



Proyecto de mural de Enrique Jorge Morales “Vistas de San Telmo” (2018),
acrílico sobre cartón. El mural se
debía plasmar en el garaje de un edificio a estrenar en San Telmo, en la pared
medianera y tendría 4 metros de alto por 16 de ancho.

Jorge Vibes nació en Buenos
Aires en 1945. Es licenciado en Sociología, jubilado como Profesor Adjunto
Regular en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto
Nacional de Estadística y Censos. Ha publicado individualmente o en
colaboración libros y artículos de carácter académico en Argentina y en Canadá
(en inglés y francés). Esta entrega continúa a su primera obra de ficción Unas obras inconclusas de acá,
disponible en el blog “Narrativa no convencional Jorge Vibes”.
Agradecimientos
A mi compañera y esposa Nancy. Primera lectora y
correctora de los originales. Fan entusiasta y crítica severa. Siempre
dispuesta a disimular mis depresiones y festejar mis ciclos maníacos.
A
Enrique Morales, que generosamente me regaló la imagen de tapa, que corresponde
a un proyecto de mural que, una vez concretado, cubrirá una pared con una
superficie de 4 metros de alto por 12 metros de ancho.
A Natalia, pareja de Enrique, que compartió conmigo y mi
esposa Nancy, largas veladas nocturnas en las que comentamos temas de arte,
filosofía, historia y vivencias de cada uno. Como finalizaban al alba,
convenimos en acortarlas para antes de la medianoche, porque las trasnochadas
llevaban muchas horas de cicatrización al día siguiente. A veces nos pasamos
algo para dar las últimas puntadas.
A mis maestros Juan Carlos Portantiero, Torcuato Di Tella
(h), Néstor Lavergne (asesor del Ché cuando fue Ministro de Industrias) y
Miguel Murmis (uno de los traductores de El
Capital en la edición de S. XXI). Acompañé durante 30 años a TDT, como
profesor adjunto de Sociología en el CBC de la UBA y llegué a respetarlo en lo
académico y estimarlo en el plano afectivo.
A les homeless con quienes converso en las “Callecitas de Buenos Aires” y
a los hombres y mujeres de a pie que entretengo en las colas del supermercado,
los almacenes y kioscos, cuando espero pacientemente.
A los/las venezolanos/as que importuné en diversas colas,
a los/las bolivianos/as que entrevisté mientras compraba verdura y frutas, a
las putas que paré en la calle y a algunos amigos que ponderan lo que escribo.
Finalmente, al COVID-19, pues me da la excusa para
cometer estos desvaríos.
PREFACIO
En realidad, el conjunto
de relatos que aquí presento es una mezcla de proyectos inconclusos comenzados
en 2013, 2015, 2017 y unos pocos que añadí ahora. Es decir que llevo tres años
tecleando e imprimiendo hojas. Al comienzo redacté unos treinta que pensaba
subir a mi blog bajo el título Anti-mamushka,
que aludía a los políticos argentinos de entonces a través de la metáfora de
las muñequitas rusas en las que se agrupan varias dentro de la mayor. Sostengo
que los cuadros políticos hacen esa jugarreta: declaman cierto discurso, pero
nadie sabe qué esconden detrás. Como se sabe, estos
adornos rusos consisten en muñecas de distinto tamaño que contienen otras más
pequeñas. Las más simples subsumen tres, pero en París tuve oportunidad de
contemplar un juego de alrededor de ochocientas piezas. Las abuelas son (por lo
general) viejas, tiernas, astutas y sabias; atributos femeninos por excelencia.
Garantía de la supervivencia y reproducción de la especie humana. Como la
política. El arte de la política participa —mal que les pese a los neoliberales
de antigua y nueva estirpe— de esas características, sea ejercido por varones,
mujeres o gays. El discurso político
viene en capas como la cebolla y con formas iguales con decorados que pueden,
incluso, ser distintos. Como las muñecas rusas citadas. Dice algo, pero detrás
de ese algo hay otra cosa y detrás de esa última hay otra que puede diferir en
significación y contenido. En política pasan cosas. ¡Si lo sabremos!
EL PUENTE DE LA MUJER
El Puente de la mujer comunica la
avenida Huergo con el lujoso barrio de Puerto Madero (u$s 8.000 por m2) en el
Buenos Aires de las proximidades del Museo Fortabat. Se erige sobre el canal
donde está la marina del Yatch Club Buenos Aires. En su altura máxima debe
tener 9 metros sobre el nivel del agua. Es blanco y curvado en elipse como las
formas femeninas y seguramente participó como estructura testigo en muchas
historias como la que relataré.
Nuestro amigo Enrique contó la anécdota
en una de esas cenas que compartimos en nuestro departamento. Manjares
cocinados por mi jermu, empanadas delivery, pizzas o fideos, todo sirve, es
excusa. Por lo general opinamos por turno o al azar hasta la madrugada y en
ellas nosotros, él y su pareja (Natalia) repasamos plástica, literatura, cine,
música y diabluras de juventud de cada uno. Yo repasé mi aventura con la linda
de voz de pito; mi compañera algo sobre su noviazgo adolescente con el
flaco Spinetta y Natalia sus escapadas al sótano del colegio
con un tetrabrik para soportar el 5to. año de secundaria. Mi "rubia
Mireya" ("la blonda" según Natalia) lleva a cuestas 62
cumpleaños, yo estoy próximo a los 74, Enrique 49 y su amor 36. Un proxi de 4
generaciones argentas con similitudes y diferencias. Parecidos: beberse la vida
de un trago y bancarse la resaca; disimilitudes: años encima, con sus ventajas
y careceres. Solemos referirnos a ellos como "los ahijados".
Promediando la velada, en una ronda sobre pasos pasados, Enrique sube al
escenario por pedido de su mujer. Motivo: el Puente de la Mujer. Golpea el
atril con la batuta y comienza el concierto de música de cámara. Se
remonta a tiempos de su separación con la madre de su hijo (22). A medida que
se interna en ese laberinto sus emociones cobran fuerza. Comienza pausado y casi
en voz baja (como para sí) y, de a poco, se traslada al confesionario de los
dueños de casa. La acción se desarrolla en el Baires de fines del siglo pasado.
Estaba estrenando soledad y la otra le impedía ver al hijo. Sin laburo, se
acurrucó en la casona antigua que oficiaba hasta entonces de estudio.
Habitaciones diseñadas para la oligarquía argentina cuando poblaba San Telmo y
Monserrat con sus multitudes de sirvientes. Techos vidriados para tener toda la
luz natural posible. Se atrincheró en el salón principal. Horno en verano y
heladera en invierno. Acompañado por toda su producción previa (dibujos,
cuadros con o sin bastidor, proyectos de esculturas, materiales a medio gastar,
etc.). Estaba tan depre que carecía hasta de radio. El único artefacto moderno
en ese ambiente era la computadora. Por entonces curtía Facebook. De la cama a
la mesa y de la mesa a la cama, con las imprescindibles visitas al almacén para
munirse de provisiones. El chanchito con los ahorros adelgazaba día a día. Por
entonces recurría a la birra o los alcoholes destilados baratos, según cupiera.
Casi sin darse cuenta, se llenó de amiga/os virtuales y pasaba sus vigilias
chateando porque la musa inspiración también lo había abandonado. Su ojo
entrenado y selectivo se posó en la foto de perfil de una niña de su edad. Por
los datos averiguó que era patinadora sobre hielo, que estaba también recién
separada y tenía dos hijas. Ocho meses meta y meta chatear. Él presintiendo una
nueva y naciente pasión. Ella, avanzando a marcha lenta con armamento de combate
y mochila al lomo. Él, pensando que se estaba enamorando (virtualmente) cuando
(como comprobó posteriormente) en realidad estaba enamorado del amor por
sensación de vacío coronario.
A medida que ascendía en el relato sus
ojos adquirían ese brillo característico que otorgan la auto compasión y la
ironía bien maceradas. Se posó en algunos detalles de los varios chats diarios.
Cerca del medio año, ella apuró la marcha, él le hizo un pase de tauromaquia
porque no se sentía en condiciones de salir al ruedo. La patinadora se deslizó
por la pista suave y armoniosamente al compás de Strauss. Enrique se alimentaba
de sueños. En el circulito de Facebook había una muñequita proporcionada y
grácil que lo llamaba y él aún sin resto suficiente para encarar el desafío.
Transcurrían los tiempos y se iban conociendo (virtualmente). Él recurría a su
arte y ella a sus pesares. Espíritus afines prestos a fundirse en besos reales
en cualquier momento. "¿Cuando?". Cuando pinte. Yo te aviso. La
danzarina realiza un nuevo yiro más cerrado y con piruetas más vistosas. Al
parecer, la dama le daba al tinto. Tres veces se durmió con el dedo en el
teclado y el chat finalizó con un "aaaaaaaaaaa o un
oooooooooooooooo". A otra cosa mariposa. Al día siguiente todo bien y la
película continúa. Por razones de síntesis, Enrique se exime de aburrir con
detallismos que no agregan nada. La Dama de las Camelias insistiendo en el cara
a cara. Camelot contestando los golpes como puede. "Se mancó el caballo,
el escudo está en arreglo, mi escudero es un boludo y no tengo un mango".
Una promesa de pañuelo de seda para él en brazo derecho lo anima. La lucha
interior del caballero consiste en plantearse la eterna pregunta "¿Hago de
tripas corazón y la encaro o me borro y la pierdo para siempre?". Gana la
soledad y acepta. Sabe que no está en las mejores condiciones para el lance.
Que la montura está raída y la lanza empatillada con trapos. Pero saca corazón
valiente y confirma la cita. Se abrió a una amiga que, con su mejor voluntad lo
llevó a su casa, le lavó la camisa (no cesaba de salir roña), llamó a novio
para que le pasara la afeitadora eléctrica y le rasurara el mate. La Peluquería
de Don Mateo. La maldita maquinita se trababa y dejaba manchones en
la (semi) pelada. "¿Voy con un gorro?". "Má sí. Estoy
jugado." No durmió en toda la noche. ¿Adrenalina por efecto del miedo?.
¿Ansiedad por las horas restantes? Taquicardia y pastillas. Nada. Amaneció
frente a una piltrafa en el espejo. "¡Ur dió, dijo Gardel, que
facha!" La Hora señalada era las ocho de la tardecita en el Puente de la
Mujer. Justo en el medio. En el zenit de los enamorados que van al encuentro en
cámara lenta.
A esta altura del relato, Enrique se
incorporó de la silla y continuó con mímica. Los tres restantes nos cagábamos
de risa. Yo casi me meo. Natalia, que conocía el hecho, carcajeaba como si
fuera primera audición. El poseído siguió meta y ponga. Fusta bajo el brazo
decidido a cruzar el disco.
A las siete y cuarto emprendió la
marcha. Tenía que ir en subte. Estaba tan nervioso que se bajó antes y tuvo que
caminar un montón. Llegó ocho y pico sin saber si prefería que se hubiera
largado o lo estuviera esperando. La imagen de la diosa le machacaba cerebro y
retina. Caminaba rápido con la solapa del saco levantada porque la brisa del río
estaba fresca. Ascendió desde el Oeste, tarde como Patton en
Berlín. Los soviéticos ya estaban enarbolando la bandera del Ejército Rojo en
lo alto del Reichstag. "¡Enrique!". "¡Me
esperó!". Ella estaba tan fascinada por la foto que figuraba en Facebook
(de otra época más propicia) que había propuesto que se besaran al momento de
juntarse para que pareciera que estaban en dupla hace rato. Ambos se olvidaron
del asunto. Él la junó de arriba abajo. Ella hizo lo propio. Enrique no es
precisamente un jugador de básquet (circa 1.70 m.), pero la bella no superaba
1.50 m. (con tacos). La decepción mutua se notó. Mucho. Ella no podía creer que
lo que Enrique le contaba por chat era cierto. Él recordó las leyes de la
perspectiva. "Es verdad que es un seco. Casi un homeless". "Es
una enana. Proporcionada. Una muñequita para mesa de luz. Noches con los
ratones al palo y encuentro esto". "Tengo que hacer un buen papel
porque las chicas están mirando y se ríen". "¿Vamos a tomar un café?"
"Yo no tengo una moneda y los bares acá son muy caros". En el Havanna
(ella dispuesta a garpar) se sentaron de frente. Él trató de captarle la mano.
Ella, presta, la retiró. Tenía los ojos llenos de lágrimas. El galán
preguntó "¿Qué te pasó?" "Hoy es el aniversario de mi
casamiento". "¿Justo elegís el día de tu ruptura para encontrarte
conmigo?" Ella prefirió no contestar como pensando "mala
mía". Estuvieron como una hora cambiando penas. Él en protector
y ella en víctima de un error pasado. Vino el mozo y cancelaron la dolorosa. En
la calle, como para estirar el adiós, ella propuso: "Caminemos. ¿Para
dónde vas?". "Al subte". "Te acompaño". Caminaron
hablando del clima y las constelaciones. En calma. Como dos extraños que eran.
Crónica de un final anunciado. En la puerta del subte se abrazaron. Como para
pedirse perdón por el malentendido.
UNA NOCHE DE 2016
El 27 de noviembre de 2016 a la una de la madrugada,
Lucía estaba durmiendo a pata ancha en el dormitorio matrimonial. José Antonio
estaba mirando Lila-Lila en el canal Europa- Europa para despejarse de las
horas de escritura. La habitación de la pareja está situada al final de un
pasillo que tiene, a sus lados, el baño principal y una segunda habitación que
se usaba como escritorio-estudio de Lucía, y al final un baño de visitas.
Allí había una cama de una plaza en la que dormía el sociólogo cuando Micaela
se quedaba a dormir de chica, la PC de escritorio, algunas repisas y el
placar. José Antonio trabajaba en su Laptop o en su netbook en el
comedor o en la biblioteca. La puerta que comunica el living-comedor con los
baños y el dormitorio estaba cerrada para que el sonido de la tele no
despertara a Lucía.
En lo mejor de la película, el timbre de la casa sonó
largo y entrecortado durante muchos segundos. José Antonio se
preguntó quién podía joder a esas horas de la noche. Había escuchado ruidos en
el palier, pero los había adjudicado a alguna fiesta de las que solían ofrecer
sus vecinos de piso Santiago y María de las Mercedes. Levantó la mirilla y vio
parte de la cara de su vecina, en la que destacaban los ojos saltones. La
señora decía cosas que José Antonio no entendía a causa de la
tele. Como la puerta estaba cerrada con llave, dijo:”Esperá que ya abro.”
Cuando lo hizo, MdM, presa de un ataque de nervios, le
dijo: “Santiago está atrapado en el ascensor y yo no sé qué hacer.” ”Calmate,
contame dónde está.” ”Acá, entre planta baja y primer piso. Santiago, ¿estás
bien?” ”Sí.” Contestó el atrapado sin salida. “Pasa que sufre de claustrofobia
y yo tengo miedo de que le pase algo.” La escena se completaba con la hija del
matrimonio y una amiga que la había ido a visitar. El que hasta entonces miraba
plácidamente una película le dijo: “Calmate, hay que mantener la calma.
Santiago, ¿estás bien?” ”Sí, pero no sé qué hacer.” ”Bueno, mirá, en el costado
superior derecho de la puerta del piso hay un aparatito que traba y destraba el
coche. Abrí la puerta interior y tratá de empujar la traba para que se abra la
puerta del piso.” ”No alcanzo porque estoy en una posición muy incómoda. Yo voy
a romper la puerta.” La puerta se estremeció por el golpe. Pasaron unos minutos
y el enjaulado se ponía cada vez más loco. Volvió a pegarle a la puerta con
furia. José Antonio pensó: “Este pelotudo va a destrozar la puerta y,
como es un accidente, el arreglo lo va a tener que pagar el consorcio.”
Mercedes se movía nerviosa, tocaba su smartphone y
preguntaba a su vecino:”¿A quién llamo? y a su esposo: “Santiago, ¿estás bien?”
”Sí.” Y el claustrofóbico entró a patear la puerta de madera. Sin éxito, porque
es, como corresponde a un edificio de los años ‘50, de una pulgada de grosor.
Sin embargo, el entusiasmo de Santiago logró hacer saltar al marco de bronce de
la abertura. “Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” Volvió a preguntar a Joaco: “¿A
quién llamo?” ”No sé, llamá a la policía o a los bomberos.” La amiga de la hija
dijo: “Llamá al 147.” La hija miraba todo entre divertida y preocupada.
A José Antonio se le ocurrió ir a buscar una linterna y algo para
tratar de llegar a la traba por el agujero que quedó en la puerta gracias al
patadón de Santiago. Fue al escritorio y buscó la linterna grande. De paso,
sacó el metro de modista que Lucía tenía para medir bastidores y costuras.
Salió al palier y preguntó: ““Santiago, ¿estás bien?” ”Sí.” ”Voy a tratar de
llegar a la traba con una madera.” ”Dale.” Metió el metro por el hueco pero no
pudo hacer nada. No llega.” Marimerce dijo al solidario vecino: “No contestan,
llamá vos.” Él entró al departamento, tomó el teléfono fijo y marcó. En el
momento en que sonaba el 147 para Joaco, atendieron a la esposa del damnificado
en el suyo. “¿Policía? Es una emergencia. Mi marido quedó encerrado en el
ascensor.”...”Bartolomé Mitre tal, número tal. Los espero.”
Cuando llegó la policía, uno de los agentes (cabo para
más datos) subió por la escalera y pidió la linterna a José Antonio.
Alumbró por el hueco, y sacó del cinturón una linternita led, que metió por el
espacio de recorrido del coche. Joaco se preguntó: “para qué mierda me pidió mi
linterna si tenía la suya... En fin.” El uniformado informó: “No puedo hacer
nada. Hay que llamar a Bomberos.” En eso, la puerta del depto. de José
Antonio se cerró con las llaves dentro. Ante la eventualidad, tocó
timbre varias veces para que Lucía le abriera. Nada. Golpeó su puerta. Igual
resultado. Pidió a María de las Mercedes que llamara a su teléfono fijo para
despertar a su mujer. “Salta el contestador automático.” ”Bueno, no importa. Ya
sé qué hacer. Pero tengo que apurarme porque estaba mirando una película que
está muy buena.”
Bajaron todos al hall de entrada. La hija, su amiga y
Santiago -más calmo porque el socorro estaba presente- se reían. Juan, el
encargado, apareció preguntando qué pasaba. Le contaron. Apretó con fuerza la
puerta de planta baja del ascensor. Se prendió la lucecita roja del indicador y
el coche bajó a su nivel. Santiago salió con los brazos en alto y todos
aplaudieron.
José Antonio dijo a Merce que le permitiera entrar a
su casa para pasar a su departamento por el balcón. Juan le propuso al
escritor: “Si quiere, pongo una escalera en mi patio y entro a su departamento
por la ventana de la cocina.” ”Gracias, tengo una solución más simple: Me mando
desde tu balcón al mío, sin problemas.” “Te vas a matar.” acotó la
consorte del sobreviviente. ”No puedo, te vas a matar.” ”Oficial, digalé
que lo hago bajo mi responsabilidad y que usted es testigo.” “Te vas a
matar.” acotó la consorte del sobreviviente. le dijo “Oficial” sabiendo
que era cabo porque gustaba de hacer bromas maliciosas para sí (supone que lo
heredó de Juan Ramón, su padre, que en su ambiente era muy popular por lo
jocoso). El de negro miraba sin articular palabra. Finalmente, la aliviada
vecina accedió a permitir el ingreso de “Te vas a matar.” acotó la
consorte del sobreviviente. “¡Te vas a matar!” “Te vas a matar.” José
Antonio no le hizo caso y salió al balcón de sus vecinos. Una vez allí, el
sociólogo trepó por sobre la pequeña mampara curva que separaba los balcones,
pasó al suyo y empujó la puerta. Dicha abertura estaba levemente entornada para
permitir la ventilación del humo de los cigarrillos que fumaba cuando escribía
o miraba televisión. Afuera sonaba la sirena de los bomberos que acudían a
sacar a Santiago de su aprieto. Una vez arribada la Task Force (fuerza
de ataque) Mercedes firmó las planillas de los dos equipos (policía y bomberos)
sin cargo.
José
Antonio fue al dormitorio para despertar a Lucía y contarle la aventura.
La llamó en voz baja y ella se incorporó pronta en la cama. Él comenzó a contar
el grotesco sainete. “Yo estoy despierta. No escuché el timbre ni los golpes ni
el teléfono porque la tele estaba encendida y pensé que eran ruidos de la
película.” Afortunadamente, el film no había concluido y el cinéfilo pudo
reconstruir la trama de lo que no pudo ver por la desgracia sufrida por sus
vecinos. La peligrosa misión había concluido y las dos comedias terminaron
en Happy End.
HOMENAJE AL ASCENSOR DE MI CASA
Acá en Buenos Aires lo llamamos
ascensor. Lo correcto sería llamarlo ascensordescensor porque se pasa la vida
yendo de planta baja al piso octavo y viceversa con paradas intermedias.
Me conoce desde hace 37 años y siempre le tuve cierta consideración no exenta
de prurito porque evita que gastemos fuerzas pero atenta (en cierta medida) con
la tonicidad muscular. Si hablara, me contaría de su aburrida existencia.
Siempre igual. Miles y miles de vueltas en línea recta. Aburrido. Salvo en
minoritarias ocasiones que en algunos casos sospecho rebeldías. Cuando está
podrido se descompone. Se desarregla. Recuerdo varias. Una puerta no trabó, la
vecina la, el caniche ansioso por mear se mandó...y el coche estaba en un piso
de arriba. El animalito de dios se estampó contra el subsuelo. Otra vez mi
vecino quedó atrapado entre el primer piso y la planta principal.
Claustrofobia. Policía. Bomberos. Al infeliz le faltaba llorar. ¡Hombre grande!
Debió pensar que allí finalizaba su aventurera vida. Abogado no de los
brillantes. Abogaba en secreto por salvar el pellejo. Frente al banquillo
presidido por el ascensordescensor. Héroe de paja pura paja. Formal y vano.
Boga del común.
No todas son pálidas. Protagonista
obligado de noviazgos, esponsales (con o sin papeles), nacimientos, jardines de
infantes, primarias, secundarias e universidad de los hijos de los vecinos.
Divorcios y piantes masculinos y femeninos. Elecciones de género, etc. Nunca
taxi. Putas y proxenetas abstenerse.
El susodicho prodigio mecánico recorre
su mortal camino con espejo y todo donde las damas observan su estado de
conservación. Las jovencitas nunca conformes con su esplendor y las mayores
calculando kilogramos y pliegues de la piel. Los machos no le damos bola a los
espejos. Solamente al hacernos la barba y apretar algún granito. Las ninfas
están más pendientes por razones obvias: afeites, pelitos del bigote, resultado
de las cremas y largo del cabello. Supervivencia de la tintura y blancura de
los dientes. Para los machos es pérdida de tiempo. Navaja, buche y alguna que
otra duchita justificada por el calor.
Aparte del espejo, verde inglés en las
paredes con puerta interior tijera. El consorcio no aprobó cumplir con la
normativa que imponía plegadizas (mordida de algún intendente. Como los
incineradores, las compactadoras, etc.) con la excusa de la seguridad. Con los
años, ese mandato municipal prescribió. Creo que puede ser. En Baires (y Argentina)
las ordenanzas municipales cambian con las administraciones y los porteños
sabemos esperar. Y zafar. Lechuzas cascoteadas por bonos Empréstito Patriótico
9 de Julio de don Álvaro Alsogaray, devaluaciones; quitas de ceros en el papel
moneda nacional; cuasi monedas; mega devaluaciones; convertibilidades; próceres
como en todas partes del mundo reemplazados por animalitos autóctonos en
mostración de progresismo ecológico Cambiemos. Macri lo hizo. Hizo y hace
tantas cagadas que no vale la pena gastar tinta.
Prefiero volver al ascensordescensor de
marras. Como habito en primer piso, no peno tanto como mis colegas de pisos
superiores. Altura directamente proporcional a sufrimiento. A propósito. En la
cuestión de los eventos extraordinarios, olvidé una. A cierta altura, vivía una
viejecita con su hija solterona y pía. En el otro derpa una sobrina. ¿A o B? No
recuerdo. La cuestión es que en el otro (B o A) la que se quedó para vestir
santos cuidaba a su señora madre puntillosamente. Pero pese al esmero, la vieja
se descompensaba vuelta a vuelta. Estaba pidiendo pista, decimos aquí. Se
descompensó otra vez. Lo que resultó finalmente su última parada antes de
partir. Detalles: llamado a emergencia; médico con ambulancia; el tordo
atrapado en el ascensordescensor en algún piso inferior. Timbre y meta timbre.
Nada. Los enfermeros ad hoc se negaron -justificadamente- a cargar a pulso
tantos escalones. Drama y discusión familiar. ¡Se fue como un pajarito!
El ascensordescensor diría "¿A mí
porqué me miran? Un fiambre más. Transporté tantos. Y bajaré muchos más (si la
mecánica lo permite)". Las puertas exteriores son de cedro de 1 pulgada.
Casi todas están pintadas al látex al tono con los palieres. La excepción está
en el segundo piso, donde llevaron la madera a aspecto orginal y quedan muy
bien. Mi vecina y amiga compró el inmueble así y le gustó. Unió los dos
semipisos y cuenta con casi 200 m2. El edificio se construyó hacia fines de la
II Guerra Mundial y está impecable. Pocos dueños que respiran en la nuca de los
sucesivos administradores (plaga urbana que debe ser controlada sin piedad). El
ascensordescensor está orgulloso. A diferencia de los encargados, está fijo y
no puede cotorrear con los de edificios linderos. Puede que lo lamente, puede
que no. Motor, tablero, botonera, también. Pero los años no vienen solos y, por
lo general se detiene a desnivel. Nada serio. Excepto cuando los vecinos
regresan del supermercado con el chango cargado y deben levantarlo a músculo
para que se deslice por las baldosas.
Pienso que lo hace adrede porque mis
vecinos de piso cierran la puerta de un golpazo y el pobre se las factura.
Nosotros la ligamos sin comerla ni beberla. Qué le vamos a hacer. Paciencia y
sepamos disimular el estado nervioso de mis compañeros de piso. Si hay algo que
debe agradecer mi ascensor-descensor a las costumbres argentinas es que desde
hace años es políticamente incorrecto fumar en el coche de transportar
consorcistas y visitantes. Los fumadores debemos esperar a salir a la calle
para despuntar el vicio. Es cierto que estas máquinas no tienen afecciones
respiratorias, pero la vecina del cuarto cuenta con una hermosa autoinmune y se
encarga de censurar a los adictos a la nicotina cual canario en las
profundidades de las minas en los comienzos de la primera Revolución
Industrial. El ascensor-descensor es imparcial. Cuando escucha altercados
(entre propietarios, administradores y encargados, gente de gremios de
mantenimiento y/o dueños y administradores, ni mu. No me atrevo a decir que
somos íntimos, pero con los años llegué a apreciarlo mucho más que a ciertos
consorcistas. Grieta. Finalmente, hace lo que puede teniendo en cuenta que es
usado por seres humanos.
VEJECES
En 2012, José -segundo esposo de Hilda
- fue internado en el Sanatorio Lavalle a raíz de un cáncer de próstata
descubierto tardíamente. Ya orinaba sangre y los dolores le eran insoportables.
Hilda, su hija y el marido, se turnaban para cuidarlo por las noches. Tenía
cama en una habitación doble donde rotaban distintos compañeros de desdicha conforme
superaran el trance o volaran hacia la otra vida. Cada lecho tenía una silla
para el acompañante, pero se permitía otra visita si ésta se mantenía de pie.
Como José pasó dos meses internado, fueron conociendo varias familias que
atravesaban penurias parecidas a las de ellos.
Durante el primer de estadía de José en
el sanatorio, los médicos no se ponían de acuerdo en torno a el si zafaría o no
porque el cáncer de próstata era terminal. Acordaban eso sí, en que no podría
volver a vivir en su departamento debido a los cuidados médicos requeridos. Su
nuera y el marido se pusieron en campaña para encontrarle un geriátrico
accesible.
Los tres chiflados (madre, hija y
yerno), se pusieron en campaña para encontrar un asilo de ancianos. La Task
Force (Misión o fuerza de ataque) no era sencilla pues debían
combinar una serie de variables: cercanía al domicilio del matrimonio; costo
mensual; inspección al establecimiento; si las autoridades y las enfermeras
eran amables; cuan enfermos están los potenciales vecinos de la nona; caerse
a la hora de alguna de las comidas; qué medicamentos cubrían; si los
suministraban a las horas prescriptas; qué hacer con el departamento de la
víctima y, last but not least (por último pero insuficiente),
el consentimiento de la principal involucrada.
Al yerno, el escenario le trajo a la
memoria el sketch de Alberto Sordi en la película “Los
monstruos”, donde el “sabandija” lleva a la vieja a un geriátrico con la excusa
de que visitarían a unos amigos que vivían en una mansión. El dueño del asilo,
con amplia experiencia en la materia, y confabulado con el falsario, la recibió
amablemente. La tomó de la mano y amagó a meterla dentro. La pobre inocente
saludó al hijo con la mano, y el crápula devolvió el saludo con una sonrisa de
misión cumplida. Se apuró a entrar a su auto y, por la ventanilla, le
gritó: “Come una regina” (como una reina).
Los tres chiflados (la futura viuda por
segunda vez, su hija y el yerno) se turnaban para acompañar al moribundo. El
yerno no acudía muy seguido porque no era ni de sangre ni por afecto, y la
mochila recaía principalmente en las dos chifladas restantes. Cierta noche, la
hija adoptiva de José estaba velando su sueño. El abombado por la morfina se
despierta, la saluda y le pregunta si el marido seguía trabajando en Tribunales
central (en verdad trabajaba en el Ministerio de Economía) pero el ex policía
raso se confundía. La hija le contestó que no. “¿Porqué?” “Porque mató a un
juez” “¡Qué bravo ese muchacho!”. Los acompañantes del sufriente de la cama de al
lado, dejaron de dirigirle la palabra a la hija y se lo contaron a otros
familiares.
Finalmente, José se les fue como un
pajarito la madrugada que nevó en Buenos Aires. Los tres chiflados dejaron al
fiambre en el sanatorio, total no se iba a escapar y partieron a la funeraria
para finalizar la tortura. El Renault 19 full modelo 1994 ya no era tan full
porque la calefacción no funcaba y se cagaron de frío. No pudieron gozar de la
nevada, que cayó horas antes y debieron conformarse con un agua nieve. La cochería
que cubría la Policía Federal estaba en Flores. Aparcaron el carro a una cuadra
escasa del lugar, cruzaron una barrera y los recibió el funebrero sereno. El
portero nocturno comprobó que la papelería estuviera en orden. Les preguntó si
querían palmas o coronas. “Niet” (no en ruso). Sin darse por
vencido, pasó a mostrarles los ataúdes que tenía en un salón contiguo. El que
costeaba la Federal era de pino argentino. Una nueva negación lo desalentó pero
sacó otro as de la manga: el cementerio. “En la Chacarita ya no hay lugar, pero
si ponen unos pesitos les consigo un Campo Santo más económico. Eso sí, queda
bastante lejos y se les va a complicar ir a visitarlo”. Otro “Niet” y
colgó la toalla.”
Los tres chiflados se fueron pensando
que el funebrero metería al cadáver en una bolsa de plástico para quedarse con
la biyuya del jonca y el cementerio. Pensaron que, en el mejor de los casos, lo
mandaría a una fosa común, y en el peor, lo cremaría en el patio trasero.
PARÍS BALVANERA
Monique es una sexagenaria francesa de
París de pura cepa. Javier es un argento porteño que comenzaba a transitar la
séptima década de su vida y habita con su consorte un departamento situado a
dos cuadras del Congreso de la Nación. Se conocieron allá por 2017 en Bartolomé
Mitre y Río Bamba porque ambos querían asistir a una multitudinaria marcha
contra las políticas represivas de Macri.
