtió en confidente (a pesar de los esfuerzos psicologistas de Ana), y Javier en el tío siempre bien dispuesto a consentir. De modo que pudieron disfrutar paso a paso de la infancia, pubertad y maternidad de Morita en toda su plenitud.

 

 


 

ESPÍAS

La siaies (CIA); el efbiei (FBI); el americanserviceofinteligence (ASI); la cagebé (KGB), dirigida por Boris Yeltsin antes de que presidiera la Confederación de Repúblicas Rusas; el Instituto de Inteligencia Operaciones Especiales” de Israel (Mossad); el Military Inteligence inglés (MI6), al que perteneció Ian Flemming, luego perpetuado en el personaje James Bond (MI6); el Guojia Anquan Bu (Guanbu) de China Popular; la Direction générale de la Securité exterieure (DGSE); el Servicio Federal de inteligencia alemán (Bundesnachrichtendienst o BND; el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de España (CIFAS); la Agencia Brasileira de Inteligencia (ABIN); la Dirección de Inteligencia, DI, o G2 de Cuba; el Servicio Bolivariano de Inteligencia de Venezuela (SEBIN); la Agencia Nacional de Inteligencia de Chile (ANI); el Sistema Nacional de Inteligencia de Paraguay (SINAI), la Dirección Nacional de Inteligencia peruana (SIN), y tantos otros, pues cada Estado Nacional tiene el suyo.

El back Stage de esas mafias no nos importan tanto como el de nuestro querido suelo. No cometo ninguna infidencia ni invento nada, al recordar lo que sucedió pocos años atrás con nuestra SIDE.

La identidad de Jaime Stiuso fue revelada públicamente cuando su nombre y fotografía fueron difundidos en 2008. En diciembre de 2014, fue despedido de la Secretaría de Inteligencia del Estado, luego de que la presidenta CFK decidiera descabezar el organismo. “Yo fui víctima de un grupo de tareas cuando me pegaron seis tiros. Nosotros fuimos los primeros que escrachamos a la SIDE y los denunciamos.”

Nació en 1947 en Buenos Aires. Se retiró de la Armada Argentina a los 27 años cuando era teniente de corbeta para incorporarse a los servicios de inteligencia. Ingresó a la SIDE en 1974 vía secuaces de López Rega y pasó de “ordenanza de la oficina” a director general de Operaciones, tercero en orden de importancia detrás del jefe y del subjefe. Cuarenta y tres años de servicios a la patria y a sus apetitos. En todo ese tiempo aprendió a pinchar teléfonos, intervenir computadoras y a no dejar escapar negocio sucio que se le presentara.

Siguió en carrera sin prisa y sin pausa durante la dictadura de Lanusse, la primavera de Cámpora, el tercer gobierno de Perón, la fugaz administración de María Estela Martínez de Perón, la dictadura genocida y los gobiernos democráticos subsiguientes. Tiene una vida familiar normal como todo funcionario público especializado. Desde luego, nadie conoce (salvo su esposa) su verdadera actividad. Según pasan los años, pasa sus vacaciones con esposa e hijos en Uruguay, Brasil y Estados Unidos.

El “Gran Topo” fue encargado, en 1977, cuando lo mandaron a cubrir sus espaldas ante el rumor de una supuesta amenaza de Montoneros que decía que lo habían condenado a la pena capital para vengar a los Graiver y a los que murieron o desaparecieron durante el polémico traspaso de acciones de Papel Prensa a Clarín, La Nación y La Razón.

Posee una ideología fascista pragmática. Le van bien todos los gobiernos y credos (hasta el esoterismo del “Brujo”[1]). Permaneció en flotación sucia durante las citadas dictaduras y los gobiernos democráticos posteriores. Hasta que le llegó la hora.

Al hacerse cargo del gobierno, Raúl Alfonsín desconfió de los servicios de inteligencia del Estado e intentó crear una SIDE paralela. El intento le costó la cabeza a su íntimo amigo y correligionario Germán López. Stiuso siguió a flote sin conflictos graves durante el menemismo, el gobierno de De la Rúa y la gestión provisional de Duhalde. Fue ratificado por Néstor, pero más tarde se enfrentó con Cristina.

Apenas asumido Alfonsín, la SIDE fue llamada para limpiar los despachos de presidencia y los ministerios. El de bernardo Grinspun fue desmantelado por completo. Jaime, que había cursado la carrera de ingeniería electrónica en la UBA mientras trabajaba en el edificio de Balcarce y Rivadavia, supervisó personalmente la tarea. Los agentes arrancaron la boiserie y quitaron los micrófonos ocultos debajo de la madera. El flamante ministro de Economía quedó conforme y envió un memo de congratulación sobre Stiuso a los dueños del espionaje argentino.

