sábado, 26 de noviembre de 2011

Agradecimientos

A Nancy: esposa, colaboradora y, sobre todo, compañera.
A mis hijos Federico y Sebastián.



















Agradecimientos
          
A mi amigo Horacio Zabala, a quien comenté la idea primera, la alentó, sugirió cambios atinados en sucesivas reuniones y aceptó
de buen grado que su obra “Sin título” ilustrara la tapa.

A mi amiga Graciela Fricher, desinteresada y tenaz
correctora de la versión final.

A Nélida Turlione, por pasados generacionales compartidos.

A todos los que me abrieron sus memorias y corazones.



Índice

ÍNDICE

Prefacio
Apostilla para el prefacio

Parte I                  De Amores (pensó, sintió, dijo o le dijeron)
Parte II                 De guerras y guerrillas (pensó, sintió, dijo o le dijeron)
Parte III                De amoríos (pensó, sintió, dijo o le dijeron)
Parte IV                De los laburos (pensó, sintió, dijo o le dijeron)
Parte V                  Del barrio (pensó, sintió, dijo o le dijeron)
Parte VI                 De docencias (pensó, sintió, dijo o le dijeron)
Parte VII                De veranos
Parte VIII              Autobiografía autorizada
Parte IX                 Distancias
Parte X                   Profiles
Parte XI                 Cuidados

Prefacio - Apostilla para el prefacio

Prefacio


En el título finalmente encontrado para las ocurrencias que siguen se amalgaman cuatro palabras. La primera alude a algo que se construye mejor o peor y donde la voluntad juega su papel. La segunda, tomada aisladamente, devela en parte un anhelo de dejar abierto un camino para avanzar algo más; pero junto con el “de acá”, puede denotar que falta algo en algún sitio identificado. El vocablo “acá”, precedido o no de la preposición “de”, se sabe, es usado generalmente para indicar lugar. Si queremos corporizarlo en nuestra imaginación, es posible que esté asociado primeramente a alguno de los cinco sentidos clásicos. También podemos fantasear con un ademán bastante común, con un dedo señalando hacia otra parte del cuerpo: la cabeza, el corazón, el estómago o el bajo vientre; naturalmente dentro de variadas significaciones en relación al verbo que lo antecede. Si ampliamos la cobertura a un espacio geográfico mayor (el hogar, el barrio, y aún porciones del mundo) nos movemos también dentro de una acepción adecuada. Me parece que el “de acá” es atractivo por sus posibilidades, que también van de la ira a la burla, estados que todos conocemos.

¿Cómo vinieron a mí estas ocurrencias? Por senderos diversos: evocaciones; confidencias, observaciones al pasar, construcciones literarias que dejaron marcas y algún que otro picoteo en Internet.

Lo que escribo puede ser veraz o no, puede ser cierto que me lo contaron pero que, aunque lo creí, no sucedió de ese modo o no pasó en absoluto. Está plagado de lo que solemos llamar lugares comunes, en la medida en que dejemos de lado el hecho de que cada experiencia es única e intransferible.

Lo plasmado, sea bajo la forma de extrema síntesis, de escueta anécdota o de recorte con tácitos a cargo al lector, pretende ser tan despojado como me sea posible. Su extensión no coincide necesariamente con su importancia. Mucho de lo dicho puede incluirse en más de un componente. Queda la elección abierta. Se abusa de los verbos decir y contar, pero esto es insalvable debido a la naturaleza del intento.

Otras dos advertencias: las redundancias ocupan el lugar de lo que en música se denomina disonancia armónica y algunos errores son perfectamente intencionales.
J.V.















Apostilla para el Prefacio


Sándor Márai evoca en ¡Tierra, tierra!, su segunda novela autobiográfica, una interesante anécdota. En sus palabras “Quizá sólo hayan sobrevivido en un librito mío, muy divertido, que escribí en mis despreocupados años de juventud, sobre la calle Mikó, el barrio de Krisztina…y los locos y los extraños que habían vivido en esas casas”… “Yo escribía sobre el señor Kovács y en ese momento miraba alrededor para ver si me había dejado a alguien fuera”… “en dicho libro me había olvidado, por ejemplo, del boticario y su esposa”… “quizá fuera por tacto, quizá por cobardía. Kosztolányi[1], tras leer el libro, y puesto que conocía a sus personajes”… “me sugirió, a raíz de su publicación, que sería mejor que me retirara al campo por un tiempo, porque la noticia de la publicación del libro recorría el barrio –los vecinos no lo habían leído, pero hablaban de él– y no era del todo improbable que alguno de los personajes de la novela me esperara, escondido en algún portal, y me clavara una lima punzante en la espalda. A lo mejor no me atreví a escribir nada sobre el boticario porque los vecinos del barrio de Krisztina eran parcos en palabras pero eran consecuentes, y era de temer que el farmacéutico –si no le gustaba lo que había escrito sobre él– clamara venganza y echara una buena dosis de purgantes en los polvos anti espasmos vasculares que a veces le compraba”…

En lo que sigue hay más de un boticario, más de un loco y más de un extraño.