La del país de Asterix conversaba con
un poli en su castellano ininteligible y el quía capitalino se acercó a ver si
podía darle una mano. En ese lugar había un cerco de metal que impedía pasar y
la franchuta alegaba que tenía que encontrarse con unos amigos en la
manifestación. Javier domina el inglés y se defiende con el idioma de Voltaire.
Se presenta y le dice a ella que podía oficiar de traductor. Al trasmitir el
mensaje al uniformado recibe por contestación que tienen que caminar hasta la
avenida Independencia por Ayacucho y tratar de meterse por alguna de las calles
que cruzan Avenida de Mayo. Veinte cuadritas fácil, a patacón por cuadra.
La –según ella- colega de Simone de Beauvoir,
pues era egresada como licenciada en filosofía en la Sorbona. Y por tanto prima
de profesión de Javier, que es Sociólogo, lo invitó a tomar un café. Como todo
estaba cerrado, él la llevó a su departamento, sito a dos cuadras de Congreso
de la Nación. Una vez sentados a la mesa, la dueña de casa preguntó: “¿Té o
café?” “Té, pog favog”. Estaban sentados, ella a derecha del sociólogo y
su jermu a la izquierda. La recién llegada peló pasaporte francés sin que se lo
pidieran y dijo (en inglés) que su ex marido estaba preso en Ezeiza junto con
sus hijos porque viajaron para ayudarla en su misión. Que era la de organizar
la visita del Papa Francisco a Buenos Aires. La pareja se miró y preguntaron,
casi al unísono, que Francisco no vendría a Argentina mientras Mauricio Macri
gobernara. “Por supuesto que lo oculta y me manda a mí, que soy del Servicio
Secreto del Vaticano, a organizar todo”. Comentó que se alojaba en un Hostel
cerca del Congreso pero que debía cambiar a menudo de vivienda (como buena
espía). El matrimonio sospechó que se estaba tirando el lance para que la
invitaran a quedarse en el departamento. Le hicieron ¡Holé! y acusó recibo.
Siguieron charlando en francés/inglés/castellano de las manifestaciones que se
producían casi a diario en la zona y llegada la despedida, Monique sacó
de su bolso-cartera tipo banana con motivos peruanos bien progre, un rubí (de
plástico) de unos 4 cm. de diámetro, que -según sus palabras- fabricaba su
hijo. Dijo que se los regalaba porque habían sido muy gentiles con ella.
Al día siguiente comenzó la tortura
telefónica para Javier. La francesa lo llamó al celular para contarle que la
habían rajado del Hostel por falta de pago y que necesitaba plata y la
dirección de otro albergue. El sociólogo le dio un negativo y la saludó
cortésmente. La molestia se repitió por la mañana posterior. Javier tenía que
asistir a una conferencia de un profesor chino de la Universidad de Beijing a la que lo invitó
Fortunato Mallimaci porque en la facu había militado con los maoístas. La
charla se efectuaba en el CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Técnica) donde
Fortunato es Investigador Senior. Antes de salir llamó a la viuda de Eduardo
Duhalde (el bueno) para pedirle el tubo del SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia)
que preside el premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel y algún otro lugar al que
pudiera dirigirse Monique. Llegó al CONICET y
comprobó que el pekinés estaba realizando una investigación sobre el maoísmo en
América Latina. Para su sorpresa, escuchó que en la República Popular China hay
una provincia que mantiene las costumbres de la época de la Revolución
Cultural. Entre los concurrentes había ex montos, en erpios (ERP), un sacerdote
del Tercer Mundo, un integrante del Movimiento Evita, dos maoístas y varios
cursantes, en total unas 20 personas. El profesor chino aclaró que no es
miembro de PCCH (Partido Comunista Chino) y en la ronda de intervenciones del
público saltó que durante la dictadura genocida de Argentina había una sucursal
de la editorial Lenguas Extranjeras desde la que enviaban el material a Buenos
Aires. Javier aprovechó la ocasión para pedir a Fortunato el teléfono del
SERPAJ aunque ya lo tenía y consiguió el particular de Pérez Esquivel. Ya en
casa, se lo pasó a Monique, quien le dijo que su ex y
sus hijos estaban detenidos en una comisaría de Ezeiza y temía que los fueran a
torturar.
Por la noche, la francesa volvió a
llamar. En ese momento llovía a cántaros y le contó que podía ir a dormir a la
Ciudad Universitaria (media hora en colectivo). Javier le aconsejó que buscara
algún policía de la Policía Federal porque esa fuerza tenía alberges. El
sociólogo sabía que cuando lo hiciera, el cana la llevaría a la comisaría, se
comunicarían con la embajada francesa y la repatriarían como demente.
ROMANCE DEL MARIO Y LA PETI
Peti y Mario se conocían desde siempre.
De cuando ella trabajaba como mucama en el Hotel X, donde llegó a jubilarse
como gobernanta y él atendía el kiosco de diarios de la vereda que heredó del
padre. La venerable anciana nació y fue criada en Berabevú (Santa Fe) y Mario
era porteño de ley.
Ella tiene 80 añitos y él 70. Viuda de
un ex Policía Federal (agente raso), implante de hombro derecho, caderas
podridas y con parches de morfina prescriptos por un médico
especializado en el tratamiento del dolor de la Obra Social de Gastronómicos.
Vive sola en un departamentito propio de dos ambientes en Villa Crespo. A él,
por su parte, le falta el “comedor” de abajo completo y nunca se lo quiso
reparar. Adicionalmente, habita una casa confortable con una hermana –soltera
también- y pese a estar enamorado de Peti por décadas, no se plantea formalizar
la relación ante Registro Civil. Noviazgo con cama afuera. Tudo bem (todo
bien). El muchacho tiene sus manías. Por ejemplo, no usa teléfono –o no se lo
dio a su novia- porque dice que está cansado de que se lo roben.
Ella sigue siendo una mujer ocurrente y
zarpada pese a sus oxidados huesos. Además de una mejor amiga nonagenaria, se
reúne con chicas de entre 40 y 50, probablemente por lo divertidas que son las
historias de sexo que relata y también porque les puede dar consejos en ese
terreno. Mario es un pertinaz lector de todo tipo de materiales escritos,
cinéfilo y mujeriego hasta donde su hermana autoriza. Los tórtolos van al cine
una vez a la semana y no se pierden ningún estreno tipo Woody Allen entre los
importados y “La Mary” (a instancias de ella) o “El ciudadano Ilustre” entre
los nacionales. También pelis de acción, de esas en las que la maltrecha sale
de la sala sin haber entendido una goma.
Se reencontraron después que ella
enviudó por segunda vez y en la primera salida, él le confesó que siempre le
había tenido ganas. Ella no acusó recibo. Por pudor. Pero no todas son flores
en la viña del señor. El amorío tiene altos y bajos porque él es muy celoso y
vuelta a vuelta le hace quilombo. Estamos hablando de, al menos dos años de
arrumacos. Peti es entusiasta de San Expedito y no se pierde ocasión de hacerle
una visita. Brille el sol, llueva o truene, firme cada mes y en el encuentro
anual de los fieles seguidores. Mario la colma de regalos (reloj, anillos,
carteras) y, de vez en cuando, unos pesitos semiocultos bajo el teléfono. Pero
los períodos de romance se vienen acortando y los de alejamiento se alargan
perceptiblemente.
La más perjudicada por el idilio es la
hija de la anciana, que cuando intenta usarla de paño de lágrimas (intimidades
incluidas) desde el otro lado del teléfono o le pide permiso para reconciliarse
con su Romeo, debe recordarle que es su hija y no su madre. La vieja tiene,
para atender sus innumerables dolencias, una farmacia en el ropero. Desde
sicotrópicos grosos a Aspirina Prevent, pasando por Trapax para dormir, óvulos
y vitamina C con arándanos para el prolapso, pastillas para la presión y el
colesterol, Sifrol para el síndrome de pierna inquieta y Omeprasol 40 como
protector gástrico para poder ingerir el resto.
Ergo, no es arbitrario que tomemos
partido por la hija, porque Peti se torna muy densa. Aparte de acompañarla al
Sanatorio Güemes cada vez que es necesario, debe escuchar sus quejidos varias
veces por día, llamarla para que recuerde de tomar las medicinas, colocarle los
parches y ayudarla para que llegue a fin de mes.
Cuando le practicaron el reemplazo de
hombro, tuvo que pasar unos días en casa de la hija. El marido, hasta entonces
en buenas migas con la suegra, estaba militando e iba a su lugar de revista
muchos días por semana. De regreso, contaba a su esposa lo acontecido. Hete
aquí que nombraba asiduamente a María, la responsable del grupo. La anciana le
dijo a su nena, poniendo su mejor cara de ingenua “Ojo con tu marido que habla
siempre de María y se cambia mucho de camisa. Así empezó tu padre antes de que
nos abandonara”. Con estas referencias a mano, comprenderemos por qué la hija
le pregunta permanentemente al “dorima”[1]:
¿Ché, y si la denunciamos por narco? Total, tiene el departamento lleno de
mandanga”.
En la última separeta[2], parece que la adulta de la cuarta
edad preguntó por qué. Él le contestó que porque no tenía tiempo. Tenía mucho
trabajo en el kiosco, estaba arreglando la casa y no podía perder horas
boludeando. Según Peti, la hermana no lo dejaba. Cuando la hija le contó eso al
marido, éste le respondió con un seco “la habrá cambiado por una más vieja pero
menos rota”.
Resulta que, a raíz del desencuentro (al
parecer definitivo), Peti comenzó a explorar otros territorios. Enterada por
medio de unas primas del pueblo que su primer festejante había preguntado por
ella (quizá simplemente para saber si estaba viva), decidió aprovechar esa
oportunidad convencida de que la pregunta tenía connotaciones románticas. El
interesado vive en Chañar Ladeado, localidad próxima a Berabevú. La madre-hija
comentó a la hija-madre que hacía mucho tiempo que no visitaba a sus queridas
primas y que estaba pensando hacerlo. La víctima de los abusos sospechó que
había gato encerrado. Cuando la vieja le contó que su amor primero está
preguntando por ella, confirmó sus peores intuiciones. Su marido, al ser
impuesto del hecho dijo "Mejor que viaje, por ahí se nos queda seca en el
bondi".
El día de la madre se festejó en casa
de la hija. Durante el almuerzo, el yerno preguntó a Peti: "¿ese muchacho
de Chañar es el que te robó el tesorito?" "Nada que ver, piquitos y
pasear tomados de la mano en la vuelta del perro". El matrimonio pensó al unísono
"¡qué hipócrita!". Cambiaron de tema.
Hete aquí que el lunes siguiente Peti
cuenta a su heredera que Mario la había llamado para felicitarla en su día.
Conclusión: final abierto.
[1] Marido.
[2] Separación.
VELORIO DE UN SUICIDA
Introducción
En la edición que tengo a la vista del
Nuevo Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres, publicado en 1902, subtitulado
"para uso de la juventud de ambos sexos en la escuela y en el hogar",
sub subtitulado "en el cual se encuentran las principales reglas de
civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones de la
vida; con un breve tratado sobre los deberes morales", se lee, en la
Sección Quinta -de los duelos, entierros y honras fúnebres- lo siguiente:
"...V.- La puntual observancia de
estas reglas ahorrará á las personas que sufren la pérdida de un miembro
querido, el tormento de ver en su casa, en los momentos más terribles de su
dolor, una reunión numerosa y llena de indolencia que conversa, ríe y celebra
los chistes de cada cual, y que ofrece el chocante y horrible contraste de la
alegría y los placeres de la mesa, dentro de un recinto enlutado y tétrico, en
medio de una familia llorosa y desolada, y á veces aun al lado de un
cadáver!".
Los hechos
Velatorio en Av. Córdoba al 5000.
Primer piso compartido con otro finado. A esa hora de la noche están presentes
(vivos) casi todos los vecinos del consorcio, el peón del taxi que acababa de
licenciar el finado por haber tenido que vender el “tacho” y los amigos más
cercanos (pocos). La madre (85) no pudo asistir por prescripción médica. Están
Daniel, Horacio y Cristina, más David, el único amigo y ex camarada del PC que
se animó a seguir dándole pelota cuando volvió al país. Escenografía parca:
atriles negros de los que se usan como porta coronas pelados, porque ya casi no
se estila mandar flores. Ambientes sin ventanas y paredes mustias. La madre,
respetando el agnosticismo de Pedro, se negó a que colocaran crucifijos. Los
asistentes se mueven despacio y conversan en voz baja. El ambiente está frío y
piden que enciendan la estufa de la sala y traigan café. Daniel presenta a
Cristina a David porque no se conocían personalmente. Los tres primeros se
sientan en sillas ubicadas en una esquina, contra la pared. David está parado y
se sostiene en su bastón.
Daniel dice "Recuerdo todos los
suicidas que conocí, tocaron de cerca a amigos o velé por compromiso. Hugo y el
pollo (como la llamaba él) se suicidaron juntos. Juan tocó mi portero eléctrico
a altas horas de la noche. Bajé a abrirle. ‘¿Qué pasa?’ ‘Hugo se suicidó…con su
mujer.” “Pasá.” “No puedo, estoy avisando a los gomías.” El suceso nos partió
la cabeza a todos y anduvo rondando por allí durante mucho tiempo. Parece que
Hugo, pese a estar enpastillado[1], vaciló a último momento. Ella le pegó
el tiro de gracia y después se metió el bufoso[2] en la sien y disparó. Estaba
Fulano, un conocido. Fulano espantado, Policía. Drama. Como tenían previsto
viajar, sobre la mesa había 20.000 dólares. Nunca se supo quién se los había
llevado. Repensando el hecho, lo que más me impresionaba por lo perverso era
que hubiera estado Fulano de testigo. Pero me planteo la eventualidad de que
Fulano hubiera pasado por casualidad de visita y hubiera quedado pegado. Desde
luego que para quienes tienen decidido matarse el hecho de que haya alguien más
presente carece totalmente de entidad”
“También rememoro a Rosemary, pelo
negro, lacio y largo con ojazos del mismo color, a quien apodábamos en la
adolescencia ‘la dama del perrito’ porque paseaba con su caniche de pedigree por
todo Mina Clavero en los veranos, y llegó a los treinta tan consumida por la
falopa que se alimentaba y alimentaba a su hijo exclusivamente con huevos
duros, a raíz de lo cual pasó a ser conocida como ´huevo duro´; al Santa
(santiagueño), campeón de bromas y chistes del mismo grupo, que se coheteó
pisando los 40, probablemente porque ya no aguantaba la impotencia sexual
provocada por el chupi y la certeza de que la cirrosis lo llevaría muy pronto a
la Chacarita.”
Se detuvo porque había llegado el café
y lo necesitaba. Horacio preguntó si tenían coñac. El empleado le contestó “Ya
le traigo uno.”
Daniel prosiguió: “A Miguel, alguna vez
ayudante de 1a. A mi cargo en el CBC de la UBA, que conocí Posadista (Partido
de la 4ta. Internacional dirigido por el camarada Posadas) en “Filo”, después
que cambió Sociología por el Seminario abandonado cuando estaba a punto de
ordenarse cura y con quien llegamos a Profesores Regulares Adjuntos en el mismo
concurso, que después hizo todo el periplo interno y al momento de la boleta
ocupaba aún esa posición, que salió al patiecito trasero de su casa en el
segundo cordón del conurbano, de mediodía, con su esposa e hijos todavía en la
mesa, y se prendió fuego a lo bonzo; al gordo -se me escapa el nombre
(promediando la treintena), Jefe de Trabajos Prácticos en la misma unidad
académica, que vivía solo y fue descubierto cuando los vecinos de piso
sintieron un mal olor tan intenso que llamaron al encargado y éste llamó a la
policía, que tiró la puerta abajo y encontraron un cadáver en avanzado estado
de descomposición pues llevaba muerto muchos días.”
El mozo trajo el coñac y preguntó
“¿algo más?” y ante la respuesta negativa se retiró. Como suele pasar en todo
velorio que se precie, comenzó la tanda de chistes, clásico recurso para cortar
momentáneamente la angustia que provoca el confirmar que somos mortales, a la
que se suma la certeza de que ya nunca tendrán contacto material con el ser
querido.
Daniel abrió fuego: “Resulta que había
un sociólogo que, como muchos universitarios que debían cumplir con el Servicio
Militar Obligatorio, pedía prórroga hasta recibirse. Cuando no tuvo otro
remedio que alistarse, se presentó al cuartel que tenía asignado. Una vez en el
patio estaba con todo el contingente en el patio y un sargento dijo ‘Levanten
la mano todos los que vienen con prórroga’. Lo hicieron. Se dio destino, uno a
uno, de acuerdo a su especialidad. Al sociólogo lo mandaron a reportarse con
uno de los tenientes de la guarnición. Llegado a la oficina se presentó
“permiso mi teniente T., me reporto por orden del sargento S. “Ah, vos sos el
sociólogo.” “Sí.” “Bueno, mirá, te voy a dar una tarea simple pero delicada.”
“A la orden, mi teniente.” “¿Viste ese campito que se encuentra pegado al norte
del cuartel?”…”Me lo vas a tener que arar todito. Tenés una semana para
completar el trabajo.” El sociólogo fue y, a los cinco días, se cuadró ante su
teniente y le comunicó que había cumplimentado el encargo. “Muy bien felicitado
10. Lo terminaste antes de que venciera el plazo.” “Gracias.” “Ahora, vas y
abonás lo arado dentro de un plazo de cinco días.” “A la orden, mi teniente.” A
los tres días vuelve el colimba (corre-limpia-barre) presentar los resultados.
“Fenómeno, no tengo palabras, sos un excelente soldado.”... “Ahora, debido a tu
eficiencia, te voy a mandar a cumplir una tarea decisiva para la compañía.”...
“Al sur, detrás de la caballeriza, hay una montaña de papas. Vas y me las
seleccionás por tamaño. Grandes, medianas y chicas.” “Tenés una semanita para
terminar.” Parte el conscripto en pos del objetivo señalado. Pasa la semana.
Otra más. Y, transcurrida la mayor parte de la tercera. el teniente T. llama a
su subordinado. “Pero ché. ¿Qué te pasa? Te mando a arar y a abonar el campito
y lo cumplís antes de tiempo, pero te mando a seleccionar las papas por tamaño
y todavía no terminaste.” ”Disculpe, mi teniente, pero resulta que los
sociólogos somos especialistas en mover el piso y tirar mierda, pero cuando hay
que tomar una decisión, estamos jodidos.” Todos rieron casi al unísono. Alguno
en tono demasiado alto para la circunstancia.
David quiso incorporar el humor judío
en el aparte del cuarteto: “Cuando se declaró la epidemia de SIDA, no se sabía
muy bien de dónde venía, si era contagioso o no, y si lo era, cómo se
propagaba. Una mañana, se encuentran Sarita y Raquel en la calle Pasteur. Se
saludan y Sara pregunta “Raquelita, ¿es cierto que tu Samuelito tiene SIDA?”
”Es cierto.” “Y ustedes ¿cómo se las arreglan?” ”Mirá Sarita, el secreto está
en tratarlo con amor, con mucho amor y matzele?”. ”¿Porqué matzele?”
”Es lo único que pasa por la rendija de la parte de abajo de la puerta.” “Muy
bueno.” dijo Daniel. “Entonces te tiro otro: resulta que venían por un camino,
en dirección opuesta, un catalán y un judío. Al cruzarse, descubren
simultáneamente una moneda en el suelo. Se abalanzan y la toman. Ambos tiran con
igual entusiasmo y fuerza.” ”¿Y quién ganó?” ”Ninguno, pero inventaron el
alambre.” Cristina dijo: “Este es mejor que el anterior.”
Daniel disparó nuevamente “Un puto va
de visita al departamento de un manflorón[3] amigo. Toca timbre. El dueño de casa abre la puerta ataviado con un
quimono dorado y unos zapatos puntiagudos color piel. Intercambian besos en las
mejillas y el recién llegado dice: ¡”Qué lindos zapatitos! ¿de qué son?”
”De cuero de pija.” ”¡ Ay, loca!, ¿no me das una patadita? Lisa apunta
“Sos un homofóbico de aquellos. ¡Qué tremendo hijo de putas! (sabiendo que no
era así y que su marido entraba en la provocación para llamar la atención
nomás).
Cristina, como la inmensa mayoría de las mujeres, carece de memoria para
los cuentos, recurrió a una anécdota. Recordó que dos años atrás, estaban en
Madrid con Joaco, picando algo en el Museo del Jamón cercano a Plaza del Sol,
ubicados en una mesa del entrepiso. Hicieron el pedido de lo que preferían
comer y el susodicho preguntó a la camarera que cervezas tenían "Bueno,
tenemos Heineken y de la otra" "¿Y qué diferencia hay?"
"Hombre, la Heineken es Heineken y la otra es la otra ".
La esposa Daniel, inspirada por lo que acababa de contar, recurrió a otra
anécdota que contaba un amigo. “Un primo mío, gallego migrado a estas tierras
de adolescente, hizo fortuna y, ya casado, decidió visitar “sua terra
galega” (su tierra gallega) con sus cinco hijos y su esposa. Era
verano. Alquiló una van en Madrid y partió a las montañas de
su provincia natal. Manejó por caminos de cornisa hasta el mediodía, momento en
que sus descendientes clamaron de hambre. Estacionó su camioneta en una posada
amable y se sentaron todos a la mesa bajo la sombra de un castaño centenario.
El posadero acudió presto y preguntó qué apetecían los señores. “Por favor,
traiga Ud. siete emparedados de jamón.” “¿Y para beber?” “Siete Coca Colas”
“Mire Ud. señor, me parece que les conviene pedir, en lugar de siete Coca Colas
chicas, dos de dos litros y medio.” “Perfecto, traiga entonces dos grandes.”
“No tengo.”
Danny, después de aplaudir sin ruido la ocurrencia, retomó su relato: “A
Rubén -alguna vez dueño de la principal casa de artículos regionales de Mina
Clavero- quien, a los cincuenta, solísimo y arruinado por su adicción a la
“rula”, eligió como punto de partida a un borde de la montaña cerca de Copina.
Auto mirando al valle, una botella de whisky vacía, somníferos y pistola; al
Conejo (49) -ex compañero de partidas de póker, pase inglés y
"chuchos" al que dejé de frecuentar añares atrás pero tenía y tengo
presente su risa de dientes grandes. Una vez me invitó al hipódromo de Palermo
porque tenía una “fija”. Le contesté que andaba seco. No importa, mi padre me
dio plata para mi cumpleaños y, en lugar de comprarme la Penguin y
te pago lo que te debo del poker. Vamos a las carreras y el dato
era bueno. Yo me compré el reloj Tissot caro. Terminó sus días
abriendo el gas”.
Daniel señaló que en esos días se viralizó en las redes sociales un diálogo
extremadamente gorila. “Voy a matar cinco mil kirchneristas y un perrito”. ”¿y
por qué un perrito?.
Cris había aceptado café y Daniel bebió un primer sorbo antes de continuar:
“También recuerdo a Jorgito, compañero de 5to. del Nacional y dos años en la
facultad de Derecho, que una vez recibido se estableció en Bariloche con su
esposa (también boga), que, según su hermano, era proclive a avanzar machos en
presencia de su marido –cosa que me consta personalmente- ejecutó su elección
última sellando el dormitorio con el brasero encendido y terminó sus días
acostado en la cama matrimonial con un frasco de somníferos en la mesa de luz;
al compañero del Servicio Internacional de ENtel -edificio viejo-, que en su
veintena, no hablaba con nadie, se fumaba 3 cigarrillos en cada 10 minutos de
descanso, recorría en ida y vuelta el palier del ascensor a donde salíamos con
paso vivo, y del cual supimos un lunes que se había tirado del balcón del
décimo piso a la calle.”
“Otro caso terrible fue el del hijo del titular de Antropología, que, según
supe por el propio padre, se ahorcó a los 20. Pese a que mi colega docente no
alcanzaba a explicarse el porqué, yo, que conocía el paño, me aproximé a una
hipótesis. El progenitor de marras era alcohólico perdido y andaba por el
cuarto matrimonio. Brillante, ocurrente y divertido, pero como suele pasar,
difícil. Al momento de este encuentro acababa de casarse de nuevo con la
segunda y lo proclamaba a cuatro vientos. Criado en ese contexto, no es
riesgoso pensar que el hijo padecía de una fuerte inestabilidad afectiva.”
“¿Pedimos otros cafés?””; “Para mí no.” “Paso.” “Bueno.”
Daniel continuó con el macabro recorrido: “A la madre de una de las mujeres
de Santiago en su etapa ginebrina, que de repente entró a regalar cosas de su
casa. Objetos de valor y sin él (el piano, joyas, pocillos para café y
lápices). Uno de los hijos la fue a visitar y encontró el departamento
prácticamente vacío. Llamó a sus hermanos y les contó. Pocos días después, la
madre se despojó de lo último que le quedaba -la vida-, metiéndose en el lago
Lemán después de recorrer el laberinto sin salida de su insania.”
Horacio dijo: va otra: “También lo que pasó Adriana, compañera socióloga en
la Secretaría de Programación Económica del MECON, cuya madre, presa de una
depresión de larga duración, se mandó de una por el pozo de aire del
edificio." Hizo una pausa y continuó: “Comentando la actitud final de la
madre, dije a Adriana y a nuestro jefe ‘yo, la única forma de muerte que
respeto, es la muerte heroica’.”
David agregó: “Pedro era antisemita, como casi todos los estalinos. Yo,
pese a mi ascendencia, me quedé en el Partido para dar la lucha interna. Dejé
de lado lo que considero una contraposición secundaria y reconozco al PCA no
pocos aportes: popularizó la literatura marxista en ediciones baratas; formó a
buena parte de la intelectualidad de los ‘60 y ‘70 que, luego, por oposición,
digamos edípica, hacia el Partido como padre opresor, generaron opciones abiertas
de raíces marxistas. Boris Spivacow, emblema de ese intelectual comprometido y pluralista, había sido
expulsado de la Fede en 1966 y toda su carrera de editor estuvo signada por ese
ideario izquierdista no dogmático. Junto a otros expulsados de la Fede o del
Partido, erigieron las columnas de parte del edificio del pensamiento social
argentino de izquierdas. La otra parte pertenece al PCA. En conjunto, esas
tribus enfrentadas políticamente estuvieron detrás de la editorial Centro
Editor de América Latina; de los Cines Lorraine, Cosmos 70 y Arte, salas que
conectaron a los entonces veinteañeros con el cine italiano (desde el
neorrealismo a la comedia dramática de los ‘70), la Nouvelle Vague[4], la cinematografía rusa y de los
países satélites de la URSS; la New Wave inglesa y el cine
crítico latinoamericano.”
Daniel dijo: “Reconozco que el PCA
sostuvo a la Revolución Cubana y mantuvo relaciones subterráneas con la
guerrilla no peronista (a la que criticaba en público, etc.). No obstante,
metió la pata muchas veces. Como cuando trenzó con Viola considerando que, de
esa manera, impedía que la dictadura pasase a degüello a miles de militantes
comunistas. En fin, no todo es del color de que lo pintan.” “Cierto, pero todas
las expresiones del arte contaban con células (en algunos casos frentes) del
Partido.” Horacio se sintió obligado a terciar: “Recordar que el FATRAC, el
frente de teatro del PRT-ERP contó en sus equipos a Norma Aleandro, Alfredo
Alcón y otros varios.” “Sí, pero el Partido tenía al teatro IFT, templo del
teatro independiente de esa época”. “Piensen que, para nosotros, el Partido era
la vida. Familia, amigos, trabajo, militancia. Todo giraba en torno al Partido
y el Partido era la Dirección.” ”Una especie de catolicismo mundial comunista
bajo la bota de la URSS.” “En lo existencial eso se relativizaba. Uno se entregaba
totalmente a su deber militante. La disciplina partidaria era todo y los
díscolos se convertían en muertos, ni siquiera los saludábamos en la calle.”
Cristina se indignó: “Ese enfoque de la militancia es una mierda.” “No tanto,
siempre nos daban una justificación atendible.” Daniel dijo: “Bonita
interpretación del centralismo democrático.”
David prosiguió: “Pedro y yo supimos
tener un camarada -responsable de finanzas del PCA para una gran parte de la
zona sur- que fue injustamente acusado de malversación y al regresar a su casa
expulsado, cazó la 45 y se voló los sesos. Después se comprobó había sido una
falsa denuncia efectuada por otro camarada, pero ya era tarde”. Emocionado por
la evocación murmuró “No merecía terminar así.”
Daniel acotó: “Tu anécdota me recuerda a Milcíades
Peña (padre), que se suicidó cuando solo tenía 33 años (en 1965). Entre los
militantes del PRT La Verdad circulaba el dato de que lo hizo cuando no
encontró salida a la contradicción que lo presionaba: su producción teórica y
la guita que le estaba dando su floreciente empresa de investigación de
mercado.” Prendió su último cigarrillo y
continuó: "Cuando saltan estas cosas no puedo evitar poner en el tapete
las muertes inesperadas que viví de cerca o me llegaron por personas conocidas.
La de Laura, compañera de facultad y madre de gemelos, que terminó como los
desgraciados muertos-vivos de los campos de concentración nazis devorada por un
cáncer agudo de mama a los 42; el de Elinita, alguna vez noviecita de
vacaciones, que pasó por el mismo incendio interior de células malignas cuando
tenía esa edad.”
El relator de turno cambió de tema
porque David se había retirado al baño. Al regresar “el ruso” volvió al
anterior: “El de Mariana, de treinta y pico, para entonces pareja de un amigo
que la doblaba en edad, que fue al médico para un chequeo de rutina y de allí,
inmediatamente a internación porque le detectaron un cáncer extendido imposible
de parar que la fulminó en una semana, y el de un tocayo mío, que, preso de una
honda depresión originada en la estafa de un amigo-socio traicionero y que
seguramente lo conduciría a la bancarrota, en vísperas de ir al juzgado en el
que le fallarían sin dudas en contra, cayó seco en la cancha de tenis por
efecto de un infarto masivo antes de cumplir 38.”
Daniel terminó su coñac y prosiguió: “A
Alejandro, el subteniente de caballería veinteañero destinado en el regimiento
de Chajarí (Entre Ríos), que cayó del caballo en un partido de pato y se quebró
el cuello; al primo hermano de mi amigo Raúl, cadete del Colegio Militar que,
en sus veinte exactos, estaba de guardia nocturna en un polvorín que estalló
vaya a saber porqué y se lo llevó puesto; al batero de la banda de unos
sobrinos que, sin llegar a los treinta, calculó mal la dosis; a los hermanos
Daniel y César (44 y 38), los archimillonarios que exigieron a sus venas más de
lo que podían dar y se fueron con pocos meses de diferencia."
Daniel había asociado con otras muertes
inesperadas y retomó la palabra diciendo: "También el hermano de Nelson,
que, volviendo tempranito de un asado que se prolongó hasta bien amanecido,
salió despedido de la caja de la chata cuando el conductor se comió los
taquitos del puente sumergible de Nono y terminó en el lecho del río con la
cervical rota."
Cristina, seguramente por necesidad de
sublimar la angustia, acotó: “Pálidas trágicas fueron las que presencié o me
contaron algunos allegados. “Estando en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez
a raíz del accidente del hijito de una amiga (nueve años) al que le pasó un
colectivo por encima y afortunadamente fue salvado, pasó en una camilla rumbo
al quirófano de cirugía cardiovascular, un niñito de no más de cinco que se
comía con ojos ávidos el entorno girando su cabecita en todas las direcciones.
Como si supiera que se estaba despidiendo del mundo; y la del adolescente de
doce que vivía en la Villa 31 que, perseguido por la cana[5] en las vías del ferrocarril San Martín en virtud de un “achaco”, cayó
abatido. Cuando fue velado, se disimuló el hecho diciendo que lo había pisado
el tren.”