A mediados de los ‘80 circulaban versiones señalando que, al menos medio centenar de militantes de la Junta Coordinadora Nacional -todos profesionales universitarios recién recibidos— estaban a punto de terminar en Francia un curso para espías en dependencias de los servicios de inteligencia galos. Una vez recibidos, volverían al país para incorporarse a la SIDE. Ese organismo había dado de baja a casi un centenar de militares que no les merecían confianza. "El Gran topo" esquivó esa purga y hasta ascendió informalmente porque se convirtió en enlace de su departamento con Enrique “Coti” Nosiglia.

A principios de 1986, Germán López, ingeniero químico que trabajó la mayor parte de su vida en Colgate-Palmolive, ex secretario general de Presidencia y ministro de Defensa de Alfonsín, debía presentarse ante el Congreso a raíz de una interpelación relacionada con el “caso Sivak” (poderoso industrial secuestrado 9 meses antes que apareció muerto en un tren con un disparo en la sien y en el que estuvieron, al parecer, implicados los servicios de inteligencia). López, al igual que su compañero de Interior, Antonio Tróccoli, habrían encargado a un tenebroso “grupo de tareas” del Ministerio de Defensa, las gestiones para liberar al secuestrado. Varios miembros de ese grupo resultaron ser los autores del secuestro y Germán López tenía que aclarar el hecho en el Congreso. Se dice que Alfonsín le pidió la renuncia a la cartera de Defensa y el químico se había sentido traicionado por la falta de apoyo presidencial.

El primer secuestro de Osvaldo Sivak fue cometido por un “grupo de tareas” compuesto mayoritariamente por policías federales al servicio del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Algunos de ellos habían integrado la Triple A. Hacia 1977 el sector mayoritario del ejército que respondía a su comandante en jefe Roberto Viola quería sacar a  la calle un diario para respaldar las pretensiones de éste de reemplazar al dictador Videla. Contaban con las expropiadas instalaciones de La Opinión de Jacobo Timerman pero necesitaban capital, y habían encargado al Batallón 601 el secuestro de Osvaldo Sivak.  Jaime Stiuso los conoció a todos.

La gavilla que se hizo famosa como “la banda de los comisarios” se dedicó a los secuestros. Entre otros, el de Roberto Apstein, empresario joyero (en 1979). Liberado. El del hotelero Julio Ducdoc (en 1980) Desaparecido. El del industrial textil Sergio Meller (en 1984). Liberado. Y el del banquero Rodolfo Clutterbuck (en 1988). Asesinado. Ese grupo criminal secuestró al ex presidente Mauricio Macri en 1991. El hijo de Franco Macri fue liberado por el comisario Jorge “Fino” Palacios. Años después, Mauricio, desde la jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, nombró a Fino Palacios jefe de la Policía Metropolitana.

En los años de plomo y acero, las bandas ligadas a la Triple A y los servicios de inteligencia efectuaron numerosos secuestros extorsivos y asesinatos. Otro tanto se cumplió a veces con militantes revolucionarios que luego trocaron a jefes de seguridad de magnates que otrora fueran chupados[1] por ellos. Rodolfo “Galimba” Galimberti, ex montonero, al regresar a Argentina en 1984, se relacionó comercialmente con el multimillonario Jorge Born, a quien años antes había secuestrado. Born fue un invitado especial a la lujosa boda de Galimba con Dolores Leal Lobo, perteneciente a una adinerada familia argentina, celebrada en Punta del Este. A dicho festejo fueron invitados, además, el ex oficial de la ESMA Jorge Radice y el ex fiscal Juan Martín Romero Victorica, quien había investigado el destino del dinero pagado por el secuestro de los hermanos Born. Stiuso brindó, en esa ocasión, con los novios.

 

El poder de Jaime Stiuso se acrecentó durante las presidencias de Carlos Menem y fue nombrado director de Contrainteligencia en el transcurso de la gestión de Fernando de la Rúa. Durante su extensa carrera espió, se obsesionó con el atentado a la AMIA, sobrevivió a mil internas, se hizo de aliados y enemigos en el Poder Judicial y en las policías de todo el país. Fue enlace de la Secretaría con los servicios secretos del mundo, especialmente con la CIA y el Mossad, sus protectores. La sinuosa carrera de Stiuso, que ascendió a director de Operaciones durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner y nunca se investigó su papel durante la dictadura.

En 2013 la Cooperativa La Alameda presentó una denuncia judicial acompañada de un video que probaría la participación de Stiuso en negocios de prostitución y trata de personas en vinculación con Raúl Martins, otro exagente de la SIDE que se encuentra aún prófugo.