[1]. Dezso Kosztolányi (Szabadka, 1885 - Budapest, 1936). Escritor, periodista y traductor. Autor de las novelas Alondra y La cometa dorada.

Parte I De amores

PARTE I

De amores
(Pensó, sintió, dijo o le dijeron)




“Advierte Sancho… que el amor ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos, y tiene la misma condición que la muerte, que así acomete los altos alcázares de los reyes como las humildes chozas de pastores…”

(Quijote, parte 2, cap. LVIII)










Necesitaba mirarse en los ojos de Ella para que lo miraran de esa precisa manera con esa precisa mirada que necesitaba…


La aplicación más común del pensamiento lateral se da en el amor…


Conmovido por la dulzura de una mujer. Probablemente sea la mayor virtud de las mujeres. Al menos, para mí constituye la llave capaz de trastornarme, de dejarme inerme y entregado sin reservas. He comprobado que la dulzura propia también se consigue accediendo desde la ternura…


Estaban sentados a dos metros alrededor de la mesa y buscaba su bocaojosdienteslabiospeloypiel…


Estaba preciosa con ese tapado blanco de lana, largo hasta el suelo y con capucha…


Tanto Él como Ella eran románticos, o sea, tendencialmente orientados a perseguir lo imposible…


La sensibilidad es vulnerabilidad… por suerte…


Como escribió Max Weber “Todo se puede racionalizar…”. A veces, quien es abandonado teje un ovillo de porqués y se pierde en un laberinto patético e infinito. Está ciego para ver lo más simple y evidente: han dejado de quererle…


Al entrar al boliche lo primero que vio fue su sonrisa amable y su blusa blanca de seda…


Mi segunda admiradora en orden de importancia era, en ese tiempo, mi novia inventada…


Apareció y fue una caricia…


En la novelita semanal “El matrimonio de Miryam” de Corín Tellado[1], cuando la acción está próxima al desenlace, aparece el siguiente diálogo entre la heroína y su arrepentido esposo. “Te quiero más que a mi vida. Pero temo que ambos hayamos llegado tarde”. “Nunca es tarde si hay amor. Y lo hay. Lo hay en ti y lo hay en mí –su mano cayó sobre la de él y se la apretó íntimamente–. “Volvamos a casa, Julio. Y dejemos muy lejos todo el lastre de nuestras pesadillas. “No, no –susurró– Ahora tengo algo que hacer.” “Hazlo mañana”. La miró “No puedo creer –dijo bajito– que me entregues de nuevo el tesoro de tu cariño”. “Te lo entrego y para siempre”. “¿Por qué?” “Porque te quiero”. “Me odiaste mucho”. “Todo fue exceso de amor. Vamos, Julio”. “No, no. Tengo algo que hacer. Ahora más que nunca necesito hacer algo”. “Si tú te quedas…yo también me quedaré”. “¡Eso no!”. “¡Me quedaré! Y necesito sentir tus besos, aquellos besos tuyos, únicos para mí. Si me rechazas…”. Era una entrega deliciosa y Julio, que la amaba y la deseaba como un loco, se resistió a creer en sus palabras, mas cuando la tuvo rendida y dócil en sus brazos, lo olvidó todo y empezó a besarla. Eran sus besos como renuncias, pues tras poseer a Miryam, se mataría. Ahora, con más motivo, tenía que desaparecer. Ella nunca debía saber que estaba al borde del deshonor. Ella tenía que considerarlo siempre un hombre de bien…