Horacio, tan movido como Lisa, dijo: “Me disparás otros dos, tuve un jefe
que, estando de finde en el campo de un amigo, tuvo que sufrir la muerte de su
hijita de seis años, que jugando a las escondidas se metió en un silo, hecho
ignorado por el operario que descargó el grano y la tapó; el del hermano menor
del “alemán” y unos gomas (todos en plena adolescencia), que estuvieron
esperando en un boliche del bajo de Vicente López que pasasen los autos del
Gran Premio de Turismo de Carretera y matizaron las horas chupando fiero.
Finalizada la pasada bien tarde en la noche, se subieron al auto y el
conductor, sintiéndose émulo de Juan Manuel Fangio, pisó el acelerador hasta
que en la curva de Libertador que hay después del puente de la Lucila, en lugar
de seguir por el trazado del pavimento, fue derechito a clavarse en un poste de
alumbrado (por ese entonces de madera). Lo dejó colgando en el aire y acometió
dos más. El tercero también se cortó de cuajo y terminó por convertir al auto
en descapotable y a sus seis ocupantes en seres sin cabeza”.
Como para cortar la mala onda, Horacio cuenta que días atrás concurrió a la
manifestación de "Ni una Menos" en Plaza Congreso. Había ido a buscar
a una ex compañera a la que le tenía que pedir el celular de otra, abogada de
profesión, a la que quería interesar para que tomara el caso de un trámite
sucesorio de un conocido. “Me acerqué a María y le pregunté por Fulana. Me la
señaló. Como siempre que me encuentro con María le tiro alguna pulla, le digo
que tengo una hipótesis a la que titulo: Ley de la Compensación de la
Naturaleza en relación a la cuestión de género.” “¿Y en qué consiste?” “Muy
simple. He comprobado que, desde hace algunos años, las mujeres se presentan
más apetitosas que tiempos atrás.” “¿Entonces?” “Entonces que es por obra de la
sabia naturaleza. Porque como cada día hay más hombres ambiguos en sus
respuestas a la seducción femenina, no tienen otro remedio que entretenerse
entre ellas, o, en su defecto, tratar de atraer a los machos con propuestas más
explícitas y llamativas. De acuerdo a mis deducciones, la naturaleza hace eso
para asegurar la reproducción de la especie.” Una señora que estaba con María
dijo: ¿No te parece algo provocador eso que decís?” Significando que ese
comentario era impropio para un acto impulsado por mujeres que denunciaban al
machismo. “Horacio es un provocador.” "Aclaro que con María nos cruzábamos
esos metamensajes porque ambos sabíamos de las reiteradas maldades que me había
hecho cuando compartíamos militancia y de las maldades con que yo solía
responderle. Que, como hipócrita que es, disimulaba con su mejor cara de ‘Yo no
fui, soy incapaz de proceder así’ o, sin más, haciéndose la boluda".
Finalizó: "Satisfecho con mi reciente tocada de culo a María, fui en busca
de Fulana y le pedí los datos que necesitaba".
Cristina se puso de lado de María y su amiga, no porque María le cayera
bien, todo lo contrario, pero ante el relato, hizo causa común con las
agraviadas que organizaban el acto. Daniel, en cambio, le hizo notar que
Horacio es defensor de las mujeres pero que usa la ironía para practicar un
humor negro sutil. David emitió juicio sobre el fondo y la forma. Para él,
miembro de una minoría, era un humor negro poco feliz.
Cristina pregunta “¿Alguien tiene un pucho?” “No”. “Entonces bajo a
comprar.” Deja la sala y los tres hombres siguen charlando de política. La
muchacha regresa y se prende en la conversación. Agotados los comentarios sobre
la situación nacional, pasan a hablar de música –se aproxima la visita de un
famoso cantante lírico al Teatro Colón- y cine. Daniel y Cristina recomiendan
alguna peli a los otros. Tratan de matar el tiempo.
Todos tenían ganas de irse porque habían llegado con el cajón y las horas
hacían lo suyo, pero como en parte todavía no aceptaban lo sucedido y en parte
no quedaba nadie, tuvieron que seguir en continuado hasta que terminó el
entierro. Se les pasó el sueño porque, como es sabido, pasado un punto de
inflexión, el noni[6] ya no se percibe. Sentían un
cansancio físico y anímico enorme y cuando llegaron a sus casas durmieron
veinte horas de un saque.
[1] Tomado barbitúricos.
[2] Revólver.
[3] Maricón.
[4] Nueva ola francesa en cine.
[5] Policía.
[6] Sueño.
CERRO SANTA LUCÍA
Ubicado en el centro de Santiago de Chile, es un paseo obligado. Fui a
pasear para que lo conociera mi mujer en las fiestas de fin de año 2018 y nos
quedamos hasta el 2 de enero del año siguiente. Se ingresa por el Barrio Bella
Vista, lugar de la noche santiaguina, que cuenta con restaurantes exquisitos
como “El mesón nerudiano” (conozco a Lucho, su dueño, que me fue presentado por
Juan Pablo Gálvez -ahijado de Pablo Neruda- hace varias décadas), la casa
capitalina donde vivía el poeta; “Como agua para el chocolate” boliche mexicano
al que me referiré más extensamente en el cuento “Jenny de Santiago”. Varias
cuadras donde se baila, se ven shows en vivo y se beben Pisco, cerveza, tragos
y vino. Alquilé un Volkswagen económico que me entregaron en el aeropuerto y
entramos con mi esposa. Subimos hasta donde se estaciona y seguimos a gamba
hacia el funicular que conduce a la cumbre. Pagamos los tickets y subimos a un
coche. Un empleado cortés me tomó la cabeza (como hace la policía) y lo corregí
para que me inclinara más para que entren los cuernos. Al bajar nos sentamos en
un café al aire libre para tomar café y prendimos nuestros cigarrillos. Pedí un
cenicero a la camarera, que me dijo que no se podía fumar en ninguna parte.
Desde ese lugar se aprecian, al pie, una pileta de natación enorme llena de
gente, el movimiento de los autos hasta el estacionamiento y todo Santiago con
las Cordillera de los Andes de fondo. En verano cambian los vientos y el
panorama es grandioso, pues en invierno el smog tapa todo y dificulta la
observación. Contentos, regresamos al estacionamiento. Como en todo Chile,
sobra personal (los salarios son miserables y se complementan con las propinas)
en muchos comederos desde siempre. En esta playa no es la excepción. Hay un
hombre que te indica desde lejos dónde dejar el auto y otro que abre las
puertas. Al partir di propina al abridor, que me saludó con un “Gracias mi rey”
y el colocador de vehículos se acercó presto. En este caso, bajé mi ventanilla
y pedí a mi acompañante que me diera las monedas que había a mano. Las coloqué
en mi palma y le comenté que no sabía si era suficiente porque éramos recién
llegados. “Claro, pero es suficiente con que me mires con tus ojitos celestes”.
“¡Chuta, que cagá!” Como dicen los chilotes, “acá son todos putos”. Reímos a
carcajadas y nos fuimos a casa. Cuando se lo contamos a Jenny, dijo que el que
me trató de rey debía ser peruano y no necesariamente marica.
MIGUEL
Miguel es un ex amigo de Joaco de épocas de Filo. En esa época, era lo que
se suele llamar "hombre de ventas" dentro de la especialidad de la
publicidad gráfica. Su título de sociólogo le permitió vivir una interesante
experiencia formando cooperativas de productores para un programa del INTA
(Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de Paraná. Despedido luego de
unos pocos años, a raíz de una reorganización ordenada por la Dictadura
Asesina, volvió a sus orígenes. Había estado casado con una psicóloga y la
duración del matrimonio coincidió, más o menos, con ese período litoraleño.
Tiraba pa'lante con los ingresos que le generaban suplementos
publicitarios "especiales" en algunos grandes matutinos (Clarín,
El Cronista Comercial, etc.).
Sus ingresos como ejecutivo de ventas en publicidad gráfica le generaban
buena plata. No tanta como para adquirir un techo propio, porque no quería
meterse en créditos hipotecarios y carecía de ahorros para una compra de
contado. Por lo tanto, alquilaba departamentos amplios y caros en barrio norte.
Los montaba con artefactos sofisticados y a veces, innecesarios (por ejemplo,
dos heladeras grandes para un hombre solo), lámparas de pie de gran diseño,
cubertería importada, blanco de hilo o algodón, sillas y mesa de Cucina
Bella, juego de comedor y cama de mueblerías del barrio. Curtía ropa
de las mejores sastrerías y se paseaba por la calle Florida con aires de
triunfador. Por las mañanas tomaba café en Florida Garden y comentaba con
colegas la marcha de los negocios en el rubro publicitario, las rotaciones de
conocidos en empresas patrocinadoras y la eventual caída en desgracia de
amigos hasta entonces en puestos de privilegio de su mundillo.
Hombre de ventas psicobolche. Sociólogo, ex de una psicóloga y, a su vez
psicoanalizado. Menuda mistura. A los fines de conocerse mejor, transitó por
diversos “analistas” de medio pelo. Como no mejoraba como hubiera deseado, tomó
el toro por las astas y se mandó con Raúl Sciarretta, reputado epistemólogo y
psicoanalista de los ‘70. En los comienzos, entraba a casa del terapeuta en la
esquina de Pueyrredón con Mansilla y pagaba una buena suma por sesión (hora de
minutos variables, que tanto podía ser de 20 como de 40). Cierta vez le comentó
al psicoanalista que quería avanzar más rápido. Sciarreta le propuso recurrir a
sesiones prolongadas.
Para Miguel, esas jornadas se realizaron los sábados y se extendían por
seis horas reloj. Imagine el lector lo que resultaban en honorarios. Según la
víctima de quien se habla, en algunas llevaba todas las fotos familiares que
había podido reunir y hablaba en detalle sobre lo que le evocaba cada una y en
otras experimentaba con ácido lisérgico. Se comenta que ese recurso fue
abandonado por el terapeuta cuando un paciente, en plena sesión, se arrojó por
la ventana a la calle en medio de un brote psicótico (aparentemente causado por
el ácido) y murió.
Nuestro amigo se enteró mucho después de esa noticia porque la sangría provocada
por el tratamiento con el epistemólogo-analista lo dejó financieramente
exhausto y abandonó.
En lo tocante a su metier, las cosas no le iban mal y decidió expandirse.
Alquiló una oficina espaciosa al borde de la City y, tomando prestada una idea
de uno que no podía instrumentarla, se largó a imprimir una guía de información
con números de fax para empresas. La entregaría con un disquete actualizable
anualmente. Invirtió todos sus ahorros y algo más en imprimir 800 ejemplares.
Los tuvo que apilar en la oficina porque, cuando los a iba sacar a la calle, el
correo electrónico ya suplantaba exitosamente al fax.
Ese fracaso no lo amilanó. Pero tuvo que salir a buscar empleo en su
especialidad de otrora. Entró en una productora de spots publicitarios y lo
despidieron al cabo de un año. Con la editorial de Le Monde
Diplomatique en Argentina, similar epílogo. Eran laburos muy bien
retribuidos pero él no duraba mucho tiempo en ellos. Cuando le llegó el turno
en Le Monde, le dieron a elegir entre pagarle la indemnización
correspondiente -luego de cumplir con los aportes patronales y del trabajador
debidos- o abonarle en negro. La primera de las opciones no era tal porque lo
blanquearían con mucho menos de lo que cobraba y tendría que ponerse al día con
sus aportes. Le convenía elegir la segunda. Implicaba que no quedaría registro
de su paso por la empresa, pero superaba en mucho lo que obtendría con el
primer ofrecimiento. Esto tiene su importancia porque al momento de tramitar la
jubilación todos esos salarios no figurarían en el cálculo.
Para esos días había muerto su madre. Finalizada la sucesión, él y su único
hermano resultaron herederos. Vendieron el departamento de la vieja y cada uno
se juntó con un montoncito de dólares. El país estaba bajo la Ley de Convertibilidad
(un peso un dólar) y cualquier emprendimiento nuevo le resultaba imposible. Con
sesenta mil pesos-dólares (suma resultante de la mitad del departamento más la
indemnización) no podía encarar nada. Lo pensó y decidió probar suerte en el
extranjero. En Centroamérica los "billetes" valían. Hizo dos viajes
exploratorios. Primero fue a Nicaragua y a Honduras a ofrecer su expertice[1] a los diarios más importantes. Sin
suerte, decidió cambiar de rubro. En todos lados brotaban como hongos
locutorios de internet. Paseando por Bocas del Toro (Panamá) se le prendió la
lamparita. Era un pueblo turístico famoso entre los surfers americanos.
Él no sabía una pepa de computadoras e inglés menos que menos. Pero era
argentino y le sobraban bolas. En Bocas existía un sólo locutorio. El del tano
propietario de casi todos los locales céntricos. No jode, el suyo se abriría en
el puerto, a escasas quince cuadras. Como todo vendedor a comisión que se
precie, calcula y computa las ganancias antes de concretar la venta. Pero lo
importante es que la decisión estaba tomada.
Regresó a Buenos Aires y con el proyecto en mente, le pidió en préstamo a
Joaco lo que le pudiera facilitar. Cinco mil verdes. A su hermano, los veinte
de la herencia, en sociedad. Volvió a Bocas y alquiló el local. Cualquier gil
comenzaría con tres o cuatro máquinas, pero Miguel, que no lo era, comenzó con
diez y nueve. Agregó un barcito para los clientes. "Ahora, ¿quién me toca
el culo?" se dijo. Terminó pagando los alquileres atrasados con las
computadoras.
Otra vez sopa. "¿De qué me disfrazo?". Como había vivido solo la
mayor parte de su vida, se daba maña en la cocina. Lamparita salvadora. Abre un
restaurante de comida argentina en la montaña. En un lugar plagado de
residencias de americanos (entre ellas una que oficiaba de asilo para perros).
Miguel había regresado a Panamá con su fiel compañero, el perro Chucho. El can
era muy perrero y al poco tiempo contaba con un harén. Resultado: en la posada
rondaba una jauría de ladrantes de variada pinta y pelaje. El dueño de casa
tomó una morochita como ayudante. La jovencita se peleó con él y denunció a las
autoridades que los perros comían en los platos destinados a los clientes.
Partió hacia Panamá City. Compró un colectivo Chevrolet '54 acondicionado
para vender comida rápida en la calle. Casa rodante, cama, cocina, baño y
televisor. Se instaló frente al Casino, se colgó de la luz de ese lugar de
entretenimientos y abrió las puertas. Vendía panchos y cositas así. No le va
mal. Parece que, por fin, iba a despegar. No ahorraba mucho y se le ocurrió
abrir otra fuente de ingresos. Compraría unas treinta bicicletas para
explotarlas en alquiler. Escribió un mail a Joaco para pedirle un
préstamo adicional. Recibió por contestación un "Andá a cagar".
Algunos años después Miguel decidió jubilarse. Acudió a Joaco para que
tramitara los papeles, pues otros amigos, a los que había entregado los
antecedentes necesarios, no podían cumplir con el encargo. Joaco fue nombrado
apoderado. Retiró los "pelpas" (papeles) y buscó un gestor para que
llevara adelante el proceso. Le recomendaron una gestora que llevaba sus casos
al ANSES de Caseros. La gauchada implicaba que Joaco tenía que ir desde Buenos
Aires a Caseros cada vez que se necesita su firma, tomarse el día en el
trabajo, gastar combustible en su auto y comerse las amansadoras pertinentes.
Finalmente, la jubileta sale. Con retroactivo al momento de iniciar el trámite.
Cuando Joaco se presenta en sede bancaria con la gestora, cobra, le paga los
honorarios y retira el monto que Miguel le debía por el préstamo porque así se
lo había indicado el migrante. Todos los meses, Joaco cobraba la jubilación y
se la mandaba a Panamá vía Western Union. De modo que tenía que pedir permiso
para salir del ministerio para cobrar la jubilación. En horario de trabajo.
Miguel retiraba su haber en forma de unos 200 verdes, que, en ese Panamá
dolarizado, cubrían sus necesidades alimentarias.
Un día, Joaco recibe un mail de Miguel en que decía que algo que se había
hecho mal en Argentina porque los amigos que habían prometido encargarse del
trámite le estimaron mucho más porque él había ganado sueldos altos. Agregaba
que cuando volviera a nuestro país lo iba a arreglar con la gestora. Ignoraba
que para el cálculo se tomaban en cuenta sólo los últimos diez años y que el
impacto de los anteriores era mínimo. Más tarde se enteró por medio de otra
jubilada argentina en idéntica situación que todo estaba en regla y le insinuó
una disculpa a Joaco, pero era tarde. El apoderado transfirió el poder a Banco
Nación, entidad que se encarga de los giros desde entonces. Joaco se sintió
traicionado y le cortó el rostro. Pero Juan, un amigo común, sigue en contacto
con Miguel y lo mantiene al tanto de cómo le van las cosas al Hombre de
Panamá.
A raíz de trámites variados (certificado de supervivencia, validación para
el permiso de residencia -iniciado como inversor ante el gobierno panameño-,
pérdida de documentos, etc.), Miguel iba asiduamente al consulado argentino en
Panamá City. Se había hecho amigo del Cónsul, que es buen tipo. Un mes Miguel
se olvidó del certificado de supervivencia y le suspendieron los giros.
Subsanado el involuntario olvido, tenía que arreglar la cagada en Buenos Aires.
Le pidió a Joaco que fuera a Banco Nación y siguiera el trámite. El ex
apoderado accedió porque supo, por el empleado bancario, que esas cosas tardan
meses en regularizarse. El Centroamérica, el cónsul le tiraba Miguel a unos
pesos del fondo que maneja para ayudar a compatriotas en apuros. Hasta que
volviera a cobrar.
Entre tanto, problemas con el permiso municipal (o denuncia del Casino) lo
obligaron a migrar. Paseando por ahí, al cruzar una esquina, un auto atropelló
a Chucho. La conductora se bajó y constató que al perro no le había ocurrido
nada grave. Pidió disculpas y lo convidó a tomar un café en su casa, en la otra
cuadra. Durante la conversación ella le dijo que vive con su madre viuda.
Miguel, al mirar por la ventana, descubrió un amplio terreno al fondo. Hablaron
de sus ocupaciones. Ella se las arreglaba con la pensión de su madre y él le
contó que era argentino y que cobraba una modesta jubilación de su país que le
permitía ir tirando y que era dueño de un colectivo acondicionado para vender
comida al aire libre. Le relató la historia del Casino. "Es una lástima
que se acabara porque casi todos los clientes eran jugadores que salían tarde.
Durante el día no se facturaba mucho pero por la noche mejoraba. Ahora no sé a
qué lugar iré a parar." La señorita, culposa por lo del perro, le dijo que
tiene mucho lugar en la parte de atrás y que le podría facilitar espacio para
ubicar el rodado allí. Miguel le contestó "Agradecido, pero sólo se lo voy
a usar un tiempito. Hasta que encuentre un lugar definitivo." Se instaló.
Su relación con las anfitrionas era cordial. La vieja también era muy amable y
vuelta a vuelta lo invitaban a almorzar.
A Miguel se le venció el permiso de residencia y las autoridades lo conminaron
a regularizar su estatus de inversionista extranjero, para lo cual tenía que
demostrar cierta solvencia. Como no lo podía hacer, quedó en orsai[2]. Acudió a un abogado. El boga
interpuso un amparo y le contó que así iba a poder seguir al menos por un año.
Y que después lo podía patear hasta que llegara a la Corte Suprema panameña.
Salvado el hombre. Por un tiempo.
Como a perro flaco no le faltan pulgas, Miguel perdió los documentos. Como
Joaco seguía chivo, cuando el autoexiliado le pidió que le mande el original de
la Libreta de Enrolamiento (que estaba con los papeles del trámite jubilatorio)
pasó el encargo a Juan, quien toma en sus manos el martirio de bancar al
desgraciado ex sociólogo. Como se dijo, ese tercer amigo transmite a Joaco vida
y milagros de Miguel: cada vez que cae en un pozo, el cónsul intenta ayudarlo.
Indocumentado, con riesgo cierto de ser llevado a la frontera panameña y ser
dejado allí como un perro, sin lugar donde vivir porque la vieja falleció y la
hija puso en venta la casa, no parece tener un futuro amigable. El diplomático
le ofreció repatriarlo como indigente. De aceptar, terminará habitando una
vivienda del PAMI. En esa situación se encuentra según las últimas noticias.
Pero no. Hombre acostumbrado a sacar agua de las piedras, habló con una
prima escribana de Alta Gracia (Córdoba-Argentina) y le mandaron el dinero para
el pasaje. Al pasar por Buenos Aires para cambiar el domicilio de cobro de su
jubilación (de Panamá a Alta Gracia) cayó por casa de Joaco con un amigo común.
Como había dejado su poca ropa de Panamá, Joaco y el otro lo proveyeron de
cinturones, corbatas y hasta zapatos. Quedó muy agradecido y regresó a Córdoba.
Al mes, le descubrieron un tumor maligno en el cerebro. Lo internaron y a la semana crepó.
[1] Especialización.
[2] En el fútbol: cuando algún
atacante está atrás del último defensor.
Música en vivo en
“Palenque”
En diciembre de 2016,
Jorge Vibes se enteró, alrededor de las 19 hs., por un pizarrón colocado en la
puerta de “Palenque”, de que a la noche se presentaría en ese ilustre lugar de
la noche minaclaverense, la banda Rock & Pop Mystique, gloria
de la música nostálgica del valle de Traslasierra y alrededores, provincia de
Córdoba. Había arribado a Mina acompañado por Horacio Zabala, renombrado
artista de las artes visuales y paraban en casa de Alberto Barrett, ex cuñado
de Jorge y padre de los músicos de Asspera, Píter y Julián.
Cayó la tarde, que
había resultado calurosa, y dio oportunidad a que Jorge y Horacio nadaran un
rato largo en el Nido de Águilas. Una vez colmado el apetito nocturno, Horacio,
que estaba cansado, condujo a Jorge a las inmediaciones de “Palenque” y lo dejó
solari. Al docente de Sociología no le importó porque veranea en Mina desde los
6 años y conoce hasta las piedras de los ríos Mina Clavero y Panaholma.
Asimismo, es conocido y reconocido por muchos propios (locales) y extraños
(turistas) que frecuentan ese maravilloso remanso de las Altas Sierras de la
provincia mediterránea. Fue así que, en el puente sumergible del centro, se
cruzó con Luis Figueroa, dueño del restaurante bistró Sagadi de la banda sur, a
quien comentó que iba a presenciar el “chou[1]” mencionado. “¡Qué
casualidad, voy encontrarme con mi hija Sara y me voy a quedar a ver qué onda.”
Dijo Luis. “Entonces, allí nos vemos”, contestó Jorge, luego de mostrarle su
remera de las ovejitas.
Pese a que el
espectáculo estaba anunciado a las doce, comenzó pasadas la dos. Jorge hizo
tiempo en la barra. Reservó su asiento y observó el ambiente. A su lado estaba
el “Tero”, viejo conocido del narrador de historias risueñas (y no tanto) y
solicitado odontólogo del pueblo. Sin que el sacamuelas lo advirtiera, el
sociólogo se pegó a su lado y dijo a Agostina, una de las meseras de la barra:
“Señorita, me duele un diente y ando buscando un buen dentista, ¿conoce alguno
que me pueda recomendar?”. Al oír esto, el “Tero” pegó el grito: “Flaco, ¿otra
vez por acá?” ”Sí”.”Bueno, primero tenés que sacar el bono para el derecho de
consulta.” Siguieron bromeando, el obturacaries partió a pispear el antro y su
interlocutor pasó a combinar con Tamara el tema de la ubicación. Aparte del
personal citado, respondían a las exigencias de los asistentes, “Clark Kent”,
en el servicio de mesa y Martín en la cocina. En la primera mesa entrando a la
izquierda, Miriam, ex de Luis, madre de Sara y actual socia del bistró,
esperaba el sarao con tres amigas.
Jorge salió y prendió
un cigarrillo. El “Tero” se le acercó y lo mangó en tabaco. A esa altura de
la soirée, el personaje local ya se había acomodado, junto a un
amigo, en una tabla maderil de cuatro patas que contenía, además, a dos
rosarinas veinteañeras. Jorge buscaba un lugar donde tirar sus huesos hasta que
los artistas se lanzaran al ruedo. Todas las mesas de la vereda estaban
ocupadas. Lo llamó un joven y le preguntó si quería compartir la suya, que era
para cuatro personas y estaba solo con su pareja. Jorge aceptó y trabaron
conocimiento. El mozo preguntó: “¿Usted conoce Mina Clavero?” ”Más o menos,
hace 65 años que vengo y mi madre veraneaba aquí de soltera.” ”Nosotros
estaremos 5 o 6 días y nos gustaría aprovechar el tiempo lo mejor posible.”
”¡Ha dado usted con la persona indicá! Primero: Nido de Águilas; segundo,
murallón del dique La Viña de noche, previa consulta en la dirección de turismo
para saber si está iluminado a esas horas; tercero, la ‘Toma’ de Aguas
Sanitarias, bien arriba en el río Mina Clavero; cuarto, Mono, San Javier y
Yacanto.” La reina consorte dijo: ”Nos hablaron de un lugar…el toro…sentado.”
”Toro muerto, no vale la pena, el Nido lo tira a la mierda.” Pasaron a calcular
las distancias, así como los pro y contra de cada lugar, con descripciones
abundantes a cargo del guía amateur.
Cuando “Pilla”, la
camarera, inquirió a Jorge qué le gustaría pedir, el cliente contestó: “Café
con leche y tres medialunas (eran las once y media de la noche)”. La educada
empleada respondió: “A esta hora está cerrada la cafetería.”. ”Entonces traeme
un agua sin gas.” La niña se retiró y el GPS humano preguntó (adrede) a la
pareja: “¿Están en luna de miel?” Ante la turbación de los tórtolos, el
invitado corrigió rumbo, agregó: “Digamos que así es.”, y cambió de tema. La
charla se prolongó por espacio de una hora. Cuando los anfitriones terminaron
las pizzetas y Jorge iba por la mitad de su agua mineral, el
hasta entonces abstemio les preguntó si pensaban quedarse para ver el “chou”.
Le respondieron que no, alegando en su defensa que estaban agotados y pensaban
levantarse temprano. Pagaron y se retiraron.
El que conocía Mina
Clavero desde hacía seis décadas y media se acercó a una mesera que anotaba en
un papel depositado en una banqueta los nombres de pila de quienes habían
oblado la correspondiente entrada y le preguntó si eran muchos los que habían
caído en la trampa. Ella contestó: “Tantos como siempre que toca Mystique.”
Cerca de la una y
media, Jorge preguntó a “Pilla” a qué hora estimaba que se largaría la carrera.
Ella dijo que los músicos estaban algo retrasados pero que en unos minutos
comenzaría. Jorge entró y se sentó en el sitio que le habían reservado, sito al
fondo a la derecha del salón. En el extremo opuesto de la barra estaba el dueño
de Sagadi. Jorge se cambió de lugar para mirar el espectáculo junto a su amigo.
El sociólogo-novelista lucía una remera Kukuxumusu con
el siguiente motivo:

La prenda causaba
sensación. Sara, Agostina, Tamara, y quien quisiera escuchar las explicaciones
del pendeviejo dueño de la prenda de cubrir el torso, se cagaban de risa. A las
dos y monedas entraron al proscenio los integrantes de Mystique (www.facebook.com/Mystique). Probaron
instrumentos y sonido. Mostraron sus disfraces a la audiencia y atacaron. De
acuerdo a la presentación de Daniel Collazo "el indio", bajo y
producción general. Hombre grande de panza pronunciada, cabellos entrecanos que
le acarician los hombros, borcegos[2], manopla profusamente
vestida por tachas plateadas, camisa blanca e instrumento en mano, inició la
velada contando que: la banda estaba nutrida por “valores” varios porteños
afincados en Las Calles (República de Nono) desde tiempos inmemoriales, un
oriundo de Nono (República de Córdoba) y dos del conurbano bonaerense (Monte
Grande y Lanús). Fernando Santabaya,voz, tiene unas crenchas negras largas,
prolijamente planchadas, que llegan hasta su cintura, pesa algo más que Mike
Jagger, vestía camisa negra con tornasoles en mostacilla del mismo color,
pantalón bombilla de cuero y gesticulaba como el Rolling Stone que remeda.
Melany Janice (hija
del "indio") en voz y coros. Cara redonda simpática, ojos negros
delineados en ese tono, boca de labios generosos pintada rojo sangre, pelo con
franjas violeta, tatoos[3] en extremidades
superiores e inferiores, piercing en labio inferior y algún
que otro kilito de más, deleitó a los espectadores en alguna canción como
solista. El resto oficiaba de coro según el caso. Tanto ella como Fernando
tuvieron a su cargo algunos temas como solistas, saliendo ampliamente airosos
de tales trances. Puesta en escena, coreografía, temas elegidos, parte actoral,
luces y sonido (hábilmente manejado por alguien), fueron del agrado de todos
los presentes. Pablo Daniel López (arreglos) manoseaba la guitarra y Tito
Puerto (también en los arreglos) aporreó la batería.
Para Jorge, se trató
de un espectáculo de histrionismo con ejecuciones musicales brillantes,
emparentado con lo que hace Asspera (ver el cuento en este
mismo número) pero con mayor despliegue de lo teatral y voces notables. Luis
opinó diferente. El progenitor de Sara recibió la pizzeta ordenada. El escritor
lo ayudó ingiriendo un cuarto de la misma porque ya había cenado. Luis había
solicitado una lata de medio litro de cerveza y la consumió con Jorge, quien,
advirtiendo que se necesitaba más, pidió una segunda. El gastronómico de la
banda sur se retiró una vez finalizada la primera parte.
Jorge salió varias
veces a la vereda a fumar. En tres ocasiones, el “Tero” le mangueó otros tantos
pitillos. Hecho que benefició al dador, porque disminuyó la nicotina que
consumiría esa jornada. El blanqueador de dentaduras originales y postizas
volvió a su mesa. El fumador que compraba cigarrillos se aproximó a la misma.
Mostró su remera, el “Tero” explicó el significado de esa indumentaria
deportiva para seres de la noche y todos la ponderaron. El dentista comentó que
Jorge, aunque porteño, no era excesivamente boludo. El agredido en broma
aclaró: “Sucede que hace 65 años que vengo acá de veranero, yo debuté aquí”. El
“Tero” acotó: “¿Eso fue en la época de los comechingones?” ”Efectivamente,
nunca olvidaré a ese comechingón.” Todos rieron. La víctima continuó: “Mi madre
venía de soltera, y mis nietos conocen este idílico paraje serrano.” ”Entonces
tu madre conoció a doña Anastasia de Merlo, fundadora del pueblo.” ”Cierto,
eran muy amigas y tomaban el té todas las tardes a las cinco en punto.” La
conversación permaneció dentro de los carriles trazados. Jorge dijo. “Yo, al
principio era un boludo como todos los porteños, pero de tanto veranear acá, me
convertí en cordobés por adopción.” Las rosarinas acompañantes del “Tero”
intuyeron que la iban a pasar bien.
En el entreacto, el
sociólogo conversó, alternativamente con Sara, Agostina (que lo miraba con cara
de pocos amigos, probable y justificadamente por la rara mixtura de remera y
años cumplidos), el bajista, el segunda guitarra, el cantor y otros/as
transeúntes del boliche. En una de ellas, pasaron, rumbo al entrepiso, tres
muchachos y tres chicas que rondarían los veintitantos. Una de ellas era
llamativamente elegante. Preciosa: piel muy blanca, buena figura y andar entre
cansino y sensual. Estaba vestida con vestido negro con cuatro tiritas negras
delgadas en la espalda descubierta.
Una vez en solitario y
comenzada la segunda y última entrada, Jorge, como la mayoría de los
asistentes, batió palmas, aplaudió, coreó y siguió el ritmo con el cuerpo.
Administró sabiamente lo que le quedaba de birra, no por seco, sino por precavido.