El patrimonio del Gran Topo ha aumentado conforme pasan los años. En sociedad con otros espías y ex espías, integra el directorio de varias empresas privadas de seguridad que atienden temas variados: desde custodias en edificios como el de Azucena Villaflor al 500 en las torres Le Parc[1] (Puerto Madero) a hackeos de servers de Sociedades Anónimas de la City, pasando por la instalación de sistemas de resguardo de secretos informáticos en capitales de provincias importantes y finalizando en escuchas ilegales encargadas por políticos o mafiosos.

 

 

CONDUCTORES/AS Y PERIODISTAS

La crisis pandémica obliga a, los espectadores de Tv, juzgar las cualidades retóricas, estéticas y de la ropa que visten en canje de los anunciadores. En casa la discusión abarca a Luciana Rubinska, Irina Hauser, Daniela Ballester, María Belén Aramburu (C5N). Por otra parte: Agustina Casanova[1], Violeta Gorodischer[1], Elisabetta Piqué[1], Esmeralda Mitre[1], María Freytes[1], Laura Di marco[1], Carola Gil[1], Eva De Dominici[1], Eleonora Cole[1], María O´Domell[1] (Canal La Nación +).

Nancy dice que la Rubinska es pura patas y torso cortito; que Irina Hauser es un bagayo; que Daniela Ballester más o menos; María Belén Aramburu[1] está llena de botox; la Gorodischer, un bagarto; María Freytes, una charleta; Laura Di Marco, desastre; Carola Gil, una gordita alcohólica que se cree mil; Eva de Dominici, anoréxica; Eleonora Cole, ibidem. y María O’Donnell, una radical anti K.

En lo que a mí respecta, todas están buenas, o al menos pasables para un domingo de madrugada encurdado. No discuto a mi jermu, pero la Rubinska está re buena. Tiene patas largas y torso proporcionado (me consta por las fotos). Irina Hauser entra en la categoría del domingo de madrugada. A Daniela Ballester le doy con un caño y a María Belén Aramburu la reservo para un pete. A Agustina Casanova y a la Gorodischer, las engancho para un trío. A María Freytes la parto como a un queso. A Laura Di Marco y a Carola Gil las uso para masturbarme mientras hacer la tortilla. A Eleonora Cole me la llevo a cenar y dopo a la catrera. Con María O’Donnell discuto sobre la historia política argentina, la mamo y me la curto.

En cuanto a los conductores, Robertito Funes Ugarte nos agrada a ambos, Nan opina que Santiago Cafiero (Jefe de Gabinete de Alberto Fernández) está bueno. Consiento. Carlos Pagni y Alconada Mon[1], Francisco Olivera y Nicolás Dujovne[1], son todos servicios de inteligencia emparentados delictivamente con Jaime Stiuso. Coincidimos. Al Gato Silvestre no le perdonamos el pecado original de haber estado con Julio Blank en el programa “A dos voces durante años”; yo adoro a Víctor Hugo Morales y a Armando Maradona, ella no se banca al mejor jugador de fútbol de la historia y Víctor Hugo la pone mal por su columna en C5N. Acepto la discordancia. Nos ponen del tomate Maximiliano Montenegro, Ernesto Tenembaum, Jorge Lanata, Marcelo Zlotogwiazda (R.I.P.: Requiem In Pace), morto en 2019, Daniel Scioli, todos los Macri, Marcelo Wiñaski y su padre (Ex ERP en el Cordobazo), elhíper tatuado Alejandro Fantino y toda su banda de “Telefe”, la rata inmunda de Eduardo Feinmann, sus colegas Luis Majul, Baby Etchecopar, Antonio Laje y Nelson Castro.

Podría seguir enumerando amores y odios de ésta, mi pareja, pero estoy cansado de tipear. Añado que no es el único tema en que discordamos. Nos salva el humor. Ella cumplió 63 y yo cumplo el 25 de abril 75. Dice que la deben premiar por cuidar a un adulto mayor.

Por otra parte, destaco que cada vez hay más “pasáme la polvera” en la tele. Entre ellos contamos con “El negro oro”, jugadores de fóbal y algunos amigos míos “coquetos”, que prefiero no nombrar por pudor (ajeno).