Era una muñeca. Buenas tetas, piernas bien torneadas, pómulos altos y ojos color Coca Cola. Entrar en Ella era (parafraseando a Henry Miller) como entrar en un tarro de miel. Pensó que se separaba por Él pero más tarde comprendió que era porque estaba podrida del marido. Era una excelente persona, adicta al sexo. En los comienzos lo llevó a un departamento muy grande, habitado por varias diosas jovencitas como Ella. Durmieron allí porque sobraban cuartos. Una de las amigas dijo que cuando estaban estacionando pensó que era el padre, efectivamente parecido. Ella alquiló un departamento cerca del suyo y lo llamaba en la plena noche angustiada. El se vestía y acudía. Ella le decía con frecuencia que no aceptaba ser la second best. Durante breves meses estuvieron enamorados. Él procuraba sostener la relación con la pija, pero finalmente comenzó a sentirse asfixiado. Largaron. Un amigo, al que después, durante mucho tiempo infló las pelotas hablando de Ella, le dijo jodiendo, “te rompió la próstata”…


Despacito, más despacito…


Ella tenía veinticinco y Él treintayveinte y había enviudado recientemente. Ella se separó y se mudó cerca. Viajaron juntos a Chile en verano. Valle del Elqui, La Serena, Zapallar, Papudo y Coquimbo, Viña, Santiago. Once meses. Quedaron los dos con las rueditas para arriba…


Me dijo, todo angustiado “detrás de cada separación hay un tercero”…


Bar. Mediodía. Vermut. Uno de los vagos del barrio pregunta “Tu novia, cuando acaba, ¿qué hace? “Sonríe”. “Qué lindo”, dijo el otro…


Nunca supo si su amor fue correspondido…


Relataba la secuencia como sigue: seducción-conquista-pasión-amor. Agregaba que en cualquiera de los transcursos se puede mancar el pingo…


Era consciente de que había sido importante para algunas mujeres no pertenecientes a su núcleo familiar directo…


No sabía si la conquista progresaba o retrocedía…


Aunque había estado casado muchos años y se habían querido fuerte, no recordaba que le hubiera dicho desde adentro te amo…


En un diario de Buenos Aires leí un aviso que me resultó muy simpático. Empleo frecuentemente su enunciación. Se podía leer “Fulano, volvé, te perdonamos”…


Se buscaban los ojos…


Aunque en el entusiasmo inicial le había dicho “sin condiciones”, el día en que Ella le confesó “salí con mi ex marido”, le pegó en lo más hondo de los huevos…


…esa chica sabía perfectamente lo que quería. Cada mirada. Cada gesto y todo lo demás, lo había programado para condicionarte…[2]


¿Quién era Ella?…


Las cosas no estaban bien. Él se reunía con amigos en el bar y volvía a la madrugada. Ella regresó de mañana de una reunión con compañeros de oficina. Trajo un regalo que había ganado en un sorteo. “Nos tenemos que separar”…


“Yo también te extrañé”…


Estaban cenando en la casa de Ella. Él informó “pensamos casarnos”. Ella se enteró en ese momento. El padre preguntó “¿te parece que estás en condiciones de cuidarla? Él le contestó “es bastante grande como para cuidarse sola”. El viejo estuvo en cama una semana…


Si bien la relación era poco convencional a causa de la enorme diferencia de edad, Él nunca se hubiera podido imaginar que, recostados una tarde en la cama del departamento, Ella le diría “¿Por qué no nos suicidamos juntos?”…


Todo resultó más simple cuando se animó a sentir…


El amor requiere de simetría de ofrendas en algún plano. No obstante, es difícil encontrar casos en los que no se vea que el poder lo tiene el que menos ama…

Estaba como para perder la cabeza por ella, y yo la perdí…


Las chicas le preguntaron “¿Cómo sabés que estás viviendo una pasión?”, contestó “siento un dolor especial en el estómago y Ella me dice que le pasa lo mismo”…


 “No va a ser el último casamiento del año”…


Disfrutaba humillando a su marido en público (y en privado). Le imponía una supuesta superioridad intelectual porque tenía un título universitario. Él se sometía, haciendo caras sin protesta explícita, pero a costa de insistir con paciencia y tenacidad, conseguía lo que buscaba, en todo…


Vámonos juntos muy lejos a empezar de nuevo…


Había tantas cosas que no sabía…


Era un sol tibio de linda. La conoció en casa de un compañero de militancia cuando ella practicaba pasos de danza enfundada en el traje apropiado que, pegadísimo al cuerpo, la hacía más deseable. La invitó a salir y se apareció como una ilusión alcanzada. La llevó a su departamento, y, apelando a toda su cancha, se la ensartó. Como estaba metido le pidió a su hermana la marca de las pastillas anticonceptivas. Cuando las compraron juntos, Ella le dijo “no hacía falta, no pienso volver a acostarme con vos”. Él no se dio por rendido. No apretó el paso porque la quería. La dedicatoria del libro que le regaló para su cumpleaños decía: “desde… hacia…, con humildad”…