Sara conversó largamente con una hermosa rubia de frasco de ojos rasgados.
Tamara, “Pilla” y “Clark Kent” iban y venían por el salón cumpliendo con los
pedidos de comestibles y bebibles efectuados por sedientos y hambrientos
sentados en las mesas de planta baja y gallinero. Agostina y Sara preparaban
los tragos y Martín se esmeraba en la elaboración de los platos.
Dio la casualidad de
que el primera voz cumplía años. Trajeron la torta y sopló una velita, que en
realidad era una de esas antorchas que expelen chispas. Se besó con su novia en
público. Retomaron la marcha y la escasa multitud presente los alentó
cariñosamente. A las cuatro terminó la función y el director de la banda ignoró
los pedidos de bises. Jorge estaba en su banqueta, al fondo a la izquierda del
salón cuando la bella de negro descubierta en la vereda, una amiga y dos recios
acompañantes, se pusieron a charlar delante de una heladera de bebidas ubicada
(si se mira desde la puerta de ingreso) a derecha de escena. Para el sociólogo,
mejor lugar imposible, pues se deleitaría mirando a la encantadora dama de
negro vestido.
El escritor-sociólogo
pensó y actuó. Cruzó por delante de la barra -vacía en las postrimerías de la
noche- y se dirigió decidido al encuentro del joven que segundos antes hablaba
con el objeto de sus deseos estéticos. Le dijo: “Decile a tu amiga de vestido
negro que es la más linda de este lugar.” ”Dígaselo usted, pero en inglés”, le
respondió secamente el veinteañero. Jorge, habilitado por el galán, se aproximó
a la susodicha y le espetó: “You are the beautifull girl of
the nigth. You are the finest one. (Eres la muchacha
linda de la noche. La más fina)”, en perfecto idioma shakespeariano. Ella
respondió “Graacias”(en perfecto castellano). Jorge volvió a su lugar de asiento.
A los pocos minutos, los tres jóvenes y las tres niñas del entrepiso aludidos
se retiraron. Cuando la hermosura pasó frente al viejo piropeador, le
agradeció, con una sonrisa, la rosa roja verbal que le había regalado.
El sociólogo pagó lo
consumido y, en la vereda, encontró al “Tero”, que regresaba con la frente
marchita. “¿Y, pa, qué pasó con las rosaragasinas?” “Se fueron. Veinticinco
añitos. Yo tengo sesenta y tres. No me conviene.” Le pechó otro cigarrillo.
Fumaron chismoseando sobre conocidos del pueblo y después, cada uno su ruta.
Como cada vez que
Jorge bajaba al centro (solo, acompañado por su esposa Nancy, o algún amigo),
se fue a dormir con la sensación de que había ganado la noche. Tenía razón.
[1] En Chile le dicen Chow al Show.
[2] Borceguíes.
[3] Tatuajes.
EL DENSO LORENZO
Lorenzo, a quien Joaco llamaba Larry
debido a que así se presentaba en Boulogne (provincia de Buenos Aires) cuando
la adolescencia de ambos hasta que decidió regresar a su patria natal a
mediados de los ‘70 uno de los barcos de la línea Andrea (probablemente en el
C) y desde entonces la amistad se mantiene intacta pese a la distancia.
Se reencontraron en Roma en 2011.
Estuvieron comunicados por correo durante muchos años. Larry (Lorenzo) se
inscribió en Sociología en la Universidad de Roma pero abandonó para dedicarse
al teatro (arte que supo ejercitar en Argentina) y durante algunos años se
ganaba el pan con las giras. Pasaron los años y, por casualidad se encontró con
Silvia en la Via Apia, una argentina que volvió al pueblo de sus antepasados en
el sur italiano en la misma nave que el actor. Al cruzar la línea del Ecuador
se representó una obra teatral dirigida y protagonizada por Larry y elenco (con
Silvia incluida, que a la sazón contaba con 15 años) y se enamoró perdidamente
del artista. Él se abstuvo porque no quería enredarse con una menor de edad. Al
encontrase, fueron a tomar un café y la señorita del barco era una mujer hecha
y derecha. Silvia le preguntó donde vivía y el confesó que estaba en banda
compartiendo cama con un amigo. Había dejado el mundo del teatro y estaba
pensando que hacer. Ella le comentó que era dueña de un garaje en el centro de
Roma que contaba con baño y cocina al que podía mudarse de inmediato. De las
visitas frecuentes, Silvia pasó a la convivencia y se casaron en el registro
civil de la cima de Plaza España. Compraron el departamento donde viven
con ahorros de la consorte y una hipoteca. El departamento es un dos
ambientes amplio de unos 60 m2. y es un verdadero jardín botánico. Al entrar
debieron agacharse para pasar debajo de un potus de muchos metros de largo. En
la pared medianera del balcón (un metro de ancho por 8 de largo) una enredadera
de jazmín del país, una enredadera que abarca todo el perímetro, unas
suculentas (plantas carnosas) más macetas albahaca, menta, romero, taco de
reina y geranio, varias alegrías del hogar. Como el dueño de casa tiene tiempo
de sobra para cuidarlas están relucientes. Donó al consorcio una palmera pero
algún vecino malintencionado que odiaba a Enzo trajo agua caliente y se la
quemó. Está seca a la entrada del edificio.
Lorenzo iba todos los días a la palestra hasta que Silvia se
lo prohibió y tuvo que achicarse a dos veces por semana. Tienen un Fiat Uno
modelo 70 que no paga impuestos porque está considerado una antigüedad –siempre
que lo mantenga en su estado original- que le insume bastantes gastos en
farolitos, asientos gastados y pintura, pero como es un arregla- tuti lo pintó
él mismo. Debe presentarlo anualmente ante la autoridad para eximirse de los
gravámenes. Gracias a sus habilidades convirtió el dos ambientes en tres
insertando una pared y montando un cuarto muy chiquito en el que dormía su
finada madre y luego ocupó su hijo.
Lisa y Joaco llegaron a la Ciudad
Eterna por tren bala en el verano de 2011 procedentes de Venecia y Florencia.
Larry los esperaba en Roma Termine y al recién llegado le asombró lo bronceado
y arrugado que estaba. La cara era un pequeño fuelle con el coco afeitado.
Permanecieron en casa de la pareja dos semanas –con un breve paréntesis de un
domingo en que visitaron Nápoles- pagando Joaco 400 euros para recorrer la
ciudad en el City Tour. Suma que Lorenzo calificó de afano. Lorenzo los
alojó (como en las siguientes visitas) y les cedió la cama del dormitorio
mientras ellos dormían en el living porque Silvia partía temprano al trabajo.
Lorenzo le cuenta a su amigo que está encargado de la página Web de Andrómeda,
una asociación sin fines de lucro que compite (a veces con fortuna) con una
similar dirigida por un cura de izquierdas ladrón (según el informático) en la
adjudicación del municipio de los activos expropiados a la mafia.
La Ong Andrómeda cuenta
con unas oficinas en el centro de Roma, obtenidas por esa vía, cuyo alquiler
mensual rondaría los 25.000 dólares. Joaco le preguntó cómo había llegado a ese
puesto. La cosa fue así: “Me hice amigo de un Generale di Carabinieri retirado,
que tenía una amantorra y me pidió que le hiciera la gamba porque quería salir
con su esposa y la susodicha, para lo cual precisaba de una pareja para la
amada. Acepté y llegamos a ser íntimos. Al punto de que armamos un proyecto
para fundar una academia pública de nivel universitario para formar detectives
privados". La Ong tenía, además, otras fuentes de
recaudación. La principal era la cena institucional de todos los años, en la
que, ante cientos de contribuyentes de las altas esferas del poder que habían
pagado elevados precios por el cubierto, se otorgaban los premios al mejor
militar de ejército, al más destacado aviador, al mejor evaluado marino, etc.
En los días de la visita de Joaco y Lisa a Roma, Larry estaba preparando la Web
para el evento. Larry y Joaco paseaban por Plaza Navona y se sentaron a tomar
un café. “Ciccio” (así le decía Silvia) retomó el cuento. “El
general me presentó en Andrómeda y me encargaron que diseñara
su página. Así las cosas, todo marchaba sobre rieles hasta que el militar
palmó. Tuve que congraciarme con su sucesor. En la primera reunión oficial, el
quía me preguntó: ‘”Lorenzo, ¿Qué título tenés, médico, oculista, abogado,
ingeniero, arquitecto, contador?” “Ninguno, secundario apenas.” ”Eso no puede
quedar así. Yo te nombro cavaliere (caballero). Y me consiguió
un diploma que te voy a mostrar en casa." Estando una tarde en el
departamento, la tele transmitía una sesión del Parlamento italiano y Larry lo
llamó “ese, el que habla, es el jefe de la bancada berlusconiana y capo
de Andrómeda que me nombró Cavaliere."
Lorenzo votaba a la alianza de gobierno que incluía a la Liga del Norte y
Silvia votaba a la zurda. Los primeros días de cada visita Larry habla más en
italiano que en argento. Pasados éstos, gracias a la ayuda de su esposa, retoma
el idioma español y disfruta del humor de Joaco y Lisa. Como el humor define a
los pueblos, los cuatro amigos se reencuentran en ese plano.
Larry es uno de los tipos más generosos
que conoce Joaco. Siempre que lo visitan, lo primero que le entrega es un abono
para el colectivo (vive a unos treinta minutos del centro). Cuando el argentino
le dice que tiene destinados unos mil euros para la estadía y que los van a
reventar juntos, el tano le contesta “guardalos para ahorro". Las
insistencias para colaborar en los gastos son invariablemente desestimadas.
Cuando los llevó a Nápoles en su auto, no permitió que pagara el combustible
una sola vez, y a desgano, lo dejó comprar los City Tours para
los cuatro (unos cuatrocientos euros que Larry consideraba un derroche). Joaco
infiere que no les sobra la plata, pero su amigo es orgulloso y tozudo.
Entonces acepta todo el paquete como viene.
“Enzo” (al menos en Argentina) nunca
fue muy deportista. A lo sumo, golf en el Club Universitario de Buenos Aires
–cancha de nueve hoyos- con un único palo, un fierro cinco. No habían vuelto a
verse en muchos años y, en lo tocante al deporte, el chichio había
progresado. Hacía tiempo que concurría a una “palestra” a hacer Taekwondo
(llegó a cinturón azul, creo). Un día, se puso a precalentar. Cuando tuvieron
que practicar patadas, le tocó un muchacho que lo doblaba en altura y peso, que
acusaba, adicionalmente, cuarenta años menos. Patada va, patada viene, a
Lorenzo le daba vergüenza pedirle que bajara un cambio. Resultado: due
costelli rotti (dos costillas rotas).
De regreso a Baires, a Lisa y su marido
les han quedado tics lorenzianos como el “ecco bravo” y el “Nop”
y el “Sip” que a menudo emplea el hace décadas retornado. Cuando le
preguntan si tiene ganas de visitar Argentina contesta “para qué, viví treinta
años en ese país del culo del mundo."“Ciccio”, cuando habla de una
suma importante (por ejemplo, el valor de su departamento), la traduce a moneda
americana. Pero no dice dólares sino dólar en singular.
En 2015 Lisa y Joaco volvieron a Roma
con el producido por las jubilaciones de ambos rigurosamente transformado en
euros. Aún estaba Cristina Kirchner como presidenta y regía el mal llamado
"Cepo" cambiario (había que solicitar permiso a la AFIP y se
autorizaba de acuerdo a los ingresos declarados). Lorenzo y Silvia habían
reservado en Anacapri una habitación para cuatro (sin hacer
nada pecaminoso) en un hotel boutique decorado tipo antigua Roma. Estuvieron
allí 5 días y en el viaje de regreso pasearon por Capri. Embarcaron rumbo a
Sorrento y allí esperaron 3 horas al micro que los llevaría a Roma soportando
43° a la sombra.
Los amigos argentinos de Roma llevaron
a Lisa y Joaco a una excursión en barco por Ponza y Palmarola.
La nave, cuyo tiene lugar para unos 50 pasajeros sentados. La excursión dura
casi todo el día y en el boleto están incluidos el almuerzo (fideos preparados
a bordo) con un vaso de vino o gaseosa a elección, seguidos por café. El
capitán oficia de guía de turismo (en el idioma de Petrarca y cuenta la
historia de un pozo en la isla de Ponza donde tiraban a los
esclavos condenados a la pena capital los amos romanos.
Antes se mencionó que Enzo es un
internauta muy capaz (llevaba entonces la Web de Andrómeda). De
modo que no es de extrañar que poseyera todo tipo de artefactos informáticos y
ópticos de última generación. Luego de discutir con Silvia por las cosas que
llevaría, optó por patas de rana, máscara para esnórquel, cámara portátil
adosable mediante una pinza de metal y goma, cámara réflex, celular, reloj
Smart (inteligente) y varias remeras y bermudas. Nosotros cargamos una mochila
y un carry on. El sociólogo llevó su filmadora Sony HD y Lisa su Ipad de Apple.
Navegaron sobre un mar que se tornó en esmeralda al rodear Ponza y
antes de almuerzo pararon para nadar. Lorenzo colocó su camarita con pinza en
el borde de babor y Joaco registró todo la Sony. Los varones se
zambulleron cada vez que la nave se detenía y el peninsular empleaba, para
disgusto de su mujer, el equipo de buceo que había portado. Está todo filmado.
Desde la partida hasta el arribo al puerto. El argentino metió la pata por la
mañana antes de que se embarcaran. Resulta que la noche anterior había
descubierto en una vidriera un barquito pequeño (5 cm.) de esos típicos
de Ponza en un escaparate ciego que remitía a un local donde
lo vendían pero estaba cerrado y aprovechó la marcha a la excursión para
comprarlo. Cuando llegamos a la rambla del puerto, se dirigió presto a ese
local caminando por la calle superior mientras Lisa y los amigos hacían la cola
para comprar los boletos. Hete aquí que se desencontraron. Ellos desesperados
porque la hora de partida se acercaba y no sabían donde carajo me encontraba
Joaco , que supuso que estarían esperando en la cola de embarque y ellos le
buscaban por todo el puerto a unos 600 metros su ubicación. Como no su celular
no tenía streaming, debía intentar comunicarse con ellos desde
donde hubiera señal. Recorrió varios bares hasta que en C obtuvo el código de
internet que necesitaba en un bar de la rambla y les pudo avisar donde estaba.
Para 2019 volvieron a visitar a los amigos de Roma, que esta vez habían
reservado 3 días en un hotel pequeño de la Isola dei Giglio (Isla
de Lirio), flor que caracteriza al escudo de armas de Florencia, en la Toscana.
Allí es donde encalló un barco porque su capitán se acercó demasiado y la nave
dio una vuelta de campana. Murieron muchas personas y el ex capitán está preso.
Tomaron tren, bus al puerto y un navío para turistas y habitantes de la isla.
El hotel, situado a unos km. del centro de la isla (el puerto) tiene a
disposición de los clientes una furgoneta que los traslada –previo aviso-a las
tres playas en cualquier hora pero ese servicio se corta a la 10 p.m. Una
noche, tipo 2 de la madrugada, los despertó la alarma de incendios. El ruido
era atronador y empezaron todos a bajar al patio exterior. Se miraban
preguntándose qué pasaba. Apareció el sereno y trató de averiguar que era lo
que causaba el despelote. No pudo resolver nada y llamó al gerente, que llegó
en su moto a los 30 minutos. Fue al tablero de controles y cortó uno de ellos y
la alarma cesó. Aclaró primero que se trataba de un problema en un pasillo de
la planta baja, pero, para tranquilizarlos, agregó que seguramente alguien
estuvo fumando en una habitación y saltó el anti humo. Lorenzo, que estaba tan
furioso que Joaco, que había sido su compinche durante tantos años, no lo
reconocía. Les dijo que el gerente les había mentido. El baile cesó a las dos
horas y todos se fueron a dormir.
Se metieron al mar en las tres playas,
alquilando sombrillas y reposeras (100 euros por día), almorzando en los
barcitos del lugar. Cuando se escondía el sol, llamaban al hotel y los venían a
buscar. Por las noches cenaban siempre el puerto, que tiene muchos
restaurantes excelentes. Joaco quedó fascinado por las pastas con mariscos.
Cambiaba de pasta pero con los mismos mariscos. Después, café en otro boliche y
helados.
Lorenzo y Silvia habían acrecentado sus
manías (como Lisa y Joaco) en esos años. Larry, colocó dos mini filmadoras en
su nuevo auto (un Nissan chico cedido por su hijo) que compró un BMW y un Audi
para su esposa. Para Lisa y Joaco el cambio resultó para peor porque al ser de
tres puertas se debían apiñar en el asiento trasero. Uno lo llevaba adelante en
el parabrisas y otro en la parte trasera. Era para filmar si alguien lo chocaba
de frente o por la cola. Silvia multiplicó las bolsitas de todo tamaño para
contener todo tipo de objetos y los pañuelos descartables. Planchaba todas las
mañanas toda la ropa que llevaría ese día y pasaba la aspiradora al volver del
trabajo. Lorenzo pasó de ser un actor progresista de izquierda a un facho
empedernido que se las agarra con los extra comunitarios afiliado a la Liga del
Norte (secesionista). El argentino prefería no discutir porque es tan pesado
que se torna inaguantable. El colmo de las opiniones que tuvo de oír fue que
los italianos son poco serios, a diferencia de los alemanes, que hicieron las
cosas como se debe. Joaco decidió no verlo nunca más.
ANA
Ana era amiga de Lucía desde la secundaria. Se graduó en 1975 imbuida de la formación con
que todos los psicólogos tenían en Filo en esa época, basada exclusivamente en
Freud. A poco de andar, consiguió trabajo en su profesión. Una ex camarada la
metió en una Obra Social. No ganaba mucho pero, al ser madre primeriza, este
laburo le venía bien. A medida que Morita, su hija, aumentaba en edad, las
exigencias aminoraron y permitieron a la profesional de salud mental tomar
cursos para ahondar en el psicoanálisis freudiano. Algunos años más tarde, en
1978, estaba en condiciones de abrir su propio consultorio. Al principio
alquilaba su consulta por horas en un lugar armado para analistas. Los
pacientes eran en su gran mayoría afiliados de la clientela de la Obra Social
que habían agotado el cupo de la cobertura -siempre limitado- y continuaban el
tratamiento en forma particular. La composición de sus pacientes fue cambiando
lentamente. La proporción en el total de los que abonaban tarifas modestas se
redujo. Llegó un momento en que los particulares puros superaron a los otros y
aumentaron de los ingresos de la psicóloga.
Carlos y Ana se conocieron en “Boliche”, un bar-confitería que estaba a
pasos de la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras (Av. Independencia al
3100) en 1973. Él había quedado en encontrarse allí con Joaco, que saldría de
cursar de 19 a 21. Estaba con Ana, que estudiaba Psicología en la misma casa de
estudios, y Lucía, novia de Joaco e íntima amiga de ella. Se quedaron hablando
luego de que Joaco y Lisa se marcharon. Intercambiaron teléfonos y empezaron a
salir. Carlos estaba próximo a recibirse de Licenciado en Economía en la UBA.
Ana, por esos años, estaba en el PCR y compartía, antes de meterse con
Carlos, con Joaco y muchos compañeros universitarios, la vida de entonces:
cursadas, asambleas y manifestaciones contra las dictaduras. Rompió con los ex
FEDE, pero siguió participando como tantos otros no encuadrados hasta que con
el retorno a la democracia llegó simpatizar con el alfonsinismo, para terminar
en tiempos presentes como progresista anti K. En el curso de esos años se
recibió y empezó a ejercer su profesión, primero en una obra social sindical y
más tarde en consultorio propio.
Aparte de ser muy bonita, tenía ovarios, que le dicen. En cierta ocasión se
había disuelto con gases una manifestación y los “cordina” (Coord)inación
Federal y policía política estaban buscando gente para subir a los tristemente
célebres Falcon verdes. Estaba tan indignada que se acercó a uno y comenzó a
patearlo. Zafó de pedo. Con semejante carácter cautivó enseguida a Carlos. Ella
se sintió atraída, al principio, por la pinta de Carlos. Y cuando comprobó que
participaba en acciones menores de propaganda (pintadas, volanteadas a puerta
de fábrica, distribución de prensa partidaria) y un poco más riesgosas (piedras
y molotov de contraataque a Guardia de Infantería, sustos a rompehuelgas, etc.)
profundizó sus sentimientos hacia él. Tal para cual. Empezaron a salir y
conformaron una pareja. Sus primeros encuentros íntimos se dieron en un
departamento de una tía de Carlos que, a raíz de una fractura jodida de cadera,
debió mudarse a casa de su hermana (madre del implicado). Durante algunos años
disfrutaron de ese depto como si fuera propio. La tía regresó. Y, a raíz de su
sabiduría de vieja, sumado el hecho de que Carlos era su sobrino preferido y lo
veía seriamente enamorado, le regaló el adelanto para un departamento de dos
ambientes en Caballito. Cuando Ana quedó embarazada de Mora, la pareja se casó
y se hizo cargo de pagar las cuotas del préstamo hipotecario del Banco de
Galicia. A los pocos años, con ahorros y una ayuda de los padres, pasaron a un
tres ambientes de 100 m2.
La separeta de Ana y Carlos
Corría 1975 y Ana se abrió de la militancia. Carlos se dijo que pensaba
hacer otro tanto porque ya no creía en la línea del Partido. Lo llevó a cabo y
durante los primeros años de vida de la hija, se vieron absorbidos casi
enteramente por la materno-paternidad. Con el transcurso del tiempo, la pasión
inicial que los unía fue trocando en rutina de piel, camaradería y una especie
de amor pero los sentimientos mutuos eran distintos. Cuando lo admitieron ya
era tarde. Ana tomaba cada vez más cursos de especialización y Carlos se reunía
con amigos y amigas en el bar La Paz varios días por semana. Crónica de un
fracaso anunciado. La discordia se completó con la aparición de terceros.
Se movían en un Ami 8, autito que junto al Citroen 3 CV y el Fiat 600, eran
de uso común entre los jóvenes de clase media de lo ‘70. Poco a poco y sin que
ninguno lo advirtiera, aumentaron sus respectivas independencias. No habían
caído en la indiferencia, pero en esa generación ya se insinuaba la epidemia de
matrimonios de corta duración que se masificaría en las siguientes. Una noche,
cuando habían dejado a Mora con los abuelos para ir al cine, Carlos enfiló para
costanera sur, estacionó, prendió un cigarrillo y dijo “Tenemos que
hablar." “¿Te parece?" “Sí, no podemos seguir haciéndonos los
boludos."
Ana percibió que la cosa era seria y le fue preciso poner el pecho a las
balas. “Como quieras." “¿Salís con alguien? “No, y vos?” “Bueno, algo me
pasa pero seguro que no es grave." “Entonces te digo que conmigo pasa lo
mismo." “Lo sabía." “Y entonces porqué no saltaste antes." “Qué
se yo… ¿qué importancia tiene?." “¿Quien es, la conozco...me
conoce?." “Te pregunto lo mismo pero no espero respuesta, ni la doy."
“Tenés razón, no se trata de ellos sino de nosotros." Ana estaba
lagrimeando y Carlos no podía respirar. Ella estuvo a punto de decir “Cortemos
el tema por hoy, pensemos...y mañana, más en frío, seguimos la conversación
para encontrar una solución que no sea la ruptura definitiva, por Mora
¿sabés?." Él casi dice “Por mi parte, estoy dispuesto a comenzar de nuevo."
Pero los dos se callaron. Ana porque sabía que, de llegar a un eventual
acuerdo, ambos entrarían en la Cofradía del Santo Reproche. Podía asegurarlo
porque su consultorio estaba plagado de socios/as de ese club.
Carlos porque no estaba seguro de que fuera verdad. Puso en marcha el auto
y fueron al hogar que pronto se convertiría en ex-hogar para ambos. Viajaron en
silencio, masticando y regurgitando pensamientos diferentes con una misma raíz.
Al día siguiente, de vuelta de los trabajos y una vez que la nena estaba
dormida, se sentaron a la mesa presas de una infinita tristeza. Cafés de por
medio, comenzaron tratando las cuestiones operativas. Mora se quedaba en el
departamento y él con el auto, porque no sabía cuán lejos le tocaría alquilar.
“¿cuándo y cómo le contamos a Morita?” dijo Ana. ." “Mañana, con la
verdad." “Sí, claro." Carlos le anunció que dormiría en el sillón del
living y se fueron a la cama. Es un decir. Ninguno pegó un ojo en toda la noche
porque sabían que a partir de ese momento, los esperaba una sensación de
desmoronamiento inicial y una hija para toda la vida.
Cuando Mora volvió del colegio a almorzar se extrañó de ver a su papá en
casa. Se comportaron con la normalidad ficticia que les salió y después de
comer le contaron a la nena (de diez años para esos días) que papá se iría a
vivir a otra casa. “¿Por qué?." Ana contestó “Porque decidimos
separarnos." “¿Por qué?." Carlos respondió “Porque hemos dejado de
querernos." Como es de esperar, la nena no comprendía muy bien lo que le
contaban y, a partir de ese momento, se mantuvo en silencio. El clima se
espesaba y Carlos anunció que tenía que regresar al trabajo. Ana se quedó
intentando jugar a algo con su hija. Ninguna de las dos pudo
concentrarse en el entretenimiento y Morita le preguntó a la madre si volvería
a ver al padre. Ana intentó tranquilizarla diciendo “Las dos lo vamos a ver. A
vos te va a venir a buscar y para mí siempre será un amigo."
La trayectoria profesional de Ana
Ana empezó como freudiana y se transformó en Lacaniana con el tiempo. En el
desarrollo de sus estudios de graduada descubrió que los freudianos no
desestiman a Jacques Lacan, que tanto éste como sus seguidores critican algunas
cosas de Freud pero lo aceptan en lo esencial y que, según algunos grupos, eso
redunda en aportes significativos. Lacan es mucho más complejo que Freud. Hay
textos incomprensibles de Lacan, que hasta para los más formados en psiquiatría
y psicología intentan descifrar.
Ana llegó a un estadío en que tuvo de definir su orientación futura y optó
por Lacan. Pasó años estudiando e investigando su legado. Finalizó un postgrado
y tiene que preparar la Tesis Doctoral. La obra más difundida de Lacan está
comprendida en Los Seminarios. Inicialmente seleccionó cuatro (el N°5 “la
formación del inconsciente”; el 10 “la angustia” y el 16 y 17, los dos más
relacionados con Marx. Como ideológicamente conservaba cierta impronta
marxista, Ana eligió un tema emparentado con el pensamiento del gran filósofo
revolucionario (o revolucionario filósofo, según se prefiera). Lacan no era
marxista pero concebía al Síntoma como algo muy semejante al
plusvalor según Marx. Lo novedoso de Lacan, que no está en Freud, es el Objeto
a, que presenta dos acepciones: la causa del deseo y el objeto de goce
(que está más allá del principio de placer).
En sus notas preparatorias de la tesis, Ana escribe: “si como un paquete
mediano de papas fritas Bum, luego otro, y a continuación uno más llego a un
punto de saturación que me conduce, de continuar comiendo fritas, al vómito. Durante
la ingesta del primero satisfago la causa del deseo que estaba presente en mí.
El objeto de goce comienza cuando mastico papas del primer paquete. Si
permanezco en la misma actitud (gula para la doctrina católica) arribaré
inevitablemente a un estado perverso (más allá del principio de placer). En una
acotación al margen, señalada con un asterisco consigna una pregunta ¿no es
parecido a lo que sucede con la Ley del Rendimiento Marginal Decreciente
enunciada por la Economía Clásica?” No en vano estuvo casada diez años con
Carlos, que era economista y daba clases de El Capital. Abre dos asteriscos y
formula un nuevo interrogante: “¿Tiene que ver con la ley del Salto de Cantidad
a Calidad del Materialismo Histórico?.” Tanto el análisis de Lacan aquí mencionado
por Ana como los ejemplos en los terrenos de la filosofía y la economía citados
se ciñen escrupulosamente a la lógica dialéctica.
Luego de la retirada de los militares argentinos del aparato del Estado,
Ana fue una entre los muchos intelectuales que se entusiasmó con Alfonsín, se
enfureció por Menem y creyó ver una salida en el FREPASO. Salió a las calles
cuando el progresismo lo hizo. Con Duhalde se replegó hacia su profesión. Hacía
rato que había aceptado la democracia representativa como mal menor. Conservó
sus simpatías alfonsinistas y no le causaron gracia los sucesivos fracasos
electorales del radicalismo. Como la inmensa mayoría de los que ejercen
profesiones liberales, fue anti kirchnerista. De progre lavada evolucionó a
progre gorila y votó por “El cambio” en 2015.
En el plano sentimental. Ana curte parejas esporádicas de no más de unos
meses. Colegas de profesión y fe lacaniana, puntos presentados por amigas, uno
que conoció en un viaje cuando compartieron asiento en el avión, etc. Sale con
ellos mientras dura el encanto de la seducción primera. Cuando la llama se
atenúa, les dice “No va más.”
Frecuenta teatros y cines. Está actualizada con los films de autor europeos
y lee literatura tipo Sandor Marai y Almudena Grandes. No mucha, porque sus
investigaciones sobre Lacan le insumen muchas horas. Además, trabaja en el
consultorio todas las tardes de lunes a viernes.
Aunque a Ana le falta trabajar mucho para terminar la tesis, confía que lo
hará en un futuro no lejano. Llama a su amiga y colega Nora para arreglar una
salida y ésta le cuenta que publicaron un artículo en el que la señalaban como
discípula de Sciarreta y transcribían la carta que redactó en su homenaje.
Había salido en el suplemento de Psicología de Página 12 del
23 de setiembre. Ana le dijo que iba a comprar el periódico. Fue al kiosco y
pidió al diariero que se lo consiguiera. Al día siguiente pasó a buscarlo. Lo
abrió y leyó:
DISCÍPULOS
DEL FILÓSOFO DAN TESTIMONIO DE SU ENSEÑANZA
¿Por
qué no te comprás una casa?”
“¿Por
qué no te comprás una casa?, le aconsejábamos nosotros, los de este mundo.” “Lo
recuerdo, menudo como era, sentado en su viejo sillón, ante su biblioteca que
ocupaba varias paredes.” “Sus creencias lo llevaron a la cárcel a principios de
los 60.” “Me transmitió la pasión por el síntoma; es que los neuróticos somos
poco tolerantes con nuestros síntomas.” Así, varios discípulos de Raúl
Sciarretta van armando el mosaico siempre provisorio, pero ya definitivo, de la
vida de un hombre. Nora A. Merlín (psicoanalista) “Querido
Raúl: En los años setenta te conocí, en tu casa de Pueyrredón y Mansilla. Te vi
como un señor bajito, de andar despacio y voz suave, que me recibió y apenas me
saludó. Pero ni bien sacaste y abriste el Seminario XI, de Lacan, escrito en
francés porque aún no había traducción castellana, empecé a conocer tu
inteligencia, tu pasión ante los textos. Yo no entendía muy bien todo lo que
decías, pero me fui internando en un mundo fantástico, del que nunca retorné.
Después vinieron Hegel, Heidegger, Aristóteles, Kant, y, junto con ellos, la
historia, la política, el arte y la infinidad de temas que nos convocaban.
Apasionado y comprometido, sensible por los amigos y por lo social, nosotros,
los de “este mundo”, te aconsejábamos: “¿Por qué no tratás de tener un título?
¿Por qué no te comprás una casa? ¿Por qué no publicás tus clases?."
Después comenzaron a llamarte de Madrid, de Barcelona, de San Pablo, y te
dispusiste a viajar, con tus sesenta largos años de aquí para allá, por tu
ligero equipaje, transmitiendo el psicoanálisis. Defendiste la posibilidad de
pensar sin ataduras hasta las últimas consecuencias, oponiéndote a cualquier
tipo de censura. Te interesaba debatir ideas, no los enfrentamientos por
espacios de poder. Por todo esto fuiste nuestro maestro, por todo esto te
queremos, por todo esto nos parece necesario que no te mueras.”