 

 

 

 

 

 

 

 

DANIEL EL TRAVIESO

 

Mi vecino Daniel es un personaje de aquellos y ya hablé de él en “Catarsis por el coronavirus”, de modo que remito a ese relato. Vive solo y ya le regalé un libro de teatro de Jean Paul Sartre. Sigo organizando la biblioteca y aparto, para él, dos libros: Las elecciones internas en los partidos norteamericanos y uno que se usa en la carrera de Antropología de la U.B.A. que se centra en la historia de los indios ranqueles. Toco timbre y me observa por la mirilla. “Ah, sos vos. Pasá.” Paso. Le entrego los libros y me pregunta ¿Porqué estás sin barbijo? Los libros, que te agradezco, ¿no tendrán el bichito?”. Lo miro medio en serio y medio en broma. Me caga a pedos “tenés que cuidarte, somos personas de los grupos de riesgo”…“Yo agradezco tu amabilidad, pero me hice un barbijo casero”. Me lo muestra. “Vos perdóname pero a vos te atiendo porque somos vecinos, pero ahora tengo que desinfectar a los libros, la mesa, el picaporte de la puerta, la botonera del ascensor y estoy aterrado, estoy cagado en las patas.”…”Ya empecé a leer ese libro que me trajiste que ¿Cómo se llama?”…”Ah, ahora me acuerdo, es de Sartre”…”Estoy tan abombado que se me olvidan las cosas.” Le dije que yo no estoy preocupado y que ya vivimos lo suficiente y valió la pena. “Cumplo tres cuartos de siglo el próximo 25 y me arrepiento de muy pocas cosas. Afortunadamente salté de la depresión a la euforia y me lo tomo con soda.” “Yo estoy histérico, realmente histérico. Nunca me pasó.”…”Te pido mil disculpas porque sé que sos una buena persona, pero no puedo controlarme.” “No te aflijas, ya me voy”. “Repito que quiero que me disculpas, porque lo tengo derecho a maltratarte, pero estoy histérico” Nos dimos los codos (la forma correcta de saludar) y bajé a mi departamento a buscar las bolsas para comprar comida. Fui al súper mercado y regresé con lo que necesitamos. Me meto en la computadora y escribo cuentos. A la media hora suena el teléfono y es Daniel. “Disculpame pero estoy muy preocupado por la forma en que te traté hace un rato cuando me trajiste los libros, no te o merecés. Tengo culpa por que me comporté como un maleducado y nunca fui ni maleducado ni mal aprendido.” “Bueno, yo no me ofendí y te comprendo.” “Pero yo quedé muy abatido y tenía que llamarte.” “Ya te dije que no tenés que preocuparte porque considero que no me ofendiste.” “¿Seguro que no lo tomaste a mal?” “Seguro, no tenés que disculparte más, quédate tranquilo” “Me sacas un peso de encima, gracias.” Colgué y seguí escribiendo.

 

JOSÉ EL ESCULTOR (*)

José Lallana es hijo de Coco, un amigo de Jorge Vibes que murió cortando el pasto de la casa que tienen en Mina Clavero, justo frente al balneario municipal. El occiso regenteaba, junto a su hermano Tata, una de las casas de antigüedades más importantes de “Córdoba la docta”, o, si se prefiere, Córdoba la heroica”[1], o, por último, la “Córdoba del Cordonazo”(1969), liderado por Agustín Tosco (PCR entonces y fallecido de cáncer militando en la clandestinidad para el ERP), Hipólito Atilio López (Peronismo combativo), Elpidio Torres (peronismo revolucionario) y René Salamanca (PCR en el SMATA[1], fundador de los gremios de SITRAC-SITRAM[1]). 

Coco pertenecía a una familia de muy buena posición, y, como suele suceder con algunos de esa capa, fue acompañado por la suerte. Cierto día, pasaban por la “Quema”[1].  Desde el auto, Coco observó que algo brillaba en la montaña de desperdicios. Bajaron, llamaron a un chango de los que viven de recuperar metales en ese lugar, y le pidieron que trajera eso que brillaba allí cerca entre la basura. El pibe les trajo una moneda de oro. “¿Habrá más?” “Un montón, entre los ladrillos.” ”Si nos las traes, te ganás unos pesos.” Al parecer la fortuna estuvo oculta dentro de una pared de una casona colonial que fue a demolición.  Con el producido de ese hallazgo compraron una playa de estacionamiento en el centro de la ciudad.

La playa fue heredada por José, quien la alquila por cuenta de sí y su tío. Por lo cual, el petit heredero, habita el fondo de la casa familiar y alquila a una heladería la parte del frente. Con esos ingresos solventa la marihuana y cocaína que consume. Cosecha tomates Cherry y los vende a los restaurantes de la segunda ciudad turística de la provincia. Jorge tiene una muy buena relación con el vástago de Coco. A punto tal, que le regaló, la última vez que visitó el lugar, un bloque de piedra sapo para que lo esculpiera. Días atrás, José envió a Jorge fotos (2) en las que se observan los avances de la obra.

El porteño lo visitó varias veces con el propósito de comprarle alguna antigüedad de su agrado, pues había destinado 400 dólares para ello. José precisaba esa plata para saldar una deuda con la Cooperativa Aguas de Mina Clavero, pues, de no cubrirla, le embargarían un departamento. Jorge le dio los verdes y el anfitrión puso sobre la mesa tantas antigüedades que Jorge se vio obligado a rechazar las de mayor tamaño.