Lo miró a los ojos sonriendo a su vez. El se dio cuenta de que serían uno muchas veces…


Estaba decidido a terminar aunque estaba loco por Ella. Se encontraron en el Paseo La Plaza y Ella se vino con ese vestido de piel de tiburón color crudo que le quedaba tan bien. Con comprensible dificultad, porque no estaba seguro de lo que decía, le largó que no sabía bien porqué pero que sentía que no podían continuar. Ella le dijo, apenada, “que voy a hacer sin tu ternura”…


Ella y Él. Carcajadas compartidas de viejos camaradas, que lo eran…


La gorda, mi amiga, me dijo “¡entonces era una semi-virgen!”…


Ella lo pudo a Él, y Él la pudo a Ella…


Estábamos con un amigo canadiense en el Aroma de frente a La Biela tomando helados Freddo. Era invierno y nos ubicamos en las butacas que están pegadas a la ventana. Entra Ella, una mujer no tan joven, interesante, elegante y atractiva. Se veía que era de Alta Gama. Se sentó en una mesita próxima. Le sonó el celular. “Ni en pedo… podés volverte a Europa, a ver quién te mantiene… encima con una chiruza de cuarta…”. Seguía desnudándose en público a los gritos cuando nos fuimos…


Se notaba de lejos que los aquejaba concordancia cardiaca y sintonía espiritual. Por cómo se miraban…


Eran muy jovencitos (16 y 14). Llegaron a estar así de concretar. El padre de Ella, bicho, la mandó a Europa en el viaje de egresadas de su hermana. Él le escribía cartas con citas de “Arco de Triunfo” de Erich María Remarque casi a diario, a destinos prefijados por la agencia de viajes. Cuando Ella volvió, se encontraron en una fiesta y estaban tan conmovidos que no pudieron hablarse…


Casi sin darse cuenta se necesitaron cada vez más…


La camisa buena que Ella le regaló, ahora la usa para pintar las paredes del departamento…


Estaba entrando a “El Ateneo” de Florida. Ella salía. Comenzó por sus bien piernas tan bien formadas y fue subiendo la mirada hasta que la reconoció. Estaba espléndida. Esos años más le sentaban de maravilla. Le pareció que la situación le causaba gracia. Tartamudeando, le contó algo sobre su familia. Ella no paraba de reír, nerviosa. Fueron escasos minutos. Ella le deseó suerte y Él escuchó una vez más su nombre de sus labios…


Le dije “tenemos sensibilidades parecidas”. Pero hablábamos de cosas diferentes…


Vivía en un primer piso a la calle en esquina. Miraba por el ventanal y la vio acercarse por la vereda. Bajo cagando. Se saludaron y Él la invitó a tomar un café. Ella le preguntó como estaba. Él contestó que bien. Que desde que habían roto, dos años atrás, no había estado con ninguna mujer. Le pareció advertir un gesto de repulsión en ella…


Las personas son buenas o malas, más allá de cualquier otra consideración…


En general, prefiero quedarme con lo mejor del otro…


Le gustó una compañera de curso y le hizo un tiro. Ella comentó al pasar que estaba comprometida. No importa, se enamoró y se casó con la amiga, que asistía a la misma comisión…


Decir “te quiero” muchas veces es verdad…


Era la primera vez que se casaba. En la fiesta, se acercó su tío y le dijo “Ahora vas a saber lo que es coger por obligación”…


Todos somos vulnerables, en alguna medida, ante el halago…


Siempre una mujer puede ser peligrosa para un hombre. Ellas lo saben…


Parece una boludez, pero estoy convencido que el punto crucial es pasar del me gusta al quiero…


Allí estaba, con la sonrisa alelada, ojos de entrega profunda, labios laxos y receptivos…


Ella dijo con voz convencida y cortante “no te hagas ilusiones”. Él contestó “que lástima” con la mirada. Le quedaron tantas cosas por decir…


Por ese momento se fundieron en un mismo éxtasis…


No era mujer para un solo hombre. Leía hasta el amanecer para no pensar en Ella…


Estábamos en la cena de Noche Buena en casa de unos amigos. Exageramos un poco con el champagne. El anfitrión, totalmente picado, se ofreció a llevarnos, aunque su vivienda distaba unas escasas cuadras de la nuestra. Él, que le había propuesto a su mujer un festejo marital, le comentó en voz baja “no tiene importancia, si llega muy mal, lo metemos en la pieza de huéspedes y esperamos que se duerma, como con los chicos”…