Ana se alegró por su compañera de estudios del
curso sobre el Seminario XI de Lacan dictado por Sciarreta. A lo largo de las
discusiones se fueron haciendo amigas y le sirve de control. En paralelo,
recurre a ella para avanzar con la tesis.
Como en todo psicoanalista y psicoanalizado, en Ana
está presente el miedo a la locura. En parte por su historia afectiva (25%), en
parte por su fracaso con Carlos (25%) y en mucho (50% restante) por la carga
que le transmiten algunos de sus pacientes durante el proceso de transferencia
terapéutica. Al estar bien formada, cuenta con recursos para neutralizar los
efectos de la mitad citada. Deja pasar unos diez minutos entre paciente y paciente.
Aspira y espira antes de saludar al entrante y con una idea vaga (pues siempre
hay sorpresas) acerca de lo que escuchará y interpretará, invita a recostarse
en el diván al perturbado/a. En relación al primer cuarto, espera que la vida
misma se encargue de aportar maduración. Sobre lo de su ex, sabe que cuando se
metió un clavo torcido, se lo saca y reemplaza con otro derecho. En eso está.
A medida que adquiere más experiencia en la
profesión, sus capacidades para conocer a las personas se han agudizado. Como
no puede prescribir psicotrópicos, deriva los casos en que la medicación se
torna imprescindible, a un psiquiatra de su confianza. Por lo general, el o la
afectada mejoraba con la combinación de pastillas y palabras. A veces le sale
el tiro por la culata. Tuvo un paciente, docente él, que presentaba síntomas de
angustia y ansiedad mezclados con episodios esporádicos de pánico. Si bien esas
fobias no impedían que el neurótico desarrollara una vida normal, Ana lo mandó
al psiquiatra. El facultativo lo medicó con Lamocás, una droga estabilizadora
que, según el tordo, evitaba que alternara picos de euforia y depresión. Para
que vencer el preocupado ser venciera su resistencia a los químicos, le dijo
que, por experiencia (era dueño de una clínica para adictos) sabía que en los
períodos de alza todo bien, pero que en los del pozo, algunos optaban por el
suicidio. Semejante revelación bastó para el sufriente, que comenzó a ingerir
la píldora del equilibrio.
Todo inicio de tratamiento con psicofármacos provoca
algún trastorno en el mate o sistema nervioso del iniciado. El paciente de Ana
comentó en sesión que tenía temblores en las manos. Ella le recomendó que
llamara al psiquiatra y preguntara acerca de si debía suspender la pastilla o
seguir con ella. El interrogado contestó que no debía preocuparse. Que si fuera
un violinista al que los temblores impiden ejecutar el instrumento, le diría
que suspendiera, pero que en él, que usaba las manos únicamente para la
computadora, un leve sacudimiento involuntario carecía de importancia.
Los temblores persistían y se acentuaban. Cuando el
inquieto cuasi “colifa” se lo comunicó a Ana, ella dijo que llamaría al
psiquiatra para alertarlo desde su lugar de confidente paga. En la siguiente
sesión Ana contó al divanizado que había tomado cartas en el asunto y que, con
toda probabilidad, el segundo protector de la mente y el espíritu del afectado
profesor le cambiaría la medicación. El tembloroso acudió una vez más a la
consulta del psiquiatra y, de frente march, le pidió que le aclarara el
diagnóstico. El semi Dios de los dudantes le dijo que padecía del grado más
leve de bipolaridad, quien, en su opinión, debía continuar con la medicación
prescripta en una dosis menor.
A esta altura de partido, el docente pensó que
necesitaba de una segunda opinión. Preguntó, y un arquitecto amigo le recomendó
a una psiquiatra que alquilaba un consultorio a su esposa psicóloga. Luego de
las primeras entrevistas de tanteo, la terapeuta le dijo que él no tenía
bipolaridad, porque los que padecen tal trastorno se encuentran impedidos de
llevar una vida normal. Que por lo que le había contado de sus realizaciones
personales y de trabajo, descartando directamente el diagnóstico. “Últimamente
está de moda diagnosticar bipolaridad cuando no se logra entender el caso
cabalmente. Me parece que es una irresponsabilidad.”
El anonadado neurótico fue al consultorio de Ana y
le dijo que era la última sesión a la que asistía. Ana, sorprendida, preguntó el
porqué. El liberado le dijo que ella lo había derivado al psiquiatra y era tan
responsable como él por el errado diagnóstico. Ana le dijo que eso no era así,
porque los temas de medicación no eran de su incumbencia y por lo tanto no
compartía responsabilidad alguna.
El paciente desapareció de la vida de Ana y ella
sigue convencida de que la acusación era injusta. Ése episodio constituye una
rara excepción en el derrotero profesional de la analista. Generalmente se
desvinculan satisfechos. Unos pocos porque fueron dados de alta, algunos porque
no podían cubrir sus honorarios y los derivó a otros colegas de menor costo y
otros que abandonaron sin dar explicaciones pero que antes recomendaron a
conocidos. Es decir que no tiene que rasgarse las vestiduras cuando hace el
balance de su desempeño profesional.
UN VIAJE CORTO EN EL COLECTIVO 12
Julio era consciente de su necesidad de llamar la atención y convertirse en
centro de la atención. Cosa que lograba casi siempre en fiestas, reuniones
políticas y almuerzos en el ministerio. Como a veces no tenía audiencia
conocida a mano, se conformaba con ser actor anónimo para ocasionales
acompañantes. Un jueves iba al terracero[14] en el colectivo 12. El bondi venía repleto. Al arrimar su tarjeta
“Sube” a la máquina, escuchó una discusión a viva voz que atraía miradas y
oídos del pasaje. El intercambio de acusaciones le pareció interesante y se
acercó al ojo de la tormenta pidiendo permiso. Cuando estuvo convenientemente ubicado,
descubrió que un adolescente y un anciano intercambiaban improperios. El jovato
estaba sentado en un asiento para dos personas mirando al pasillo y el
jovencito estaba parado frente a él. “Porque uds. los jóvenes no tienen
educación y le faltan el respeto a sus mayores.” ”El respeto se
gana, no se impone como usted quiere hacer.” ”A vos no te enseñaron educación
ni en tu casa ni en el colegio, basta con ver cómo estás ahí con tu patineta
molestando a los demás.” ”Ahora se mete con mi patineta”... Julio interviene
diciendo “Amén”. El anciano, que a esta altura se reveló como sacerdote por el
cuello Mao de su camisa, le espetó a jovencito “Eso, eso, Amén quiere decir así
sea.” El díscolo irrespetuoso lo miró despectivamente. Julio le dio un codazo
suave para indicarle que se proponía tomar el pelo al enviado de dios pero el
pibe no entendió y se corrió hacia el fondo.
El viejo, sintiéndose apoyado por
Joaquín, lo tomó por oreja ideal para uno de sus diálogos preferidos. “La
señora joven se me acercó con su bebito en brazos y me dijo que no escuchaba
nada de lo que le decía y que rechazaba la teta. Yo recibí al nenito y en el
momento en que lo agarraba, percibí un resplandor que era el Espíritu Santo que
me decía ‘tú puedes’. Toqué la cabecita del bebé suavemente y al instante
comenzó a berrear. Comprendí que era por hambre y lo devolví a su madre. En
cuanto llegó a sus manos, buscó los pechos y acercó su boquita. La señora sacó
el derecho y el hijo se prendió ávidamente.” Joaco le dijo: “Usted es un sanador.”
”No, el sanador está en los cielos.” ”Pero usted es su intermediario.”
”Efectivamente, el Espíritu Santo me concedió ese don.” ”¡Eso es la fe, el
milagro de la fe!” Al levantarse una dama que estaba en el asiento contiguo al
del viejo, el sociólogo la reemplazó, se acomodó y comentó a su acompañante:
“Usted es un cura sanador.” ”Sanador sí, cura no, porque soy pastor.” ”Entonces
no es un cura de la Iglesia Católica Apostólica Romana.” No, soy un pastor de
la Iglesia Apostólica Pentecostal. Apostólica porque fue fundada por los
apóstoles de Cristo y pentecostal porque fue creada el día de Pentecostés. Pero
nuestra Iglesia no pertenece a ningún imperio, ni al romano, ni al alemán ni al
inglés.” ”Entonces no es de la Iglesia Anglicana de la calle Córdoba al 400.”
“No.” ”Yo pensé que por sus palabras era cura.” ”No, ya le dije que soy pastor,
los curas también son sacerdotes cristianos pero no tienen nada que ver con
nosotros.” ”Ah, comprendo. Predican la moral cristiana como usted hacía con ese
joven que se retiró.” Efectivamente, el Maligno está en todas partes. Fíjese lo
que pasó con Trump.” ”Sí, no me caben dudas de que el triunfo de Trump
traerá muchos males al mundo.” El pastor se incorporó diciendo: ”Bueno, tengo
que bajarme. Que Dios le bendiga.” ”Igualmente.” El predicador se retiró y un
señor cogotudo se sentó junto a Julio, que le dijo “Si le digo que soy ateo se
muere.”
BORGES
El título no alude a nuestro eximio
escritor y poeta, ni al personaje que interpretaba Alberto Olmedo (Borges)
junto a Javier Portales (Alvárez) en “No toca botón”, famoso programa de TV que
se emitió entre 1982 y 1987. El sketch se llamaba, precisamente, Borges y
Álvarez, y consistía en mostrar las tribulaciones de un actor y un guionista
que esperaban que la secretaria (Silvia Pérez) los dejara hablar con el
director de programación. Uno de los puntos culminantes era el que Borges le
decía a la secretaria “Hay efectivo” metiéndose la mano en el bolsillo y
recibiendo por respuesta un “Usted siempre es el mismo grosero. Alude a un
Jorge Luis Borges mexicano que encontré en la confitería London City de Buenos
Aires en 2018.
Yo estaba sentado en una mesa
junto a mis amigos Hemingway joven (talentoso pintor, fotógrafo y borracho que
labura en el Museo de la Historieta de Costanera Sur) y El realizador (dotado
fotógrafo que trabaja en el Museo Sívori). Veníamos de caminarnos todo el
trayecto entre la Costanera y Avenida de Mayo y Perú y, cansados, recalamos en
el London City. Hacia el fondo se levantó de una mesa un hombre de mi edad (72)
muy parecido a un ex compañero mío de la Secretaría de Planificación de
Presidencia de la Nación. Me acerqué y le pregunté: “¿Vos sos Pedro
Liachovitski?” “No, soy Jorge Luis Borges” y me recitó completo un poema del
marido de María Kodama:
“En Pehuajó me lo dieron
unas manos generosas
más vale que no presagie
que vuelve el tiempo de Rosas.
La empuñadura sin cruz
Es de madera y de cuero
Abajo sueña su oscuro sueño
El tigre de acero.
Soñará con una mano
Que lo salve del olvido;
Después vendrá lo que el hombre
De esa mano ha decidido.
El puñal de Pehuajó
No debe una sola
muerte;
El forjador lo forjó
Para una tremenda suerte.
Lo estoy mirando, preveo
Un porvenir de puñales
o de espadas (da lo mismo)
y de otras formas fatales.
Son tantas que el mundo entero
Está a punto de morir.
Son tantas que ya la muerte
No sabe dónde elegir.
Duerme tu sueño tranquilo
Entre las tranquilas cosas,
No te impacientes, puñal.
Ya vuele el tiempo de Rosas.
Me las sé todas. Soy mexicano de
Monterrey y fanático de mi tocayo. Mi esposa también. Te la presento.” Les
dije: En una librería de Las Heras, casi Pueyrredón venden unos CD
(libros sonoros) muy interesantes: Leopoldo Marechal por él
mismo; Raúl González Tuñón por él mismo y Jorge Luis Borges por él mismo. No es
lejos y les aconsejo que los compren”. La mexicana de dijo: “El de Borges lo
tenemos en disco de pasta y a los otros no los conozco”. Seguimos conversando
de Monterrey –según el azteca la ciudad más hermosa del mundo, seguida por
Buenos Aires”. “No tuve el gusto de visitarla. Me limité a Aguas Calientes
–donde fui al INEGI becado por mi gobierno a un curso sobre pobreza- , San Luis
Potosí, Nueva León, Guanajuato, Distrito Federal, Cuernavaca y Taxco. Para el
D.F., un amigo que estuvo exiliado cuando la dictadura genocida, me trazó un
recorrido para recorrer los lugares imperdibles: el Zócalo, el Sanborn de los
azulejos, el museo nacional de antropología, la Universidad Autónoma de México,
la librería Gandhi y la Plaza Garibaldi. Dejé mi equipaje grande el aeropuerto
y marché a la ciudad con mi filmadora. Al llegar compré en la calle unas
zapatillas cómodas y guardé mis zapatos en el bolso. Como mi avión partía para
Argentina el lunes de madrugada, al llegar de Taxco me mandé a la Zona Rosa. En
un pub disfruté de música y baile de los jóvenes desde la barra.”
El Borges extranjero me pidió
disculpas porque tenían que retirarse. Pagó su cuenta y se marcharon. En esa
confitería hay una mesa con una escultura de Julio Cortázar escribiendo “Los
Premios”. Sentado, con un café y un cenicero con un pucho encendido como supo
corresponderle. Yo retorné a mi mesa, compré una taza de café con leche con el
logotipo de la casa y seguí conversando con mis amigos sobre Buenos Aires y su
frondoso arte.
VIEJOS SON LOS TRAPOS
Hace ya tiempo de padezco (como dijo
J.L. Borges, el autor de La Milonga de las dos hermanas) la
humillación de la vejez. Hace ya tiempo que tuve un cáncer de piel en la
mejilla izquierda –que por suerte no desata metástasis- que fue quemado con
criocirugía y me obliga a usar protector +50, sombrero y caminar por la sombra.
Una vez curado, recuperé mis artrosis: bilateral de rodillas, con preferencia
por vértebras cervicales y lumbares. Porto prótesis (parcial) de dentadura
superior que hace que deba buscar posiciones incómodas en la cama. Suelo tener
pesadillas ligth (antiguas novias, mi fallecida esposa, mi
actual mujer, mis hijos en edades varias, mis nietos) y en todas soy el héroe
de la película. Tengo la virtud de que me despierto a mear en la noche y
retomo, continuado, el sueño interrumpido. Cuando me asalta la
depresión, duermo 12 horas más siesta, pero en la fase maníaca que la sucede,
me reconvierto en un Speedy González. Ordeno biblioteca, videoteca
y arreglo las cosas de la casa que esperaron pacientemente la
resurrección. En pocos días comenzaré mis tres cuartos de siglo.
Llevo a mi mujer presente 12 años, pero ella está algo depre por cosas que
pensábamos serían de otro modo: nietos en el extranjero, hijos con sus padres
en Madrid y otras yerbas que mejor no cuento. Nos apoyamos mutuamente y pasamos
la cuarentena por el coronavirus19 sin pelearnos.
Camino más lento y, poco a poco, me
resigno a las malarias y sigo. Hasta diría que les he tomado afecto. Se me
volaron las chapas (pelos), uso anteojos con corrección para leer, escribir y
unos Cartier de cristales ahumados con marco de oro. Como me quemaron con
criocirugía un carcinoma (que no hace metástasis) en la mejilla izquierda,
tengo que andar con sombrero y protector solar. De casi nada me arrepiento de
mi vida pasada. Como dicen los mexicanos “mejor pedir perdón que permiso”. Trato
de seguir escribiendo mis ácidos y cómicos relatos (no dicho por mí sino por
amigos). Mi actual esposa tiene la columna jodida y debe tomar unas gotas de
opiáceos. Entre ambos gastamos una fortuna en remedios. A lo que se suma que
también solventamos los de mi suegra actual (83). Porque aún vive, alimentada
por sonda gástrica, mi suegra primera (94). Lo bueno de mi fase maníaca es que
me devuelve el humor y hablo constantemente. Frases graciosas que hacen sonreír
a mis circunstanciales socios de cola o en la mismísima calle: el otro día salí
a comprar comida y un joven treintañero con barbijo se largó con el semáforo en
rojo pues estaba abusando de su celular. Le grito el alto,
retrocede y le digo: “Si seguís así no te va a matar el coronavirus sino
un auto”. “Gracias, el celular me tiene loco”.
Como soy casi analfabeto digital,
aunque trabajé muchos años en computadoras con dos dedos en casa y en el
ministerio (soy sociólogo) usando Word y Excel, tecleo lento y seguro en mi
mini laptop. Me enojo con ella cuando no puedo subir una imagen. Tengo además
una laptop que uso con mouse y la mini con teclado táctil. En ambas tengo
archivos distintos y paso de una a otra para asegurarme de no perder nada. Me
trabuco y olvido en cuál de ellas están guardados. Sigo luchando a brazo
partido. Uno de mis sobrinos me pasó un tutorial pero no consigo abrirlo. No
importa. Se me ocurren nuevos cuentos o refloto algunos que tengo guardados de
proyectos anteriores.
Entre ordenar mi taller, mirar los
noticieros, escribir, dormir las 8 horas, ver películas en Netflix o flow,
organizar las antigüedades que colecciono y hacer las compras, se me pasa el
día volando. Calculo que para cuando pase el aislamiento forzoso después de
Semana Santa (si todo sale como las autoridades esperan) habré
finalizado 4 libros más para subir a otros tantos blogs. En “Narrativa
no convencional Jorge Vibes” se podrán consultar. “Unas obras
inconclusas de acá”, ya publicado, tiene más de 4.000 entradas desde muchos
países. Espero que los próximos tengan un éxito similar.
El dolor de espaldas y rodillas lo
ataco con una bicicleta fija, ejercicios y el ir y venir por el departamento
(100 m2.). La depresión superada me significó la pérdida de unos 10 kg., que
trato de recuperar comiendo bien. Sumé chocolate en barra a mi dieta y meriendo
chocolatada. Como cuando era niño. Desayuno copos de maíz con leche porque
descubrí que la miel pura me afecta los dientes. Me despierto y preparo la
primera ingesta. Como cada cuatro horas. Por los medicamentos. 50 gotas de un
preparado que me acercó una amiga, medio comprimido de un antidepresivo, el
inhibidor de colesterol y una Aspirineta (otro regreso a la infancia). Mis
comidas fuertes consisten en pastas, omelettes , atún con
fideos, milanesas de pollo fritas en aceite de oliva, paté con champignones, morrón
rojo, tartas de jamón y queso o verdura, purés de papa y batata y lomo picado
en procesadora.
Sostengo que el covid19 cambió las
relaciones de poder en Argentina y el mundo. En los hogares biparentales o
multi parentales, el que antes tenía el poder (hombre o mujer) dominaba al que
estaba sometido por su dependencia. Ahora, de ser el caso, los roles se
invierten. De los infantes, ni hablar. El/la que detenta el mando los tiene
carpiendo. Cuando el hogar es de una sola persona, no cambia nada porque no se
puede. Deben recurrir a la masturbación (con o sin pornografía escrita o
filmada). Las mascotas sufren a su manera la cuarentena. Si los sacan a pasear,
su libertad callejera dura lo que un suspiro. Deben hacer sus necesidades en la
puerta de casa y conformarse con ello.
LA PLACITA DE SAN ISIDRO
Una tarde, cuando Luis tenía 67, llevó a Felipe, para entonces de siete años, a la plaza. De
hecho, fue el nieto el que llevó al abuelo, pues ya le había advertido que él
conocía el camino. Normalmente, Felipe llamaba la atención con sus salidas hilarantes. Ese día, sin embargo,
estaba bastante parco. Casi no pronunció palabra en todo el trayecto.
La plaza distaba dos cuadras de la
casa, cubría una arbolada manzana del barrio del hipódromo de San Isidro.
Estaba bien diseñada y mejor equipada. Como salpicados, un conjunto variado de
elementos de disfrute: tres tipos de hamacas (uno para adultos), en areneros,
igual número de aparatos de fitness, dos toboganes (uno común y otro de tubo),
mesas sobre el césped en las que las madres y parientes ordenaban bebidas y
comestibles para el picnic o la merienda, mecedora de resorte y cómodos bancos
de madera dispuestos en los cuadrados que rodean a los juegos o solitarios aquí
y allá. Al llegar, Felipe se adelantó al pique, probó dos tipos de hamacas
empezando por las de adultos. Al mecerse, miraba a Luis para asegurarse
que lo tenía de público. Se bajó caminó unos pasos y regresó para encaramarse
en uno de los caños que sostienen en forma sesgada la estructura. Alzó las
manos hasta donde le permitía su estatura, tomó con ellas el caño y completó la
maniobra con las piernas en la parte inferior. Miró a Luis, quien le dijo
“Muy bien, ahora hace fuerza con las manos y seguí para arriba." A pocos
metros, en el tobogán de tubos, había una parva de gurises[15] que no superaban los ocho.
Algunos en la plataforma de despegue, alguna en la escalera, y el resto a ras
de tierra. El más pequeño estaba gritando a pulmón batiente (como sólo lo hacen
los menores de cuatro). No paraba. Luis se acercó, les preguntó si eran todos
hermanitos y le contestaron a coro que no, hermanos y primos. Serio y en alta
voz atacó con un “¿Quién está gritando?" Miró fijo a cada uno comenzando
por los de la plataforma. “Yo no”, fueron contestando por turno (incluido el
culpable). El presunto adulto mayor prosiguió “¿Fuiste vos?, con la técnica ya
mencionada. Misma respuesta de los primeros interrogados, pero a partir del
cuarto empezaron a desmoronarse. “Fue Papicho." El aludido
tuvo que confesar. “Bueno, no me interesa la razón, pero es muy molesto."
Todos se habían quedado en silencio. Luis, sonriente, les lanzó un “Tranquis,
es una broma." Los peques se distendieron y regresaron a sus juegos de
empujones y gritos. Papicho se le acercó con un sorbete en la
manito y le dijo “Velita” para plantarla a renglón seguido en la arena. “Ah,
¿estás de cumpleaños y tus hermanitos y primos te van a cantar el cumpleaños
feliz?" “Sí." “Te felicito." El abuelo se fue a sentar en el
banco más cercano. A todo esto, Felipe, que no le perdía pisada porque había
competencia a la vista, lo llamó desde lo alto del caño. “Muy bien, ahora bajá
con cuidado." Obedeciendo ciegamente, el nieto llegó a la mitad del
recorrido y se tiró a la arena. Después lo miró desafiante. Luis no entró en la
provocación. Una morochita preciosa de unos cinco años, próxima al camino donde
estaba el abu, pero en la arena, luchando entusiasmada a pala y rastrillo. De
cuando en cuando tosía levemente. Advertida de que la observaban, saludó con la
manito. Luis respondió el saludo. “Me parece que no te conviene tirar la arena
hacia arriba porque flota un polvillo que es que te puede dar tos." “Yo
estoy enferma, pero del estómago." ”¿Te duele la pancita?." “Y el
estómago porque comí un picadillo vencido que había estado mucho tiempo en la
heladera. Yo me llamo Martina ¿y vos?" “Luis pero me dicen Lucho y por
segundo nombre Jorge." Se habían acercado otras tres nenas (6-7-8 años
aproximadamente). La más pizpireta le pregunta “¿vos sos Jorge el curioso? “No,
pero soy bastante curioso…y preferiría que esto quede entre vos y yo, como
secreto." “Seguro Felipe no perdía detalle de la situación y seguía
hamacándose. Las tres nenas volvieron a la zona del tobogán. Felipe dejó la
hamaca y se acercó a ellas. Un nene lo invitó soplar las imaginarias velitas y
se prendió en el festejo. Una vez finalizado éste se fueron todos a una de las
calesitas de empujar donde derrocharon energía y risas un tiempito. En la otra
punta de la plaza, Martina y Luis siguen conversando. “¿Oíste ese ruido?"
“No." “Me parece que fue una bomba o…un globo que se reventó." A lo
lejos se escuchan estruendos apagados de fuegos artificiales. “Ahora sí, son
fuegos artificiales. Seguro que vienen de la plaza de la catedral." “A mí
me dan miedo." “Pero por qué. No hacen daño y son lindos. Como los de
Navidad y Año Nuevo." Igual me dan miedo, los cuetes me dan miedo."
“Pero porqué, si no hacen nada." “Igual, me dan miedo porque soy
chiquita." Cuando el abuelo consideró que Felipe había gastado suficientes
calorías le preguntó si quería ir. “Bueno." Caminaron hacia la casa
hablando de temas diversos y al llegar a la esquina de la misma, Luis preguntó
¿Falta mucho?" El nieto ni lo mira y dice “Ya llegamos."
PEDRO, EL ÚLTIMO DE LOS ESTALINISTAS
Es unos años menor que Julio y se afilió a la Fede (Federación
Juvenil Comunista) cuando tenía 12. Eso era anti estatutario pues se entraba a
los 14, pero lo ayudaron circunstancias fortuitas. Un pariente cercano facilitó
2 departamentos para que el Partido los usara. En la clandestinidad, esas cosas
tienen su importancia. Aguantó firme la fracción de la Fede encabezada por Otto
Vargas, que arrastró la casi totalidad de los jóvenes al CNRR –Partido
Comunista-Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria-, posteriormente PCR
(Partido Comunista Revolucionario). Mérito merituado. Hizo carrera interna,
llegando a desempeñar cargos importantes. Lo apartaron por causa de una
diferencia ideológica mal manejada. Pese a esos avatares, se conserva como un
estalinista puro. Formado en torno a las Obras Escogidas de Marx y Engels, las
de Lenin, el Manual de Marxismo-Leninismo de Otto Kuusinen y
lecturas de Stalin.
Se ofende cuando Julio le dice que es hombre del “aparachiski”[16] y retruca que esa palabra es una invención de la
CIA. Joaco lo provoca acusándolo de pensar la realidad argentina desde la
Inquisición (Socialismo Realmente Existente en la URSS). Se putean amablemente
pues más allá de profundas diferencias ideológicas, son dos viejos que pueden
entenderse simplemente con la primera palabra de una frase. Hace
rato que descubren en las conversaciones menciones a cosas y personas que
conocieron y que ahora están en los libros.
Regresó a Argentina luego del
exilio voluntario que abarcó casi toda la década de los 80. Su formación le
permite reconstruirla en la cabeza, siempre desde la impronta ideológica
citada. A Joaco le recuerda otros casos parecidos que conoce en planos
aparentemente inconexos: algunos exiliados políticos, seminaristas y curas
casados. Salvando las enormes distancias, recordemos que Alfonsín y De la
Rúa fueron liceístas. Lo que une a todos los nombrados es que no pueden
desprenderse de su sello profundo.
En contacto con compatriotas y otros
latinoamericanos arrojados al exilio, conoció cosas que se saben fuera del
propio país y a destiempo. Esto último también se cumple en Julio, que tuvo una
fotografía más completa de lo que sucedió en Argentina en los ‘70 a través de
militantes que regresaron con la democracia.
Admira la experiencia del PCCH, que desde
el marxismo-leninismo-estalinismo-maoísmo llegó al capitalismo de Estado.
Como Julio, no sirve a personas sino a
causas.
Pedro conoció a Julio en un local de
Nuevo Encuentro durante 2014. Como eran aproximadamente de la misma generación,
pegaron onda inmediatamente. Por intermedio de Julio, llegó a hacerse amigo de
Lisa y Carlos. A diferencia de los más jóvenes, los dos viejos tenían una
posición económica consolidada. Hecho que los convertía en líberos para los
dirigentes de la unidad barrial. Es decir, que no sujetos a la disciplina vía
ubicarlos en organismos oficiales. Pedro tenía una PYME (tres taxis) y Julio
una muy buena jubilación. Con el tiempo, ambos fueron apartados del Partido de
distinto modo. A pedro lo trasladaron a Logística con la excusa de que era
pendenciero y borracho. A Julio, que gozaba de cierto prestigio entre los
militantes de mediana edad y los jóvenes, le sugirieron de mil maneras que
sobraba (censuraron un curso de Comunicación Política por escrito que se había
ofrecido a dar, lo marginaron del proyecto de radio comunitaria, le impidieron
pasar una película que había realizado filmando unos de los discursos de
Cristina en Casa Rosada, etc.). Pero el profesor no se dio por enterado.
Pedro y Julio llegaron a Nuevo
Encuentro porque querían ser parte activa en algún área del Proyecto Nacional y
Popular en curso y ese partido pasaba por ser el lugar indicado para ellos.
Para Pedro porque Sabbatella, el factótum, venía del PC y había sido su
subordinado cuando camaradas; Para Julio, porque era lo mejor de lo peor (tenía
muy mal juicio de los partidos de la democracia, los caracterizaba de
militancia “light”). En su opinión (gestada desde fuera), los herederos de la
tradición centroizquierdista del PCA, el Partido Intransigente y el Frente
Grande, debían mantener los vicios de sus organizaciones madre. Luego lo
confirmó por completo.
Pedro y Julio se juntaban a almorzar
una vez por semana en el Cervantes II de Perón al 1800. Se bajaban un troli de
blanco y, como Pedro seguía con sed, pedía un ⅜ adicional. Hablaban del local y
Joaco, que había aterrizado más recientemente, se enteraba de la cocina. Así
logró tener la película más clara y las chanchadas que los capos y sus
incondicionales armaban en su honor no le afectaban tanto como los instigadores
pretendían.
La amistad se fue consolidando a medida
que los almuerzos se repetían. Pedro, que no se había desprendido de sus manías
de hombre del aparato de inteligencia del PC, solía pedir aclaraciones no
pertinentes (como si se tratara de un camarada sometido a juicio interno) y
Joaco las contestaba con toda sinceridad, porque entre bomberos no cabe pisarse
la manguera. Poco a poco, cada uno fue conociendo el pasado militante y no
militante del otro.
Pedro contribuía generosamente para que
el minúsculo local estuviera presentable. A sus costas, fue dotado de una
kitchenette y pintado a nuevo por dentro y fuera. Algunos jóvenes se
aprovechaban de la buena disposición del viejo, aceptando las frecuentes
invitaciones de éste para comer y chupar gratarola. El aporte de Joaco era
igualmente importante: llevaba un proyector y una pantalla grande para que se
pasara cine infantil. Otro grupito (más sano) de jóvenes tenía a su cargo los
viernes de cine. En su gran mayoría, los espectadores eran niños de casas
tomadas de la vecindad. Esa misma clientela acudía a Apoyo Escolar. En
resumidas cuentas, el accionar de los militantes giraba en torno al realizar
para los menos favorecidos del barrio cosas que soñaban ver plasmadas en la
sociedad que aspiraban a construir.
Pedro fue inducido a borrarse. Es decir
que le arrebataron el contacto con los vividores que le hacían compañía. Se fue
a militar a otro espacio. Joaco, que se apartó por otros motivos, sufrió
también un impacto parecido, pero como tenía una excelente pareja, pudo
soportarlo casi sin consecuencias.
En su nuevo lugar de asiento, Pedro
aspiraba a lograr un puesto en un hipotético ministerio luego de que el
kirchnerismo revalidara credenciales con el candidato de Cristina para el 2015.
Como eso no se produjo, se quedó en banda. Paralelamente, los tachos no
producían el dinero pretendido. Según Pedro porque no se podía tener empleados
en blanco, pagar todos los impuestos y cargas, etc. Es posible que fuera por
una mala administración. La cosa es que se inició el “cuesta abajo en la
rodada”. Tuvo que vender dos de los taxis. Se quedó con el más choto, y como no
sabía conducir, no lo podía trabajar personalmente.
Además de ser alcohólico, Pedro padecía
de insuficiencia respiratoria grave (adquirida gracias a tres atados de
cigarrillos diarios). Durante 2014 estuvo internado un mes en un
establecimiento público y casi no la cuenta. Recuperado, dejó el faso y el
chupi por un breve tiempo. Cuando Joaco lo llamó para contarle que había salido
del sarcófago (depre) se encontraron nuevamente. Se juntaron a almorzar en un
comedero próximo a casa de Pedro porque camina él con dificultad a causa del
EPOC.