En el curso de esas visitas, José contó a su amigo que, siendo estudiante de arquitectura en la Universidad de Córdoba, se encontró, durante una clase, dibujando un boceto para esculpir. El resultado de esa idea fue una pequeña casita tallada en piedra dura, obra que regaló al visitante en esa ocasión. José abandonó arquitectura y se dedicó a esculpir. Como se constata por lo escrito, el muchacho cuenta con un patrimonio considerable, y, si fuera más precavido, podría vivir sin problemas. Viajó a Barcelona a vivir con su hermana. Paraba la olla con dibujos y esculturas realizadas ad hoc. Recorrió toda España.

Uno de los hijos de Jorge (los dos son viejos amigos de José) está afincado en Madrid. Es CEO de una empresa internacional de Mass Media para el territorio español. José pidió a Jorge el teléfono de su hijo para verlo en Madrid. Pensaba viajar en una moto (1000 de cilindrada) que le prestaban, tomar un café con su amigo y regresar a Barza en el mismo día. Locura que finalmente no se concretó, según el hijo “español” confesó a su padre argentino.

Volviendo a la hermana cordobesa de José, diremos que emparda a Coco, Tata y José juntos. La señorita fue de turista a Colombia, se enamoró de un aborigen, se casó con él y fueron a vivir al medio de la selva. El padre del novio les regaló un chalet, construido junto a otros varones de la tribu en el mato. Puso únicamente una condición: que la novia le regalara un tractor y una topadora. La parte femenina de la nueva familia las compró. José fue de visita a la cabaña de los recién casados. Para llegar, navegó río arriba como hace uno de los protagonistas de “Apocalipsis Now”. Cuenta que, a las márgenes del río, pudo ver cocinas de cocaína a cada rato. Aconseja a Jorge que entre en un negocio de esos. “Comprás el kilo a mil dólares y te lo entregan en aguas internacionales. Lo llevás a Europa y sacás diez mil.” “Gracias, me gusta, pero me privo.”.

Durante una visita previa, el huérfano había confesado al citadino que no había tenido suerte con las mujeres. Aclaro que es un bello ejemplar de macho humano. Rubio, alto, delgado y con una sonrisa angelical. Confieso que nunca la probé ni la probaré. Durante una noche de copas y música, el cordobés dijo al amigo de su padre (yo): “Volví con antiguas novias locales y no locales. Fracasé. Tengo pensado viajar a Filipinas para comprar una virgen adolescente al padre de familia. Corrijo, dos, una para mí y otra para vender a algún amigo.” Ronda por finales de los cuarenta (como mis hijos mellizos), y da todo lo sentimental por perdido. Compró unas hectáreas arriba de Las calles, en plena montaña, para armar un jardín botánico. En eso andaba, pre Covid19. Aprovecha la cuarentena para esculpir la piedra sapo en el block que recibió de regalo. Jorge, vuelto a Buenos Aires, le envió, por Chevallier, un libro titulado “British Trees”, ilustrado con magníficas láminas en blanco y negro de todas las especies existentes en esas Islas.

 

 

 

 

 

 

 

Jorge, impedido de viajar por causa de la Pandemia, ignora cuándo finalizará la operación de venta de su chalet, realizada hace mucho tiempo y pendiente aún de ser escriturada.

(*) Autorizada por José Lallana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TROPIEZOS DE LA MENTE

 

Es un concepto recientemente inventado por este servidor público. Se le ocurrió cuando, bajo la lluvia, buscó desesperado, el paquete de cigarrillos en sus bolsillos. Lo encontró. Buscó su encendedor. Al intentar prender fuego al pitillo, descubrió que tenía uno en la boca.

 

Gracias a la Maldita Pandemia, funcionamos como dínamos de bicicleta. Pedaleamos y pedaleamos para que la luz no se apague. Como un cucciolo de bicicleta que requiere de combustible para marchar, pues de no hacerlo, tendremos que usar las patas.

 

Las consecuencias psíquicas y morales de la Amenaza Letal son, para todas las edades, de efectos desconocidos hasta la fecha. Los niños que comienzan a dominar (dificultosamente) el habla, dicen Colonaviru, poco después que papá y mamá, o, como hacían mis mellizos, pa-má o ma-pá. Los/as púberes se apuran como nunca para entrar en la edad del adolecer.