“¿Entonces?”. “El Deseo y la Culpa mueven todo, dijo Freud”…


Varias veces estuvo en situación de muerte no provocada. Estaba con su novia de entonces en La Serena. Se habían escapado de Buenos Aires, Ella de su separación, Él, de la muerte de su esposa. Se metió mar adentro. Era bastante buen nadador, pero de estilo pecho, poco útil para esas aguas. En cierto momento la costa empezó a verse y a no verse. No sabía que el nombre del lugar era irónico. A unos cincuenta metros, un tipo pedía auxilio. Nadó hacia él. A escasa distancia, con saludable precaución porque no era salvavidas, le indicó por señas que iría por ayuda. Enfiló hacia la costa, apremiado. Mira para atrás y se le venía encima una ola del tamaño de un edificio. Por reflejo, se metió adentro. Pero lo agarró la cola y lo tiró para el fondo. Fue como estar en un lavarropas. Miró hacia la luz y, tragando agua al final, ascendió desde lo profundo. Salió y nadó desesperado, impulsándose hasta con los pelos. El que se ahogaba, a la mierda. Cuando llegó a la playa tenía la lengua de corbata. Ella le dijo que había visto todo y que llegó a preguntarse cómo llevaría el cadáver de regreso. Se sentó en la lona, se dejó caer hacia atrás y se quedó dormido. Estaba como si lo hubieran apaleado con mil palos. Los de la Gobernación Marítima, que vigilaban atentos el mar con prismáticos, habían mandado el helicóptero a sacar al que había abandonado. Otro día, almorzando en un restaurante de una caleta cercana, le pareció verlo en una mesa vecina. No supo si lo había reconocido o, si pensó que a Él se lo había tragado el mar…


Tenía una lengua devastadora, en todos los terrenos…


“Un hermoso día de verano, cuando las fragancias de las flores perfumaban, Jimmie Shannon encontró a Marie Jones (en la puerta del jardín de la casa) y quería decirle que la amaba… Cuando el otoño había adquirido ese color dorado y las flores estaban muertas, él todavía quería decirle que la amaba… Cuando llegó el invierno y las hojas ya se habían caído y la nieve había cubierto valles y colinas, él todavía quería decirle que la amaba… De todas formas, cuando la naturaleza cambió de nuevo, trayendo clima de primavera, con sus hermosos brotes y pimpollos, él todavía quería decirle que la amaba”[3]


Como suele decirse, teníamos piel…


Todavía recuerda la primera poesía que escribió. Tenía unos once años y estaba enamorado de la hermana menor de una compañera del San Isidro Labrador que estaba en tercero. Todos los días viajaban de regreso en el mismo colectivo y no podía dejar de mirarla. De grande, quizás influenciado por esa experiencia, pensaba que siempre las hermanas menores son más hermosas. Ese primer poema decía “North and South, East and West, nothing is everything when you are Next”[4]. Desde luego que nunca se la entregó…


Habían ido a un preestreno en un cine ubicado detrás de Alto Palermo. La película les gustó mucho. Como Él vivía más cerca, lo dejaron primero. Cuando bajaba, le dijo a Ella, por su nombre “te quiero” a modo de saludo. Ella le contestó “yo siempre te quise”. Los abuelos los habían llevado a ver El ratón Pérez y ambos tenían cuatro años…


Ella venía del exilio en Suecia. Tez mate y facciones dulcísimas. Pelo negro con rulos importantes. Se dormía en la clase recostando la cabeza entre los brazos. Cuando se le preguntaba, respondía que en Suecia estaba permitido. Al terminar el día de clases, a Ella la venía a buscar la empleada doméstica. Él las seguía a prudente distancia con su guardapolvo blanco y su mochila a cuestas hasta que llegaban a la casa. Estaban en séptimo grado de primaria y al cabo de unos meses se pusieron de novios…



[1]. María del Socorro Tellado López (1927-2009). Escritora española. Publicó unos 4.000 títulos. Se vendieron más de 400.000.000 de ejemplares de sus novelas y ha sido traducida a varios idiomas.

[2]. Hugo Pratt. “El aventurero del Caribe”. Totem Comics. Ed. New Comic. Madrid, 1990.

[3]. Letrero de la película muda “Las siete oportunidades” de Buster Keaton. Con Buster Keaton. 1925.

[4]. “Norte y Sur, Este y Oeste, nada es todo si tú estás cerca.”