Frente a una carne asada con papas y un
tinto, Julio le refirió cómo había caído y a partir de qué reservas había
salido. Pedro prestó atención y le contestó que su caso era distinto “Yo estoy
sólo.” “¿Tu madre falleció?” ”No, pero tiene cáncer en una pierna.” ”Bueno, a
su edad avanza muy lentamente.” ”Claro, y yo tengo que convertirme en su
enfermero hasta que se muera.”
Se sirvieron vino y Pedro continuó:
“Estoy quebrado, enfermo y con una depre galopante. No puedo conciliar el sueño
si no me mando un Trapax de 2,5 mg. La vigilia permanente es un tormento tan
eficaz que lo llaman Tortura Blanca. Es la que emplean los marines en
Guantánamo. No dejan dormir al interrogado un segundo durante muchos días. Le
sientan muy cerca a un guardia que lo abofetea cuando comienza a cabecear. Los
torturadores se turnan de modo que la víctima esté siempre acompañada.” El amigo
dijo: “Te entiendo, a mí me pasó lo contrario, no quería salir de la cama
porque no tenía nada que hacer en el día. La macana es que después de dormir
tantas horas se te va el sueño. Entonces me levantaba, porque si seguía en la
catrera, me castigaba con el que no tengo proyecto ni ganas de tenerlo. Ir al
banco a pagar las tarjetas de crédito o cobrar la jubileta era misión
imposible. Lo lograba, pero me daba cuenta de lo mal que estaba.” “Ya te dije,
soy insomne.” Joaco pensó, sin decirlo “éste está carburando en hacerse
boleta.” Y no le erraba. “Estoy considerando seriamente el suicidio.” “En ese
caso, te seré sincero. Yo lo voy a sentir, pero nada más.” ”Claro, te entiendo.
Venimos de la nada y hacia ella vamos. Pasé por la vida como tantos. ¿sabés que
en Bélgica acaban de despenalizar al que ayuda a morir a alguien que no tiene
razones clínicas para ello?” “No, pero en Londres había un Club del Suicida que
te daba las formas más seguras y menos dolorosas. Una pareja de amigos se
asoció y mucho antes de efectuarlo lo contaban a quien quisiera oírlos. Por
supuesto que no lo tomábamos en serio (por el refrán que reza “el que lo
anuncia no lo hace”), que simplemente era un recurso de snobs.”
“Sí, pero hay otro: “el que avisa no traiciona.” ”Bueno, cuando lo llevaron a
cabo, comprobamos que era de verdad.” “¿Sabés que la mayoría de los suicidios
se dan por la mañana y en día Domingo?” ”No, ¿de dónde sacaste
eso?” ”Investigación estadística.”
Joaco salió a la vereda para fumarse un
cigarrillo. Mientras faseaba, pensó en cómo podría ayudar al amigo. Al sentarse
a la mesa le preguntó: “¿Te gusta leer?” ”Depende de qué. Si es buena
literatura sí.” “Bueno, no lejos de aquí está la biblioteca del Congreso. Tiene
de todo. Porque por ley las editoriales nacionales deben mandarle un ejemplar
de lo que publican. Literatura, poesía, historia. Si tenés dificultades para
concentrarte, te sugiero sacar cuentos. Empezás y terminás uno o más en una
sola visita.” El suicida en potencia atendía en silencio. “¿Te tienta hacer teatro?.”
”Nunca lo intenté.” “Hay montones de lugares para probar. Gratis o pagando poco
como en el Centro Cultural Ricardo Rojas.” “Bien.” “Si te copa el cine, te vas
al Gaumont donde la entrada cuesta monedas o al Centro Cultural del Congreso de
la Nación, Alsina casi Entre ríos, donde proyectan películas buenas con entrada
libre.”
Pedro volvió a llenar las copas. “Si te
inclinás por la construcción literaria, hay talleres sin costo en Aluvión
Ciudadano de Corrientes y Río Bamba o el Centro Cultural del Congreso.” “No
creo, porque nunca se me ocurrió escribir.” ”Como ves, salidas hay. A condición
de que el proyecto te entusiasme, te saque algo de adentro.” ”Ese es el
problema, nada me copa. Es más, ni siquiera pretendo que me conmueva, me
conformo con que me ayude a ocupar las horas. Aunque sea un laburo por poca
plata.” ”¿Y si retomás los títeres?” ”No, eso fue laburo para morfar en
Europa.” “¿Minas?”. ”Tampoco, me abrí de la inglesa porque quería un hijo y de
otra en Argentina porque quería casorio. Cobra una buena jubilación y tiene
departamento, pero estoy seguro de que no tiene un buen recuerdo.” ”¿No podés
vender el departamento.” ”Está a mi nombre con usufructo de por vida en favor
de mi vieja.” A esta altura de la journée[17], a Julio se le agotaban los argumentos
pero recurrió a uno más. “Mirá, en la otra cuadra me junto con unos vagos y nos
cagamos de risa ¿porqué no te das una vueltita?” “No te prometo nada.”
Al día siguiente (que no era lunes) se enteraron de que
Pedro tapó el escape del “tacho”, desconectó el catalizador, puso en marcha al
motor y esperó en el interior a que el monóxido de carbono cumpliera con su
función.
RUMBO A AMERICAN EXPRESS
Cierta mañana del 2019, Gustavo se despertó, desayunó y fue
a tomar el colectivo 150 a la parada de Callao y Perón. Debía resolver un
malentendido que surgió en el resumen de su tarjeta de crédito. La central de
esa empresa está frente a Plaza San Martín y el viaje le tomaría (dependiendo
del tránsito) entre 20 minutos y media hora. La cuestión del tráfico de los
automotores se complicaba casi diariamente por causa de las manifestaciones que
se celebraban en la Plaza del Congreso por motivos varios (despidos, bajos
salarios, reclamos por el aborto seguro y gratuito, etc.)
Cuatro cuadras después, subió una dama de cierta edad,
muy maquillada y con ropas que demostraban su clase media-media. El bus estaba
casi vacío y Gustavo estaba sentado en el asiento doble delantero. La recién
llegada se ubicó a su lado. Apenas posó el culo en el asiento comenzó a
protestar, en términos prolijos pero que denotaban irritación: “Con estos
parásitos de planeros[21], no se sabe cuanto va a durar el viaje. Por suerte ya
atravesamos la peor parte.” Gustavo no pudo contenerse y dijo: “Señora, esas
personas no tienen otra manera de hacerse escuchar. Si están desocupados o con
salarios de miseria, están en todo su derecho.” “Señorita.” “Bueno, señorita.”
“Lo que pasa es que son vagos y drogadictos que están acostumbrados a vivir de
nuestros impuestos.” “Mire, yo soy jubilado con un haber suficiente, pero la
mayoría cobra la jubilación mínima.” “Yo también estoy jubilada, y con la
mínima. ¿Qué hago?”, vendo bijouta[22] en oficinas públicas. Me gano
unos pesitos y me divierto.” “A usted, ¿le
gusta trabajar.” “Claro.” “Qué raro, es la
primera vez que escucho a alguien decir que le gusta trabajar?”. El chofer escuchaba
todo y Gustavo acudió a su parecer: “A usted, ¿le gusta trabajar?” “No tengo
más remedio.” Gustavo se dirigió a su compañera de asiento: “Yo lamento que
algunos de los manifestantes recurran a las drogas, pero tengo en cuenta que es
la única forma que tienen de evadir su realidad.”
Cuando el colectivo llegó a Plaza San Martín, Gustavo
descendió y la señorita siguió viaje, seguramente hacia los Tribunales de
Comodoro Py o las cabeceras de los ferrocarriles de Retiro.
EL HOMELESS DESPIERTO
Un mediodía, Ricardo fue al Banco ICBC (industrial and
Comercial Bank of China) sito en Callao al 300. Debía hacer un depósito para
abonar el resumen de su tarjeta American Express. Se ubicó en uno de los
cajeros automáticos y buscó la opción que necesitaba. Estaba Ingresando el
dinero y entró un homeless en el lugar. Seguro que estaba espiando al vejete
desde la vereda y pensó que tenía una palomita a mano. Dijo: “Tío, dame alguna
moneda para comprar una pizza en Pizza Hut.” “Esperá que termine y esperame en
la vereda”. Ricardo finalizó y salió. El despatarrado lo estaba aguardando.
“Amigo, dame algo para que podamos comer”. El depositador peló los billetes que
tenía en el bolsillo derecho de Jean de corderoy, pero carecía de billetes de
10 pesos. Sólo varios de 100 y uno de 20. Le preguntó: “¿Tenés cambio de cien?”
“Tío, dame uno de 100 y te doy el vuelto.” “Bueno, pero antes sacá el vuelto.”
“Pero no, amigo, yo no soy ningún choro, no te voy a robar, dame el de 100 y te
paso los 80 que tengo”. “No, primero dame los 80 y te doy los 20.” ”Pero…amigo,
yo no me voy a escapar, dame los 100.” “Primero dame los 80.” “Tengo 70, amigo,
dame para la Pizza Hunt.” Ricardo cazó la mosca al vuelo. Empezó mangando una
moneda, pasó a un billete de 100, de ese pedido se saltó a uno de 20 y, por
último, a uno de cien. Todas triquiñuelas para salir corriendo porque sabía que
el anciano no lo iba a correr. Cansado del tira y afloja, Ricardo le pasó el
papel de 20 y se fue. Un joven que asistía al espectáculo, para salir en
defensa del viejo, se convirtió en el próximo mangado. Lo sacó carpiendo.
Rubén (75) está en la cola de un
almacén ecológica montada por una cooperativa de productores de la provincia de
Buenos Aires. Necesita comprar leche. Espera que la dueña pronuncie el
“Adelante” y le comenta al que lo sigue en la fila: “¿Te acordás del Mago
Ucraniano?” “Cómo no me voy a acordar, si miraba el programa todas las
semanas.” Si el lector es atento, recordará que en el cuento “Borges” recordé a
Alberto Olmedo cuando decía Adianchi (adelante) a Adriana
Brodsky en “El Manosanta está cargado”[28]. En un sketch entra en escena con frac y con
galera. La escena tenía al actor y su
personaje principal, a cuatro testigos compungidos y a miles de televidentes
del otro lado de la pantalla. Luis Brandoni y Juan Carlos Altavista (de
"civil", sin Minguito) mirando con gesto contrariado. Susana Traverso
en pleno llanto sobre el hombro de Enrique Pinti. Y en el medio, Alberto
Olmedo en slip, tirando al fuego, una a una, las prendas que tanta satisfacción
le habían dado. Hace hoy 30 años, el capocómico mataba en la televisión a
su personaje estrella.
POBRES
Los pobres coleccionan problemas. Yoli, la señora que nos
limpia el departamento los martes, vive en Merlo (tercer cordón de la provincia
de Buenos Aires -culo del mundo si los hay-. Sobrevive a un cáncer gracias a
nuestra amiga Alicia Iscardi, cuyo derpa limpia no sé cuántas veces por semana.
Junto a otros cumpas, le transferimos lo que le corresponde escrupulosamente.
Tiene una nieta internada en "Casa Cuna" (hospital pediátrico de
Barracas). Yoli se comporta como lo qué es. Guarda las cosas donde quiere y
tenemos que reordenarlas cuando se retira. No hay forma de hacerle entender que
la escalerita que hay en nuestro dormitorio no debe quedar sobre la caja del
aire acondicionado del balcón. Carga con una culada de nietos de diversas
edades. Uno de ellos no come dulce si no es de marca. Nancy le guarda los
frascos vacíos de mermelada para que los llene de mermelada casera.
Otro caso citable es el de Mirtha (con hache). Alquila un dos ambientes en
Flores, es evangelista, macrista y madre soltera de Rocío, quien, para no
quebrar la tradición familiar, la munió con 5 nietos también sin
papeles. Los gurises son de distintos padres. Los dos primeros fueron incubados
con un compañero de secundario (también drogadicto perdido), otro con
otro homeless, que la embarazó y se tomó el buque, el cuarto con su primer pareja
porque se habían reconciliado y el más pequeño, que Rocío se reserva para sí
porque con un bebé en brazos factura más.
Un día, Rocío denunció a su padrastro por violación reiterada. El padre de
alguno de sus hijos, que tenía prohibición de acercamiento, no la respetó,
subió al departamento y le quebró varios huesos. Adentro mi alma por asalto y
violencia agravada. Lo metieron en cana y se comió unas semanitas a
la sombra. Salió por una recomendación que hizo un guardaespaldas de Macri.
Como si esto fuera poco, era verdad que violó a Rocío, pero el desgraciado, en
un vómito de sinceridad, adujo ante Mirtha, que, desde hacía mucho tiempo,
desde que Rocío era menor de edad, le pagaba unos pesitos y eso no constituía
violación.
La santa nona se resigna pensando que "Dios sabe lo que hace" o
"Dios proveerá" (como los judíos ortodoxos, que se niegan a cualquier
tipo de prevención para el Coronavirus19). Renunció al trabajo en nuestra casa
porque somos kirchneristas.
Fue en el primer programa de la temporada
1985 de No toca botón, donde Olmedo brillaba en su mejor momento.
En ese primer envío, Olmedo se deshizo de Rucucu, el que entonces era su
personaje más popular. (diario Clarín. 16/07/2015). Los sketchs más
recordados de No toca Botón son: Rucucu, El manosanta, Borges
y Álvarez, Rogelio Roldán, José Refrán, y Lucy y El
Psicoanalista.
La espera era corta pero alcanzó para
que Rubén preguntara a su ocasional contertulio: “Entonces, ¿debés
recordar al Yeneral González, el dictador de Costa Pobre?, donde estaba vestido
como militar con uniforme ridículo cargado de medallas truchas y con una banda
presidencial. El personaje era un típico dictador de una república bananera.
Ese sketch fue censurado por la dictadura genocida, pero volvió a emitirse en
1985.
Cuando Rubén entra al local, lo saludan efusivamente
las dos socias, en parte porque es cliente y en parte porque les regaló unos
libros que ya no le interesaban. Les compra siempre leche descremada, que es
excelente. También hay otro muchacho, igualmente simpático, que cuando llevó los libros dijo:
“Yo me quedo con Sandokán en la India.” Son todos peronistas. Rubén es
marxista/kirchnerista y, por supuesto, eso acentúa el vínculo.
[1] Marido.
[2] Separación.
[3] Tomado barbitúricos.
[4] Revólver.
[5] Maricón.
[6] Nueva ola francesa en cine.
[7] Policía.
[8] Sueño.
[9] Especialización.
[10] En el fútbol: cuando algún
atacante está atrás del último defensor.
[11] En Chile le dicen Chow al Show.
[12] Borceguíes.
[13] Tatuajes.
[14] Psiquiatra o psicoanalista.
[15] Niños.
[16] Aparato.
[17] Jornada.
[18] Comunes.
[19] A los hombres y mujeres del campo
de Chile les dice guasos
[20] Profesor de literatura inglesa, crítica
literaria y teoría de la comunicación, McLuhan es reconocido como uno de los
fundadores de los estudios sobre los medios, y ha pasado a la posteridad como uno de los grandes visionarios de la
presente y futura sociedad de la información. Hacia finales de la década de 1960 y
principios de los años 1970, McLuhan acuñó el término «aldea
global» para describir la interconexión humana
a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación.
[21] Los que cobran algún plan social
del gobierno.
[22] Bijouteríe.
[23] Maduro.
[24] Hablador/charlatán.
[25] Pueblo bajo.
[26] Vocablo generado por los movimientos feministas. Al menos en
Argentina, esta palabra incluye a todas las variantes de la elección de género.
[27] En la China de Mao, como los médicos eran insuficientes, se crearon
los Médicos de pies descalzos, que eran legos entrenados en primeros auxilios
(fiebre, dolor de garganta, etc.) y cubrían las afecciones menores y liberaban
a los médicos verdaderos de esas tareas.
[28] Sostengo que es una sátira dirigida a los terraceros psico, sanadores
y toda esa cría que se llenan de plata y nunca curan a nadie.
MANÍAS
Allá por 2018, se me dió por sacarme selfies con personas
parecidas a famosos de Argentina. Mi Obra Social es DOSUBA (Dirección de Obra
Social de la Universidad de Buenos Aires). Como tengo problemas con el comedor,
pedí turno para un sacamuelas. Llegado el día, fuí al segundo piso y presenté
mi carnet de afiliado a una señorita muy parecida a Catherine Deneuve. Junto a
mí estaba un joven. Le digo a la secretaria: "¿Sabés que sos igualita a
Catherine Deneuve.?". "¿Y esa quién es?" "Es la más dulce,
enigmática y bonita actriz que dió el cine francés". El muchacho que
estaba a mi lado del otro lado del mostrador comentó: "¡Qué maestro!"
La bonita me contestó: "Bueno, yo no la conozco". "¿Te animás a
sacarte una selfie conmigo? Salimos a la sala de espera y pedí a una fémina que
aguantaba que la llamaran que tomara la foto, diciendo: "Con los famosos
no es cuernos." La veterana que aún podría recibir su merecido contestó:
"Eso de los cuernos, no existe." Anotándose, en mi lista por las
dudas. Esquivé el lance. Disparó dos veces mi celular y me las mostró.
Aprobado. En la siguiente visita, me recibió con cara de culo. Dijo, muy fina:
"Por culpa suya me cagaron a pedos"."Sorry." Parece que la
vieron por el circuito cerrado. Cuando se lo conté a mi dentista me
tranquilizó:"No pasa nada". Otra secretaria de planta baja me dijo
que la símil era amante de un dentista.
Otro día del mismo año, entro a un kiosco/librería de la calle Suipacha y me
atiende el dueño. Me sorprendió su parecido con el actor Fernán Mirás. Le pido
que se saque una selfie conmigo y aceptó encantado. Fernán Mirás fue el
protagonista de "Tango feroz" en el papel de "Tanguito",
que perteneció a una tribu que tocaba en "La cueva" de Avenida
Pueyrredón casi Las Heras.Una vez inmortalizados juntos, seguimos conversando.
Le pregunté si conocía de la existencia de un boliche famoso en los '70 llamado
y situado en Tucumán 676. Allí tocaba Astor Piazzola con su trío, acompañado
por Jorge López Ruiz;el Mono Villegas, Susana Rinaldi, el bandoneonista
Rodolfo Medero y Miguel Saravia, según las noches. "Me hiciste
lagrimear, mi padre era íntimo amigo del Mono." "El mono tenía una
forma especial para tocar el piano, colocaba la punta de los dedos
y acariciaba las blancas y negras como mimándolas". "Sí, mi
padre tocaba con las manos en la forma clásica". Acoté: "Yo soy
profesor de Piano, Teoría y Solfeo. Largué el piano cuando comprendí que tenía
un toscano en cada oreja. Volví a ejecutar una pieza cuando supe que el Cool
Jazz se basaba en Bach. Abrí el taburete de las partituras del piano que había en
casa de mis padres y me largué con "El Clave bien Temperado".Mis
dedos estaban agarrotados por falta de practicar escalas." El Fernán Mirás
trucho comentó: "Yo toco piano, bandoneón, guitarra y violín."
"Cuando se es virtuoso con un instrumento, se tocan sin problemas muchos
otros" "El lenguaje musical me es totalmente ajeno. Me parece mágico.
Envidio a los que tocan de oído. Yo, sin partitura no puedo tocar ni el
"arroz con leche". Pese a ser profe tampoco puedo componer, ya que
carezco de nociones de armonía."
Cuando presentó Imanol Arias su gran "La vida en palos" (flamenco)
fuimos con Nancy, mi esposa, en la penúltima representación. En el hall del
Teatro, esperaban muchos famosos: Ana María Piccio, Julieta Ortega y muchos
más. Localidades agotadas y sala llena. Me acerco a la Piccio y le pregunto si
puedo sacarme una selfie con ella. Afirmativo. Me ubico a su lado y le susurro:
"¿Puedo pasarte el brazo?" "Lerdo, como todos los hombres."
Entramos a la sala y disfrutamos de la función. Tenía pensado pedir a Imanol
que me firmara el programa, pero llovía a cántaros y preferimos irnos a casa.
Tengo archivadas muchas más selfies: Con el sosías de Nicanor
González del Solar (Puma en la selección nacional), Tony, un cantautor que se
gana el pan por los boliches de San Telmo y parque Lezama y el artista plástico
Horacio Zabala, entre otros.
JENNIFER
Para fines de 2018 y principios de 2019 decidimos viajar
a Chile con mi esposa Nancy. En el avión de Aerolíneas Argentinas en el que
íbamos a Santiago de Chile nos atendían dos azafatas. Una con ojos celestes de
acabadora múltiple y la otra feúcha pero elegante. Como me atacó un acceso de
tos, la de ojos libidinosos se me acercó y me ofreció agua. Me levanté del
asiento y fui a la pre cabina donde estaban. Dije que era alérgico. La más
interesante me preguntó: “¿A los hombres o a las mujeres?” “A los hombres.
Desde que existe el viagra se acabaron los vejetes” Bebí mi vaso de agua y la
feúcha pero elegante sostuvo: “Mirá vos, qué viejito pícaro”.
Cuando llegamos a Pudahuel alquilamos un auto. Pedimos un
“Smart Car”, pero nos dieron un Volkswagen Golf igualmente económico, que nos
salvó por los caminos de Chile. Sabía, por mis numerosas visitas anteriores al
país, que era lo más conveniente para recorrer los lugares que pensaba mostrar
a Nancy.
Era mediodía. El hombre que nos lo entregó sacó fotos del
vehículo y me hizo firmar una conformidad. Contábamos con un mapa incluido en
el alquiler y el teléfono de Jenny, que nos iba a recibir en calidad de
huéspedes Bed & Breackfast[1]. La llamamos para
pedirle su dirección y nos encaminamos a ella. Teníamos celulares sin
Streaming, pero sabíamos que preguntando llegaríamos a destino. El aeropuerto
queda a una media hora en auto hasta Ñuñoa, la comuna donde está la casa de
nuestra anfitriona. Ñuñoa está pegada a la comuna de Providencia, donde se
ubican la catedral, las sedes de las universidades principales de esa nación,
etc. Para desgracia de quien manejaba -Yo- Santiago cuenta con una autopista de
circunvalación, como Roma, que confunde a propios y ajenos. Pasamos muchas
veces por el mismo lugar buscando la salida que dice “Al Centro” y regresábamos
a la que dice “Al aeropuerto”. Preguntando y preguntando, finalmente logramos
acertar con la salida y fuimos hacia el centro de Santiago.
La calle donde vive Jenny es un pasaje de cuatro cuadras
que están entre dos avenidas importantes de Ñuñoa, pero es poco conocido por
las personas que viven fuera del radio de la Plaza de la comuna. Segunda etapa
del Rally. Nos explicaban amablemente cómo llegar y el nabo que manejaba se
pasaba de largo. Cuando, al fin, encontramos la vivienda, entramos al garaje
del jardín para estacionar el auto, tocar timbre y acomodarnos, una señora de
edad puro chilena, se asomó y se escondió rápidamente. Repetimos el baile otra
vez y nos atendió sin pronunciar palabra alguna. Veinte minutos después, nos
recibió Jenny, que explicó la conducta de su “Tía”[2] alegando que es muy
tímida. Agregó que la ayuda con las compras y la limpieza de la casa, un chalet
de estilo inglés muy común en Ñuñoa.
El inmueble consta de cuatro plantas y nuestro cuarto
estaba en la tercera. La habitación era amplia, decorada con manta hindú,
sahumerio y ventilador. Un placar espacioso y una repisa para dejar los
elementos de uso cotidiano. Tal como en un hotel de tres estrellas en cualquier
ciudad europea. Dejamos las valijas con cerradura de clave y los Carry On en el
suelo, al lado de la puerta. El baño tenía bañadera para baño de inmersión,
inodoro, sin Bidet (cómo en Europa), una ventana que miraba hacia el jardín
trasero y toallas grandes y chicas como para ducharse varias veces por día.
Jenny tiene dos hijos, una niña de 15 años y un regalón
de 13, que la acompañan porque está separada hace tiempo de su marido chileno.
Como nos retrasamos y eran las 5 de la tarde, la doña Jennifer nos invitó a
tomar el té, abundante en todo tipo de galletas y variedades de esa infusión.
En lugar de dormir la siesta a deshora como suelo hacer en Buenos Aires, nos
quedamos charlando para conocernos mejor. De cuando en cuando se escuchaba un
alarido de Montse, la hija, consistente en un “Mamá, tráeme más galletitas que
ya comí las que trajiste. El hijo apareció y, cuando nos presentamos, no abrió
la boca. Parece que la timidez en una tara de familia. Unos días más tarde,
conversábamos con él como si fuéramos amigos de toda la vida.
Llegamos el 22 de diciembre a Santiago y partimos el 2 de
enero. Recuerde este dato porque se importante. Los dos primeros días salimos
separados. Nan con Jenny de shopping y yo a comprar antigüedades con Marco, mi
Coach chileno en ese rubro. Marco Montalba Freire me llevó al Bío Bío de los
Turcos y al Bío Bío de Balmaceda. El primero abarca muchas manzanas y vende de
todo: ropa, libros, cerámica, herramientas, muebles tanto usados como nuevos.
El de Balmaceda es más finoli. En Chile, como en Argentina, las colonias
europeas originarias (británicos, alemanes, árabes y turcos) fueron numerosas.
A medida que los herederos mermaban en sus patrimonios, salían a desprenderse
de lo que trajeron sus padres y terminó en esos mercados de pulgas que tiran a
la mierda a San Telmo en Buenos Aires, El Rastro de Madrid y A Feira do ladro[3] en Lisboa. Entre lo
que compré se destacan: una navaja sevillana fabricada en Toledo en 1869, un
anillo de plata con un falso rubí de Marine americano y una jarra para cerveza
alemana.
Me enteré de regreso de lo que compró mi esposa. Al don
pirulero, cada uno juega su juego. Como el cambio nos favorecía, gastábamos a
pierna suelta. De regalo, lleve mi libro “Unas obras inconclusas de acá” y “El
gaucho”, carpeta con fotografías de la campaña argentina del S.XIX y principios
del S.XX, que recopiló y publicó un amigo de Buenos Aires.
El primer punto a visitar en nuestra modesta aventura fue
Zapallar, playa donde los pinares llegan a la costa del mar y en cuya orilla se
observan mansiones de millones de dólares. Almorzamos en el Chiringuito,
restaurante 5 estrellas donde recogí varias “conchas de loco”[4] . El segundo
balneario a repasar (para mí) y conocer (para mi mujer) es Viña del Mar.
Almorzamos en el Cap Ducal, restaurante cuyo propietario conocí con
anterioridad y tiene el honor de haber impedido que Pinochet ingresara a
almorzar. El entonces senador perpetuo y antes asesino le preguntó si sabía
quién era él y mi amigo le contestó: “Precisamente, no lo dejo entrar porque sé
quién es.” Mi conocido es hijo nieto del expresidente Eduardo Frei Montalba y
nieto del igualmente presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. Fue presidente de la
Juventud Demócrata Cristiana cuando mi amigo Pablo Gálvez lo era de la Juventud
Comunista. El tercer paso fue a Valparaíso con la intención de ver el fin de
año en el puerto, ya que sabíamos que era impresionante. Los buques anclados lanzan
fuegos artificiales cuando las campanas tañen para recibir el nuevo año.
Subimos en el funicular a la cima del cerro y admiramos
la bahía de día. Compramos souvenirs locales y fuimos a tomar
algo al Bar Inglés, que lamentablemente ya no existe por causa de la crisis
económica. Pedimos asesoramiento en el puerto, que está a un km. del centro y
allí nos dirigimos. Encontramos al Bar Inglés cerrado, digno de ese nombre pero
está cerrado permanentemente por causa de las crisis económica.
Chile fue anglófilo durante la Guerra de Malvinas. Al
entrar se divisaba una inmensa bandera inglesa, fotos de la realeza y los
monarcas británicos más recientes (Lady Di, la reina Margaret, el príncipe
Carlos, etc.)
En el Bar Irlandés, yo bebí una cerveza Patagonia y Nancy
un agua sin gas. Bromeamos con vecinas de mesa y camarero. Emprendimos la
vuelta a Ñuñoa y me perdí nuevamente. Antes de partir de giro, encomendamos a
Jenny que reservara mesa en Bali Hai[5]. Nos contó que para esas
fechas estaba todo reservado y que tendríamos que ir a otro. Preguntó si
teníamos problema en que se uniera a nosotros su pololo argentino, que acababa
de llegar desde Buenos Aires. Le respondimos “no problem at all”[6]. El compatriota nos pasó
a buscar en una camioneta Uber y dejamos nuestros autos en la casa. El pololo
eligió lugar: “Cómo agua para el chocolate”, restaurante mexicano de prima.
Cuando llegamos al Barrio de Bella Vista, pedí al chofer que parara en la Feria
de Plaza Italia. Aclaré a mis amigos y esposa que debía arreglar algo con mi
Coach y que los alcanzaría en el restaurante.
Al llegar, los busco y están en el primer piso. Ella
bebiendo un daiquiri y él un whisky “on the rocks”[7]. Mi jermu un agua con gas. Al sentarme se
acercó el mozo para preguntarnos qué tomaríamos en la cena. El argento pidió un
tinto carísimo, que, según él, era exquisito. El Garzón regresó
y le dijo que, lamentablemente, no tenían ese vino en bodega, pero que les
recomendaba otra marca, casi tan buena con el que pidió. El compatriota,
porteño de ley, se quejó en estos términos: “¿Cómo no van a tener si la semana
pasada lo bebí aquí con la dueña?” “Sí, pero en este momento no tenemos.”
“Traete ese nomás” dijo el chavón bufando. Pidió una picada con ostras,
locos, jaibas, piures y pirococo[8], jamón crudo, quesos,
aceitunas y todo lo que el lector pueda imaginar. Yo pedí una paila de Jaiba
servida en recipiente de barro[9] y mi esposa nada porque no tenía hambre. Se
limitó a picotear de mi plato. Cuando llegó la dolorosa, el quía peló tarjeta
negra (American Express de alta gama) y me preguntó: “¿Compartimos?”. Para no
quedar mal, yo saqué mi American Express Gold (la más barata) y se la di al
mesero. La joda me costó 200 dólares. Es decir que el total doblaba esa cifra.
Mientras cenábamos, yo
tenía las bolas rotas con este imbécil que nos da fama (merecida) a los
porteños en todo el mundo. Para pegarle en la canilla comenté que había cursado
primaria y parte de la secundaria en el San Isidro Labrador[10] y que tenía como
condiscípulos a hijos de familias ilustres tipo Lanusse, Villalonga
furlong, Beccar Varela, Obarrio y Lascano (entre los argentinos)
y Von der Belden (probablemente las hijas de un aristócrata de
alguna de las FF.AA. nazis emigrado a Argentina por obra de Perón) y Pietro
Golfari, de familia de mucha mosca.
Jenny relató cómo conoció al pololo. Estaba regresando a
Santiago por Aerolíneas Argentinas y se puso a escuchar música hindú para matar
el tiempo. El asiento contiguo estaba vacío y un joven pintón le pidió permiso
para acompañarla porque había comprobado que compartían gustos. Que él también
curtía budismo zen. La invitó con un trago para festejar que acababa de ganar
un millón de dólares. La chilena, que era budista pero no boluda, decidió que
ese pichoncito no se le iba a escapar, y, entrando como un corcel, le dio
parla, su teléfono celular y, si hubiera podido, el tesorito en el baño.
Salieron cuando él estaba en Santiago o ella en Buenos Aires. El amor fue
progresando y llegó al momento que compartíamos en “Cómo agua para el
chocolate”. Parece que el piojoso le confesó que le gustaba tanto el dinero
porque provenía de familia pobre que vivía al borde de una villa miseria. Tan
pobre que, cuando lo llamaron al servicio militar, los padres alquilaron su
habitación y, al ser licenciado por un accidente, se encontró con la cama
ocupada. “Nadie pondera la guita como los que estuvimos al borde de la
miseria.”