Los jóvenes, por razones energéticas, físicas y existenciales, le dan al dínamo con más fuerza y velocidad. Los de mediana edad se preguntan si no les tacará en suerte pasar al hotel de los occisos sin comerla ni beberla. Otros dedican su tiempo a atorarse con películas que jamás habrían visto en condiciones normales. O, los que se encierran en un mutismo digno de monjas/es de clausura. También están quienes rejuvenecer por efecto de la adrenalina que fluye incesantemente por nuestro sistema nervioso. Esta última opción es la que practico. El sábado cumplí 75. Mi mujer dice que soy un pendeviejo.

 

La cuca es el órgano más sufriente en este combate. Escribo esto y me olvido de las palabras que tengo que emplear. Las recupero de mi disco rígido y las tipeo. Para acelerar, voy de la laptop al celular. Gugleo nombres, apellidos y situaciones que salía tocar en mis clases teóricas. Todo rápido, rapidísimo como si quemara en la mente, los dedos y las patas. Pero, si algo me sobra, es tiempo. Duermo poco con las ideas que plasmaré en los panfletos al día siguiente. Gasto miles de dólares en pinturas originales (Alonso, Müller, Castagnino, etc.). Mi esposa me acusa de loco, pero se la banca porque me ama y no nos falta plata.

 

Qué opinar sobre los famosos adultos mayores y mega mayores, que hacían todo manualmente y ahora deben recurrir a la informática emblematizada por los cajeros automáticos de los Bancos. Mi suegra actual llama a su hija varias veces por día, atormentada porque entendió algo mal en la tele.

 

Tiene la Enciclopedia Británica -capítulo de las enfermedades graves- en el cuerpito y una farmacia bien surtida en su departamento. Cumplió 83 y hasta hace dos años, tenía por novio a un gerontofílico de 73. Por suerte se pelearon. Por suerte para ambos. No alcanzamos a imaginar las piruetas a que recurrían en sus juegos amorosos. Tenemos, ambos dos, que cuidarla como si fuera de porcelana. Pero es un paragolpes de fierro. Un puente de acero y aluminio de última generación. Hace años que está pidiendo pista, pero, seguro que nos va a mandar a Chacarita a nosotros.

 

¿Y, por casa cómo andamos? Andamos andando. Con un adulto mayor demente e insano y una mayor de sesenta. Mi amorcito se queja de todo todo el día y el que escribe se caga de risa de todo todo el día. Así andamos andando.

 

La cajerita de Coto, en el día de hoy, comprendió en cuca propia y apelando a su experimentación, lo que acabo de descubrir. Hasta el “seguridad”, que monta guardia para que no me zarpe, asiente. La niña (20-22) limpia obsesivamente la mesa en que se depositan las compras después de la partida de cada cliente, se le caen cosas, tipea el ticket de la compra, frunce el ceño, recuerda a su novio. Todo a la vez con prisa y sin pausa.

 

Corro de la mesa a la cocina, de la cocina al baño, de éste a uno de los sillones del living, miro tele, regreso a ala compu encendida sin sonido, enciendo un cigarrillo, aprieto el Go en el pasa CD; hablo por whatsapp con algún amigo, llama mi hijo por el teléfono inalámbrico, corto el whatsapp y me preparo o mando a preparar un sándwich, solicito que sea con vino. Escribo hasta las 4 de la mañana con fondo de canciones de la Guerra civil española, Sabina, Queen, Beatles, etc.

 

¡Meu deus!, ¡My godness!, ¡Jesús Cristo!, ¡Jehová! ¡Dioses hindúes encabezados por Siddhartha Gautama (dito Buda)! ¡Los Wandijna!, ¡Los Orishas afroamericanos de Cuba y Brasil! ¡Quetzalcoatl!¡Mahotanos sunnitas y chiitas! ¡Tetragrámaton o Elohim! ¡Tupá¡ ¡Ateos y agnósticos del mundo, uníos! ¡Etc., etc., etc.!

 

¡Mi dios! (en portugués), ¡Mis diosas! (Muy usado por lesbianas inglesas), ¡Jesús Cristo! (común a los católicos de Occidente)! ¡Jehobá (común entre los protestantes),! ¡Wandijna (dioses de los aborígenes australianos)! ¡Quetzalcoatl de los aztecas!, ¡Mahometanos divididos en sunnitas y chiitas! Tetragrámaton o Elohim de los judíos! ¡Tupá de los pueblos guaraníes! ¡Ateos y agnósticos del mundo, uníos (famoso comienzo del Manifiesto Comunista de Marx y Engels! ¡Etc.,etc.etc.!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SIN FILTRO

Comencé a fumar a los 14 años. Saratoga rubios, sin filtro. En los sesenta no había cigarrillos con filtro en nuestro país. El primero que fumé me produjo asco y mareo, más tenía que probar (y probarme) lo macho que era. De allí pasé a los negros: Galois y Gitanes (fuertes como sabaco de negro), volvía a los rubios con una marca egipcia, que traía boquilla como la de los rusos. Desde entonces, probé todas las marcas, hasta cigarros cubanos. Ignorando que no debía tragar el humo, degusté uno durante una rata al Tomás Guido de San martín. Me agarré un pedo de aquellos. Cuando viajamos con mi padecer con gusto a Europa, llevamos cartones de Marlboro y Pall Mall suaves, pues en el viejo continente cuestan entre 5 y 7 euros, según el territorio de que se trate.