El piojoso se había colado, pues la invitación era para
Jenny. Había elegido el restaurante, habían chupado y morfado de lo lindo,
pidió el vino más caro que había y, en vez de pagar la cuenta, me obligó a
compartir el gasto. Salimos a tomar café en otro lugar. Nos llevaron a una
galería donde había música en vivo por si queríamos bailar, pero era de
madrugada y cada uno por su ruta.
Jennifer, abochornada, cortó el noviazgo. Él insistía en
mandarle joyas y flores y la convenció de volver. Lo lindo de esta fábula es
que, cuando aterrizó “el animal” en Chile, el pololo pasó por Santiago de
regreso de Estados Unidos y Perú con la purgación y se la contagió. Al día de
hoy, está internado en el Sanatorio Mitre por violar la cuarentena y corre
peligro de ir a prisión pero no se salva de una multa abultada. Puso todo en
manos de sus abogados. Ella, en cambio, está a punto de ser dada de alta. Nos
whatsappeamos seguido y siempre dice que piensa en nosotros.
[1] Cama y desayuno.
[2] En Chile llaman
“tíos” a los amigos íntimos y allegados.
[3] Feria del ladrón.
[4] Caparazón de un
marisco muy común en el Pacífico del Sur.
[5] Cabeza.
[6] Restaurante con
cena show en Providencia.
[7] Ningún problema.
[8] Con hielo.
[9] Mariscos chilenos.
La jaiba es lo que llamamos en Argentina Centolla.
[10] Colegio mixto que aún
funciona. En mi época estaba en las barrancas de San Isidro, a unas cuadras de
la Catedral. Era el segundo en carestía de cuota después del San Juan el
Precursor, situado al lado de la Catedral, con capilla propia y sólo para
varones. El mío, en cambio, era laico, pero partíamos unos doscientos a
confesar y comulgar en la Catedral. Los pocos judíos que cursaban conmigo
zafaban de esa obligación.
[1] Cama y desayuno.
[2] En Chile llaman
“tíos” a los amigos íntimos y allegados.
[3] Feria del ladrón.
[4] Caparazón de un
marisco muy común en el Pacífico del Sur.
[5] Restaurante con
cena show en Providencia.
[6] Ningún problema.
[7] Con hielo.
[8] Mariscos chilenos.
La jaiba es lo que llamamos en Argentina Centolla.
[9] Puede servirse en
otro tipo de continente.
.
EJERCICIO PARA MEJORAR LA CONCENTRACIÓN
Villa Crespo es un barrio de Buenos Aires con historia.
En Avenida Corrientes y Canning asesinaron a Silvio Frondizi y a su yerno. Los
ametralló un grupo de Tareas de la Triple A.
Una familia de Villacrespenses que conozco, compuesta por
los hermanos sobrevivientes de una cohorte numerosa del campo de Santa Fe
consta de: Y (83); Y2 (85); X (76)
e Y3 (90). Y4 (92) espichó hace poco. Los susodichos
viven a escasa media cuadra entre ellos en Villa Crespo. Y (83), es la menor y posee un departamento chico en esa
importante avenida y los otros (Y2 y X), en una calle que corta esa arteria principal. Y vive
sola y se arregla como puede con ayuda de su hija, su yerno y un vecino de
piso, quien, por ser joven, debe cargar con la cruz de su geronte vecina. X e Y2 son hermanos de Y, y habitan el mismo edificio, en distintos
pisos. Para más datos, Y2 es viuda de X2, que la mira vaya a
saber desde dónde. Y2 es demente senil y casi no puede
caminar.
Este conjunto de sufrientes vive intensamente la anomalía
del Amor/Odio. Se pelean y amigan permanentemente. Hasta hace dos años, Y2,
Y e Y4 veraneaban en una casita que tenían Y2 y X2 en Las Toninas,
pero Y2, en un rapto de ira, echó
a su hermana Y. Desde entonces, la
desalojada se ofendió y juró no pisar ese balneario nunca más. Estuvo mucho
tiempo sin ver a Y2 hasta que se reconciliaron
(provisoriamente porque el sainete sigue su curso). X está
ciego, Y maneja, admirablemente, una enciclopedia de
patologías y una farmacia en la casa. Es abusadora serial y jode a quien
puede. Y2 clama a los gritos para
que X2 venga a buscarla y X, ante la inutilidad del llamado, le dice: “En vez de
esperar a que él venga deberías ir a buscarlo vos. Tenés que tirarte por el
pozo de aire y luz.”
Están todos pidiendo pista para acompañar a los que los
precedieron. Y provocó, hace algunos años, crisis de nervios a
su hija y su yerno porque ya no podían soportar las molestias que causaba.
Buscaron una Residencia de Ancianos cercana, pero no les dio el cuero.
Afortunadamente, la Obra Social de Y cuenta con un
especialista en tratamientos de dolor, quien resolvió los males de la vieja con
parches de opiáceos que no entran en lista de los medicamentos con descuento.
Y3 murió de cáncer y
Alzheimer. En sus últimos tiempos, no reconocía al dinero, perdía o se olvidaba
los ingresos de su jubilación y las rentas de unos departamentos y la sobrina,
que vive relativamente lejos, se tuvo que hacer cargo de todo. De modo que podríamos
decir que se fue sin darse cuenta.
X es un pájaro de aquellos.
Cuando cumplió 70, lo festejó presentando a su familia un hijo bastardo que
resultó macanudo y agradecido con ese padre que no le dio pelota por 38 años.
Y3, bonita de joven, pasó
toda su vida como amante del dueño del hotel donde trabajaba, que no sólo le
montó garzonier (piso de soltera), sino que puso a su nombre
algunos locales y viviendas.
La demencia senil de Y2 la lleva a caer
en cuentos del tío, deprimirse a niveles de internación y pelease, cuando tiene
con quien, cada vez más a menudo.
X suele ser amable con su
hermana de la otra cuadra que, en ocasión del asunto de la búsqueda de
geriátrico, le aconsejaba que saliera muchas veces al balcón. Recordemos que
Ernesto Sábato, en su “Informe sobre ciegos”[1], describe en detalle
cómo la pérdida de visión pervierte a quienes la padecen.
[1] Forma parte de
“Sobre héroes y tumbas.
MARTÍN
Martín es
sociólogo. Encuestador cuando estudiante de la carrera. Luego operador bilingüe
en ENtel[1]. Cesante por huelguista en 1971.
Reincorporado. Segundo raje en el ’74 por activista zurdo. Reincorporado en
marzo del ’76 pocos días antes del golpe de Estado. Tres meses después renunció
porque estaba “marcado”. Gracias a un pariente encontró trabajo en Laboratorios
Oftalmológicos Argentinos. Lo echaron hacia fines del ‘83, junto a todo el
plantel de visitadores cuando lo eligieron delegado. Con la transición a la
democracia ingresó a la Secretaría de Vivienda y Ordenamiento Ambiental en el
puesto de una amiga socióloga con categoría 16 (la más baja para profesionales
universitarios) que pasó al Ministerio de Economía de la Nación (MECON), como
secretaria privada de Bernardo Grinspum. A los dos años, esa
misma amiga le consigue el pase a la Secretaría de Planificación de Presidencia
de la Nación (SPPN). Grinspun había sido reemplazado por Juan Vital Sourrouille
en la cartera económica y Bernardo se refugió en Planificación[2]. Revista en ese organismo con categoría 21
y 22 (sobre 24) durante las gestiones de Grinspum, Moisés
Ikonicoff y Vittorio Orsi (primera presidencia de Menem) hasta
que Cavallo disuelve la SPPN (´Secretaría de Planificación de Presidencia de la
Nación) y la transforma en Secretaría de Programación Económica dependiente del
MECON (Ministerio de Economía). Todo el personal pasa al nuevo organismo. Juan
Llach asume como secretario y viceministro de Economía.
El sindicato
A.A.P.M. (Asociación Agentes de Propaganda Médica-Filial Capital Federal) fue
el primer gremio en normalizarse en esa jurisdicción antes de que los militares
asesinos dejaran el poder. La digna profesión de valijero, por entonces y
antes, estaba poblada por hijos y parientes de médicos (de hecho, siempre en
estrecha relación con las compañías de la industria farmacéutica en razón de su
juramento hipocrático) que solían ser, o bien profesionales con títulos que
debían ocultarse bajo dictaduras -como sociólogo- o bien estudiantes avanzados
de medicina, odontología, y egresados de, por ejemplo, Ciencias Físicas,
Exactas y Naturales que no alcanzaban a cubrir sus necesidades económicas con
sus salarios docentes.
En los ‘70, en
Capital Federal y el Gran Buenos Aires, esa selecta fauna de hombres y mujeres
(pocas) con saberes especializados útiles comercialmente para los productores
de fármacos, estaba a disposición por ciertas sumas de dinero, insignificantes
para la segunda industria en magnitud de utilidades después de la
armamentística. No obstante, los emolumentos percibidos por los “ valijas”
fueron siempre muy jugosos en comparación con el salario medio de los
vendedores de plaza. Se los entrenaba en ventas y métodos de persuasión
específicos para la venta de pastillas, jarabes y otros líquidos terapéuticos
(colirios, pomadas, etc.). Por su formación, esas personas adquirían
prontamente las habilidades requeridas para su tarea: convencer al
intermediario (galeno) para que prescriba lo que el paciente (cliente) comprará
más tarde al minorista (farmacéutico). Posteriormente se profesionalizó ese
trabajo y ya no basta con entrar recomendado, sino que es necesario realizar un
curso de tres años dictado por la asociación gremial.
En los ‘70, a
esa configuración de la cadena de valor curativa, se agregaba una
característica novedosa. Los veinteañeros universitarios de entonces estaban
altamente politizados. Para largarlo de una, había montones de zurdos
(peronistas y no peronistas) que militaban o habían participado en
organizaciones fierreras como Montoneros y ERP, o fierreras en concepción
estratégica como Vanguardia Comunista (Maoísta y decidida a llevar a cabo la
Guerra Popular Prolongada). Desde luego que su compromiso con las armas en
apoyar en actividades de superficie, es decir en ámbitos cotidianos legales.
Una especie de conexión intermedia entre los combatientes y los periodistas
orgánicos (diarios Noticias, y El Descamisado,
etc. en el caso de los montos, diario El Mundo en los
ligados al partido de Santucho) que, al estar mucho más expuestos, cayeron
abatidos por la represión (Paco Urondo, Rodolfo Walsh, en el
peronismo revolucionario, Rafael “Cacho” Perrotta, entre los
vinculados a Estrella Roja[3] y Emilio Jáuregui, articulista
de El Mundo y miembro de la dirección de Vanguardia Comunista[4]). Esta enumeración es meramente
ilustrativa de la relación intelectuales-revolución propia para una porción de
la generación del ‘70.
Martín comenzó a reconocer pares en las
charlas de los halls de hospitales o sanatorios en los que los “valijas” trabajan
por la mañana. Poco a poco fue reconocido (y aceptado) por visitadores
radicalizados que se congregaban en una agrupación clandestina que combatía a
la dictadura en ese ámbito de trabajadores de cuello blanco. La filial Capital
del gremio que hoy se denomina AAPMRA estaba entonces gestionada (como todas)
por un interventor de los uniformados. Pero, si bien se imponía a los
sindicatos un mandamás milico, (acompañado por uno o más de su fuerza y de
grado congruente con la importancia de la organización de marras, el resto del personal
(convenientemente depurado) estaba compuesto por los civiles que trabajaban
desde antes en la entidad porque es imposible manejar estructuras de cierta
complejidad sin empleados que conozcan las rutinas (abogados, contadores,
encargados de la obra social, etc.). Entre esos civiles había pro-milicos y
anti milicos, que a su vez, conocían las trayectorias políticas del resto.
Cuando, en las postrimerías del fracasado
plan militar que buscó perpetuar a las fuerzas armadas en el poder y se
derrumbó con la derrota en la Guerra de Malvinas, los genocidas asignados al
frente sindical en Capital, comenzaron la retirada con pruebas piloto en
gremios de todo tipo. En Capital Federal optaron por normalizar uno de clase
media, AAPM[5]. En teoría
moderado. Desde luego que los militares sabían que algunos de los visitadores
estaban o habían estado en contacto con la subversión, pero contaban a su favor
con muchos otros afiliados que militaban en el radicalismo o el peronismo no
guerrillero.
Martín fue
elegido delegado de laboratorio y, en consecuencia, adquirió credenciales para
integrar una lista en un lugar secundario de una lista porque tenía antigüedad
limitada en la valija. Sin ocultar su ideología ante sus compañeros, fue a
formar parte de la opción zurda. En la misma, había además de independientes
marxistas y socialistas, ex militantes y/o simpatizantes de las FAL y de otras
formaciones menores como el MR-Che (Movimiento Revolucionario Che
Guevara), etc. que, en su momento, se encuadraron, como todas las
agrupaciones de base izquierdistas de los ‘70, en la CGT de los
Argentinos que dirigió Raimundo Ongaro. Durante la
campaña electoral se realizaron asambleas en los hospitales en las que las que
hablaron los candidatos de las dos listas enfrentadas. Una vez reunidos los
visitadores en algún lugar apartado del público hablaban los candidatos de las
dos ofertas: la “extremista” y la compuesta por la alianza moderada.
El candidato a
Secretario General de la Lista en la que iba Martín como vocal era Juan Manuel Mandeville, sociólogo recibido
en la Universidad del Salvador, para esos años, fortaleza de los grupos
cristianos de izquierda (algunos ligados a Bergoglio, quien actualmente es Papa
Francisco). Durante la campaña, Martín y otros compañeros salía a hacer
pintadas en las paredes próximas a los hospitales llamando a votar a la lista.
Se reunían en la oficina de Avenida Corrientes de un ex visitador que ejercía
como abogado y que, sintiéndose aún militante revolucionario, se sumaba a la
agrupación de los visitadores. Para las pintadas viajaban en los autos de
alguno de ellos y para imprimir los panfletos hacían una vaquita con aportes de
los candidatos y simpatizantes que estaban en la periferia de la lista. Los
fondos requeridos no eran demasiado significativos y todos ganaban bien.
La campaña se desarrolló en unos dos meses escasos.
Celebraron reuniones internas de la dirección político-gremial de la lista y
ampliadas a simpatizantes delegados de laboratorios y nosocomios y se
cumplieron todas las tareas inherentes a una contienda sindical: muchas
habladas en pequeños grupos en los hospitales, charlas individuales en las
“zonas”[6], reparto de volantes y pintadas. A la hora
de la verdad, es decir cuando había que inscribir la lista ante la Junta
electoral para que ésta la registrara en el Ministerio de Trabajo, Juan Manuel
los reunió y les informó que debían hacer un esfuerzo económico adicional
porque, para que el funcionario encargado de aprobar el acto eleccionario en el
Ministerio, que era un “compañero”, le había comunicado que, si deseaban que se
pasara administrativamente la postulación de la lista tenían que pagar un
“peaje” Todos putearon lindo. Pero pusieron su parte en efectivo porque no
había forma de sortear el obstáculo. Juntaron la plata y se pasó a discutir
temas importantes. Los luchadores antidictatoriales sabían que las reglas del
juego sindical argentino estaban contaminadas por la corrupción y la
burocracia, pero optaban por resistir a los milicos en el terreno legal,
tratando de dirigir un sindicato combativo. También sabían que durante mucho
tiempo tendrían que conformarse con ser una minoría en el escenario laboral y
que pasarían años antes de que se consolidaran corrientes gremiales
democráticas.
De este episodio, Martín sacó en limpio: a)
un nuevo raje laboral, porque cuando perdieron las elecciones, los dueños del
laboratorio echaron a todo el equipo de visitadores del área metropolitana y,
b) pasó a engrosar la lista negra de la industria farmacéutica argentina, lo
que significaba que jamás lo tomarían, ni a él ni a sus compañeros, en ningún laboratorio.
Martín en el funcionariado de la
Administración Central y la academia
Martín como tantos funcionarios técnicos
(es decir, no políticos nombrados por la administración de turno) sabía en
detalle lo que pasaba en la SSPM por radio pasillo. Conoce el episodio del robo
del maletín a Llach en ocasión de que, por viaje de Cavallo al exterior, quedó
como titular de la cartera. Resulta que había salido a almorzar y, cuando
regresó, faltaba el attaché con papeles reservados que tenía en su despacho. La
suspicacia del personal adjudicó el hecho a los servicios de inteligencia. Eran
tiempos de mesas de dinero en el MECON y de “externalidades”[7].
En docencia escribió materiales de texto para la Cátedra
Di Tella del CBC donde era profesor adjunto
contratado. A partir de 1991 presidió, primero, el Centro de Estudios
Canadienses instalado en el Centro de Estudios Avanzados de
la UBA, y posteriormente fundó la Asociación Argentina de Estudios
Canadienses (ASAEC). Su simpatía con Canadá se originó en
el hecho de que (como confirmará más tarde) en ese Dominio de la Corona
Británica, la mayor parte de los académicos eran de izquierdas. Trabó
conocimiento, y luego amistad, con Danny Drache, por entonces
influyente dirigente del New Democratic Party[8], que enseñaba en la Universidad de
York. El Partido de la Nueva Democracia representaba al moderno socialismo
de Canadá. En su primera beca de intercambio contactó también a Liisa North,
sueca nacionalizada canadiense, maoísta y directora del Centro de
Estudios Latinoamericanos de la York University y
posteriormente amiga en las visitas que Martín realizó a ese país en calidad de
autoridad máxima de ASAEC o becario del Programa de Iniciación del International
Council for Canadian Studies (ICCS) (Consejo Internacional para los
Estudios Canadienses).
Martín jamás hubiera trabajado en
intercambio académico con universidades yanquis pero simpatizó de inmediato con
los profesores zurdos de la casa de estudios superiores de la ciudad de York,
por entonces uno de los principales centros académicos del ideario izquierdista
del Dominio. Luego, por intermedio de ellos, se vinculó con otros del este,
centro y oeste de ese país.
Visitó esa nación bilingüe como becario en
cinco oportunidades. Dos como becario y, otras tres, por tareas
institucionales. Publicó artículos y capítulos de libros sobre Canadá y
Argentina en castellano, inglés y francés. En este último caso, patrocinado
por Jacques Zylberberg, catedrático amigo de la Universidad
Laval de Quebec, que militaba en el Liberal Party (Partido
Liberal) que tradujo una nota relativa a la inmigración, la integración y
la participación política en Argentina al idioma galo.
Durante su dilatada carrera docente
continuó publicando apuntes de cátedra (el último en coautoría con Alberto
Fernández, que fue director del CBC durante 18 años y falleció al frente de
su cátedra). Conduce un Renault 19 modelo ’94, que mantiene intacto, pues lo
usará hasta que se agote.
Martín fue, entre 1985 y 2011, año en que
se jubiló, Profesor Adjunto de una de las cátedras de Sociología del CBC de la
UBA. De los 26 años que pasó dictando clases en el CBC, unos 20, los cumplió
como Profesor Adjunto de Introducción a la sociología. Entre las
responsabilidades de su cargo estaba la de abrir los cursos. Juntaba los
estudiantes de cada turno (mañana-tarde-noche),y les aclaraba los criterios de
la cátedra. Le parecía que ese introito era muy importante para los recién
llegados a la UBA, (especialmente para aquellos que cursan su primer
cuatrimestre).
En esa primera clase, comenzaba diciendo:
“Ustedes, que por lo general ingresan a la universidad luego de aprobar un
secundario deficiente, deben comprender que tal carencia, no atribuible a los
estudiantes sino al sistema de segunda enseñanza vigente, no puede ni debe
superarse merced a un bajo nivel de la calidad pedagógica de la universidad.
Con esto quiero decir que la responsabilidad de salvar la brecha entre un
secundario paupérrimo y deficitario, no recae en nosotros, los educadores, sino
en Uds., los educandos. Me animo a afirmar que la mayor parte deberán realizar
esfuerzos extra para alcanzar la nivelación que necesitan”.
El profesor Martín proseguía la arenga así:
“La vuestra es una generación más habituada a la receptar información que a
procesar conocimiento. No es lo mismo estar informado que conocer. Para este
segundo estado es menester contar con un espíritu crítico. Todos nos movemos,
inicialmente, en el terreno del conocimiento ingenuo. Es decir que tomamos por
cierto lo que se nos informa. Saben que los estímulos provenientes de los
medios de información masivos, distan a menudo de intenciones prístinas. No les
interesa la verdad pues responden a intereses creados. Para superar esa
naturalidad creada artificialmente por los mass media, se debe
tamizar y reflexionar, interrogar a la información para arribar a conclusiones
propias. Eso es pensamiento crítico. Nuestra cátedra milita en el pensamiento
crítico.”
El adjunto continuaba: “Considero que no
estamos aquí para regalar nota. Si hiciéramos eso en este primer ciclo de la
universidad, estaríamos cometiendo una estafa. Aprobarían la materia sin haber
alcanzado los objetivos que definimos nosotros. El diploma que corona la
carrera que cada uno haya emprendido no es un mero papel decorado. De nada les
servirá si no confirma un determinado aprendizaje. Eso es lo que podrán
esgrimir en su vida laboral futura. Lo que saben, los habilita. No deben
preocuparse por el tiempo que les lleve recibirse. En especial los que trabajan
y estudian, si el término normal de la carrera es de 5 años y la cursada les
toma 6 o 7, no es grave. Lo serio sería que no sacaran provecho. Mi madre, una
gallega con primaria incompleta, me decía: ‘hijo, nadie te va a preguntar
cuánto te llevó completar la carrera ni con qué nota promedio te recibiste”.
Normalmente, ese discurso inicial tomaba
hora, hora y media de la atención de los estudiantes. Martín tenía más cosas
que decir. “Constatamos que llegan a la universidad con una escasa capacidad
para el pensamiento abstracto, para la generalización. Hay un pensamiento
concreto: Juan, Carla, hacen tal cosa. Son seres humanos tomados como individuos.
Martín camina, Nora saluda. Si decimos la pareja conformada por José y María
entramos en un segundo grado de generalización (abstracción). Si decimos
‘Sociedad’ generalizamos en un nivel más alto, y si nos referimos a ‘La
humanidad’ estaremos en un estadio de abstracción mayor”. El profe decía:
”Comprobamos además que, en términos medios, casi no tienen hábito de lectura.
Siempre hay alguno/a que, cuando yo o los auxiliares señalamos un material de
estudio, pregunta cuántas páginas tiene. O se quejan reservadamente de la
complejidad de un escrito. Yo los tranquilizo con esta frase: ‘Los materiales
están escritos en castellano y uds. saben leer y escribir. En la bibliografía
encontrarán sólo capítulos o fragmentos originales porque consideramos que los
comentarios o interpretaciones de lo que escribieron otros no son adecuados
para una buena formación. Si no entienden el capítulo en el primer abordaje, lo
leen una segunda vez y verán que ya comprenden algo más. Si, con esa nueva
lectura les quedan dudas, lo repasan una tercera, y verán que ya lo dominan.”
Finalmente, el profesor Martín aclaraba cuestiones operativas: nota
para aprobar, exámenes, etc. y daba por terminada la reunión.
En una segunda faceta de su actividad como
sociólogo, Martín se desempeñó como funcionario técnico (no político) en varias
dependencias de la Administración Central.
Durante la presidencia de Menem se
armaron las Mesas de la Concertación. MARTÍN fue comisionado a la del Cuero
Vacuno. Una tarde estaban esperando, él, como representante del Estado,
Alberto Grimoldi, en carácter de presidente de la Cámara de
Empresarios del Calzado y Agustín Amicone, Secretario General de
UTICRA (Unión de Trabajadores del Calzado de la República Argentina) que
llegaran otros integrantes de la mesa y departían amigablemente. La charla
transcurría distendida y el sindicalista estaremos en un estadio de abstracción
mayor” dijo: “Mire, don Grimoldi, usted, después de una vida
de sacrificios, llegó a tener su fábrica. Yo, después de mucha lucha, llegué a
tener mi sindicato.” Amicone sigue al frente de UTICRA hasta
hoy (rubrica las paritarias desde 1989 hasta 2015), lo que demuestra que tenía
razón.
Cuando Carlos Menem (CM)
nombra a Domingo Cavallo ministro de Economía se disuelve la
SPPN y todo el personal pasa a la Secretaría de Programación Económica (Juan
Llach). Con los nuevos vientos, el equipo de sociólogos de la dirección donde
Martín se desempeñaba. Martín queda a la espera de nuevas tareas. Se arma
una unidad para el estudio de la pobreza, inicialmente comandada por Enrique
Amadasi (sociólogo UCA amigo de Llach). En 1992 Martín es enviado a un
curso de especialización a ILPES-CEPAL-ICI[9] en
Santiago de Chile “Formulación y evaluación de políticas y proyectos sociales”,
que cuesta al erario unos 10.000 Dólares (Convertibilidad mediante). Esa
experiencia le resultó doblemente beneficiosa tanto en el plano profesional
como en lo personal. Martín
De regreso al
MECON, se encuentra con una reestructuración en marcha. La totalidad de los
sociólogos de marras (algunos de ellos en comisión en la Cámara de Diputados u
otras dependencias) son pasados a disponibilidad[10]. Por una jugada casual y afortunada para
los involucrados, la lista de disponibles cae en una oficina equivocada. Un
empleado de la misma saca fotocopias y las hace circular. La filtración provoca
un escándalo interno. Ana Rita, una compañera de Martín casada
con un periodista del diario Clarín y al día siguiente el
matutino publicó un pequeño suelto en el que se leía: “El viceministro Llach
liquida el equipo de estudios de la pobreza de su secretaría”, explicando en
muy pocas líneas a que se dedicaba Martín entre esos profesionales. Llach llama
a Ana Rita a su despacho y le pregunta: ”Ana Rita, ¿qué me hacés?”. Ana le
contesta que lo que aparece en el suelto es absolutamente cierto. “Bueno, no es
tan así, lo vamos a revisar.” En consecuencia, Martín, Ana Rita y
Horacio González, un economista de otra dirección, son retirados de la lista.
El principal argumento atendido por las autoridades fue que los tres habían
sido becados en años anteriores para realizar el curso en ILPES-CEPAL-ICI[11]. Safusqui (zafaron). El resto fue pasado a
degüello.
El riesgo de quedar sin laburo prendió las
alarmas en el sociólogo, que comenzó a explorar nuevas
alternativas. Estaba en la Dirección Nacional de Programación del Gasto Social
con un cargo concursado pero no estaba contento. Se dedicó a estudiar los
concursos internos que aparecían. Seleccionó uno en la Secretaría de Provincias
del Ministerio del Interior porque su currículum vitae calzaba
al pelo con lo que solicitaban. Habló con su subsecretario (a la sazón casado
con una amiga de Lisa) y le comunicó su intención. El Subse le dijo que vería
qué se podía hacer. Martín presentó los papeles y una tarde lo citaron para una
entrevista. Lo esperaban dos señores muy amables que le pidieron que explicara
los motivos por los cuales se había postulado. Les dijo que pensaba que en ese
lugar tendría más oportunidades de desarrollo. Uno preguntó: “¿Ud. cree que se
encuentra en condiciones de desempeñar un cargo que implica un alto grado de
confidencialidad?” ”Bueno, creo que hasta hoy demostré en el MECON mis
capacidades técnicas” ”Muy bien, le avisaremos”, dijo el otro. La entrevista
fue corta pero suficiente como para que Juaco comprendiera que sus
interlocutores eran agentes de los Servicios de Inteligencia del Estado (SIDE)[12].
El día de la oposición por escrito, se
presentó confiado. Les formularon unas pocas preguntas para desarrollar
brevemente. Él respondió a todas salvo una que sólo podía contestar la persona
que ocupaba el cargo en ese momento. Resultó ser una jovencita que no podía
tener la experiencia que como sociólogo tenía en políticas sociales, punto
fuerte de las capacidades demandadas. Martín salió segundo en el orden de
mérito porque no había respondido la pregunta pensada “a medida”. Resulta que
en todos los concursos públicos (internos o abiertos) se selecciona una terna
(1°,2° y 3°) y el director solicitante tiene la prerrogativa de indicar al
ganador del concurso. Por las dudas, antes de que se publicara el resultado,
fue a ver nuevamente a Subse para contarle cómo le había ido en el examen. “No te
hagas ilusiones, lo consulté y el puesto es para la persona que lo desempeña
actualmente.”
Martín pasó sus últimos años de trabajador
en actividad repartido entre el cargo público de categoría B9 (en una escala
que llega como máximo a A10) y la docencia universitaria, donde tuvo a su
cargo, como profesor regular adjunto (concursado) de Sociología (UBA), muchos
auxiliares jóvenes (desde estudiantes avanzados hasta egresados con cierta
antigüedad).
Siempre había pensado que una de las
salidas que tenía ante sí era la literatura, porque tenía pluma suelta a causa
de su práctica como sociólogo en el ministerio y la docencia. A los 71, cuando
le señalan que lleva el cierre de la bragueta bajo, deja la tarjeta de débito
en el cajero automático o concurre al médico un día antes de lo
correspondiente, se dice a sí mismo, y a su esposa, “viejo pelotuuudo”.
Casi toda su vida había militado en
organizaciones estudiantiles o sindicales que operaban en la superficie por
cuenta de partidos revolucionarios clandestinos en las dictaduras y de cara al
sol en la democracia. Las primeras pintadas que realizó decían “Laica sí. Otra
no”, contrapuestas a la V con la cruz (idéntica a la que llevaban los Gloster
Meteor que mataron con bombas a centenares de argentinos en la Plaza
de Mayo en 1955) y que significaba “Viva Cristo Rey” o bien “Cristo vence”
-consigna que identificaba a los antiperonistas de la misa en la catedral que
precedió a la quema de las iglesias en los alrededores de ese templo-. Con
escasos 13 años, armaba con sus amigos tizones rellenando cartuchos de papel
higiénico con negro de humo en polvo mezclado con sebo de velas de alumbrar. El
artefacto resultaba un crayon enorme que se iba cortando a medida que se
gastaba. Más por alarde que por otra cosa, llevaban cachiporras o manoplas en
sus portafolios de colegio.
Cursaba el primer año del secundario en el
San Isidro Labrador con condiscípulos Beccar Varela, Lanusse, Villalonga
Furlong, Estrada, Obarrio, etc. en su totalidad partidarios de la enseñanza
“libre”. Es decir, confesional. Como se advertirá sin esfuerzo, estaba en la
primaria (también en el San Isidro Labrador) cuando derrocaron a Perón y volvió
a su casa –en el Boulogne obrero- a pié porque les dieron asueto y no
circulaban colectivos. Resto del secundario en colegios públicos. Pésima
conducta. Jugó al rugby en la 4ta. del Hindú Country Club (más por figuración
social que por vocación deportiva), cuando ese equipo pertenecía a segunda
división. Ingresó a la Facultad de Derecho estatal pensando que adquiriría una
sólida cultura general, y al comprobar que no era ese el camino, se mudó a
Sociología, para entonces en Filosofía y Letras de la UBA. Recorrió, en el
orden que se expone, las ideas del existencialismo sartriano, el trotskismo, el
maoísmo y el guevarismo. Exponente estudiantil ordinario de la generación del
‘70. La de los presos, las violadas, los torturados, los caídos en combate y
los desaparecidos. La que vivió además, en la temprana juventud, el casi
enfrentamiento armado con Chile y la guerra de Malvinas.