Voy a referirme a otra acepción del “sin filtro”, la que alude a un estado de la conciencia que sale por la lengua. Propia de los cocainómanos, la que genera un acelere que desemboca en raptos de sinceridad involuntaria. No es mi caso. Jamás recurrí a otra aventura química fuera del néctar de Baco. Leo y escribo. De la lectura, recibo enseñanzas constantemente, y, además de provocarme placer, me sirven para escribir. Escupo lo que siento en el papel o mis blogs. La mayoría de las respuestas son afirmativas, pues comprenden mi autenticidad. Abordar lo literario como autor, en cualquiera de sus géneros, debe respetar, ante todo, un solo principio: No temer a exponerse más allá de lo necesario. Pienso que el ocultar, más allá de lo necesario o posible (nadie se conoce tanto como para no errar) es nocivo.

Por el Covid19, estoy sometido a estados mentales y físicos, en los que no me reconozco. Para sublimar esa adrenalina, camino y digo, a muchos de los que cruzo: ¡“Ave, Caesar, morituri te salutant”! (¡Ave César, los que van a morir te saludan! La mayoría lo acepta como la ironía que es, pero no faltan los que me mandan, educadamente, a la puta que me parió. Un joven, que entra dentro de la primera categoría, me retrucó con una salida inteligente: “No es necesario porque todos los días nos estamos suicidando.”

Con la más sana intención, corto una pelea de pareja. Les pregunto si hubieran pensado alguna vez que vivirían estos momentos. Me responden que no. “Entonces, den gracias a la vida por estar vivos y poder contar a sus nietos que sobrevolaron al cataclismo.” Sonríen, me dan la razón, y siguen peleando. Compruebo que el tener razón es condición necesaria pero no suficiente. Es muy difícil que otro cambie nuestras convicciones. Tal cambio se produce por imperio de las circunstancias.

Me recuerdo a mí mismo que, aparte de mostrar erudición cosmopolita al lector, debo obediencia a mis antepasados diaguitas. El maledetto Coronavirus viene a ser un malón de los Indios Ranqueles, donde cada uno de nosotros es La cautiva.

Pasamos de la hiperkinesia a la depresión varias veces al día. Es comprensible y justificable. Incorporar a nuestros hábitos disfraces de buzo no es fácil. Siempre se puede estar peor. Una violada dixit. Los canales progresistas nos alarman tanto como los que están en manos del Poder Real. El colectivo de Mujeres actrices se expidió en contra de la liberación de violadores de las cárceles y exigió la renuncia de Alejandro Vanoli, ex director de ANSES por una supuesta morosidad del organismo en los tiempos que corren. Propios y ajenos dicen que se trata de diferencias entre Abertistas y Cristinistas. El ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eugenio Zaffaroni, se cruza con el ex secretario de seguridad por la misma cuestión. Y la “oposición constructiva” de Macri, pato Bullrich y la banda de Alí Babá aprovecha para secretar veneno.

Si este circo no es para ver gratis y celebrar, las películas Metrópolis y Brasil dejan de ser clásicos. Todo conocimiento surge del caos primitivo. Después, acomodamos lentamente los patitos y vemos cada vez más claro. Mientras tipeo estas líneas sufro por no estar al tanto de cómo va la secuencia Vanoli. Por suerte cuento con Flow y puedo verlo más tarde en programa ya emitido. El Planetavirus es bienvenido. Mis planteos se confirman. A usanza de los mejores locutores, tildo la idea en mi libreta y continúo morfando almendras con un “Fernando” a cuestas.

Casi diría que me estoy recostando mansamente en la Pandemia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HOMENAJE A CARLOS GARDEL, JULIO SOSA, ALBERTO CASTILLO, GOYENECHE Y ANÍBAL TROILO

 

 

Mi “duele, pero me gusta” procede como antiguo colimba (corre, limpia y barre) to constantemente pilchas, mantelería y ropa interior. Nótese que dije su pues no considero que sea una máquina que deba ser usada por los hombres. Plancha. Tiene una montaña de cosas para planchar, pero posterga ese laburo diciendo que lo deja para días más frescos. En realidad, lo tira pa´lante[8], por fiaca nomás. No le disgusta esa tarea. Tampoco le [LB10] molesta cocinarme (me, porque sostiene que está a régimen), y lo hace muy bien.