En los veinte años que median entre la
Revolución cubana y el Cordobazo era un admirador más de la gesta castrista y
se conmovía con las películas Morir en Madrid; La batalla de Argelia;
Queimada; Estado de Sitio y tantas otras en los cines Lorraine, Arte y
Loira de la calle Corrientes. Lector temprano de literatura clásica, cinéfilo
pertinaz (al punto de ver en el mismo día tres películas en continuado en el
Lorraine), frecuentaba en los primeros años de facultad la noche culta de
Buenos Aires con algunos pesos en el bolsillo. Vivió con intensidad la
Corrientes psicobolche. Filo fue entre fines los ‘60 y mediados de los ‘70 el
centro político del movimiento estudiantil de Buenos Aires. Allí nacieron las
primeras guerrillas, las Cátedras Nacionales (en paralelo con Córdoba) y la
primera versión de Carta Abierta; repercutieron cismas importantes (PCA/PCR;
PRT-ERP/PRT La Verdad) y creció el maoísmo. También surgió el Frente de
Liberación Homosexual de Argentina[13]. MARTÍN recuerda a Néstor
Perlongher repartiendo volantes del FLH en el hall de Filo en
soledad. Si mal no recuerda, Perlongher había militado en la TERS[14].
La lucha contra la dictablanda de Onganía lo
derivó a una breve pasada por La Verdad, donde militaba su amigo Juan Ramón,
pero cuando (al mes) comprobó que el Morenismo[15] era tan tibio que caía en el
colaboracionismo, pasó a Vanguardia Comunista (representante
oficial de los pro-chinos de Argentina). Casualmente, su ruptura con La Verdad
coincidió con la de Juan Carlos Dante Gullo, compañero de Martín en
Filo. “El Canca”[16] también se fue al mes, ingresó a Carta
Abierta (frente estudiantil de FAR, FAL y otras orgas[17] no peronistas). Poco antes del golpe
de la dictadura genocida, cuando el enfrentamiento armado se había generalizado
y la lucha armada estaba en su zenit Martín ingresó al PRT-ERP. Luego se apartó
de esa corriente porque la veía fuera de la realidad. Permaneció en contacto
periférico y solidario con sus ex compañeros de esa fuerza fierrera. De
modo que ya de estudiante de sociología había dejado casi completamente atrás
sus aristas gorilas.[18]
En 1969 tomaron Filo. Eso condujo a
que Martín y otros 150 terminaran en la cárcel de Devoto. Allí
los juntaron con estudiantes de diversas facultades, procedentes de acciones de
repudio a la visita de Nelson Rockefeller. Los tenían en pabellones
de contraventores, porque, como había dicho el alcaide al recibirlos, ellos no
eran criminales sino caballeros. Eran más de 60 por pabellón. Mataban las horas
discutiendo de política, leyendo, jugando a las cartas, a las damas y al
ajedrez. Uno de los primeros días de la semana era “día de cine”. Trajeron un
proyector de 16mm., una pantalla y a operadores del penal. La película era una
documental…sobre las elecciones primarias en los Estados Unidos. En cuanto
empezó, todos se pusieron de espaldas a las imágenes. En el lugar había
militantes y docentes de todo pelaje, muchos PCR, peronistas de las Cátedras
Nacionales[19] y algún que otro independiente que
cayó en la volteada por error. Los reunía la lucha contra la dictadura.
Martín no era peronista pero en
Filo mantenía relaciones cordiales con la militancia del FEN[20] y del CENAP[21] y otras
variantes menores del peronismo universitario. Siguió así hasta la actualidad.
En los militantes marxistas no fierreros (PC y trotskismos) de esos tiempos no
ocurría lo mismo. Por distintas razones. Los unos porque aún defendían el papel
de los representantes de la URSS en Argentina en la Unión Democrática del ’46 y
los segundos por la caracterización del peronismo como bonapartismo. Juan Ramón
dejó de ser antiperonista en el kirchnerismo.
Martín era
hijo de una gallega pretenciosa y lúcida que, gracias a las rentas de unos
alquileres y la ayuda de su hermana Carmen decidió anotar a sus hijos en el San
Isidro Labrador (para que se codeara con los retoños de las familias ricas
de la zona norte. Lo obligó a estudiar piano con una profesora de barrio porque
las familias pudientes de su Galicia natal así lo hacían. Pese a que el infante
amagó con abandonar esa formación, llegó a obtener su diploma de profesor
superior de piano, solfeo y teoría emitido por el Conservatorio Weber de
Capital Federal. Durante una de sus experiencias psicoanalíticas, el terapeuta
le hizo notar que, aunque él tuviera un toscano en la oreja, la educación
musical contribuía a formar la sensibilidad y a estimular ciertas zonas del
cerebro. Ahí se dio cuenta de que esa era una deuda más con su madre.
De modo que,
decidió anotar a sus hijos en su contacto con la cultura elitista argentina no
provenía de cuna sino que le venía por adscripción. Tan era así, que, cuando en
la adolescencia o la adultez se cruzaba por casualidad con algún Díaz
Arana u Obarrio, se dirigían a él presuponiendo que compartían
ideología. Martín no les aclaraba nada porque la conversación era
circunstancial y no tenía sentido ahondar. De haberlo hecho, el ex compañero
ocasionalmente encontrado habría pensado que era un desclasado. Cuando, al
politizarse, en realidad, se había acercado más a sus orígenes de clase. Clase
media, pero de la no alejada del mundo obrero. Ingresar a Filosofía y Letras en
esos tiempos, como se dijo, entrar al mundo de la utopía. De hecho, en ese
entonces no se hablaba de utopía sino de Revolución. La referencia a lo utópico
se incorpora posteriormente, cuando la caída del Muro de Berlín y el fracaso
del Socialismo Realmente Existente.
Hacia
2011, Martín y Juan Ramón habían formado un grupo de discusión y
producción teórico-política. Se estaba formando la "Gran Makro", una
asociación de economistas jóvenes que más tarde tuvo gran repercusión. Uno de
sus impulsores era Amado Boudou, antes de ser ministro de Economía y
vicepresidente de Cristina. También participaba, entre otros, Axel Kicillof. El
grupo de apoyo tenía por propósito contribuir a la Gran Makro desde su experiencia
senior en política y teoría. De las reuniones semanales salieron unos cuantos
artículos. A esa altura se habían sumado a las discusiones Fernando S.
Basso, politólogo de la Secretaría de Comercio que trabajaba para Guillermo
Moreno y un compañero de La Cámpora. Decididos a difundir su pensamiento,
buscaron la forma de hacerlo, pero todos eran semianalfabetos informáticos.
Finalmente lograron crear un blog y colgaron sus notas mensuales. El equipo se
disolvió después de que Roberto Feletti (que estaba en contacto con el grupo)
partiera hacia la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Esas notas
pueden consultarse en www. jorge vibes blogger.
Habituado a escribir para la Academia
(artículos publicados en inglés o francés, textos para cátedras en que le tocó
enseñar, ponencias para congresos, etc.); a participar en la elaboración
colectiva de publicaciones del MECON y a lanzar al mundo virtual su producción
bloguera o de Facebook, se animó a abordar un primer ejercicio literario que
saldó en Unas obras inconclusas de acá[22]. Cinco años después, releyendo esos
escritos, se dio cuenta de que constituían un precalentamiento que debía ser
completado con un esfuerzo más serio.
Al momento de
comenzar con su opera seconda[23], había superado un estado lamentable: la
depre. Originada básicamente en cuestiones familiares a las que se sumó el
triunfo electoral de Macri en 2015. No era la primera pues ya lo había aquejado
otra. Las elaboró favorablemente. La última durante el transcurso de 2016.
Quedó tan
shockeado por la derrota que cesó de ver programas políticos, leer Página
12 on line y aún de conversar de la realidad nacional con
amigos politizados o excompañeros de militancia. Les aclaraba que no estaría en
condiciones de emitir juicio alguno hasta que no comprendiera a cabalidad el
porqué del voto popular esquivo al kirchnerismo. Si ciudadanos/as que hacían
largas colas en Plaza Once para regresar a sus casas del culo del mundo
contestaban "estoy con El Cambio" cuando les ofrecía un panfleto,
algo andaba mal. Y no lo entendía. Si los sectores más beneficiados por las
políticas sociales por el Proyecto de Néstor y Cristina no acusaban recibo,
alguna explicación debía haber. Pero no la captaba.
Martín estaba
profesionalmente entrenado para proyectar y operar en el plano de las políticas
públicas (bienestaristas o antiestatales). Gran parte de su carrera ministerial
consistió en planificar, investigar la pobreza, armar congresos internacionales
sobre esa temática y discutir Planes de Desarrollo en diferentes
administraciones de signos ideológicos antagónicos. Había cultivado una
expertise muy útil para análisis macro y microeconómicos, diagnósticos de la
realidad social y las posibles alternativas que se abren para cada propuesta
ideológica (neoliberal o populista). Esto fue cincelando en él una sensibilidad
signada por el compromiso militante en el campo popular (había sido
sindicalista durante las gestiones menemista y kirchnerista), con independencia
del desempeño profesional en la función pública. Como en el caso de cualquier
otro trabajador, debía ceñirse a lo que sus superiores mandaban.
Aturdido como
turco en la neblina, decidió o, más bien, fue empujado a un estado de
hibernación que duró muchos meses. No andaba pidiendo pista pero a veces sentía
como que en cualquier momento tendría ante sus ojos la entrada del sendero que
lleva al cementerio de los elefantes. Hasta que un día se subió a la moto
nuevamente y le comentó a Lisa, su mujer "Estoy gratamente sorprendido
porque estoy pudiendo convertir malas experiencias en insumos para estar bien.
Aunque el costo haya sido esta (¿fuerte?) depresión, desde el “aquí y ahora” la
ve como esa espesa nube que impide ver el rumbo del vuelo pero que finalmente
se disipa gracias al propio movimiento vital." Lisa: "De eso se trata
la vida". Su compañera había estado al pie del cañón y le decía
constantemente "ya va a pasar". Ambos sabían que era así por
experiencia propia.
Su esposa le
dijo, más de una vez que mezclaba todo con todo y él lo tomó como un halago.
Llevado a lo que escribe, es decir, en otro contexto, piensa que efectivamente
en la realidad todo está mezclado con todo. Que quizá deba ordenarlo y
expresarlo mejor. Lo que no quita que debe tener presente que el esfuerzo mayor
corresponde al lector.
Desde la
adolescencia gustaba de jugar con las palabras. Ganó el primer premio en
categoría poesía en el concurso literario organizado por el Colegio Nacional de
Vicente López con el siguiente poema:
Lamento
A oscuras te pienso
Y a oscuras te siento
Y súbito frío
Recorre mi cuerpo
Te nombro
Cerrando mi boca
A gritos te llamo
No sé si me oyes
Lo mismo te llamo
Pero si me oyes
No pienses en mí
Te lo ruego
Recuerda la arena
El sol, sus anhelos
No pienses en mí
Te lo ruego.
Tenía 17 años (había repetido un año) y
presentó varias poesías. Una de las mejores es la consignada arriba.
Tenía 17 años (había repetido un año) y
presentó varias poesías. Una de las mejores es la consignada arriba.
Una vez egresado del secundario, MARTÍN
ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. No por vocación
por la ley, sino porque pensaba, como muchos en esa época, que la carrera de
abogado garantizaba una formación humanística que armonizaba con sus deseos de
dedicarse al periodismo y esa carrera se cursaba en La plata, lo que
siginificaba viajar a la ciudad de los tilos diariamente u optar por otro
rumbo. Doble error que descubrió después. Los abogados, como los médicos, creen
que pueden opinar de filosofía, historia, y toda actividad que ateñe a ser
humano, pero comparados con los saberes de los licenciados en Filosofía,
Sociología, y aún historia, no pasan de ser meros diletantes presuntuosos con,
en el mejor de los casos, buena prensa. Esto último cuadra en particular en los
periodistas, que, por espíritu corporativo, se venden como pensadores y,
lamentablemente, crean Opinión Pública.
Como MARTÍN era cinéfilo y se sentía
inclinado naturalmente hacia la realización cinematográfica, que contaba, en
ese entonces con una excelente escuela de cine en la ciudad de Santa Fe
dirigida por el gran documentalista Fernando Birri. De modo que las dos
primeras opciones significaban para el inquieto joven, ir a vivir fuera de la
Capital de la Cultura de Latinoamérica, cosa a la que no estaba dispuesto y,
fundamentalmente porque la madre no podía mantener esa ocurrencia de su preferido.
Ella lo pensaba abogado, para que defendiera las medianas poseciones materiales
de la familia. Desechadas las dos primeras opciones, se decidió por the
third best (la tercera mejor): Sociología, que se cursaba en la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Ingresar a Filo en esos tiempos, como se
dijo, era entrar al mundo de la utopía. De hecho, en ese entonces no se hablaba
de utopía sino de Revolución. La referencia a lo utópico se incorpora
posteriormente, cuando la caída del Muro de Berlín y el fracaso del Socialismo
Realmente Existente.
[1] Empresa
Nacional de Telecomunicaciones.
[2] Esa movida de
enroque se produjo porque Grinspun fracasó en el intento de
formar el club de deudores con otros países latinoamericanos también
prisioneros de los organismos internacionales de crédito. Con Sourrouille, el
gobierno de Alfonsín pasa de una etapa de relativa defensa de
los intereses nacionales a una gestión de tecnócratas obedientes al Imperio.
[3] Órgano
del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
[4] Cuando fue asesinado por los servicios de
inteligencia, Emilio Jáuregui acababa de llegar de la República Popular China.
[5] La normalización de AAPM comenzó con el proceso electoral. Se cumplieron
los siguientes pasos: 1) El normalizador llamó a elecciones para órganos
directivos; 2) La asamblea de afiliados eligió una Junta Electoral; 3) Dicho cuerpo
elaboró los padrones; 4) Las listas presentaron sus avales (3% de los
afiliados); 5) Se comunicó el llamado a la Dirección de Relaciones Laborales
del Ministerio de Trabajo, que envió veedores, primero a la asamblea y luego al
acto electoral; 6) Se eligieron autoridades.
[6] Espacios geográficos que contienen los
consultorios que deben visitar los valijas. Cuando les es posible, se juntan de
a pares (de distintos laboratorios) para amenizar las esperas y los traslados
entre consultorios.
[7] Dinerillos
extra que percibían los funcionarios políticos de alto rango (recordar al
respecto el escándalo por el que fue presa María Julia Alsogaray) y otros
curros secretos sospechados sin que se pudieran llevar a juicio.
[8] El Partido de la Nueva Democracia competía
exitosamente con el Nuevo Partido Conservador (New
Conservative Party) en el Canadá anglófono. En la parte francesa la
controversia principal se daba entre el Partido Liberal (Liberal Party) y
el Partido Quebequense (Quebecois), que alentaba, y alienta el
separatismo.
[9] Instituto
Latinoamericano de Planificación Social-Comisión Económica para América Latina
y el Caribe- Instituto Iberoamericano de Investigación.
[10] La Ley
de Disponibilidad establecía que cualquier agente público de la Administración
Central podía ser declarado en disponibilidad respecto de su cargo. Cobraba su
sueldo por dos años y debía buscar personalmente otro destino. Si al cabo de
ese lapso no encontraba nada. Quedaba cesante.
[12] Servicios de
inteligencia del Estado. Estos organismos cambian su denominación con cada
gobierno. Sería ocioso consignar cada modificación.
[13] En 1971, en medio de un
clima político nacional fuertemente convulsionado (golpe de Estado de Onganía, Cordobazo en el ‘69, etc.) se
produjo la conjunción del Grupo Nuestro Mundo con una serie de intelectuales que decidieron crear
una agrupación nueva; a su fundación acudieron intelectuales como Manuel Puig, Juan José Sebreli, Blas Matamoro y Néstor Perlongher, entre otros.
[14] Tendencia
Estudiantil Revolucionaria Socialista. Frente secundario y universitario de
Política Obrera (hoy Partido Obrero).
[15] Corriente trotskista liderada por Nahuel
Moreno.
[16] Sobrenombre
de Juan Carlos Dante Gullo. Cuando se fusionaron FAR
(Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAP (Fuerzas Armadas" Peronistas) y
Montoneros llegó a ser la cabeza pública de la Juventud Trabajadora Peronista
(JTP).
[17] Guerrillas.
[18] Hacia 1976, Montoneros y ERP iban
a formar una especie de Frente de Liberación Palestina. Santucho es
asesinado en vísperas de su partida hacia Cuba, donde se concretaría la
alianza.
[19] Horacio
González, uno de los militantes de una de las fracciones que componen esa
franja, era en esa época Ayudante en Introducción a la Sociología (¿o
Sociología Sistemática? Martín se lo cruza esporádicamente en actos en la
Biblioteca Nacional,que dirije y encuentros del activismo (No al ALCA), etc.
[20] Frente
estudiantil Nacional, núcleo principal de las Cátedras Nacionales. Entre los
docentes que militaban en las CN estaban Horacio González, Alcira Argumedo,
Juan Pablo Franco, Fernando Álvarez, Roberto Carri, Enrique Pecoraro, Ernesto
Villanueva y Susana Checa.
[21] Corriente Estudiantil Nacional y Popular,
también integrante de las CN.
[22] Jorge Vibes. Edición de
autor. Tirada de 200 ejemplares. Buenos Aires, 2011. Ver Jorge Vibes blogger o
Narrativa no convencional Jorge Vibes.
[23] Segunda
obra. Se refiere a Porteños Argentos.
PABLO, EL ESTALINO PERTINAZ
En su época (1976) fue expulsado del P.C.A., donde era
responsable del frente militar nacional por respetar la disciplina. Cuando los
genocidas dieron el golpe de Estado, el Comité Central firmó un pacto con
Viola. Pablo reportaba al Secretario General que dependía del Polit
buró . Un buen día, a poco del alzamiento, su jefe lo llamó. Le comentó que
entre camaradas muy antiguos e influyentes había bronca por el pacto y que
habían decidido redactar una carta dirigida al CC. Para imponerlo de su
descontento. El mandamás justificó la acción diciendo que de ese modo se
evitarían miles de muertos de simpatizantes y camaradas, y que no era necesario
aumentar la lista. Le dijo que él no podía firmar el petitorio por su rango y
que debía firmarlo él. Aceptó el encargo a regañadientes y lo elevó. La madre
era la tesorera general del Partido y al no convenía joder. Así que lo
expulsaron de una. Regresó a su casa, un departamento cercano a Plaza Miserere
y esperó. Días más tarde tocaron el timbre y un mensajero le preguntó si era
Pablo y le entregó un sobre cerrado. Al abrirlo leyó que lo citaban a consulta
psiquiátrica en una Clínica del P.C.A. en Capital Federal. Sabía, por su
responsabilidades, que allí tenían internados (exactamente como el PCUS y que
te tenía que concurrir. En la fecha y horario indicado. Llegó el día y lo
atendió una reflexóloga muy amable que empleó la primera sesión en la
confirmación de su historia personal. Repitió las visitas durante un año,
siempre con resultados insatisfactorios para la facultativa que quería
encontrar el modo de internarlo para su recuperación. Finalmente lo dio de
alta. Cansado del manoseo, se peleó con la vieja y partió al exilio. Volvió a
su Buenos Aires querido cuando la transición a la democracia. Como contaba con
unos pesos, se compró un taxi, luego dos y llegó a ser dueño de tres. Como no
tenía registro de conductor ni sabía conducir, dependía de peones que le
alquilaban las máquinas para explotarlos por día. Un verdadero infierno porque
lo pasaban y, por ende debía reemplazarlos constantemente. Sin embargo, recibía
una no despreciable suma. Como no se hablaba con la madre, almorzaba en El
Centenario, comedero que debía su nombre al centenario de nacimiento (o
muerte) de Lenin. Dado que una botella de tres cuartos de vino banco no saciaba
su sed, pedía otra de tres octavos. Dejaba a las camareras jugosas propinas. De
cuando en cuando se juntaba allí con Jorge, un compañero diez años mayor
marxista no PC al que confiaba sus numerosas cuitas. Un mediodía contóle que una
de las mozas, que era lesbiana, le pidió matrimonio para tener un hijo suyo.
Oferta que rechazó gentilmente. Con Jorge solía almorzar en el Cervantes II de
Perón al 1800. Pablo no probaba bocado. A lo sumo picoteaba del plato del
amigo. Pablo pedía un tubo de blanco y Jorge un cuarto de tinto de la casa.
Conseguir que el borracho ingiriera algo era un pequeño triunfo. Con el pasar
de los meses, El patrimonio taxístico del estalino se fue achicando por efecto
de los taxis en que viajaba, las propinas, y, seguramente, la mandanga.
El hecho es que pasó a contar con un solo taxi, reventado
por el mal uso. Pidió a alguien que llevara el auto a un taller de chapa y
pintura que tenía un uruguayo PC. Con Jorge fueron varias veces a retirarlo sin
fortuna. Recordemos que Pablo no manejaba. El auto tenía un convertidor
nafta/gas y ninguno de los dos sabía cómo pasar de un combustible a otro. A
poco de salir del taller se detuvo por falta de nafta y tuvieron que empujarlo
hasta una estación de servicio cercana para que le echaran gas. Llegaron al
barrio de Once y guardaron al taxi en un garaje. Pablo, además de alcohólico,
gozaba de EPOC y andaba meta que meta con un inhalador de bolsillo. Una noche,
de madrugada, se estaban despidiendo. Pablo peló una sevillana automática y
Jorge le gritó: “¡Estás loco!, si pasa la cana nos portan. ”.El patrimonio de
Pablo y su salud disminuían en paralelo. Una noche pidió a su amigo que lo
llevara al María Ferrer, hospital público especialidades respiratorias. Tal
como esperaban, a las dos de la madrugada se comieron una amansadora padre.
Pablo le dijo que era una suerte que lo acompañara porque estaba bien vestido.
Cuando pasaron el médico lo metió con oxígeno por un rato y pidió a Jorge que
se retirara. El improvisado chofer se mandó al Renault 19 modelo 1994 a
escuchar música. A cada rato espiaba
la entrada del nosocomio para ver si habían liberado al
amigo. La espera fue larga y penosa. Los familiares de algún fallecido
empezaban a los gritos y no cesaban de llegar ambulancias con enfermos. Salió
el epócsico y le dijo “A una farmacia de turno” pues debía retirar una caja de
Trapax grande porque si no se mandaba unas cuantas pastas no conciliaba el
sueño. Jorge lo dejó en la puerta de su domicilio y le aconsejó que, en lo
sucesivo fuera al Hospital Ramos Mejía, que quedaba a pocas cuadras de su casa.
Posteriormente la sugerencia fue agradecida porque también allí había
especialistas en pulmones. Como no es sencillo encontrar tipos interesantes, y
Pablo lo era, se juntaban a menudo. Jorge era marxista no PC y Pablo una Enciclopedia
Británica de los PC´s, porque había sido formado en la Universidad Patrck
Lummba de Moscú, exclusiva para
estudiantes extranjeros. Jorge también contaba con un pasado militante
setentista. Caído el Socialismo Realmente Existente, carecía de sentido
discutir las diferencias. Salvo respecto de los trotskistas argentinos, que
están siempre al servicio de las derechas, el resto del campo Nacional y
Popular debe tolerar a los que tienen diferencias y marchar juntos.
Jorge se desayunó, por boca de Pablo, que, el Mossad
recluta a los mejores promedios egresados (varones y mujeres) de las Escuelas
ORT. La mayoría acepta para tener su actividad normal y un ingreso extra -que
depende de la profesión que ejerzan y la importancia de la información que
brindan. Asimismo, se enteró que muchos de las mejores mentes (argentas y
latinoamericanas) habían pasado por El Partido. Aquí el asesor ecuatoriano de
Mauricio Macri Durán Barba, el exdiputado Fernando Iglesias por el ARI de
Lilita Carrió y el fallecido conductor de “A dos voces” %%%%%%%%%%, el
periodista Daniel Muschnik y tantos otros. En Perú el Montesinos cerebro en la
maldad de Fujimori y no me extrañaría que el traidor Lenin Moreno haya abrevado
en esas fuentes.
Jorge sabía de muchos actores y artistas de todas las
ramas del arte, así como de intelectuales y banqueros ex camaradas, pero se
enteró de muchos más.
Se mencionó más arriba que Pablo y su madre se odiaban
mutuamente. La viuda no salía de su cuarto (al menos cuando el hijo estaba bajo
su mismo techo) siempre acompañada por su gordo y espantoso gato. Pablo se
limitaba a comprarle los víveres y pasarle la jubilación, que era abultada
porque se había retirado en el poder judicial. Una tarde, el díscolo escuchó
tanto silencio que golpeó en la puerta de la habitación materna. Insistió
varias veces y nada. No veía a su madre desde que le entregó la jubilación a
principios del mes. La encontró muerta en la cama, con su fiel minino
acurrucado al pie de la manta. El felino había adelgazado tanto que no lo
reconoció. Dedujo que la harpía le impuso el mandato de acompañarla al más
allá. Por la pérdida de peso del animal, la muerte se había producido, al
menos, una semana antes. Como estaba borracho y cansado se fue a dormir la
mona. Total, la difunta no se iba a escapar. Cuando despertó fue a la comisaría
y anunció lo sucedido. Vino el forense para comprobar que no la había asesinado
y le preguntó qué haría con el cadáver. “No sé. Tenía seguro de sepelio.
Supongo que llamaré a la funeraria y ellos se encargarán de todo.” Comentó los
hechos en el comedero como si estuviera contando una película.
Jorge se fue de viaje a España con su mujer. Estando
allí, recibió un mensaje por Whatsapp en el que Enrique le decía “Tengo que
darte una mala noticia: murió Pablo. En El Centenario. Se descompensó, lo
llevaron al Ramos Mejía y partió. El “lo siento mucho” de Enrique era capcioso.
Jorge le había prestado, al estalino, mil dólares antes del viaje y el turro le
indicaba que los diera por perdidos. Cuando Jorge se lo contó a Alicia, una
psicóloga amiga, ella le explicó que murió porque ahora carecía del objeto
Odiado y que con la muerte de su madre su vida ya no
tenía sentido.
POST VERDADES Y FAKENEWS
Dos años atrás, (2018) estuvimos dando vueltas sobre el
concepto de Post Verdad. Ahora esa moda pasó y los Medios se cansan de alertar
sobre las Fake News (falsas noticias). Lamento aclarar que ambas tienen siglos
de existencia. Como si las noticias falsas, que hoy se mandan a través de
ejércitos de Trolls organizados por los factores de Poder, no fueran tan viejas
como guerrear. La Contrainteligencia ha sido común a todo enfrentamiento
bélico. Penélope destejía de noche la manta que confeccionaba de día. Había
prometido a sus pretendientes optar por alguno cuando finalizara ese trabajo.
Era un modo de retrasar lo que marcaba la ley cuando había rey ausente en
Itaca. Procediendo así pudo aguardar hasta que el Odiseo (Ulises) llegara[1]. La mitología griega,
como la Biblia y la Antigua Roma, están plagadas de menciones a hechos que
podemos calificar de falsas noticias.
Sin ir tan atrás en el
tiempo, apelaré al Marqués de Sade, que en su cuento “Aventura incomprensible
pero atestiguada por toda una provincia”[2], escrito antes de la Revolución Francesa. Transcribo
unos trozos de esa pieza para demostrar que ese artista perverso, tuvo el honor
de perpetuar su nombre en la palabra sadismo, describió perfectamente una post
verdad…en el S.XVIII:
“Todavía no hace cien años, en varios
lugares de Francia perduraba aún la absurda creencia de que, entregando el alma
al diablo, con ciertas ceremonias tan crueles como fanáticas, se conseguía de
ese espíritu infernal lo que se deseara”…”El Barón de Vaujour combinaba desde
su más tierna juventud el más desenfrenado libertinaje con el cultivo de todas
las ciencias”…”era alquimista, astrólogo, brujo, nigromante, astrónomo
-bastante notable, por cierto y físico mediocre; a la edad de veinticinco
años”…”descubrió en sus libros -según afirmaba- con el propósito de vivir
felizmente su duodécimo lustro, de modo que nunca le faltara dinero y de
conservar asimismo, en el más alto grado de potencia, sus facultades prolíficas
hasta esa edad.”…”Hasta la edad de sesenta años, el Barón, que disponía tan
solo de quince mil libras de renta, había gastado regularmente doscientas mil y
jamás debió un céntimo. En lo que respecta a sus proezas amorosas fue capaz de
gozar a una mujer quince o veinte veces en una noche”…”Sin embargo, a medida
que se aproximaba al término de los sesenta años se acordaba de su desdichado
acto”…”El día señalado, a la hora exacta en que el Barón cumplía sesenta años,
un criado le anunció a un desconocido que había oído hablar de sus
conocimientos y solicitaba el honor de entrevistarse con él”…
…”Al cabo de una hora, la persona con
quien creía estar, le dijo: -Y bien, Barón no me reconoces?, ¿has olvidado
acaso la promesa de tu juventud? ¿has olvidado como yo la he cumplido?
El Barón se estremeció.
No temas -le dijo el diablo-, no soy
dueño de tu vida, pero sí lo soy de retirarte todos mis favores y arrebatarte
todo lo que te es querido; vuelve a tu casa y verás en qué estado la
encuentras”…
…”Y el Barón…volvió a toda prisa
sobre sus pasos y preguntó a todos los campesinos que
encontró si no lo habían visto entrar en la alameda con un hombre de tales y cuales
características; todos le contestaron que había entrado solo, que asustados al
verlo gesticular de aquella manera incluso habían ido a avisar a la señora pero
que no había nadie en el castillo…
…”¿Qué no hay nadie?...¡Pero si he
dejado dentro a diez criados, a siete niños y a mi mujer!”…
…“Cada vez más asustado, corrió hacia
su casa…forzó una puerta, entró, y la sangre que inundaba los escalones le
estaba ya anunciando la catástrofe que se había abatido sobre él; abrió una
gran sala y descubrió a su mujer, sus siete hijos y a sus diez sirvientes
desparramados por el suelo en diferentes posturas, en un medio de un mar de
sangre, todos ellos decapitados. Se desmayó, varios campesinos, cuyas
declaraciones constan, entraron y tuvieron ocasión de contemplar ese mismo
espectáculo, ayudaron a su señor”…”y sin pérdida se encaminó a la Gran Cartuja[3], donde falleció al cabo de cinco años en el ejercicio de la más elevada
piedad”.
…“Hay que andar con
cuidado y no creer sin dudas en quimeras, pero cuando una cosa es atestiguada
por todo el mundo y pertenece, como ésta a un género tan singular, hay que
bajar la cabeza, cerrar los ojos y decir: así cómo los orbes flotan en el
espacio, así también pueden existir sobre la tierra que no acierte a
comprender.
Dejo a cargo del lector
decir si el cuento trata de una Post Verdad o de una Fake New. Yo me inclino por la
primera.
[1] Homero. La odisea.
[2] Marqués de Sade.
Cuentos. Ediciones Libertador. Lanús (Pcia, de Buenos Aires) 2002.
[3] Nota del Marqués de
Sade: El Monasterio de la Gran Cartuja es conocido en todo el mundo. Sin embargo,
allí no se puede entrar, pues la clausura de los monjes, entregados al
silencio, a la soledad y a la oración, no admite excepciones.
INDICE
3.-
Sobre el autor.
6.-Agradecimientos
7.-Prefacio
8.-El
puente de la mujer
11.-
Una noche de 2016
13.-
Homenaje al ascensor de mi casa
16.-
Vejeces
17.-
Paris balvanera
19.-
Romance de Mario y la peti
22.-
Velorio de un suicida
31.-
Cerro Santa Lucia
32.-
Miguel
37.-
Musica en vivo en palenque
43.-
El denso lorenzo
48.-
Ana
47.-
La separeta de Ana y Carlos
55.-
Un viaje corto en el colectivo 12
56.-
Borges
58.-
Viejos son los trapos.
60.-
La placita de San Isidro
62.-
Pedro el ultimo de los estalinistas
66.-
Rumbo a american express
67.-
El Homeless despierto
68.-Pobres
70.-Manìas
72.-
Jennifer
77.-
Ejercicio para mejorar la concentración
79.- Martín
91.-
Pablo, el estalino pertinaz
95.-
Post verdades y fakenews