[1] Curzio Malaparte (1898-1957) fue un famoso escritor italiano, en cuyas obras narra sus experiencias de Pre-guerra y II Guerra Mundial.

[2] Sonsonete preferido del ex presidente Raúl Alfonsín.

[3] Término  que surge en la década del setenta, con el que se alude a individuos que profesan una ideología política de izquierda y que, además, defienden las teorías del psicoanálisis.

[4] Término popular con que cariñosamente se refiere a la propia madre.

[5] Expresión lunfarda para expresar la falta de conocimiento sobre un tema.

[6] En lunfardo, “tener coraje”.

[7] Apelativo para calificar a un sujeto de escasa inteligencia.

[8] Contracción popular de la expresión “Para adelante”.

 

HOMENAJE A CARLOS GARDEL, JULIO SOSA, ALBERTO CASTILLO, GOYENECHE Y ANÍBAL TROILO

 

Sin ánimo de ofender al lector -que puede no ser argentino-, aclaro que estos tangos han sido interpretados por los cantantes más famosos de nuestro país: Patricia Sosa, Los Auténticos Decadentes, etc.

En realidad, todo el repertorio tanguero y milonguero rioplatense se corresponde perfectamente con tiempos de tragedia (personal y colectiva) como la que estamos transitando.

 

Siga El Corso

Carlos Gardel

 

“Esa Colombina puso en sus ojeras
Humo de la hoguera de su corazón,
Aquella marquesa de la risa loca
Se pinto la boca por besar a un clown.

Cruza del palco hasta el coche
Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche sobre la noche de carnaval
Te quiero conocer saber adonde vas.

Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"Quien soy?, Adonde voy?", "Adios... Adios... Adios..."
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afan".

No finjas ms la voz, abajo el antifaz
Tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
Descubrete, por fin... Tu risa me hace mal
Detras de tus desvios, todo el año es Carnaval.

Esa Colombina con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdi...
Y entre grito y risa, linda maragata
Jura que la mata la pasión por mí.

Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
Del dios Jocundo y le van prendiendo
Al mundo sus cascabeles el carnaval...

Esa Colombina puso en sus ojeras
Humo de la hoguera de su corazón,
Aquella marquesa de la risa loca
Se pinto la boca por besar a un clown.

Cruza del palco hasta el coche
Serpentina nerviosa y fina
Como un pintoresco broche sobre la noche de carnaval
Te quiero conocer saber adonde vas.

Alegre mascarita, que me gritas al pasar:
"Quién soy?, Adonde voy?", "Adios... Adios... Adios..."
"Yo soy la misteriosa mujercita de tu afán".

No finjas ms la voz, abajo el antifaz
Tus ojos por el corso, van buscando mi ansiedad...
Descúbrete, por fin... Tu risa me hace mal
Detrás de tus desvíos, eso es Carnaval.

Esa Colombina con sonora burla
Truena la corneta de una pizpireta dama de organdí...
Y entre grito y risa, linda maragata
Jura que la mata la pasión por mí.

Bajo los chuscos carteles pasan los fieles
Del dios Jocundo y le van prendiendo
Al mundo sus cascabeles el carnaval...”

 

Siga El Baile (*)

Alberto Castillo

 

“Siga el baile, siga el baile
De la tierra en que nací;
La comparsa de los negros
Al compás del tamboril.
Siga el baile, siga el baile
Con ardiente frenesí;
Un rumor de corazones
Encendió el ritmo febril.

Ven a bailar,
Te llevaré en las alas
De mi loca fantasía,
Quiero olvidar
Con besos nuestras penas,
Torbellino de alegría.

Siga el baile, siga el baile
De la tierra en que nací;
La comparsa de los negros
Al compás del tamboril.

Siga el baile, siga el baile
Con ardiente frenesí;
Un rumor de corazones
Encendió el ritmo febril.

Siga el baile, siga el baile
De la tierra en que nací;
La comparsa de los negros
Al compás del tamboril.
Al compás del tamboril,
¡Hopa, hopa!
Al compás del tamboril,
¡Hopa, hopa!,
Al compás del tamboril...”

(*) Letra de Francisco García Giménez y música de Anselmo Aieta. Estrenado en los bailes del Carnaval de 1926. Cantado por Alberto Castillo, con la orquesta de Aníbal Troilo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



2 comentarios:

  1. Mucha lectura interesante...saludos cordiales Vecino
    gerardotagtachian@gmail.com

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  2. Hola! Soy Lucila (la chica del banco) acá leyendo mientras tomo un cafecito. Tiene instagram? Pues me parece interesante que circulen sus escritos por allí también. Saludos!

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